7, No te metas, donde no te llaman.

VII

No te metas, donde no te llaman. 

Estaba claro que sus nervios se habían disparado, era consciente de eso, y del leve y palpitante dolor de cabeza. También sintió a alguien restregarse contra su pierna, y se encontró con White y su silenciosa manera de darle consuelo.

Odiaba que estuviera actuando como una gata ordinaria, pero no la podía culpar por lo ocurrido siglo atrás.

Trato de hacer de cuenta que la conversación con Zoe no fue, pese al latente recuerdo que rondaba en su mente. 1920, y una noche descontrolada, y no precisamente por el año. Sino por aquello que la obligo a esconderse, y por lo que ahora trataba de negar que podría volver a suceder.

Cuando menos se dio cuenta, estaba a punto de cruzar la esquina para ir al bar. Se detuvo a que cambiaran las luces de paso, y notó a Hisirdoux allí dentro, alegre y hablando con alguien más. Sin notarlo estaba sonriendo como siempre sucedía estando él cerca.

Alguna vez dijo que Hisirdoux era el dueño de su sonrisa mas natural, y lo confirmaba cada vez que tenia la oportunidad de demostrarlo.

Cruzo, y se apuró en meterse en el bar.

—Justo de quien hablábamos —señalo el pelinegro.

Y su sonrisa, esa expresión divertida, era la que mas extrañaba ver cuando el mundo se hacia gris e insulso.

Se acerco a ellos, y fingió ser como quien se veía. Una jovencita en busca de independencia, sabiendo que trabajar en un café no le daría el dinero necesario, pero estaría bien hasta que pueda cumplir su sueño. ¿Cuál era el sueño? No lo pensó tanto, su guion, ese al menos, llegaba hasta esa parte. Soñaba con lo que la gente se imaginaba que ella anhelaba ser.

Una cantante.

Una actriz famosa.

Una gran escritora.

La estrella mas brillante.

Desde el boom de Marilyn Monroe, la asociaban a eso, aunque ella aplicara mas a la frase de la muñeca rubia mas famosa. Cual sea la figura con la que se la relacionaban, cualquier sueño era válido, nadie se cuestionaba nada, y todos decían "Una cara bonita como tú, puede lograr hasta llegar a la luna". La gente tendía a exagerar con lo que ella era capaz de hacer ... siendo humana. Lo mágicos estaban seguros que Arabella era capaz de todo.

—Bueno, los dejare para ver que pueden sacar de todo esto —dijo Hisirdoux.

Antes de irse le susurro un "te espero afuera" en el oído, y Arabella tembló como una hoja al viento. Sintió cosquillas en todos lados, y deseo apurar el asunto del trabajo. Se lo iban a dar, de eso estaba segura. Su currículo era lo que estos jóvenes gerentes esperaban ver en gente que de verdad tuviera veinte años.

No tardo mucho en convencer al gerente para que le diera el puesto de trabajo. Ni siquiera tuvo que usar algo de magia de encanto para que eso pasara.

Estaba feliz, siempre lograba sentirse así de manera genuina cada vez que obtenía un trabajo nuevo. Era como el paso necesario para poder asentarse, y no porque le hacía falta el dinero (pues este no era un problema) sino porque lo veía como una manera de motivarse a no irse de ahí.

Y viendo a Hisirdoux a unos metros del bar, era lo otro que la motivó para quedarse.

Se apuro hasta llegar a él, con la sonrisa mas grande y plena que le podía dar. Y él se derretía por dentro de solo verla brillar de esa manera. Se acercó, y los dos se quedaron quietos en medio de la vereda.

—¿Cómo te fue? —le pregunto Hisirdoux.

—¿Cómo crees? —respondió graciosa—. Lo quiero, lo obtengo, y solo tuve que ser yo.

—Es un buen método ese —dijo—. Me alegro de que te lo hayan dado. ¿Qué te ha dicho Zoe?

—Oh, ella.

Arabella hizo una pausa para organizar toda la información obtenida de su vieja amiga. Era mucho que procesar, y ni siquiera estaba segura de querer hacerlo. Desde lo de Morgana hasta que ellos salieron un tiempo, no sabia por donde empezar.

—Que me quedo con ella hasta que consiga un lugar —dijo, y sonrió—. Es emocionante, volver a estar juntos los tres.

—Eso suena genial —dijo Hisirdoux con entusiasmo—. Creo que hoy podría ir a su casa a comer. Como comité de bienvenida.

—Si, eso suena genial —dijo dando un brinco en el lugar—. Cierto, deberíamos decirle a Zo.

—Tu tranquila —dijo Hisirdoux—. Yo me encargo.

Ese día, Zoe cerró la disquera un rato antes para ayudar a Arabella a instalarse. No volvieron a tocar el tema del collar, ni nada por el estilo. Eran ellas dos, con White que dormía tranquila en lo alto de un mueble.

Estaban divertidas, haciendo espacio en la cama de Zoe, y sacando la ropa en diferentes tonos de rosa de la maleta.

—Espera —exclamo Zoe, y saco una blusa.

Era vieja, pero estaba bien conservada. De cuello alto, y sin mangas, color magenta, con líneas amarillas transversales.

—Esto es mío —exclamo—. Pensé que fue mi imaginación su existencia.

—Ups, con razón no encajaba en ninguna parte —respondió Arabella—. Puedes quedarte, no la use, que yo recuerde.

A punto de decir algo, alguien llamo a la puerta. Zoe le amenazó con que seguirían hablando mas tarde, y fue a ver de quien se trataba. Arabella se asomó, y cuando Hisirdoux entro con unas pizzas y bebidas, se acerco a ellos de a saltos.

—Sorpresa —exclamo—. Comité de bienvenida.

—¿Necesario, cierto? —preguntó Hisirdoux.

—Si, si, si comité de bienvenida —dijo Zoe, cruzándose de brazos—. Ustedes dos se ponen de acuerdo.

—La idea fue de él —señalo Arabella, y sonrió.

—Por eso, traje tu pizza favorita Zozo —dijo Hisirdoux—. No te puedes negar una de cuatro quesos.

—Te conviene que tenga queso extra —dijo, y tomó una de las cajas.

Arabella agarró la otra, y antes de alejarse de Hisirdoux le dio un corto beso en la mejilla que lo tomó por sorpresa.

—Gracias por el comité de bienvenida —susurro.

La noche paso amena entre la risa por viejos recuerdo, y anécdotas de viajes o viejos trabajos que tuvieron. Era sorprendente para Hisirdoux y Zoe escuchar a Arabella contar detalles sobre una vida mundana.

Que tuvo un titulo de psicóloga.

Que trabajo en un vivero en un pequeño pueblo rural. Y también en una panadería en medio de la nada.

Que fue oficinista a principio de los 2000.

Que tuvo un año sabático tras la caída del muro de Berlín.

Que fue tan humana hasta donde le fue posible. Nadie sospechaba que ella era una bruja, y si nadie la conocía, nunca lo hacían. Porque ¿Cómo alguien como ella lucia poder ser una bruja? Admitió que, en algún punto, luego de la década de los sesentas, le costo llevar esa vida lejos de los faroles.

—Y fue lo mejor que hice —añadió—. Aunque claro, fue tan difícil al principio. No ser la princesa me mataba.

—Si, ser mundana nunca te fue tan fácil, por eso se valora el esfuerzo —dijo Zoe—. Me alegro que hayas elegido alejarte del peligro. Y espero que te mantengas así.

Arabella supo de inmediato a que iba aquello ultimo. La ignoro por completo, y cambio el tema. A la hora, Hisirdoux aviso que ya debía irse, sin decir mas nada ale respecto. Zoe conocía su otro trabajo, pero la rubia no.

—Te acompaño hasta abajo —dijo, y se puso de pie rápido—. Vamos White, necesitamos algo de aire.

El pelinegro no se negó a su compañía, y sonrió con gusto cuando salieron juntos del departamento de Zoe. En silencio, bajaron por la escalera. Estaban cómodos, aunque no seguros de sino se querían decirse algo mas. Hasta que llegaron a la salida.

—Bien —dijo Hisirdoux—. Creo que nos veremos mañana.

—Si, tienes que saber que adquirí el gusto por la puntualidad —dijo Arabella.

—¿Sí?

—La verdad es que no, pero debo llegar a tiempo para que la fachada de chica responsable no caiga —dijo, encogiéndose de hombros.

—Sigue así, quizás te lleves el reconocimiento por empleada del mes —dijo, sin pensarlo.

Hasta que se dio cuenta de la magnitud de su broma. Pues aun, cuando ella le aseguro que se quedaría por mucho tiempo, la idea le seguía siendo irreal. Como un sueño lucido del que no quería despertar.

—Yo, bueno, espero que te lo den —añadió algo nervioso—. Nos vemos, Bella.

La despidió con la mano en alto, y se apuro para poder dar la vuelta en la esquina. No quería dejar tan en claro como lograba desbaratarle la simple idea de ser vecinos, compañeros de trabajo, amigos otra vez.

Arabella lo vio irse y desaparecer a la vuelta. Dio un soplido, resignada, cansada, agobiada. Sentía tanto a la vez, que no terminaba de comprender como es que aun seguía de pie, sin haber perdido el control de sus funciones mágicas.

—Claro, los años de experiencia —se dijo a si misma.

A punto de volver a lo de Zoe, sintió una extraña magia en el aire. Quiso ignorarlo, pero era tan fuerte y llamativa, que no lo pudo hacer.

Vio a White, y esta asintió.

Con cautela, siguieron el rastro de la magia que viciaba el aire. A medida que se iba alejando de la ciudad, y acercándose al puente carretero, esta se hacia mas intensa, haciendo que otra vez el dolor de cabeza volviera.

No descendió al canal, se quedo viendo bajo el puente un rato, con aquella magia demasiado presente a su alrededor. Por unos minutos solo veía oscuridad, nada de otro mundo que se pueda encontrar allí.

Sabía que donde existía una construcción de ese tipo, también estaba la posibilidad de toparse con una comunidad troll. De solo pensar el tiempo que vivió en una, tembló del disgusto. Lo último que quería en la vida, era estar cerca de ellos una vez más.

—No es nada —murmuro—. Solo fue una fuga.

A punto de irse vio un destello azul bajo el puente, y reconoció la magia que creció al verlo.

—No puede ser —dijo con sorpresa.

Vio por donde llego, y otra vez bajo el puente. Se había dicho que no tenia que involucrarse, sin embargo, la magia, la curiosidad fue mucho mas fuerte que la razón de no meterse en problemas.

Agradecía estar usando un jean cómodo y una blusa que dejaba entrever su ombligo, sin nada extravagante, pues tratando de llegar al canal, resbalo, terminando de caer de cola. Había perdido la agilidad que alguna vez gano de tanto andar por lugares donde no llegaban a edificar.

No sabia si no iba a ser vista, pero fue tan sigilosa como la falta de luz de la noche le permitió. A medida que se iba acercando a donde notó la luz, podía sentir la magia incrementarse. Se escondió detrás de unos escombros, puso mas atención, entonces los vio.

Eran dos adolescentes, y lo que mas le sorprendió fue ver a uno de ellos con una armadura. Una mágica, que brillaba, e irradiaba aquello que le era tan familiar.

—Merlín —murmuro. 

★★★

Miren algo que no sucede, Arabella siendo normal 😎✨

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