CAPÍTULO 4:

Unos minutos después ya está todo listo para el Festín del Terror, mi papá está en el bajo, el hombre de la entrada, Joe, en el teclado, el señor Ramírez, el cartero de mi vecindario en la batería y...

Daniel me llama la atención tocándome el hombro:

–El que está en el saxofón es mi padre–lo señala con poco interés y bebe un sorbo de cerveza–Ben, aunque prefiere que lo llamen B.N, ya le dije que quitarse una letra del nombre y hacerlo una sigla no lo hace ver "cool", pero no quiere escucharme.

Yo bajo la cabeza con resignación:

– ¿Viste esa furgoneta negra con un E.T y ovni ridículos?

Abre los ojos confundido:

–Sí, ¿qué hay con eso?

–Yo...llegué en ESO y su nombre es Jenny.

Daniel presiona sus labios para contener la risa.

–Adelante–digo solemne–puedes reírte si quieres.

Sacude enérgicamente la cabeza.

–Lo que pasa es que..., ¿viste el camión de helados con personajes de caricaturas japonesas dibujadas en él?

–No...

Se sorprende ante mi respuesta:

– ¿No?, no sé qué me sorprende más, él que no lo vieras o el hecho de que tenga que viajar en eso a casa, bueno, se llama Shannon–. Se echa a reír de una forma tan casual que no puedo evitar sonreír, es como una versión de Ann, solo que con menos histérica y hombre.

La música jazz invade el lugar, debo admitir que este sitio está plagado de sorpresas:

1) La decoración exótica parece encajar.

2) ¿Mi padre tocando Jazz?

3) Una persona que sufre las mismas situaciones que yo.

4) Esta persona llamó a mi padre viejo.

5) Esta persona me hizo reír.

6) Mi socializar no está tan oxidado.

7) Creo que pude erradicar el problema imaginario...

Siento una punzada de dolor al recordar esa porquería de discusión, así que la mando al fondo de mi mente, no sin antes pisotearla y escupirle encima.

La banda no está tan mal, el único problema podría ser el nombre:

– ¿Cómo se llama?–. Tengo que levantar la voz para que me oiga.

– ¿Qué la banda?–responde en el mismo tono–Se llama "Los Chicos Guapos de la Nueva Escuela" o "LOCGUNE", lo último por cierto fue idea de mi padre.

Mi rostro se contrae con horror:

–Estás de broma, ¿cierto?

Niega fúnebremente. Sip, el nombre definitivamente es un problema.

Estuvimos ideando más apodos absurdos como "En pañales" o "Los Kindergarden", pero nos pareció mala idea no escucharlos, así que el resto del tiempo nos limitamos a hacerlo.

Aproximadamente luego de tres canciones paran para hacer un anuncio, el que habla es mi papá:

– ¡Hola a todos, gracias por venir!, con B.N–lo de las siglas no era mentira–planeamos dedicar esta canción a nuestros hijos, Juliet y Daniel, que están sentados en mesa de allí–. Su sonrisa es de oreja a oreja cuando nos señala a los dos, yo intento esconderme, pero Daniel me toma de la mano, levantándome. Luego sube nuestros brazos y nos inclinamos hacia las personas en modo de saludo. Nos aplauden y ríen ante la ocurrencia. Le sigo la corriente, aunque no puedo ocultar mi vergüenza. Al sentarnos me dedica otra sonrisa, pero ésta tiene el aspecto de ser confidencial. Yo se la devuelvo de forma normal, creo que podría ser un buen amigo...pero solo hasta ahí.

–Muy bien, comencemos–. Dice finalmente mi padre, tocan durante dos minutos un tema cambiante y musical, las partes fuertes, eléctricas y movidas deben ser para Daniel, y los tonos suaves, casi imperceptibles deben ser para mí, supongo.

Un rato después salimos del Club, Daniel está cerca de mí, moviéndose ágilmente junto con mis pasos, entonces me da un suave codazo:

–No estuvo tan mal, ¿no?

–No, la verdad es que no.

Suspiro accidentalmente, lo que atrae su atención:

– ¿Estás bien?–. Luce preocupado.

–Sí–trato de restarle importancia–es solo el cansancio, ya sabes, es tarde.

–Sí...es cierto–. Se encoge de hombros.

Nuestros padres ya están afuera esperándonos, ambos con un par de sonrisas estúpidas que quiero borrarles. Al llegar papá me presenta:

–B.N, ella es Juliet, mi nena–lo fulmino con la mirada a medida que abre la boca–en carne y hueso.

–Oh, ¿qué hay Juliet-t-t?–. Trata de imitar a un rapero, mientras tanto observo a Daniel, que se cubre con su manga corta azul marino hasta la nariz, visiblemente avergonzado.

–Me encuentro bien, ¿y usted?–. Arqueo las cejas para darle énfasis al "usted".

Ben cambia su gesto, se aclara la garganta para liberar una voz más adulta y me tiende la mano, yo por supuesto, se la acepto:

–Muy bien, gracias, señorita–y sin soltarme le dice a papá–tenías razón, es el carácter de su madre–. Que bien, mi papá es tan maduro que me compara con una señora de cuarenta, wow.

–Sí, pero es mucho más dulce de lo que parece–. Me ve de forma tierna, tanto que me hace sonreír, en cierta forma.

–Tú también me caes bien pa, tú también–. Me acerco a palmearle la espalda pero él me atrapa con sus brazos para ahogarme con su súper abrazo familiar.

–Esa es mi bebé–. Daniel sonríe de forma amistosa con los brazos cruzados.

Una vez me suelta me despido de B.N y de Daniel, pero cuando me aproximo él murmura:

–Deberíamos vernos de nuevo.

Yo asiento, pero decido agregar para no mezclar las aguas:

–Sí claro, me –no pienso usar la palabra del derivado "gustar"–agradó hablar contigo.

Subo a la furgoneta y partimos lentamente al departamento.

Son las dos de la mañana y estoy para morirme cuando llegamos, no soy de las chicas que madruga al acostarse, sino al levantarse. Aun así me alegra haber tenido la energía suficiente como para llamar a mamá.

Tras un pitido atiende:

– ¿Cariño?, ¿dónde estabas?, ¡me tenías preocupada!

–Lo siento ma, es que fui a acompañar a papá a su concierto y acabo de llegar.

–Ah, está bien..., ¿te divertiste?

Me sorprendo con mi propia respuesta:

–Sí, mucho, la pasé genial.

– ¿Estás segura amor?, te noto un poco decaída–. Mamá tiene ese satélite que les permite saber a las madres si una estuvo llorando, pero me las arreglo para confundir la señal.

–Sí, es que estoy cansada y necesito dormir–. Y no es mentira.

–Bueno, pero no te olvides de llamarme...–. Se supone que me quedaré con papá hasta el Lunes siguiente, la semana de verano correspondiente.

–No te preocupes, lo haré.

–Eso es, cariño. ¡Descansa!

–Tú también–. Y corto.

Lanzo un bostezo sonoro mientras me siento en la cama. En eso llaman a la puerta:

–Pasa–. Papá entra muy feliz, pero se ve cansado.

–Hola nena, ¿cómo estás?–se acomoda a mi lado, hundiendo el colchón bajo su peso. Yo me inclino hacia adelante apoyando los codos en mis rodillas.

–Muy bien, ¿tú?

Me empuja cariñosamente con su cuerpo:

–Yo bien...Hey, dime, ¿qué te pareció Daniel?, es lindo ¿eh?–. Ahora sé a lo que se refería con "no tan sola", genial, no le basta con ser un niño, sino que además se cree casamentero.

–Perece ser buena persona, creo. Papá, estoy cansada, ¿te importa si hablamos mañana?–. Y cuando digo mañana me refiero a que doy el tema por clausurado.

–Oh, claro, descansa nena–me besa la frente y se retira de la habitación, no sin antes decir–Te quiero bebé, y sé que tú también lo haces–. Yo sonrío levemente y él cierra la puerta. Esa es una de las razones por que lo aprecio, me comprende y acepta, bueno, en parte.

Busco en el guardarropa mi camiseta-pijama súper larga, cuando escucho un gran ruido en la puerta, la abro e ingresa sagazmente mi gran "amigo", el Duque Henry. Se sienta y me mira con la cabeza inclinada. No me gusta como lo hace, así que no tengo nada mejor que hacer más recriminarle:

– ¿Qué?, ¿tú también vas a gritarme?

El perro solo ladra y menea la cola, bien por él. Me meto en la cama, que se encuentra fría al tacto, pero huele bien (eso es porque debido a lo de Henry tuve que básicamente cambiar las sábanas, sobre todo la almohada). Me volteo para ver a la pared y cierro los ojos, pero inmediatamente llega ese maldito recuerdo de la pelea que tuve con él, cada palabra repitiéndose como una grabadora, cada frase hiriente... ¿por qué me trató así?, no tenía derecho, puede ser que lo haya ignorado o callado un par de veces...bueno, muchas veces, ¡pero aun así no debió hacerlo! Tal vez, solo tal vez es posible que tenga razón, al fin de cuentas en casi todo el día he pensado sobre lo mal que luce todo y lo deprimente que soy, pero, sigo sosteniendo que no sabe nada sobre mí. Si supiera al menos que hay algo faltante en mi vida...desde hace unos meses estoy más vacía que de costumbre, como si me hubiese roto igual que una sucia y vieja vasija. Lo frustrante es que no sé por qué...simplemente...simplemente pasa. Y justo cuando pensaba que yo no podía estar más trastornada comienzo a escuchar la voz de alguien, y a ese alguien lo conozco, creo... ¡Ya no sé ni de qué estoy hablando!, el punto es que entiendo que sea difícil estar muerto o algo así, pero:

1) No es mi culpa.

2) Él comenzó la discusión.

3) Lo repito demasiado, pero es la verdad y me desespera: ¿qué sabe de mí?, aunque ahora que lo pienso... ¿Qué sé yo?, ¿quién soy?

Estoy tendida en la hierba, me siento distinta, sé que soy yo pero a su vez no, es...extraño. Todo se ve brumoso, arriba hay pequeñas gotas verdes que se mesen, parecen ser ramas de un árbol, giro mi cabeza y veo un bulto borroso, es un rostro que se encuentra a la altura del mío, está diciéndome algo mientras sonríe pero no logro escucharlo, no sé quién es, está demasiado confuso como para identificarlo. Solo siento que soy feliz, que estoy sonriendo. Le contesto, no puedo determinar qué...De repente el suelo que nos sostiene se cae y esta persona se hunde con él. Me invade una angustia monstruosa, debo llamarlo, debo hacerlo si no quiero perderlo, vamos ¡llámalo!, ¡llámalo!

– ¡KEVIN!–. Grito desgarradoramente mientras trato de alcanzarlo con los brazos, pero algo me detiene, un peso muerto, veo que la persona se voltea cundo lo nombro, y me habla antes de sumirse en la oscuridad, estoy segura que dijo un nombre.

– ¡NOOO!–. Me incorporo de un salto, estoy sudando a chorros y mi voz es un solo jadeo, tengo la garganta seca.

Me doy cuenta que Henry está ocupando la mayor parte de la cama, presionando mi cuerpo contra la pared, trato de moverlo pero es inútil, así que lo esquivo.

Voy directo al baño a refrescarme porque me encuentro totalmente ahogada. Me encierro y salgo prácticamente empapada. Aunque estoy mejor no seré capaz de dormir. Camino al refrigerador en busca de comida, pues caí en la cuenta en que no he comido nada hace horas.

Encuentro un yogur de durazno de buena apariencia, lo tomo y me lanzo en uno de los puff a beberlo lentamente con una cuchara para postre. Todo está en silencio, es la oportunidad perfecta para decirlo, así que lo medito un poco, tomo aire y lo hago:

–Escucha, rara vez hago esto así que considéralo un regalo...lamento si te hice sentir mal, lamento todo lo que te está pasando, pero debes entender que a mí me ocurre algo también, y no, no es un ataque egocéntrico de auto compasión, es la verdad y te la voy a contar–hago una pausa–pero antes que nada da un señal de que me estás escuchando porque no voy a decirlo dos veces.–unos minutos después logro escuchar un leve y contrariado asentimiento–Bien–suspiro–una cosa falta en mi vida falta...no sé qué o quien sea, pero falta ¿entiendes?, hace un tiempo que me encuentro encerrada en esta maldita y agobiante situación y ni siquiera sé si podré salir de ella algún día. Ahora un perro está ocupando mi cama y yo ahogando mis temores y penas con yogur de durazno de origen desconocido, mientras me disculpo con un chico muerto con el que vengo hablando desde hace dos días–. Termino la oración con una bocanada de aire pues hablé demasiado rápido.

Pasaron unos minutos:

<<Admítelo>> Dijo por fin.

– ¿Qué?

<<Admite lo que eres>>

– ¿Me perdonas sí o no?

<<Sólo si lo haces>>

Lanzo un suspiro casi teatral con evidente fastidio:

–Está bien–murmuro–admito ser egocéntrica.

<< ¿Y? >>

–Autocompasiva.

<< ¿Qué más?>>

Muerdo mi labio inferior pensativa, repaso mentalmente todo lo que él me llamó y lo digo en voz alta. Aunque me pesa debo hacerlo si no quiero seguir tomando este estúpido yogur.

– Sociópata, me creo una aberración de la naturaleza–o algo así–una tonta y fea rechazada ¡y soy una completa retardada mental al estar haciendo esto! –. Termino por fin, dejando el envase de yogur a medio terminar estrepitosamente sobre la pequeña mesa y luego cruzándome de brazos.

Un momento después escucho una risa sonora y luego:

<<Disculpa aceptada, no puedo creer que hayas dicho esas cosas, debí haber traído mi cámara. >>

Estrecho la mirada hacia la nada, esperando que capte la idea:

–No lo arruines.

<<Bueno, bueno, nada de cámaras..., ¿sabes qué?>>

– ¿Qué?

Le siento sonreír:

<<No eres tan sociópata después de todo. >>

Coloco una mano en el pecho y me abanico el rostro como si fuera a llorar:

–Oh, por Dios, estoy tan agradecida.

Su voz muestra un hilo de diversión disfrazado de fastidio:

<<No lo arruines>> Dice.

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