03 | Me gustas

Capitulo 03.

Estoy aquí parada, delante del chico que me gusta, que es mi mejor amigo, esperando que confesará su amor por mi, pero que en cambio me confiesa que le gusta otro chico, que encima es nuestro otro mejor amigo.

Esto es mierda de calidad.

Tal vez esto sea un sueño o una alucinación. No puede ser real, no quiero que sea real. Tal vez la pasta que me comí tenía hongos alucinógenos, y ahora mismo estoy en pleno viaje astral. O en el Uber camino a la feria tuve un accidente de tránsito, quedando en coma, y esto solo es producto de mi mente, en un rato despertaré sin piernas en la camilla del hospital.

De mis ojos caen unas pesadas lágrimas, las siento pesadas y filosas, como si en vez de salir agua de mis cavidades oculares saliera pequeños alfileres que al pasar por mis mejillas van dejando cortaduras. Me arden las mejillas, los ojos, la cabeza y el corazón.

¿Qué clase de horrible guion mal escrito es este? Se supone que debía ser una historia de amor entre amigos, no una tragedia amorosa.

Siempre supe que mi amor no sería correspondido. Estaba preparada mentalmente para guardar mis sentimientos en un baúl con candado y jamás abrirlo. Pero existía una pequeña esperanza en mi que guardaba la llave, con la ilusión de un día por fin abrir el baúl y sacar todo lo que había en el. Pero hoy me doy cuenta que es estúpido e inútil guardar la llave, jamás abriré este baúl. Permanecerá cerrado hasta el fin de los tiempos.

No sé si fue el golpe tan repentino de enterarme que Kamo ama a otra persona, o que esa persona en específico sea Rara, o que hace apenas unos segundos en mi corazón había un incendio por el fuego de la ilusión de que existiera la posibilidad de que Kamo me amara.

Volé tan alto en el cielo de la fantasía, estaba en la cima, sobrepasaba las nuevas de la ilusión, veía el sol de la esperanza resplandeciendo en mi rostro, y al estar tan arriba caí en picada, impactando con el rudo, áspero y doloroso suelo de la realidad.

¿Kamo y Rara juntos? ¿Qué demonios es esto? La sola imagen mental de ellos besándose rompe mi cráneo. ¿Cómo se enamoró de él? ¿En qué momento? ¿Sabe el daño que podría causar si le cuenta sus sentimientos?
Es hipócrita que yo haga estás preguntas, cuando estoy en su misma situación. Sé que no tengo derecho de reclamarle nada, cuando estoy en sus mismos zapatos. Enamorados de nuestro amigo que no le gustan las personas del género al que pertenecemos.

Que patético suena.

Esto tampoco es fácil para Kamo. Contarme esto debe ser complicado. En especial para él, que siempre le costó abrirse. Está mostrándome su corazón, dejando al desnudo lo que siente. Le debió de costar mucho reunir el valor para traerme aquí y confesarlo. Está pálido, parece un fantasma. Su cara está empapada de sudor, se la intenta secar con su camisa, pero suda tan rápido que no sirve de nada. Varias lágrimas caen al suelo de sus ojos. Miro a cualquier dirección y solo veo el reflejo de lo mucho que está sufriendo.

Él está haciendo algo que yo jamás hubiera hecho: Contarle a alguien de que estoy enamorada de mi mejor amigo. No sé si será bueno o malo.

—Sé que suena loco, irrealista, algo sacado de los programas domingueros de comedia, pero son mis sentimientos. —Su voz resuena en todo el lugar, el silencio perturbador de la habitación provoca que cada palabra tenga un eco retumbante—. Me gusta Rara.

Lo volvió a decir. El hecho de que lo repitiera, confirmo que si está pasando. Que no fue producto de mi mente, o que mis oídos escucharon mal. Está pasando. Me doy una cachetada mental. Tengo que afrontar la realidad.

—Es hetero. Lo sabes.

Es lo único que sale de mi boca. Quiero apoyarlo, como siempre lo he hecho. Abrazarlo. Decirle que lo entiendo, que estoy pasando por lo mismo. Que no se culpe, que nadie tiene la culpa de lo que siente. Que no debe sentir odio hacia si mismo por amar. Subirle el ánimo, darle concejos, preguntarle cómo y cuando descubrió esto. Quiero y debería hacer eso, junto con muchas cosas más.

Pero no puedo.

No quiero que siga ilusionado en algo que es imposible, dándole alas a un amor que jamás va a volar. Que este ahí esperando la más mínima oportunidad para declararse, oportunidad que nunca llegara. Esperanzándose por cualquier tonta interacción que tengan. Forzando toda cosa para que sea una señal. Acabará sufriendo el doble. Como yo.
Cada segundo que transcurre amando la persona equivocada, será un segundo más que llorara en la madrugada.

No quiere verlo sufrir. Por eso tengo que confrontarlo con la realidad. Que se de cuenta que su amor no será correspondido. Soy la menos indicada para hacer eso, estoy en su misma situación después de todo, pero necesito ayudarlo. Talvez ayudándolo me ayude a mi misma. 

—Sí, lo sé. —Con pesar me da la razón—. No puedo creer que esto esté ocurriendo, que me haya enamorado de él es algo ilógico. —Sus ojos decaen con tristeza, reflejando confusión—. De seguro piensas que soy un tonto.

—Estas cosas pasan. —Intento reconfortarlo. Creo que fui muy dura y tajante con él. De seguro ya se ha reprochado a si mismo demasiado—. A veces los amigos se enamoran.

Claro que pasa, a mi me pasó contigo.
Es tan irónico que estemos en esta situación. Él confesándome que ama a nuestro otro mejor amigo, cuando yo lo amo a él. Si tan solo en este triángulo amoroso su flecha apuntara a mi dirección, todo sería más fácil.

—Me odio a mi mismo por amarlo. —Confiesa. Mi corazón se estruja al escucharlo, quiero correr y rodearlo con mis brazos, pero me quedo estática en donde estoy—. Un día de la nada lo vi con otros ojos. Simplemente me enamoré. —Su voz se va reduciendo con cada palabra que dice—. Siempre estuvo ahí, apoyándome en todo. Cada que discutía con Rodrick o con mi familia, cada que me sentía una mierda, cada que tenía una ataque de pánico o de ansiedad en la madrugada, cada que odiaba mi cuerpo, cae aquel sentía que no valía nada, cada vez que quise rendirme, cuando me intenté mat… —Su voz se convierte en un susurro casi inaudible.— Siempre estuvo ahí. Me escuchaba, me entendía, me daba cariño. Todo eso hizo que despertara otro tipo de emociones en mí. —Sus ojos suben hasta cruzarse con los míos. Nuestros ojos están cristalizados— Tu también estuviste siempre para mí, pero con él… era diferente. No lo sé… no sé explicarlo.

No tienes que explicarlo, no tiene explicación. El amor no es una ciencia, no son matemáticas. No es como decir que dos más dos son cuatro. En el amor dos más dos pueden ser siete o mil. No hay razón o justificación para amar a alguien. Tampoco hay una fórmula para que alguien te ame. Es… ¿Naturaleza? ¿Destino? ¿Suerte? Ni idea. Pero no existe una forma concreta de explicar cómo fue que te enamoraste de alguien.

Intento decir algo de eso, pero al notar las lágrimas salir de sus ojos me paralizo. Me miró en uno de los tantos espejos, veo que también estoy llorando. Las tenues luces moradas se reflejan en sus pesadas lagrimas, y pequeños destellos de luz salen de mis húmedas mejillas. Ambos observamos el recorrido de nuestras lágrimas salir. Estamos los dos aquí, en el cuarto de espejos, mirándonos llorar.

Tengo millones de emociones revoloteando dentro de mí. Mis pensamientos apenas y me dejan concentrarme en el ahora. Estaba reprimiendo todo, pero al soltar la primera lágrima, todo lo demás se desencadenó. Es como si todo lo que he estado ocultando en mi interior está saliendo a flor de piel. Mi corazón está roto, la persona de la que estoy enamorada me acaba de confirmar que nunca podremos tener nada. Siento irá, celos, resentimiento, tristeza, las múltiples emociones en mi interior entran en colapso. Pero sobretodo miedo, tengo miedo de que todo esto arruine nuestra amistad.

Puedo sobrevivir a lo que sea, excepto a perderlos a ellos dos. Si nuestra amistad termina, mi mundo se acaba.

—Te entiendo. —Balbuceo, mientras intento organizar mi cabeza. Sé a la perfección lo que él siente, porque estoy pasando por lo mismo—. Pero no le vas a gustar de esa forma.

Algo dentro de mi intenta reafirmarle una y otra vez que no pueden estar juntos. Ser amable es mi prioridad, pero de mi boca no salen palabras de consuelo.

—En ocasiones siento como que yo también le gustó. A veces lo sorprendo mirándome cuando estoy distraído, se ríe de mis chistes aunque sean patéticos, y cuando estamos solos se pone nervioso. —Tartamudea con nerviosismo—. Nos conocemos desde niños, conozco su actuar a la perfección. Sé que antes de ser sarcástico sonríe levemente de un lado, cuando está enojado junta sus cejas tanto que se vuelven una sola, y cuando está muy feliz no cierra su boca ni un puto segundo. —Su respiración se calma. Es como si hablar de él lo tranquilizara—. En los últimos meses, se ha comportado conmigo cómo se comporta con sus crush. —Sus pupilas se dilatan, y clava su mirada en el suelo—. Lo más seguro es que me lo esté imaginando todo, pero puede… ¿haber esperanza?

—¿Y qué? Vas a dañar nuestra amistad por una corazonada.

El veneno sale de mi boca sin darme cuenta. Me muerdo mi labio inferior al ver cómo se asusta con mi acusación. No entiendo porque soy tan ruda con él. Estoy siendo tan poco comprensiva, agresiva y hostil con mi mejor amigo por sentir algo que yo también siento. Todo lo que él piensa, yo lo pienso, y ese pequeño rayo de esperanza que él cree ver con Rara, es el mismo que yo creo ver con él.

Debería ser más gentil, porque estoy igual, soy igual. Pero es como si me viera a mi a través de él. Y cuando le grito y recriminó, me lo hago a mi misma.

—No, no pienso por nada del universo dañar nuestra amistad. —Da un paso hacía mí con firmeza—. Por eso te lo estoy contando. —Me agarra las manos, las tiene frías como el hielo—. Te pido un favor, sé que es una completa estupidez e inmadurez de mi parte, pero te lo suplico, habla con Rara. —Hace una pausa, decidiendo si de verdad me lo pedirá—. Averigua si tengo algún tipo de oportunidad con él.

Que demonios acabo de escuchar.

—¿Quieres que haga qué? —Mi sorpresa se mezcla con enojo—. Pretendes que me le acerque y le diga: «Oye Rara, ¿te gusta Kamo?», así de lo más natural.

¿Qué clase de diarrea tiene en su cabeza? No solo es la idea más estúpida, es aún más tonto que me lo pida a mí. Bueno, aunque él no sabe que me gusta, pero igual, el tan solo hecho que haya maquinado este plan es digno de darle un buen golpe en la cara.

—¡No! Por nada del mundo le vayas a decir que me gusta. —Se apresura a negar—. Solo quiero averiguar si existe una posibilidad de que le gusten los chicos… o yo,—coloca mis manos en su corazón. Escucho sus latidos, van tan rápido como el galope de un caballo—, solo quiero saber si existe la posibilidad. Si no existe ninguna, me olvidaré de este amor, e intentaré todo lo posible para verlo nada más que como un amigo. Pero si existe tan solo una posibilidad de que podamos estar juntos, aunque sea minúscula, lo daré todo para estar con él.

Me le quedó viendo como una grandísima tonta. No puedo creer que incluso en una situación así me parece atractivo. Su cabello un poco pegado a sus mejillas, sus ojos de un verde pálido mirándome suplicando para que acceda, sus frías manos rodeando las mías apretadas sobre su pecho, los latidos de su corazón acelerados, quisiera pensar que es por mí, porque de hecho mi corazón si está acelerado por él, pero se que sus palpitaciones no las provoca mi presencia.

—¿Por qué yo? —Contengo el veneno que quiere salir de mi.

—La pregunta se responde sola. —Me mira con obviedad—. Eres la única a la que le tengo la suficiente confianza para contarle esto, y eres la única a la que Rara le tiene la suficiente confianza para contarte lo que quiero saber.

Quiero decirle que no, que no haré lo que me pide. No hare nada que pueda dañar nuestra amistad. Que no jugaré a ser cupido, ni a la espía que trae y lleva información. Intento articular el no, solo debo decirlo de un soplazo y listo. Me negare ante su propuesta y todo seguirá normal.

Aunque en el fondo sé que nada será normal a partir de aquí.

Una voz de un hombre se escuchó a lo lejos, rompiendo con lo que parecía ser un silencio interminable:

—Vamos familia, entremos aquí.

Volteo, y en la entrada del cuarto de los espejos está un hombre de mediana edad, con la que supongo que es su esposa y dos niños. Se nos quedan viendo apenados. Los niños murmuran sin disimuló entre ellos, viéndonos de arriba abajo con mirada juzgona.

Kamo con la cara roja, llena de sudor y de lágrimas, me suelta las manos. Evita a toda costa mirar a la familia que acaba de ingresar a la atracción. Se acerca a mi oído y me susurra:

—Por favor hazlo. Te lo pido.

Dicho eso, se va. Me deja ahí parada, llorando, desconcertada, confundida, sin saber qué hacer y sin darme más explicaciones.

Me quedé en el mismo lugar un rato, sin moverme ni decir nada. Rebobinando lo que acaba de pasar. Cada detalle de lo ocurrido da millones de vueltas en mi cabeza, y mis emociones tal torbellino no me dejan sentir con claridad.

Una nube negra cubre mi mente, hasta que el señor, del cuál olvide su existencia por algunos instantes, se acerca a preguntarme:

—¿Está bien joven? ¿Tuvo una discusión de pareja?

Su voz firme y serena me da un poco de calma.

—Este… no, —empiezo a caminar a la salida. Debo irme de aquí antes de que esto se ponga más incómodo—, es una discusión de amigos. De mejores amigos.

—Ya veo. —Me contesta el tipo con la misma serenidad—. Los amigos son tan, o más, importantes que una pareja. No permita que un malentendido arruine todo.

Su consejo me deja plasmada. Él no tiene conocimiento del porque estoy discutiendo, pero pareciera que sí. Al menos que haya escuchado la conversación a escondidas, pero no parece del tipo de persona metiche o de los que escuchan detrás de las puertas. Pero agradezco por su consejo y preocupación, además de cierta  forma su tranquilidad me la ccontagia.

Me fui de ahí sin decir nada. Sin siquiera agradecerle al señor por su preocupación. O mirar a los lados para verificar que nadie más estuviera en la habitación. Dando pasos fuera del cuarto de espejos rebobino las palabras de ese extraño. Cuánta razón tiene. Muchas veces se subestima la importancia de las amistades en la vida. Pasan desapercibidas, como si no importaran. Siempre nos repiten hasta el cansancio la gran importancia de la familia, que si, la familia realmente es muy importante. Pero los amigos también, son la familia que elegiste. Esa que con minucioso cuidado escogiste para que te acompañen en tus días felices y te consuelen en los tristes. Las amistades verdaderas ocupan un lugar imprescindibles en nuestras vidas. Y mis mejores amigos son imprescindibles en la mía.

Doy vueltas tal trompo en la feria, buscando a Kamo por todos lados. Aún no he terminado de hablar con él. No pienso dejar está conversación a medias. En su momento me quedé en blanco por la sorpresa, pero ahora tengo muchas cosas atoradas en mi garganta que necesito decirle. Mis ojos giran en cada rincón del lugar esperando encontrar al susodicho. Las luces ya no me parecen tal coloridas. Las risas, los gritos y el ruido de las atracciones aturden mis oídos. La gente aglomerada me sofoca. La música alta me da dolor de cabeza. Mi corazón late a toda prisa y mi respiración se agita. Todo se hace más pequeño, siento que camino en círculos sin un destino o salida.

—¡Theslya!

Gritan mi nombre. Desorientada por tanto ruido no distingo bien quien y de dónde provino el grito. Miro a mí alrededor pensando que es Kamo, que él también me busca a mi para terminar la conversación, pero no. A lo lejos distingo a Sami y Yiyi aacercándose.

—¿Qué hacen aquí? —Cuestiono, intentando sonar lo más normal que que se puede luego de semejante revelación— ¿Ustedes no iban a la montaña rusa?

—Acabamos de subirnos. Es una total locura estar en esa bestia de máquina. Felipe quiso volverse a subir, pero ya fue demasiada adrenalina para mí, así que se quedó con Rara haciendo fila. Nosotras vinimos a buscarlos a ustedes al cuarto de espejos. —Me contesta mi hermana peinando su alborotada cabellera, propia de alguien que acaba de dar muchos giros y gritos. Al hacer contacto visual conmigo de improviso, se queda mirando mis ojos—. Un momento… ¿Estás llorando?

Me tocó mis mejillas, y lágrimas se deslizan por ella. No tengo idea si son lágrimas viejas que aún no se han secado o nuevas que salieron sin yo percatarme. Abro mi boca para mentir, pero no puedo negárselo, es evidente. A pesar de todo el ruido de fondo, un silencio se forma entre nosotras.

—¿Kamo te hizo algo?

Su pregunta me aturde. ¿Qué se supone que le contesté? Un: «No, de hecho me hice daño a mi misma por crearme falsas esperanzas y enamorarme de mi mejor amigo gay, que está enamorado de nuestra mejor amigo hetero».

Aún no le he contado nada de lo que ha estado pasando en mi vida en los últimos tiempos. Pero cuando digo nada, es nada. Ella no tiene ni la menor idea de mis sentimientos por Kamo, en ocasiones quise decírselo, pero me daba, no sé, ¿Vergüenza?

Admitir en voz alta que estúpidamente desarrolle sentimientos hacia mi amigo de la infancia, el cual desde años luz sé que es gay, me genera una pena. Que patética me debo de ver.

Pero debería decirle lo que está sucediendo. Es mi hermana, puede que me ayude. Sé que ella no me juzgará, por más tonta que sea. Además, creo que no tengo escapatoria.

—Paso algo. Pero... —Miro de reojo a Yiyi, esperando que capte mi indirecta—. Me gustaría contartelo en privado.

—Oh, claro, es cosa de hermanas. —Dice Yiyi apartándose. Que fortuna que entendió, no quería ser grosera pidiéndole que se vaya. Aunque aún estoy molesta con mi hermana por invitarla sin avisar. Pero vamos un problema a la vez—. Iré con los chicos a la montaña rusa.

Me quedo con mi hermana. En medio de la multitud de gente, pero extrañamente se siente como si solo estuviéramos ella y yo. Quiero decírselo, de verdad quiero, pero no puedo. Es como si tuviera un nudo en mi garganta. Un nudo que se formó el día que descubrí mis sentimientos, y con cada día que transcurría se le daba una vuelta más al nudo, y ya es casi imposible de desatar, la única solución en cortar el nudo de raíz.

Ella me ve esperando una explicación, esperando que le diga algo, un sonido, mueca o algo de mi parte. Pero las palabras no salen de mi boca. Siempre me ha costado decir lo que siento. Incluso con las personas más allegadas a mí. Les tengo la confianza suficiente para contarles cosas súper personales y vergonzosas que a nadie le diría, como cuando me dio una diarrea de dos semanas, pero con este tipo de cosas es diferente. Sé que no me juzgarán, pero el miedo de que no me entiendan está latente. Es como si mis inseguridades cubrieran mi boca impidiendo que hable.

¿Y si piensa mal de mi? ¿Si cree que es mi culpa? ¿Si piensa que yo hice esto a propósito? ¿Si me ve feo? ¿Si les cuenta a los demás lo que le diré? ¿Si se distancia de mi por esto?

Una parte de mi sabe que nada de eso sucederá jamás, pero por otro lado existe la posibilidad y me carcome la cabeza.

—Sabes que me puedes contar lo que sea. —Como si leyera mis pensamientos, sus palabras son lo exacto que necesitaba escuchar—. Podrías decirme que robaste un banco, y yo con todo gusto te ayudaría a esconderte de la policía, por un módico precio. —Esboza una sonrisa.

Al notar que no le devolví la broma, me rodea con sus brazos. Siento su calor en mi cuerpo. Me aprieta fuerte. Sin necesidad de palabras, con este abrazo me lo dijo todo: Que ella está aquí para mí.

El nudo en mi garganta se desata. Con su abrazo cortó la cuerda, desencadenando mis palabras, y se lo cuento todo. Desde el principio, hasta el más minúsculo detalle. No me contengo en nada, cada cosa que transcurrió por mi mente en este tiempo, intento trasmitírselo. Ella solo me escucha atenta mientras le explico que me gusta Kamo, y a su vez, que a él le gusta Rara. Qué mi amistad puede terminar por estos tontos sentimientos. Que todo mi mundo se puede desmoronar por culpa de cupido. Desde hace mucho no me abría de esta manera con alguien.
No me importa que la gente me este viendo. Estoy ahí, abrazando a mi hermana, llorando, susurrándole al oído todo lo que está pasando.

Termino de hablar. Ni idea de cuánto tiempo paso, pero no fue corto. Tengo la garganta seca por el llanto y todo lo que hable. Me separó un poco de ella para verla a la cara. Estoy esperando su respuesta, su consejo, su insulto, algo. Quiero, no, necesito un consejo. Porque genuinamente no sé qué hacer.

—Parece una historia sacada de la rosa de Guadalupe.

Me empiezo a reír, y eso hace que deje de llorar, ella también se ríe.

—La rosa de Guadalupe no tiene está calidad de guión. —Bromeo también—. Esto es cine.

—Calmate Hollywood, que no se te suba la fama. —Ríe—. ¿Qué piensas hacer? —Me pregunta, ahora sí tornándose sería— ¿Cuándo hablaras con Rara?

—Nunca, tal vez jamás, creo que mejor sería nunca jamás. —Ni en estás situaciones mi sarcasmo desaparece—. Esa conversación puede acabar con todo.

—O solucionarlo todo.

—¿En qué puto universo tener una conversación de esa índole solucionaría algo?

—Quieres mi consejo ¿no?, pues mira, entre más rápido enfrentes los problemas, más fácil se solucionan. Los problemas son como bolas de nieve, es mejor afrontarlos cuando son una pequeña bolita, en vez de dejarlos rodar y que se terminen convirtiendo en una gigantesca bola.

—¿Qué quieres decir con eso? —La miro enarcando una ceja. Nunca he sido buena interpretadora.

—Que hables con Rara lo antes posible, con Kamo también deberías hablar, y resuelvan este enredo de una vez. Díganse sus verdades, confiesen absolutamente todo, discutan si quieren, y sigan adelante. Que pase lo que tenga que pasar, porque tarde o temprano pasará.

Algo se mueve dentro de mí. Mis neuronas al fin hacen conexión entre ellas, y me doy cuenta de que tiene razón, lo mejor es terminar con todo esto lo más pronto posible.

Su consejo me motiva y hace que tome una decisión. Estoy decidida, hablaré con Rara hoy. Ahora mismo iré a hablar con él.

Talvez sea mi lado impulsivo tomando el control de mí como siempre, haciendo que haga cosas sin premeditación. Debería darme un tiempo para organizar bien mis ideas y saber que le diré, sobretodo como se lo diré. Pero a la mierda la organización y el análisis previo. ¡Hagamos esto ya!

—Gracias por tus sabios consejos Sami. Rara está en la fila de la montaña rusa, ¿no es así?, ¡Voy por él!

—Si realmente quieres agradecerme deja de llamarme por ese apodo simplón. —Sami como si recién cayera en cuenta de lo último que dije, se asusta y abre sus ojos como platos— ¿Piensas hablar con Rara ahora?

—Sí. — Afirmo empezando a correr en dirección a la montaña rusa—. Por cierto, tu y yo tenemos una conversación pendiente con nombre y apellido, bueno, nombre y apodo.

Que mi hermana ni crea que le dejaré de reclamar por lo de Yelitza solo por todo el alboroto. Siendo honesta me cayó muy bien, pero igual pienso reclamarle.

Sami me intenta decir algo, grita y agita sus manos, pero ya estoy muy lejos para escucharla. Estoy enfocada en hablar con Rara y resolver esto.

(…)

Corrí un buen rato por la feria, sin dirección fija porque resulta y resalta que no tenía ni idea de dónde demonios esta la montaña rusa, ustedes pensaran que algo de tan gran tamaño sería fácil de encontrar, yo también lo pensé, y la verdad es que no. Luego de perderme buscando la montaña, y darme cuenta de que si me pierdo en un bosque sería mi fin, porque hasta una mosca tiene más orientación que yo, le pedí ayuda a una señora.

Super chevere la doña. Su nombre es Cleotilde, un nombre mega estereotipado de alguien mayor, pero le gusta que le digan Cleo. Sería yo aún con sesenta años inventando apodos. Su vestimenta también es envidiable, un vestido largo morado oscuro, con lentes de sol pese a ser de noche, y su cabellera totalmente blanca suelto al aire libre. Me platico de que pese a su avanzada edad sigue disfrutando de la feria, y que tiene que venir a escondidas de sus hijos porque ellos no están de acuerdo a que esté aquí, pero la señora entre ser y no ser ella es, así que les miente diciéndoles que irá a tomar té con su amiga, cuando en realidad viene a montarse en todas las atracciones que el personal de seguridad la dejen. Icónica si me lo preguntan. Si no llego a su edad siendo así, no quiero nada. Ella me contó toda su vida, sin yo preguntárselo, pero si la señora quiere hablar, quien soy yo para negarme a escucharla. En todo el trayecto la única voz que se escuchaba era la de ella, no me dio chance ni de decir una sílaba.

Luego de terminar de platicar, me deja frente a la fila de la montaña, y ella se va a comprar más algodón de azúcar. Hablar, o más bien, escuchar a Cleo me sirvió para despistar mi atorada mente. Hasta me reí con su elocuencias a pesar de todo. A veces las personas no saben que ayudan a otros con su accionar. Hay personas que con su luz te alumbran un poco en momentos de oscuridad.

Observo a las personas que están en la fila de la atracción, localizando a un pelirrojo. Y ahí está a quien busco. Rara. El tercer integrante de este retorcido triangulo amoroso que se acaba de crear.

Conversa con Felipe y Yiyi, les falta poco para subirse. No veo a Kamo ni a mí hermana por ningún lado, por lo que Rara no debe tener ni puta idea de la bomba que acaba de explotar.

No tengo necesidad de acercarme o llamarlo, porque él me logra distinguir entre la multitud, mueve su mano eufórico para decirme que vaya hacia donde ellos. Pero yo no hare eso, quiero hablar con él, y no podré hacerlo si esta en medio de tanta gente.

Tomo todo el valor que hay en mi cobarde cuerpo, y le hago señas para que me siga. Doy la vuelta caminando sin esperar su respuesta, porque es Rara, sé que me seguirá. Doy un par de pasos y miro por encima de mi hombro para asegurarme de que lo haya hecho. En efecto, él, aunque extrañado, me obedece, se sale de la fila caminando tras de mi.

Me voy a un lugar un tanto oscuro y apartado del alboroto de la feria. Lo que es realmente difícil en un lugar donde la gente va en masas a hacer ruido. Me detengo detrás de una carpa algo vieja y poco visitada. Al estar en el lugar por un par de segundos me doy cuenta de que esté lugar oscuro y apartado las personas suelen utilizarlo para cosas un tanto… Dios santísimo, pero que cochina es la gente, hacer eso en una feria pública dónde hay niños.

No pasa ni un minuto cuando el pelirrojo llega a dónde mí. Su cejas alzadas y manos en los bolsillos me demuestran que está confundido.

—¿Por qué me pediste que viniera? —Pregunta a penas me ve—. Estábamos a punto de subirnos, otra vez, a la montaña rusa, sabes que la fila es muuuy larga. —Alarga la u haciendo un puchero.

Cada día la teoría de que a Rara le trasplantaron un cerebro de un niño de siete años es más probable.

Miro a todos los rincones de este oscuro y sucio lugar, no puedo mantenerle la vista, no sabiendo lo que voy a decirle, que analizando esto bien, no sé que decirle. Enfoco mi vista en el suelo y… ¿Eso es un condón?

Enfócate Theslya. No es momento de criticar a los calenturientos de tu generación, estás tratando de tener una conversación importante. Pero es que mínimo paguen hotel, o condones de calidad, porque ese se ve de los baratos que se rompen. ¡Dios!, ya estoy disociando. 

—Solo es que… Quería decirte… Algo. —Balbuceo mientras hago un intento sobrehumano de centrarme en la conversación, y no evadir el tema con el condón usado.

Al principio estaba muy decidida en tener está conversación, pero ahora que la estoy teniendo, me arrepiento. ¿Dónde está el botón de regresar? Existe en los videojuegos, debería haber en la vida real.

Lo que quiero decirle es inefable, ¿por dónde comienzo? ¿Qué se supone que le diga? No es como que un «oye le gustas a Kamo y a mi me gusta él» sea fácil de expresar.

Dios, ancestros, universo, energías positivas, o cualquiera que en estos momentos este disponible para ayudar a una pobre alma en pena, por favor vengan y causen un terremoto para así decir que me caí, golpeé mi cabeza, perdí mi memoria y ya no recuerdo nada.

Esa es la solución más factible.

Debí de pensar en lo que le iba a decir antes de venir a buscarlo. Debí premeditar las cosas antes de lanzarme. ¿Por qué soy tan impulsiva? Odio mi yo de hace un par de minutos y lo impulsiva que es. Yo del futuro, por favor cambia, porque si seguimos así no llegaremos a los treinta.

Mi cabeza está que explota, quiero desaparecer, quiero que nada de esto sea real. Mi única esperanza es que el condón usado sea mágico y que me conceda tres deseos. Lo primero sería pedir un terremoto ahora mismo. Segundo matar a cupido. Y por último, que Euphoria tenga un final feliz para Rue. Tengo mis prioridades bien claras.

—Buenoo. —Llama mi atención acercándose en un balanceo hacia mi—. ¿Qué es eso que me quieres decir?

Mueve su pie repetidas veces. Creo que mis nervios se los estoy contagiando. Con su mirada intenta leer en mi mente, como si mi cabeza tuviera subtítulos.

—Es complicado. —Rasco mi nuca. Complicado es poco

—Venga dímelo. —Se acerca un poco más—. Harás que piense lo peor.

Créeme cariño, podrás pensar lo peor y ni así estarás cerca de lo que te diré.

—Es que… —Mis pensamientos nublan mi juicio— tú… le gustas a…

¡Mierda! No puedo decirle que le gusta a Kamo. Me pidió explícitamente que no se lo dijera. Estoy a punto de arruinarlo todo. Muerdo mi lengua y a este punto no sé si lo hice metafórica o literalmente. Mi silencio repentino lo preocupa más.

¿Aló? ¿Diosito? ¿Ancestros? ¿Guías espirituales? Les recuerdo que pedí un terremoto, aunque con un simple temblor me conformo. Gracias y disculpen la molestias ocasionadas.

Mis pensamientos no se organizan. Mi cerebro está en cortocircuito. Estoy en blanco, negro, gris, toda una puta paleta de colores menos en claridad mental. Es como si todas mis neuronas hayan decidido irse de vacaciones en el mismo instante. Dijeron: «Sobrecarga de trabajo, explotación laboral, nos rendimos, te dejamos el negocio».

La lengua no me la comió el gato, ojalá fuera así, para mi desgraciada está en su lugar y funcionando a la perfección. Pero como que su única función es cargarla. No encuentro nada coherente que decir. Pero tengo que decir algo, aunque sea una sílaba. Rara cada vez me mira más confundido. La estoy cagando en grande. Mi mierda será la octava maravilla del mundo.

—¿Yo le gustó a quien? —Me mira y se empieza a exasperar. Da pasos involuntarios obligándome a retroceder. Chocó la carpa con mi espalda. Sin darme cuenta estoy acorralada—. Theslya, suéltalo ya.

No estoy pensando, no estoy pensando en nada. Quiero buscar una excusa, una salida fácil, pero no encuentro ninguna. Aunque intente desviar el tema, ya hablé de más. Estoy acorralada, física y metafóricamente. Miro con esperanza el condón tirado en el suelo a lo lejos con la ilusión de que de hay salga un genio. Pero no sucede nada. Condón baratongo tenía que ser.

No quiero traicionar a mi mejor amigo, no quiero contarle a Rara los sentimientos de Kamo hacia él. Tampoco quiero arruinar nuestra amistad. Pero tampoco quiero mentirle al pelirrojo. No quiero engañar más a nadie, pero tampoco quiero hablar de más y meter la pata. Ni hundirme más en el abismo en el que ya estoy metida. Pero al paso que voy, terminaré por hacer todo eso.

—¡Por un demonio Theslya! ¡Dilo! ¿Qué pasa? —Alza su voz preocupado. Eso me deja perpleja. Casi nunca nos gritamos, mucho menos él. La última vez que me alzó la voz fue para decirme que el pollo que me iba a comer estaba podrido.

Es tan contradictorio. No quiero traicionar la confianza que Kamo depósito en mí al contarme lo que ocurría en su corazón. Pero tampoco quiero seguir engañando a Rara y hacer crecer más esta bola de mentiras. No hay una forma de resolver un problema sin meterme en otro.

—Es que… Lo que sucede… Le gustas… Le gustas… —Mi boca perdió conexión con mi cerebro. Ya no sé lo que digo, solo hablo por hablar.

Comienzo a respirar sin control. Sudo en lugares que no sabía que el ser humano podía sudar. Ya mi cerebro no funciona, demasiadas emociones para una sola noche. Su mirada penetrante sobre mí esperando respuestas lo empeora todo. Y de repente, es como si no supiera como respirar. Llevo toda mi puta vida respirando ¿Cómo es que ahora no sé cómo hacerlo? Es impotente sentir que te falta el aire, aún cuando estamos rodeados de el. Mi nariz olvidó como rayos se lleva oxígeno a los pulmones, a pesar que lo ha hecho durante años.

Cuando creía que nada podría empeorar, sucede lo que coronó está noche como la peor de mi vida. Abro mi boca para decir la mayor cagada que el mundo haya escuchado.

—¡Me gustas a mí!

.

.

.

.

.

Nota del autor: Ahora sí se salió todo de control. Ustedes qué creen que hará Rara al respecto?

Comenta aquí si crees que Theslya es demasiado pendeja.

Y comenta aquí que hubieras hecho tu en su lugar.

Les mando love del bueno soñadores, les tqm

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top