Capítulo 16 - Amigas voladoras

Capítulo 16

Amigas voladoras

A la mañana siguiente, Leona espera hasta después del desayuno para invitar a su hija a hablar en el jardín. La niña parece predecir que se viene una conversación seria, pues se la nota nerviosa mientras toma lugar en la silla de madera que su madre le tiende.

Leona sabe que debería mostrarse relajada para que la conversación caiga menos pesada, pero le resulta imposible. Desde que llegaron que ha intentado pensar cómo expresarlo de la manera más suave, sin por eso encontrarla. Así que ha decidido ser directa y mostrar sus sentimientos de la manera más sincera.

—Parece que no vamos a poder regresar a casa, Eli —dice con pesada pena en un tono casi inaudible—. Lo siento tanto. Quisiera poder hacer algo al respecto, pero...

La mirada de su hija parece hacer espejo de la propia. Son los mismos ojos pardos, la misma preocupación en su interior.

—¿Lo sabías...?

—¿Tú también?

—TR me dijo.

Cierto es que Leona no le comentó nada a la Segmentada acerca de poder esconder aquel hecho, pero es porque había contado con su discreción. Por un instante, el resto del discurso que tenía preparado desaparece de su cabeza.

—No te conté —continúa hablando Eli— porque no quería que te preocuparas.

Las palabras de Eliana se hunden en el corazón de su madre con ternura y dolor. Leona considera que una niña de esa edad no debería tener que detenerse a pensar cómo se sienten sus padres, y el hecho de que Eli actúe así respecto a ella es una culpa con la que ha cargado desde siempre.

Si pudiera mostrarme menos afectada, se recrimina no por primera vez, si pudiera ser más fuerte. La cruda realidad es que las personas siguen siendo personas aún luego de tener hijos, y como tales hay un límite para lo que pueden soportar sin desbordarse.

—No te preocupes por mí, Eli, estoy bien. He pasado cosas peores, lo único que me importa es que tú estés conmigo y que estés bien.

—Yo también estoy bien. —El tono de la niña no convencería a nadie, mucho menos a la mujer que la crio—. Pero extraño un poco.

—¿A Ana y a Mini? —pregunta Leona recordando la respuesta de hace unos días sobre la amiga de su hija y la perrita.

—Sí, ¿crees que me extrañan?

—Claro que sí.

—Pero no podré verlas.

—No, mi vida, creo que no.

Aquella confirmación humedece los ojos de Eliana, haciendo que Leona se sienta un poco cruel pese a todo su esfuerzo para hablar de la manera más suave que encuentra. No obstante, siente que mentirle sería más cruel aún.

—Extraño nuestra casa —susurra Eli con la voz rota y los labios un poco temblorosos.

—Lo sé. —Su madre también habla en tono muy bajo mientras extiende una mano para acariciarle un poco el hombro y acercarla hacia su pecho—. Es difícil estar en un lugar nuevo, ¿verdad?

—Me da miedo, má. ¿Y si me quedo sola? —Eli ya no busca esconder su afectación, o mejor dicho, se encuentra incapaz de hacerlo a causa de las lágrimas que se le escapan contra la blusa de su madre—. ¿Y si les parezco todavía más rara que en casa?

A pesar de lo mucho que ha pensado Leona en el asunto, escucharlo en las palabras de su hija, verlo en su llanto, es completamente distinto.

—No eres rara, Eli, eres muy buena. Algunas personas no saben verlo, pero estoy segura de que aquí habrá otras que sí. Mira, ya te has hecho amiga de TR, ¿no? Etka y sus amigos también nos han tratado bien, ¿no crees? —Este hecho consigue un gesto de asentimiento por parte de Eliana, a quien algún alivio parece traerle—. Sé que eso no quiere decir que no extrañes, así que tú llora todo lo que haga falta, ¿sí? Llorar hace bien.

Leona sigue abrazando a Eli hasta que se calma, envidiando un poco en silencio aquella capacidad de llorar tan abiertamente que ella ha perdido con el tiempo y la experiencia.

—¿Iremos a ver a la persona de ayer? —pregunta la niña mientras se restriega un poco los ojos. Su madre piensa en detenerla para que no se los irrite, pero decide dejarla solo por esta vez.

—Si tú estás de acuerdo, sí. Etka dice que no cree que Mágica pueda ayudarnos a regresar a casa, pero quizás al menos pueda decirnos cómo encontrar gente que viene de nuestro mundo o dejarnos echar otro vistazo a casa, lo que sea. ¿Qué dices?

Eliana asiente en silencio.

—Es injusto —murmura únicamente.

Leona le da la razón. Su único consuelo es que le ha quedado el corazón más ligero ahora que lo ha abierto a su hija. Con un poco de esfuerzo, logra quitarle un par de sonrisas a Eli haciéndole recordar los actos de magia de la noche anterior antes de entrar a la casa otra vez.



En la cocina-comedor-sala de estar encuentran a los dueños de la casa junto a Etka, sentados todos a la mesa. Los tres se giran a mirarlas y saludan brevemente antes de retomar la conversación, sin mencionar las marcas de tristeza en sus rostros.

—¿No estás algo despeinado? —pregunta Ryan en dirección al otro hombre.

—Es que me olvidé el fijador —admite él en tono bajo, un poco avergonzado— en el hotel en el que estábamos antes de venir aquí.

Leona sonríe mientras toma asiento junto al grupo y se une:

—Pero si revisaste mil veces.

—Y TR te preguntó —agrega Eli.

—Ah, pero él siempre ha sido así. —Jackie tampoco desaprovecha la oportunidad de meter bocado—. Puede estar revisando durante una hora o le puedes recordar todo lo que quieras, pero siempre se olvida algo en alguna parte.

—No es siempre. Y no lo hago a propósito.

—¡Claro que no, eso sí que sería preocupante!

Pese al rubor en sus mejillas, Etka sonríe un poco al ver que Leona también lo hace. Su mirada sobre ella acaba haciendo que la mujer piense que busca de ella una respuesta al asunto que tanto debatieron.

—Hemos decidido ir a buscar a Mágica —anuncia—. No creo que pueda devolvernos a la Tierra, pero quizás pueda al menos decirnos algo.

Etka asiente con seriedad. Si bien no lo ha dicho de manera directa, es evidente que cree que es la decisión correcta.

—Muy bien, entonces probaremos suerte con el lugar que se veía a través del portal.

—¿Lo reconociste? Yo solo vi un montón de luces en un bosque, estaba muy oscuro.

—Es la Ciudad Iridiscente. Nunca la he visitado, pero he pasado cerca y sé que no debería ser difícil ir desde mi casa.

—Si van hasta la casa de Etka, los puedo llevar yo —ofrece Jackie.

Hay un momento de confusión en la mente de Leona hasta que se da cuenta de que cuando la mujer dice llevar, lo hace de la manera más literal posible.

—¿Nos llevarás volando? —pregunta Eli, habiendo recuperado un poco de alegría.

—¡Eso mismo, niña! Ya verás lo que es viajar de verdad, no es como ir en esos tubos flotantes como el que usaron para venir.

Tras una breve conversación acuerdan que partirán ese mismo día, pese a la resistencia de Jacqueline.

—Si igual seguramente se tomarán un par de días en tu casa —se queja ella con su mejor amigo.

—Ya vendremos en otra ocasión, Jackie. Si ellas se quedan en Dulik, las tendrás a unas cuadras.

—Muy bien —acepta, un poco más contenta luego del último comentario—. Pero no los dejaré ir sin haber almorzado. Ry es un cocinero excelente, ¿verdad, amor?

—Sí, les prepararé alguna de mis especialidades.

Por un momento Etka parece a punto de decir algo, sin embargo, cierra la boca.

Un par de horas más tarde Leona descubre que esa afirmación de Jackie acerca de su marido es tan verdadera como aquella otra de que es un poquito anarquista, pero no se atreve a decir nada en vista de que en breve la dragona las estará cargando sobre su espalda.

Luego de una tranquila sobremesa con café, Jackie se retira hacia el fondo de la casa acompañada de su marido.

Poco después vuelve Ryan solo.

—El transporte está listo —avisa con diversión—. Los espera en el jardín.

Una vez afuera, se hace evidente la causa de que aquel gran espacio se encuentre en pésimas condiciones. ¿Cómo no iba a estar el césped muerto, cómo no iba a estar revuelto el suelo, cuando un colosal dragón lo aplasta todo?

—Aquí estamos, Jackie —la saluda Etka como si su amiga no pesara mínimo cien veces más que hasta hace unos minutos.

Acorde a esta reacción, el enorme reptil gira su cabeza hacia allí con la actitud más casual. Las escamas de rojo intenso brillan bajo el sol de media mañana, los cuernos que se veían pequeños en su cabeza humana ahora lucen lo suficientemente fuertes para soportar que una persona se cuelgue de ellos. Sus ojos, del mismo verde brillante que ayer, son lo único que la transformación no ha cambiado.

—¡Por fin! —Por otra parte, su voz suena mucho más profunda y retumba en el interior de los presentes al mismo modo que la música cuando está demasiado alta.

Eliana no pierde el tiempo: se separa de su madre y de los pensamientos tristes de la conversación de recién para echar a correr hacia la enorme criatura alada. En cambio, Leona se queda admirándola desde la puerta, asombrada por lo mucho que se parece a las imágenes que ha visto en cuadros antiguos y las descripciones que se oyen en las leyendas de la Tierra. A esta altura, no le sorprendería que le revelaran que los dragones migraron todos de su mundo a éste a través de la brisa o algo.

—Jackie dijo que nos llevaría —dice Etka en un tono un poco travieso.

—Sí, pero... imaginarlo y verlo son dos cosas distintas. Aunque para ustedes sea cotidiano.

—Ryan y yo estamos acostumbrados, pero la mayoría de la gente de Cambalache pasa su vida sin ver un dragón.

—Es una pena.

—¿Verdad que sí?

Ambos se acercan mientras miran cómo la dragona posa para Eli.

—Eres tan linda —la halaga la niña sin reparos—. ¿Nos llevarás encima? ¿En serio?

—Pues claro. —En cuanto a Jackie, parece haber perdido la reserva que suele tener hacia los cachorros—. Es lo más fácil del mundo, ¿sabes? Ni los siento, son como hormigas.

—¿Nos subimos así como así?

—No, no, se podrían raspar con las escamas.

Al momento adecuado aparece Ryan con lo que parece ser una enorme manta tejida. El hombre le pasa un extremo a Etka, como hace uno al momento de extender una sábana demasiado grande, pero pronto nota que Eliana los observa con expectativa.

—¿Quieres ayudar tú a Etka?

Al ver que ella asiente, le explica un poco la maniobra y le entrega las puntas que él tenía sujetadas antes retroceder hasta donde está Leona, dejándole espacio a los otros dos.

—Perdona las molestias —se disculpa la mujer con tono apenado—. Espero no haber causado muchas discusiones.

Pese a lo indirecto de la frase, Ryan parece captar al instante lo que hay más allá.

—Si es por Eli, no es ningún problema, es un sol. Hasta ha comprado a Jack, con lo que le cuestan a ella los niños. Si lo dices por Etka... tampoco te preocupes, disfruto sus visitas. —La evidencia haría creer que está siendo sarcástico, no obstante, nada más lejos de la realidad. Su tono es alegre y sincero—. A pesar de nuestras diferencias, le tengo mucho respeto. ¡Todo lo que ha viajado, la cantidad de gente distinta con la que ha hablado! Es difícil encontrar un tipo así, con tantas cosas interesantes que decir.

Leona no cabe en sí de la sorpresa. En algún punto, es probable que esto la haya impactado más que haber visto un dragón.

—Así que te agrada.

—¿Cómo no me va a agradar? Si además a Jack la pone muy feliz verlo, eso también cuenta mucho.

La mirada llena de amor de Ryan recuerda a la misma que Jacqueline mostró el día anterior. Es algo enternecedor de ver, pero que a la vez produce un poco de envidia. Estas personas, a diferencia de Leona, han encontrado ya un lugar en la vida.

—Creo que hace tiempo que no veía una pareja casada que se llevara tan bien —bromea ella, pero de esa manera que es solo cincuenta por ciento chiste—. Me da un poco de envidia.

—Bueno, nuestro Etka está soltero —responde el otro con un tono muy similar.

Leona ríe de la manera más ambigua que consigue antes de agradecer nuevamente por todo.

—No es nada, vengan cuando quieran. Si acaban quedándose aquí, nos tendrán muy cerca, y tengo la impresión de que a Jack también les gustará tenerlas en casa.

Más allá, Etka les hace una seña indicando que ya han terminado la tarea.

La dragona ha quedado cubierta por lo que parece ser un suéter gigante con bolsillos a los costados. La lana de colores amarillo pálido, celeste y blanco no combina muy bien con su cuerpo rojo y se nota que la mano que la ha tejido no era muy habilidosa... pese a lo cual Jacqueline hace alarde como si fuera una modelo presentando la nueva ropa de temporada.

Por esta razón, Leona no se atreve a mencionar que a sus ojos se ve como el abrigo para perros más gigante del mundo.

Después de guardar todo y de que Etka haya revisado obsesivamente tres veces que no se olvidan nada, se despiden de Ryan. El hombre abraza a los tres por igual con su calidez usual, dejando para lo último a su esposa, a quien le da un pequeño beso en el hocico.

En algo sí tenía razón Jacqueline: viajar sobre su lomo es una experiencia muy distinta a hacerlo dentro del ejerún. Para empezar, la vista es increíble, pero se recomienda altamente atarse el pelo si realmente quieres disfrutarla.

Leona desearía que le hubieran advertido al respecto, pues en cuanto abre la boca se le mete un rizo. Lo escupe para poder decir:

—Ojalá pudiera volar así.

—Es una de las pocas cosas que extraño —concuerda Jackie—. Era lo único divertido, en las cuevas ni trabajo tenía.

—¿De qué trabajas? —Eli seguramente está esperando alguna respuesta mágica, sin embargo...

—Soy médica forense. —Nada más lejos de las expectativas—. Empecé estudiando anatomía y demás para lograr una buena transformación, luego mi interés se fue ampliando y acabé por decidir ayudar a la gente.

Preparada para ser sorprendida, Leona pregunta:

—¿Qué hay de Ryan?

—Es profesor de historia —explica Etka.

Esta revelación hace que, para Leona, de repente la actitud del hombre hacia la política tenga más sentido. Tendría que haberlo imaginado, piensa. Era eso o algo relacionado a la filosofía.

—De verdad sabe mucho sobre Longevia —continúa hablando el Eco—. Puede contarte acerca de cómo surgió el país, cómo fue cambiando la organización, todo eso. Estoy seguro de que si se lo pides sería capaz tomarse una tarde para resumirte los quinientos años de historia del lugar.

—Lo admiras un poco, ¿eh?

—Bastante, en realidad. No estoy de acuerdo con sus opiniones, pero están bien fundadas.

—Claro que sí —la esposa del hombre en cuestión se agrega a la conversación con tono orgulloso—. Ry es muy inteligente. Sé que viajas mucho, Etka, pero te aseguro que gente como él verás muy poca.

Como única respuesta, Etka le dedica a su amiga una sonrisa mezcla de exasperación y afecto que ella no tiene manera de ver. Detrás de él, bien tomada a su cintura, Leona contempla las hectáreas de campo y los pequeños poblados, pese a todo un poco emocionada por ver qué le espera en el próximo lugar.

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