CAPÍTULO 13:

Todo vuelve a pasar, es exactamente el mismo estilo, las cosas no son nítidas pero al menos conozco a Kevin, puedo identificarlo si lo veo aunque esté borroso...creo.

Estoy en una habitación oscura, llueve porque logro escuchar el sonido del agua como fondo.

Otra vez encerrada, no puedo controlar mi cuerpo. Ahora tengo que concentrarme y esperar a que la información llegue y me inunde. Cuando acabe lo anotaré en la libreta sin olvidar nada, así de simple.

Permanezco en la cama con las mantas hasta la cintura, siento el instinto de taparme pero mi representación no lo hace. Es invierno porque tiemblo ante la falta de abrigo, ¿soy tonta o qué que no me cubro?, mi consciencia está pasando a segundo plano por lo que ahora solo debo observar...En eso aparece mi nana, mi dulce y querida nana, no sabe cuánto la aprecio, es mi segunda madre. Tengo suerte de tener a alguien tan bueno como ella. Su cabello es largo, lacio y castaño me fascina. Ella dice que prefiere el mío, pero no me convence. Siempre utiliza un vestido verde oliva que le sienta bonito y a pesar de que tiene unos treinta años su rostro continúa joven.

Vino a arroparme, sé que es un ritual un poco infantil, pero es algo que nos mantiene muy unidas y que hacemos desde que tengo memoria. No pienso tocar nada aunque me muera de frío, un ritual es un ritual.

– ¿Lista mi niña?–. Está en el marco de la puerta muy sonriente.

–Sí–. Le devuelvo la sonrisa, más grande.

Nana toma las sábanas y me cubre delicadamente con ellas. Luego me da un beso en cada mejilla.

–Descansa.

Pero antes de que se vaya la detengo:

–Nana...

– ¿Sí?–. Se voltea, atenta.

–Él no vendrá, ¿verdad?

Se sienta en mi cama y me ve como cuando era pequeña y lloraba, con cierta pena; pero tiene a su vez un gesto esperanzador:

–No puedo saberlo mi niña, pero estoy segura de que si de él dependiera, no faltaría por ningún motivo. Te quiere, y mucho–coloca una mano en su pecho–eso sí que lo sé–. Por un momento veo inconformidad nublando sus ojos, pero fue tan rápido que apenas pude notarlo.

Curvo mi boca en forma sinuosa, un tanto angustiada. Se supone que vendría hoy, en mi auténtico cumpleaños...tal vez pueda asistir a la fiesta de mañana.

Ella se levanta mientras acaricia mi mano.

–Mañana es un día muy especial, debes dormir...no puedo creer que ya sean dieciséis, el tiempo pasa.

El recuerdo desaparece solo para revelarme otro:

Ahora mis lágrimas empapan el vestido de Nana mientras ella me acaricia el cabello de forma dulce. Padre me ha prohibido verlo y debe creer que lo dejé plantado. Ruego a Dios porque pueda estar con él una vez más, solo una, y decirle cuanto lo quiero. No importa si no es el indicado, no importa cuántas veces deba caer, he de hacerlo a su lado.

Todo se oscurece de nuevo... Solamente las estrellas están de testigo y las rosas, que actúan como amigas confidentes. En este hermoso cuadro no puede faltar él...me esfuerzo por reconocerlo pero desgraciadamente su rostro está demasiado borrado, al igual que cuando le hechas agua a la pintura fresca. No hay facciones....vamos Juliet, haz algo, lo que sea, tienes que identificarlo. Ella lo besa vigorosamente, tanto que hasta yo me quedo sin aire, el muchacho recorre su figura...lo amo, podría quedarme en este momento congelada por siempre. Juega tímidamente con mi cintura y parte de mi rostro, ninguno de los dos sabe por dónde comenzar, pero es hermoso. Entierro mi rostro en su cuello e inspiro como si fuese mi último aliento. Una colonia mezclada con el sudor de la ocasión me llena. Es embriagador y cautivante...esta fragancia la llevaré conmigo a la tumba.

Entre todo esto él susurra un nombre, debe ser el de ella por como lo menciona, lleno de un deseo honesto y profundo, con miedo a lo desconocido, con fascinación escondida por los sentimientos que afloran...

Un par de ojos me observan divertidos desde la oscuridad. Pero aun soy víctima del sueño, tan real que todavía tengo brasas en mis mejillas y falta de aliento. Continúo anonadada unos segundos más hasta que rompe el silencio.

<< ¿Conseguiste algo nuevo?>>

Y sorprendentemente me encuentro reacia a contarlo, como si fuese algo íntimo que no le incumbe, pero...en definitiva son sus recuerdos y no puedo arrebatárselos, no importa que tan pudorosos sean.

–Mmm, sí–me muerdo el labio inferior y cierro los ojos tratando de calmarme, ¿qué me ocurre?, fue un ilusión, no debo olvidar eso, además yo no soy de las chicas que besan. Aunque no puedo evitar sentirme renovada, extraña–la chica tenía una nana, la cual estuvo internada en un hospital psiquiátrico.

<< Genial, ¿todo eso en un sueño?>>

Sacudo la cabeza en negativa:

–No, eso lo saqué de internet mientras tú estabas ocupadísimo durmiendo.

Veo que sonríe con una picardía palpable, así que sé lo que se viene:

<<Hablando de dormir...vi cómo te revolvías de forma extraña y de golpe te sonrojaste más que con la broma de los genitales y el sexo.–genial, no recuerda su nombre pero tiene una agudísima memoria para sus chistes de clase porno, ¿debería golpearlo?–¿Qué pasó?>> Levanta una ceja.

Mi maldita mente metió las bromas y el beso en una licuadora y me obligó a tragarlo para que mis vasos sanguíneos se dilataran en el resto de mi cara, esto no puede ser mejor.

–Nah, la chica en la terraza con un chico, eso es todo.

Su expresión muestra interés:

<< ¿Cómo era?>>

– ¿Qué, la chica?

Asiente serio sin dejar de mirarme.

–No lo sé, era como si yo estuviese en su interior, como si la poseyera, ¿entiendes?

<< ¿Y el chico?, supongo que debía haber sido yo si son mis recuerdos, ¿no? >>

Me tomo unos momentos para responder:

–No sabría decirlo, él...él...

<< ¿Él qué?>> Sus ojos denotan ansiedad por saber, pero es difícil ordenar tantas ideas e información en mi cabeza.

–Estaba borrado, indefinible, soy consciente de haberte visto en otros sueños antes, pero en este caso me fue imposible darlo por seguro. Un tipo sin rostro.

<<Un tipo sin rostro, ¿eh?>> Repite decepcionado.

–Lo siento, es todo lo que puedo darte...tal vez deberíamos buscar la dirección del manicomio y e ir allí.

<<Bueno–se estira a todo a lo largo en la cama, no debería admitirlo, pero ya me acostumbré a tenerlo cerca, no resulta incómodo, de hecho he descansado mejor últimamente–no cuesta intentarlo. >>

Se levanta y va hacia la computadora, luego se da la vuelta de brazos cruzados y la señala con la cabeza:

<<¿Buscamos?>>
Yo continuo semi incorporada en un codo con rostro de "¿Hablas en serio?", pero como no parece captarlo me aclaro la garganta para darle razones:

–Primero, no hay luz ¿recuerdas?, y no creo que vuelva hasta la tarde de hoy pues fue por un accidente con los cables según me informó mamá. Segundo, todavía no he desayunado. Tercero, ¿ya mencioné que no he desayunado?

Él rueda los ojos:

<<Cierto, tu cereal. >>

Una vez me lleno el estómago volvemos al cuarto.

–Emm, no sé si lo sepas antigüedad, pero las computadoras funcionan con electricidad–. Utilizo un tono de obviedad mientras señalo la lámpara.

Pero Kevin solo se limita a tronarse los dedos y estirar los brazos:

<<Observa al maestro. >> Dicho esto se lanza a la computadora y desaparece sin dejar rastro. Un segundo después la maldita cosa se enciende. Apuesto que con un poco más de esfuerzo los ojos se me podrían salir de las órbitas por la impresión, lo digo en serio.

–Y...ahora descubro que también eres pirata informático, ¿algo más?

Para mi sorpresa, su voz sale de la computadora como uno de esos estúpidos simuladores de mascotas virtuales.

<< ¿Estas lista Rayito?>>

–Ok–. Bufo molesta, es tan insistente como Anna, no solo tengo que lidiar con "Ju" sino ahora con "Rayito" (bueno, al menos suena mejor que "Ju de Fru", ¿no?, no, los tres apestan).

Me coloco en la silla como buena estudiante y comienzo a teclear rápidamente, pero mi concentración se ve empañada por la curiosidad:

– ¿Esto puedes hacerlo con otros electrodomésticos?

<<Cualquiera que funcione con ondas electromagnéticas>> Buf...puedo sentir su ego desde aquí.

–Serénate, Einstein.

En menos de un minuto ya tengo la dirección, desgraciadamente bastante lejos de aquí.

...

–Mamá no me dejará ir hasta allí sola, en realidad no me dejaría ir y punto. Lo veo complicado, además, siendo menor de edad no caben muchas posibilidades.

Él se rasca la barbilla pensativo.

<<Necesitamos a alguien lo suficientemente loco y atrevido como para que no le importen las leyes. >>

Nuestras miradas se cruzan y sé que tenemos la misma idea:

– ¡¿QUIERES VISITAR UN MANICOMIO?! Oh por Dios, es como en esa película que en la que documentaban actividad paranormal, ¿cómo era?... ¡Fenómeno siniestro!, hay sííí. ¿Puedo llevar mi cámara?, incluso podríamos aprender a exorcizar y esas cosas, huyyy. ¿Y si hacemos una película que sea la mezcla de El Conjuro y Fenómeno Siniestro? No tengo una muñeca fea, pero la abuela no tendrá problema, deberías verla sin maquillaje.

–Ann, solo necesito que me lleves allá y eso es todo.

Le hecho una mirada a Kevin mientras hablo, se ve ansioso por oír respuesta.

–Pero podríamos filmar algo, ¿no?

Ruedo los ojos:

–No.

–Una foto y ya.

–No.

–Bueno, de todos modos te iba a ir a visitar, así que acepto. Pero me debes un paquete de Gummies después de esto.

–Sí...claro.

–Está bien. ¡Enseguida voy!–. Y corta.

<<No sé cómo la aguantas cuando está así. >> Se limpia un oído pues oyó los gritos desde ahí.

–Tú también la querrías si la conocieras–. Me encojo de hombros.

Menos de quince minutos después Ann casi tira la puerta de casa. Mamá siempre la recibe amablemente, pero está claro que no comparte del todo su energética compostura.

–Hola señora Ja–. Ella es así, si un nombre no le gusta, lo cambia. A mamá no la llama Janet como debe ser, ni a mi Juliet, como debe ser. Tal vez tanga algún problema con las jotas, seguro es eso.

Al verme corre para abrazarme con una fuerza comparable a la de papá.

– ¡Ju, ju, ju!, ¿vamos a...?–. Rápidamente le cubro la bocota que tiene, ¿cómo se le ocurre nombrar hospital, o manicomio, o lo que sea que se le haya cruzado por la cabeza que tenga que ver con esto?, sus ojos continúan como platos mientras gime tratando de zafarse buscando una explicación, tengo que fulminarla con la mirada para que deje de insistir.

– ¿A dónde van cariño?–. Mamá coloca sus manos en la cintura en modo de defensa. Y aquí es cuando utilizo mi gran habilidad para inventar excusas:

–Emm, queremos salir a tomar aire fresco–. Bien Juliet, no hay nada más limpio y fresco que un manicomio de casi doscientos años, sí, excelente respuesta.

Ahora mi madre pasa a modo de ataque, apuntando con su índice al igual que cuando era pequeña y quería comer caramelos antes de acostarme. (Digamos que siempre fui un poco sensible al exceso de azúcar).

–Pero Juliet, deberías descansar más cariño.

Tengo que dar razones convincentes para que me deje ir, a ver que se me ocurre:

–Mamá, ya estoy mejor, además me hará bien salir un poco de la rutina, ¿no? No te preocupes, estaremos bien.

Me observa con esa cara de "No sé si tú estarás bien", pero luego pasa al modo maternal automático, meneando la cabeza, con los ojos cerrados.

– ¿Prometen que no se meterán en problemas?

Sonrío y me presiono el pecho con una mano:

–Mamá, ¿alguna vez me he metido en problemas?–. Si irrumpir en una casa abandonada y ser el alimento predilecto de los espectros no es meterse en problemas, entonces no sé en qué porquería de mundo vivo.

–Yo también lo prometo– Ann hace lo mismo.

Ella nos sonríe de vuelta.

–Está bien.

Salimos de casa a eso de las 12:00 porque Ann nos...me convidó con unos sándwiches que había comprado en una confitería, jamón queso y lechuga, buena combinación si me preguntan. Luego tomamos unos refrescos cola cortesía de su papá, el señor Trest es tan amante de la aventura como su hija, así que no me preocuparía si Ann le mencionó algo sobre un manicomio, le debió encantar la idea.

El sitio está a unos cuantos kilómetros de casa, y como mi amiga no puede mantener sus cuerdas vocales moviéndose por tanto tiempo, encendió la radio para escuchar alguno de esos empalagosos ritmos adolescentes.

Y cuando creo que no puedo soportar más romances fallidos y mensajes subliminales disfrazados de musiquita, llegamos:

Los juegos de terror con alto límite de edad, incluso aquellos con la advertencia de no aptos para cardíacos, son extremadamente minimalistas si ves este lugar por fuera. Vidrios rotos, paredes rasgadas, grafitis, obviamente ha decaído desde su renovación en 1942. Es una estructura enorme que ejerce en mí una sensación repugnante. Tanto que hasta podría vomitar.

<<Oh, son muchos. >> Kevin observa el edificio con gesto severo y asqueado a su vez, bien, no soy la única.

Ann se baja del auto con sus lentes de sol sobre el cabello, su rostro muestra una gran emoción y expectativa...pero es muy fácil estar así si no vas a involucrarte mucho que digamos.

–Ann, necesito que te quedes aquí por si alguien viene, ¿está bien?

Ella me hace la veña militar asegurándose en su puesto. Pero sé que se muere por venir.

<< ¿Estás segura de esto?>>

–Sí–. Digo sin dejar de ver lo que nos espera.

– ¿Qué?–. Ann se me queda mirando confusa, rayos, olvide que no escucha.

–Nada–. Le resto importancia.

Sacude la cabeza con resignación y luego salta recordando algo:

– ¡Ah!, toma–. Me tiende un walkie-talkie que guardaba en su bolso.

– ¿Y esto?–. Lo tomo con extrañeza arqueando las cejas.

–Papá dijo que en lugares como este es mejor estar preparados.

Me encojo de hombros y luego de una corta despedida tonta de compañeras ingresamos al hospital.

Por dentro, si ignoras los gritos de los pacientes y el mal disimulado olor a encierro, no es tan aterrador como el exterior: Paredes blancas, un par se bancos de madera, revistas, un reloj y hasta un dispensador de agua, sip, igual a una sala de espera. Hay una recepcionista en el mostrador absorta con la computadora, así que intento pasar desapercibida caminando lentamente hacia el pasillo, pero en el preciso instante en que voy a soltar un suspiro de alivio, una voz rotosa me llama desde atrás:

–Ejem, señorita, ¿a dónde va?–. La mujer se coloca los lentes en la punta de la nariz y me observa con reproche, tocando rítmicamente el escritorio con tres dedos consecutivos.

Tengo que volver sobre mis pasos:

–Disculpe, yo pensé...

– ¿Nombre?

– ¿Tengo que dárselo?

La señora muestra unos dientes enormes y amarillentos enmarcados por su boca roja:

–Así son las reglas cariño, ¿nombre?–. Mientras espera mi respuesta enciende un cigarro, justo detrás hay un gran cartel de no fumar que bien podrías dártelo en la cara si no tienes cuidado.

<<Wow, este debe ser el primer lugar que acepta analfabetas para recepcionista. >> Kevin está acodado en el mostrador viendo el cartel, divertido.

–Mo...Molly Becker–. Ni sé de donde salió ese nombre.

Utiliza su mano libre para teclearlo. Luego le da una pitada tan profunda al cigarrillo que por un momento creí que se lo iba a tragar.

– ¿Identidad?

Mis ojos se abren perplejos:

– ¿Desde cuándo tengo que dar mi identidad?

La señora expulsa todo el CO2 de sus pulmones, desgraciadamente acertando en mi cara.

–Desde siempre, aquí necesitamos crearte una ficha para que puedas ingresar.

Rayos, ¿cómo salgo de esta?, no puedo crearme una ficha falsa con una identidad cualquiera, y si utilizara la mía, además de que no coincidiría el nombre no llegaría muy lejos si descubre que soy menor...bueno, creo que hasta aquí, se terminó.

Entonces Kevin interviene:

<<Bueno, manos a la obra–hace una pausa para verme–no te asustes, ¿sí?>>

Asiento seria.

Dicho esto ingresa en el cuerpo de la mujer como si fuese succionado por una aspiradora, los ojos de esta se tornan blancos y su cuerpo estático. Me estremezco al verla, es como si estuviese ausente.

Un poco insegura pregunto:

– ¿Señora?

Unos instantes después abre la boca y de ella sale una voz de ultratumba que me hace pegar un brinco. Son dos fusionadas. La de la recepcionista y la de Kevin. ¿La poseyó?

–Lamento lo de la voz–se acomoda la garganta –es que no practico muy a menudo–ahora suena exactamente igual a la señora.

No logro salir de la estupefacción:

–Oh, así que estás ahí adentro, eso es...raro.

La mujer sonríe, pero su expresión es mucho más agradable ahora que él la está usando.

–Sigo siendo hermoso, ¿cierto?–. Su sonrisa se amplía más.

Ruedo los ojos:

–Sí, ok, no perdamos más tiempo.

Kevin...o ella, o quién sea comienza a teclear; luego de unos instantes habla:

–Bueno señorita Molly Becker– me guiña un ojo–disfrute su estadía.

Presiona intro y de una máquina sale una especie de tiket con mis datos personales, lo arranca y me lo da. Lo tomo aún pasmada por el hecho de que no sea la mujer quien se mueve por su cuenta sino él quien le da las ordenes.

–Esto a mis ojos es algo ciertamente perturbador con un toque de desagrado.

Suelta un bufido de obviedad:

–Eso es normal en ti.

Por fin avanzamos al pasillo, según Kevin la mujer despertará en unos minutos creyendo que simplemente fue un descuido y pensará que soy una visita más cuando me vea.

En el pasillo no hay ni vista de los doctores, tal vez porque, teniendo en cuenta los planos que vi en el sitio web, los médicos suelen estar en la sala de control en el subsuelo de las 12:00 a 14:00, durante el horario de visita. Y por suerte para mí, este es uno de los días con menos frecuencia.

El pasillo está bastante oscuro a no ser por unas lámparas que oscilan lentamente y no son de mucha utilidad. A lo largo de éste hay incontables puertas selladas desde fuera, pero a pesar de su grosor pueden oírse gritos se vez en cuando....ahora mismo ruego porque no se abran.

Al final, en la de la izquierda, veo un cartel de advertencia: "PRECAUCIÓN: Solo personal autorizado.", es el camino a la tercera planta.

La repulsión regresa súbitamente a mi cuerpo.

<<Se ocultan ahí. –su rostro de ensombrece –Y son demasiados. >>

Trago saliva y atravieso la crujiente puerta para subir cuidadosamente los muy desgastados peldaños, con cada paso que doy la sensación aumenta, tanto incluso que debo parar un par de veces antes de seguir.

Al llegar la situación me desanima:

Puertas de madera en una de las paredes que debieron haber servido como contención para los pacientes en la antigüedad, rotas y algunas caídas en el suelo, mostrando arañazos desesperados y rastros de fluidos secos en su superficie. La única luz que ingresa son la de los polvorientos vidrios fragmentados, solo la suficiente como para que mis ojos puedan vislumbrar los objetos más cercanos.

–Oh Dios, esto está feo.

Muchos espectros, docenas de ellos transitando lastimosamente por las paredes y el pasillo, liberando sonidos guturales y alaridos rasgados.

<<Recuerda, no los veas a la cara. >>

Asiento y trago saliva otra vez, estoy tan sudada a pesar del frío que ya no cuento con mi ropa. Todos mis bucles se desenrollaron para formar picos erizados, al menos eso es lo que siento mientras paso entre sus cuerpos, escuchando sus gruñidos, gritos y lamentos estridentes; son aún más insoportables que los del hospital, más...siniestros.

El pecho me vibra por las desesperadas contracciones de mi corazón intentando tragar toda la adrenalina, una espesa y lenta adrenalina de miedo. El aire está tan pesado que cuesta respirar, mis pulmones sienten su falta y comienzan a desinflarse como pasas. Abro la boca pero no cambia nada.

<< ¿Estás bien?>>

Tengo que salir de aquí, necesito oxígeno, y lo necesito ahora. Ya con la vista borrosa tanteo un pestillo y abro la primera puerta que encuentro levantando una nube de polvo.

Aquí está mejor, las ganas de vomitar persisten, pero al menos puedo ventilarme. Me sostengo con mis rodillas para no caer mientras inhalo y exhalo constantemente, recordando cómo hacerlo.

<<Oye, Juliet, ¿estás bien?>> Intenta colocarme una mano en la espalda pero me atraviesa.

–Sí...ya, ya pasó.

Cuando levanto la cabeza tengo que ahogar un grito.

Tres espectros se abalanzan sobre nosotros, Kevin lucha salvajemente por mantenerlos a raya cubriéndome con un brazo. Intenta realizar la misma maniobra que la última vez pero lo superan en número y estaba desprevenido, terminan cubriéndolo por completo en una nube negra y tormentosa.

– ¡Kevin!–grito y corro hacia él, meto una mano en la espesura tratado de atrapar algo que sé que no puedo tomar, la frustración me carcome– ¡Déjenlo en paz!

Entonces, repentinamente, siento una chispa en mi interior que se transforma paulatinamente en un calor abrasador y es volcado hacia afuera al igual que agua hirviendo, libero un gruñido de coraje e inserto ahora las dos manos con fuerza. En el centro de esa masa oscura surge un núcleo luminoso que se cuela por los pequeños orificios cada vez más grandes hasta que explota, lanzándome contra la pared y dejándome sin aliento. Una vez el extraño humo se disipa puedo ver a Kevin de pie, frágil y tambaleante.

–Kevin–gimo, se voltea y me da una pequeña y desdibujada sonrisa.

<<Estoy b...>> Sin poder terminar la oración cae con sonido sordo al suelo, inmóvil.

–Kevin–susurro, es lo que soy capaz de decir, no se me ocurre otra cosa. Me levanto con esfuerzo descubriendo que mi cuerpo es mucho más pesado de lo que recordaba. Camino un par de pasos hacia él pero las piernas me fallan repetidamente, deslizándome de rodillas al sucio y viejo piso de madera. Estoy cansada, muy cansada, si tan solo, si tan solo pudiera...

Un gruñido me quita del estupor, un espectro que no había notado antes está acurrucado en un rincón de la habitación, mirándome. No puedo huir, no puedo gritar, allí, inútil como una muñeca de trapo.

La cosa se para y se traslada hacia mí lentamente, lleva un andar triste y pesado. Para mi sorpresa se sienta en el suelo a mi lado, tan cerca que puedo ver todas sus desfiguradas facciones: Cuencas cadavéricas huecas, rostro rasgado al igual que una momia mal conservada y sus cabellos mustios pegados a su cara como si hubiese llorado en exceso.

Cierro los ojos esperando el fin, pues aunque quiera no logro moverme ni un poco. En el silencio sepulcral escucho un graznido:

<< ¿Mmmi... nn...niñaaa?>> Los abro de golpe para ver como su mano huesuda y con garras acaricia torpemente mi rostro...yo...la reconozco:

Lleva andrajos verdes que cubren parcialmente su cuerpo desnutrido, y si veo con atención todavía pueden observarse vestigios de un pelo castaño. Mi interior solloza, aquella chica de recuerdo adueñándose de mis sentimientos, no cabe duda, es ella.

–Nana... –. Y sin darme cuenta comienzo a llorar, derramando lágrimas ajenas con una pena demasiado personal. Termina por envolverme con sus brazos y realiza sonidos graves de garganta que transmiten la amargura de varios años. Se lamenta de una forma más primitiva, pero también más profunda.

Cierro los ojos de nuevo...es increíble pero lo que menos siento en este momento es miedo, no importa si está acariciando mi cabello con unas garras que pueden destrozarme, estoy segura, sé que no va a hacerme daño. Gradualmente su roce se va haciendo más delicado hasta que percibo unos finos dedos de mujer. Al verla me encuentro con una señora joven, su vestido verde y largo cabello castaño, puedo ver a su nana.

Ella me sonríe con ojos dulces y suaves, mi cabeza descansa en su pecho pero inmediatamente desvío la mirada hacia Kevin, que continúa inconsciente.

La nana se levanta y camina hasta estar con él, se inclina tocándole el hombro en un roce, me observa un vez más y en medio de grandes haces de luz que la atraviesan dice:

<<Te quiero. >>

Y se fue.

Entre toda esta confusión Kevin se incorpora frotándose la cabeza. Cuando recuerda el suceso anterior se pone en pie de un salto mientras gira hacia varias direcciones, atento. En cuanto me ve corre a mi encuentro.

<< ¿Estás bien?, ¿qué pasó?, ¿te hicieron algo?>>

Me paro, ésta vez con menos dificultad y sacudo el polvo de mi ropa con una sonrisa:

–Estoy muy bien.

Dirijo la vista hacia el rincón donde ella estaba en un principio y descubro unos pedazos de documentos y un papel antiquísimo.

Los primeros resultaron ser trozos de un informe psiquiátrico:

"15 agosto, 1850: La paciente María Antunez presenta fuertes y constantes episodios de alucinaciones, afirma que es capaz de ver a su ahijada muerta. Insiste con su presencia en la casa, tratamiento a confirmar."

"20 agosto, 1850: La paciente continúa sin mejoras, tratamiento a confirmar."

"1 setiembre, 1850: La paciente presenta agresividad debido a la no aceptación de la realidad, arremetió contra los médicos que quisieron llevar a cabo el tratamiento. Tratamiento: Hidroterapia*."

"20 setiembre, 1850: La paciente se resiste a aceptar su condición, agresividad en aumento. Tratamiento: Aislamiento."

"10 Octubre, 1850: La paciente sufre depresión y demencia, no hay comunicación. Tratamiento a confirmar."

"11 octubre, 1850: Paciente fallece, concluye informe. Causa de defunción: suicidio."

Se me revuelve el estómago al imaginarme por todo lo que tuvo que pasar la pobre mujer.

Estos malditos papeles solo están impregnados de dolor.

Ahora voy a por la hoja, es una carta:

"Mi querida niña:

Tal vez esta carta nunca llegue a tus manos, pero al menos servirá como un desahogo...nadie cree que he hablado contigo, no importa cuántas veces lo diga. Pareciera que todos están sordos a tus llantos.

No culpes a tus padres por lo que hicieron, ellos creen que aquí sanarán mis heridas, pero sé que no es así. No sabes cómo lamento que no haya podido evitarlo, cuantas veces lloro en las noches, pensando en por qué no soy yo la que está vagando por las paredes de la casa en busca de abrigo. Oh mi hermosa niña, si tan solo hubiera hecho algo...

Quiero que sepas que me hago responsable de mis actos, siempre pensé que Jeremy sería un buen partido, creí que podrías cambiar de opinión y vivir con alguien correcto. Lo siento, me equivoqué rotundamente en mi deber como nana, ya no merezco llamarme así, te llené de mentiras y no quiero nunca más que algo tan sucio surja en mis entrañas; por eso he de liberarme de tan pesada carga revelándote por fin las cosas que sé, mi pequeña.

Por eso, en un intento absurdo de redención, escribo estas palabras:

Fue tu madre y padre en común acuerdo conmigo que quisimos alejarte de él.

Yo evité que llegara a tiempo poniendo un somnífero en su bebida, soy una mujer despreciable que no es digna de tu amor. Lo hice por ti, pero como muchas otras personas, arranqué la rosa para conservar su belleza, sin saber que en realidad le causaba deterioro.

Yo le di la llave de la casa para darte una sorpresa, nunca imaginé....yo nunca.

Confesé mis pecados ante ti por considerarte más pura que un ángel, es solo tú perdón el que me importa.

Esta es probablemente mi última voluntad, la escasa que me queda...

Te quiere, María."

Abracé la nota en mi pecho como un recuerdo preciado y lloré una vez más por la pobre nana.

Abandonamos el lugar unos momentos después de forma sencilla, incluso cuando volví a la recepción la mujer me saludó como si hubiese cumplido con absolutamente todas las normas de visita y además con una sonrisa; algo moralmente aceptable, esa clase de gestos que hacen que a la gente le caiga bien otra gente.

En la entrada está Ann, despeinada y corriendo como una fugitiva del lugar para recibirme con lágrimas de preocupación:

– ¿Cómo se te ocurre ignorar mis llamadas? ¡Creí que te había pasado algo!–. Me toma por los hombros y me sacude– ¡¡No vuelvas a hacerme eso!!, ¿me oyes?,¡¡¡NUNCA!!–. Termina chillando y abrazándome, sus lágrimas caen a un lado de mi campera...uhg, aunque en una retorcida manera, es lindo, porque significa que le importo.

–Nunca recibí tal llamada.

Me arrebata de un tirón el walkie talkie y lo revisa, luego me lo tiende con la cabeza gacha.

–Te olvidaste de encenderlo–. Usa un hilo compungido de voz.

Esa es otra de las cosas de Ann, cuando se ríe lo hace en extremo, cuando se enoja lo hace en extremo y cuando se entristece llora con la fuerza de mil huracanes y es capaz de ahogarte si decide descargarlo en ti. Una vez tuve que tirar unos pantalones porque luego de que su tercer novio la dejara, la pobre tela negra pasó a ser un animal pince de espantosa y grotesca procedencia (podría llamarse tinte de fluidos corporales 100 % natural).

–Lo siento, prometo pagártelo. Tú y yo solas, un día entero de chicas–. Bueno, mientras no se entere de que en realidad soy un paquete que viene con chico fantasma incluido, cabría la posibilidad de ser una jornada bastante femenina.

<< Ejem, ¿perdón?>> Kevin arquea las cejas y tuerce el gesto.

Mientras abrazo a Ann para que se calme, muevo los labios mirándolo: "No molestes."


Este tratamiento fue utilizado durante el siglo XIX, consistía en sumergir a la persona afectada en agua helada por varios minutos.

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