Capítulo 24 - Reencuentros indeseados

Capítulo 24

Reencuentros indeseados

A causa del explicativo nombre del Pueblo Dorado, las extranjeras no se asombran cuando lo primero que ven del nuevo país entre la escasa nieve es un fuerte brillo de dicho color a la distancia.

Sí las sorprende otra cosa que descubren solo luego de haber dejado el bosque atrás y estar verdaderamente pisando por primera vez el país: lo que de lejos era una estructura indefinida ha resultado ser una muralla impenetrable, de una altura exagerada y sin entrada a la vista.

Frente a ésta se encuentra una hilera de criaturas que no podríamos decir precisamente "de pie", pues ninguna de sus extremidades toca el suelo de tierra rojiza. En lugar de eso, flotan a poca altura, un metro quizás, de manera tan estable que da la impresión de que estuvieran sentadas sobre sillas invisibles.

Dos de estos guardianes se deslizan por el aire hacia el grupo cuando notan su intención de entrar. Etka se detiene, y con él el resto. Desde arriba los miran ojos completamente negros en un rostro triangular y hocicudo, coronado con unas orejas pequeñas. Las anchas escamas de sus cuerpos le recuerdan un poco a Leona a las placas que forman aquel transporte de nombre ejerún, y al igual que estas son en mayoría blancas, brillando de varios tonos solo cuando reflejan la luz.

Etka escribe con magia unas líneas coloridas en el aire que forman símbolos durante un par de segundos apenas antes de desaparecer. El más grande de los individuos frente a él despliega las dos alas superiores que posee en lugar de brazos y hace lo mismo con los dos minúsculos dedos, apenas funcionales, que tiene en las puntas. Se trata del lenguaje oficial de la especie, los Acorazados, incapaces de producir sonidos complejos con la boca.

—Dice que no están dejando entrar mucha gente —traduce el Eco—. Ellos dependen mucho más de la magia que otras especies, y como se ha desestabilizado...

Antes de que pueda terminar la frase, el mismo Acorazado comienza a escribir otra vez con una velocidad apreciable y sin detenerse por un segundo. Luego de un buen rato finaliza con un gesto elegante y asiente gravemente mirando a Etka a los ojos, como diciendo es un asunto serio, chico, lo lamento pero confío en que entenderás.

Por desgracia, su confianza está mal depositada. Pese a que el hombre mantiene ese porte serio que adopta al momento de trabajar, se da el lujo de decir, sabiendo que la persona con la que debe negociar no lo comprenderá:

—No he podido traducir ni la mitad.

—¿Cómo que no? —pregunta TR, casi indignada—. ¿No te habían traído de intérprete la otra vez?

—Ya sabes cómo es en esos casos, las palabras complejas que pueden salir te las avisan de antemano. Además, no es mi especialidad y ¿has visto con qué rapidez escribió? Pestañeé y desaparecieron un par de símbolos.

Lo que no menciona en voz alta es que está seguro de que algunas palabras de su interlocutor cambiaron a mitad de la frase a otras sin sentido, produciendo disparates como "actualmente no estamos dejando ingr... ingerir per... presionas" . Esto es culpa del caos mágico y no de los miembros de la conversación, pero se lo guarda porque igualmente se sentiría como si estuviera exponiendo al otro.

Por un momento el grupo se gira hacia Vimar, otra de sus expertas en idiomas.

Yo tampoco sé mucho de éste, escribe.

—¿Y qué hacemos?

—El resumen es el mismo, creo. Que preferirían que no pasáramos.

—¿El otro qué dice?

Etka voltea hacia al Acorazado más pequeño, seguramente más joven que su acompañante. Hasta ahora no ha escrito palabra, sigue sentado con la cola enrollada alrededor de la mitad inferior de su cuerpo. Su mirada, sin embargo, está posada en los extranjeros con gran atención.

Obedeciendo el consejo de su amiga, el hombre escribe unas palabras en su dirección. Obtiene una respuesta más breve y lenta que las anteriores, junto a un gesto: apunta un dedo hacia TR.

—Yo no hice nada —se ataja ella ante todo. Hay nerviosismo en su voz, pero no parece miedo sino algo más.

En el aire Etka escribe solo dos símbolos, ignorando el comentario. El Acorazado posa su vista allí con lentitud y la mantiene hasta que se deshacen en polvo. A continuación, desenrosca su cola, dejando a la vista otras dos alas idénticas al par superior, que por su posición bien podrían ser un reemplazo de un par de piernas. No obstante, si acaso ese fue su origen ahora están atrofiadas, pues cumplen su función torpemente y ahora que ha bajado al suelo la criatura necesita apoyarse en su cola para mantener el equilibrio.

Esto último es una característica de la especie entera de la cual tanto Etka como TR están al tanto, por lo que lo miran pasmados mientras él se acerca paso a paso hasta la Segmentada. Ahora que está apoyado en el suelo, no resulta tan alto como antes: le saca un poco de diferencia al Eco, pero sigue estando por debajo de TR.

—¿Qué le has dicho?

—Solo tu nombre, él me lo pidió.

El Acorazado abre su pequeña boca sin dientes y la mueve varias veces, pero con pobres resultados, consiguiendo nada más que un sonido áspero y casi inaudible. Hay alguna súplica en su expresión cuando escribe nuevamente un mensaje para Etka en dos trazos rápidos.

—No estoy seguro de la pronunciación, pero dice que su nombre son dos letras: DV. Es raro, hasta donde yo sé suelen tener dos nombres, uno que es una serie de números y otro que es para los amigos, pero ese debería tener entre cinco y ocho caracteres...

—Ya sabía yo —se lamenta TR mientras retrocede—. Decenas de ellos y, ¿cuál se nos acerca? Déjale mis saludos y dile que no puedo hablar con él.

—¿Tere?

—Llámenme cuando los hayan convencido de que nos dejen pasar, yo me voy a lloriquear por allí.

La Segmentada se aleja a paso rápido del grupo con el bosque por el que vinieron como destino, dejando atrás pura perplejidad.



A TR la soledad le dura un par de minutos como máximo. Apenas ha tomado asiento en un tronco caído cuando aparece la embajadora que han enviado para traerla de vuelta.

—¿Qué haces aquí, Eli?

La niña no responde, solo se sienta a su lado y la mira desde abajo, muy abajo. Es que es tan pequeña en comparación...

—¿Qué pasa, Tere?

—Cosas de viejas, cachorra. Nada que tenga que preocuparte.

—¿Conoces a la persona de recién?

Igualita a su madre, piensa TR, aguantándose un suspiro. Ni una ni otra le hacen caso cuando intenta rechazar sus gentilezas.

—Sí, cuidé de él hace mucho tiempo... Unos tres o cuatro años.

—No son tantos.

A cualquier persona adulta TR le recordaría que las Segmentadas viven veinticinco años y ella ha cruzado la línea de los veinte hace un par de meses. Sin embargo, no tiene la crueldad necesaria para hacer ese comentario a alguien que ha vivido un décimo de su tiempo posible.

—Sí, es cierto —dice, en cambio—. Pero se han sentido largos. Lo crie cuando él era una larva incluso más pequeña que tú.

Eliana asiente sin pedir detalles. ¿Qué necesitaría preguntar, a esta altura? Se ha pasado gran parte de estos primeros días en Cambalache escuchando acerca de su trabajo como cuidadora en un hogar de huérfanos de distintas especies.

—¿Por qué no pueden hablar ahora?

—Es que los Acorazados nacen de una manera y luego se transforman en otra cosa muy distinta. La forma de comunicarse también cambia.

—Como las orugas —sugiere la niña como ejemplo.

Etka, estudioso de las culturas y su historia previa a la llegada a Cambalache, podría haberla entendido. No es el caso de TR, quien ignora por completo la existencia en la Tierra de esos insectos que tanto se le parecen.

—Sí, exacto —responde, no obstante, por no detener la conversación—. Cuando son cachorros hacen sonidos que puedo escuchar e imitar, pero de adultos ya no.

—¿Y cómo hablan con sus mamás?

—Los adultos no hablan con ellos, solo les dan lo necesario y dejan que en el resto se arreglen entre pares. Pero DV nació enfermo y no hay mucho espacio para eso aquí, así que me lo llevaron y lo cuidé hasta que cambió de forma. Para entonces ya estaba curado.

Hasta el día de hoy TR se cuestiona la decisión que tomó, diciéndose que seguramente al hablarle ella y darle cariño lo ha convertido en un paria. Nosotras quisiéramos decirle que no sea tan dura con ella misma, después de todo, ¿qué iba a hacer? ¿Dejarlo marchitarse en una sociedad donde no había espacio para él?

—Yo creo que te quiere. Se acercó.

—Quién sabe, quizás quería regañarme. Ya has visto que solo hablan con magia, y yo de magia ni un poco.

—¿Y no puedes ver lo que te dice?

—Soy casi ciega, esos lenguajes con lucecitas son imposibles para mí.

—¿En serio? —La sorpresa hace que por un momento Eliana parezca perder la cautela con la que había estado hablando—. Pero si tienes un montón de ojos...

—Entre los cinco no hacen uno.

—¿Entonces no me ves?

—Algo te veo, por supuesto. Por ejemplo —explica mientras acaricia suavemente los cabellos de la niña con una mano—, aquí está tu cabecita. O que este bulto de aquí es tu nariz.

—Ay, sí —responde la niña riendo un poco, con su nariz apenas apretada entre dos dedos de TR. Luego de ser liberada del cariñoso gesto, agrega:—. Pero, ¿por qué?

—Qué sé yo.

Los estudiosos de los que TR suele reírse tienen, en realidad, alguna que otra teoría que a ella no le interesa saber. Una dice que antes de llegar a este planeta poco salían de sus cuevas, y que se las arreglaban para cazar usando esa memorización e imitación de sonidos que aquí las ha convertido en hábiles traductoras.

Sin mucha otra cosa que decir, Eli igual insiste:

—Yo creo que algo se puede hacer.

—¿Pues qué?

—No sé. Algo.

TR contempla la inocencia de Eliana con un sentimiento agridulce. Las Segmentadas no poseen ese período un poco alejado de la realidad que es en muchos casos la infancia, por lo que no hay mucha gente que se haga ilusiones desmedidas. Por supuesto, siempre hay individuos soñadores como CL, su par, quien cree que la amabilidad de una persona puede cambiar el mundo y muchas otras cosas bonitas, pero son los de menos.

Nosotras y ustedes quizás podríamos debatirlo, pero TR no se considera dentro de ese grupo. A ella no le importa si su ayuda hará de la sociedad algo distinto o no, es solo que al igual que Vimar no soporta la tristeza de los otros. Es por esto que no quiere dejar a la niña frente a sí sintiéndose intranquila por un asunto que ni siquiera le concierne, no obstante, en este momento no aparece en su mente nada que pueda relajar el ambiente.

Se están mirando la una a la otra, cada quien como si tuviera palabras atravesadas en la garganta, cuando oyen a alguien acercarse. Uno de ellos es Etka, lo reconoce por el ruido de sus pisadas incluso antes de verlo, pero quien lo acompaña en esta ocasión no es Leona.

Para horror de TR, se trata del Acorazado que justamente tenía la intención de evitar.

—Ha costado lo suyo, pero nos dejaron pasar —anuncia Etka con alegría—. Gracias a DV.

—Bien por ti —dice TR sin sentimiento, más bien concentrada en la persona que tiene al lado—. Eli, ¿puedes volver con tu madre? Yo ya estoy bien.

La niña la mira por un momento más, pero a su edad ya entiende que hay asuntos en los que ella no puede participar. Así que le da un rápido abrazo a TR antes de alejarse en dirección a Leona.

—DV quería decirte algo.

¿Es que el chico no entiende?, se dice TR para sí misma. Lo quiere inmensamente, pero a veces sus intentos de ayudar cuando nadie se lo pide la desbordan. Para no enojarse, se recuerda que con la edad que él tiene es probable que no pueda comprender el dolor de tener que meter a alguien en el medio para poder entablar conversación con un hijo.

—Sabes que no puedo entenderlo ni él a mí. No quiero hablar contigo en el medio, Etka, déjalo.

—Pero mira, no hace falta.

El joven le hace un gesto a su acompañante, quien avanza unos pasos hacia TR. DV, como lo había apodado cariñosamente ella en su momento, tiene una expresión en su rostro, sin embargo, ella no la puede leer del todo, así como le cuesta hacerlo con las de otras especies. Por momentos nosotras pensamos que es por esto que habla como habla a veces, sin medir del todo la reacción del otro.

Lo que sí llega a ver, no obstante, es que le extienden un papel blanco escrito en negro, dos colores que puede identificar con claridad. Las letras son lo suficientemente grandes, también, y se dividen en tres líneas breves.

La primera dice TE QUIERO, a la cual le sigue un GRACIAS. Por último, hay un ESTOY BIEN.

Si pudiéramos llorar, se nos caería una lagrimita. Si TR pudiera hacerlo, oh, pues soltaría un torrente entero. Sin lagrimales ni rasgos en su rostro que permitan producir expresiones, a ella no le queda otro recurso que tomar prestado algo que aprendió de los mamíferos: da a DV un abrazo. Un Acorazado cualquiera quedaría perplejo frente a un gesto que les es tan ajeno, sin embargo, el que aquí tenemos se ha criado con ella y se lo devuelve sin rechistar.

Lo que resulta es un abrazo extraño, que no encaja del todo, pero si en este (o cualquier otro) mundo hay algo para lo que no existen reglas es para los abrazos.

—Tere —la llama Etka suavemente, como si se sintiera culpable por interrumpir. Al mirar hacia allí, la Segmentada se encuentra con que él le extiende papel y lápiz—. Escríbele algo, así le queda tu huella. Quieres seguir en contacto, ¿cierto?

Pese a que suelta alguna que otra queja en su propia lengua, TR toma lo que le ofrecen y escribe lo más que se puede conseguir de ella: YO TAMBIÉN. Si bien se lo entrega a DV, es Etka quien se encarga de transmitir el significado a través de hechizos.

La criatura muestra tal expresión de felicidad, con los ojitos negros brillantes y la boca muy abierta, que hasta TR la nota. Entonces le transmite algo al otro hombre, quien rápidamente traduce:

—Dice que debe marcharse, pero que se contactará contigo cuando la magia se estabilice.

—Pues dile que muy bien, que ya le hice perder bastante tiempo.

Una vez comunicado este mensaje, DV le da otro breve abrazo a TR antes de marchar por donde vino, aunque con una actitud general mucho más alegre. Ella lo mira irse, también con el corazón más ligero.

—Eres un entrometido —dice a su amigo una vez que quedan solos, aunque sin haber recuperado del todo su filo usual.

—Juro que no fui yo. —Etka sigue con la tonta sonrisa en su rostro—. Él me preguntó si era capaz de comunicarme contigo y con qué palabras podía expresarte lo que sentía en un idioma que sí entendieras.

TR echa un nuevo vistazo al papel y lo aprieta contra ella unos segundos antes de extendérselo a Etka.

—¿Puedes guardarlo en ese bolso tuyo?

—Por supuesto. —El joven lo acepta al instante y lo mete con mucho cuidado, como si más que papel fuera una copa de cristal—. No queremos que se nos pierda, ¿no?

—Hmm.

—¿No es lindo cuando tu trabajo te vuelve en forma de cariño?

—Hmmmm.

—¡Vamos, Tere, sé sincera!

—"Vamos" tú, que todavía nos queda gente por cuidar.

Juntos regresan hacia donde los esperan con cariño.

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