Capítulo 1 - Brisas infames

Capítulo 1

Brisas infames

Pese a que podríamos pasarnos horas hablando del mal que ha traído al universo la brisa dorada, diremos una cosa buena en su favor. Una sola, ¿eh? La única que tiene, y es la siguiente: es hermosa de ver. No sirve de mucho, en especial porque no todos llegan a presenciarla, pero es mejor que nada.

En cuanto a su periodicidad, este viento llega cuando se le viene en gana. El planeta Cambalache tiene solo unos quinientos años de historia registrada (que es la que importa, pues imposible saber qué existió antes del primer mono que se sentó a escribir), y en ese tiempo sus habitantes han dejado constancia de una docena de vendavales de este tipo.

El que se está aproximando en este mismo instante es el décimo tercero, o quizás décimo cuarto. De un modo u otro, los invitamos a mirar con atención.

¿Ven cómo el oscuro cielo nocturno se aclara, pero no con un color rosado ni naranja, sino amarillo puro? Primero surge por ahí un destello, luego otro... y poco a poco se forma una nubecilla de polvo dorado que revolotea y crece cada vez más.

Un fenómeno así no puede tratarse de otra cosa que magia, de esa que se te cuela hasta en los huesos y enciende en tu cuerpo una energía extraña, eléctrica. No importa si tienes cien extremidades o ninguna, si duermes en lo profundo de una montaña o sobre el césped fresco, es una sensación que no puede ser ignorada. Hay que tener un sueño muy pesado para no despertar durante las noches doradas como ésta, y si hay dos cosas que no caracterizan a este mundo son la inactividad y el silencio.

Por aquí, una especie antigua (lo suficientemente longeva para haber presenciado la brisa anterior) comienza a cavar hasta la superficie al sentir una corriente familiar sobre la piel escamosa.

Por allá, unas criaturas nocturnas se sobresaltan al escuchar un ruido fuerte. Al dejarse caer desde el techo para ver de qué se trata, encuentran desmayados a individuos de especies que conocen y que por eso mismo saben que no tienen manera de llegar hasta allí.

Así, un murmullo se va extendiendo en cada territorio a medida que encuentran los cuerpos vivos pero inconscientes de los recién llegados que el viento fue dejando atrás como si no le concerniese. Se intercambian miradas, directivas y preguntas del estilo "¿qué decía la sección tres del protocolo de la brisa?" y "¿cuál de todos los protocolos era?". Las más frecuentes son, sin embargo, las "¿qué cosa? ¿dices que hay un protocolo?" seguidas por "pues muy bien, pero ¿a dónde dices que lo hemos dejado...?".

En medio del caos, entre información confusa y medidas improvisadas, los nativos intentan acoger a los nuevos residentes, quienes aún tendrán unas horas de descanso antes de despertar y unirse al coro de voces perplejas.

Cambalache no dormirá hoy, tampoco mañana ni pasado. La brisa dura unas pocas horas, pero ¿el papeleo que deja tras de sí? Ese puede tomar meses enteros.



Una de las tantas personas que ha tenido la suerte (ya veremos si buena o mala) de caer en Cambalache ha sido una humana de nombre Leona, proveniente de la Tierra. Esta mujer de casi treinta años ha sacado la lotería. No literalmente, claro. Solo una vez probó suerte en un casino y le fue fatal.

Nos referimos a que se ha materializado en el jardín delantero de alguien, por lo que unas personas la notan sin demora y se acercan. Como podrán imaginarse, el término "persona" tiene un sentido muy amplio en un planeta acostumbrado a la aparición repentina de especies de otros mundos.

Dos figuras caminan a paso lento hacia la recién llegada, cada una con cinco pares de patitas sosteniendo un cuerpo largo y grueso como el de una oruga. La superficie dura de las placas oscuras que las cubren reflejan la luz de la brisa, que se hace más intensa a medida avanzan por el espeso césped.

Uno de los seres se queda a una distancia prudente, temeroso ante este fenómeno que ambos presencian por primera vez. El otro siente que está demasiado viejo para que algo le importe, así que inclina el hocico y examina a Leona desde muy cerca.

—Es una hembra humana —anuncia TR, la más valiente de las dos, en un lenguaje compuesto por chasquidos.

—Hay otro más allá —le indica la otra, CL, aunque sin acercarse—. Parece un cachorro.

Como su compañera parece seguir sin intenciones de moverse, TR se carga la tarea de echarle un vistazo. A sus ojos, se ve como una versión achaparrada de la humana que vio recién.

—Es igual a la otra —dice tras una breve inspección—. Debe ser su cachorra.

—Pobrecitas. Al menos han llegado juntas.

—Pobrecitas nosotras que tendremos que encargarnos de los trámites.

CL le echa una intensa mirada con sus cinco ojos. El del medio, el púrpura, luce particularmente amenazador.

Sin decir más, TR deposita todo su peso en los dos pares de patas traseras (no sin quejas de parte de sus pequeñas extremidades) y usa los otros tres para tomar en brazos a la más pequeña de las humanas. La envuelve con un cuidado y una suavidad que contradicen sus palabras agrias.

A pesar de los años de experiencia cuidando criaturas de esa especie, y de haber tratado con cachorros de edades más tiernas y situaciones más delicadas, el tacto de los humanos sigue causándole un poco de impresión. Sus pieles son demasiado blanditas para su gusto, y aspectos como el pelaje disperso o las venas visibles solo lo empeoran. No obstante, esto nunca impidió que cumpliera su deber durante años de trabajo en un hogar de niños, por lo que tampoco evitará que realice este acto de buena fe.

Con el equivalente de su especie a una sonrisa silenciosa, su compañera la imita y levanta a la mujer que nosotras llamamos Leona.

—Tú tienes un amigo que puede ayudarnos, ¿verdad? —señala CL con ilusión.

En la mente de TR aparece al instante el rostro del susodicho, con los ojos dorados brillándole de la emoción y una sonrisita un poco tonta.

Al menos alguien sacará algo de alegría de todo esto, piensa sin gracia alguna.

—Sí —gruñe TR. Intenta quitarse un poco el mal humor contemplando el ingenuo rostro durmiente de la niña, pero resulta no ser suficiente—. Y más le vale que lo haga.

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