¿La segunda grande?
By Izuku
No lo podía creer, estábamos juntos, de verdad, en serio Rody y yo estábamos juntos. Ambos riendo en uno de los sofás de mi departamento después de haberlo recogido en el aeropuerto.
Rody se quedaría poco más de tres días conmigo, así que decidimos aprovechar el tiempo.
Estábamos muy contentos.
Al instalarse le ofrecí mi habitación mientras yo dormía en la de invitados, pero él se negó, alegando que si no dormía en el mismo lugar que yo, entonces prefería no dormir. Y es que bueno, en España, Rody prácticamente se mudó en el internado conmigo.
Al final, los dos acordamos dormir en mi sala, cada uno en diferente sofá.
Las horas pasaron, conversamos mucho, ordenamos comida y vimos el televisor hasta que recordamos el por qué de su visita.
— Oye, amor — Rody me llamó desde mi sofá, recostado.
Yo me servía agua en la cocina.
— Dime.
— La verdad es que tengo curiosidad. No me has dicho cómo irás mañana.
No pude evitar arrugar el entrecejo.
— ¿De que hablas?
— No me has mostrado tu disfraz para la fiesta.
Eso era porque en realidad no tenía uno.
Mi plan era sencillo. Sólo llevaría cualquier cosa funcional de mi armario y pondría manchas de tinta roja en mi cara. Si alguien preguntaba, diría que era un zombie o algo parecido.
— De zombie — respondí de lo más simple, volviendo de la cocina, sentándome a su lado en el sofá.
— ¿De zombie? — frunció el ceño, incorporándose hasta quedar sentado también. — ¿Es en serio?
— Sí — me encogí de hombros.
Durante un momento, Rody pareció meditarlo.
— ¿Qué clase de disfraz de mierda es ese? — preguntó al fin.
— Es lo único que tengo.
— Mentiroso.
— No miento, en serio es mi única opción.
— Eso es patético — me sonrió, socarrón. — Mañana necesitas ser el centro de atención, no un don nadie más.
— Auch — me hice el falsamente ofendido. — Pues gracias.
— Izuku, eres el chico más lindo que he visto en mi vida, por eso mismo necesitas un disfraz que te haga justicia.
— Bueno, pues a decir verdad..
— ¿Qué?
— Tengo otra opción — admití con algo de recelo al recordar. — Pero no creo que sea lo mejor.
Una curiosidad genuina le iluminó la mirada.
— Cuéntame, ¿de qué se trata?
— Es una tontería — lo pensé bastante. — Es.. es el disfraz que usé en la fiesta de hace un año.
— ¿¡El de Playboy!?
El color rojo se me subió hasta las orejas.
— ¡No grites!
— Lo lamento — comenzó a susurrar mientras ensanchaba su sonrisa. — ¿El de Playboy?
— Sí, el de Playboy — yo le seguí el juego, ambos nos encontrábamos murmurando a pesar de ser los únicos dentro de mi sala de estar.
Rody sonreía. No sabía si era porque se estaba burlando de mí o porque era la persona más risueña que conocía, sin embargo, su expresión me era contagiosa.
Sin darme cuenta, yo estaba sonriendo junto a él.
— Pues llévate ese — dijo de pronto.
Y mi sonrisa se sustituyó por una notable cara de asco.
— ¿Estás loco? — pregunté ya en un tono alto.
— ¿Por ti? Absolutamente.
— No. Jamás.
— Vamos, amor — se quejó infantil. — ¿Por qué no?, si por algo lo propusiste en primer lugar.
— Sólo era una opción ficticia — me defendí. — Ya fue bastante vergonzoso usarlo hace un año.
Rody me observó fijo y sin rastro de risa, con esa expresión que sabía que iba en serio.
— Pero ahora las cosas son diferentes, ¿no? — explicó. — Ya no eres como hace un año, ahora eres mucho más confiado. Sé que no volverás a pasar por algo como lo de esa fiesta, bueno, al menos no mientras yo esté contigo.
En realidad tenía un buen punto.
Actualmente era mucho más confiado en mí mismo, y si de algo estaba seguro, era que mi vergüenza ya no era tanta como en el pasado.
La idea de presentarme ante ellos y demostrarles que había cambiado, mostrarles la persona nueva en la que me había convertido, lo cierto es que me resultó bastante emocionante.
Si lo pensaba bien, incluso podría ser divertido.
— Supongo que tienes razón — admití la derrota después de sopesarlo un rato. — Está bien. Usaré lo de hace un año.
Rody sonrió de oreja a oreja.
— ¿Y tú? — fue su turno de responder. — ¿Qué hay de ti?
— Bueno pues.. — hizo amago de pensarlo. — Tengo un traje, fue lo único que se me ocurrió.
— ¿Perdona?
Él asintió, tranquilo.
— ¿Tú? — arrugué la nariz. — El que tiene complejo de protagonista, ¿sólo planeas usar un traje en una fiesta de disfraces?
— ¿Qué puedo decir? — se encogió de hombros, burlón. — Todo se me ve increíble. Parezco un empresario guapísimo. Deberías verme usándolo, te aseguro que se te olvidan los alfas de los que huiste en un inicio, cielo.
Me reí.
— ¿O sea que mientras yo iré como un maldito conejo semi desnudo, tú iras como un hombre de negocios?
— Sólo ponme una correa y listo. Será un cambio de dinámica interesante ver como una mascota de Playboy es quien lleva paseando de un lado a otro a su dueño, ¿no crees?
Puse los ojos en blanco.
— Déjame ver si entendí, iremos como amo y mascota, ¿pero aunque yo vaya de mascota, la mascota serás tú?
— A no ser que quieras serlo tú. En ese caso, adelante — hizo una mueca extraña. — Pero en mi opinión, eso le quitaría lo irreverente.
— Déjame pensar.
— ¿Qué te parece?
— Me parece que eres un idiota.
— Pero soy tu idiota favorito, ¿verdad, cielo?
Podía decirle que no, pero eso no era lo que quería.
No, yo a Rody siempre le diría que sí.
— De acuerdo.
— ¿Entonces tenemos un trato, amor?
— Lo tenemos.
^
Estaba temblando.
¿Hacía frío? Sí, un poco, pero esa no era la causa principal de los escalofríos en mi cuerpo.
Minutos antes, Rody y yo salimos del departamento, dejándonos abrazar por la fría noche de Octubre, aunque claro, al parecer a él no le afectaba tanto considerando que quien lucía ridículo era yo.
Rody llevaba un traje a la medida que por alguna razón se le veía increíble. Mientras que por otro lado, yo usaba el mismo disfraz de hace un año y parecía idiota.
Lo único que compensaba las cosas era que él llevaba una correa en su cuello que sujetaba yo.
Así al menos no me humillaba solo.
La fiesta se celebraba en una residencia tan grande y lujosa como la del Halloween pasado, sin embargo, por alguna razón me sentía menos nervioso que un año atrás.
Habíamos llegado un poco tarde, pero no importaba, no planeábamos quedarnos mucho de igual forma. El plan era únicamente hacer acto de presencia, beber uno o dos tragos y volver a casa.
¿Cuál era el punto de haber asistido entonces? Fácil, el probar mi punto.
Necesitaba que me vieran, que comprendieran que no era el mismo, que había cambiado y ahora nada ni nadie tenía en poder de volver a hacerme sentir tan miserable como antes.
No había más.
En cuanto Rody y yo cruzamos la puerta, lo primero que vimos fueron decenas de chicos y chicas de todas las castas; todos de un lado a otro bailando, bebiendo, conversando, besándose y hasta restregándose.
Por inercia mi nariz comenzó a olfatear.
Lo supe casi de inmediato.
En serio me resultaba increíble que a pesar de la cantidad abrumadora de distintos aromas dentro de la residencia, si me concentraba lo suficiente, yo podía percibir con una facilidad terrorífica las feromonas que un año atrás me volvieron loco.
Rody notó lo que hacía, se acercó a mí y preguntó:
— ¿Qué sucede? ¿Están aquí?
Asentí. Él sonrió.
— De acuerdo, ahora vamos con la segunda parte del plan.
— ¿Cuál segunda parte? — ladeé la cabeza sin comprender. — ¿Beber?
Rody se limitó a acentuar su encantadora sonrisa, tomarme con delicadeza la mano y llevarme hasta donde la música sonaba más fuerte para bailar juntos.
— Ese plan es basura porque solo te estás centrando en ellos — me explicó en el oído para poder escucharlo sobre el ruido de la fiesta.— La segunda parte de mi plan es ignóralos. Es una fiesta, pásala bien y sé feliz conmigo.
Le devolví la sonrisa y sin pensarlo mucho le hice caso.
Al carajo, él siempre tenía razón.
Bailamos por ratos y bebimos lo que se nos antojó sin caer en la ebriedad.
Sólo éramos nosotros dos disfrutando de la noche, y aquello me hizo intensamente feliz.
•
By Katsuki
¿Aún no me veía o sólo continuaba ignorándome?
Izuku no me había dirigido la mirada en toda la hora que llevaba bebiendo y bailando de un lado a otro con su amigo, quien por cierto, no era feo.
De hecho, estaba bastante bien, demasiado bien para mi gusto.
Que horror.
No pude evitar gruñir a mis adentros cuando los vi entrar por la puerta. El imbécil se veía genial con su traje, pero lo que más llamó mi atención fue la correa que llevaba sujeta a su cuello porque mi Izuku era quien sostenía el mango.
Jamás en la vida habría creído que diría esto, pero prefería mil veces que la insoportable de Ochaco estuviera a su lado en situaciones como este en lugar de un chico tan atractivo del que yo apenas sabía su nombre.
Porque sí, aunque supuestamente era un beta, eso no me aseguraba nada, ¿o sí?
Por lo menos con Ochaco tenía la seguridad de que ella nunca intentaría algo con él, pero con un desconocido no sabía muy bien qué esperar.
Izuku se veía increíble.
No, increíble era poco. Se veía maravilloso.
Podía jurar que la impresión de verlo ahí fue incluso mayor a la de hace un año, a pesar de que usaba el mismo disfraz.
Lo cierto era que a diferencia de meses atrás, ahora yo tenía bastante claros mis sentimientos por él.
Me gustaba, me gustaba mucho.
Ay, Izuku.
Lo único que lograba sacarme de mi burbuja de enamorado era esa espantosa mancha de alguien que no encajaba en la imagen.
Su estúpido amigo guapo.
Agh. No siquiera lo conocía y ya lo odiaba.
Aunque bueno, ese idiota no era precisamente mi mayor preocupación en la noche.
En la fiesta de Halloween de hace un año, las cosas fueron muy diferentes porque el maldito principito estaba en una reunión con su padre lejos de aquí y no pudo asistir. Pero ahora..
Shoto al otro lado del lugar me observaba molesto.
Sí, ahí está él.
Ambos habíamos asistido a la fiesta y sospechaba que era porque teníamos un objetivo en común.
Mi Izuku.
Estaba claro que únicamente esperábamos el momento oportuno para acercarnos a él, pero hasta que eso sucedía, los dos nos limitábamos a lanzarnos miradas llenas de odio desde cada extremo de la residencia.
Mierda, tener una simple conversación con el omega resultaba cien veces más difícil que hablar con el presidente o una tontería parecida, sin mencionar el obstáculo enorme que suponía mi..
— ¡Katsuki! — Camie se acercó a mí con dos bebidas en la mano.
Ahí estaba.
Exhalé pesado.
— ¿Qué pasa? — pregunté irritado, intentado contener mi mal humor, aunque fallando en el proceso.
— No has bebido casi nada, quiero que te embriagues conmigo — se inclinó a mi oído y comenzó a susurrar. — hablé con Shindo y nos consiguió una buena habitación allá arriba.
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