CAPÍTULO 8:
Papá llegó más tarde, a las ocho aproximadamente. Ella lo recibió con un gran abrazo y un sonoro beso en cada mejilla. Todos cenamos juntos; Ambar es buena cocinando, me habló de su infancia mientas preparaba una tarta de zucchinis con puerro y huevo. Me enteré de que su familia era naturista, vivían en carpas en la playa y trabajaban haciendo velas aromáticas y diversas artesanías, ella se recibió en leyes cuando cumplió veinticuatro pero nunca ejerció porque sentía que su orientación era la pintura. Ah...y es vegetariana.
Estoy agotada en verdad, así que me despido de ellos a las nueve. Me estoy por ir cuando Ambar me detiene.
–Espera, lo guardé para después–. Toma del fregadero mi taza de té con la borra todavía dentro.
Papá sonríe con picardía y me susurra:
–Te va a leer el futuro, hace lo mismo con el café, deberías verla–. Tiene admiración en toda su cara.
Honestamente no me entusiasma la idea de estar desperdiciando minutos de descanso en futuros falsos, pero no puedo ser tan grosera.
–Ok...
Me vuelvo a sentar mientras espero a que revuelva, pruebe o haga lo que tenga que hacer con mi té. Pero solo se limita a observarlo detenidamente hasta que lanza un veredicto.
–No es por preocuparte, pero has estado y estarás en peligro, colgando por un hilo entre dos mundos, entre sentimientos y recuerdos que podrán lastimarte, recuerda, si te sientes mal llámalo. Te animará–. Lanza una sonrisa honesta.
Asiento, no entendí nada de lo que dijo posiblemente por el cansancio, así que lo dejo pasar.
Hago mis últimas vueltas en el baño y me retiro a mi habitación tranquila. Llamo a mi madre pero la conversación no dura mucho porque, como ya dije, estoy cansada.
<<Día duro, ¿verdad?>> Él también se escucha fatigado.
–Sí...–miro hacia todos lados y agrego–date la vuelta, me debo cambiar.
<<Nunca sabrás si estoy aquí. >> Está conteniendo la risa, lo sé. Me coloco las manos en la cintura de forma acusadora.
– ¡Vamos!–. Ando sin energías y lo último que quiero hacer es lidiar con un muerto mirón.
<<De acuerdo. >> Suena como un chiquillo al que se le pide que ordene su cuarto, con tono pesado.
– ¿Lo prometes?–. Arqueo las cejas.
<< ¡Juramento de niño explorador!>>
Yo también me giro por si acaso. Todo el cuarto está atenuado por la luz de la luna que atraviesa la delgada cortina, tiene un aspecto romántico y confidencial, pero no pierdo más el tiempo admirando mi habitación, simplemente me quito la playera y me coloco el pijama, ah...y trato de ignorar la posibilidad de que un fantasma pueda ver mis partes o algo así...ahora que lo pienso, ¿por qué no le pedí que se fuera? Tiene por lo menos dos metros de distancia para alejarse, misterios de la vida supongo. Me suelto el cabello de forma que mis bucles se esparcen en una explosión.
<< ¿Ya puedo voltear?>>
No sé si de verdad lo hizo, pero prefiero pensar que sí.
–Sí.
La puerta se entreabre y aparece caminando muy erigido el Duque Henry, se sienta en la mitad de la habitación y me observa, apuesto a que quiere que me acueste para correr a mi encuentro, ¡yupi ,dormir con un perro de doscientos kilos es tan agradable!
Por fin lo hago lanzando un suspiro y quejido simultáneos, abrazando las sabanas como si fueran un amante de película. Y cuando estoy por sumergirme en los dulces sueños, él me habla:
<<Oye, ¿puedo dormir contigo?>>
Mis ojos se abren alarmados y me incorporo en la cama de un salto, haciendo que mis cabellos se inflen como maíz en una olla caliente.
– ¿Qué?
<<El que esté muerto no quiere decir que no deba descansar, he dormido menos que tú si cuentas que estuve la mayoría del tiempo yendo y viniendo de aquí para allá viendo como escapar, además no piensas que voy a dormir en un puff, ¿verdad?>>
Me vuelvo a acostar con la cara a la pared:
–Papá de seguro tendrá espacio.
Lo escucho reírse.
<<Seguro, sería una situación muy cómoda, tu padre, su pareja y yo en el medio, "Hola chicos, ¿quieren correrse solo un poquito?" >>
Comienzo a reírme ante la idea, en eso tiene razón, es ridículo.
<< ¡Vamos, ni siquiera peso!>>
Tras unos momentos decido acceder:
–Bien–instintivamente me corro, aunque no sé si ocupará espacio, lo hizo con el puff...o tal vez no, no tengo idea de cómo funciona esto de ser espíritu. Un día leí que los lugares con fantasmas son más fríos que los otros, espero que no me dé congestión.
Me doy vuelta para ver si siento algo. El perro menea la cola y viene hacia mí, pero se detiene:
<<Ah no, esta vez es mi turno amigo>>Dice emocionado, tanto que me provoca cierto sonrojo, pero es tan leve que no se ve. Henry gruñe con fastidio en respuesta y se echa en el suelo ahogando un lloriqueo, genial, hasta la mascota es infantil en esta casa.
Entonces el colchón se hunde haciéndome exclamar por la sorpresa.
<< ¿Sorprendida?, no soy gordo, se supone que no tendrías que ver esto, ni sentirme, sería como si no hubiese nada. >>Aclara. Pero solo encojo mis hombros y me volteo nuevamente para dejarle lugar. Trato de relajarme para percibir lo mayor posible, me asusta la claridad. Un cuerpo acostándose a mi lado, a todo lo largo, apoya incluso la cabeza en la almohada, siento la presión de él sobre mi frazada, incluso su ¿respiración? Me sorprendo otra vez, es cierto que soy una ignorante en este tema, pero los muertos no respiran, eso es un hecho.
– ¿Estás respirando?
Su voz se escucha somnolienta pero concisa.
<<Es solo el hábito. >>
Se acomoda de nuevo y suspira.
<< ¿Estás bien?, si te incomoda solo dilo. >> Habla en serio, incluso creo que podría decírselo si fuera así, pero no quiero hacerlo.
–Estoy bien, no te preocupes.
<<Descansa. >>
–Descansa–. Respondo.
Estoy un tanto nerviosa, así que cierro los ojos y me detengo a analizar la situación basándome a lo más cercano que conozco: Las películas y documentales de terror.
1) En las películas cuando un fantasma está en tu habitación te tira de los pies, de tus sábanas y te asusta de forma que no pegas un ojo en toda la noche, él se acuesta contigo y pregunta si te sientes bien, lo que catalogaría como tierno.
2) En las películas gritan, no respiran o suspiran, y mucho menos bostezan.
3) El único fantasma amable existente es Gasper, no otro.
4) Se supone que tienes que sentir escalofríos, incluso me pasó algunas veces, pero ahora es algo agradable, tibio. Sin ser calidez humana, sin ser helado de muerte, es...tibio.
Honestamente me impresiona lo que estoy haciendo, en menos de una semana he experimentado cosas de las que nunca me vi capaz...y esta es una de tantas. Ahora que recuerdo debo hablar con él, pero a esta altura no hay voluntad.
Agudizo el oído una vez más, la respiración aún se siente, lenta y uniforme, pero más leve, diría que casi inaudible, hasta que un instante después calla. Es como si de un momento a otro hubiese muerto, pero yo sonrío hacia dentro porque sé que se quedó dormido.
Cuando me estoy sumiendo en el sueño, tengo la sensación de algo rozándome, un brazo que me rodea, es tan claro...
Esta vez estoy preparada, sé que voy a caer y morir, todo es tan simple, me resbalo, caigo y muero. En un santiamén. Espera..., ¿es mi ático?, sí es mi ático, aquí hablamos frecuente, me enojé una vez con él porque dibujó con un carbón mis muñecas de porcelana, las que me regaló madre en mi cumpleaños. Aunque fue tan chistoso que no duró mucho. A una le hizo el bigote del señor Robinson, de verdad graciosa. Si mi padre supiera que nos burlamos de su socio le daría un ataque...pero a veces una necesita ser menos educada y dejarse llevar, siempre y cuando no rasgue mi vestido madre no se enterará de mi falta de comportamiento...¡¿Q-qué rayos acabo de decir?! ¿Dónde estoy?, ah...soñando, seguro que se tragó nuevamente mi cuerpo, pero nunca había llegado al punto de tomar mi consciencia...esto es extraño, no entres en pánico Juliet, no entres en pánico. Hay una luz allá, me pregunto si podré llegar a ella, es tan bonita, tan brillante...
Y caigo a un suelo de madera pulida, el golpe me duele, pero no demasiado. Es un salón vacío, escucho una música discontinua y frágil de fondo, pero nada más. Si tan solo tuviera compañía...Oh espera, este es el salón de baile en la ciudad, aquí nos conocimos, fue tan caballeroso y elegante...tenía una galera que le quedaba ridícula, es una suerte que se la haya quitado para bailar conmigo. Si no fuese por madre, quien se obsesiona con la etiqueta, y padre, quien quiere que me despose alguien cuya dote a gastar sea bien merecida, ni siquiera me hubiese molestado en venir. Él, como mozo osado que es, me realizó un par de bufonadas discretas que me hicieron reír a un borde indebido, tuve yo incluso el atrevimiento de llamarle chistoso mientras sostenía mi mano para girar con la música...No, no, no, ¡basta ya!, ¿oíste?, ¡deja de controlarme, maldita sea!
Me despierto de golpe, pero esta vez sin gritos ni nada, solo una sensación de seguridad que me envuelve por completo, de consuelo. El sol ya está algo alto. Son las ocho de la mañana según el reloj, humm, dormí bastante bien en comparación a las noches anteriores, lo curioso es que no esté sofocada bajo el peso del perro...tal vez le den miedo los espíritus o algo parecido.
Veo que el colchón se mueve levemente, debe ser él supongo.
<<Hola Rayito. >> Su voz se siente pegajosa, somnolienta y se nota que está intentando aguantar un bostezo, no es precisamente el tono del chico sexy que dice ser. Me incorporo con una sonrisa mientras arqueo una ceja:
–Noche agradable, ¿eh?
<<Sí, mientras no roncaste yo fui feliz.>>
No pude evitar reírme incrédula:
– ¿Disculpa?, ¡yo no soy nada en comparación a tus gases!
Ambos nos echamos a reír, es lindo hacerlo, se siente bien, pero a su vez me preocupa, yo no soy así; incluso cuando era una bebé la gente solía confundir mi mal genio con algún trastorno de la conducta o parálisis facial. Siempre fui rara, pero al menos sabía que se trataba de mi personalidad. No entiendo cómo es posible que lo normal sea algo extraño en mí, debería alegrarme; siento curiosidad, me río por cualquier cosa...no sé qué pensar. Para evitar encerrarme en una burbuja de lamentos y penumbra decido desviar la atención.
– ¿Por qué Rayito?–. Pregunto.
<<Porque tú brillas cuando sonríes. >> Contesta en forma sencilla. Aparto la cara rápido y frunzo el ceño para disimular mi sonrojo, sí, sonrojo, soy demasiado predecible. Y...volvemos a la condenada burbuja. Mi celular comienza a vibrar descontroladamente en un ataque de epilepsia y entonces todo se deslumbra de repente, golpeo duramente mi frente con la mano en reprimenda a mi cerebro, olvidé llamar a Ann. Tomo el teléfono procurando no tropezarme con el montón de ropa que cayó del escritorio (definitivamente tengo que lavar estas cosas). Tomo el celular que continúa vibrando y presiono aceptar.
– ¡Juliet Bronson, ¿cómo se te ocurre no llamarme?! ¿Sabes lo que se siente estar encerrada en un lugar donde los niños hablan y hablan y hablan?
–Eh...sé lo que es estar contigo.
–Sí, pero no cambies de tema, ¿te das cuenta que estás realizando una maniobra que pone en serio peligro tu relación conmigo?, ¡no tienes ni idea!, te he llamado hace dos días, ¡DOS!–. Debo alejar el teléfono para que no grite en mi oído.
–Ann...hablamos ayer–. Contesto calmada.
– ¡No importa, se supone que tienes que estar allí para mí, para algo sirve el título nobiliario de "amiga extra especial"! Hablando de especial, el chico que maneja el campamento es lindo...–ella es capaz de hablar de cualquier cosa por un tiempo indefinido– Cuando me torcí el tobillo intentando construir un castillo de arena a la orilla del río, no preguntes porqué, ¡se me acercó y me llevó a la enfermería!, ¿y sabes dónde ocurren las escenas más románticas de las películas?, oh sí... ¡EN LA ENFERMERÍA!
–Recuerda que en las series policiales el lindo siempre es el asesino.
–Tienes razón, mejor le golpeo la cara por si acaso, cualquier cosa bastará una sonrisa mía para que lo olvide todo, bueno Ju, ¡nos vemos mañana cariño!–. Y corta, hummm, lo golpeará...seguro que sí.
<<Bueno, vamos por el cereal, ¿cierto?>>
–Como me conoces–. Digo sin pensar, amago a cubrirme la boca pero eso empeoraría la situación, así que solo me aclaro la garganta suavemente.
<<Oh sí bebé, oh sí. >>
Pienso en amenazarlo de una manera poco honorable y sugerirle que se lleve su "bebé" a otra parte, pero me parece que es prácticamente una pérdida de tiempo.
Una vez acabo en el baño ingreso a la cocina y veo que Ambar está sentada sosteniendo una taza muy humeante entre sus manos. Ahora viste un camisón de algodón blanco con un bordado de flores sencillas a la altura del pecho y unas pantuflas rosa que resultan chistosas en el conjunto, pero quién soy yo para criticar el vestuario cuando estoy usando una camiseta gris a las rodillas con el dibujo de un perro depresivo y una leyenda que dice "Es un día de perros", puedo decir que no la compré precisamente en mi momento de gloria, bueno...nunca tuve un momento de gloria.
–Buenos días Solecito–. A ver, que alguien me diga porqué todos se unieron en un complot para llamarme luminosa, solo falta que aparezca papá y me diga Lamparita. Ella sonríe y recuerdo que debo saludar también.
–Ah, hola Ambar...–. Busco mis pequeños trozos de harina de maíz cocinados y espolvoreados con algo parecido al azúcar impalpable, me sirvo y comienzo a comer con desgano, sip, vuelvo a ser yo. No sé si alegrarme o llorar, así que seré indiferente.
–Dormiste bien, ¿cierto?, te ves mejor que ayer–. Le da un sorbo a su bebida.
–Sí, –no planeo desvelar más información sobre la experiencia de anoche, y menos con el chico difunto como testigo–algo.
–Me alegro por ti–. Continúa sonriendo como si supiera que le estoy ocultando algo, esperando, pero luego baja la cabeza y se encoge levemente de hombros.
– ¿Dónde está papá?–. Justo está tomando el té cuando le pregunto, así que se apresura a terminar quemándose la lengua, al menos lo da a entender su gesto.
–Tu padre continúa durmiendo, es que hoy tiene que ensayar con la banda, ya sabes–muestra sus dientes–es mucho trabajo.
Claro...una vez la maestra llamó a papá cuando tenía seis porque cuando me preguntaron con qué se ganaba la vida, me encogí de hombros y dije "A costas de mamá." después de eso las cosas fueron de mal en peor con su relación, a veces, solo a veces, me siento culpable con eso...pero si algo sé bien es que ni los locos, ni los borrachos y ni los niños son capaces de mentir.
Papá tuvo muchos empleos, no lo culpo, se esforzó. Pero él no es lo que alguien llamaría responsable o trabajador promedio, es más bien como un pariente de Homero Simpson, y lo digo en serio.
Todavía recuerdo aquella vez que llegó a casa disfrazado de pollo y mamá le tuvo que pasar ungüento porque el traje le produjo laceraciones por...por no llevar nada debajo.
<< Hey, ¡llamando a Bronson!>>
Cuando quiero acordar tengo la cuchara a medio trayecto de la boca, absorta.
– ¿Qué?– Sacudo la cabeza para retirar los vestigios de mi memoria.
– ¿Qué?–. Al parecer Ambar está en la misma situación, recordando anda saber qué.
–Nada.
Sonríe de nuevo, pero esta vez con cierta picardía que no me inspira nada bueno:
–No es por ser entrometida pero...
Juliet, no preguntes, no preguntes:
– ¿Qué cosa?–. Ya está, debo tener el coeficiente intelectual disminuido.
Su curvatura se hace más amplia.
–Estás enamorada.
Escupo la leche que estoy a punto de tragar, afortunadamente en el envase.
– ¡¿Qué?!–luego me recompongo, mi expresión vuelve a ser, bueno, inexpresiva y mi columna vertebral una tabla rígida, aun así, no sé de donde, saco un poder sobrenatural que me permite crear un sonrisa aceptable sin pasar por psicópata–Es imposible, yo...yo no conozco a nadie–. Emmm, el chico del Club que vi una vez, un difunto y un perro...que bien.
Ella se inclina hacia atrás, incluyendo sus brazos, en un despreocupado gesto que le adjudicaría a mi padre, wow, puede ser que se parezcan después de todo.
–Bueno, lo dicho, dicho está...si quieres hablar aquí estaré–de repente salta como un resorte y se pone seria–claro que no pienso sustituir a tu madre ni mucho menos.
–No te preocupes, ya entendí–. Bajo mis hombros en señal se desinterés.
Me levanto a lavar mis cosas y me retiro a mi cuarto a cambiar mi piyama de "Es un día de perros." por una playera que diga "Manito arriba si un fantasma te sigue." No es mala idea...camino a la biblioteca veré si encuentro una.
Una vez entro él dice:
<<Te espero del otro lado, ¿bien?>> Me doy vuelta aferrándome al marco de la puerta y veo la masa grisácea que aprendí a vislumbrar, es un poco difícil pero logro verlo si estrecho los ojos.
Yo asiento en silencio y me meto en mis asuntos. La ropa no varía mucho, nunca lo hace, pero ésta vez uso un pantalón negro, con un buzo de cuello de tortuga blanco, una chalina larga rosa (regalo de Ann) y mis sandalias. Encuentro entre las cosas que coloqué apurada en la maleta y metí en el armario de peor manera, un morral pequeño de jean azul. Lo tomo entre mis manos, titubeando si llevarlo o no, es demasiado alegre para mi gusto. Recuerdo que fue uno de los últimos obsequios de mi abuela, a quien nunca visité porque estaba en un hogar de ancianos en Francia, la familia de mamá creyó que sería mejor para ella volver a sus "raíces", aunque solo se dispusieron a llevarla allí...y punto. Únicamente mandaba cartas, y un día recibí este paquete. Se lo agradecí por supuesto, pero nunca lo usé; es mucho para mí con sus coloridas flores bordadas de aspecto moderno depositadas en la parte inferior de éste...no...no puedo, ¡al diablo!, se viene conmigo. Por último busco en la ropa sucia (sí, debo lavarla), saco de la mochila la foto vieja y la moneda y las pongo en el morral poco convencional con depresión por estar sumergido en el desuso, el oscuro y polvoriento mundo del closet, vamos, vamos amiguito depresivo.
Salgo tan íntegra como entro. Incluso mantengo mi rostro impasible.
<<Oye, ¿es mi impresión o te vistes de mejor forma?>>
–Cállate.
<<No, en serio, así hasta podrías conseguir una vida social activa, ya sabes...ampliar tu círculo. >>
Suelto un bufido malhumorado por:
1) No tiene que decirme si lo que uso está bien, no le interesa.
2) No pienso ampliar mi círculo de amigos, con él tengo bastante.
3) Mis relaciones ni siquiera son un círculo, son un cuadrado.
4) ¿Él hablando de socializar?, ¡vamos!, ¡está muerto!
Me dirijo a la sala a despedirme de Ambar y papá ahora también está levantado.
–Vaya nena... ¡Que linda estás!–. Él toma de su taza de café y se detiene a observarme...si a papá le parezco bonita debería correr a cambiarme.
– ¡Síí Frudu!, ¡sabía que tenías una hija bonita!– Ambar aplaude y se ríe infantilmente. No tengo tiempo ni voluntad para establecer ese tipo de conversación, así que digo adiós a cada quien y me voy a la biblioteca.
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