CAPÍTULO 2:
El ronroneo del motor fue el único sonido durante todo el viaje, y que feliz que estoy por ello. Unas cuantas horas más así de silenciosas y podré reintegrarme a mi vida socialmente tranquila y sentimentalmente estable-inestable.
Ann aparca en casa, una de un piso pero bastante espaciosa a pesar de ser de techo bajo, paredes de color maíz y postigos de madera. Lo que mamá llama jardín consta de un pequeño castaño que solo lo tiene de nombre, pues hace aproximadamente, sí, dieciséis años que estoy esperando por una sola castaña, pero ni siquiera se molesta en crecer el desgraciado.
– ¿Quieres que te acompañe?–. Está realmente angustiada por mí, pero no sabe que más decir.
–No te preocupes, estaré bien.
– ¿Qué tal si mañana salimos a comer o algo así?
Me veo tentada a negarle, pero solo la angustiaría más.
–Claro, ¿a eso de las 12:00?
–Ok, te vengo a buscar.
Nos despedimos y cada quién toma su rumbo. En la noche puedo sentir mis pasos lentos a través del camino de piedras grises, fuera de eso todo está en silencio. Las estrellas brillan felices de pertenecer a un sitio, como las envidio. ¿Por qué me restriegan en la cara que cada una tiene un lugar reservado para ella?, eso es demasiado. El último tramo lo corro, luego abro la puerta, me interno en la penumbra y la cierro con estrépito para estar más a oscuras. Desde pequeña nunca me asustó la oscuridad, es algo con lo que conviví siempre, como un recuerdo viejo, un hábito; puedo sentirme segura, sin preguntas, sin rostros, por fin puedo estar en paz.
Solo le dedico unos minutos a ese bienestar pues tengo que encender la luz para evitar que mi madre se lleve algo puesto como la última vez. Tomo mi bolso en busca del celular para llamarla de nuevo pero no contesta, al menos sé que verá la llamada perdida y notará que la hice a las 12:02, en el toque de queda, por lo que me quedo tranquila.
Me dirijo al baño, me quito el maquillaje con un pañuelo, la ropa y por último me suelto el pelo, el cual cae agradecido por mi espalda en un suave movimiento feroz demasiado alegre para mi personalidad.
Dejo salir agua de la ducha para que se ambiente y por mientras no puedo evitar el espejo, otra vez esos ojos, me escudriñan como a una desconocida, analizando mi expresión ahora un tanto variada por el cabello despeinado, que me da una apariencia infantil.
Tras un suspiro exasperado me meto en la ducha, la cual comenzaba a liberar vapor.
Ahora estoy expuesta, miles de gotas calientes rozando mi cuerpo completo, brindándome una sensación tan incómodamente familiar que me estremece. Todo vino de golpe después, jabón, shampoo y enjuagar.
Me seco casi sin energías, estoy cansada por todo, realmente de todo. Prácticamente me arrastro a mi habitación envuelta en la toalla calipso que papá me regaló un verano. Busco en mi ropero y me pongo ropa interior y una playera enorme que uso a modo de camisón, negra y sencilla.
Salto a la cama y ésta me va atrapando sutilmente hasta quedarme dormida, aunque, podría jurar que en el proceso logré escuchar un "Ayúdame".
Despierto algo tarde para mi rutina, observo el despertador y son las 9:00. Me levanto lentamente pasándome una mano por mi cabello obviamente despeinado, estiro ambos brazos liberando un bostezo con aliento matutino. Esta mañana decido ponerme una musculosa negra con una mariposa estilo monarca de color rosa intenso, unos jeans (ajustados esta vez) oscuros y gastados y mis sandalias de siempre.
Una vez en el baño realizo mi original medio moño, lavado de rostro y una cesión de "Oh chica, eres deprimente".
En la cocina está mi madre haciendo trozos de carbón con mermelada agria a los que ella llama tostadas, no es que tenga nada en contra de las tostadas, pero bueno, son tostadas.
Mamá voltea para mirarme con una sonrisa risueña, a pesar de sus ojeras pronunciadas se aprecia su buen humor. Se acerca arrastrando sus pantuflas y estampa un sonoro beso en mi frente.
–Buenos días cariño, ¿dormiste bien?, ¿cómo lo pasaste con Ann?
–Sí, mamá...y con respecto al club...–.Dudo por un segundo, si hay alguien más melodramática que mi amiga, esa es mi madre. Además, a pesar de las horas de sueño continúo un poco cansada.
Ella cierra los ojos y agita la cuchara con mermelada como si fuera una hélice:
–Lo sé amor, lo sé...sé que no gustan estas cosas, pero alguna vez ibas a tener que acompañarla, ¿no?
Genial, dejémoslo así.
–Sí... Mamá, ¿sabes si queda algo de cereal en la alacena?–. Pregunto mientras me pongo en puntillas para hurgar adentro.
–No, pero fíjate en el ático, ahí debe haber.
Me deslizo hacia el desván, el cual está casi a mitad de recorrido en el pasillo, allí guardamos los adornos de navidad y las compras del mes, incluyendo mi preciada caja de cereal.
Abro la pequeña puerta y dejo bajar la escalera, subo y me pongo a buscar mi desayuno.
Honestamente, dejando de lado las telarañas y que hay una gruesa capa de polvo por doquier, esta debió haber sido mi habitación. Mi madre descartó por completo la idea, dando la excusa de que "Es un sitio pequeño, oscuro y apartado", lo que nunca entendió es que "oscuro, pequeño y apartado" son palabras que coinciden perfectamente conmigo. Sí, es cierto, no llego a ser gótica, pero estoy en la "línea de fuego".
Deambulo por todo el sitio y ni una pista de la caja:
– ¿Dónde estás, condenado cereal?–. Pienso en voz alta. Alguien me sobresalta por atrás:
<<Busca detrás de las luces>>
Me giro y no hay nadie, aunque debo suponer que algo anda mal, en este momento mi deber primordial es llenar mi estómago con hojuelas, probablemente sintéticas, pero hojuelas al fin.
Voy hacia las luces y efectivamente, está el estúpido mono sonriente de la caja como diciendo "No pudiste buscar mejor, ¿cierto?".
Lo tomo y camino a la escalera, pero antes de irme volteo de nuevo para decir un "Gracias" de tono monótono. Lo raro es que la voz responde con un cordial "De nada".
Ya estoy por cerrar la puerta cundo lo escucho otra vez:
<<Ah... ¡Espera!, ¿puedes ayudarme? Ne...>>
–Lo siento– lo interrumpo arqueando las cejas–desayuno–sacudo las hojuelas mostrándolas a la nada–tal vez luego.
Camino sin importancia a la cocina, pongo un tazón, una cuchara, la leche (sí, el complejo y muy arduo trabajo del cereal) y me siento en el taburete dispuesta a comer. Mamá debe estar arreglándose a estas alturas.
La voz regresa, ahora un tanto molesta:
<< Oye chica, sé que eres amargada por naturaleza... ¿Pero tenías que ser tan descortés? >>
Bufo con fastidio, genial, de todas las voces imaginarias tenía que tocarme un joven civilizado, ¿por qué no invito a María Antonieta y tomamos el té?
–Primero–levanto mi tazón a la altura de la nariz–desayuno, ya te dije, segundo, ¿podrías dejar de invadir mi cabeza?, sé que soy rara, pero no lo suficientemente como para tener que escucharte.
<<También puedo jugar ese juego: Primero, tu desayuno me importa un bledo, tengo cosas peores en que pensar, y segundo, tú no eres rara, eres loca. >> Termina resaltando la palabra arrastrando la L.
Mi madre asoma la cabeza por la puerta, los rulos pelirrojos le ocupan casi toda la cara pero su felicidad constante es visible, incluso si le pones una bolsa negra, puedes verlo igual.
–Cariño, tengo que irme ahora, ¿vas a estar bien?
–Sí ma–. Trato de disimular mi molestia suavizando el tono.
–Recuerda que tu padre viene a por ti a las diez, ¿tienes la maleta?
No puedo evitar abrir los ojos, ni siquiera se me había pasado por la cabeza.
Mamá tuerce la boca en un gesto desaprobatorio.
–Vamos Juliet, ya son 9:50.
Me bajo del asiento y corro a la puerta.
–Te quiero mamá, nos vemos el Lunes–. Le doy un beso fugaz para dirigirme a mi cuarto.
Saco la valija, la abro, tomo todas las prendas que puedo, un desodorante, cepillo de dientes, pasta dentífrica, shampoo, un par de libros y me coloco arriba para que entre todo.
<<Con respecto a lo de la cocina...necesito tu ayuda. >> La voz del muchacho (si es que se le puede llamar así) está preocupada, al menos eso siento. Tal vez si pongo en su lugar a los juegos de mi imaginación dejará de molestarme, así que me siento en la cama y tomo aire.
–Escucha, sé que lo que me pasó fue algo feo y que no todos mis días son de color de rosas, pero en serio, lo digo en serio, no necesito ninguna autodefensa, ningún encubrimiento de consciencia o algo parecido. Así que por favor, busca a otra persona, vete de mi cuarto y en el menor tiempo posible, de mi vida–. Adopto la entonación de una telefonista, solo me falta decir "Operadora ¿con quién desea hablar?".
Percibo sutilmente, sin saber por qué, una especie de comprensión en el aire.
<<Crees que soy tu amigo imaginario>> Fue todo lo que atina a decir.
Me siento afuera a esperar a papá, ellos se divorciaron cuando tenía nueve años. No fue muy difícil para mí, lo complicado es entender cómo demonios me tuvieron, pues mientras mamá es dedicada, ordenada y responsable mi padre es...bueno, mi padre.
El rugir de una furgoneta me devuelve a la realidad, es negra con un ovni dibujado al costado y un E.T con su dedo-linterna apuntándolo. De ese estrafalario aparato surge un hombre de mediana edad, con una camisa floreada estilo hawaiana desprendida (donde su pequeña panza sale sin timidez), unas bermudas negras y unas sandalias del mismo color. Su cara está cubierta por una barba de varios días y su cabello termina en una coleta que sobrepasaba la nuca de color castaño claro. Por supuesto que este perfecto prototipo de la crisis de los cuarenta no estaría completo sin un arete en la oreja y lentes oscuros. Al verme sonríe y comienza a trotar hacia mí, sino fuera por el hecho de que es mi padre, ya hubiese sacado el gas pimienta.
–Juliet, nena, ¡tu súper papi está aquí!–. Recita de forma teatral mientas alza los brazos.
–Hola, pa...
No termino de levantarme cuando me apretuja, elevándome en el aire.
–Es bueno verte nena.
Libero un suspiro dándole a entender que no puedo respirar, tanto amor paternal es sofocante.
Me suelta devolviéndome a la tierra, aun así no zafa mis brazos.
–Oh lo siento bebé...déjame verte–prácticamente me obliga a girar como una modelo, solo que con boca tensa–estás hermosa–baja sus lentes a la punta de la nariz y observa hacia ambos lados asegurándose de ser solo nosotros dos–no como la aguafiestas de tu madre.
Tuerzo los labios en una semi sonrisa, no es que me incomode eso de estar entre dos partes, pero establecer la línea media entre "mujer aguafiestas" y "hombre irresponsable" no es tan fácil como parece.
Papá toma mi maleta bajo el brazo.
–Bueno, nena, subamos a la Jenny–. Dijo señalando con la cabeza la furgoneta... ¿hembra?
Yo arqueo una ceja.
– ¿Jenny?
–Bueno, sí, es mi segundo amor después de ti–. Encoge los hombros en modo de disculpa, pero además noto cierta inquietud, anda a saber por qué.
Decido encogerme de hombros también, no me importa si se llama Jenny o Ronaldo, mientras tenga cuatro ruedas y pueda manejarse, por mí está bien. El problema es la estampa.
Abro la puerta para meterme dentro, él ocupa el volante y justo al arrancar una enorme protuberancia babosa ataca mi cara.
–Ah..., ¿ya conocías al Duque Henry?–. Papá lo menciona como si fuese lo más simple del mundo.
El perro gigante continúa lamiéndome, le lanzo una mirada fulminante a mi padre mientras trato de alejarlo de mí.
– ¡No!
Toma al perro del collar y lo quita de un tirón.
–Disculpa preciosa...él solo quería saludarte– entonces utiliza una voz acaramelada que casi me hace vomitar– ¿verdad que sí Duque Henry? Es de un amigo, se quedará con nosotros un tiempo.- El animal responde con un ladrido y movimiento de cola.
Dejamos la casa tras un chirrido de frenos, papá pone un CD en el que suena el grupo Be Gees, sí, y para empeorar la situación comienza a cantar de forma catastrófica Stayin' alive mientras Henry-la-masa-babosa aúlla detrás. Oh por favor...recuesto mi cabeza al vidrio y cierro los ojos. Ahora que lo pienso mi padre y yo no somos tan diferentes después de todo, ninguno de los dos es capaz de encajar completamente en la sociedad, solo que él lo lleva bien, tiene el carácter y la simpatía suficientes como para caerle bien a la gente. Yo en cambio solo puedo tener a Ann como amiga. Eso es porque no importa si está en el velorio de un suicida-depresivo, sería capaz de sonreír, y precisamente, la única que acepta tanto gesto eufórico soy yo, aunque se lo atribuyo a un tic.
En la escuela siempre fui tratada como la invisible del grupo, y la verdad me gusta estar en esa posición, no soy de las que busca una típica platica adolescente...eh, bueno, ninguna plática.
El vibrador de mi celular me baja a tierra. Compruebo que se trata de Ann, atiendo.
–Ju... ¿Dónde estás?, ¡en tu casa y no hay ni un alma!
Oh rayos, el almuerzo.
–Eh...perdón, olvidé decirte que papá venía por mí.
Hace una pausa:
– ¡Ningún padre me va a robar a mi amiga en verano!, ¿dónde estás?
–En la calle dieciocho de Ferguson...
–No está tan lejos, espera que ahí te voy, ¿el señor Fred cambió de auto?–. Habla muy rápido.
Suspiro:
–Y ni te imaginas cuánto.
Siento el portazo de un coche y el ronroneo de un motor.
–Descripción ¡Ya!
Suspiro otra vez, con nota aburrida en mi voz:
–Furgoneta negra, Ovni, E.T.
– ¿El extraterrestre?–. Su sonrisa puede escucharse por el teléfono.
–Sí...
–Ok, gracias–. Corta.
Papá se me queda mirando:
– ¿Era Ann?, ¿cómo está?
–Mal, dijo que no piensa dejarme ir.
Lanza una carcajada juvenil y yo me giro al parabrisas para descubrir que nos encontramos en la calle opuesta:
–¡¡PAPÁ, EL VOLANTE!!
Él lo toma y maniobra peligrosamente para volver a su curso, no sin llevarse algún insulto, bocinazo e incluso quejas por parte del perro.
–Tu papá es un as al volante–. Y todavía se jacta.
Lo fulmino con la mirada, es más bien un idiota.
Antes de que mi expresión se vuelva a tornar neutral, diviso precisamente de mi lado un auto a tres centímetros de rozar la furgoneta.
Este tipo tiene que estar loco.
El vehículo baja la ventanilla para dejar ver el rostro de una chica con ojos centelleantes por la emoción, agita la mano en forma de saludo.
–No puede ser–. Murmuro.
Papá saluda amistosamente y grita para que lo oiga por encima de la música y el motor:
– ¡Anna!, ¿cómo estás?
Ella responde en el mismo tono:
– ¡Muy bien señor Fred! ¿Y usted?
–Aquí con Juliet– yo estoy al borde de un infarto cerebral por la vergüenza, pero él solo me da un codazo–saluda a Ann–. Lo fulmino nuevamente pero no parece notarlo, eso es tan frustrante...
Mi amiga continúa charlando, acelerando y desacelerando para estar a nuestra altura.
– ¡Oiga, señor Fred, íbamos a almorzar con Ju!, ¡no puede llevársela!
Él muestra todos los dientes:
– ¿Por qué no vienes con nosotros y almorzamos en casa? ¡Podemos pedir pizza!
Ann alza el pulgar con gesto aprobatorio:
– ¡Yo lo sigo!–. Dicho esto retrocede para que el tránsito vuelva a formar una fila.
Observo por el espejo retrovisor para asegurarme de que no lo intentará otra vez, y entonces, solo entonces me recuesto al asiento.
Fred y Janet, o papá y mamá, se conocieron un verano de juventud, ella estaba en la playa con su familia cuando encontró un surfista, disfrutaron de un romance de verano, se "enamoraron" y se casaron, tiempo después tuvieron una hija (yo). Con los años la relación se fue oxidando, mamá tenía cuentas que pagar, trabajo que cumplir y una criatura que cuidar, papá le ponía lo divertido. Esta situación duró nueve años hasta que mamá le presentó los papeles del divorcio, mi padre aceptó, pues ya eran más las discusiones que los propios saludos.
Ahora yo estoy los fines de semana con él (más una semana de verano), y el resto con ella, así va a ser hasta que cumpla los dieciocho, el asunto es que me da lo mismo. No soy la hija más demostrativa del mundo, pero ¿qué se le va a hacer?
–Llegamos, princesa.
Me bajo lentamente porque mis piernas están entumecidas debido al viaje. Papá me entrega la maleta, la tomo con ambos brazos y le echo una mirada solemne al lugar:
Un complejo de apartamentos bastante apartado del centro; la infraestructura no es para nada atractiva, las paredes parecen rogar por un poco de pintura, sin mencionar que las macetas de la entrada están hermosamente repletas de...tierra, ¿las plantas?, les faltó ese detalle.
Mi amiga sale gritando como una histérica de su auto y corre hacia mí, sonriendo y saltando:
– ¡Ay Ju!, mira este complejo, tiene un...no sé qué...–. Su expresión se vuelve pensativa.
– ¿Vacío?, ¿fealdad?, ¿energía negativa?–. Sugerí.
– ¡Encanto, es muy encantador!
Arqueo las cejas, encanto, ¿en serio?
–Ann, creo que deberías comprarte un diccionario.
– ¡Ay, tontita!–. Me da un codazo que casi me hace tirar el equipaje.
Papá desliza la puerta trasera de la furgoneta y deja salir al mastodonte de Henry, este arroja a Anna al suelo y comienza a babearla, pero ella se limita a reír como una infantil:
– ¡Lindo perrito, lindo perrito!
Él interviene:
– ¡Duque Henry, basta!–. Tira de su collar hasta apartarlo.
La ayudo a levantarse, su cabello está mojado y hecho jirones:
– ¡Mira, Ju, ahora tienes un perrito!
–Yo no llamaría a eso perrito.
– Es un Gran Danés, de un amigo–. Aclara mi padre.
Ella se toma las manos con una irritante ilusión:
– ¡Qué lindoooo!
Ahora yo le aplico un codazo:
–Mejor cállate–. Espeto.
Al entrar casi me quedo sin aliento, esperaba cualquier cosa menos esto:
Es el apartamento once, bastante amplio e iluminado con piso de madera lustroso.
Tiene un estilo de los 60' mezclado con zen y techno...raro, pero podría funcionar. Lámparas de papel por toda la sala, cerca de la ventana se ubican unos sillones puf apuntando a una pantalla plana, rodeando una mesa ratona de vidrio decorada con un cenicero fino.
En el otro extremo se encuentra la cocina, constituida por una mesada, una mesa color negro repleta de sillas de madera con cuero ecológico, negro también. Elegante. Todos los electrodomésticos son de acero inoxidable, impecablemente nuevos y con su propio estilo. Ya conozco a mi padre de sobra, este sitio no luce como una pieza repleta de posters, papeles de snack desperdigados por todo el lugar y un revistero con cómics...en el baño.
Decido enfrentarlo:
–Dime, ¿de dónde sacaste esto?–. Cruzo mis brazos por encima del pecho con el ceño fruncido.
Papá se rasca la cabeza, visiblemente incómodo. No me importa presionarlo un poco, estoy en desacuerdo con vivir en un apartamento posiblemente robado, y no, no me sorprendería por parte de mi padre.
–Verás nena...eeh, ¿quién quiere pizza?
Mi amiga iba a decir "yo" pero la fulmino antes de que abra la boca.
– Frederick...–. Esa maniobra nunca falla, llamar a mi padre por su nombre es como hacer que se trague una daga y la expulse por detrás.
–Está bien...–baja la cabeza– De todos modos tendría que decírtelo tarde o temprano–como dije, nunca falla–este apartamento es de Ambar, estamos saliendo hace unos cuantos meses y decidimos...vivir juntos–. Termina la oración con tono de pregunta y una sonrisa de disculpa que en mi opinión es totalmente estúpida y fuera de lugar, ¿por qué tendría que disculparse? Tal vez pensó que reaccionaría como esas chicas adolescentes que explotan con violencia ante la idea de otra mujer con su padre, no es por ser insensible, pero a mí me da igual, si quiere estar con otra no es problema mío.
No sé qué esperaba que hiciera, pero no le agradó ni un poco que mostrara mi impasible e inexpresivo rostro.
–Ay nena, siempre tan dramática...–desvía la mirada con un bufido molesto–Pensé que tu papi te importaba un poco más, Juliet.
Ruedo los ojos molesta, aquí vamos otra vez con su ego paternal herido. Practico la mejor sonrisa tontamente tierna que puedo, con ojos brillantes y todo:
–Pero papá, no es que no me importes, –aquí viene lo mejor–solo quiero lo mejor para ti, –aunque es cierto, hago un esfuerzo sobrehumano de mi parte para mencionarlo en voz alta–deseo que seas feliz.
Él casi se pone al llorar cuando acabo, me abraza con todas sus fuerzas como una especie de empalagoso gorila.
–Bebé, eres tan dulce.
Yo le palmeo la espalda con la intención de que me suelte.
–Lo sé papá, lo sé.
Pero en cuanto lo hace mi trastornada amiga no tiene mejor idea que apretujarme, de nuevo con lo mismo.
–¡¡Juuu!!–. Llora tanto que tendré que meter mi ropa en la centrifugadora–Eres tan linda, me provocaste una sobredosis de dulzura, ¡eres como un cachorro con flores bañado en chocolate!–. Ok, esto se puso raro.
–Está bien–mustio–ya puedes soltarme Ann.
Ella se limpia la nariz y los ojos con la manga de su suéter rosa con un gatito blanco de sonrisa psicópata en él.
–Perdón–. Y por fin me siento libre de aquellos brazos asfixiantes, demasiada demostración amorosa...por un año.
–Bien–papá se frota las manos– ¡comamos pizza!
Aproximadamente una hora después estamos sentados devorando una ración de pizza doble queso acompañada con una gaseosa cola, sí, mi padre es excelente en lo que respecta a la alimentación adecuada para un ser en desarrollo...apuesto a que esto es lo que vamos a comer todos los días hasta que vuelva a casa.
Mi amiga se despidió una media hora después ya que tenía que ir a buscar a su abuela al hospital, "Si conduces así es probable que la mates" le dije, pero Ann se limitó a reír a carcajadas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top