14
—Haz como que te estás comiendo la dona —me indicó Fiorella, quien sostenía mi cámara con las piernas dobladas como si estuviera cagando—. Ajá, ahora levanta la pierna, como si fueras a marchar.
—Y no me veas así, vale. Hazme caso que va a quedar bien.
La obedecí, calándome que la gente que pasaba por la calle me viera como a la propia pajua.
Ella me apuntó con mi Nikon, y luego de unos segundos se levantó, bajando la cámara. —Listo, mi amol' —dijo.
Yo me metí la dona en la boca, bien buena que estaba, y di una palmada con ambas manos, dejando mi posición anterior para dirigirme hacia el grupito.
—Pa' ver cómo salieron las mías —pidió Bárbara, llegándose hasta donde Fiorella.
Yo por mi parte me atravesé en la conversación de los tres restantes, quienes estaban hablando de una vaina ahí toda loca:
—Y sí, marico —decía Luisito—, esos guantes de 'er coño sirven pa' toa' verga. Si no fueran tan feos los llevaba hasta para salir.
Ah no, vale, pensé cuando entendí lo que decían.
—Ya salió este con su obsesión por los guantes de cocina —les interrumpí.
—Bueno, chica —se defendió, levantando la barbilla—, tú fuiste la que me dio la idea de comprarme unos, así que es tu culpa.
—Bueno, chico —le imité el acento sifrino que tenía, logrando que me empujara, y yo lo empujara de regreso, y así hasta que casi me caigo por andar entaconada.
—Vas pa'l suelo por perra —me dijo.
Yo respondí haciéndome la ofendida. —Así es la vaina... —Me crucé de brazos volteando la cara como el meme de la cabra, haciendo como que estaba arrecha—. 'Ta bien...
—Ah, pues. ¿De pana te vas a arrechar? —Él intentó que le mirara pero yo siempre le cambiaba el rostro de lado, así que dejó de tratar—. Verga, ya me jodí yo. Perdón, pues. Deja la ridiculez, Lu, que mira que todavía me debes mi regalo de cumpleaños.
Yo seguí sin decir palabra.
—'Tascla que tú me obligaste —fue lo que dijo antes de darse la vuelta y rodearme, para luego agarrarme de la cintura y apretarme tanto tanto, que casi me sacaba el aire del tiro.
Coño 'e la pepa. Tenía que haberlo visto venir.
—Luis... Coño, no... —empecé a decir con lo poquito de voz que me lograba salir. Intenté aguantar, pero como siempre que empezaba con esa ladilla, no soporté la opresión en el estómago y acabé rindiéndome—. Tú... Tú ganas, pues... Ahora suéltame... Nojoda...
—Luisfer setecientos ochenta mil, Lucía cero. —El mamaguevo ese me soltó, dejándome por fin respirar como es.
Qué peo con él, de pana. Siempre hacía lo mismo cuando yo me arrechaba, y todo el tiempo me vencía. Igualito lo amaba; pero qué peo con él.
—Liisfir siticiintis ichinti mil, Licii ciri —lo imité como la propia infantil, arrugando la nariz.
—Deja la vaina y ven pa' acá, carajita. —Me extendió los brazos, acercándose más para así poder abrazarme, cosa que yo también hice con él, antes rodando los ojos lo más pa' atrás que pude.
Mientras Daniel y Luisa nos miraban como khe berga, Luis dejó caer un brazo cuando yo reposé la cabeza sobre uno de sus hombros, todavía rodeándole la cintura con mis bracitos de espagueti.
Luisa y mi hermano intercambiaron miradas para después reírse así de la nada.
Wtf, pensé. Los telepáticos, pasándose chistes por correo cerebral.
—¿Qué te pasa a ti? —le pregunté a mi hermano, sin apartarme de Luisfer—. ¿Quieres peo?
—Ah ps, chichón de piso. —Hizo un movimiento con los brazos pa' kike dársela de alzado, pero como que no la dio.
—Es que cualquiera que no los conozca diría que parecen par de novios —explicó Luisa, riéndose.
Nosotros 'tábamos claros con eso, porque siempre la gente nos decía lo mismo y le seguíamos el juego. Aunque nada que ver, pues. Mi niño era bello y todo, pero era como de mi familia. Tipo que nos conocíamos desde primaria.
Le había olido los peos —bien podridos por cierto—, con eso te digo todo.
—O sea, ubícate —contesté, medio en serio, medio con sarcasmo—, este carajito es mío.
—Claro que yes —me siguió la joda el aludido.
—Bien bueno ahora... —Luisa negó con la cabeza. En eso, Bárbara y Fiorella se nos unieron al círculo—. Ya me robaron el hermano...
—¿Pa' cuándo la boda? —preguntó mi hermana guardándose el teléfono en el bolsillo.
—Pa'l treinta de febrero... —comenzaba a responderle yo cuando empezó a sonar Want You Back a todo volumen, ruido proveniente de mi cartera.
Automáticamente Luisa reaccionó levantando la cabeza al oír de qué canción se trataba. —Mira, becerra, te robaste mi tono —me reclamó, al tiempo en que yo me separaba de Luisfer. Le saqué la lengua antes de darme la vuelta para rebuscar el teléfono entre el corotero que llevaba en el bolso.
Ahí me cabía de todo, y eso que era chiquitico; pero ni me preguntes cómo. Mary Poppins se quedaba pendeja.
Tuve el presentimiento de que serían mis papás quienes llamaban, seguramente para decirme que iban a llegar más tarde a la casa o algo así, porque acababan de salir con mis tíos a un Target de por ahí cuando mis hermanos y yo salimos —venezolano que va a Estados Unidos y no va a un Target no es venezolano—, y tú sabes que uno se pierde en esa mierda viendo mariqueras.
Pero me di cuenta de que no eran ellos, pues al sacar mi celular del bolso y mirar la pantalla, pude ver que se trataba de un número desconocido, de paso con el código de país gringo.
Pensé en dos opciones: 1. O era Juanpa llamándome por el teléfono de uno de sus panas. 2. O me estaban llamando de Netflix pa' formarme un peo por abrirme cuentas nuevas cada vez que se me acababa el mes gratis.
Con la duda haciéndome cosquillas en la barriga, decidí contestar. —Soy inocente —dije a la persona que estuviera del otro lado, luego de atender la llamada—, por papi Chiabe que no te estoy cayendo a coba.
Mis acompañantes se rieron toditos, y yo los mandé a callar para poder escuchar lo que me decían.
—¿Lucía Rodríguez? —preguntó una voz en inglés.
La verdad era que no me sonaba de nada, y tampoco era que yo conociera a muchos gringos, pues, así que le respondí así como sin confirmar pero sin negar: —Depende quién pregunte.
—Es el asistente del señor Adam Fitz —siguió diciendo el tipo, sin pararme mucha bola.
¿Cómo era la vaina? Maaarico. Ya yo había dado eso por perdido, pero ahí estaba, chama. Más sortaria, nojoooda...
—Me pidió que la llamara para solicitar su presencia en el Meet You There Tour durante varios días. Insiste en que es súper importante.
Mientras él hablaba y hablaba, este era mi yo interior que seguía procesando la información en mi cabeza, sin obtener reacción de mi cerebro alguna:
Pasaron unos segundos en silencio total, y cuando ya sentía que me estaba dando cuenta de que la llamada que había estado esperando desde hace más de veinticuatro horas por fin estaba llegando, el tipo siguió hablando:
—Necesitamos su respuesta cuanto antes, es decir, para ya, y si acepta necesitaremos también una dirección para enviarle un auto lo antes posible, como más tardar a las ocho de la noche.
¿No quieres una fotocopia del culo también?, pensé, para luego caerle a mi yo interior a coñazos por gafa. ¿Blanco y negro o a color?
—¿Alguna duda?
Que si no. Pero primero déjame emocionarme, vale, le formé peo mentalmente, que cada vez que me va a dar el patatús me interrumpes. ¿Si va? Gracias.
Ahora sí.
NO SI. NO SI. NO SI. NO SI. NAWEBONA DE SUERTE QUE TENÍA YO. Tipo que no iba a ver a mis ídolos una vez, sino dos. QUÉ. ARRECHO. C pazó.
Gracias a mi 'amá a mi 'apá, a todos los que estuvieron ahí para mí cuando nadie estuvo...
No, mano. Yo de pana tenía que estarme imaginando eso, porque era imposible, ps. Aunque entonces que lo veía así, esas habían sido mis palabras exactas al tener mis primeros suscriptores, al recibir la invitación para lo de Israel, al conocer a Juanpa, al llegar a gustarle tanto como para acabar siendo su "novia" —si es que se podía llamar así—, al ser nominada para los MTV Miaw , al ganar como ídolo e #instacrush, cuando me llamaron para lo de la entrevista, y en ese preciso momento también, sentía que yo era muy xs como para estarme pasando eso. Y lo siento, pero es que era difícil no emocionarme con mariqueras, pues por muy farándula que pudiera llegar a parecer, en el fondo siempre iba a seguir siendo esa carajita criolla bien tremenda que se la pasaba corriendo con sus hermanos por el patio de la casa de su abuela, allá por Palo Negro, y a la que siempre le formaban un peo por estarse encaramando en las matas de mango; esa niña veinte que se ponía a llorar cuando sacaba un dieciséis; esa que por lejos que se fuera, siempre iba a ser aragüeña, tigrera, paisana, pero sobre todo, venezolana. Y con orgullo.
Pero ajá, que me desvié con el sentimiento patriótico. El punto es que estaba era que me desmayaba.
—¿Hola? —me interrumpió la voz del tipo, haciéndome regresar a la realidad—. ¿Hay alguien ahí?
Al principio seguí sin reaccionar, pero pasados unos segundos, lo hice:
—Dígale al señor Fitz —comencé a decir, mirando a mis cinco acompañantes— que le mando mi dirección a este número.
—Espere —rebobinó él—, entonces ¿acepta?
Cuando todos me devolvieron la mirada, burda 'e lo confundidos, yo sonreí. —Por supuesto que sí.
¿Qué más, chamixis?
¿Escucharon los covers de Queen de 5SOS y del Shawn? Yo quedé fue impaktada.
MANO, ME HACE SENTIR ORGULLOSA QUE MIS BABIES HAYAN LLEGADO TAN LEJOS. Uy, no, los amo horrible.
Bueno, nada. Entre otras, recomienden series, vale.
Los amo❤️
~Cams
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