CAPÍTULO 1:
– Que estupidez.
– ¡Shhh..., está a punto de terminar! –. Estamos viendo una película de terror en casa, mientras ella se aferra a mi brazo gritando como una histérica, yo lucho por no meter mi cara en el envase de las palomitas. Realmente una porquería..., actores mal hablados, escenas a medio hacer y un pésimo guion, sin mencionar la temática: Un fantasma en busca de almas humanas; pero no debería quejarme, era esto, o una novela romántica en la que seguramente actuaría como pañuelo para mi mejor amiga. Un grito me sobresalta, le lanzo una mirada molesta pero solo se limita a meterse un buen puñado de comida a la boca y murmurar un "lo siento" sin dejar de ver la televisión. Está tan absorta que puedo apostar a que si coloco una piedra dentro del recipiente ella no la notará, es más, creo que hasta sería capaz de tragársela.
– Voy al baño Ann...–.Me levanto de mala gana, con el fastidio estampado en mi rostro.
– ¡Ay no!, no me dejes sola, porfisss Ju –. Ju, así es como me llamaba a los cinco años y ahora con dieciséis, en todo este tiempo no conseguí que me dijese Juliet – ¿Qué tal si el fantasma de la tele quiere atacarme?– Obviamente está más que metida en la trama.
Solo me encojo de hombros:
– Cuando tienes que ir, tienes que ir.
Voy al pasillo que da al baño, la última puerta del frente. Me encierro con un suspiro apretado y observo el espejo, sí, allí estoy yo como siempre: Cabello negro recogido en un semi moño donde mis bucles salvajes pero ordenados me caen a un lado de la cabeza, piel pálida carente de color y ojos grisáceos con cierta tonalidad azul (al menos eso dice mi madre).
A diferencia de mi amiga, que es pura simpatía con su claro cabello lacio, cuerpo bien formado y sonrisa brillante, yo soy prácticamente como una aparición en esa película, delgada y un tanto alta para mi edad, con expresión seria-inexpresiva que da a entender que podría pegarme un tiro en cualquier momento. Anna había dicho que tengo un aspecto emmo-romántico que me hace lucir atractiva, pero "atractiva" no es la palabra que estoy buscando, tal vez... "deprimente", sí, definitivamente es esa. Soy una chica deprimente.
Decido hacer algo con eso, abro el grifo enérgicamente y me arrojo agua helada una y otra vez hasta que mi piel se siente ahogada. Luego, sin secarme, echo otro vistazo: Mis labios rojizos brillan por la humedad y los ángulos de mi rostro se afilaron aún más con las gotas de agua recorriendo su contorno.
Esos dos faroles grises me acusan a través del espejo "¿Qué haces, chica?, eres una adolescente, deberías reírte de estupideces y gritar junto a tu amiga como cualquiera", yo les respondo fríamente apartándolos de mí.
Tomo la toalla con rapidez y vuelvo con Ann, que me ve con mirada de cachorrito desde el sofá:
– ¿Por qué tardaste tanto? Pensé que te había ocurrido algo.
– Sí, probablemente deba mencionar que el fantasma estuvo a punto de tragarme cuando se me ocurrió decirle "Oh no me coma señor fantasma, mi amiga es mucho más sabrosa"–. Coloco el dorso de la mano en mi frente y me inclino de forma teatral.
– ¡Eres mala, nena!-. Ella se ríe como una infante mientras me arroja un par de palomitas al cuerpo.
Me siento a su lado saltando por el respaldo, haciéndola brincar.
– Y..., ¿cómo te cayó la película?
Pone cara afligida y cruza los brazos:
– Mal, murieron todos. Incluyendo el sexy protagonista.
Dejo escapar una sonrisa burlona:
– Wow, que pena.
Anna le resta importancia girándose hacia mí y tomándome de las manos.
– ¿Qué hacemos ahora?, ¿quieres salir a comer algo, hablar sobre chicos o...? ¡Ya sé, vamos a arreglarnos y salgamos a bailar!
Estrecho los ojos en señal de negación, pero con esta chica hay que ser bastante clara:
– No, ya sabes que salir a festejar no es precisamente mi idea de diversión.
–Ah...–levanta el dedo índice a modo de idea grandiosa, aunque, en lo que a mí respecta, las suyas nunca lo son–pero con éste arsenal mortal que tengo en las bolsas no podrás decirme que no.
Había llegado con ellas a casa, pero por mi propia seguridad no me atreví a preguntar que tenían dentro. Desgraciadamente siempre se las arregla para arrastrarme a sus fantasías, las cuales terminan horriblemente mal.
Hurga un poco más y finalmente saca un labial rojo brillante como la sangre con una sonrisa de oreja a oreja.
Abro mis ojos sorprendida.
–No.
Con su expresión intacta afirma:
–Sí.
No sé cómo lo hizo, pero unos minutos después estamos en mi cuarto frente al tocador que casi nunca uso y Ann se encuentra completamente concentrada embadurnándome con pinturas.
Cuando termina me acerca al espejo para, como dice ella "Admirar sus dotes maquilladores".
No importa cuánto polvo rosa deposite en mis mejillas, éstas se resisten a poseer color. Mis ojos–que ya de por sí son grandes–los dejó como platos grises decorados con una sombra oscura que les da demasiada profundidad. Además, parezco tener "hemorragia labial" con tanta sobrecarga de rojo.
– ¿Qué te parece?, ¿te gusta?–. Sonríe con toda la ilusión del mundo.
–Eh..., ¿quieres la respuesta sincera o la que te hará feliz?
–Dame la que quiero escuchar querida Ju, porque te ves MA-RA-VI-LLO-SA.
Lanzo un suspiro aireado de forma que lo oiga, pero ya se fue al living a buscar otras cosas.
Siento el repentino deseo de levantarme, no soporto ver esa otra imagen de mí, es como una burda imitación de mi amiga y definitivamente no quiero ser eso. Prefiero a la yo que se queda en casa o va a la biblioteca, viste jeans sueltos con sandalias y usa buzos oscuros, sí, la chica depre.
Anna vuelve con un grito, eufórica, mientras sostiene un vestido amarillo bastante corto con volado abajo y unas sandalias de cuero con taco blancas.
– ¿Quién será la chica afortunada que utilice ni más ni menos que esta belleza de ropa?– su sonrisa se hace más amplia– ¡Esa eres tú!–. Me apunta con el dedo.
Volteo para asegurarme de que no haya otra en la habitación a la que esté señalando, pero esa reacción no le cae muy bien.
Se agacha y da unos saltitos en reprimenda:
– ¡Vaaamos, no seas así!, estoy tratando de salvarte de una vida llena de hundimiento social...Además, prometo que si esta noche no sales conmigo, serás la única responsable de que tu mejor amiga termine internada por un bajón de azúcar debido a la depresión que le causaste al decirle que no.
Cierro los ojos y respiro profundamente para acumular paciencia.
– ¿Prometes que si voy dejarás de inventar fundamentos estúpidos?
Ella realiza una X con su dedo en la zona del corazón:
–Que me parta un rayo si no lo hago.
Me aguanto de decirle que lo más probable es que no dará dos pasos sin que quede hecha un trozo de carbón, en cambio mi boca se curva con resignación y levanto el brazo con la mano extendida.
–Dame el maldito vestido–. Digo.
Ann aplaude feliz de ver mi decisión. Me lo coloco como puedo, sintiéndome incómoda porque ya ni la ropa es mía. Además estoy demasiado descubierta, mi espalda lo está, solo la cruzan
unos tirantes angostos. Luego siguen las medias y por último los zapatos, todo en forma mecánica.
–Bien, ahora solo falta el peinado...
Mi expresión se vuelve tensa:
–Eso sí que no.
Levanta las manos sorprendida.
–Bueno, está bien, nada de peinados.
Unos minutos después ella también se encuentra lista con un vestido violeta de escote pronunciado, unas sandalias negras y unos aretes plateados que hacen juego con las pulseras.
– ¡¡Cuidado mundo, que allá vamooos!!
No es por amargar su reluciente salida, pero debo hacer algo primero:
–Espera, tengo que llamar a mamá.
Tomo mi celular y marco su número, después de tres tonos atiende:
–Juliet, ¿qué pasa cariño?
–Nada, era para decirte que voy a salir con Ann...
Escucho sonreír a mamá a través del teléfono:
– ¡Me alegro mucho por ustedes!, mira, yo llego a eso de las dos, pero aun así te quiero a las doce en casa, ¿sí?
–Claro, ma.
–Esa es mi niña... ¡Diviértanse!, te quiero.
–Yo también.
Mi amiga está impaciente en el marco de la puerta, zapateando.
– ¿Ya está?
–Sí.
Ambas subimos a su auto, es un coche alargado azul oscuro. En realidad pertenece a su padre pero es prácticamente lo mismo, basta un "porfiss" para que se lo preste.
Enciende la radio y pone música electrónica a todo volumen, lanza un aullido cargado de energía al tiempo que hace rugir el motor y partimos hacia quién sabe dónde...
Llegamos a un club algo alejado del centro, uno nuevo que fue construido en la parte vieja de la ciudad, donde el estilo Rococó y Victoriano todavía están presentes. Honestamente siento pena por el edificio, pensar que lo que alguna vez fue un sitio lleno de cultura se volvió un lugar para personas lo suficientemente adolescentes (como mi amiga mismo), plagado de música ensordecedora y el fétido olor a alcohol, sudor, ocasionalmente vómito y... otras cosas que no voy a mencionar por que las desconozco.
Ingresamos. Yo por lo menos trato de ser discreta, esquivando los cuerpos danzantes que se bambolean al ritmo remix del D-Jokey. Decidimos estar en el centro sur de la pista pues ahí no está tan llena.
No puedo evitar ver el diseño del suelo, un mosaico de flores realmente hermoso, desgastado por el tiempo. Comienzo a moverme, alentada por ese diagrama ligeramente familiar que repercute en mi cabeza. Giro y me balanceo de una forma tan artística que me siento mareada, pero no quiero parar porque estoy bien así, como en mi mundo. No es hasta que mi amiga me da un codazo que soy forzada a detenerme.
– ¡Oye, ¿dónde aprendiste a bailar así?, no conocía esa faceta tuya!–. Tiene que gritar para hacerse oír por encima de la música.
–Yo...no tengo idea.
Anna me regala una sonrisa luminosa:
– ¿Ves?, no es tan malo, debería sacarte más a menudo.
Continuamos bailando unos temas más cuando alguien se me acerca. Un muchacho, y por sus ojos puedo decir que está casi-completamente ebrio.
–H-hola, preciosa–arrastra las palabras de una forma desagradable– ¿Quieres un hombre en tu cama?...apuesto a que sí.
Le sostengo la mirada firme aunque empiezo a sentirme insegura, pienso en Anna como apoyo, pero ya no está allí. Se había ido a la barra para acomodarse un tacón y está demasiado lejos como para que escuche.
–Lárgate–. Le pido, pero el tipo no está dispuesto a dejarme en paz.
– ¿Y qué si no lo hago?, nadie te escuchará mientras te arrastro al callejón y te hago mía–. Me toma del brazo pero deshago su agarre y salgo corriendo entre la multitud, afortunadamente está muy borracho como para seguirme. No me detengo a pensar, continúo mi trayectoria, subo unas escaleras apartadas que rechinan bajo mis pies y me meto en la primera puerta de arriba. Cuando quiero acordar estoy en una terraza semi destruida que en su momento pareció haber sido hermosa, un grueso rosal decora el resto hasta llegar a la baranda, pimpollos rosa embellecen la noche con su brillo propio, pero... ¿Cómo llegué aquí? , me encuentro perdida y sola de repente.
Sin aguantarlo más me arrodillo en el piso a llorar como una niña pequeña, interrumpiendo el silencio que aquel lugar logró ganar a pesar de la música.
No sé cuánto tiempo permanezco allí derrotada, esa no soy yo...pero entonces, ¿quién soy?
No fue el muchacho el que me hizo esto, sino yo misma. Quiero encajar en un molde que no es el mío y en un mundo al que no pertenezco, y lo peor es que no sé por qué no soy capaz de hacerlo.
Una voz me irrumpe de forma sorpresiva:
<< ¿Por qué lloras? >>
Levanto mi cabeza pero allí no hay nadie; genial, ¿tan sola estoy que me inventé un amigo imaginario? Bueno, al menos tengo la sensatez de responderle:
–Por varios motivos.
La voz es como la de un chico:
<< Mmm...¿El principal? >>
Tras un minuto de duda decido ir a por el más banal, al fin y al cabo ¿por qué le debo explicaciones a mi amigo imaginario?
–Un tipo trató de tomarme por la fuerza, me asusté y llegué aquí, no sé ni cómo.
Siento que la temperatura baja, instintivamente me froto ambos brazos con las manos.
<< Ya he visto a ese imbécil...no te preocupes, puedes bajar. Estaré a tu lado, ¿bien? >>
–Claro, como si eso ayudara.
Es realmente insistente:
<< Vamos, confía en mí, puedes bajar tranquila, busca a tu amiga y sal de aquí. >>
No tengo otra opción. De todas formas, tarde o temprano tendré que irme, así que me incorporo con cabeza en alto y abro la puerta.
<< ¡Así me gusta!>> Anima la voz.
Increíblemente si me siento acompañada, como una especie de cosquilleo en mi espalda, supongo que es lo que mi madre suele llamar "auto defensa". El muchacho ebrio ni se molesta en aparecer.
Anna al verme sale corriendo con la preocupación grabada en la cara:
– ¿Dónde te habías metido? ¡Te busqué por todas partes!–me observa de cerca y se torna severa–Estuviste llorando, ¿qué te pasó, alguien te hizo daño? ¿Sabes qué? Vámonos de aquí, cuéntame todo en el camino–. Hace una pausa– A no ser que tengamos que llamar a la policía.
–No es necesario, solo quiero irme.
Ella me toma del brazo con delicadeza y salimos como entramos.
Una vez en el auto toda la atención es volcada a mí nuevamente:
–Dime, ¿qué ocurrió?
Trato de mantenerla al margen, pues si llegase a contarle con lujo de detalles no me sorprendería que entrase a darle una paliza al chico, y yo por supuesto, tendría que pagar la fianza para sacarla de la cárcel.
–Solo me sentí mareada...
<< ¡Claro que no, dile la verdad!, ¡ese tipo trató de violarte!>> La voz todavía continúa en mi cabeza, y no logro silenciarla al parecer.
–Cállate, no quiso violarme...–. Espeto molesta, aunque fuera cierto no estoy dispuesta a la interrupción de un ser imaginario.
– ¡¿Qué quiso qué?!– Anna abre los ojos y me toma por los hombros incrédula.
La voz se escucha molesta:
<<Claro...llevarte a un callejón y hacerte suya es solo una expresión amigable. >>
–Yo... ¿Cómo rayos supiste?–. Mi confusión aumenta con rapidez, pero más lo hace el fastidio.
– ¿Qué cosa?, ¿qué te pasa?, ¿alguien te drogó, te amenazó? ¡Suelta de una vez Juliet!–. Ann me sacude con urgencia, solo en ese entonces comprendo que mi amiga no entiende un pomo de mi conversación con el molesto señor-amigo imaginario, además, para que usara mi nombre completo tiene que estar realmente alterada. Supongo que lo mejor es restarle importancia al asunto, el problema es cómo...
Resuelvo efectuar la maniobra "Modelo de TV", sonreír estúpidamente y decir:
–Solo estoy cansada..., ¡demasiada diversión para una noche!
Ella me observa cautelosamente, yo por mientras sigo sonriendo con cansancio (una parte de eso no es mentira, en serio estoy agotada). Un minuto después libera un suspiro, apoyando las dos manos en el volante para por fin salir de aquí, pero antes me ve a los ojos y murmura:
–Oye, si no quieres contarme está bien...pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, Ju, y que lo que sea que haya ocurrido no fue culpa tuya.
Claro que no, fue tuya por arrastrarme a este antro.
ifyNW?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top