24, Nuestro acto final.
XXIV
Nuestro acto final.
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Fue una tarde en Camelot que Arabella lo vio por primera vez. Era tan pequeño, tan delgado, que le hizo recordar a ella al principio de todo. Iba de la mano de Merlín, con a mirada perdida en algún lado.
Otra vez, se vio a ella llegando con Morgana al castillo, con el mundo creyendo a pedazos a su espalda, y temblando del miedo. Pensó que aquel niño estaba pasando por lo mismo. Con su mundo a punto de colapsar.
Sin embargo, Merlín no parecía preocupado. Lo vio con atención, y este parecía seguro de querer hacer la diferencia con ese niño. El viejo hechicero lo llevaba de la mano, y le hablaba de algo que no escuchaba, entonces notó al pequeño alzar la vista, y sonreírle. No conoció a nadie, hasta ese momento, capaz de darle un gesto tan dulce como ese.
Morgana se acercó a ella, y la tomó de la mano. No se movieron, las dos vieron al hechicero con su nuevo inquilino, hasta que estos se metieron en el taller.
—Algo bueno tiene Merlín —dijo Morgana.
Arabella guardó silencio.
—Le abre su corazón a quien mas lo necesita —añadió—, aunque sea un cascarrabias.
Comenzó a caminar, con Arabella de su mano. La niña, vio una ultima vez al taller y sonrió con cierta satisfacción.
• • •
Arabella aterrizó del otro lado sin ver nada mas que una tenue oscuridad. No tenía idea de donde estaba, Morgana le pudo haber dicho, pero esta le pareció una mejor idea que fuera una sorpresa.
Se alejó unos pasos del lugar de aterrizaje, tratando de buscar algo que le hiciera reconocer el sitio. Sin ver por donde caminaba, terminó tropezando con un objeto, y cayó al suelo.
—¿Qué es esto?
Tomó lo que la hizo tropezar, y al darle un poco de luz con sus manos, se dio cuenta de lo que se trataba. Una calavera, repleta de telarañas, amarillenta por el paso del tiempo.
Gritó horrorizada, y la lanzó lejos. Fue casi tan veloz para ponerse de pie, y correr en alguna dirección. Lo único que podía ver era los cuerpos secos y viejos de antiguos caballeros. Sus armaduras, lanzas y espadas, hasta sus huesos. Todo como parte de una macabra decoración.
Continúo corriendo, buscando una salida, y odiando a su madre por ponerla en una pesadilla. A pesar de los años, y el tiempo que paso de su vida en Camelot, Arabella nunca dejo de pensarse como una princesa, y como tal, esos eran los peores sitios para ella.
Llegó a una sala, y sin detenerse, una vez mas, tropezó, terminado de bruces en el suelo.
—Maldición, maldición, maldición —se quejó.
—¿Qué tenemos aquí? —preguntó alguien de voz rasposa.
Arabella no quiso levantar la mirada del suelo, y ver al dueño de la voz, y aquella sombra que la cubrió por completo. Supo de inmediato que estaba en la cueva de un dragón. Y no cualquier dragón, pues no habían muchos, ni se encontraban tan fácil.
—Siempre quise tener bajo mi poder una hermosa princesa —dijo.
—Yo, yo tengo pésimo sabor —dijo y lo vio—. ¿Sabes? Ese cliché de la princesa y el dragón paso de moda.
Con su magia algo débil aun, no iba a poder contra una bestia como esa. Que lejos de verse como los típicos lagartos de los cuentos, este parecía un gran gato capaz de usar las entrañas de cualquiera como una bola de estambre.
—Amo ese cliché —exclamo la bestia—. Lastima que no tengo la torre mas alta, o un rio de lava. Pero tengo té, ¿Quieres?
Arabella lo ilumino un poco mas con la magia de sus manos, y noto que en realidad era un gran felino hogareño (con una particular cola y patas escamosas) con un par de felinos pequeños sobre su lomo peludo.
—¿White, Archie? ¿Qué esta pasando? —preguntó Arabella confundida.
—Si leyeras un poco mas de monstruologia, sabrías quien es —dijo White.
—Es mi padre —añadió Archie—. Que su tamaño y patas no te asusten, es un amante de las palabras, el té ingles y las tartas de frutas.
—No —exclamo Arabella y se puso de pie—. Es, es, es Carlo Magno el Devorador.
Sus ojos brillaron llenos de ilusión. Se acercó a los dragones, y les sonrió como si estuviera frente a la mejor figurar histórica que el humano tuvo la dicha de conocer.
—Con gusto acepto el té, oh, y si también me quiere comer en una tarta de fruta, lo acepto —dijo con emoción—. Mi madre me ha hablado mucho de usted cuando yo apenas era una pequeña princesa. Para los once años pedí que me pusieran en una torre custodiada por usted.
—Sería un honor custodiar la habitación donde reposa la antigua princesa de Camelot —dijo el dragón—. Por favor llámame Charlie.
—Un gusto Charlie.
—El mío. He oído tanto de ti, y es tan extraño verte al fin —dijo Charlie—. No luces como la gran bruja, capaz de obligar a que un rey se arrodille frente a su presencia. Hermosa sin dudad, pero el resto ...
—Si, a los medios mágicos les encanta exagerar la verdad de mi —dijo Arabella, y se encogió de brazos.
Miró mejor a su alrededor, y notó que faltaba alguien. Pasó a un lado del dragón, y vio en el suelo, un pedazo de cetro derretido. Se acercó, lo tomó, y sintió un gran dolor en su corazón. Su relación con Merlín nunca fue la mejor, pese a que él fue un buen maestro en su época de mayores inseguridades. Sin embargo, el hechicero le dio algo que Morgana también le dio, una familia, No con él, pero si con su aprendiz. Junto con Hisirdoux, aprendió a apreciarlo, por lo bueno que había hecho, y no solo verlo por como él se apartaba de ella.
Y ahora en esa cueva, le lloró al hechicero. Porque, quizás para ella sería una herida fácil de sanar, pero para Hisirdoux, no. Arabella estaría allí para darle todo el consuelo que él quisiera hasta que algún día el nombre de Merlín sea un motivo de sonrisas.
—¿Qué paso con Douxie? ¿Dónde está? —preguntó al no verlo.
—Él volverá pronto —dijo Charlie.
—Debe estar destrozado —murmuro.
Charlie se acercó a ella, y apenas apoyo su gran pata sobre la cabeza de Arabella.
—Si es así, necesitara de alguien que lo aliente —dijo.
—Se lo que es perder una familia —dijo Arabella.
—Pero también debes saber que una familia es quien nosotros escogemos —dijo Charlie—. Estoy seguro que ustedes dos se han escogido desde el primer momento en que se vieron. No importa como haya sido todo, sino como es que están aquí.
—Estamos juntos, nunca imaginamos que terminaríamos así —dijo Arabella—. Eso es un comienzo.
—Y todo comienzo debe continuar —finalizo el gran dragón.
Hisirdoux volvió tan pronto como ellos dos terminaron de hablar.
Frente a ello, estaba Hisirdoux, saliendo de una nube verdosa. Arabella se acercó rápido, y con esa misma rapidez lo abrazó. Fue correspondida de inmediato. Por un momento fueron ellos dos, y un gran dolor en medio de sus cuerpos. Hubo un silencio tan reconfortante como el calor de sus cuerpos.
—Lo siento tanto, amor —murmuro—. Él si fue un gran hombre.
—Oh no, Merlín no fue perfecto —dijo Hisirdoux y se apartó para darle una sonrisa.
—Pero lo intentó —respondió Arabella.
Sostuvo su rostro cansado, y le dio una suave sonrisa. Los ojos de la bruja brillaban por las lágrimas.
—Su mejor hazaña, fue darte un lugar en su corazón —añadió—. Fue un viejo fastidioso, pero contigo y Circe no se ha equivocado.
—Vaya, eres buena en esto —dijo y le dio un beso en la frente—. Gracias Arabella.
—Si, pero mejor si evitamos que mas gente se muera —dijo, y dio una pequeña sonrisa—. Muy bien, maestro hechicero, ¿Ahora que toca?
Hisirdoux vio lo que traía entre sus manos, eran los sellos del Génesis. En aquellos trozos cuadrados de mármol bañado en oro, se guardaba la magia del mundo. El único elemento capaz de reiniciar la vida en la tierra. No estaba muy seguro de como dar el siguiente paso, ni como resultaría todo al final de día. Pero ya no podía dudar, no ahora que sabía que estaba al mando.
—Toca salvar al mundo, lindura —dijo con seguridad.
—¿Cómo crees que haremos eso? —preguntó Arabella con diversión en la voz.
Hisirdoux miró a todos a su alrededor, y dio una sonrisa de victoria.
—Bueno, lo haremos a nuestra manera —exclamo—. ¿Me sigues, bonita?
—A donde tú vayas, chico malo —exclamo y salto para volver a abrazarlo.
•
Un par de horas después, volvieron al establecimiento de Zoe. Lo que encontraron fue la destrucción del lugar. Hielo y fuego por todas partes. Restos de una batalla. Se apuraron para entrar al local, no había nadie.
—Clara —llamo Arabella—, Nari.
—Toby, Steve —le siguió Hisirdoux.
—Esto está mal, ¿Qué fue lo que paso? —preguntó Arabella.
Sus amigos no estaban por ningún lado, y temían lo peor. El tiempo se les agotaba, y ellos comenzaban a dudar de lo que podían ser capaces. Escucharon unos quejidos, y fueron en busca de quien quedaba allí.
—Krell —exclamo Hisirdoux.
De un golpe mágico, le quitó el hielo que lo encerraba en una esquina, y Arabella lo cubrió con una manta que formó con algo de magia.
—¿Qué paso? —le preguntó la rubia.
—Nos atacaron, se llevaron a Nari —respondió el muchacho.
Que, en realidad, era un joven de otro planeta. Casi dos metros de altura, azul de pie hasta los cabellos puntiagudos de su cabeza, y de cuatro brazos. Arabella era la primera vez que veía a un akiridiano. Estaba asombrada, y molesta por la circunstancia en la que se daba todo.
—Creo, creo que les puedo mostrar lo que sucedió —habló Krell.
Tomó una cabeza robótica que estaba a su lado, y puso a reproducir un video. La Orden Arcana no dieron tiempo de nada. No pudieron defenderse, ni siquiera poder ocultar a Nari en un lugar seguro.
—Esto, esto es mi culpa —exclamo Arabella, y se fue hacia atrás.
Se chocó contra el muro, y se deslizó lento hasta quedar sentada en el suelo. Tenía una sola tarea, y no la cumplió. Dejo sola a Nari, cuando prometió que la cuidaría, no estuvo con Clara juro que nunca más se debería enfrentar a la magia sola. Les falló. Así lo sentía en su corazón, en la parte mas profunda de su ser.
—No debió suceder, si me hubiera quedado ...
—No, Arabella —dijo Hisirdoux.
Se acercó a ella, y puso las manos en sus delgados y débiles hombros. Le molestaba el ataque sorpresa de la Orden, pero estaba seguro que si se hubiese quedado, el final sería mucho peor.
—Que bueno que no me haces caso —dijo, y dio una leve sonrisa.
Arabella levanto la mirada, y se encontró con su rostro lleno de comprensión.
—¿De que hablas? —preguntó con voz trémula.
—Que, si te quedaba, también te hubiese perdido, y no iba a soportarlo hacerlo una vez mas —dijo, y le dio un beso en la frente—. Ellos son más fuertes que nosotros, nadie los iba a poder detener.
Arabella lo abrazó, y se quedo allí, buscando calmarse un poco.
—Bien —dijo, y se apartó—. Serán mas fuertes, pero nosotros, creo que somos más inteligentes.
—La palabra es ingeniosos —dijo Archie.
—Si, así que pensemos que vamos hacer, porque no quiero que el mundo se destruya, me gusta vivir aquí —añadió White.
De su bolso saco el antiguo libro que Merlín dejó al morir, y se acercaron a una mesa que aun quedaba sin destruir. Lo abrió, y la parte de ser ingenioso o inteligente se vio envuelta en un mar de dudas, al no saber por donde arrancar. La circunstancia no ayudaba en nada, y ellos tenían la pieza final que la Orden Arcana necesitaba para desatar el Armagedón Mágico.
—Ellos vendrán por los sellos del Genesis —hablo por lo bajo Hisirdoux.
—Es la pieza final —dijo Archie.
—Bien, no —dijo Arabella y puso las manos en la cadera—. No podemos simplemente huir.
—No dije que haríamos eso —le respondió el pelinegro.
Ella rodó los ojos y se acercó a él.
—No dije que tu lo sugeriste —dijo Arabella—, pero parece ser que es la opción del libro. Huir esconderse.
—Bueno, es el mundo o nuestros amigos —habló Krell—. ¿Qué harás? Eres quien manda.
Arabella se puso frente a su novio, y apoyo una mano sobre su pecho, justo del lado del corazón. Pudo sentir como este palpitaba enloquecido, y recordó sus propias palabras antes de robarle su magia.
—Solo contigo y al borde del peor final del mundo, mi corazón se pone así —dijo él y sonrió con pena—. ¿En qué piensas?
—La decisión que tomes, yo te seguiré —dijo, y le sonrió.
—Bueno, será mejor que piensen rápido, porque se nos agota el tiempo —comento Krell.
Hisirdoux vio el collar de Avalon de Arabella, y luego sacó un pedazo de la misma piedra que le quedo guardada en el bolso.
—No, tiempo es lo que mas tenemos —dijo con seguridad.
•
En la torre de la Orden Arcana, acomodaban a sus nuevos prisioneros. Desde Clara hasta la misma Morgana habían perdido toda esperanza.
—Jim, por favor, debes ayudarnos —suplicó Clara, cuando el troll pasó a su lado.
—Ya es tarde, han perdido —exclamo victorioso Bellrok—. Ahora, dinos donde esta el tonto sucesor de Merlín o ...
—Cuida tus palabras engendro —exclamo alguien mas.
Voltearon en dirección a un holograma mágico que broto del suelo. En este se podía ver la burlona figura de la bruja, y a su lado apareció el nuevo maestro hechicero.
—Oye, si que somos una pareja atractiva —dijo Arabella.
—Si, tan atractivos como esto —exclamo Hisirdoux.
Mostró los sellos del Genesis, y la Orden Arcana se revoluciono ante su presencia.
—Si los quieren —dijo la rubia.
—Deberán venir por ellos —añadió el pelinegro—. Los esperamos en el café a las dieciséis horas, no tarden.
—Y vengan con ganas de divertirse —exclamo Arabella.
El holograma mágico se esfumo, y la Orden Arcana no dudo en ir tras ellos.
•
En cuanto terminaron de grabar el mensaje, y enviarlo, Hisirdoux y Arabella se vieron y se dieron los cincos. Entusiasmado se acercaron a la mesa donde Krell trabajaba unos diseños que el pelinegro le dio.
—Complicado, pero estoy un 98,44% seguro de que va a funcionar —dijo el muchacho extraterrestre—. ¿Quién hubiera imaginado que la magia y la tecnología de Akiridion, son compatibles?
—Esto es algo por completo nuevo —dijo Arabella con asombro—. Niño, voy a necesitar que me ayudes a leer mapas.
—Eso es sesillo, ¿Cómo puede ser posible que alguien de muchos siglos no pueda? —Krell le regaño.
Arabella lo vio ofendida, y antes de responderle Hisirdoux se puso entre ambos para evitar una disputa. Tomó la pequeña esfera azul brillante rodeada de un aro dorado que Krell armo, y dio un soplido.
—Ya no hay vuelta atrás —dijo Archie.
—No pensaba hacerlo —respondió Hisirdoux.
—Si, quizás estamos cometiendo una locura, y yo se eso —habló Arabella.
—Coincido —la respaldo White—, pero un poco más, al borde la destrucción mundial, no le hace daño a nadie.
Archie observó la extraña tranquilidad de la gata blanca, y volvió la vista a su familiar, quien terminaba de dar algunas órdenes.
—Esto es, mas que una locura, un grave error, ¿No te has detenido a pesarlo por si sale mal? —dijo el gato—. Te sigo en todo, pero esto ...
—"Un hechicero no comete errores —dijo, y sonrió— genera posibilidades inesperadas" Muy bien, vayan a la nave, yo me encargo de esto.
Arabella iba a protestar al respecto, pero solo guardo silencio. Se acercó a él, le dio un lento y suave beso en los labios, y sin decir mas nada, ambos se despidieron de aquella manera.
☆☆☆
Esto tampoco estaba. Este cap. Comienza bien arriba, y como el perreo, se va hasta el suelo.
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