CAPÍTULO 3:
Henry no deja de mirar hacia el vacío, supongo que después de todo es un perro que comparte casa con mi padre, y al igual que yo tiene mucho que pensar, por ejemplo: ¿Cómo un hombre tan grande consigue comprar cómics sin que lo vean con cara rara?, o peor aún, ¿cómo rayos consiguió pareja?, solo espero por el bien de todos que no tenga catorce.
Yo quiero a papá, suele darme mi espacio, pero lo que pasa es que tiene a un niño de diez años por mentalidad, es un tanto difícil a veces.
–Voy a mostrarte tu habitación–. Al parecer se cansó de esperar a que yo mostrara iniciativa, puesto que hemos estado viendo la TV por al menos tres horas y no se me antojó saber dónde dormiré.
Lo sigo sin decir una palabra, él abre la puerta que se encuentra frente al baño por el angosto pasillo.
Es un cuarto sencillo, paredes pasteles y piso de madera con un escritorio y computadora (la que él me regaló en uno de mis cumpleaños). También están mis viejos posters de películas y bandas que ni siquiera recordaba. Hay una ventana mediana con cortina blanca, un armario y una cama de madera de aspecto acogedor. Aquí ya está mi maleta, en la mitad.
Tras unos minutos papá decide hablar:
–Nena, voy a mi zona de inspiración, ¿de acuerdo?–su zona de inspiración suele ser su dormitorio o el baño, dependiendo de lo que tenga que hacer– ¿Necesitas algo?
–No pa, estoy bien–. Me siento en la cama que rechina ante mi peso.
Cuando se retira yo me deslizo a la ventana y observo boquiabierta la vista: Cientos de edificios se encuentran desordenados como multitudes bulliciosas. El Sol, que ya ha bajado un poco, se posiciona precisamente encima de las construcciones lejanas como si estuviese en un eclipse constante. Tengo una contradicción en ese punto, se ve tan siniestro como cálido, es...hermoso.
Me arrodillo cerca de la maleta y empiezo a desempacar, mi ropa va a parar al clóset, mis pequeñas pertenencias al escritorio, y mis objetos de higiene decido dejarlos conmigo por seguridad. Una vez papá usó mi cepillo de dientes para limpiar sus uñas accidentalmente y no, no es una experiencia que quisiera repetir, nunca jamás.
Estoy por terminar cuando una voz irritantemente conocida me sobresalta:
<<Estaba pensando...>>
Bufo sonoramente para que él o eso pueda escucharme:
– ¿Qué?
<<Tu papá es genial. >>
Continúo doblando mi ropa y organizando lo último.
–Si con genial quieres decir irresponsable, entonces sí, claro que lo es.
<<Yo creo que tú eres la aburrida, tanto tu amiga como tu padre son buena onda, un poco ratitos, pero buena onda. >>
Frunzo el ceño:
–Cállate, ¿qué sabes de mí?
La voz parece sonreír:
<<Bueno, tu nombre es Juliet, te gusta usar sandalias, eres amargada, malhumorada y tienes altas probabilidades de ser una sociópata. >> Espera, ¿acaba de llamarme sociópata?, esto es el colmo, no solo tengo que aguantar la voz de un chico en mi cabeza, sino que además es un idiota insensible que solo abre la boca para soltar excremento en mi cara.
– ¡Al menos esta SOCIOPATA tiene PIES para usar sandalias!–grito– ¡Al menos tengo un cuerpo!
Está en silencio al menos por dos minutos:
<<Ouch, eso dolió, pero para tu información sí tengo un cuerpo genia, estoy justo detrás de ti>>
Instintivamente me volteo pero no hay absolutamente nada.
–Oye, imaginario, deja de molestarme o me veré obligada a tomar pastillas para borrarte.
<<Aquí vamos otra vez con lo del amiguito imaginario, –se escucha molesto– NO-SOY-UN-AMIGO-IMAGINARIO, ¿entiendes?, soy...–suspira– Soy un fantasma, ¿de acuerdo?, no sabía cómo decírtelo sin que te asustaras, pero el punto es que ayer en el baile, no tengo idea del porqué, luego de que te seguí no me pude apartar de ti. Traté de escapar toda la maldita noche, estoy cansado, no entiendo nada y tú eres la única que puede ayudarme...y ahora sin más preámbulo pasemos a ver el show de la chica que entra en shock al enterarse que está siendo perseguida por un chico muerto>> Murmura triste e irónicamente.
Yo comienzo a reírme mientras me echo en la cama para aguantar el dolor de estómago.
Cuando por fin me recompongo vuelvo a sentarme con rostro desafiante:
–Lo creeré cuando lo vea.
Solo hay silencio atónito, ¿de verdad creyó que me daría un ataque?
<<Ok, pero cuando lo hagas no apartarás tus ojos de mí, soy irresistible. >> Dice con voz acaramelada.
–Sí, seguro...oye, tengo que saber cómo te llamas si vas a seguir fastidiándome
Tarda más de la cuenta en responder:
<< Hummm, no lo recuerdo. >>
No puedo evitar sonreír:
–Qué ¿ni un nombre?
<< Nop, nada. >>
– ¿Algún dato en especial?
<<Creo que tengo diecisiete o algo así. >>
–Ah, me sirve–mis ojos se abren un poco–eres un hombre, ¿verdad?
<< No, soy una chica con voz de macho..., ¿estás bromeando?>>
Me encojo de hombros.
–Puede que sí, puede que no.
<<Basta de hablar sobre mí...vamos cuéntame, ¿qué clase de chica eres? Quiero saber si tendré que dejarte sola para hacer cosas con hombres, tú sabes, eso que algunos le llaman...>>
Siento que me sonrojo así que aparto la cara y respondo antes de que acabe:
–No, por supuesto que no.
<<Oh...–exclama con interés–chica pudorosa, te voy a hacer un favor...–percibo un escalofrío en mi espalda y luego un susurro claro– SEXO. >>
Mi rostro completo se pone rojo.
–Cállate, idiota.
<<Mmmm, claro...–cambia de tema– ¿Sabes?, ya te he visto actuar y puedo deducir que te crees un fracaso de la naturaleza, una aberración y que tus padres y amiga te quieren simplemente porque es una obligación moral. >>
Me contengo para no gritar, por lo que simplemente me levanto de la cama:
–No tienes ni idea de cómo soy, en absoluto, así que cuando tengas algo que ver con mi vida llámame ¿sí?, hasta te doy mi número.
<<Lo siento, no acepto teléfonos de chicas vulnerables. >> Vulnerable, ¿en serio?...no es más imbécil por falta de práctica.
– Pensándolo bien, yo no puedo charlar con idiotas pretenciosos, ya sean imaginarios o no–. Me levanto y atravieso la puerta tan erguida como puedo, cada vez que hablo con eso las cosas salen mal, y no es un resultado muy productivo.
El lugar está vacío a no ser por Henry, que no para de menear la cola. Llamo a papá un par de veces pero no responde. De repente el estúpido perro no resiste su euforia y se lanza sobre mí, lamiéndome el rostro, una y otra vez.
– ¡Henry, fuera!–es como tener una vaca encima con una lengua de un metro enrollada en tu cabeza, claramente desagradable–¡Henry!–el perro nada–¡Por favor vaca tonta muévete!–. Lo empujo con todas mis fuerzas hasta que por fin entiende, apartándose solo lo suficiente como para poder pararme.
<<Mira, el perro te ama>>El chico lo dice burlándose, apuesto a que está viendo mi rostro empapado en baba, seguro.
–Mejor cierra la boca–. Miro hacia atrás suponiendo que "está" ahí, doy un paso adelante y resbalo, cayendo en un gran, enorme, monstruoso charco de pipí (juro que momentos antes no se encontraba allí). Todo mi cuerpo, además del dolor por el golpe, está bañado en orina. La ropa comienza a impregnarse así que corro asqueada a la ducha. Voy a abrir la puerta pero está cerrada, desde dentro escucho un leve "Ocupado", al parecer es papá.
– ¿Te falta mucho?– Si no sale en los próximos tres segundos tiraré la puerta abajo.
–No, bebé–grita–falta poco.
Aprovecho para juntar mi ropa nueva, jabón, toalla y mis productos para el cabello, que en realidad consiste en shampoo para laciar el pelo, y no, no sirve para absolutamente nada.
Observo el reloj desesperada, hace media hora que está allí dentro cantando espantosamente mal y yo ya huelo como alguien que falleció hace una semana mientras corría una maratón sin desodorante y con pie de atleta.
Por fin la gloriosa puerta de abre, papá sale envuelto en una toalla, con el cabello tan ondeado como el mío cayendo por sus hombros y su barba cubierta por pequeñas perlas de agua.
La sonrisa fresca de mi padre se borra en cuanto me ve...u olfatea.
–Oh nena, ¿qué pasó?
Me adentro al baño como una saeta:
–Henry, pipí, adiós–. Cierro de un golpe.
Estoy realmente repulsiva, por lo que me meto sin pensarlo mucho, aunque es una ducha llamativa si te detienes a observar el curioso diseño de la cortina, unas flores negras que en mi opinión son demasiado grandes y oscuras para..., bueno, una cortina. Abro el grifo con fuerza, el agua me toma por sorpresa así que disminuyo la presión. Por fin puedo quitarme la suciedad de encima, veo el agua amarillenta huir en un torbellino hacia el desagüe, no sin antes recorrer todo mi cuerpo, lo cual me resulta un tanto asqueroso.
Tardo más de la cuenta en bañarme, un poco por la mugre y otro poco porque realmente es agradable encontrarme en una nube de vapor, que me envuelve como una especie de brazo materno. Uso mi mano a modo de lápiz con la intención de dibujar espirales en ella, disipándola para que luego vuelva a asentarse. Permanezco allí hasta que estoy mareada por la falta de oxígeno. Me pongo otro de mis pantalones jeans y un buzo negro con cuello tortuga (sí, negro, que original), me ato el cabello con mi peinado renovador (medio moño, por supuesto), pues no puede ser de otra forma. Y cuando por fin me siento tranquila y limpia logro salir bastante estable...si se le puede llamar así.
Cuando voy a mi habitación nuevamente, allí está el condenado perro, acostado a lo largo de mi cama presionando la almohada mientras veo como la baba cae para encontrar la superficie suave y fresca de lo que una vez usé para sostener mi cabeza. Si no fuese porque pesa aproximadamente cien kilos y tiene un arsenal completo de fluidos corporales en su interior ya lo hubiese retirado instantáneamente.
Suspiro tan aireadamente como puedo mientras miro por la ventana, que me regala una vista completamente nueva de la ciudad, ahora que anocheció, las luces de los edificios parecen anunciar una eterna navidad...una empalagosa, alegre y extremadamente eufórica navidad. Genial, hasta la ventana insiste en que admire la felicidad de otros, lo admito soy quejumbrosa, pero ¿qué es lo que tengo que no me permite ser normal?, creo que ni siquiera clasifico como antisocial puesto que no suelo ignorar a la gente que me habla, bueno, a no ser que cuentes como persona a esa escandalosa vocecilla en mi cabeza...¿quién se piensa que es?, me llamó vulnerable, aberración, un...¿error de la naturaleza?, sí algo así, sin mencionar el incorrecto uso de la palabra sociópata. Un poco amargada puede ser, incluso acepto lo de aburrida, (aunque en realidad no sea mi culpa) pero ¿vulnerable?, eso sí que no, vulnerable es alguien débil que se rinde ante el más mínimo obstáculo, incapaz de contraatacar...y yo no soy eso. Además, no estuve todos estos años construyendo mi coraza como para que alguien como él, o mejor dicho eso me la rebaje, ah no señor, si quieres guerra, guerra es lo que tendrás.
En eso abren la puerta:
– ¿Nena?
Me giro rápidamente, con mis mejillas ardiendo por el enojo:
– ¡¿Qué?!–tapo mi boca casi en seguida, no era mi intención gritarle, al menos no a él. Papá se aparta un poco de la puerta, haciendo una especie de cruz con sus grandes dedos y expresión de sorpresa:
–Oye cariño, me hubieras avisado si habían hormonas de por medio–. Oh que bien, otro adolescente varón en esta casa.
–No papá, es solo...–sacudo la cabeza para disipar las emociones–No es nada, olvídalo. ¿Qué pasa?
Suaviza su expresión y relaja los hombros:
–Era para darte una invitación. ¿Te gustaría ir a Los Cocos de Chanel?–. Su sonrisa parece la de un niño rogando por salir afuera.
Yo estrecho los ojos e inclino la cabeza:
– ¿Qué?
–Es un Club, vamos a tocar con nuestra banda y me encantaría presentarte a unos amigos que están deseosos de conocerte.
Despliego mis ideas:
1) Papá toca horrible, y más cuando lo hace junto a sus amigos.
2) "Los Cocos de Chanel" no suena precisamente a un sitio prometedor.
3) Por otro lado necesito despejarme.
4) El estúpido perro aún no ha desocupado mi cama, así que si quisiera acostarme no podría.
5) No quiero ser la responsable de que mi padre muera de un infarto si no voy.
6) Debo reparar mi reputación, probablemente les haya hablado "maravillas" de mí que son consideradas blasfemia y no soy fan de la blasfemia. Así que...
–Está bien, sí voy.
Papá sonríe más y me levanta en sus brazos como una niña pequeña:
– ¡No te arrepentirás!
Marchamos hacia la furgoneta, y sí, E.T sigue mirándome. No sé por qué se me ocurrió que desaparecería si contaba hasta tres, suena infantil, pero estoy desesperada.
<< ¿Ves? Rarito pero buena onda >>Cierto, increíblemente se me había olvidado que contábamos con un chico parásito desconsiderado como tercer acompañante.
–Sí, seguro–. Susurré.
El camino fue bastante largo para mi gusto, aun así me entretuve viendo las luces carnavalescas de los locales, y una cosa que noté es la gran cantidad de puestos de comida...ahora sé por qué papá eligió mudarse a este sitio.
Nos detuvimos en el extravagante "Los Cocos de Chanel", un pequeño pub que parece tener algo de estilo a pesar de todo. Un cartel de neón verde titila su nombre, acompañado de un saxofón amarillo. Llamativo, pero no hasta el punto de ser grosero. Me corro del asiento y voy hacia la puerta, a ambos lados de la entrada hay una pequeña palmera. Cuando vamos a ingresar me encuentro con un hombrecito moreno mayor que usa lentes negros y boina, está encorvado en su silla vieja de madera, como concentrado. Mi padre sonríe al verlo:
– ¡Hou, hola, Joe, Joe!–papá le coloca la mano encima cuando éste se la tiende y realizan una especie de saludo jovial que no logro seguir. Luego me toma por los hombros y me acerca a él lo más paternalmente posible–Joe, ella es Juliet, nena, él es Joe–. Me posiciona exactamente frente al hombre y este coloca ambas manos perpendicularmente, solo en ese momento me doy cuenta de que es ciego.
Le llevo mi mano a la suya, la sostiene con las dos, la escudriña delicadamente y por último la mece en forma de saludo.
–Un placer conocerte señorita, mi nombre es Joel, pero puedes llamarme Joe si gustas.
Le dedico una sonrisa que obviamente no puede ver:
–Igualmente Joe, soy Juliet, pero puede llamarme...Juliet–. No pienso decirle "nena" o "cariño" y mucho menos "Ju", así que Juliet está bien.
Él se endereza en su asiento, con la boca curva en una pícara sonrisa:
– ¿No piensas presentarme a tu amigo?
Miro confusa en todas direcciones, ¿un amigo?, creo que su percepción le está fallando.
–Eh...solo somos nosotros dos–. Nos señalo inconscientemente y me sonrojo por la estupidez, seguro que me vio, seguro.
Su gesto se ensombrece:
–Oh, lo siento, suele pasar.
Comienzo a sentir un cosquilleo en la nuca, ya me ha pasado suficientes veces como para saber que a continuación la voz masculina desconocida me iluminará con una de sus elocuentes intervenciones, y no me equivoco:
<<Oye, no es por ser paranoico pero creo que este hombre puede verme>>
–Claro que no idiota, es ciego–. Farfullo, agradecida de que nadie haya podido oírme.
<<Bueno, entonces puede olfatearme o algo, posiblemente sea tan hermoso que fui capaz de devolverle milagrosamente la vista con mi esplendoroso cuerpo>> Agrava su voz y termina la oración con una risa sonora. Acabo de hacer un descubrimiento monumental: existe alguien más inmaduro que mi padre.
–Nena, es mejor que entremos–. Me devuelve a la realidad, poniéndome una mano en la espalda para impulsarme hacia delante. La verdad es que no me esperaba un interior así:
Un lugar amplio, la paredes son tan verdes como el cartel de afuera, hay sillas y mesas por doquier, blancas y negras, cada una tiene su veladora correspondiente y manteles de diversos colores. A la izquierda hay una barra bastante larga de madera lustrosa con unos taburetes estilo moderno. Y detrás de ella un barman mezclando enérgicamente varios líquidos de aspecto llamativo con una sonrisa jovial, aquí todo tiene su carácter, y no voy a mentir, me gusta.
Al final se encuentra un pequeño escenario con un par de parlantes, y unas guirnaldas de diminutas esferas luminosas que "resaltan" el marco donde los músicos tocan.
Papá no tiene mejor idea que llevarme hasta la mesa más cercana al escenario, si piensa que gritaré o me pondré una camiseta de "Ese es mi papi", está completamente loco.
Me siento de mala gana tras un leve bufido, pero está tan feliz que ni lo nota.
–Voy a buscar mis cosas y a prepararme con los chicos–cuando dice chicos se refiere a hombres de entre cuarenta y setenta años, sí, unos...bebés– ¿estarás bien aquí sola?–hace una pausa con una visible sonrisa–Bueno...no tan sola–. Su boca se curva aún más y sus ojos brillan vivaces, sin decir una palabra se va, yo me levanto inmediatamente con gesto alarmante:
– ¡¿Papá que piensas hacer?!
Ya se fue.
<< ¿Qué habrá planeado tu padre?>> Se escucha curioso, yo diría que hasta divertido.
Me vuelvo a sentar estrepitosamente y apoyo un codo sosteniendo la cabeza con la mano en forma aburrida.
–Yo que sé.
Cuando me duele la columna por la posición me enderezo y hecho una mirada furtiva alrededor, hay grupos de personas conversando animadamente, pero no demasiadas; y al otro extremo de la sala un chico que sonríe, no hay duda, me está observando.
Aparto la vista para ocultar mi sonrojo, pero noto por el rabilo del ojo que se levanta y viene hacia acá...oh por Dios, sí viene hacia acá.
Escucho un aguante de risa:
<< No...¿Te pusiste así por ese tipo?, wow chica, se nota que no tienes práctica alguna. >>
Me sonrojo aún más:
–Tú qué sabes–. Murmuro, iba a agregar otra cosa pero alguien se sienta frente a mí, sip, es el chico.
–Hola,–al parecer su boca no se cansó en todo el trayecto, porque continúa feliz; tiene unos ojos castaño oscuros excesivamente grandes y unos dientes tan blancos y parejos que dan la sensación de que usa implantes, como los actores adinerados– soy Daniel.– me tiende una mano de apariencia ágil y un poco tostada...diría que es músico o algo así–Tú eres...–entorna los ojos y aprieta la sonrisa queriendo recordar algo, un segundo después su expresión estalla como si hubiese ganado la lotería– Juliet, ¿cierto?, tu padre nos ha hablado mucho de ti...eres más bonita de lo que imaginaba–. Oh no, me llamó bonita y ahora sonríe, ¿qué es esto, un intento fallido de romanticismo?, ah espera...la que está fallando soy yo, sonrojándome como idiota, oh sí, soy muy buena platicando con chicos, ¿qué diría mi amiga?, probablemente algo así como "Cariño, tú eres el hermoso", pero no me sirve, no a no ser que quiera vomitar.
–Eh, gracias– rodeo mi pecho con ambos brazos y me los froto por el frío repentino–lamento decirte que mi papá no habló de ti–. Qué bien, ahora lo abofeteo con mi deprimente y nada interesante conversación, encima de todo le dejé bien en claro que no me interesa...definitivamente le iría mejor a mi descerebrado compañero invisible hablando con él.
El chico muestra por una milésima de segundo una mueca dolida, pero la sustituye mágicamente por una sonrisa, del tipo simpatía-para-simpatizar.
–No me sorprende–sacude la cabeza y se acerca más a mí con mirada pícara–no es una novedad que los de aquí se olviden de un par de cosas...no les vayas a decir porque me descuartizarán–estaba susurrando pero ahora bajó más la voz–están viejos.
Me hace reír, creo que por ser la primera vez que alguien que no soy yo menciona que mi padre es viejo (bien, Daniel, te anotaste un punto). Trato de centrarme, me pongo seria y le pregunto lo que por obligación me parece necesario:
– ¿De dónde conoces a mi padre?–. Sin quererlo mis ojos se abrieron con interés.
Él los cierra mientras señala hacia atrás, como tratando de explicar algo:
–Mi papá "toca"–realiza las comillas con las manos–con el tuyo, lo conocí en las prácticas y me habló de ti, no voy a mentirte– sonríe, otra vez–quería verte.
Cuando ya estoy totalmente incómoda, a punto de sufrir un espasmo emocional, corporal y mental combinado con un ataque de hipertensión por la cantidad de sangre que me llega a la cabeza, un mesero aparece, observándonos de una forma que yo considero empalagosa:
–Buenas noches, ¿qué desea la pareja?
Daniel suelta una fresca y cantarina carcajada, yo en cambio trato de arreglármelas para meter mi cabeza entre los hombros.
<< Buenas, si no es mucha molestia traiga un puñetazo para este casanova barato y una pistola para que a la señorita se la trague la tierra, gracias>> Su tono imita a las operadoras telefónicas.
Cuando se recompone aclara su garganta y dice:
–No, no somos pareja.
El mesero se cubre la boca apenado:
–Oh, disculpen..., ¿qué van a ordenar?
–Un refresco, por favor–. Le digo lo más inexpresiva posible.
Daniel no para de mirarme con ojos brillantes mientras elije:
–Deme una cerveza, por favor.
El mozo asiente y se retira con paso rápido.
– ¿Tomas alcohol?–.Arqueo una ceja.
–Tengo diecisiete, no es tan grave–. Se encoge de hombros.
Iba a replicar "No tienes dieciocho", pero me pareció que al decirlo arruinaría cualquier oportunidad de socializar.
<<Mmm... Tú no me engañas muchacho, eres un alcohólico. >> Ya comienza a impacientarme.
–Cállate, ¿quieres?–. Murmuro
<<Oye, sabes que solo tú puedes oírme, ¿no es así?>>
Lanzo un leve bufido.
– ¿Estás bien?– Daniel me mira extrañado.
<< ¿Ves?, ahora pregunta cómo estás, a penas te conoce y ya quiere saber tu estado, juega muy sucio>>
Entonces estallo:
– ¡Pero, ¿por qué no me dejas en paz?!–. Alzo la voz lo suficiente como para que los más cercanos se volteen a verme.
– ¿Disculpa?–. Él entorna los ojos, casi la misma reacción que tuvo mi papá cuando le dijeron que el arreglo de su auto salía más de 3.500 U$S.
Yo comienzo a sudar:
–Eh, sí...es, es que, hace rato que una mosca me molesta y– no tengo mejor idea que simular atraparla, golpeando tan duramente la mesa que hago vibrar la veladora, y no, no mejoró la situación– ¡aquí está!–. Luego, para terminar mi actuación de $1,75, tiro el insecto imaginario al suelo. La gente ya no me mira pero él sigue dudando...demasiado.
–Debo ir al baño, ya sabes...yo, chicas, –oh sí, la excusa perfecta–nos portamos raro cuando–no puedo creer que diga esto–las hormonas andan cerca–. Mis ojos se abren ante la posibilidad de que lo haya malinterpretado y crea que sean "sus" hormonas las que están cerca...cielos ¿qué rayos estoy haciendo?
–Ah–su expresión se suaviza un tanto–descuida, a todos nos pasa–. Me guiña condescendiente.
Yo lanzo una risa rápida y casi imperceptible, mientras huyo de la situación hacia el baño. Cuando voy a entrar noto que la puerta dice "Hombres", genial, ¿por qué no me cae un rayo y acabamos con esto?
Miro hacia mi mesa para comprobar que no lo vio, y por suerte para mí estaba distraído observando como preparaban el escenario para tocar. Ingreso al otro antes de que lo note.
Una vez dentro dejo que el sonrojo suba hasta quedar atrapado en mis mejillas, respiro profundamente y me lavo la cara para refrescarme. Cuando logro calmarme recuerdo porqué vine aquí y tengo deseos de aventarle el lavabo, el inodoro y todo lo que encuentre a este tipo-intruso imaginario.
–Dime, ¡¿qué rayos te pasa?!
<<No me digas que estamos en el baño de las chicas, oh, genial...pero está vacío, que decepción. >> Habló casi tan rápido que no pude seguirle el hilo.
Me cruzo de brazos:
– ¡No me ignores!–espeto–Te hice una pregunta.
<< ¿Ves?, ahora sabes lo que se siente que te ignoren, no es nada agradable ni considerado de tu parte. >>
– ¿Considerado?, ¿de qué hablas?, ¡ni siquiera me conoces!, además, ¿por qué tengo que ser considerada con alguien que ni siquiera puedo ver?
<<¡El que no me puedas ver no significa que tienes que ignorarme!, ¿puedo sentir sabes?, ¡hace horas que estoy esperando que me ayudes, pero solo escucho quejas y quejas, "Oh pobre de mí, soy una tonta y fea rechazada" o "¿Qué sabes de mí?, cállate", ¿quieres que te diga lo que sé?!, bueno, ¡eres una estúpida ególatra que está demasiado ocupada siendo auto compasiva como para preguntar por los demás!–en ese punto su voz se quiebra– Pero, ¿por qué tendría que importarme?, estoy muerto!>> Todavía puedo sentir un par de jadeos en mi mente cuando para.
Se hace un nudo en mi garganta, la desagradable sensación de que mis ojos van a estallar, y ni siquiera puedo controlarlo. Las lágrimas arremeten contra mi estructura, éstas llegan junto con el enojo así que levanto la cabeza para que me vea bien:
–Tú–siseo–tú... ¡Eres un maldito estúpido!–. Chillo, luego presiono mis dientes hasta que duelen para dejar de lagrimear, voy directo al grifo y el espejo está ahí, devolviéndome la imagen de una chica hundida, sus ojos irritados, rostro sudoroso y nariz un tanto hinchada y roja, maldición, ese idiota no solo me vuelve loca, sino que también me hace llorar...imbécil.
Lavo mi rostro con ímpetu hasta disimular mi expresión ruinosa, quizá si vuelvo a la mesa la oscuridad solucione el resto.
Al salir todavía tengo mi cabeza a punto de explotar, pero veo que Daniel me sonríe y hace señas de que vaya ,lo cual sirve para distraerme un poco. Casi corro con la esperanza de que el aire fresco me calme.
–Disculpa la tardanza–. Finjo la mejor sonrisa que me sé y él la devuelve de forma sincera.
–No pasa nada, aquí está tu refresco–. Lo acerca un poco, yo lo tomo y noto que no ha empezado su cerveza, me esperó.
–Gracias–. Digo.
Tras unos minutos de incomodo silencio, decide romperlo:
–Hagamos un brindis.
– ¿Por qué?
–Tal vez sea lo último que hagamos después del concierto–alza su vaso– ¡porque nuestros padres no nos maten!
Me hace reír de nuevo, alzo mi bebida y las chocamos.
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