XVI
"Sé que no soy más que el verano de tu corazón, y no las cuatro estaciones del año."
Edna St. Vincent Millay.
***
Dick miraba con terca atención la manera en cómo iban deslizándose las gotas de sangre sobre su pómulo para caer lentamente en el suelo sucio, de concreto muy usado y viejo con grietas que estaban llenándose de moho. Era lo que podía mirar por la venda que le cubría los ojos, igual que la mordaza puesta entre sus labios y atada con fuerza. Sujeto por cuerdas a una silla pegada con tornillos y soportes al suelo, mientras se encontraba en aquella precaria situación se quedó pensando en la noche en que despertó sin más, debido a una pesadilla que ya había olvidado desde hacía tiempo. Su madre era llevaba en un féretro abierto por unos rostros que no podía definir, estaban borrosos como el resto de la escena a oscuras. Dick trataba de llamarla, alcanzarla e impedir que se la llevaran, pero terminaba hundido en un fango negro que se lo tragaba. Luego de su llegada a Metrópolis no había tenido ese mal sueño, y fue sin más que de pronto vino a él como un ml augurio que no le dejó hasta ahora.
No había querido mencionárselo a nadie de la familia, no cuando todos al fin parecían encontrar un rumbo en sus vidas y la dinámica familiar hallaba ese mecanismo donde todo funcionaba cual engranes de un reloj de cuerda perfectamente sincronizado. La inquietud que había nacido en él pudo ubicarla con precisión en la fiesta que se hizo en el gran salón de Lex Corp., a donde fueron invitados desde hacía tiempo porque era una reunión privada para la gente de confianza del gran empresario Lex Luthor. Dick había sentido que algo no estaba bien en ese lugar ni con ese hombre al que todos sonreían y saludaban, salvo su padre quien parecía tenso, más aparentando como era su costumbre que todo estaba en orden. Aquella mirada del señor Luthor no le había agradado al joven Wayne ni en lo más mínimo, como si él y sus hermanos fuesen una presa que cazar. Toda la cena y el baile habían estado de lujo, realmente se había gastado mucha plata en ello lo que llamó la atención de Dick, preguntándose qué razón había para ello.
—Inglaterra, necesito esa tarea para hoy.
—Oh, lo siento, Rachel.
—¿Te has peleado con tu novio?
—No... no somos...
—Ah, ya veo donde comienza el problema. Ni siquiera se dicen lo que son, par de maricas.
—Gracias por tu apoyo moral y tu profunda comprensión, amiga mía.
—Si el galán del equipo de fútbol no va a darte tu lugar, deberías considerar otros candidatos. Como el muchacho que está con nosotros en la clase del Doctor Allen.
—No voy a caer, Rachel.
—¿Qué te preocupa?
Dick suspiró, mirando su libreta. Ambos estaban en la cafetería mientras Garfield y Víctor peleaban por traerles sus alimentos.
—¿No has tenido un presentimiento que no se va por más que te digas que son nervios?
—Inglaterra —Rachel levantó su rostro de su calculadora— Eres el mejor gimnasta del equipo, aun cuando te cayeras de los aparatos ganarías la medalla de oro.
—... Okay. Eso se sintió bonito.
—Deja de traumarte por una competencia que ya tienes ganada. Si los jueces no te califican bien, siempre podemos acusarlos de discriminación por orientación sexual.
—¡Rachel!
—Oh, vamos. Hay que sacar provecho.
—A veces me das miedo.
—Eso es bueno, ¿te sientes mejor?
—Sí —Dick sonrió un poco—Gracias.
—Pero tienes que hablar con el galán.
—Uf, creí que había superado la prueba.
La competencia interuniversitaria también le había tenido pensativo, sin embargo, eso no era lo que precisamente le había estado inquietando tanto por las noches. Tampoco su situación con Jason que cayó en un punto neutro muy extraño donde Todd le podía enviar mensajes algo subidos de tono y él los respondía con la misma picardía, teniendo días en los que ni siquiera se miraba. Y otros donde Dick había terminado con una que otra prenda tirada en el suelo, estampado contra una pared, contra un mueble o en el regazo de Jason quien estaba montado en su motocicleta, besándose como si no hubiera un mañana. Besaba como los dioses y estaba haciéndose adicto muy lentamente de la forma en como le tocaba, esas manos explorando partes de su cuerpo que no sabía que podían ser exploradas, para luego tener lo que Dick llamaba ya "períodos de sequía" donde ni se mensajeaban, llamaban o veían. Todd desaparecía incluso de las clases.
Fueron piezas que no supo armar hasta el momento final.
Dick notó con mayor atención la ausencia de Jason en la clase del Doctor Allen, porque siempre gustaba de llegar tarde para que todos le miraran subir por los escalones y sentarse en una de las filas vacías hasta el fondo con toda la desfachatez del mundo. Cuando no llegaba, todos se preguntaban si acaso aparecería más tarde, mirando el reloj sobre el largo pizarrón que su profesor llenaba con ecuaciones a una velocidad insana para su escritura de estudiante. Ya había dejado de hacerse ideas o angustiarse al punto de desconcentrarse por Todd, si bien varias ocasiones permanecía pensativo con su cabeza haciéndose ideas de lo que podía estar haciendo. Esas distracciones le ganaron una llamada de atención del Doctor Allen, con quien tuvo que disculparse una tarde al terminar la sesión, poniendo de excusa que se debía a sus próximas competencias con el equipo de gimnasia.
—Oh, está bien, joven Wayne, pero tiene que estar más pendiente de la clase. Sé que su concentración debe estar en su entrenamiento, solo no me descuide porque me pierde —bromeó el profesor en su acostumbrado humor.
—¿Puedo ayudarle con eso? —pidió Dick, mirando que llevaba un paquete algo pesado de ensayos y tareas que calificar.
—Oh, oh, qué amable. Ya no se ven estos modales hoy en día, pero tu acento me dice que no eres de Metrópolis, además los chicos de esta ciudad son...
—Sí, vengo de Inglaterra.
—¡Cierto! Ya me lo habías dicho, que olvidadizo.
—Tiene muchos alumnos, es difícil recordar todo lo que le dicen todo el tiempo.
—Eso también es cierto. La otra vez confundía una estudiante con otra y eso casi me costó que me estampara su hermoso cuaderno forrado con esas fotografías de cantantes orientales que parecen clones contra mi inocente cara.
Dick rió, el Doctor Allen era ya un querido maestro en la universidad por ser tan ocurrente y excéntrico en sus maneras de enseñar sus materias. Le acompañó al estacionamiento de maestros, bajando por las escaleras al nivel donde aparentemente había dejado su auto, el muchacho esperó que fuese así porque también su profesor tenía fama de ser olvidadizo. Dick volvió a su realidad cuando de manera inesperada el Doctor Allen mencionó algo que Víctor ya le había comentado con anterioridad. Ese escándalo del antiguo docente que había estado antes de Allen, y que rumores habían dicho que la universidad lo había despedido veloz, pero muy discreto como tratando de evitar algún escándalo que la perjudicara.
—... no sé cómo le había hecho mi colega, aunque bueno, todos saben que su mente no estaba en las clases sino en sus negocios particulares...
—¿Negocios particulares? —preguntó Dick, curioso.
—Oh... —Allen se sonrojó, tosiendo— No debí haber dicho eso.
—Le juro que no diré nada. Soy una tumba.
—Bien, de todos modos, seguro que podrías saberlo. El maestro al que yo sustituí fue encarcelado por encontrarlo innovando en el mercado de los estupefacientes. Breaking Bad Metrópolis.
—¿Les pagan tan poco?
El Doctor Allen se carcajeó, casi tirando los libros que traía y limpiándose un ojo de una lágrima traicionera producto de sus risas.
—Que va, digo, no es una fortuna, pero estamos bien. Mi esposo y yo tenemos una vida muy cómoda y mis horarios me permiten cuidar de nuestro hijo.
—¿Esposo? —eso distrajo unos momentos a Dick, sabía que su maestro estaba casado por su argolla de oro en su mano izquierda. Le había sorprendido escucharle hablar tan sereno y seguro.
—¿No se los dije?
—Creo que no, profe.
—¿En serio? Vaya, según yo cuando me presenté se los dije. ¿O eso fue en mi ensayo? Como sea, sí, joven Wayne, estoy casado con un guapo piloto capitán llamado Harold Jordan. Mi Hal. Tuvimos un bebé gracias a una linda mujer que nos ayudó. Mi Jason. Allá están, míralos.
Un hombre con un traje de piloto de aerolínea comercial llevaba en brazos a un pequeño de unos cuatro o cinco años de cabellos castaños claros y unos ojos pícaros que les sonrío, agitando una mano con júbilo y en la otra sujetando un peluche de un marciano. Dick le devolvió el saludo, llegando detrás del Doctor Allen quien tomó al pequeño antes de dar un beso en los labios al Capitán Jordan.
—Te presento a uno de mis alumnos, él es Richard Wayne. Joven Wayne, él es mi esposo, Hal Jordan. Y este pequeñín de aquí es Jason Allen-Jordan. Saluda, Jason.
—¡Hulaaa!
—Señor Jordan, mucho gusto. Señorito Jason, un placer conocerle.
—Habla raro, papi.
—Jason —el capitán rodó sus ojos, ofreciendo una mano a Dick luego de que dejara su carga en la cajuela del auto que Allen abrió— Gracias por ayudarlo, se ha tropezado varias veces queriendo hacerse el fuerte. Por eso debemos venir por él.
—Papá al reshcate. Y yo me lo soy también fuerte, no dejo que nada le pase a papi.
—Tengo mi propio escuadrón de protección —bufó el profesor— Ya les he dicho que no me pasará nada, pero entre la fan de los clones orientales y los chismes de mi antecesor aquí el señor capitán casi me quiere encerrar en una burbuja.
—Se llama cariño. Y tú eres un descuidado.
—Objeción —reclamó Allen— ¿Verdad, hijo?
—¡Obsesión!, sip. ¿Él vendrá con nosotros? —el niño señaló al muchacho que solo estaba divertido como asombrado de aquella conversación.
—Eh... creo que no —rió Dick— Fue un gusto conocer a su familia, Doctor Allen, pero tengo prácticas.
—Cierto, cierto, la competencia. No olvides lo que te dije, lo primero no lo otro.
—No lo haré, capitán, Jason, un gusto conocerlos.
—¡Adiuuu!
Imposible que Dick hubiera olvidado aquella fugaz pero muy lucrativa charla con el Doctor Allen, enterándose de lo que había pasado con el anterior profesor justo cuando él recién había ingresado a la universidad de Metrópolis. No tardó mucho en contárselo a Víctor luego de una práctica donde estuvo ausente Todd, esperándole en una banca fuera de los baños para decirle lo que había descubierto de manera fortuita.
—Te lo dije. Había gato encerrado y antes de que la prensa de Metrópolis fuese a enterarse del escándalo es que lo corrieron.
—No entiendo qué ganaba haciendo eso si estaba muy bien instalado ya en la universidad.
—Pues yo tengo otra información.
—Víctor, deja de hackear el sistema de la universidad.
—Te recuerdo que así hemos obtenido esas décimas que...
—¿Qué ibas a decirme?
—Pues que al emprendedor maestro lo detuvieron porque estaban en busca de un pez más gordo, así decía el archivo. La policía de Metrópolis estaba trabajando con la Interpol buscando a alguien más, alguien para quien trabajaba ese profe.
—¿Y sí lo atraparon?
—¿Has leído una noticia de Metrópolis que hable de ello?
—Pues no.
—Porque no lo hicieron —Víctor casi le susurró al oído, acercándose más a Dick— Está muerto.
—Eso ya te lo inventaste.
—No, es real, tengo el memo que le llegó al Rector. ¿Recuerdas cuando llegó tu galán a la clase por primera vez?
—¿Qué con eso?
—Pues un día antes... —Stone pasó un dedo por su cuello.
—Eeww.
—El Doctor Allen fue una joya que la universidad encontró a tiempo, sin antecedentes, libre de todo pecado. Sus laboratorios de hecho son la competencia de la farmacéutica Luthor.
—¿Qué?
—¿Qué de qué? —Víctor iba a decir más, pero se levantó, frunciendo su ceño a alguien que se les acercó— ¿Puedes decirme por qué no estuviste en la práctica, Todd?
—No se me dio la gana.
—El equipo debe entrenar todos juntos para ganar.
—¿Tienes alguna queja sobre mí?
—Desafortunadamente, no.
—Entonces lárgate.
—Jason... —Dick frunció su ceño.
—Está bien —Stone le dirigió una mirada a Todd antes de volverse a su amigo, murmurándole— Ten cuidado con él, ¿okay? Y si te hace algo, lo arrastraré por todo el campus.
—Gracias, papá.
Dick agradeció ese gesto de Víctor, mirando a Jason quien le llamó con un gesto de su cabeza hacia su motocicleta para hablar en otra parte donde no hubiera mirones como le llamaba al resto de la comunidad estudiantil. Y una vez más comenzaban esa rutina donde Dick trataba de entrar en esos altos muros de Todd sin que éste cediera, terminando en una habitación de hotel ambos sudados buscando recuperar su respiración hasta que el aroma de cigarrillo traía al joven Wayne de vuelta a ese mundo extraño que tenía con Jason a quien miró fumar tranquilamente, recostado contra la cabecera de la cama con sus cabellos revueltos y húmedos, ese mechón blanco por el que le hacía burla pegado a su frente, su torso desnudo con algunas mordidas de Dick, las marcas de sus rasguños cuando le había hecho terminar con aquel joven prácticamente aplastándole contra la cama.
Los feroces ojos de Todd recorrieron su figura, orgullosos y complacidos de lo que estaba mirando como si fuese un trofeo. Pero antes de que Dick pudiera decirle algo en ese momento en el que sentía que estaba más abierto a platicar de ellos, el teléfono sonó, rompiendo con esa atmósfera íntima donde nada más importaba que ellos dos. Jason respondió con un gruñido, saliendo de las sábanas para ir al baño donde se encerró a hablar entre maldiciones a alguien que le pareció era un amigo por la forma en que le habló, con un apodo. Arsenal. Dick arqueó una ceja al escucharlo, suspirando y abrazando una almohada, tumbado boca abajo esperando que la conversación no durara tanto, solo que no contó con el cansancio que le dejó dormido antes de que se diera cuenta, despertando en una habitación vacía salvo por su persona, sin notas ni nada.
—Soy tan cliché —se reprochó con ciertas ganas de llorar al ponerse de pie para bañarse.
Agradeció que sus hermanos estuvieran muy distraídos jugando al Sherlock Holmes con su padre, de quien estaban sospechando estaba en una aventura amorosa. Él y Alfred ya lo sabían todo, pero fue gracioso ver los desplantes de Damian por sus conocidos celos posesivos para alguien de su familia y a Tim queriendo indagar más sobre Bruce. Le pareció que su padre y él estaban casi en la misma situación, solo que era el orgullo -y en buena parte miedo- de Bruce que se mostraba reacio a avanzar más en su relación. Tenía la fortuna de contar con alguien como Clark Kent, el periodista podía ser el hombre adulto más torpe de Metrópolis, sin embargo, cuando se trataba de su padre, ya le constaba a Dick lo protector y cuidadoso que podía ser que incluso sintió celos de esos tratos que él estaba careciendo. Era un jodido estudiante universitario hambriento de sexo, enamorado de un jugador estrella del equipo de la universidad.
Y ahí estuvieron las señales que no vio, de su augurio funesto que ignoró creyendo que todo era parte de su escena típica de joven pasando por una etapa de cambios.
Dick sintió ganas de llorar, aguantando con ese nudo en la garganta y el temor arremolinándose salvaje en su estómago mientras estaba ahí amarrado a la silla, secuestrado, golpeado y sin saber si saldría vivo de aquello. Los hombres que le habían llevado frente a sus hermanos no habían sido precisamente gentiles, así que su persona no era algo que estaban valorando. Eso no era nada bueno para su situación que no cambió en quien sabe cuántas horas hasta que escuchó una voz joven discutiendo a lo lejos con alguien más a quien no alcanzó a oír, estando en lo que le pareció era un pequeño almacén cuyas ventanas estaban cubiertas para evitar la entrada de la luz del día o de alguna pista sobre dónde se encontraba. Como si pudiera pedir ayuda en su condición. El cuerpo le dolía, estaba seguro que tenía una que otra herida no muy grave, con miedo por su vida y preocupado de que algo les hubiera sucedido a sus hermanos o a Alfred por aquella balacera.
—La orden fue clara —rugió esa voz joven, con un aroma de cigarro que le acompañó al entrar de repente en el almacén. Sus pasos se acercaron a él, tomándole sin nada de gentileza por los cabellos que tironeó para hacer que levantara su cabeza— Este niño bonito se va a nadar. Así lo pidió el jefe, me vale un cuerno tu opinión, Red Hood.
—Yo lo haré.
Dick sintió que un agujero negro supermasivo se abrió bajo sus pies y que comenzaba a tragarlo al escuchar claramente y sin duda alguna la voz de Jason. Todo comenzó a tener un sentido que le hizo apretar sus labios para no llorar. El otro joven tironeó de sus cabellos antes de empujarle con desprecio. Las lágrimas brotaron de sus ojos, sintiéndose traicionado, usado, pidiendo perdón en silencio a su familia por haber sido tan idiota e ingenuo mientras aquellos dos seguían discutiendo.
—¡Al fin! ¡Has estado en la Luna! ¡En Marte!
—Te dije que tenía otros asuntos que atender.
—¿Pretendiendo que les agradas a esa bola de estúpidos niños consentidos como éste? ¿Ya estarás más contento de ver que no fue así, cierto?
—Vete, Arsenal. Yo me encargaré a partir de aquí.
—Iré a buscar al resto, que me limpien el piso cuando termines.
Pasaron años entre los segundos que le tomó al otro individuo salir de nuevo del almacén, dejando a Dick a solas con Jason en un silencio amargo para el primero. Un sollozo se le escapó, ¿cómo pudo haber sido tan idiota? Todd caminó hacia él y le arrancó la venda de los ojos al escucharle. Ahí estaba, esa mirada dura en un rostro serio con un arma lista en una mano, tenía la cabeza semi cubierta por lo que parecía una capucha roja. El joven Wayne le dedicó una mirada rencorosa al no poder hablar entre sus lágrimas. Lo que más le dolía era lo que su muerte a manos de aquel bastardo iba a provocar en su familia, su padre. Ésa había sido la intención de todo ello desde el principio. La punta del arma levantó su mentón para ver mejor el rostro de quien le había traicionado tan descaradamente. Dick no supo que fue peor, saber que lo iba a matar y arrojar su cuerpo al mar o descubrir que Jason Todd nunca sintió nada por él.
—Lo siento —murmuró este, haciendo sonar el gatillo que liberó.
Dick retiró su rostro de la punta del arma, desviando su mirada para que no le viera llorar más. Pensó en Damian, su pequeño Dami. En Alfred, en Tim, en Titus y en su padre. Bruce no lo iba a soportar, lo iban a quebrar. Maldijo el nombre de Jason y de todos los que estaban con él, cerrando sus ojos en espera de aquel tiro, con un último sollozo. BOOM. Una explosión trajo gritos y desconcierto a su alrededor, Dick levantó su rostro tosiendo un poco al polvo que se levantó cuando una de las paredes del almacén estalló. Jason fue estampado contra una esquina cuando una bala golpeó su hombro, un arma que no era común, como tampoco el hombre encapuchado completamente en negro que entró apuntando ese cañón. Jamás podría equivocarse al reconocer esa estatura, esa complexión ni tampoco el gruñido paternal que hizo su corazón casi darle un infarto al reconocer a Bruce en aquel intruso salvador. Dick jadeó, abriendo sus ojos de par en par.
¿Cómo...?
Bruce sacó un cuchillo para romper sus amarres y quebrar el candado de sus esposas, quitando la mordaza de su boca con un dedo posándose en sus labios pidiéndole silencio. La sangre abandonó el rostro del joven quien negó, ahora temiendo por ambos cuando Jason gruñó en la esquina, volviendo en sí del golpe y la herida en su hombro. Dick se sintió el idiota más grande en la historia de los idiotas más grandes del universo, pero tuvo que levantarse como rayo y empujar el arma de asalto de su padre cuando le disparó sin más a Todd con toda la intención de matarlo.
—¡No!
Los hombres de Jason, aquellos no afectados por la explosión se aproximaron. Bruce miró con asombro a su hijo por detrás de su visera, tirando de él al escuchar un silbido que también fue claro para los tres. Granada. Dick terminó con un quejido en el suelo, protegido por su padre. Sirenas se escucharon y luces que se proyectaron sobre aquel escondite en el muelle abandonado con una orden en altavoz escuchándose.
¡POLICÍA! ¡ESTÁN RODEADOS! ¡RÍNDANSE Y SALGAN CON LAS MANOS EN ALTO!
El pandemónium comenzó.
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