CAPÍTULO 24:
A medida que ingresamos a la ciudad nuestro trayecto se hace más inquietante, autos que casi nos rozan y desconcertantes luces rápidas por doquier me provocan cerrar los ojos y aferrarme fuertemente a lo único que tengo: La cintura de Daniel.
– ¿Estás asustada?–. Pregunta en voz alta para hacerse oír a través del motor y del casco.
Me sonrojo un tanto:
–Solo un poco, es que no suelo andar en motos.
Se estremece en lo que creo que una risa leve:
–Tranquila, no pasa nada.
Un minuto después escucho la voz de Kevin susurrándome al oído:
<<Vamos, abre los ojos, no puedes perdértelo. >>
Al abrirlos las luces no se ven tan mal, danzan formando franjas de diversos grosores y colores, como luciérnagas estrafalarias. Al parecer estamos en el centro pues son muchas y los vehículos están más abarrotados que nunca...esto me pasa por salir un sábado en la noche, hablando de sábado en la noche:
– ¿A dónde vamos?
–Pues...pensaba llevarte al cine, ¿qué tal?
No lo analizo mucho:
–Me parece bien.
Estacionamos unas cuadras más adelante porque no había espacio donde parar, sabía que estaba algo lleno, pero al entrar mi mandíbula cae de la impresión..., ¡¿cómo rayos entra tanta gente en un mismo lugar?! Bueno es cierto, no me cae muy bien la gente, ¡pero igual, apenas si se ven las carteleras!
Hay todo tipo de personas: Parejas, padres con hijos, solteros, ancianos; todos formando bloques espesos de individuos repletos de comida y bebida.
<<Menos mal que no ocupo espacio. >> Piensa en voz alta con una sonrisa estupefacta.
Daniel está tan feliz de tenerme cerca que nuca aparta su vista de mí, como si fuese un tesoro (la verdad me incomoda por momentos).
Finalmente cree que es momento de hacer algo:
–Tú ve a elegir la película y yo voy por la comida..., ¿deseas algo en especial?–. Sonríe.
Me encojo de hombros.
–Lo clásico, palomitas y refresco.
Asiente.
–Vuelvo enseguida.
Dicho esto se va derechito a hacer la fila y yo a lo mío, moviéndome sin ritmo a través de la gente dando lo sientos y disculpas cada medio segundo.
Después de anda saber cuánto tiempo consigo llegar a las malditas carteleras, las cuales veo sin mucho interés.
Hoy pasan una de terror, una de romance y otra animada, despliego mis opciones:
1) Romance ni hablar, no es necesario ser una rompe corazones para saber que si llevas a un chico que le gustas a esta clase de películas la cosa podría terminar muy mal.
2) Animada, seguro...no estoy para soportar a los bebés llorando, niños haciendo comentarios fuera de lugar y... ¡Ah!, se supone que soy grandecita para éstas cosas (estoy en la obligación de decirlo).
3) Terror, no me gusta ese género...ya tengo mucho fantasma en la vuelta, pero por otro lado los gritos evitarán que me duerma.
Volteo para avisarle a mi cita y veo un tipo de capucha roja mirándome fijamente para luego meterse en la multitud, no debe ser nada...pero tendré mis precauciones.
Daniel está a punto de pedir nuestras cosas cuando aparezco. El de capucha roja se queda lejos, pero tengo la sensación de que me mantiene vigilada.
Trato de restarle importancia, y por suerte para mí, Daniel colabora:
– ¿Ya elegiste?, chica rápida–. Me da un leve codazo mientras sonríe, yo le correspondo y ya de paso me calmo un poco.
<<Tú tampoco pierdes el tiempo. >>Espeta alzando una ceja.
Ignoro el comentario de Kevin:
–Sí, emm..., ¿terror te gusta?
–Como tú quieras–. Mantiene su gesto y deja caer la mano en mi hombro.
Toman nuestra orden, yo estoy más que dispuesta a pagar mi parte, pero él insiste.
<<Sí, acabemos con sus ahorros, ¿yo también puedo ordenar?>>
A pesar de que suena fastidioso logra sacarme una risa suave, pero solo una.
Con toda la gente que hay tardamos más de una hora en hacer la fila. Es la última función, la de las 10:30, y la película dura como dos horas así que tendré suerte si llego a casa a las 12: 45...podré con eso.
Cuando ingresamos a la sala nos sentamos en las filas del medio, estoy entre Daniel y Kevin. Nunca en mi vida creí que haría un trío en una cita, de nada sirve el dicho "tres son multitud" aquí, es más, nada convencional funciona en mí.
El tipo de capucha se coloca en los asientos de atrás, mierda...ya cálmate Juliet, no es nada, solo casualidad. Además, si vino solo no creo que quiera ver romance o dibujos animados...eso espero.
La película por la que me decidí es ni más ni menos que de fantasmas (genial, más espíritus). Daniel está muy ocupado intentando no observarme demasiado ni sobrepasarse mientras que yo salto con cada grito, no soy de las que emite sonidos, sino la que reacciona a ellos. Kevin por su parte se destornilla de risa, cada vez que el maldito fantasma aparece, o un screamer, es como si le hicieran cosquillas:
<< ¡No-no puedo parar!>> Gime mientras se toma el estómago con ambas manos al reír otra vez. Al principio lo soporto, pero en menos de cinco minutos estoy riendo con él...teniendo en cuenta que ya he visto bastantes espectros, estos lucen muy agradables con su talquito en la cara y cabello mojado.
–Creo que luzco peor en las mañanas–Digo en voz alta, lo que ocasiona varios chistidos por parte del público.
Daniel me da un suave codazo y murmura:
–Yo también, pero haz de cuenta que da miedo para que no nos saquen a patadas.
Me río un poco más y le devuelvo el empujón.
–Puedo con eso–. Justo en ese momento sueltan un grito al unísono que me hace volar de mi butaca.
–Excelente actuación–. Ríe al tiempo que aplaude lentamente.
Me sonrojo un tanto y muestro los dientes en una sonrisa imperceptible.
Vuelvo a centrarme en la película pero al cabo de un rato noto que Kevin dejó de reírse, sigue observando la pantalla, pero tiene un rictus nostálgico..., ¿o molesto?, creo que es una mezcla de los dos. No sé qué hacer con él...así que abro mi deplorable repertorio de animación:
<<Sé que te gustan las palomitas, pero con ese sobrepeso no vas a llegar a ningún lado. Te estoy haciendo un favor así que no hagas puchero porque no te alimentaré, ¿ok?>>
Por alguna especie de milagro logro arrebatarle una diminuta sonrisa.
<<Debo admitir que tus intentos por hacerme reír hacen más efecto del esperado. >> Habla sin dejar de ver hacia adelante.
<<Bueno, siempre consigo lo que quiero. >> Comento con aire de superioridad.
Cierra los ojos para contener una risa suave.
<<Suenas a mafiosa. >>
Tomo ese comentario como trampolín para meter otras de mis bromas y así recuperar su buen humor de una vez por todas:
<<Soy mafiosa...aún no tengo un gato obeso, pero sí un chico con ese potencial. >>
Arquea la ceja y se gira hacia mí, su mirada de "Chico casanova" ha vuelto, lo que me da ganas de reír y llorar a la vez...y querer golpearlo.
<<Espera, ¿acaso soy tu gatito?>>
Emm...esto se pudo peliagudo, mis mejillas arden y creo que no hay suficiente oscuridad como para ocultarlo.
<<Yo...no dije eso. >>
Sonríe aún más sin abrir la boca y se encoge de hombros.
<<Como quieras, pero a mí me llamaste gatito. >>
Refunfuño palabras inteligibles, no puedo creerlo, cuando él está feliz yo me amargo y cuando él se amarga yo estoy feliz..., ¡así no se puede!
En los momentos de mayor tensión de la trama Daniel me abrazó por los hombros con gesto protector, pero digamos que mis espasmos musculares por la sorpresa de su toque no mejoraron la situación. Comí las palomitas y bebí el refresco velozmente antes de que las desconsideradas y gritonas personas me hicieran arrojarlos por su empeño en querer hacerme saltar de la butaca.
Y por fin terminó esa cosa llamada película, si la que vi con Anna era mala, ésta ni siquiera debería existir, en serio. Primero, todos murieron. Segundo, cometieron un error enorme, ¿nadie notó el pedazo de cámara que salía en la esquina?...por Dios.
Daniel está sosteniéndome por la cintura, la verdad solo dejo que lo haga porque se ha portado bien conmigo, pero no estoy demasiado cómoda en lo que a mí respecta, sobre todo cuando los mayores nos ven con cara de "¿Te acuerdas cómo éramos a su edad?", o los ancianos con "Hacen linda pareja" o los niños con su "¡Qué asco!"... hasta el acomodador "Wow, necesito una chica urgente, tal vez consiga una en internet".
Me doy la vuelta y alcanzo a ver como el hombre de capucha clava su mirada plenamente en mis ojos y se escabulle en el montón nuevamente, ahora sí que no lo estoy imaginando.
<<Oye, ¿tú lo has visto?>> Le lanzo una mirada, seria. Él me la devuelve y asiente.
<<Desde que entramos...pensé que solo era casualidad pero es obvio que no. >>
–Daniel...–. Estoy un poco asustada, si ese tipo me está siguiendo es porque algo quiere, y no creo que sea bueno.
– ¿Sí?–. Tiene expresión curiosa.
Trago saliva:
–Creo...creo que nos siguen.
Observa detenida pero disimuladamente hacia todas las direcciones y luego responde:
–Pues no veo a nadie sospechoso...
– ¡En serio, un hombre de capucha roja!, ¡debes creerme!–. Le ruego.
–Ya, sí te creo. Vamos a hacer una cosa; conozco este lugar, tiene una puerta trasera para el servicio, si nos escabullimos por ahí no nos encontrará, ¿de acuerdo?
Dudo bastante en su propuesta, una puerta de servicio no es la mejor opción, pero no hay otra cosa en este momento y quiero salir de aquí.
Me toma de la mano y Kevin se pega todo lo que puede a mí dándome confianza. Con pasos rápidos cruzamos la oleada de personas que salen del lugar. Prácticamente corremos, pasamos al lado de la barra de comida, vamos al pasillo de los baños, giramos a la derecha un poco más adelante y abrimos la puerta de metal que convenientemente se encuentra abierta. Ésta da a un callejón lleno de contenedores con basura del cine, hay un caño roto en la esquina que gotea agua residual y en ese mismo rincón veo muchas herramientas de construcción múltiples. Las paredes, que se extienden muy a lo alto, están hechas de ladrillos mohosos y viejos, y el olor a humedad que desprenden penetra en mi nariz dándome malestar estomacal.
Justo cuando creo que vamos a salir el tipo de la capucha se nos cruza delante. Solo puedo ver su desdeñosa sonrisa a través de la penumbra, pero cuando mis ojos se fijan en un punto metálico el corazón se me paraliza de golpe: Está armado.
Simplemente no reacciono, mi cuerpo no lo hace. Tiemblo de desesperación sin apartar la vista del cañón, un cañón negro, oscuro. A mi mente llegan mil imágenes por segundo, yo ya había pasado por esto, lo sé...y me aterra, me aterra que vuelva a pasar...es espantoso recordar.
Sangre, dolor, sangre, gritos, oscuridad...oscuridad.
–Te estaba esperando, maldita perra–. Escupe el desconocido, yo no respondo porque directamente no puedo.
Daniel intenta sacarnos del apuro:
–Vamos, déjala ir, yo me quedaré, ¿está bien? Déjala ir...
– ¡¡Cállate!!–. Ahora le apunta a él, que está a mi lado con las manos en alto, gotas de sudor recorren su costado, pero se mantiene sereno.
Kevin salta sin previo aviso y se mete en el cuerpo de nuestro atacante, está intentando detenerlo pero éste solo se queja un poco y por alguna razón hace que mi amigo salga despedido con violencia.
Daniel aprovecha la distracción para propinarle un puñetazo, suelta el arma y cae al suelo. Él continúa golpeándolo mientras el tipo le grita cosas, le devuelve el golpe en la cara haciendo que se eche hacia atrás, su nariz comienza a sangrar. Aun así arremete otra vez dándole en el vientre; Kevin aleja el arma de su alcance con el pie, luce frustrado. ¿Y yo entonces?, estoy presenciando todo como idiota sin mover un músculo, tiesa como estatua o maniquí. Entre sus forcejeos el encapuchado lo toma por el cuello y lo lanza al piso, veo sangre, está golpeando a Daniel, debo hacer algo. Kevin ya está por intentar poseerlo nuevamente.... Vamos, ¡muévete Juliet!, ¡muévete! ¡Daniel está sufriendo!, haz algo...¡¡VAMOS!!
Finalmente mis brazos y piernas responden, pero antes de avanzar busco rápidamente con la mirada algún objeto pesado. Encuentro un peldaño suelto de una escalera de hierro delante del contenedor, corro hacia él para tomarlo; se siente duro y frío en mis manos...como un arma. Estoy a punto de congelarme de nuevo pero me obligo a reaccionar, camino directo al tipo (que no se percató de mi presencia debido al escándalo) y pego con fuerza, logro derribarlo con el primer golpe pero intenta incorporarse así que lo hago otra vez, y ahora sí no se levanta más.
Tiro la barra a un lado jadeando. Daniel se lo quita de encima y trata de pararse, está algo aturdido, tiene el labio partido, algunos moretones y la nariz le sangra, pero creo que estará bien, igualmente le ayudo a ponerse de pie y lo compruebo:
– ¿Estás bien?
Sacude un poco la cabeza para despejarse y contesta:
–Sí, gracias por la ayuda.
Sin perder el tiempo se inclina sobre el cuerpo inerte del hombre y caigo en la cuenta:
–Oh, no lo maté, ¿verdad?–me agacho preocupada– ¡No lo maté, ¿verdad?!
Lo ve detenidamente y le toma el pulso con gesto crítico.
–No..., solo está inconsciente, mejor nos aseguramos de que no se te acerque más.
Lo toma por los hombros y lo arrastra a la escalera, la cual baja hasta el nivel del suelo. Agarra cinta de embalaje del lugar de las herramientas y lo ata a ella fuertemente por las manos.
Una vez inmovilizado dice:
–Veamos quien es este desgraciado–. De un toque le retira la capucha y levanta su rostro, yo doy un respingo por la sorpresa.
–Oh por Dios, ¡es Cristian!–al ver la cara indescriptible de los dos agrego–era un compañero de clases del año pasado; nos sentábamos juntos en historia y no hablaba mucho, ¡no sabía que se las tenía todas conmigo!
<<Aquí hay gato encerrado. –Kevin lo mira y luego se dirige a mí– ¿Tú nunca sospechaste nada?, ¿tenía un comportamiento normal?>>
–Era un chico común y corriente..., ¡no hablamos nuca a no ser por temas de clase, nada más!
–No te preocupes, no volverá a molestarte–responde Daniel pensando que le hablaba a él. Me ve a los ojos, los suyos están turbios y muestran un brillo amenazador– escucha, tú no viste nada, yo no vi nada. Sólo llamaremos a la policía y nos vamos, ¿entendido?
Asiento en silencio.
Llamó a las autoridades por un teléfono de monedas informando que había encontrado a un chico atado en un callejón, dio la dirección y cortó.
Nos fuimos en la moto a toda velocidad y con el corazón en la garganta, porque entre todas esas luces, entre todo ese color, un chico me la tenía jurada, quería matarme...
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