~¿Donde estoy? ¿Quien eres?~
Los pájaros cantaron en mi ventana, alertándome de una nueva mañana, un día menos para mi boda, uno mas para compartir mi vida con el hombre perfecto.
Ansiosa abrí los ojos, salte de la cama dejando caer al suelo la sabana roja y entro a el baño descalza, sin darle mucha importancia a los nudos hago una cola de caballo y la adorno con un listón blanco, cepillo mis dientes, lavo mi cara con agua fría y jabón, me seco las manos, cara y parte del cuello que por despistada moje, salgo del baño con una sonrisa hacía el armario, de camino recojo la sabana y la doblo sobre la cama antes de abrir el primero de mis dos armarios, el segundo tenía el espejo que tanto me encantaba por ser completo.
Abrí la puerta encontrándome con mi ropa preferida, negro, blanco, verde y rojo, colores que me siguen gustando desde que era una cría de 3 años.
Busque entre las camisas algo cómodo para un día especial como hoy, mi prometido vuelve de su viaje a Argentina, la empresa donde trabaja lo envió hace una semana para que reportara los daños en la marca de hoteles "The Nill" se quedo un día mas por un retraso en el aeropuerto, parece que hubo una tormenta, pero en los noticieros no se comento nada.
Me decidí por un suéter negro con degradado gris y una cruz al revés blanca en medio, una falda azul holgada hasta la mitad del muslo, para debajo de la falda un pequeño short azul marino por si se levanta, medias y mis botas negras con hebillas hasta la rodilla, primero me puse crema corporal y luego me vestí, apreté un poco mas la cola y deje algunos mechones por fuera, para darle un toque mas rebelde, le agregue brillo a mis labios, un poco de rubor y perfume de vainilla para finalizar mi obra maestra.
Mis pestañas por si solas eran largas y le daban un toque encantador a mis ojos claros, mi piel morena, yo siempre le e llamado café con leche, no soy oscura ni blanca, soy un ligue muy ligero de ambos, por eso me amo, mi color de piel ante mis ojos luce perfecto, al igual que mi cabello, aunque tuviera nudos me encantaba las ondas que este tenía.
Tome mi cartera, guarde mis llaves, dinero y mi teléfono, antes mande un mensaje a mi querido novio, avisándole que ya iba en camino a recogerlo al aeropuerto.
Salí de mi habitación, hasta la cocina, agarre una manzana del tazón y volví a salir mientras le daba un mordisco.
- Kai, ¡Kaaaaiiii! ¿Donde estas pastelito? - Llamo a mi mascota rosada buscándola en la sala, pero solo me encuentro a mi hermana.
- ¡No grites, perra! - Se queja Angela, mi hermana mayor, se queda conmigo por tres meses mientras reúne para pagar su propio departamento, aunque me trate como a un pedazo de... - ¡Tu cerda esta en la cesta de mi ropa sucia! - Me avisa enojada.
- ¡Si no anduvieras de fiesta no tendrías esa jaqueca! - La regaño caminando a su habitación - ¡Tienes 27, ya deberías madurar y dejar de andar con puro idiota! - Doy un portazo solo para darle mas dolor de cabeza, escucho su quejido y es lo menos que me importa - Cotita, ¿Donde estas? Kaaaaiiiii.
Vuelvo a llamarla y escucho un "Oing" desde la cesta, me acerco y le quito la tapa, al hacerlo la mini pig mas adorable de este mundo salta de la cesta, emocionada hace sus casi ladridos, no entiendo como pero los hace, me rodea y me agacho a su nivel.
- ¡Buenos días!- La cargo en mi brazos mientras beso su frente y su nariz fría toca mi mejilla en respuesta - Parece que alguien andaba de traviesa jugando donde no debe, Kai, eso no se hace - La regaño con una sonrisa - Voy a dejar tu desayuno en tu plato y voy a recoger a Papi, pórtate bien y no hagas mucho ruido, así "Maléfica" no te regaña - Pido llevándola hasta la cocina.
La dejo en el suelo y ella me sigue por toda la cocina, en la mañana suelo darle leche y una pequeña porción de vegetales, lleva una dieta muy balanceada, la cuido como si fuera mi bebe.
Mientras ella toma su leche yo aprovecho y busco en su pequeña casa el suéter que le compre, espero a que termine y antes de que comience con los vegetales la cargo y dejo en la isla de la cocina, le pongo el suéter y vuelvo a besar su frente, acomodo su collar y la placa sobre el suéter para que se vean, la devuelvo al suelo y acaricio su lomo, dejo el corazón de la manzana en el cesto de la basura y la observo.
- Mañana te llevare al parque, no vamos en dos días, sera bueno que estires esas patitas - Bromeo y acomodo mi falda, salgo de la cocina escuchando pequeñas pisadas detrás de mi.
- Tienes un chicle atrás, Tara - Me avisa entre suspiros mi decadente hermana.
Me volteo con una sonrisa apenada, camino de espaldas hasta la puerta, no puedo estar pendiente de Kai si voy a ver a Alan, podrían pisarla entre tanto alboroto, no me perdonaría que le pasara algo.
- No, Kai, vas a quedarte, no me sigas, nena - Pido y corro hasta la puerta, pero es imposible que me pierda de vista - Angie, ayúdame - Pido con un puchero.
- ¡Ah- ah! - Se niega rápidamente - La ultima vez que me acerque a el tocino con patas me iba a morder - Me recuerda.
- ¡Le caerías bien si no le pusieras esos apodos ni la trataras mal! - Le reclamo sin moverme.
- ¡Esta bien! - Gruñe y se levanta del sofá, carga a Kai y esta comienza a chillar en protesta - ¡Rápido, antes de que la suelte!
- ¡Adiós! - Me despido y salgo de casa, aun afuera se escuchan los chillidos de Kai, me apena mucho dejarla así, es como mi bebe.
A veces me pregunto porque decidí vivir en el quinto piso de el edificio, las escaleras son mi peor enemigo, pero bueno, a la victoria.
- Hola, pequeña Diosa - Saluda la Sra. Mildret, inquilina del tercer piso, una señora de unos 60 años, cabello blanquecino y una dulce sonrisa.
- Sra. Mildret, ya le he dicho que no me llame Diosa - Me detengo junto a ella que también se disponía a bajar las infernales escaleras.
- Cariño, el apodo te queda muy bien, deberías estar acostumbrada - Bromea.
- Quizás si, déjeme ayudarla - Pido extendiendo mi brazo y ella lo acepta, bajamos hablando de cosas triviales, como amanecí, que tal estaba mi hermana, planes para el día.
Al llegar a la calle cada una tomo caminos separados, yo fui hasta mi auto y conduje hasta el aeropuerto, solo me llevo 20 minutos mientras escuchaba música, aparque en el estacionamiento y baje apagando el auto, entre al aeropuerto esquivando a toda las personas que iban y venían, realmente estaba emocionada, por fin vería a Alan, mi prometido.
Saque mi teléfono de la cartera y al desbloquearlo escribí un mensaje, esperando su respuesta ansiosa, esta retirando su equipaje, me acerco a uno de los puestos de comida rápida, ordeno una batido de mango y lo pago, al recibirlo es un gran vaso, sin importarme el tamaño salgo de el puesto bebiendo del sorbete mientras observo a todos lados.
De pronto, di con un par de ojos esmeralda, me observaban desde lo lejos, tan puros y profundos, pensativos y misteriosos como el aura de su portador, un hombre alto, tez blanca, cara triangular, nariz recta, pómulos claros, cabello largo y azabache, portaba un traje negro que se apegaba como una segunda piel a su musculatura.
No aparto la mirada, estaba mas que 100% segura de que me veía a mi, ocultando mi admiración por tal belleza, recordando internamente que estoy comprometida y mirar a una belleza griega como el esta mal, llevo el sorbete a mis labios y tomo un sorbo del batido de mango, mientras alzo mi mano libre y la muevo levemente de izquierda a derecha en forma de saludo.
Tal acto produce la reacción inesperada en aquel hombre misterioso, se cruzo de brazos y hace una mueca de asco, superioridad y desaprobación, dejándome confundida, ¿Que hice mal para que una persona que ni me conoce prácticamente me este juzgando con la mirada? frunzo el ceño confundida y cuando dispongo a hablar unos brazos familiares rodean mi cintura y me alzan por el aire.
- Tara, mi dulce Tara - Escucho su inconfundible voz cuando me deja nuevamente en el suelo - Que alegría de ver a mi Diosa de la Muerte.
- Alan - Me quejo sonrojada, doy media vuelta para encararlo y me lanzo a sus brazos - Sabes que odio que me llames así, no soy una Diosa, mucho menos de la muerte - Murmuro, mi intención no fue molestarlo pero aparentemente, así paso, ya que me alejo con una mueca en la cara.
- Siempre es lo mismo, Tara, ¿Que tiene que te llame así? - Cuestiona cruzándose de brazos.
No respondo por varios segundos, lo observo comenzando a enojarme, sus ojos azules me observaban decididos a hacer de esto una pelea, su cabello rubio estaba peinado hacía atrás, jamas me gustaron los rubios, pero el tiene algo diferente, fuera de las discusiones sin sentidos y de su forma de exagerar todo.
- Sabes perfectamente porque no me gusta - Respondo cortante - Esta mañana me levante muy feliz por volver a verte, te pido por favor que no arruines esa felicidad.
- Yo no estoy arruinando nada, ¿O así te parece, Tara? - Cuestiona cruzándose de brazos, su diestra sostiene un maletín marrón, este queda a su costado, me fijo en su traje azul, tan oscuro como sus ojos y la corbata roja, creo que no fue la mejor combinación.
- Por favor, no exageres esto, suficiente tengo con... - Trago en seco, no termino la frase, un dolor de cabeza inicia desde mi cien hasta hacerme retroceder por la intensidad, mierda, duele como el infierno.
- Tara.... ¿Tara que tienes? - Cuestiona Alan, acercándose a mi mientras yo cierro los ojos con fuerza.
- Duele... Joder, duele... Mucho... - Me quejo mientras gimoteo y me encojo, al punto de quedar sentada en el suelo, siento como si un millón de agujas fueran clavadas en mi cerebro todas juntas al mismo tiempo cada segundo.
Abro los ojos de golpe cuando otra punzada ataca mi cabeza, es un dolor insoportable, golpear mi cabeza contra el pavimento sería mas apetecible que esto, aunque fracturara mi cráneo, el dolor no sería ni una cuarta parte de este, vuelvo a tragar en seco, mis ojos comienzan a desorbitarse, me siento mareada, todo me da vueltas, lo ultimo que veo es a Alan con una expresión de preocupación y al mismo hombre de antes detrás de el, luego de eso todo se volvió negro.
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El sonido de las aves me despierta, aunque no del todo, mis ojos siguen cerrados, pero puedo percibir su hermoso canto desde la cama, hoy mi cama parece mas suave que otros días, incluso mas cómoda, mi mejilla esta sobre una almohada con un olor exquisito, pero creo que no viene de ella, es una esencia varonil.
Entre abro los ojos adormilada, lo primero que capto son las sabanas de seda verde, la cama definitivamente no es mía, es mucho mas grande, tengo como seis almohadas a mi alrededor, pachoncitas, sigo percibiendo esa esencia varonil, inunda toda la habitación, entonces, abro los ojos como platos y me siento de golpe.
Esta definitivamente no es mi habitación, el techo esta como a veinte metros, quizás treinta de altura, el techo parece tallado a mano, decoraciones y pinturas de oro perfectamente posicionadas, para despertar como en el cielo al abrir los ojos, las paredes no se quedan atrás, varios pilares son de oro al igual que el marco de la puerta, esta es de madera, parece un castillo, es el triple de grande que mi departamento, a parte de la puerta de entrada hay dos mas, a los costados, una gran peinadora con un espejo y varios frascos sobre ella, un juego de muebles con una mesa en medio, en esta hay una bandeja con frutas, vuelve a esta habitación la de ensueño.
Es como esa que sueñas cuando eres una niña, queriendo vivir en un castillo junto al príncipe de cuento de hadas, vivir una vida plena y feliz, súbditos que te adoren, tener varios hijos y envejecer rodeada de amor.
Que asco, pero bueno, no se puede negar que la habitación esta bellisima, ademas de el dorado, el blanco y verde son los demás colores que adornan las paredes, la alfombra del suelo frente a la cama es del mismo color que las sabanas, sigo mi recorrido hasta dar con mi ropa, me doy cuenta de que no es la que llevaba ayer, o esta mañana, no tengo ni idea de que hora es o si siquiera es el mismo día, llevo una pijama negra, esta es de lana, consiste en unos shorts cortos y una camisa sin mangas abotonada.
Los recuerdos de antes de caer dormida o desmayada vuelven a mi, mis ojos se cristalizan, pero extrañamente no siento miedo, quiero saber donde estoy, que hago aquí, porque me desmaye, alzo la mirada nuevamente y me observo en el espejo, entonces lo veo, esos ojos esmeralda que fueron lo ultimo que pude visualizar antes de dormir.
Volteo aterrada y rápidamente retrocedo bajándome de la cama, su expresión es fría, pero sus ojos me demuestran asco y superioridad, como si fuera una cucaracha que no puede aplastar pero con deseos de hacerlo, retrocedo hasta sentirme segura, ya que me caí al bajarme y estoy sentada.
Ahora no lleva el traje negro, de hecho, jamas había visto esa ropa, es formal, pero no creo que se utilice para salir, es extraño porque es elegante pero no extravagante, como si fueran las ropas de un príncipe.
Lo que aparenta ser un suéter o camisa manga larga verde, oscuro, pero parece el color de las hojas de los pinos en su mejor época, sobre esta lleva un chaleco marrón con bordes de cuero, mas unos pantalones casi del mismo color, esta sentado en una silla que estaba junto a la cama donde yo dormía minutos atrás, con un libro en la mano sobre su regazo, las piernas cruzadas elegantemente, cabello peinado hacía atrás pulcra mente, igual que en el aeropuerto.
- Despertaste... - Habla por primera vez, su voz parece hecha por los dioses griegos, suave y sutil, pero misteriosa y arrogante, como si jugara conmigo, o me analizara, trago en seco y retrocedo otro paso.
- ¿Donde estoy? - Cuestiono tratando de tener valor, no porque le tuviera miedo, si no porque no sabia de lo que ese hombre era capaz, no lo conocía y jamas lo había visto, exceptuando el aeropuerto.
Mi voz no salio temblorosa y entre tartamudeos, siempre fui una persona valiente, por mas aterrada que estuviera no hablaría de esa forma, los años me han enseñado que mientras mas demuestres debilidad mejor se sentirá el enemigo.
Pero el no responde, en cambio ladea la cabeza observando la ventana, volteo a ver lo que el, a los costados de la cama hay dos balcones, estos tienen flores en los barandales, las ventanas con cortinas verde oscuro por la luz, observo las flores embelesada, sus colores son tan puros, colibríes se detienen sobre ellas, sin detenerse realmente, ya que sus alas se mueve tan rápido que a penas son visibles al ojo humano.
- Lo descubrirás con el tiempo - Responde sacándome de mi trance, me devuelvo a verlo, ahora esta de pie, viéndose imponente, su voz suena tranquila y sale de forma suave, como si no quisiera asustarme pero, nuevamente, su mirada me demuestra otra cosa.
Se acerca al balcón frente a el, dejando el libro sobre la cama, no me detengo a ver este, me levanto sin importarme estar descalza, ya que este es mi pasatiempo cuando estoy en casa, siento el suelo de mármol frío debajo de mis pies, me acerco a el a una distancia segura, en el marco de la ventana, por si hace un movimiento en falso, poder irme corriendo si hace falta.
- ¿Quien eres? - Pregunto analizándolo de espaldas, inclinado sobre el barandal de piedra blanca, dejándome ver su anatomía desde otro angulo, espalda ancha pero no demasiado, me demuestra que a pesar de ser esbelto no es musculoso como tal, se queda en un punto medio, donde queda perfecto, observa los arboles fuera del balcón.
Al no recibir respuesta y ver su tranquilidad me acerco sin estar del todo segura, quedo a centímetros de el, observando lo que el, casi se me cae la quijada al ver algo tan bello como eso, definitivamente no estamos en Nueva York, me queda muy claro, lo mas probable es que ni siquiera estemos en la tierra, si estoy soñando deseo jamas ser despertada, por breves segundos no me siento digna de tal espectáculo.
Ese hombre no solo observaba arboles, veía mas allá de ellos, un pueblo completamente diferente, mas hermoso que cualquiera, desde donde estábamos las personas que circulaban se veían como pequeñas hormigas, mas allá del pueblo un bosque, misterioso y quizás traicionero, pero con su belleza en cada esquina, tan natural y vibrante, como la persona que tengo al lado.
Desde el balcón logro ver carretas, puestos, quizás de comida, tal vez de ropa, parece un bazar, a pesar de no estar tan lejos el balcón se encontraba como en un quinto piso, voltear en este me hizo casi desmayarme, ya que de verdad estaba en un castillo, deslumbrante por donde sea, con cada rayo de sol que lo golpea, volteo nuevamente al frente, viendo mas detalladamente y tratando de descifrar donde me encuentro.
Frente a la entrada del castillo hay un gran y largo puente, este lleva a un lugar apartado, antes de culminar tiene dos torres puntiagudas, rodeado de mar, al final parece haber como una... No se cual sea la mejor forma de describirlo, parece una entrada, pero detrás de eso no hay nada.
Le resto importancia y observo debajo de el balcón, un hermoso jardín de rosas, en su mayoría rojas, aunque hay varios arboles que me dificultan la tarea de detallar lo que quiero, puedo ver una fuente entre las hojas, antes de seguir enamorándome de este lugar volteo a ver a mi "Acompañante" que sigue concentrado viendo al gran pueblo de donde sea que este, lo que si es seguro, es que no estoy en la tierra, la belleza de este lugar no se compara a nada que haya visto antes.
- ¿Quien eres? - Vuelvo a preguntar con un tono de voz mas relajado, menos tenso y nervioso, el voltea a verme, frunciendo el ceño, retrocedo dos pasos desconfiada, esta enojado, creo que por mi pregunta, los dos pasos que retrocedo el los avanza, dando un tercero y tomando ventaja, siento esa esencia varonil que me despertó junto a los pájaros cantores.
Es exquisita, su olor es embriagador, dulce y amargo, ¿Como es eso posible? si es un tipo de colonia la comprare solo para rociarla por todo mi departamento. Un olor así debe volver locas a muchas, me penetra con la mirada provocando que me vuelva a concentrar en el, retrocedo nuevamente, quedando contra el barandal de piedra, el se detiene.
- Una Midgardiana no es digna de escuchar mi nombre, confórmate con ver a mi pueblo desde este balcón - Responde tajante y con superioridad, como si fuera el rey de estas tierras, lo cual dudo.
- ¿Que es una "Midgardiana"? - Pregunto aun mas confundida e indignada - Si me estas insultado, primero, tu lo seras, segundo, explícame que significa para responderte con propiedad - Pido observándolo sin una pizca de miedo, decidida a no permitir que me hable de esa forma.
Vuelve a adoptar una postura recta y tranquila, como si mi respuesta le agradara, aunque yo sigo contra el barandal esperando cualquier oportunidad para irme corriendo del psicópata que me secuestro.
- Midgard es tu planeta - Responde tranquilo, volviendo a dentro y sentándose donde antes, con el libro entre las manos lo abre en el lugar donde quedo pausada su lectura.
¿Pero que mierda? Ya es suficiente con mi bipolaridad durante el periodo, no puedo lidiar con un hombre bipolar y aparte lunático, es imposible que estemos en otro planeta o algo así.
-Aja... - Murmuro entrando y sentándome en la cama frente a el, mejor tratarlo con cariño, no me vaya a hacer algo raro, soy consciente de que la belleza de este lugar es extraordinaria, parece que flotamos en las nubes, pero no me como el cuento de que ya no estoy en mi planeta - Suponiendo que esta no sea la tierra o "Megard", como sea que le hayas llamado...
- Midgard - Me corrige sin alzar la vista del libro, como si lo que yo dijera fuera aburrido.
- Bien, "Mid... Gard" - Murmuro tratando de decirlo bien - ¿Como puedes comprobar que esto no es "Mid... Gard" - Hago comillas con las manos.
- No necesito comprobar nada, criatura tonta, mi sola presencia es prueba suficiente - Cierra su libro a la vez que cruza las piernas, me observa irritado.
- No te creas tan perfecto - Pido bufando - Cualquiera en Midgard puede tener rasgos finos, si lo dices por tu apariencia cualquiera puede tenerla - Me encojo de hombros, restando le importancia.
- No me compares con las criaturas de Midgard, tan ignorantes y sin clase - Me observa con el ceño fruncido, parece que realmente se cree una deidad.
- Si nos crees tan inferiores, ¿Con que argumentos? ¿Que clase de ser eres para vernos como hormigas? - Cuestiono de pie, cansada de que me trate como basura.
- Yo soy un Dios criatura tonta, no cualquiera recibe ese título, los Midgardianos son la raza mas baja de todas las especies entre los nueve mundos - Al igual que yo se pone de pie, desafiándome a que vuelva a abrir la boca.
- ¿De verdad? Disculpe usted, Dios engreído y caprichoso, pero yo solo quería saber que hago aquí - Abro la boca sin importarme su mirada, algo me dice que pocos se atreves a hacerlo.
- Eres una criatura insolente, yo te traje aquí y te quedaras por siempre - Sentencia tomando el libro entre sus manos - Considérate afortunada de poder hospedarte en mi reino, para ti, es un privilegio - Me hace tragar en seco por sus palabras, sin mas se retira hecho una furia.
Mis ojos se cristalizan, ¿Quedarme para siempre? No, debe ser una jodida broma, esto no es real, en algún momento saldrán cámaras de esas puertas y me dirán que es una broma para televisión, Alan me abrazara y me dirá que no llore, detrás de el vendrá mi hermosa mini pig soltando sus "Oing" y sus ladridos emocionada de verme.
Siento un liquido caliente recorrer mis mejillas, estoy llorando, nadie sale, ya perdí la cuenta del tiempo que llevo esperando, el atardecer se hace presente en un color naranjo, me levanto de la cama y me siento en el balcón, observo todo a mi alrededor, como el naranjo del sol entre las nubes se refleja desde el horizonte sobre el castillo, la suave brisa que refresca mi rostro empapado en lagrimas, las hojas que danzan desprendiéndose de las ramas de los arboles, el espectáculo que me dan las flores.
No puedo creer que me quedare en este lugar para siempre, no porque sea cruel, no porque no tenga belleza, pero este no es mi hogar, debo volver, ¿Pero como? ¿Como escapar de un lugar que no conoces? ¿Como huir de vuelta a tu hogar si no sabes donde esta?
Entro nuevamente envuelta en lagrimas, cierro las ventanas y las cortinas, en cada pilar dorado hay un candelabro con velas que no se en que momento se encendieron, iluminan la habitación, no he comido nada en todo el día, el tazón de frutas sobre la mesa luce tentador pero me niego a comer algo de este lugar, apago todas las velas y la habitación queda en oscuridad, me acuesto en la cama y me oculto debajo de las sabanas, sintiendo una leve presión en mi pecho, lo único que ronda en mi mente una y otra vez es "Debo volver"
Me oculto entre las sabanas en posición fetal, sintiéndome de nuevo una niña indefensa, llorando por temor a lo que me rodea, queriendo estar entre los brazos de mi madre, que me mime y susurre "Todo estará bien"
Cansada de llorar por tantas horas, se que ha anochecido, me dejo llevar por los brazos de morfeo y caigo en el mas profundo sueño, rogando despertar y que esto sea una pesadilla, que no este lejos de mi hogar, de mi familia, de mi prometido, de todo lo que siempre e conocido.
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