~Introducción~


El gran castillo de Asgard.

Perfecto en cualquiera de los sentidos, verlo por fuera era totalmente distinto a verlo por dentro, cada pieza, cada columna, cada muro, esquina, todo tenía historia, todo era perfecto, cada cosa hecha detalladamente, dándole un toque rustico y acogedor para cualquiera...

Cualquiera... Recuerdo que solía pensar en como escapar del mas hermoso paraíso, volver a un hogar donde ya no tenía lugar, donde mi corazón ya no quería estar.

Mi terquedad me sego durante tanto tiempo, negandome a ver lo que de verdad anhelaba, no quería aceptarlo, por mas hermosa que fuera la realidad, preferia quedarme en la oscuridad, negando cualquier sentimiento hacia ese hom... No... No puedo llamarlo hombre, es un Dios, y como tal debo llamarlo.

Dios por el cual hoy estoy tan nerviosa... No recuerdo estar así de tensa por algo tan simple como un aniversario.

- ¡Loki Laufeyson! - Llamo su atención al abrir las puertas del salón del trono, estaba sentado, tan imponente como siempre, su capa negra con detalles verdes caía por los largos escalones, casi me roba una sonrisa el recordar los cientos de berrinches que formaba cuando debía usar la roja, ya que su color predilecto siempre fue el verde, solo el negro podía predominar entre los demás colores.

Su tez blanca, cara triangular, ojos esmeralda, tan puros que a veces lograban hipnotizarme, cabello azabache largo, un poco mas abajo de los hombro, barbilla recién afeitada, su traje de los mismos colores, en su mano izquierda sujetaba el vaculo, en su mano derecha tenía unos papeles, a lo que supongo son reportes de el pueblo, los que no pudieron hablar con el dejaron sus dilemas escritos en papel, Loki llevaba el mismo casco con cornamenta de cuando lo conocí, o bueno, me rapto. Su musculatura no a cambiado mucho en estos años, solo se ha vuelto un poco mas fuerte a la hora de batallar sin su magia y engaños. Llevaba botas negras casi hasta las rodillas y las piernas levemente separas, al oír mi voz ignoro completamente lo que hacía, dejando los papeles en su pierna derecha para pasar a observarme con una sonrisa, cambiando esa expresión de seriedad de segundos atrás.

- Tara... Diosa mía... - Saluda con su voz seductora y grave, cierro los ojos por breves segundos, disfrutando de lo que unas simples palabras de mi Dios producen en mí.

- ¡No me vengas con tu coqueteo ahora, Laufeyson! - Le advierto abriendo los ojos y volviendo a mi realidad, subo los escalones sin levantar el largo y hermoso vestido verde, sin temor a caerme o tropezar con la fina tela me acerco a el decidida, antes de que pueda decir otra palabra le apunto a la garganta con la daga que me regalo en nuestro primer aniversario.

- Siempre tan encantadora - Bromea con su sonrisa divertida, levantando la cabeza con orgullo y observándome fijamente.

- Nuevamente me desobedeces, no necesito ser vigilada para estar segura- Gruño por lo bajo amenazante.

- Lo necesitas, tu estado es muy delicado, no permitiré que te hagan daño - Su voz aterciopelada y tranquila me suaviza, pero no aparto la daga.

- Al menos pudiste quedarte conmigo en la cama, desperté sola, las hormonas me tienen mucho mas sensible, pero aun así, no permitiré que me pongas escoltas para andar por el castillo, para dentro de 15 minutos no quiero a nadie siguiéndome, me iré a Midgard a visitar a mi hermana, te lo advierto, apuesto a que cualquier otro simple Midgardiano daría lo que fuera por estar con la esposa de un Dios y Rey de Asgard - Lo provoco guardando la daga.

Me volteo dispuesta a irme pero el rápidamente se levanta y sujeta mi muñeca, dándole a mi cuerpo media vuelta, me sujeta de la cintura con su mano derecha, ya que la izquierda aun sostiene el vaculo.

- Si no quieres que alguien muera por tu osadía, sera mejor que te quedes en la biblioteca y aguardes hasta la cena, cumpliré tu capricho, pero no saldrás de Asgard, debes descansar, Tara, tu estado sigue siendo delicado por mas fuerte que te sientas - Advierte con la voz sombría, nuestros cuerpos están juntos, nuestras caras rozándose, la respiración de ambos chocan en la cara del otro, sus labios casi unidos a los míos.

- Si la espera valdrá la pena, te aseguro estar ahí, si no me iré sin que siquiera adviertas mi respiración, así que habla, Loki, Dios de el engaño, ¿Valdrá o no la pena esperarte en la biblioteca? - Cuestiono observándolo desafiante, sin alejarme.

- No lo se... - Sonríe olvidando sus celos - ¿Porque no lo dejas a la suerte? Quédate y averigua que te aguarda al caer el sol.

Antes de besarle, sonrió vencida, siempre logra despertar mi curiosidad, desde el primer día, me aparto y bajo contoneando mis caderas, al igual que su capa mi vestido tiene una cola algo larga, como de un metro, el vestido verde con destellos negros resalta el color moreno de mi piel, se apega a mi figura, algo que ahora es conveniente por mi vientre abultado, es el favorito de Loki por ser escotado, aunque insistí en que al menos tuviera tiras, me alejo de el, con el sonido de mis tacones contra el mármol de fondo.

- Lindas caderas, amor mío, les darás un buen uso esta noche - Su voz es como una caricia para mi piel y yo me sonrojo como tomate, no me digno a voltear porque seguro se ríe al verme de esta forma, detesto a las hormonas.

- Si lo consigues, Cielito - Hablo con burla y su risa retumba en cada esquina del salón del trono, siempre a tenido doble filo ese sonido tan estrepitoso y varonil, me hace reír o me excita al 100.

Abro las grandes puertas del salón y antes de irme le doy una ultima mirada, le lanzo un beso coqueto y cierro las puertas detrás de mi.

Ahora te preguntaras, ¿De que va esta historia?

Querida o Querido, esto no es el principio de un cuento de hadas, es el final.

Para llegar a esto, pasaron muchas cosas, si quieres saberlas, te invito a continuar, con mucho gusto les contare mi historia a los que les interese.

Mi nombre es Tara, Diosa de la muerte.





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