Capítulo 11 - Despedidas no sentimentales
Capítulo 11
Despedidas no sentimentales
Etka regresa la noche del día siguiente, transformado en búho como se fue. Al igual que en esa ocasión, le dejan espacio para volver a su forma humana y vestirse antes de pasar otra vez al cuarto.
No sin razón, Leona se asusta un poco al ver el rostro del hombre. No es que antes lo haya visto fresco como lechuga, ese es un estado desconocido para el joven en cuestión, quien ya porta unas eternas ojeras que solo las marcas negras alrededor de sus ojos ayudan un poco a disimular. Sin embargo, el cansancio esta vez llega a otro nivel.
—¿Estás bien? —le pregunta la mujer, incapaz de guardarse la preocupación.
—¿Hm? —Al otro le toma un momento procesar lo oído, que es en verdad toda la respuesta que una necesita—. Ah, sí. Lo importante es que pude confirmar que hay un hogar con habitaciones libres. Jackie y Ryan... su marido, dicen que no hay problema con que nos quedemos en su casa un par de noches hasta haber hecho los trámites.
—Gracias —dice Leona. Insta a su hija a hacer lo mismo, y luego no puede evitar añadir:—. ¿Cuánto has dormido?
—Tres horas.
Un largo bostezo sigue a dicha respuesta.
—Estás loco —lo regaña TR con un tono inusualmente duro.
—Es que no sabemos si los cuartos estarán disponibles mucho tiempo, no hay registro aún de cuánta gente llegó... Hay que hacerlo rápido.
—No por eso vas a matarte.
Etka abre la boca como para decir algo, pero otro bostezo le impide articular palabra.
—Podemos quedarnos aquí unos días más —ofrece Leona.
—No, no. Lo mejor será salir hoy a la madrugada. —Mientras dice eso, no obstante, se saca los zapatos y se arroja sobre la cama tal como está—. Dormiré unas dos horitas y ya está. Ustedes despiértenme.
No ha pasado medio minuto entre que pide eso y se empiezan a escuchar unos ronquidos.
—¿Qué hacemos? —pregunta Leona en dirección a TR—. ¿Lo despertamos en dos horas?
—No, que sea en cinco. Por mí lo dejaría más, pero es lo máximo que podemos darle sin que se enoje.
Así, las tres bajan a cenar juntas, aunque Leona no olvida cubrir a Etka con la frazada antes de salir.
Es a las dos de la madrugada que TR envía a Leona a despertar a Etka, mientras ella se dedica a hacer los trámites para partir. Eli, por su parte, se ha quedado dormida y seguramente no será levantada hasta el minuto antes de salir.
Al entrar, se encuentra al otro tal como lo dejó, tapado hasta la barbilla. Se le acerca en silencio y se inclina sobre él para tocarle el hombro.
—Etka —susurra, pues ella solo sabe despertar a la gente con suavidad. Al ver que no reacciona, repite su nombre sin levantar mucho el tono.
Eventualmente lo consigue. El hombre abre los ojos como si le costara y se revuelve un poco hasta quedar de frente a Leona. Si bien abre la boca y suelta unos sonidos, ella no los capta.
—¿Dijiste algo?
—Que si... si han pasado las dos horas.
—En realidad, pasaron cinco. Perdón, es que nos distrajimos conversando.
La respuesta le llega a modo de un montón de murmullos inentendibles, probablemente formados por frases como no hay problema y soy yo el que debería disculparse.
A pesar de que Etka se gira hasta quedar boca arriba, como si fuera a levantarse, por unos momentos se queda así, con la mirada de quien se está replanteando su existencia entera.
—Dame un minuto.
—¿No quieres mejor una hora? —se burla con afecto la mujer—. Lo bueno es que después de dejarnos en la ciudad de tus amigos podrás descansar de verdad.
—¿Qué...? Ah, sí. —Por fin logra sentarse, como si el darse cuenta de que se despedirá pronto de sus acompañantes lo hubiera despertado—. Supongo que sí.
Un breve silencio pasa entre los dos. Leona está a punto de hacer algún comentario tonto cuando nota que él tiene la intención de decir algo, así que espera. Efectivamente, Etka abre la boca lentamente, procesando las cosas sobre la marcha.
—Sé que quizás es temprano para pensar esto, pero es por si nos separamos en Dulik... —Al darse cuenta de que ha dicho el nombre en su idioma nativo y no en español, se corrige:—. En el Puerto Imposible. Hay allí una universidad pública bastante grande, en la que trabaja el marido de mi amiga. Tienen un área de investigación social, estoy seguro de que les interesará escuchar a la gente que vino con la brisa dorada. Por la relevancia histórica y eso.
Pese a que las palabras son dichas de manera algo torpe e insegura, no es difícil descifrar la intención. Podemos conseguirte trabajo, es lo que está insinuando. Sea una posibilidad real o no, a Leona la conmueve que haya estado pensando al respecto. Sabe que para su acompañante debe ser una cosa rutinaria, pero ella tiene recuerdos de su familia intentando impedir que trabajara y sus amigas cuestionándole cómo iba a hacer con su hija. Al final lo había conseguido por su cuenta, desesperada por no tener que depender económicamente de parientes que luego se lo echarían en cara.
—Gracias por preocuparte.
—No, no es nada. También puedes recurrir a ellos si necesitas algo, siempre están dispuestos a ayudar. Lo único que no pueden aportar es dinero, ninguno de los dos tiene un trabajo que pague... —De repente Etka se detiene. Quizás porque siente que se ha desviado, o quizás porque no sabe bien hasta dónde pisar en una situación así.
Leona agradece nuevamente antes de preguntar, sonriendo con afecto:
—¿Estuviste pensando mucho en esto?
—Un poco, durante el viaje. —Ese "poco" probablemente no coincide con la medida de la mayoría de la gente, creemos nosotras—. Igualmente antes de separarnos te diré cómo contactarme si tienes algún problema.
—¿Solo si tengo algún problema? —La mujer prueba con un tono juguetón, con la impresión de que él y TR son dos personas que es mejor mantener cerca. Al ver que el hombre no parece entender, se avergüenza y agrega:—. Digo, ¿te podría contactar igual solo para hablar y eso?
—Ah, sí, claro.
Tras un par de palabras más, Leona se va a la otra habitación para levantar a su hija.
Cuando Leona va hacia la cama para despertarla, se lleva la sorpresa de que no hace falta. Una segunda cosa la toma desprevenida, y es el hecho de que al escuchar que ella se acerca Eli se pasa las palmas de las manos por los ojos con un gesto rápido.
El corazón se le apretuja mientras piensa su siguiente paso. Estos momentos son muy tramposos, es siempre difícil decidir si lo que queremos hacer coincide con lo que el otro necesita.
—¿Estás despierta, Eli? —pregunta de momento, siendo cautelosa.
—Sí, má —responde la niña dándose vuelta. Se ha secado las lágrimas, pero sigue habiendo un toque rojizo en sus ojos—. ¿Ya hay que salir?
—En un rato. ¿Estás bien?
—Sí —miente Eliana. Pero parece que no cree que su madre sea así de tonta, así que aclara:—. Extraño un poco a Ana. Y a Mini.
Ana no es otra que la mejor amiga que se ha dejado en la Tierra, y quizás su única compañera de curso realmente cercana. Por otra parte, esta amistad es una preocupación secreta de su madre, quien considera a la otra niña demasiado dominante y egocéntrica como para ser una buena compañera para su tímida hija...
El otro nombre mencionado pertenece a la pequeña perrita que hay en la casa de la madre de Leona. El hecho de que haya mencionado a la mascota y no a su abuela es, probablemente, el mejor indicador que podemos dar de la relación familiar.
—Te entiendo —la consuela Leona con voz suave mientras se sienta al borde de la cama—. Han pasado varios días ya.
—¿Tú a quién extrañas?
—¿Mi cama no cuenta?
—En serio. —El reproche es hecho con ese tono caprichoso que solo es perdonable en los niños.
—Bueno, no extraño el hospital, pero sí a mis compañeros. Y un poco a la tía, a pesar de todo.
—La tía es una aburrida.
El pariente en cuestión es, en realidad, la tía abuela de Eli. Nosotras estamos tentadas de tomar el lado de la niña en esta cuestión, pues es difícil llamar interesante a una señora mayor que no hace mucho más que pasear la mencionada perrita y quejarse de cómo está el país.
—Estoy de acuerdo —asiente Leona—. Pero te lleva el almuerzo a la escuela cuando yo no puedo, así que no es que sea mala.
—Igual es aburrida, se la pasa contando chismes.
La mujer se sonríe un poco, aunque en el interior comienza a ocuparle la mente la pregunta que su hija le hizo. ¿Cuántas personas realmente puede decir que ha dejado en el otro mundo, si durante estos últimos años apenas encontraba tiempo para sí misma? Estar atareada no tenía la culpa de todo, además: en la larga lista de gente que ha ido desapareciendo de su vida están también quienes le decían que estaba siendo deprimente cuando les contaba sus problemas, o las amistades que se habían ido aislando a sí mismas por juntarse como una pareja tóxica. No faltaron tampoco los que se mudaron de ciudad, provincia o incluso país, así como los grupos que se desarmaron porque incluían parejas que se divorciaron y luego ya no querían saber nada con todo lo que estuviera relacionado...
Por suerte, TR llega a tiempo para apresurarlas a prepararse y corta esa la línea de pensamiento. Hay cuestiones prácticas más urgentes a resolver, ya vendrán luego las más existenciales.
Una vez en la estación, TR se aparta un poco del resto de la compañía.
El andén que le corresponde a ella está un poco más allá, señalizado con un gran cartel de madera, el destino pintado con letra clara y permanente. Los números que se ven debajo de este último y que cuentan el tiempo que falta para salir, por otro lado, son de una naturaleza distinta: flotan cerca de la superficie sin pegarse del todo, cambiando segundo tras segundo sin un mecanismo visible.
Se trata de un método mágico por lo general confiable, excepto cuando el operador estornuda y la cuenta regresiva se atrasa un minuto o dos, pero con todo el caos de los últimos días los pasajeros de hoy tienen su vista fija allí como si temieran que los números fueran a escapar del tablón. Si bien no hay aún registro de semejante suceso, a Leona le parece ver que un tres se transforma momentáneamente en un ocho y que un uno se pone a danzar durante apenas un instante.
—En realidad, quisiera ir con ustedes hasta el final —confiesa TR en un extraño arranque de sinceridad—. Pero he dejado a mi par en casa y con todo el asunto mágico ni siquiera he podido comunicarme con ella.
—Es lógico —dice Etka suavemente—. Dale mis saludos a Cele, ¿sí?
—Sí. Tú cuida de ellas... y ustedes cuiden de él.
—Yo estaré bien, Tere, no soy nuevo aquí.
El pequeño sonido bajo que hace la anciana expresa más dudas que mil palabras.
—¿Estás seguro?
—Gracias, pero no soy uno de tus cachorros.
—Si tú lo dices. ¿Tienes todo? ¿Los boletos?
—Creo que sí, pero sabes que me haces dudar cuando lo dices así. —Durante un momento Etka rebusca con gestos nerviosos en su bolso, hasta que su expresión se transforma en una de alivio y levanta en alto tres piezas de papel—. Ves que sí.
—Muy bien, entonces ya pueden ir subiendo y dejar a esta vieja aquí.
—Gracias, Tere. Te extrañaré.
Con aquella facilidad que tiene el hombre para el contacto físico, se acerca y le echa los brazos alrededor como puede.
—Oh, no, nada de esto —se queja TR, aun así devolviendo el gesto—. Nada de despedidas sentimentales, que en cuanto pueda me comunicaré con ustedes.
—Yo también te extrañaré —dice Eli.
—Bueno, tú puedes abrazarme si quieres —responde la otra haciéndole un gesto para que la niña se acerque—. Tú también, Leo, que igual me sobran brazos.
Ambas hacen caso y se acurrucan contra TR, quien parece disfrutar del cariño a pesar de sus palabras. Pese a estar hecha de placas duras, su tacto resulta inusualmente cálido.
—Ahora sí ya está, vayan, sino acabaré llevándolos conmigo hasta casa.
Si bien la idea no carece de cierto encanto, los tres se despiden brevemente antes de darle la espalda y andar hacia el andén correspondiente.
Con un integrante menos, nuestro grupo sube al transporte con destino al Puerto Imposible.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top