Epílogo
Caminé a lo largo del verdoso y húmedo pasillo arrugando la nariz, jamás me pude acostumbrar al olor que inundaba el hospital.
Pero era necesario, nadie sospechaba de lo que hacíamos en realidad en ese lugar.
Entré a lo que era mi "oficina" que en realidad sólo era un cuarto de cuatro por cuatro con dos sillas de plástico y un escritorio al que le faltaba una pata y que usaba tabiques para sostenerse.
Deplorable pero cómodo.
Me senté en mi lugar y abrí el folder que me habían entregado, tenía las fotos de un lugar dónde se sospechaba que había otro prostíbulo.
Al menos tenían diez hombres trabajando ahí.
Bufé y sacudí la cabeza, aún había mucho trabajo por hacer antes de realmente causar el impacto que Chiara anhelaba.
«Sin clientes, no hay trata»
Era increíble cómo la sed de venganza —o justicia como insistía Sofía en llamarla— me mantenía lo suficientemente ocupada para no caer en algún ataque.
De hecho, habían pasado meses desde el último, los mismos que habían pasado desde la última vez que vi esos ojos verdes.
Tocaron el intento de muro y levanté la mirada, mi amiga me observaba con una pequeña sonrisa.
—Llegas más temprano que de costumbre —comentó entrando, traía un sobre en las manos.
—Me pasaron información que Chiara querrá ver —dije notando que mi amiga estaba tensa.
Ella se sentó y yo crucé los brazos, arqueé una ceja.
—¿Qué? —espeté.
Sofía puso el sobre en el escritorio y entrelazó sus manos encima de él.
—Tengo noticias —susurró.
Mi corazón dio un vuelco, sentí como si mis pulmones se hubieran hecho chiquitos.
—¿Está bien? ¿Hubo problemas? —pregunté a gran velocidad notando como mi voz estaba cargada de ansiedad.
Sofía puso ambas manos delante de mí pidiéndome que me detuviera, la vi con ojos entrecerrados.
—Todo está bien con él, está en Centauria viviendo una vida "normal"
La miré extrañada.
—¿Entonces...?
Sofía bajó la mirada al sobre y lo empujó hacia mí, entendí que ahí radicaban las respuestas a mis preguntas, asi que con manos ligeramente temblorosas lo abrí y saqué varias fotos.
Era él, su cuerpo ya no estaba tan delgado como antes, tenía una sonrisa coqueta en sus labios y una mirada llena de tranquilidad.
Pero lo que más llamó mi atención, fue la pequeña mujer a su lado, con la que entrelazaba las manos.
—Se llama Karen, cruzaron la frontera juntos, se conocieron meses antes de que él cayera en manos de Beatriz —contó Sofía en un susurro—. Era maestra de canto, salió de aquí por razones que me son desconocidas...
No quité la mirada de las fotos por una largo momento, la voz de mi amiga se hizo inentendible, bien pudo contarme el secreto del universo y no me enteraría.
Recordé a su peor pero mejor clienta, ya decía yo que había más historia ahí de la quiso contar.
—¿Es feliz? —pregunté en un susurro.
Sofía detuvo de golpe su monólogo, levanté la mirada y la fijé en sus ojos miel.
Ella vaciló un poco antes de asentir.
—Entonces lo valió, Sofía —susurré forzando una sonrisa.
Mi corazón había caído al suelo con la siguiente foto, era Orpheo abrazando a la pequeña mujer y sonriendo como nunca lo había visto, podía notar su felicidad.
Escuchamos una garganta aclararse y ambas volteamos a la puerta, Elliot estaba ahí.
—Buenos días chicas, ¿ya te dieron la noticia? —preguntó viéndome con algo como lástima.
Me encogí de hombros.
—No importa, algunas cosas no están destinadas a ser —dije con todo el desdén que pude disimular.
Él asintió y miró detrás.
—Les vengo a presentar a alguien, es un azul y nos estará ayudando —dijo haciéndose a la izquierda.
Un hombre alto, con ojos café y una ligera barba se puso a su lado, su cabello estaba perfectamente peinado y se veía muy serio.
Observó a Sofía la cual se levantó para darle la mano, todo a mi alrededor desapareció, ese hombre se me hacía conocido, estaba experimentando una sensación de déjà vu.
Cuando se giró en mi dirección, mi corazón dio un brinco antes de acelerarse de tal manera que mi respiración se vio afectada.
Sofía y Elliot dijeron algo pero no puse atención, creo que él tampoco.
Levantó su mano e hizo la cabeza de lado, su mirada era seria pero pude notar que me estaba analizando
—Lisa —dije en un hilo de voz temiendo algún contacto, veía su mano levantada esperando tomar la mía.
Una extraña emoción y muchas ganas de llorar me inundaron, me sentía abrumada, pero me controlé lo más que pude, no entendía lo que me estaba pasando pues era una mezcla de alegría y tristeza que me estaba costando disimular.
Finalmente le di la mano y la estrechó, dejé escapar un ligero suspiro al sentir la calidez de su tacto.
—Tobías.
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