IX
"El honor consiste en hacer hermoso aquello que uno está obligado a realizar."
Alfred Victor de Vigny
***
Damian sonrió al ver a su rival caer pesadamente sobre su trasero cuando su ataque lo tomó por sorpresa, obteniendo el punto necesario para su victoria con los aplausos del escaso público en el colegio. Era una contienda de esgrima para representar a la escuela por grados, el pequeño niño Wayne estaba arrasando con sus contrincantes que no eran obstáculo para ser el ganador de su categoría, torciendo una sonrisa al quitarse su careta y bajar de la zona de duelo. Había terminado por ese día, así que podía marcharse con su hermano Dick quien había asistido a ese día de duelos, sonriéndole orgulloso y dándole un abrazo rápido antes de ambos salir del gimnasio a celebrar en ese local de hamburguesas que ya estaba convirtiéndose en un sitio Wayne de visita.
-Impresionante, campeón.
-No son rivales para mí.
-Claro.
-¿No tenías clases hoy?
-Sí, pero se cancelaron porque nuestro profesor no se presentó. Algo de una emergencia me pareció escuchar, no estoy seguro, así que preferí venir a apoyar a mi esgrimista favorito.
-Soy tu único esgrimista favorito, tonto.
-¿La misma hamburguesa de siempre?
-Sí.
Luego de pedir, Dick miró a su hermano menor quien arqueó una ceja al verlo extraño, cruzándose de brazos apenas si ladeando apenas su rostro.
-¿Qué sucede?
-¿De qué?
-Andas raro.
-Ando normal.
-Habla.
-No tengo nada.
-Mentiroso, huelo tu mentira.
-¿Ahora eres detective además de esgrimista?
-¡Sí! Habla, te lo ordeno.
El joven rió, jugando con una servilleta que Damian le arrebató para que no se distrajera, con una mirada amenazante para su corta edad.
-Okay, tú ganas... sí hay algo que debo... preguntarte.
-Adelante.
-Dami, em, ¿qué piensas de las personas que no son como los demás?
-¿Los tontos?
-No, Dami, me refiero como um...
-Dilo bien que no te entiendo.
-Bueno, digamos que de pronto entra a este lugar una pareja de hombres, tomados de la mano y besándose -Dick tosió un poco- Una pareja homosexual, ¿qué dirías?
-No me interesan así que no diría nada.
-Dami... no, bueno...
-¿Qué?
-Hay algo que quiero decirte, pero la verdad me da miedo que eso que voy a decirte te haga sentir incómodo o que te molestes conmigo.
-¿Te comiste mis chocolates?
Dick rió sin poder evitarlo, negando. -No, hermanito.
-¿Entonces?
-Dami, sabes que te quiero, ¿cierto?
-¡Ay, habla con un demonio!
-No digas malas palabras.
-Las voy a seguir diciendo si no hablas.
-Bueno, aquí voy -el muchacho tomó aire- Dami... a mí... yo... soy homosexual. Gay.
Damian parpadeó, al principio creyó que era otra broma de su hermano mayor, pero al ver su cara de angustia se dio cuenta de que hablaba muy en serio. Lentamente, dejó caer su mandíbula, abriendo poco a poco sus ojos en sorpresa. Las hamburguesas con papas y malteada llegaron, quedándose intactas entre ellos por el silencio que cayó en la mesa. Dick desvió su mirada, tallándose sus manos sobre sus jeans, apretando una sonrisa que le pareció muy triste al niño, quien entonces miró las papas fritas en su canasta como si ellas fueran ahora su guía para hablar.
-¿Es en serio?
-Sí... Dami, esto no es para hacerte sentir mal ni nada, yo sé que...
-¿Qué sabes?
-Que esto te puede causar incomodidad y bueno, puedes dejar de quererme como...
-¡Eso no es cierto! -gruñó Damian frunciendo su ceño- ¿Por qué haría eso?
-¿Por lo que acabo de decirte?
-Bueno... me sorprendiste, no sabía eso. Yo pensaba que te gustaban las chicas porque siempre estuviste tras ellas.
-Sé que es confuso, lo hacía porque me daba miedo demostrar que no era así.
-¿Por qué?
-A la gente no le gustan las cosas que no son "normales".
-Padre ha dicho que nada es normal.
-Y lo dice bien -resopló Dick, removiéndose en su sitio- Entonces...
-¿Qué?
-¿Estás bien con eso?
-¿Me dijiste esto porque te vas a ir con alguien?
-No, Dami.
-Entonces estamos bien. No te puedes ir, te lo prohíbo.
-¿Ah, sí?
-Sí. No me importa si es una chica o un muchacho, no te pueden llevar con ellos.
Dick rió, estirando un brazo para despeinar esos cabellos oscuros. -Anda, la hamburguesa se enfría.
-Y siempre te voy a querer, hermano.
-Al final, es lo que más interesa.
Damian solo refunfuñó, mordiendo su hamburguesa, ya solo haciendo unas preguntas curiosas que pusieron rojo cual salsa cátsup a su hermano mayor. Eran cosas que no le veía tanto problema y no entendía porque la gente hacía barullo con eso, para el pequeño era como decir que no le gustaba hacer tarea y ya. Había niños muy tontos que sí les gustaba y él no andaba por ahí molestándolos por eso. A veces les pagaba porque le hicieran su tarea. Regresaron no sin antes pasar por unas maquinitas de videojuegos que vieron en una tienda en el barrio chino, paseando nada más por hacerlo al ser muy temprano. Cuando volvieron, Damian corrió a Alfred para decirle sobre lo que su hermano acaba de confesarle, haciendo sonreír al mayordomo que palmeó su cabeza.
-Me alegra que el Señorito Damian haya estado a la altura de las circunstancias.
-¿Tú ya sabías?
-Me lo dijo su hermano esta mañana, joven amo.
-¿Y por qué a mí no?
-Porque no quería que se desconcentrara de sus duelos.
-¿Por qué haría eso?
Dick se carcajeó. -Ay, Dami, te adoro.
-Lo sé. ¿Jugamos una partida?
-Okay.
-Les llevaré algo de beber.
-¡Gracias, Alfred!
Ese día era de suerte porque su padre regresó temprano, aunque fue en compañía de Tim, quien cargaba una caja llena de expedientes. Damian le dedicó una mirada asesina escondido tras Alfred en cuanto lo vio entrar y luego enterarse de que cenaría con ellos como si no le bastara al huérfano ése con robarle la atención de su papá. Bruce le obsequió un videojuego nuevo por su victoria en los duelos de esgrima del colegio, pero los ojos de Damian se fijaron en esa chamarra nueva y cara decorada con bordados de escudos sobre ciencia que portaba el adolescente, charlando con su hermano mayor como si fuesen amigos desde hace mucho tiempo. Increíblemente descarado, todo un usurpador cuyas mañas estaba comenzando a detectar. Se comportó como el caballero inglés que era, mentalmente profiriendo cuanta maldición se supiera en sus tiernos años.
Así fue durante la cena, escuchando las "proezas" de aquel intruso en boca de su padre, quien parecía orgulloso de Tim. El muy maldito era educado hasta eso, tenía conocimiento de cosas que Damian aún no sabía, incluso dominaba el francés y algo de alemán. La mano del niño sujetó con más fuerza de la debida su tenedor, atacando su plato mientras escuchaba esas charlas donde estaba involucrado el nombre de Tim. Tim por aquí, Tim por allá. Tim por todos lados. Aquella situación ya no estaba gustándole. Recordando lo que Dick le había confesado mientras comían hamburguesas le pareció de pronto un buen tema para cortar con los halagos, levantando su rostro y mirando a su padre.
-Papá, ¿verdad que Dick no se va a ir con ningún novio?
Su hermano mayor casi escupió su agua al escucharle, tosiendo con las mejillas rojas y mirándole sorprendido. Bruce arqueó una ceja, volviendo su rostro hacia él mientras que Tim se quedó de una pieza, sin atreverse a moverse.
-Damian, la vida privada de tu hermano no es tema para una mesa con invitado.
-¿Se irá?
-No. Ahora, termina tus verduras.
Misión exitosa, todo se fue a cosas más triviales, dejando atrás aquel mentecato que se volvió mudo por el resto de la cena. Damian sonrió victorioso, otro logro más de ese día, terminando su plato para dar gracias a Alfred y retirarse a su recámara donde se quedó hablando con Jon sobre lo que había sucedido, incluyendo la nueva faceta de su hermano mayor. Así le encontraría Bruce cuando entró a su habitación, sentándose a su lado.
-Hijo, tenemos que hablar.
-¿Hice algo malo?
-No, no es malo, Damian, pero debes ser más discreto con esa parte de la vida de Dick.
-¿Por qué?
-Porque no todos lo tomarían como tú, y pueden agredirlo por eso.
-¡Sobre mi cadáver!
-Tampoco exageremos, solo quiero que de ahora en adelante cuides lo que dices sobre tu hermano, ¿estamos de acuerdo?
-Bueno...
-¿Y, Damian?
-¿Sí?
Bruce arqueó una ceja. -Prometiste no tener más celos de Tim.
-¡No estoy celoso!
-Entonces no te molestará que se quede los próximos días aquí.
-¡¿QUÉ?!
-Damian, no grites.
-Pero, pero... ¡padre!
-¿Qué pasa ahora?
-...
-No escucho, hijo.
-Está bien. No hay problema.
-Mucho mejor -su padre se inclinó para besar su sien- No hables tan tarde con Jon, los dos tienen clases mañana y deben levantarse temprano.
-Okay.
-¿Todo bien?
-Perfecto.
-Buenas noches, hijo.
-Buenas noches, papá.
En cuanto Bruce salió de su recámara, Damian dio de pataletas en el aire hasta que se quedó sin aliento, mareando al pobre de Jon con quien se desahogó por la injuria que había recibido, aumentando su rencor contra Tim a quien vio llegar al día siguiente, ocupando la habitación de visitas que Alfred le preparó. Entrecerró sus ojos bastante molesto, pero cuidándose de que nadie más le viera, no dispuesto a recibir un regaño enfrente de aquel adolescente que parecía ganarse a todos los que lo conocían, claro, salvo a él. Conforme los días pasaron su tolerancia fue bajando cada vez más rápido. Tim lo hacía todo bien, solo faltaba que fuese un hijo perdido de su padre para rematar la cascada de cualidades que desbordaba por los poros. Fue una tarde al regresar de clases con Alfred que su paciencia ya no pudo más cuando Tim fue a buscarle a su habitación para llamarlo a comer y admiró su colección de videojuegos, consola, tableta y otras cosas que le había regalado su padre como su madre.
-¡Lárgate! -le gritó sin más, empujándole- ¡Solo eres un huérfano muerto de hambre que está buscando hacerse del dinero de mi padre! ¡Pero no lo vas a conseguir!
-¿Qué...?
-¡Deja de perseguir a papá!
-Damian...
-¡Tú no me hables por mi nombre, huérfano!
-¡Hey, Damian! -Dick llegó con Alfred al escuchar los gritos de su hermanito- ¿Qué está pasando aquí?
-Yo no hice nada -balbuceó Tim, consternado.
-¡Siempre haces lo mismo, te haces el muy inocente y robas todo!
-¡Damian! -Dick le miró atónito, girándose a Tim- De verdad como lo siento yo...
Eso fue la gota que derramó el vaso, su hermano mayor protegiendo a Tim. Damian rugió, atacando a un consternado adolescente a quien estampó contra la pared frente a su puerta.
-¡BASTA YA! ¡LÁRGATE DE MI VIDA! ¡LÁRGATE DE AQUÍ! ¡TÚ NO ERES NADIE! ¡DEJA DE APROVECHARTE DE NOSOTROS!
-¡DAMIAN WAYNE!
Tim reaccionó al fin, empujándole para zafarse de su agarre, frunciendo su ceño y jadeando pesadamente con una mirada herida.
-¿Aprovecharme? ¿Robar? ¡Yo no he estado haciendo nada! ¡Nada!
-¡Sí lo haces!
-¡Todo lo que tengo me lo he ganado con el sudor de mi trabajo! ¡A mí no me han regalado nada como a ti!
-¡Mentiroso! ¡No me hables así!
-¡Tú eres el que no sabe nada de mí! ¿Qué soy un huérfano? ¡Lo soy! -Tim castañeó sus dientes- ¡Mi madre fue a botarme a un basurero porque no quería cuidarme! ¡Mi padre se murió de sobredosis! ¡Soy un maldito huérfano, pero no porque yo haya querido serlo! ¡Tú no sabes nada! ¡No sabes lo que es ir de casa en casa como si fueses algo que nadie desea cuidar! ¡Que solo te acepten porque les dan un cheque que gastar en alcohol o drogas! ¡A ti no te han arrojado a medianoche para que duermas en la acera para castigarte porque no quisiste darles tu sueldo que tanto trabajo te costó juntar! ¡Tú no has sentido hambre por días! ¡Tú no te has tenido que esconder en un bote de basura para que un maldito hombre no vaya a violarte! ¡Tú siempre has tenido todo! ¡Así que no digas que soy un ladrón porque no me conoces ni has vivido mi vida! ¡Todo, todo lo he tenido que ganar trabajando! ¡A mi nadie nunca me ha regalado nada! ¡A mí nunca me han queri...!
Timothy jadeó, girándose sobre sus talones y saliendo de ahí, azotando la puerta. Dick estaba pasmado con sus manos en alto igual que Alfred con quien intercambió una mirada, caminado a Damian para ponerse en cuclillas frente a él, mortalmente serio.
-Dami, esto estuvo muy muy MUY mal, yo no sé donde está mi hermanito porque el Damian que veo frente a mí jamás hubiera hecho esto. Escúchame bien, porque voy en serio, no te volveré a dirigir la palabra hasta que no te arregles con Tim -su hermano mayor se levantó, volviéndose a Alfred- Iré a alcanzarlo.
-Gracias, Señorito Richard.
Damian se quedó temblando, porque la voz y la expresión de Dick jamás las había visto, o al menos nunca había sido así con él. Alfred casi le empujó de vuelta a su habitación para que se cambiara el uniforme, sin decirle nada al respecto. Tanto Dick como Tim aparecieron una hora después, el adolescente con sus ojos hinchados de tanto llorar y Dick muy enfadado, sin mirar a su pequeño hermano que se asomó por la puerta. Tim entró a su recámara, ayudado por su hermano mayor, una habitación austera porque no tenía cosas. Damian recordó entonces como había llegado aquel adolescente: con una cajita que cabía en el hueco de su brazo y una maletita vieja. Era todo. No tenía más pertenencias. Cuando ellos se mudaron a Metrópolis, Damian necesitó una camioneta de mudanzas para sus objetos personales. El remordimiento carcomió por dentro al pequeño, que salió a la cocina, tirando de la manga del mayordomo para llamar su atención, mirándole con ojos muy grandes y aguados.
-¿Alfred?
-¿Qué sucede, Señorito Damian?
-No sé qué hacer.
Alfred se giró, inclinándose para verle. -¿Sobre qué, pequeño amo?
-Yo... no quise ser así.
-Oh, eso lo sé. Desafortunadamente lo hizo, Señorito. La pregunta ahora es, ¿qué hará para resolverlo? Su hermano ya ha dicho que no le hablará más como castigo.
-No quiero eso.
-Es un Wayne, pequeño amo. Los Wayne siempre solucionan sus problemas.
-Pero no sé qué hacer -el labio inferior de Damian tembló- No tengo... nada que sirva.
-Claro que tiene, solo que no se ha dado cuenta.
-¿Qué es?
Alfred le sonrió, irguiéndose para terminar de preparar el café capuchino que hizo para Tim, poniéndolo en una pequeña bandeja que tendió a Damian.
-Acompañar, eso es lo que puede hacer.
-Pero... se va a enojar conmigo.
-Y razón tendrá. Pero mi Señorito Damian sabe que esto es como la esgrima, el rival puede atacar ferozmente, más si se controla y espera el momento oportuno, puede dar el paso a la victoria. Solamente vaya, quédese a su lado, pequeño amo. Deje que su presencia hable por usted.
Con algo de recelo y sí, también miedo, Damian tomó la bandeja para ir a la recámara de Tim que no estaba cerrada, tocando para avisarle. Estaba tumbado en la cama hecho ovillo, aun sollozando, abrazándose a sí mismo. El niño tomó aire, dando pasos titubeantes hacia el taburete a donde dejó la bandeja con el café, esperando a que Tim notara que era él, cosa que sucedió un par de minutos después cuando el muchachito no escuchó que se cerrara la puerta, abriendo sus ojos y topándose con un arrepentido Damian que esperó paciente y nervioso sin moverse de su sitio, con su mirada en sus manos cruzadas al frente, de labios apretados. Se quedaron así otro poco más, en silencio pesado, con los sollozos de Tim apagándose, luego frunciendo su ceño al sentarse, acercándose a la orilla para ver qué le había llevado. Damian tomó aire, tragando saliva cuando levantando su mirada.
-Lo que dije fueron mentiras. No es cierto... -apretó con fuerza sus labios unos segundos, manos jugando entre sí- Es que... me puse celoso... porque tú eres muy inteligente y sabes tantas cosas más que yo, y padre te admira mucho. También Dick me supongo. Nadie había estado así en nuestra familia desde... desde que mamá murió. Y no quería que nadie lo hiciera, por eso dije esas cosas. Pero son mentira.
La mirada de Tim fue suavizándose, suspirando con hombros caídos, más tranquilo y cansado.
-¿Crees que soy inteligente?
Damian se encogió de hombros.
-Yo admiro mucho a Bruce, él no tiene miedo a hacer lo correcto. Yo quiero ser un abogado como él, y que... chicos como yo ya no pasen lo que he pasado.
-Padre te puede enseñar si te quedas.
-¿Quieres que me quede? -Tim levantó ambas cejas.
-Dijiste... que no era lindo donde estabas, ¿para qué regresas? Aquí hay mucho espacio.
-Vaya.
-Y a lo mejor te puedo prestar mis cosas.
-Supongo que eso lo mejora.
-Lo... siento.
Tim torció una sonrisa, limpiándose su rostro con una mano. -Yo también fui grosero.
-No, estabas defendiéndote. Mamá me dijo que solamente los cobardes atacan en condiciones de superioridad porque saben que perderían de otra forma. Y eso hice. Le fallé a mamá.
-Bueno, ¿si te digo que te perdono servirá para que no te sientas así?
-¿Me perdonas?
Esta vez, fue Tim quien se encogió de hombros, tomando el café que miró con una media sonrisa antes de probarlo.
-Está bueno. ¿Tú lo hiciste?
-Fue Alfred. Para ti.
-Me gusta.
-¿No te irás, verdad? -Damian se sentó a su lado, mirándole fijamente.
-Dime, ¿lo haces porque tu hermano está enojado contigo o porque realmente quieres que me quede?
-¿Las dos?
-Supongo es suficiente.
-¿Si te quedas?
-Está bien, Damian.
-Me gusta tu chamarra, aquella.
-¿La de los escudos?
-Sí.
-La gané en la escuela nocturna, en un concurso de proyecto de ciencias.
-¿Qué hiciste?
-Un lector para invidentes.
-¿Y dónde está?
-En la casa donde estaba lo rompieron -murmuró Tim, mirando su taza de café.
-Aquí no pasará eso.
-¿Me lo juras?
-Pues sí.
-Gracias, Damian.
El niño asintió, más aliviado, saliendo de la recámara para dejarlo descansar. Afuera estaba esperándole Dick con una sonrisa llena de orgullo, levantándole en brazos pese a sus quejas, pero abrazando el cuello del joven de todas maneras, recibiendo un beso en su mejilla.
-Éste sí es mi Dami.
-¿Me perdonas?
-Por supuesto, campeón. Solo no más berrinches así, ¿okay?
-Okay.
-¿Quieres una malteada antes de ir a dormir?
-¡Sí! -sonrió feliz el pequeño, mirando el perfil de su hermano- ¿Dick?
-¿Qué pasa?
-¿Papá podría adoptar a Tim, no es así?
-¡Whoa! ¡Whoa! Tranquilo, Dami.
-¿Puede?
-Sí, pero hay que preguntarle primero a Tim.
-Sé qué quiere.
-¿Cómo lo sabes?
-Está feliz aquí.
Dick chasqueó su lengua, despeinando a su hermanito. -Sí, eso es verdad. Le gusta esta loca familia.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top