Capítulo 15 - Conversaciones de medianoche
Capítulo 15
Conversaciones de medianoche
Hay conversaciones que solo se pueden tener con un café de por medio. Aquellas sobre criaturas de las que parece no haber registro previo en el mundo caben sin duda dentro de esa categoría.
Es por esto que el viaje a casa de Jackie transcurre casi en silencio, con la ocasional pregunta de Eli hacia Leona y algún que otro comentario no tan directo. El asunto de verdad comienza únicamente cuando ya están todos apretujados en la mesa de la cocina-comedor, cada quien con su taza en la mano.
—¿Sabes quién era, Etka? —La primera en hablar no es otra que la más involucrada en el asunto, Leona.
El hombre abre la boca lentamente con una expresión extraña, como si hubiera estado esperando la pregunta pero a la vez no estuviera seguro de cómo articular la respuesta.
—Sé más que la mayoría, pero no es que sea su conocido o su amigo... bueno, no creo que ella tenga ese tipo de cosas... digo ella en un sentido gramatical, seguramente no tenga género. En fin, es una criatura sin relación con el resto. Tengo entendido que es la única en su especie y que no vive en un lugar fijo, así que es difícil encontrarla por más que ya la hayas visto una vez.
—¿Esa información la tienes por tu trabajo? —pregunta Ryan, no sin algún filo.
—No, me enteré por cuestiones personales, aunque puede que tú hayas oído sobre ella también. No tiene nombre, así que la llaman Mágica porque se dice que es la más poderosa de las criaturas que pueden hacer hechizos.
Ah... Oh. Bueno, puesto ese nombre sobre la mesa, las cosas adquieren un poco más de sentido. La expresión de Ryan insinúa que, al igual que nosotras, la conocía solo por su apodo pero jamás había tenido ni la más mínima idea de cómo se vería.
—A mí no me suena —admite Jackie, quien literalmente ha vivido casi toda su vida en una cueva.
—Yo tampoco sé mucho —le aclara su marido—. Solo he oído cuentos acerca de cómo hizo cosas imposibles. Personas que han adquirido habilidades fuera del alcance de su especie, gente que se ha vuelto rica de un día al otro, esa clase de cosas. Los rumores más locos dicen que incluso hizo inmortal a alguien, y que esa persona sigue rondando el mundo al día de hoy.
—No suena muy dañina, la verdad —comenta Leona con sorpresa—. De hecho, parecen cosas que probablemente le pidieron que hiciera.
—Así es. —Etka le da la razón—. Leona, ¿recuerdas el transporte que tomamos para venir?
En la mente de la mujer aparece aquella especie de tren flotante que funciona a base de magia.
—¿Lo que tú llamaste ejerún?
—Sí, la leyenda cuenta que la directora del proyecto pudo inventarlo gracias a Mágica. —La actitud entusiasta que normalmente lleva el hombre al contar estos datos no está por ninguna parte. Se ve muy serio, lo más que Leona lo ha visto hasta ahora.
—¿Cómo? ¿Es que le dio la idea o algo?
—No lo sé, es solo lo que se dice. Que le pidió un deseo a Mágica, que le fue cumplido y que al parecer estaba relacionado a una investigación en la que estaba atascada.
El lugar queda en silencio. Es, mire por donde se la mire, una historia tentadora: ha aparecido frente a ellos una criatura que, según se dice, está dispuesta a cumplir deseos que de otra manera serían imposibles de realizar.
—Etka... ¿por qué me dijiste que me acercara a ella? —pregunta Leona, pese a tener una idea de la respuesta.
—Porque podría ser la única capaz de ayudarte.
—¿A regresar a mi mundo? ¿Crees que eso se puede?
—No lo sé. Supongo que no, aunque quizás algo pueda decirte, o mostrarte, o...
Nuevamente pasan unos momentos en los que nadie se atreve a hablar. Jackie y Ryan apartan la mirada, como si no se sintieran con el derecho de participar de la conversación. Por otra parte, Eli mira con atención a su madre... quien ha olvidado que no debía mencionar el asunto de la vuelta a casa frente a su hija. Sin embargo, la niña no emite palabra alguna tampoco.
—¿No es peligrosa?
—No creo, pero...
—Pero "seguro marchó preso", diría mi madre.
Allí viene nuestro amigo, el silencio, pero decide no quedarse mucho rato antes de volver a irse.
—Es la única opción que se me ocurrió. —La voz de Etka nunca había sonado tan desprovista de alegría a oídos de Leona—. Si es que es una opción, siquiera.
—Una que puede salir mal, ¿verdad?
—Todo puede salir mal.
Vaya optimismo.
—Pero dices que debería intentarlo.
—Eso lo decides tú.
Al ver que el café se ha acabado y con éste las palabras, Ryan se pone de pie y comienza a juntar las tazas. Jackie lo imita, por lo que el resto pronto caza el mensaje y la mesa no tarda en quedar despejada, a diferencia de las mentes de los comensales.
Una vez que comprueba que Eli está dormida, Leona se levanta de su lado y camina hacia el otro extremo de la sala de estar.
Pese a la insistencia de los dueños de la casa, Leona se negó a que les cedieran a ella y a Eli la habitación para que durmieran. Al final, se decidió que madre e hija dormirían en un colchón que tenían guardado para las visitas, dejando a Etka con el único espacio sobrante: un sofá del cual tuvieron que sacar cosas para que pudiera usarlo.
Sin embargo, ahora que la mujer va a fijarse, no lo encuentra allí. Tiene la impresión de haberlo escuchado pasar en algún momento, pero como estaba concentrada en sus propios pensamientos no le prestó particular atención. De todos modos, para bien o para mal el espacio es poco, por lo que no es difícil encontrar a alguien que solo puede estar en una de cuatro habitaciones. Como en la sala-cocina-comedor no parece estar, el baño está vacío y no piensa que se el joven se haya metido en el dormitorio de la pareja, Leona abre la única puerta que queda.
La recibe un jardín que parece haber absorbido todos los metros cuadrados que le faltan al interior de la casa. Lo curioso es que, pese a su enorme tamaño, ni el más falso de los abogados podría defender su penosa apariencia. No hay ni un solo árbol, ni una mísera flor, lo único que lo ocupa son escasos parches de hierba en tal condición que casi agradecería ser arrancada. Hasta la tierra parece que no ha visto agua desde la última lluvia.
Sentado en una silla de madera se encuentra un hombre que conoce, pero que porta una expresión desconocida. Quizás porque no hay en frente nadie ante quien mostrarse cordial, el rostro de Etka ha perdido el último grado de suavidad que había mantenido durante la conversación de hace un rato. El cabello suelto y despeinado, que a Leona le gusta porque en ocasiones anteriores le daba un aire relajado, ahora aporta un toque sombrío.
Si no fuera por las particulares manchas negras sobre su pálido rostro o el ángulo extravagante de su nariz, la mujer podría haberlo encontrado irreconocible.
—Etka —lo llama ella en voz baja, diciendo que si no lo oye entonces sí se retirará.
Sin embargo, él se gira a mirarla. Luce un poco sorprendido, pero no abre los ojos de la manera exagerada en la que suele hacerlo.
—Ah, Leona. —En su voz también hay cierta ausencia de algo que acostumbra estar allí—. ¿Sucede algo?
—No, solo me preguntaba cómo estabas. —En cuanto dice eso, a Leona le viene a la mente la noche de hace unos días, solo que esta vez las posiciones están intercambiadas. En lo posible, desearía poder consolarlo como hizo él con ella.
—Estoy bien.
—Pero actúas distinto. —La mujer toma una silla, la coloca muy cerca del otro y se sienta—. ¿Es por lo de Mágica?
Él la mira por unos segundos antes de apartar la vista hacia adelante. Leona, sin embargo, insiste:
—Has tratado con ella, ¿verdad?
—Algo así.
—¿Quieres contarme?
—No —responde Etka de modo un poco brusco. Quizás porque se ha dado cuenta de su propio tono de voz, pronto agrega:—. Lo siento. ¿Has decidido si quieres ir a verla o no?
—No estoy segura. En la Tierra, las historias acerca de criaturas que cumplen deseos por lo general acaban con alguien teniendo que hacer un sacrificio. ¿Crees que ella me pedirá que le entregue algo?
—No hay manera de saberlo hasta que le pidas el favor. Lo que sí puedo decirte de ella es que me da miedo.
—¿Miedo por qué?
Leona hace la pregunta sabiendo que hay una respuesta esperable, la que cualquiera diría.
—Bueno, estoy en desacuerdo en varias cosas con Ryan, pero coincido en que a mí tampoco me gusta cuando hay tanto poder acumulado en una persona.
Ahí está, se dice la mujer. Es lo mismo que hubiera contestado ella misma o quizás incluso Jackie si le preguntaran por qué temer a un ser desconocido y altamente mágico. Solo que intuye que Etka posee algún otro motivo más profundo que está determinado a esconder.
Ella sabe y, sin embargo, cree que no hay caso. Así que intenta apartar esa curiosidad que no puede satisfacer y se interesa por algo de lo que sí puede obtener respuesta.
—¿E igualmente me sugieres ir?
—Pienso que no poder regresar al lugar que amas es algo mucho peor que tener miedo.
El lugar que amas es sin duda una denominación muy fuerte, y Etka la pronuncia con el sentimiento que merece. Esto produce un efecto extraño en la mujer, que lo único que sabe es que el lugar que ama está junto a su hija. Más allá de eso, ¿puede llamar así a su departamento a medio caer? ¿Al trabajo en el que vive discutiendo con sus superiores? ¿Qué hay de la casa de su madre, donde cada vez que pone un pie adentro se siente una niña regañada otra vez?
—¿Tú qué harías? —acaba preguntando para evitar aquellos cuestionamientos a sí misma.
—Yo lo intentaría. —La voz de Etka es firme. Aprieta los puños, un gesto nuevo en él, al agregar:—. Si me separaran de mi familia, de Jackie, de TR, haría lo que fuera por volver. Y si no se pudiera, al menos saber qué pasó.
—¿Aun si tuvieras que pagar un precio?
—Aun así. Es como tú dijiste la otra vez, uno ha hecho un montón de cosas para crearse su vida, es terrible que te lo arrebaten todo de un momento al otro. En tú lugar yo estaría desesperado, no sé cómo haces.
Etka la mira, en sus ojos dorados vuelve a haber un brillo de admiración que Leona ya ha notado en ocasiones anteriores. No obstante, la mujer siente que dicha estima es infundada. No es que yo sea valiente, se dice, es solo que estoy acostumbrada a no tener opción.
—Bueno, yo siento que ya lo perdí todo una vez hace diez años —le explica. Lleva tiempo sin hablar del asunto, pero son muertos que siempre duele desenterrar—. Por supuesto que no pasé de un planeta a otro, pero... fue un poco como caer en un mundo distinto.
—¿Te refieres a lo de Eli? —La suavidad ha regresado a la voz de Etka.
—Sí, en ese momento me dejaron mi novio y algunas amigas. A mi familia tampoco le agradó nada, casi me quedo en la calle. Al final solo mi madre y una tía que también tuvo hijos joven se apiadaron de mí, pero la ayuda vino a cambio de reproches constantes. Nunca fue lo mismo, aunque la verdad es que nunca nos habíamos llevado particularmente bien.
Al igual que aquella otra noche, Etka extiende el brazo al ver que ella ha comenzado a perder la alegría que la caracteriza. Leona no tarda en notarlo y acerca la silla para poder acomodarse mejor contra él, quedando pegada al hombro del brazo que ahora la rodea. El hombre parece ser la clase de persona que se expresa con gestos cuando se le agotan las palabras, cosa que a ella no le desagrada en lo absoluto.
Leona sigue hablando, envuelta ahora por el calor de otra persona.
—Pero a cambio de todo eso nació Eli, así que el mundo nuevo tenía algo que compensaba por mucho todo lo otro. —Tras decir eso, piensa en las palabras de Jackie que no han dejado de rondar su mente en todo el día—. Quizás esta vez es lo mismo, quizás todo lo que perdí fue por alguna otra cosa que vendrá.
—Ojalá así sea. Es lo mínimo que te puede dar la vida para compensar.
—Yo diría que igual tuvimos bastante suerte de que nos recogieran TR y tú. Nos han salvado.
—No lo sé, desearía poder hacer más...
—Qué dices, has hecho un montón.
Si bien Etka no luce convencido y a Leona eso no le cae muy en gracia, decide no insistir. Ya le agradecerá como se debe algún día, pero será más adelante, cuando esté establecida y pueda regalarle una buena caja de bombones.
De momento, la cuestión central es otra.
—Mañana hablaré con Eli —anuncia ella—. Creo que es una decisión que debemos tomar juntas.
Quizás sea el brillo tenue de la vieja y triste lámpara de pared que lo ilumina, quizás sea culpa de la sorpresa que se ha dado hace unas horas, pero lo cierto es que no parecen quedar rastros de nerviosismo en el rostro de Etka cuando asiente ante las palabras de Leona.
—Yo las acompañaré decidan lo que decidan. —No hay vacilación tampoco en sus palabras.
—¿Por más que te dé miedo?
—Justamente, no puedo dejarlas solas con algo con lo que ni yo me animaría a lidiar por mi cuenta.
Leona se muestra asombrada por un momento antes de sonreír. Asumimos que esta faceta distinta de Etka no le desagrada tampoco.
—Sabes, cuando estás así todo serio te ves un poco cool.
—¿Un poco qué?
Al parecer, la palabra no está en el vocabulario del Eco. Leona piensa unos instantes acerca de con qué reemplazarla, pues "lindo" le parece demasiado directo...
—Un poco genial, digo.
—¿Yo? —la confusión le devuelve a Etka un poco de ese aire tierno que empezábamos a extrañar.
—Sí, pero igual me gusta más cuando sonríes.
O cuando te entusiasmas y empiezas a hablar demasiado rápido, agrega en su mente, pero con la consideración de no decirlo en voz alta. Teme que el otro pueda tomarlo como un reproche en lugar de lo que es, una broma un poco coqueta.
¡Coqueta, pero qué palabra! No es ni el momento ni el lugar, sin duda, pero no es nuestra palabra sino de ella, la hemos tomado de su mente textualmente. Leona no es ni una romántica empedernida ni alguien que sale con otros a la ligera, pero gusta de tomar un café o dos con la gente que le interesa para ver a dónde puede llevar. Parece que Etka ha producido en ella alguna chispa y, si bien no piensa salir con él mañana o la semana que viene, es probable que le pida seguir en contacto cuando deban despedirse.
En fin, mientras nosotras les explicamos eso el joven ha empezado a perder un poco la calma. Creo que hablamos por todos al decir que es un alivio tener de vuelta al Etka de siempre.
—Gracias —es lo único que consigue susurrar. Los ojos de su compañera no le permiten ver bien en la oscuridad, pero nosotras sí llegamos a descubrir el ligero rubor en sus mejillas.
Pues vaya.
Independientemente de lo que a nosotras nos gustaría que sucediera, no es ocasión de quedarse acurrucaditos mucho tiempo más. Luego de hablar por un rato acerca de temas más ligeros, ambos se ponen de acuerdo en que ya es tarde y se levantan.
—Siento que no es justo —dice Leona con un bostezo—. Vine para escucharte y acabé hablando yo.
—Creo que es mejor así, porque tú querías hablar y yo no.
—¿De verdad no quieres hablar al respecto?
—No ahora mismo.
—¿Eso quiere decir que después quizás sí?
—Depende de lo que tú decidas, supongo.
Qué manera de crear intriga, piensa Leona, aunque sin expresarlo en voz alta. Siendo el hombre una persona tan abierta, sabe que el secreto debe ser algo que genuinamente no desea contar para que lo esconda de esa manera. Él ha sido tan considerado con ella que sería injusto no devolver la cortesía, pero...
En el fondo, admite que la pone un poco triste verlo entrar a la casa con un andar desanimado y no poder hacer nada al respecto.
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