Capítulo: 20
La luz de la mañana me despertó. Me coloqué de costado y estiré, eliminando los calambres. Jimin yacía de espaldas junto a mí, profundamente dormido. Tenía un brazo sobre la cara, cubriendo los ojos. Con él ahí,
todo permanecía bien en mi mundo. Pero además, todo se encontraba a la vista. Debió haber pateado las sábanas en algún momento durante la noche. Así que la cosa de la erección mañanera era verdad.
Ahí lo tienes.
Nayeon estuvo en lo cierto respecto a eso. Despertar junto a él, con mi anillo de bodas de vuelta en mi dedo, me hizo sonreír como una loca. Por supuesto, despertar al lado de Jimin completamente desnudo habría hecho a cualquiera sonreír.
Entre mis piernas se sentía un poco de dolor por los esfuerzos de anoche, pero nada demasiado preocupante. Nada suficiente como para distraerme de la vista que era mí esposo. Me arrastré un poco por la cama, mirándolo a mi antojo por una vez. No tenía
un gran ombligo. Era básicamente un pequeño guión seguido por un fino rastro de vello que bajaba por su estómago plano directamente a eso.
Y eso era duro, grueso y largo. Eso era su pene, por supuesto.
Bah.
No, eso no sonaba bien. Su polla. Sí, mucho mejor. Anoche nos sentamos en la cálida bañera por un rato ante su insistencia, enjabonándonos. Solo hablamos. Fue adorable. No fue mencionada la mujer que obviamente lo engañó y/o dejó en algún momento del pasado.
Pero sentí su presencia acechando. El tiempo la despacharía, lo sabía con seguridad. Olía ligeramente a jabón y un poco de perfume, tal vez. Cálido, no era
algo que alguna vez yo hubiera dicho que tenía un olor, pero eso era a lo que Jimin olía. Calidez, como si fuera sol líquido o algo así. Calor, comodidad y hogar. Rápidamente miré su rostro. Sus ojos todavía se encontraban cerrados bajo el brazo, gracias a Dios. El pecho se elevaba y descendía a un ritmo constante. No quería ser atrapada mirándole su entrepierna, sin importa cuán poéticos fueran mis pensamientos.
Eso sería embarazoso a una escala que preferiría no experimentar.
La piel se veía muy suave a pesar de las venas, y la cabeza se destacaba claramente. Se encontraba completo. La curiosidad pudo más que yo, o tal vez ya lo había hecho. Con todo el semblante a mi disposición, miré donde permanecía levantado. Suavemente, puse la palma de mi mano sobre él. La piel era suave y cálida.
Con cuidado, envolví mis dedos alrededor. Su polla tembló y me eché hacia atrás, sorprendida. Jimin se echó a reír, fuertemente.
Bastardo.
La vergüenza me embargó. El calor se esparció por mi cuello.
— Lo siento —dijo, alcanzándome con la mano—. Pero deberias haber visto tu cara.
—No es gracioso.
— Nena, no creerías lo malditamente gracioso que fue. —Envolvió los dedos alrededor de mi muñeca, arrastrándome sobre él—. Ven aquí. Ah, las puntas de tus orejas están rosas.
— No lo están —murmuré, acostándome sobre su pecho. Acarició mi espalda, todavía riendo.
—Sin embargo, no dejes que esto te asuste de por vida, eh? Me gusta que me toques.
Resoplé discretamente.
— Sabes, si juegas con mi polla siempre sucederán cosas. Te lo garantizo.
—Lo sé.—El hueco del cuello era muy útil para enterrar mi cara caliente, así que lo aproveché—. Me Tomó por sorpresa.
—Seguro que sí. —Me apretó firmemente, luego deslizó una mano para acunar mi trasero—. ¿Cómo te sientes?
—Bien.
— ¿Sí?
—Un poco adolorida —admití—. Muy feliz. Aunque eso fue antes de que cruelmente te burlaras de mi.
— Pobre nena. Déjame ver —dijo, haciéndome rodar en el colchón hasta que quedó encima. —¿Qué?
Se sentó entre mis piernas con una mano
manteniendo las rodillas separadas. Con un ojo experto, me revisó.
— No te ves muy hinchada. Probablemente un poco dolorida por dentro, cierto?
—Probablemente. —Intenté apartar mis piernas para cerrarlas. Porque, sinceramente, dudaba que tenerlo mirándome ahí de esa manera, ayudara al color de las puntas de mis orejas.
— Tengo que ser mas cuidadoso contigo.
— Estoy bien. No es que sea frágil, de verdad.
— Mmm.
— Toma más que una ronda de sexo rudo en el piso de madera para romperme.
— Qué es eso? Quédate quieta por mí —dijo,
arrastrándose de nuevo hasta quedar acostado a un extremo del colchón. Esto lo situó directamente entre mis piernas, cara a cara con mi intimidad, garantizando que no me iría a ninguna parte. Escuché cosas buenas sobre esto, cosas que hicieron que mi nivel de vergüenza aumentara. Además, tenía curiosidad. Rozó los labios contra mi sexo, la calidez de su aliento haciéndome estremecer. Los músculos de mi estómago se contrajeron en anticipación. Su mirada
encontró la mía por encima de mi torso.
— ¿Está bien?— Le di un asentimiento brusco, impaciente.— Coloca la otra almohada bajo tu cabeza también— indicó. — Quiero que puedas mirar.
Mi esposo tenía las mejores ideas. Hice lo que pidió, acomodándome para mirar aunque mis piernas estuvieran temblando. Besó el interior de mis muslos, primero uno, luego el otro. Todo en mí se enfocó en las sensaciones emanando de ahí. Mi mundo era un pequeño lugar perfecto. Nada existía fuera de nuestra cama. Sus ojos se cerraron, pero los míos permanecieron abiertos. Besó un camino sobre los labios de mi sexo y luego trazó la división con la punta de la lengua. Eso funcionó. El calor me inundó
por dentro. Las manos permanecieron envueltas alrededor de la parte baja de mis muslos, los dedos frotando círculos pequeños en mi piel. Sus labios nunca dejaron mi sexo. Era exactamente como si
estuviera besándome ahí. Con la boca abierta y su lengua acariciando, hacía arquearme. El control sobre mis muslos se tensó, manteniéndome a él. Incluso el roce de su pelo y el cosquilleo hacían cosas
alucinantes. No sabía cuándo dejaría de mirar. Mis ojos se cerraron por voluntad propia cuando el placer se hizo cargo. Era increible. No quería que terminara. Pero la presión dentro de mí se construyó hasta que
no pude contenerla por más tiempo. Me vine con un grito, mi cuerpo tensándose de pies a cabeza. Cada parte de mí se estremeció. No se movió hasta que me quedé perfectamente inmóvil, concentrándome solo en respirar.
— ¿Estoy perdonado por reírme de ti? —preguntó, subiendo a la cama para colocar un beso en mi hombro.
— Por supuesto.
— ¿Y por el sexo rudo en el piso de madera? ¿También estoy perdonado por eso?
— Mmm.
El colchón se movió debajo de mí mientras se cernía encima. Su boca húmeda sevextendió por la curva de mi pecho a la línea de mi clavícula.
— En realidad, me gustó eso —dije, mi voz baja y perezosa. Poco a poco, abrí los ojos.
— Bebí malditamente de ti, Jeongyeon. —Una mano se posó suavemente en mi cadera y sonrió—. Te comeré siempre que lo desees. Solo tienes que pedirlo.
Le sonreí.
Y la sonrisa podría haber sido un poco tímida. Hablar sobre este tipo de cosas todavía era nuevo para mí.
— Dime que te gusté lamiendo tu precioso coño.
— Dije que me gustó.
— Estás avergonzada —dijo, frunciendo el ceño. Me miró con malicia—. Puedes tener sexo rudo en pisos de madera, pero no sexo oral, eh? Di coño.
Rodé los ojos.
— Coño.
— De nuevo. No como gatito.
— No lo estoy diciendo como gatito. Coño. Coño, coño, coño. Coño no es como gatito. Feliz? —Me reí, moviendo una mano para deslizarla por su pecho, dirigiéndola a la ingle— ¿Puedo hacer algo por ti ahora?
Detuvo mi mano, la llevó a la boca y la besó.
— Voy a esperar hasta la noche, cuando podamos hacer el amor de nuevo, si te sientes bien.
— ¿Vamos a hacer el amor esta noche, Sr. Suave?
—Por supuesto. —Sonrió, bajando de la cama— Haremos el amor de nuevo y luego follaremos otra vez. Creo que deberíamos dedicar un poco de tiempo para explorar las diferencias. Será divertido.
—De acuerdo —asentí rápidamente. No era
estúpida.
— Esa es mi chica. —Me ofreció una mano, con los ojos fijos. — Eres tan malditamente hermosa. Sabes, no Creo poder esperar hasta la noche.
— ¿No?
— Nop. Mírate, recostada completamente desnuda en mi cama. Nunca he visto algo que me haya gustado más. —Sacudió la cabeza, su boca triste mientras sus ojos recorrían mi cuerpo. Mi esposo era increíblemente bueno para mi ego. Pero me hacía sentir humilde al mismo tiempo, agradecida.
— Fui un jodido idiota por sugerir esperar— dijo, dando un paso hacia atrás y llamándome con su dedo—. Y ya sabes cómo odio estar lejos de ti. Ven a ayudarme en la ducha. Te dará algo de buena experiencia práctica.
Me arrastré fuera de la cama, después de él.
— ¿En serio?
— Oh, sí. Y ya sabes cuán seriamente te tomo a ti y a tu educación.
...
—Apestas —dijo, su voz haciendo eco en la línea.
Sorn me advirtió que en algunas partes de la costa podía tener una precaria cobertura con el celular.
— No estoy diciendo que no te sigo queriendo —dijo—.Pero, ya sabes...
— Lo sé. Lo siento —dije, acomodándome en
la esquina de la sala. Los hombres permanecían ocupados abajo, haciendo música.
Sorn fue a hacer recados a la ciudad. Tenía llamadas que hacer. Cajas que desempacar. Los sueños de matrimonio feliz me encandilaban hasta imposibles y locas proporciones dentro de mi cabeza.
— No importa. Ponme al día —exigió.
— Bueno, aún estamos casados. En el buen
sentido esta vez.
Nayeon gritó en mi oído. Le tomó un buen par de minutos calmarse.
— Oh, Dios mío, esperaba que se resolviera. Él es tan jodidamente sexy.
— Sí, de hecho lo es. Pero es más que eso. Es maravilloso.
— Sigue.
— Quiero decir, realmente maravilloso.
Dejó escapar una carcajada.
—Ya utilizaste maravilloso. Intenta una nueva palabra, Cenicienta. Dale a mi fanática interna algo con lo que trabajar aquí.
— No te enamores de mi esposo. ESO no es genial.
— Esa advertencia llega con varios años de retraso. Estaba enamorada de Park Jimin mucho antes de que le pusieras un anillo en Las Vegas.
— En realidad, no tiene un anillo.
— ¿No? Debes arreglar eso.
— Mmm. —Miré por la ventana hacia el océano. Afuera, en la distancia, un pájaro volaba en círculos perezosos, alto en el cielo—. Estamos en su casa en Busan. Es hermoso aquí.
—Dejaste Seul?
— Seul no iba tan bien. Con las fans, abogados, gerentes de empresas y todo, era una mierda.
—Detalles, nena. Dame detalles.
Arrastré las rodillas hasta mi pecho y jugueteé con la costura de los pantalones, sintiéndome en conflicto. Hablar de nuestros detalles personales a espaldas de Jimin no se sentía bien. Ni siquiera con Nayeon. Las cosas cambiaron. Más notablemente, nuestro matrimonio cambió. Pero todavía quedaban algunas cosas que podía compartir.
— Las personas eran como de otro planeta. No encajaba. Aunque te habría gustado ver las fiestas que ellos hacían. Toda la gente glamorosa llenaba esa que ellos hacían. Toda la gente glamorosa llenaba esa
mansión. Fue impresionante.
— Estás volviéndome loca de los celos. Quién se encontraba allí?
Le di un par de nombres mientras decía ooh y aah.
— Pero no extraño Seul. Las cosas aquí
estan tan bien ahora, Nayeon. Hemos puesto en espera la anulación. Vamos a ver cómo van las cosas.
— Eso es tan romántico. Dime que has saltado sobre los huesos bien formados de ese hombre, por favor. No me hagas rogar.
—Nayeon—suspiré.
— ¿Sí o no?
Dudé y me gritó, en lugar de esperar.
— i¿Sí o no?!
— Si. De acuerdo? Sí.
Esta vez, su grito definitivamente hizo un daño permanente a mis tímpanos. Todo lo que podía oír era un zumbido. Cuando terminó, alguien murmuraba en el fondo. Alguien masculino.
—¿Quién era? —pregunté.
—Nadie. Solo un amigo.
— ¿Un amigo-amigo o un amigo?
— Solo un amigo. Espera, cambio de cuarto. Y hablábamos de ti.
— ¿Un amigo que conozco? —pregunté, la
curiosidad completamente encendida ahora.
— Estás consciente de que la foto de tu culo está rondando, no?
Empecé a retorcerme.
—Eh, sí. Lo sé.
—Fastidio. ¡Jaja! Pero en serio, te ves bien. El mío no habría lucido la mitad de admirable. Apuesto a que te alegras de haber caminado al campus el semestre
pasado en vez de conducir todo el tiempo como la perezosa de mí. Esa sí que fue una buena noche la que tuviste en Las Vegas, señorita.
— Hablemos mejor de tu amigo en vez de mi
trasero. O Las Vegas.
— O podemos hablar de tu vida sexual. Porque estuvimos hablando de la mía por un par de años hasta ahora, pero no hemos sido capaces de hablar mucho de la tuya, novia—dijo en una voz cantarina llena de alegría.
— ¡Yonyon! ¿Quieres una soda? —gritó Taehyung cuando iba de camino hacia la cocina, después de haber salido de abajo.
—Sí, por favor.
— ¿Quién es ese?
— El baterista. Están trabajando en el estudio de la planta baja.
Nayeon jadeó.
— ¿Está toda la banda ahí?
— No, solo Taehyung y otro amigo de Jimin.
— ¿Taehyung está ahí? Es realmente sexy, pero es una total zorra en versión masculina —ofreció amablemente—. Deberías ver el número de mujeres con las que ha sido fotografiado.
— Aquí tienes, pequeña novia. — Taehyung me pasó una botella destapada y bien fría.
— Gracias, Taehyung—dije. Guiñó y se alejó de nuevo.
— No es asunto mío —le dije a Nayeon.
Chasqueó la lengua.
— No has entrado en internet para averiguar algo sobre ellos, verdad? Estás volando completamente a ciegas en esta situación.
— Se siente mal investigarlos a sus espaldas.
— La ingenuidad es solamente sexy hasta un punto, chica.
— No es ingenuidad, chica. Es respetar sus vidas personales.
—¿De que parte estas ahora?
— Cuestiones de privacidad. Por qué ellos
deberían confiar en mí y no puedo acecharlos en línea.
—Tú y tus excusas —suspiró Taehyung. Entonces, no sabes que la banda empezó a ir de gira cuando Jimin tenía solamente diecisiete años? Tuvieron un gran éxito en los conciertos en América y luego se quedaron haciendo giras o en el estudio de grabación desde entonces. Una vida muy movida, no?
— Si. Dijo que está listo para reducir la velocidad.
— No me sorprende. Los rumores sobre la
separación de la banda están en todas partes. Tienes que intentar detener que eso suceda si puedes, por favor. Y has que tu esposo avance, se apresure y escriba un nuevo álbum. Cuento contigo.
— No hay problema—dije, sin compartir que Jimin se encontraba escribiéndome canciones. Eso era privado. Al menos por ahora. La lista de cosas que sentía que no podía compartir con Nayeon crecía de manera exponencial.
— Queria que aplastaras el corazón de ese chico para que pudiéramos tener otro álbum como Wings. Pero puedo decir que te va a ser difícil.
—Tus poderes de percepción son asombrosos.
Se rió.
— ¿Sabes que hay una canción sobre la casa de Busan en ese álbum?
— ¿La hay?
—Oh, sí. Esa es la famosa "Casa de Arena". Una canción de amor épica. La novia que Jimin tuvo en el instituto lo engañó mientras se encontraba de gira en Europa, a la edad de veintiún años. La compró para que vivieran juntos.
—Detente, Nayeon. Esto es.. mierda, esto es personal. —Mi corazón y mi mente daban vueltas.— ¿Esta casa?
— Si. Ellos estuvieron juntos por años. Jimin quedó destrozado. Luego, alguna perra con la que durmió vendió su historia a los tabloides. Además, su madre se fue cuando tenía doce años. Espero que no haya algunos problemas en todo a los que las mujeres conciernen.
— No, Nayeon, détente. Hablo en serio —dije, casi estrangulando el teléfono—. Me contará cosas como esas cuando esté listo. Esto no se siente bien.
—Es solo estar preparada. No veo el problema en eso.
— Nayeon.
—Está bien. No más. Necesitabas saber esas cositas, aunque, en serio. Hechos como ese dejan una cicatriz permanente.
Tenía razón. La información explicaba sus
acusaciones por mi salida y la reacción a eso. Dos de las mujeres más importantes de su mundo lo abandonaron. Aunque enterarse de esta forma de la historia aún se sentía mal. Cuando confiara lo suficiente en mí para contarme, lo haría. Pero yo aún
no tenía suficientes oportunidades para ganar ese tipo de confianza. La información personal no se contaba al primer encuentro. Qué horrible tenerlo todo ahí en internet, a la espera de que las personas lo lean y opinen para su entretenimiento. No es privacidad. No era de extrañar que estuviera preocupado de que yo hablara con la prensa. Tomé un sorbo de soda y luego
apoyé la fría botella contra mi mejilla.
— De verdad quiero que esto funcione.
— Ya lo sé. Puedo oírlo en tu voz cuando hablas de él, estás enamorada.
Mi columna se tensó.
— ¿Qué? No. Eso es una locura. No todavía, al menos. Solo han pasado un par de días. Sueno enamorada? De verdad?
—El tiempo es irrelevante cuando se trata del corazón.
— Tal vez— dije, preocupada.
—Escucha, Jungkook ha estado saliendo con IU . Si la conoces, definitivamente quiero un autógrafo. Me encantó su última película.
— Jungkook no es el mejor. Eso podría ser incómodo.
Resopló.
— Bien. Pero estás enamorada.
—Cállate.
— ¿Qué? Creo que es bueno.
Murmullos del misterioso amigo de Nayeon interrumpieron mi creciente temor.
—Me tengo que ir —dijo—. Sigamos en contacto, bien? Llámame.
—Lo haré.
—Adiós.
Dije adiós, pero ya se había ido.
...
Dedicado para @LizbethDLCruz y @nily_21
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