Izuku
PRIMERA PARTE
By Izuku.
Después del aterrizaje, un auto ya nos esperaba en el estacionamiento al bajar del avión. A su lado, un hombre nos ayudó a llenar el maletero con todas nuestras cosas.
Ahí comenzó todo.
Durante el camino al departamento, no pude evitar caer en cuenta de la realidad. Mi madre y yo nos dirigíamos a nuestro nuevo hogar, nuestro nuevo hogar que en el fondo sabía que sería más mío que el de ambos.
Cuando finalmente estuvimos ahí, era justo lo que esperaba.
Los muebles se encontraban en perfecto estado, tanto que todo ahí dentro parecía nuevo, recién remodelado. Por otro lado, la decoración era acorde a nuestro estilo de vida en Japón, un sitio enorme con ornamentos minimalistas, claro, sin dejar de ser lujosos.
Era un lugar hermoso, pero enorme para mí solo.
El departamento gritaba ricos por donde se le mirase, incluso había investigado y la zona en la que estaba ubicado era una de las más opulentas del estado.
Ricos
No pude evitar pensar en el tío Yagi. Al preguntar por él, únicamente tuve como respuesta que seguía fuera del país por asuntos de trabajo, pero que en cuanto tuviese la oportunidad, vendría a visitarnos.
Lo entendía. Al igual que mi madre, él siempre estaba ocupado.
Es una persona importante aquí, no lo olvides.
Lo sé, querida conciencia, no hace falta que me lo recuerdes por milésima vez.
Tardé apenas un minuto en caer en lo de mi admisión inmediata a aquel instituto de ricos del cual mi tío era socio.
Quizá era poco ético, pero había logrado entrar a una de las academias más prestigiosas en todo el país gracias a la influencia de Yagi, es decir, igual hubiese entrado por mi cuenta, sólo aceleré el procedimiento.
Las clases habían comenzado hacía dos meses. Si hubiese ingresado como todos los demás, tendría que haber repetido un curso, pero gracias a Yagi continuaría normal.
Una vez más la realidad me centró.
Me hallaba en los Estados Unidos, de verdad me hallaba ahí.
Después de que el hombre de antes terminó de descargar nuestro equipaje y de subirlo a nuestras nuevas habitaciones, en cuanto únicamente quedamos mi madre y yo, decidí que lo mejor era ir a descansar.
Mi nueva vida comenzaría por la mañana y aún debía reponerme del vuelo.
Al final me despedí, no sin antes escuchar que todo lo que necesitara se encontraba ya en mi habitación.
•
Lunes.
No me despedí de mi madre al salir del departamento. Ella casi no dormía conmigo en la casa, pero cuando lo hacía, era como una ley no despertarla por las mañanas.
Gracias a las instrucciones que me había enviado el tío Yagi y con ayuda de mi teléfono, caminando me dirigí al final de la hermosa zona residencial en donde tomé uno de los transportes exclusivos del instituto.
Lamentablemente aún no aprendía a conducir del todo bien, y bueno, aunque tuviésemos dinero más que suficiente para comprarme un buen auto, tenía que conformarme con viajar en cualquier otro medio para no atentar contra mi vida o la de los demás.
Yo era un peligro al volante.
El autobús que llegó por mí era de las mejores agencias, era enorme y se encontraba pulcro en todos los aspectos. En cuanto puse un pie en él pude percibir las miradas sobre mí, o al menos así me pareció.
Quizá era mi imaginación, quizá la paranoia era un efecto secundario de mis píldoras supresoras.
Me limité a ignorarlo y a continuar avanzando hasta encontrar un asiento vacío, sin embargo, en cuanto comencé a caminar en busca de un sitio disponible, una dulce voz captó mi atención.
— ¡Hey! — giré levemente en aquella dirección.
Era una chica a unos metros de mí.
La observé atento cuando palmeó suavemente el asiento desocupado a su lado.
— Ven aquí.
¿Ven aquí?
No estaba acostumbrado a recibir ese trato tan descarado de gente que no conocía, al menos no en mi país. Igual no podía darme el lujo de rechazar a la primer persona que me hablaba en Estados Unidos.
Me resigné y fui hasta ella.
Sentado a su lado pude verla mejor, ella hizo lo mismo conmigo. Sin vergüenza alguna, la chica me analizó de pies a cabeza como si fuese una especia de robot diseñado para detectar fallas paseando sus hermosos ojos marrones por toda mi anatomía.
¿Así eran todos en ese país?
La chica me observó unos segundos más hasta que pareció satisfecha con el resultado de su búsqueda ocular, al parecer, no había encontrado ninguna falla en mí. Después de dejar su análisis me sonrió con amabilidad y comenzó a hablar.
— Soy Ochaco — se presentó. — Perdona que sea tan directa, no puedo evitarlo — su semblante mutaba entre uno tranquilo y uno emocionado, era difícil seguirle el ritmo.
Era muy hermosa. Parecía alguien extrañamente buena para socializar, desbordaba extroversión en cada movimiento de su cuerpo. Lucía como la típica chica popular de una serie.
Tardé un segundo en responderle.
— Es un gusto — vacilé un poco. — Yo soy Midoriya Izuku.
De pronto la mirada se le iluminó.
— ¿De dónde es tu acento? — preguntó con genuino interés. — No eres de aquí.
Aquello me hizo sonreír.
— Japón. Vengo de Hyōgo, el estado.
Y esa respuesta fue suficiente para que comenzáramos a conversar sin detenernos. Cuando menos lo noté, ambos nos habíamos soltados y habíamos hablado durante todo el camino al instituto.
Quien diría que aquella extraña chica parlachina y yo nos llevaríamos tan bien desde el principio.
•
Llegando a la academia comprobé que mi teoría era cierta. Ochaco era increíble para socializar.
Bueno, increíble era poco. Cada vez que cruzábamos por algún pasillo, Uraraka recibía saludos en todas las direcciones y alguno que otro cumplido.
— Realmente eres popular — le bromeé mientras nos dirigíamos a clases.
— Mira quien habla.
— ¿A qué te refieres?
— ¿A que me refiero? — soltó con sarcasmo.
De verdad no comprendía.
Ambos nos detuvimos.
— No estoy entendiendo — le enarqué una ceja. — ¿De qué me estás hablando?
— Por favor — bufó. — Sólo mírate.
Sin aviso, la chica se abalanzó sobre mí y comenzó a olfatearme.
— ¿Qué estás haciendo? — eso ya era sobrepasar los límites.
En Japón, la gente no iba por ahí aspirando tu aroma tan descaradamente, ¿acaso era algo que hacían en los demás países?, no, no podía ser.
Había ido a Alemania y no me habían tratado de ese modo.
Involuntariamente se intensificó el rosado en mis mejillas cada que su nariz rozaba mi cuerpo.
Por suerte mis píldoras eran de excelente calidad y hacían un buen trabajo a la hora de suprimir más del ochenta por ciento de mis emociones. No quería que notara que me había intimidado con esa simple acción.
Ella continuó olfateando unos segundos hasta que por cuenta propia se apartó.
Ambos guardamos silencio durante un momento. Después explicó un poco irritada:
— No huelo nada. No logro percibir ni una sola de tus feromonas, Izuku.
No respondí de inmediato.
— Odio ser una beta — admitió por último en un leve quejido.
Con aquello, su voz había sonado tan dolida que no necesité de más, de inmediato comprendí la situación.
Por poco olvidaba la sociedad en la que vivíamos.
La chica siguió observándome.
— ¿De verdad no lo notas? — preguntó, pero antes de poder responderle ella misma continuó. — Desde que pusiste un pie en el autobús nadie deja de mirar en nuestra dirección. Debes oler realmente bien.
No sé qué expresión fue la que hice, pero debí haber puesto una cara tan preocupada que de inmediato Ochaco intentó amenizar la situación.
— Tranquilo, Izuku — me dijo, esta vez con un tono mucho más calmado. — No es para tanto, ¿okey?, aquí nadie te haría nada sin tu permiso. Tenemos leyes estrictas.
Continuaba algo inquieto, después de todo, no me encontraba en mi país, sólo Dios sabía cómo eran los alfas en Estados Unidos y lo que me podía suceder en caso de que alguno entrara en su celo.
Durante un momento lo pensé bien.
Tranquilo. No pasa nada. No pasa nada
Inhalé y exhalé mentalmente.
No podía tener un colapso en mi primer día ahí.
Me repetí unas diez veces que no era para tanto. Al final, cuando parecía que me lo había creído, intenté pensar en otra cosa.
No porque hubiese captado algunas miradas significaba que todo el mundo de pronto se me fuera a lanzar a la yugular, o más soñadoramete, que alguien se fuese a enamorar perdidamente de mí. No, eso solo pasaba en las películas.
O en los libros de procedencia dudosa.
¡Exacto!
Intenté ignorarlo. Ochaco sostuvo mi mano y comenzó a guiarnos a ambos a nuestras clases. En una de nuestras pláticas en el autobús nos dimos cuenta que compartíamos aula. Fue una gran coincidencia.
¿Seguro que no estamos en un libro de esos?
No, yo me daría cuenta.
Como digas.
Entramos a la clase juntos, pero apenas y habíamos cruzado la puerta cuando me detuve en seco.
Ahora no eran suposiciones, sabía que me observaban. Había al menos una docena de ojos sobre mí, analizándome de pies a cabeza como Ochaco lo había hecho un rato atrás.
Durante un segundo no fui capaz de moverme.
Antes de recobrar la compostura, un joven pelirrojo y otro pelinegro se acercaron hasta quedar frente a mí.
— Sero, un gusto — se presentó el pelinegro con una sonrisa juguetona mientras suavemente estrujaba mi derecha. — ¿Eres amigo de Ochaco?
Enseguida el pelirrojo sostuvo mi izquierda.
— Yo soy Eijiro — agregó el otro depositando un pequeño beso en el dorso de mi mano.
Antes de poder moverme apareció entre nosotros un tercer chico que me apartó de ellos enseguida.
— Por favor, muchachos. No invadan su espacio personal. No pueden hacer esto aquí, manchan el nombre de la academia.
Era bastante alto y usaba lentes de armazón plateado.
Por su olor se notaba que se trataba de un alfa, sin embargo, era uno muy controlado, apenas y podía sentir su aroma, nada en comparación a los otros dos que acababa de conocer.
Los otros dos volvieron entre risas a una esquina del aula.
— Gracias — salió de mi boca sin poder controlarlo.
— No agradezcas, soy el delegado de esta clase, es mi deber mantener el orden dentro de este lugar, ¿y tú eres?
Ochaco habló por mí.
— Izuku Midoriya. Estudiante nuevo, recién llegado de Japón.
El cuerpo del alfa se tensó.
— ¿Estudiarás aquí? — preguntó por acto reflejo. — Una disculpa, ni siquiera me he presentado. Mi nombre es Tenya Iida, es un placer.
Ambos nos estrechamos las manos con cordialidad. Me sorprendió demasiado encontrar a alguien con educación.
Involuntariamente sonreí, satisfecho con ese trato.
— El placer es mío, Tenya — hice una pequeña reverencia. — Me da gusto saber que seremos compañeros.
El alfa me devolvió el gesto antes de encaminarme a mi asiento.
La clase aún no comenzaba.
Parecía que el profesor había tenido un imprevisto, algo muy extraño según Ochaco, ya que en sus propias palabras, las clases no solían posponerse así como así, sin embargo, durante esos minutos de descanso, la beta había aprovechado para presentarme con todos mis nuevos compañeros, únicamente quedaron pendientes dos asientos vacíos que al parecer no se encontraban por el momento.
Un rato más tarde me hallaba genuinamente contento. Todos hacían un esfuerzo por integrarme y no podía sentirme más agradecido.
Había congeniado bastante bien con la mayoría, claro, aún continuaba percibiendo las miradas de algunos sobre mí, pero hacia un esfuerzo enorme por dejarlo pasar.
Quizá mis feromonas sólo habían amanecido más intensas que de costumbre.
De un momento a otro, todos guardamos silencio de golpe cuando escuchamos azotar la puerta del aula que alguien abrió bruscamente.
Sin duda alguno no me hallaba preparado para lo que mis ojos vieron a continuación.
Era uno de los chicos más atractivos que jamás había visto en persona.
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