XI

"Basta un instante para hacer un héroe y una vida entera para hacer un hombre de bien."

Paul Brulat.

***



—¿Te gusta?

—Es decente.

—Oh, vamos, Bruce.

—No tengo parámetros para hacer una buena comparación, Kansas.

Clark rió, empujando con un hombro al abogado. —Gracioso, es un excelente señuelo.

—Hm.

Ambos estaban sentados a la orilla del lago esperando a que el anzuelo funcionara, descansando mientras tanto, comiendo los famosos sándwiches Kent con un par de cervezas para acompañar. Contrario a la primera visita en esa cabaña, las cosas entre los dos dejaron de ser incómodas o truncadas, charlaban con más ánimo y soltura, especialmente Bruce. Clark le explicó sobre la técnica del anzuelo mientras lo preparaban, entre algunas bromas que hicieron bufar al abogado quien a veces miraba de reojo a Kent, siempre risueño y dispuesto a ayudar, aunque no fuera necesario que lo hiciera, le encantaba estar de servicial con él. Bruce dio una buena mordida a su emparedado antes de volverse al periodista, observándole fijamente con cierta curiosidad en su mirada.

—¿Te puedo confiar algo?

—Por supuesto, Bruce.

—Mi hijo, Richard, me ha dicho que es gay.

Kent tosió un poco de su cerveza, mirándole de vuelta. —Vaya, digo, no es malo ni nada. Él te tiene mucha confianza para haberse acercado así. La mayoría prefiere ocultarlo a sus familias.

—Lo sé. Estoy orgulloso de él.

—¿Pero te preocupa?

—Claro, intentarán hacerle daño por eso, menoscabar su esfuerzo o sus éxitos.

—Bueno, Bruce, tengo que decir que, si bien no conozco personalmente a Dick, me parece que es un chico que puede pelear contra eso. Le has enseñado bien.

—No quiero que lo lastimen.

—Lo harán, eso es inevitable. ¿Sabes algo?

—¿Qué?

—Sin importar cuál malo sea, Dick podrá salir adelante porque sabrá que tú estarás ahí para él si te necesita. Eso hará la diferencia, estoy seguro.

—Es tonto que esta clase de cosas influya en el juicio de las personas.

—Piensas como yo. También considero que un ser humano no se juzga por quién ama o cómo se viste, qué tanto sabe o dónde nació. Son características temporales que además pueden cambiar por diferentes razones. Es como decir que un gatito es menos gatito porque le salga otra mancha más en su pelaje.

—Curiosa comparación, pero tienes razón, es triste esa situación.

—De haber más padres como tú... o como yo, el mundo no sería tan estúpido.

Bruce rió apenas, arqueando una ceja. —¿Siempre tan Robin Hood?

—Me sueño un héroe de capa, sí —Clark le guiñó un ojo, dando un trago a su cerveza— ¡Oh, picó!

La cantidad de pruebas que estaban recolectando estaban armándose perfectamente, con las evidencias contundentes correctas podrían llevar a juicio a Alexander Luthor en un par de semanas cuando mucho. Hablando de eso se les pasó la tarde mientras ambos preparaban la cena, a veces peleando por la dirección en la preparación de los alimentos o la forma de presentarlos. Clark solamente reía de ver la obsesión casi compulsiva de Bruce por el orden mientras él era un poco más improvisado sin fijarse tanto en si los grados de temperatura eran correctos o no. Peleando por esa clase de cosas es que terminaron chocando cuando se giraron para ir a buscar un condimento uno y un vino el otro. El abogado miró en silencio a Kent, quien se sonrojó por la pena de haber casi empujado a Bruce, riendo y posando sus manos en la cintura de este para moverle cuando notó que no atinaba a moverse.

—Creo que así es como ambos podemos pasar —bromeó el periodista, caminando de nuevo.

Bruce le miró muy quieto, sacudiendo su cabeza y terminando de preparar su parte. Se sentaron a cenar con una nueva charla sobre el caso que terminó en un intercambio de anécdotas sobre las travesuras de sus pequeños hijos, sus charlas nocturnas que ya les habían ganado una que otra amonestación por pasarse de su hora de dormir o esa necedad de estar visitándose mutuamente en sus escuelas. Porque ahora Damian también iba a sorprender a su amigo a la salida de clases, llamando tremendamente la atención por su uniforme de colegio privado que saltaba a la vista entre chicos cuya situación económica era diferente a la del pequeño Wayne, mismo que había vuelto con uno que otro reporte cuando Jon le visitaba en su escuela y alguien no muy listo había tenido la genial idea de comentar algo sobre ese chico sencillo. Damian les rompía la nariz. Clark rió, bebiendo ahora de su copa de vino, sus ojos en el abogado.

—¡Es en serio! Muchas veces doy gracias al cielo que solamente tenga un Jon en mi vida, porque si fueran dos me volvería loco.

—¿Eso que quiso decir para mí?

—No, no es lo mismo dos hijos diferentes entre sí que dos del mismo talante.

—Claro que sí.

—Claro que no.

—¡Sí, Bruce!

—¡No, Clark!

Este se carcajeó, aplaudiendo un poco antes de acomodarse mejor en su silla, relajado por el efecto de la cena y el vino ligeramente fuerte.

—¿Te das cuenta de que estamos comportándonos como nuestros hijos?

—No, ellos se comportan como nosotros —Bruce se quedó pensando— Espera...

—Eres un gatito gruñón.

—La comparación es mala, Clark. Pero en tal caso, tú eres como esos cachorritos que todo babean.

—¿Dices que babeo?

—Siempre.

—¡Hey!

Bruce rió al ver la cara de indignación del periodista, levantando su copa como si celebrara aquello, escuchando un gruñido de protesta que aumentó su risa. Las dos botellas de vino se fueron, ellos siguieron platicando hasta casi la madrugada en que decidieron irse a dormir, aunque ambos ya se movían de forma torpe y lenta por el vino que se le subió a la cabeza. Sin quitarse la ropa, cayeron sobre la cama, durmiendo a pierna suelta. Fue hasta la mañana en que Diana los buscó de improviso por una emergencia, que los despertó y se dieron cuenta que habían dormido en la misma cama. De hecho, Clark había usado la espalda de Bruce como almohada y éste se había pegado al periodista cuando el frío del bosque los obligó a buscar calor. La agente tosió con fuerza para que terminaran de abrir los ojos, ambos respigando y casi saltando de la cama al darse cuenta de cómo habían pasado la madrugada durmiendo.

—Hay malas noticias —dijo Diana muy seria.

Habían recibido una amenaza sin remitente ni tampoco modo de rastrear su procedencia, directamente con el nombre de Diana Prince y Clark Kent, prometiendo que tendrían serios problemas si continuaban investigando a Lex Luthor. Eso incluía a todos los que les "ayudaran" con el caso, lo que señalaba directamente a Bruce Wayne. Diana ya había movilizado a sus agentes para asegurarse de que la familia Wayne estuviera a salvo, igual que Jonathan Kent. Hasta el momento no tenían noticias de ningún atentado, sin embargo, eso le hizo pensar que era momento de atacar antes de que Luthor llegara a ponerles alguna traba. Salieron de la cabaña para comenzar su plan de la demanda, Bruce estaba callado mirando hacia el exterior con el ceño fruncido. Clark estaba a su lado, Diana al frente con su mejor agente manejando. El periodista estiró una mano que posó en el hombro de Wayne, apretándolo suavemente.

—Tranquilo, no dejaré que nada malo les ocurra.

—... gracias.

—Lo digo en serio, si Luthor se atreve a hacerte daño o a tu familia, verás lo que es capaz un Kent.

Bruce apretó una sonrisa, mirándole. —Gracias.

—Cumplo mis promesas, Bruce. ¿Ya te han respondido?

—No.

—Tranquilo, los agentes de Diana están cuidándolos.

Wayne no perdió tiempo en ir a casa para asegurarse de que sus hijos estuvieran a salvo, incluyendo a Tim quien fue el primero en recibirle extrañado de verlo de vuelta tan pronto. Damian estaba con su hermano mayor jugando una partida de videojuegos, por eso no habían respondido al estar tan concentrados en ello. Todos cuidados por Alfred, quien calmó los nervios del abogado. Bruce envió un mensaje a Clark sobre la situación en su casa, esperando a recibir noticias del periodista quien le dijo que todo estaba bien con Jon y Lois. Nadie estaba herido ni había recibido nada extraño. Una vez pasada aquella emergencia, las cosas volvieron a la normalidad para ambos, sin perder de vista la amenaza que llegó a Diana. Bruce se quedó en su oficina revisando el caso, las evidencias como el expediente, así le encontraría Tim quien se ofreció a ayudarle al notarlo aún tenso y preocupado.

—Debes descansar, Tim, mañana es tu primer día en la escuela.

—No hay ningún problema —negó el adolescente con una sonrisa— Me gusta hacer esto.

Fue gracias a su ayuda que al ir ordenando todo para lo que se haría al día siguiente es que Bruce comenzó a detectar algo en esos documentos. Tim había comentando algo sobre unas fotos e información que había sido muy fácil de encontrar cuando regularmente era casi imposible. El abogado dio otra revisión, quedándose toda la noche haciendo eso mientras sus hijos le desearon buenas noches con un abrazo, Alfred llevándole algo que comer para la madrugada. Bruce fue a dormir casi cuando amanecía, pidiendo un permiso en la firma para descansar un poco antes de ir y esperar por lo que sucedería cuando Clark y Diana llevaran todo ante un juez. Justo cuando estaba quedándose dormido es que su mente al fin encontró aquello que tanto estaba inquietándole, levantándose de golpe casi tropezando para buscar su celular y llamar al periodista, esperando impedir que llegara con todos los documentos. Casi gritó cuando Kent le respondió la llamada.

—¡NO LO HAGAS! ¡ES UNA TRAMPA! ¡NO TENGO TIEMPO PARA EXPLICARLO POR TELÉFONO! ¡NO HAGAS NADA!

—Amo Bruce ¿se siente bien? —tocó Alfred a su puerta.

Luego del baño y apenas si bebiendo una taza de café salió aprisa a la firma, pidiéndole a Dick que se encargara de Damian y Tim que iban a la escuela.

—Sí, sí, buenos días papá también te quiero —rió Dick al verlo así.

Habían estado cazando pistas falsas, documentos que eran falsos e iban a meterlos en problemas cuando los presentaran ante la Corte al demandar a Lex Luthor, de quien no dudó les hubiera tendido esa trampa desde casi el inicio. Era un hombre inteligente que estaba donde se encontraba no solo por mera suerte o conocimientos de negocios. Debió sospechar que estaban investigándole y había sembrado evidencias falsas para desviarlos de sus verdaderos movimientos. Luego de atender sus pendientes en la firma se dedicó a revisar hasta no dejar una sola coma sin haber cotejado todo, encontrando al fin partes donde las evidencias no encajaban, pero había que estar buscando precisamente eso para darse cuenta. Gruñó frustrado como preocupado porque las cosas no iban a quedarse así. Cuando fue hora de la comida se quedó en la firma trabajando para arreglar aquello, desechando prácticamente tres cuartos de todo el expediente al no servir.

Extrañó la presencia de Tim quien era bueno reordenando el caos que solía tener, ahora ese chico estaba pisando una escuela diurna por primera vez. Salió a comprar algo de las maquinitas, en un pasillo de momento solitario por la salida de todos, buscando en sus bolsillos billetes y monedas mientras elegía algo que comer. Escuchó unos pasos que se hicieron más audibles conforme se acercaron a él, notando a un empleado de limpieza que doblaba la esquina del pasillo, caminando hacia la maquinita en espera de comprar algo también. Bruce no reconoció su rostro, si bien no había memorizado a todos, las facciones de aquel hombre no se le hicieron familiares, apurándose a sacar lo que había pedido. Al erguirse notó que otro hombre, esta vez un guardia de seguridad también se acercaba como si fuese natural el ir a comprar precisamente a ese punto en todo el edificio. Tampoco se le hizo conocido aquel guardia, apretando la bolsa con un pan relleno entre sus manos mientras se alejaba tranquilamente.

—Tenga cuidado —le dijo el guardia mirándole— Están dando mantenimiento a los elevadores.

—Gracias.

Prefirió regresar por las escaleras de emergencia, mirando alrededor. Estaba solo en aquel piso y aun faltaban minutos para que los demás regresaran. Bajó las persianas de las ventanas alrededor suyo y dejó un camino despejado. Su mente trajo de vuelta las imágenes con las figuras de los dos hombres que había encontrado en el pasillo, apenas notando que ninguno de los dos traía esa placa con su nombre, solamente un gafete metido en un bolsillo sin mostrar el anverso. Abrió sus ojos, levantándose para ir a buscarlos, sin encontrarlos en todo el edificio. Cuando volvió al piso ya todos regresaban de la hora de comida. Bruce sacó su celular para marcarle a Dick, en las escaleras de emergencia que miraba por arriba y abajo, quizá se estaba volviendo paranoico. Había charlado una vez con Luthor y le había bastado para saber que no era un hombre que tomarse a la ligera.

—¿Papá?

—Dick, necesito que alcances a Alfred en la escuela de los niños.

—... okay.

—Luego les explicaré. No cambies de ruta y no hables con ningún extraño.

—Tranquilo, papá. Me asustas.

—Haz lo que te digo, llámame en cuanto estén todos en casa.

De acuerdo.

Tenía los nervios de punta, sentía que había cometido el error de su vida al haber permitido que sus hijos fuesen a la escuela, si bien Diana le había dado su palabra de honor que habría agentes cuidando de ellos. El abogado respingó al sentir la vibración de su celular que respondió al acto al ver que era Clark Kent quien llamaba.

—¿Sí?

—Bruce... ¿Jon está con ustedes?

—¿Jon...? ¿Qué no está en la escuela?

—Me dijo que iría a buscar a Damian, pero no responde el teléfono.

—Espera.

Con el corazón latiéndole aprisa, Bruce llamó a Dick quien no le respondió, optando por Alfred sin poder lograr que la llamara entrara. Cuando lo hizo, fue con su hijo mayor que sonó alterado, haciendo que el rostro de Bruce perdiera color.

—¡Papá! ¡Damian no está! ¡Tim dice que lo perdió de vista cuando terminaron las clases! ¡Nadie en la escuela lo encuentra!

El abogado tuvo que sentarse, sintiendo un nudo en su garganta.

—No...

—¿Papá? ¿Papá, me escuchas?

—Espera...

—¡Papá...!

Otra llamada entró a su teléfono, mirando que era un número privado que no aparecía en la pantalla.

—Wayne.

—Señor Wayne, qué gusto saludarle.

Bruce cerró sus ojos. —Señor Luthor.

—Me preguntaba si estaría libre esta tarde, hay algunos detalles sobre las representaciones legales que me encantaría platicar con usted, Señor Wayne.

—... por supuesto, ¿a qué hora debo...?

—Oh, no, no, Señor Wayne, permítame. Mi limusina pasará por usted en una hora, espero no haya ningún problema.

—En lo absoluto, estaré esperando su transporte.

—Será un placer verle por aquí, Señor Wayne. Hasta entonces.

Wayne tuvo ganas de lanzar el celular contra la pared y de azotarse la cabeza luego. ¿Dónde estaban esos dos niños? Llamó a Damian tratando de localizarlo sin éxito. Buscando no sonar histérico, dio instrucciones a Dick para que los tres volvieran a casa sin salir de ahí hasta que él regresara, pasando con Clark a quien le dijo a donde iba.

—¡Oh, no! ¡No irás solo!

—Soy su abogado, Kansas.

—¡Me importa un cuerno! ¡No, Bruce!

—Ojalá Luthor sea tan tonto como para agredirme y así tendrás una prueba definitiva.

Eso no es ni remotamente gracioso, Bruce. Por favor...

—Tengo que hacerlo solo. Es mejor.

Pero...

—Te llamaré cuando todo haya terminado.

—¡Bruce...!

Con resignación, colgó la llamada, regresando a su oficina para prepararse, sintiendo que su cuerpo era como un saco de arena sin vida y pesado. Se arregló con calma, avisando en la firma a dónde iría. Una cita con un cliente que no despertaría nunca sospecha alguna siendo que era algo común una visita así. Bajó al lobby donde esperó por la limusina que puntual llegó por él, subiendo con la garganta seca y el corazón latiendo aprisa, pensando en esos dos pequeños en manos de Luthor a menos que un mensaje de Alfred cambiara todo. Miró sin mucho ánimo hacia el exterior, pasando de aquella zona de negocios de Metrópolis hacia el barrio que prácticamente le pertenecía a Luthor Corp, directo hacia el edificio donde esperaba su CEO. Tomó el elevador privado, apretando el mango de su portafolio mientras respiraba hondo, debía estar templado sin caer en las provocaciones que seguramente Luthor iba a tenderle. Las puertas de cristal se abrieron frente a otras de metal y madera que le dejaron ver un penthouse lujoso como solitario a donde entró, mirando a ambos costados en espera del empresario.

—¿Señor Luthor? —llamó con calma.

—¡Señor Wayne! —aquel salió de una puerta, arreglándose el cuello de su camisa, no traía saco ni chaleco ni tampoco corbata. De inmediato le extendió una mano al alcanzarle— Pase, por favor, no se quede ahí.

—Gracias.

—Lamento lo abrupto de esta reunión, comprenderá que tengo poco espacio en mi agenda y cuando se da una oportunidad como esta, no la desperdicio.

—Entiendo.

—¿Algo de beber? ¿Café? ¿Vino? ¿Agua mineral?

—Así estoy bien, Señor Luthor.

—Vamos a hablarnos por nuestros nombres que a estas alturas no podemos ser sino más que conocidos, ¿no te parece, Bruce?

El abogado apenas si sonrió, sentándose en ese mullido sofá de piel blanca.

—Será algo difícil, Lex.

—Oh, esto es mejor —rió el millonario, sirviéndose un whisky antes de ir a sentarse a su lado, invadiendo su espacio personal— Como dije, hay poco tiempo.

—Entonces no hagamos rodeos.

—Siempre tan fiero y listo para las peleas, por algo están tan encantados contigo en la firma y lloraron en la Cámara de Lores cuando te marchaste. Un hombre dispuesto siempre a una batalla, preparado como astuto, ¿no es así?

—No más que el CEO de Luthor Corp.

Lex se carcajeó, un brazo cayendo en el respaldo del sofá, por encima de los hombros del abogado.

—Pecaría de inocente si no admitiera que, ciertamente, soy bastante inteligente.

—¿Qué deseas de mí, Lex?

—Directo, bravo. Vaya, Bruce. Tú y yo podríamos llegar muy lejos.

—¿Hasta dónde exactamente?

—Ah, sin medias tintas —Luthor bebió de su vaso— Pues todo depende de ti.

—Repito mi pregunta, ¿qué deseas de mí, Lex?

—Pues...

Unos gritos se dejaron escuchar, algunos golpes y maldiciones provenientes del elevador de los empleados. Tanto Lex como Bruce se pusieron de pie, confundidos ante el escándalo que iba acercándose a las puertas del penthouse que se abrieron de golpe, azotándose prácticamente cuando Clark Kent entró por ellas, despeinado, sus ropas descompuestas por los jaloneos que tuvo con los guardias de seguridad y los guardaespaldas que estaban tras él.

—¡Señor Luthor, lo sentimos! ¡Este hombre...!

—Vaya, vaya. Clark Kent siempre entrando sin ser invitado.

Bruce le miró atónito, frunciendo su ceño luego sin saber qué pensar ni qué hacer. Luthor hizo un gesto de su mano a su gente, permitiendo que Clark se quedara.

—Permitan que el valiente periodista tenga sus minutos de fama. Tome asiento, Señor Kent, esta charla será de lo más interesante.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top