XIII
"No elegimos de quien nos enamoramos, no se puede controlar. No es algo que ocurra poco a poco si no que, a lo bestia, arrasa como un tsunami, un tsunami no elige que destruir, simple, arrasa todo."
Irene Montalá.
***
—Lárgate.
Dick tomó aire, con una mirada de reproche a Jason antes de darse media vuelta y salir de aquel departamento pequeño al fondo de un pasillo lleno de drogadictos. Había dejado a Todd en su casa luego de atender la llamada de Rachel, quien había encontrado al desesperante joven tirado en la calle con heridas severas en una de sus rondas con su club de Merodeadores. Jason no había querido ir al hospital para no responder preguntas que atrajeran a la policía, así que únicamente pidió un botiquín de primeros auxilios y una mano que le ayudara a coser las heridas necesarias luego de limpiar y desinfectar la piel abierta. Rachel era buena con eso así que no tuvo problemas, mientras Gar pasaba las cosas. Víctor le había dicho que lo ayudaban porque era "amigo" de Dick, sin que este corrigiera el dato, observando cómo se vestía para llevarlo a su casa.
—Eres un cliché, Inglaterra. Niño bonito con niño malo. ¿Puedo hacer una historia sobre ustedes dos y luego venderla para hacerme multimillonaria?
—Gracias por curarlo, Rachel.
Una vez que Jason estuvo consciente y lo suficientemente fuerte para levantarse, Dick se ofreció para llevarlo a su casa después de agradecer por él a sus amigos. Durante el camino hacia ese barrio tan poco seguro, trató de hacerle entender a Todd que esa clase de vida no iba a permitirle ser viejo, demasiados riesgos cuando tenía ante sí una oportunidad en la universidad. La discusión brotó de nuevo, con Dick sintiéndose frustrado como nunca con Jason. Entendía esa parte de querer proteger a su familia, la única que conocía de toda la vida, pero no podía terminar de comprender el que desperdiciara sus talentos deportivos en actividades ilícitas que lejos de sacarlo de ese ambiente, lo estaba hundiendo más. No hubo razones que Jason pudiera aceptar de su parte, saliendo de mala gana del auto sin dar las gracias por nada, ahuyentando a Dick con una hosca palabra.
Se prometió no pensar más en ese tonto cabeza hueca durante el resto del fin de semana, prefiriendo ayudar a su padre cuando le contó sobre el caso que tenían encima, algo muy peligroso como en viejos tiempos cuando Talia tenía un sospechoso que capturar y debían tomar precauciones en la familia. Era emocionante como preocupante. Jamás les sucedió nada porque su madre siempre tomó todas las medidas de seguridad pertinentes. Más no estaban en Sussex sino en Metrópolis, las cosas eran diferentes y ahí dominaba Lex Luthor, la cabeza que deseaban hacer rodar. Por eso cuando Bruce le llamó para pedirle que fuese por Damian junto con Alfred, dejo todo a un lado y casi corrió por su hermanito solamente para encontrar que no estaba, Tim estaba histérico al sentirse responsable por su inexplicable ausencia. Dick le calmó mientras trató de localizarlo sin tener suerte, quizá estuvo más ansioso de lo debido a causa de haber visto a Jason herido, tan huraño y silencioso que estalló con Damian cuando regresó de Kansas.
—Fuiste duro con él —murmuró Tim mientras cenaban juntos.
—Pudo ocurrirle algo muy malo y no estaríamos tan tranquilos ahora.
—Lo sé. Damian no lo hizo de mala fe.
—Tengo presente eso, Timbo. Solo es...
—¿Miedo a perderlo como tu madre?
—Sí.
Tim sonrió a medias, soplando a su café. —Es bueno eso, significa que es importante para ti.
—Si algo te ocurriera a ti, también nos preocuparíamos, no te menosprecies.
—No lo hago. ¿Realmente no le hablarás tanto tiempo?
—Tengo que. Es una lección dura que mi hermano debe aprender.
—Lo hará, es un Wayne.
—¿Tim?
—¿Sí?
—Quisiera hacerte una pregunta y quisiera que respondieras con la verdad.
—Adelante.
—¿Te gustaría... ser parte de esta familia?
—Ya lo soy, ¿no es así? —rió Tim.
—Bueno, sí, pero me refiero a... ¿te gustaría que Bruce te adoptara? ¿Que fueses nuestro hermano? ¿Un Wayne?
Eso tomó desprevenido a Tim porque se ahogó con su sorbo de café, mirando a Dick con ojos bien abiertos, francamente asombrado.
—¿Lo dicen... en serio?
—Papá y yo lo hemos comentado, sí —tosió Dick, removiéndose en su banquillo— La propuesta vino originalmente de Damian.
—¿De verdad?
—Sí, eso puedes preguntarle...
—No, me refiero a que si de verdad me quieren como uno de ustedes.
—¿Por qué no? Ya sé que es una familia algo desquiciada y que...
Tim negó, con ojos vidriosos. —¿En verdad... me quieren así?
—Hey, Timbo, hey, hey —Dick sonrió, bajando del banquillo para abrazarle— Claro que te queremos así, ¿por qué no habríamos de hacerlo si eres un chico genial?
—Nadie antes... me había querido —murmuró Tim, abrazándole de vuelta.
—Qué bueno, así pudimos atraparte nosotros.
—Yo... quiero ser un Wayne.
—Entonces lo serás. Solo que no hay devoluciones ¿eh? Serás un Wayne para siempre. Otro abogado Wayne. Uf.
—Hay que equilibrar contigo como un criminalista.
—¡Oye! —Dick rió, mirando a Tim con una mano despeinando sus cabellos— No tienes por qué llorar, no estamos jugando con esto. Es en serio, papá no te ha dicho nada porque está ocupado.
—Lo sé, el Señor Wayne se concentra por completo en sus casos.
—Tiene un alto grado de responsabilidad y honor. A veces exagera.
—Obsesión es la palabra que viene a mi mente.
Los dos rieron, terminando sus bebidas antes de irse a dormir. Claro que a Dick le dolía no dirigirle la palabra a Damian, pasados los días hacerse el ofendido era cada vez más difícil. Al llegar de la universidad extrañaba mucho el cargar a su pequeño hermano y hacerle cosquillas hasta que le maldijera porque tenía que ir corriendo al baño. Sin embargo, su resolución cobró bríos un día al ir caminando con Víctor en la calle, acompañándolo para comprar unos tenis nuevos para los partidos que un letrero luminoso misteriosamente se desprendió de su base, cayendo tras ambos y haciéndolos saltar del susto. Bien podía pasar como un hecho azaroso, pero Dick no lo consideró así al tener conocimiento de la clase de hombre al que su padre estaba por enfrentar en un juego peligroso en una ciudad que no le daba ventaja como en su país natal. No quería caer en histerias, solamente ser cuidadoso y eso lo tenía que ser también Damian, a quien vio cada día más desesperado por hablar con Jon o con él.
—Hey, Inglaterra, ¿qué piensas?
—Nada, ¿por qué lo dices?
—El equipo anotó y tú te quedaste sentado.
—Oh... —Dick se apenó, mirando el tablero del marcador, estaban en un partido más del equipo de la universidad. Rachel rodó sus ojos, empujándole con un hombro.
—¿Qué sucede? ¿Se extinguió el té?
—Graciosa, no. Es...
—¿Jason Todd jugando como si nada pasara?
—Sí.
—Bueno, en mis pocas observaciones de campo sobre sus maneras, he notado que juega mejor cuando tú estás presente en los partidos.
—¡Rachel! —Dick gruñó— Eso no es cierto.
—Lo es. ¿Verdad, Gar?
—¿Uh? —el joven estaba con la boca atiborrada de comida.
—Hay una ligera probabilidad de que sea por alguien más, pero considerando las miradas que se traen ambos y la forma en que Todd sigue tus pasos, mi hipótesis apuesta por ti.
Dick suspiró, ignorando el ligero calorcillo en sus mejillas con sus ojos buscando ese uniforme con el nombre de Jason en la espalda. Tampoco era que se hubiera roto todos los huesos del cuerpo, sin embargo, parecía que no había sido encontrado moribundo en una acera en medio de una calle abandonada no hacía poco tiempo. Los Titanes ganaron y fue tiempo de celebrar, esta vez en el gimnasio, a petición del rector, con todos de invitados. Pronto se hizo el ambiente aun con los profesores y administrativos presentes, alegres por el triunfo que estaba poniendo el nombre de la universidad en alto. Dick se encontró con Jason en el ancho pasillo que iba al gimnasio, cuando iba de salida porque no podía quedarse tan noche debido a lo del caso de su padre. Ambos se miraron en silencio, antes de caminar cada quien a su destino.
—¿Has salido con ese tal Troy? —la pregunta detuvo a Dick, quien se giró para ver al otro muchacho.
—¿Qué?
Jason le miró fijamente, serio.
—No, por supuesto que no. Apenas si nos volvimos a hablar en el equipo.
—Ah.
—Jason...
—Ve a casa.
—Oye —Dick se regresó, deteniéndole— Escucha, no quise ofenderte ni nada, es que...
—¿Te doy lástima?
—¡No! Jason, ¿por qué todo es tan difícil contigo?
—Así es mejor —Todd se zafó de su agarre, dándole la espalda— Vete.
—Solo sabes decirme eso.
—Es lo que mejor sabes hacer.
—¡Claro que no! —Dick le rodeó, empujándole con una mano— Pero tampoco voy a estar persiguiéndote como un idiota cuando tú no quieres mi ayuda.
—Bien dicho, no quiero tu ayuda.
Dick jadeó, ofendido. —Si... si yo te dijera que me gustaría salir contigo. No a la fuerza, no con amenazas, sino por mi propia y libre decisión... ¿considerarías el cambiar ese aspecto de tu vida que está lastimándote cada vez más?
—Un lindo chantaje inglés, te creía más valiente. Y me parece que estabas profundamente agradecido de que yo desapareciera de tu vida.
—Las personas podemos cambiar, Jason. Sobre todo, cuando nos conocemos mejor.
—No sabes nada de mí.
—Porque no dejas acercarme.
—No te interesa.
—¡Demonios! —Dick tiró de sus cabellos— Ayúdame aquí, Jason. Deja de comportarte como un imbécil por cinco minutos. Ya te lo dije, no estoy pidiéndote que dejes a tu familia. Es que ya no hagas esas cosas... ya no te arriesgues. ¿Es que no disfrutas una fiesta como al de allá? ¿No te sientes mejor cuando haces algo que puedes compartir con todos? ¿Algo que te hace mejor?
—Guárdate tus discursos morales para alguien más.
—Escúchate, tú eres el que ahuyenta.
—Pues vete.
—Pues no se me da la gana.
Jason torció una sonrisa. —No sabes jugar este juego, cariño.
—¿Ah, no? —Dick bufó, tomando el rostro de Todd para estamparle un furioso beso y luego soltarle de la misma manera— Soy un experto, idiota. No me trates como un ingenuo que no lo soy, ni como un débil porque yo también sé pelear estas batallas. Tú mueves.
Dick se giró rápidamente, no para huir precisamente, sino para esconder lo rojo de su rostro al haber besado a Jason Todd de esa forma. Su corazón latió aprisa. Estaba feliz como asustado de su acción, orgulloso también. Aquel tonto no se movió mientras salía con mentón en alto de ahí, tomando su auto para ir de regreso a casa. Le pareció que otro auto le siguió, nada que pudiera confirmar ni tampoco algo que pudiera contar a Bruce. No estaba en su naturaleza el preocupar de más a su padre con otra paranoia. Al llegar a casa, Alfred le contó que Damian estaba entrenando con Tim, algo que le sorprendió y le animó a ir para reconciliarse al fin con su hermanito quien no le soltó el resto de la cena al estar feliz de volver a sus viejas maneras de hermanos. Sus pensamientos fueron a Jason, preguntándose si aquel pelmazo de verdad reaccionaría y vería la verdad en sus palabras o un día le llamaría Rachel para avisarle que lo habían encontrado muerto.
—¿Qué es esto, papá?
—¿Eh? —Bruce se giró al ver unas fotos de un sobre, tomándolas de manos de su hijo mayor— Es de un grupo de ladrones que trabaja para Luthor, Lois Lane los encontró. Los Outlaws.
—No se les ve el rostro. Usan máscaras y cascos, eso no sirve ¿o sí?
—No, pero es lo que más tenemos. Estamos tratando de localizarlos, si podemos atrapar a uno, tenemos la posibilidad de hacerlo hablar y desenmascarar a Luthor.
—¿Qué raro eso de tener una demanda contra tu propio cliente, no? —bromeó Dick, mirando esas máscaras, especialmente la del hombre con un casco rojo— Aunque recuerdo ese caso de un alcalde de Gales.
—Es similar, más peligroso. Aquel solamente fueron desvíos de fondos. ¿No ha ocurrido nada?
Dick negó. —Afortunadamente no, papá. Bueno, te dejo trabajar, procura ir a tu recámara a descansar, hay un mueble que llaman cama que sirve para ello.
—Buenas noches, Dick.
Su atención se concentraría días más adelante en algo curioso que notó en Bruce. Ambos estaban haciendo las compras que Alfred les pidió, topándose en la caja con Clark Kent, el periodista con quien estaba trabajando en ese caso. Luego de saludarse e intercambiar breves palabras, ambos fueron a sus respectivos autos. Antes de eso, Kent se despidió de Bruce y ese gesto fue lo que llamó la atención de Dick. Su padre no era afecto a que invadieran su espacio personal, mucho menos a los gestos cálidos de los seres humanos normales. Por eso cuando la mano de Clark se posó casualmente en la cintura de su padre mientras se despedía, eso hizo que el joven se detuviera en sus pasos, apenas juntando sus cejas con una mirada inquisitiva al periodista alejándose ya de ellos. Podrían ser muy buenos amigos, pero nada de eso cambiaba las reglas de Bruce sobre el contacto.
—¿Hijo? ¿Piensas regresar caminando?
—¿Ah? ¡No! Ya voy.
Ya en la avenida, Dick miró a su padre con curiosidad. Bruce sintió su mirada.
—¿Qué sucede?
—Me alegra que tú y el Señor Kent sean buenos amigos. Ya tienes un amigo en Metrópolis.
—Es por el trabajo.
—Sí, lo sé. ¿Te cae bien?
—¿A qué te refieres con eso?
—Ya sabes... si te parece un hombre agradable, confiable y los demás ables.
—¿Te sientes bien, Dick?
—Responde, papá.
Bruce arqueó una ceja con la vista al frente. —Supongo que sí. Es lo que llamaríamos un boy scout.
—¿Y a ti te caen muy bien las personas que son amantes de lo correcto, no?
—¿Dick?
—Papá —el muchacho sonrió pensativo, palmeando un hombro de Bruce— Solo quiero que sepas que si un día de enamoras...
—Dick.
—Está bien, de verdad que lo está. Yo estaría muy contento por ti.
Un curioso silencio cayó entre ellos, únicamente perturbado por uno que otro claxon del exterior, gritos de algún conductor desesperado o música en alto volumen de otro auto. Dick casi contó los minutos antes de que su padre volviera a hablar.
—No es lo que piensas.
—¿Qué pienso, papá?
—Dick, por favor.
—Creo que soy el menos indicado para juzgarte, ¿no te parece?
—Eso no...
—Vamos, tranquilo. ¿Qué tiene de malo? Digo, no negaré que me sorprende y que de pronto me siento algo así como esos hijos psicóticos posesivos que no quieren ver a nadie cerca de sus amados padres. Celos. Pero... hey, es tu felicidad, creo que es buen tiempo de que la disfrutes.
—No somos nada.
—Ay, papá —Dick rió sin poder evitarlo, girándose para verle— ¿Tú el gran abogado negándose a un hecho como un chiquillo temeroso? Ni Damian.
—Estoy diciéndolo en serio.
—Si es así, apostaría mi mesada a que es por ti.
—¿Eso qué significa?
Dick imitó el cacareo de una gallina, haciendo gruñir a Bruce, quien le miró en un semáforo en rojo.
—No.
—Tampoco es que sea el gran experto, pero juraría que el Señor Kent quiere hacerte cosas que mi boca no puede pronunciar.
—¡Dick! ¡Por todos los cielos!
Una carcajada escapó del joven, aplaudiendo divertido ante la cara ofendida de su padre, luego con una expresión culpable, apretando el volante. Dick negó, posando una mano sobre una de Bruce.
—Papá, no. No hagas eso. El amor por mamá no tiene relación con esto. Ella está muerta y duele y siempre la extrañaremos, pero incluso ella te lo pidió. Debes vivir. Seguro que no esperaría algo como esto porque...
—Dick.
—Es un giro inesperado, aunque lindo. Clark es una buena persona, a menos que Jon diga mentiras y eso es tan imposible como que el sol se apague mañana.
—Puede ser.
—Sabes que no. Deja de evadir.
Bruce suspiró, mirando la mano de su hijo y posando la otra sobre aquella con un apretón suave.
—No sé que pasará. Primero está el caso, luego eso. Tengo que saberlos a ustedes a salvo y con Luthor así no lo estaré.
—Okay, pero no levantes muros, ¿sí?
—Lo consideraré.
—Rayos, eres tan difícil como Jason.
—¿Jason?
Dick abrió sus ojos de par en par. El semáforo cambió y agradeció que ese gesto no lo notara su padre, si bien tampoco escaparía de su curiosidad de detective justiciero.
—¿Quién es Jason?
—Ah... un amigo de la universidad.
—¿Amigo, eh? —esta vez fue el turno de su padre para descolocarlo, olvidando que la memoria de Bruce era tan buena que rayaba en lo imposible— ¿Hablas de Jason Todd, de la ofensiva del equipo de tu universidad?
—Am, sí, ése. Sí. Ése.
—¿Un jugador de fútbol americano?
—Papá...
—Suena a...
—Cliché ya sé —gruñó, descarándose. Dick talló su rostro— Rachel ya me lo dijo.
—¿Y él lo sabe?
—Ja.
—Tomaré eso como un sí. ¿Por qué no lo has presentado?
—Estamos... como tú con Clark, así igualitos. Primero hay cosas que hacer, como aprobar un semestre o ganar una final colegial. Tú comprendes, esos dilemas de los jóvenes universitarios de hoy en día.
—Dick, no.
—Él tiene algunos problemas, papá. Serios. Le he ofrecido mi ayuda, pero no puedo hacer más, como nos enseñaste. ¿Clark tiene problemas?
—No creas que no reconozco tu intento de desviar mi atención al hecho de que mi hijo está comenzando un noviazgo.
—Estás evadiendo —canturreó Dick.
Bruce rodó sus ojos, entrando al estacionamiento de su edificio. La conversación siguió en el elevador, con ambos cargando los víveres.
—Apenas estamos conociéndonos, eso no puede llamarse de otra cosa.
—Pero hay de conocimientos a conocimientos, papá.
—Yo me refiero a saber los aspectos generales de una persona.
—Como si estuvieses leyendo su biografía, no me lo parece.
—Tienes una mente demasiado voraz, hijo.
—Solo dime una cosa, ¿sí te interesa?
Las puertas del elevador se abrieron sin que su padre respondiera, teniendo que seguirle con una mirada de reproche mientras iban a la cocina con Damian y Tim saludándoles. Dick se dio un coscorrón mental por haber olvidado el tema de la adopción de Timothy, pero su hermano menor se encargó de eso al instante, muy serio con sus manos tras su espalda en una clara imitación a la pose de Bruce cuando hablaba de algo formal.
—¿Padre?
—¿Qué sucede, Damian?
—Quiero pedirte formalmente que adoptes a Tim.
Este miró a Damian como si le hubieran salido dos cabezas, quedándose quieto con las compras en sus manos que Alfred tomó discretamente.
—Damian... —Bruce negó, volviéndose al adolescente a quien se acercó con una sonrisa— Lo siento, Tim. Pensaba hacerlo de otra manera.
—No hay otra manera, papá.
—E-Está bien, Señor Wayne... Bruce...
—Timothy, ¿te gustaría ser legalmente un Wayne? ¿Un hijo mío?
Aunque había visto a Tim conmovido, Dick no pudo evitar la emoción al verlo de nuevo con sus ojos húmedos, abrazando con fuerza a su padre con un pequeño sollozo ahogado que hizo rodar los ojos de Damian al considerarlo demasiado exagerado y una sonrisa de satisfacción de Alfred, quien asintió orgulloso. Dick se acercó para abrazar a ambos, llamando a su hermanito quien lo pensó un poco antes de hacer lo mismo, mirando a Tim en espera de su respuesta. Una vez que se limpió sus lágrimas, el chico asintió con una risa quebrada.
—Está bien, ¡sí quiero!
—Me parece que es buena hora de celebrar —dijo Alfred— De suerte que había preparado un pequeño postre.
—¿Cómo lo haces, Alfred? —preguntó Dick riendo al escucharle.
—Secretos de mayordomos, Señorito Richard.
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