Capítulo 9: Que la unión haga la fuerza

Al despertar, más o menos por el mediodía, retiré el hierro que había fundido y el carbón que me sobró. Por suerte no se consumió todo al quedarse sin material que fundir. Así que hice un recuento de lo que tenía y me hice un cofre propio junto a mi nueva cama en la herrería para vaciar mi inventario. Tenía los dos diamantes, en total 22 de hierro, una docena de carbón, piedras varias, un par de semillas que no sé cuando agarré, herramientas, mi espada, el arco viejo y demás cosas. Salí nuevamente de la herrería y me recibió el aldeano granjero nuevamente.

-Eh, hola. Me enteré de lo que pasó anoche. Buen trabajo con esos zombis, no esperábamos un asedio, pero nos salvaste a todos. -Dijo con alegría.

Sonreí ante sus palabras y le di las gracias en lo que volvía a recorrer el camino y bajaba la ladera de la montaña. Enseguida se me acercó el herrero de armaduras junto a los dos desempleados de antes a darme las gracias e incluso uno de ellos me dio un pan de regalo, cosa que me tomó por sorpresa. En cierto modo era como un minihéroe para la aldea y sin el efecto.

-Necesitamos a alguien como tú por aquí. ¿Te quedarás en la aldea? -Preguntó uno de los desempleados.

Lo miré mientras meditaba mi respuesta. 

Por un lado, era algo riesgoso porque cualquiera que viera la aldea iría a saquearla o incluso destruirla. Hay cada loco en el mundo... Y por el otro, ya estaba consiguiendo buena reputación con los aldeanos y podría aprovecharlo para hacer de este pueblo un fuerte donde poder vivir más o menos tranquilo. Y si había gente con buenas intenciones, también darles un hogar.

Aunque con eso último tendría que ser sumamente precavido.

-Sí, me quedaré. Y no solo eso, creo que también los ayudaré a mejorar la aldea. -Contesté. 

Mi respuesta los hizo celebrar contentos y enseguida fueron a contárselo a los aldeanos que no me habían escuchado. Vi como les salían brillitos verdes de la emoción. Me acerqué a uno de los rediles esos de vallas que suelen estar vacíos, lo quité, talé un árbol que había dentro, y lo acomodé en otro lado para meter animales. Rompí otro redil de vallas para hacer al otro más grande y busqué animales a mi alrededor. Las pocas ovejas que había esquilado la noche anterior no se habían ido, y además habían varias vacas no muy lejos de la aldea, lo que era un beneficio enorme por la carne y el cuero. Hice polvo de hueso en forma literal en la mesa de crafteo. O sea, le di picotazos a los huesos que tenía y puse sobre la mesa, y se hicieron polvo (tardé un par de minutos en entender por qué no se hacia el polvo por sí solo) e hice crecer algo de trigo que coseché. Replanté y como el granjero estaba llegando para trabajar le entregué el polvo de hueso que me sobró para luego usar el trigo y atraer fácilmente las vacas de los alrededores. Siete en total, metidas en el corral, y apareé un par de ellas para ver como nacía mi primer ternero.

No fue turbio ni nada, fue tierno ver spawnear al ternero entre las vacas y sobre el pasto, abrir sus ojitos y pararse lentamente antes de empezar a lactar. Luego de eso busqué materiales entre mis cosas para hacer otros cultivos para la aldea. Si quería que repoblaran necesitarían bastante comida. Planté un par de semillas y ahí lo deje con otro compostador. Uno de los desempleados caminó alegre hacia él y vi como su ropa se transformaba. Sonreí contento y me ofreció esmeraldas por trigo o zanahorias. De inmediato me acordé de los bloques de trigo y le pedí que esperara. Pasé por otra casa, una que tenia un alto horno (u horno de fundición, como lo llamen) y que el segundo aldeano desempleado no alcanzaba aunque estiraba los brazos.

Ver esa escena me hizo voltear los ojos y reírme un poco porque a pesar de que ahora son mas conscientes, parece que no saben como agacharse. Enseguida me vino una idea a la mente. ¿Les podría enseñar cosas? No solo agacharse, sino... enseñarles cosas como pelear, craftear... Sería interesante.

Me quedé reflexionando con esa idea y luego fui hacia el aldeano, piqué el alto horno y lo reacomodé para su alcance. Enseguida lo tocó y se transformó en otro herrero de armaduras que no tardó nada en ofrecerme piezas de armadura de hierro. Vendía petos y compraba carbón. Le pedí que me esperara y volví a la herrería a revisar que tenía. Con 3 esmeraldas no me alcanzaba, pero sí tenia el trigo. Comercié con el nuevo granjero, e incluso subió de nivel. Ofreciendo manzanas y tartas de calabaza por esmeraldas. Quedé con 16 esmeraldas y el trigo sobrante lo use con el otro granjero que pedía trigo o remolacha. No alcancé a subirlo y me quedé en 19 esmeraldas. Aproveché y compré un peto de hierro al armero, y me lo probé. También pesaba pero con él ya me sentía como un guerrero poderoso. No pude evitar posar con las manos en la cintura y la espada en la espalda en plan superhéroe, haciendo reír al armero y haciendo que me vaya algo apenado de su zona de trabajo, no sin antes tomar algo de piedra lisa, con su permiso, para hacerme un horno de fundición propio.

Cuando el sol estaba cayendo me senté en un borde de la montaña a observar la aldea. Estaba bastante tranquilo, y eso no me gustaba. Tanta tranquilidad no es normal en un mundo lleno de gente... ¿Dónde están todos los demás humanos? ¿Los mobs habrán hecho una extinción de noobs en la primera noche? ¿El spawn ya es 2B2T, el famoso servidor anarquico de minecraft?

Nah, pasaron dos días recién... Excepto lo de los noobs, eso sinceramente creía que sí pasó. Mucha gente no conoce Minecraft ni sus reglas, capaz por eso no encontré tanta gente lejos del spawn. O se fueron para otro lado, no sé.

De todos modos tampoco quiero saber.

Pero sin importar que hayan humanos o no, la aldea siempre estaría en riesgo. Y los aldeanos sin un gólem son muy vulnerables. Desvié la mirada a ellos, que charlaban en el pozo y alguno volteaba a saludarme. Aunque ahora soy su ''héroe'' no puedo estar todo el rato defendiéndolos solo, es como mucha presión que me vean como su única esperanza de sobrevivir. No es agradable que alguien dependa de ti todo el tiempo. 

¿Y si uso mi nuevo status de ''héroe'' para hacerlos mas independientes?  -Pensé. Rápidamente me levanté y volví a la herrería para empezar a planear mi discurso durante la noche.

Al día siguiente me levanté temprano. Me tomó un par de horas ensayar y pensar todo lo que diría pero creía tener el mejor discurso posible. Aproveché para craftear un par de baldes, unos pantalones y unas botas de hierro, completando así mi armadura y añadiéndole una espada y un pico de hierro a mi equipo, gastándome todo lo que tenía. Como pensé, la armadura era pesada y un poco incomoda pero era cuestión de habituarse. Curiosamente era flexible y no limitaba tanto como me movía, sólo era más peso encima. Salí de la herrería, quemé algunas cosas que ya no necesitaba en la lava de la herrería y caminé hacia el pozo de la aldea, tratando de mostrar una firme confianza. Y cuando me sentí preparado pateé la campana.

-¡Escúchenme, aldeanos! -Grité al aire y todos voltearon a verme. Los que estaban en la montaña se asomaron a observarme.

Hubieron unos instantes donde me dio algo de nervios pero respiré hondo para calmarme. Aproveché para contarlos. Eran dos granjeros, un herrero de armas, dos de armaduras, un nitwit (el aldeano de traje verde), un albañil y un clérigo o sacerdote en el pueblo. Ocho aldeanos en total.

-Ahora que tengo su atención, necesito que me brinden su ayuda. Como dije, tengo la intención de hacer crecer esta aldea y ayudarlos con los enemigos. Pero hay un enemigo que no puedo enfrentar solo. -Anuncié. -Más humanos, como yo, pero que son personas que no les importará esclavizarlos y tenerlos en un constante trabajo o hasta eliminarlos si no los obedecen. Personas que los creen únicamente herramientas de comercio.

Ya con decir eso había murmullos entre la multitud, muchos ''jorrs'' y ''jorms'' además que sus caras se veían preocupadas. Estaba haciéndoles efecto.

-No tengan miedo, por favor. -Continué. -Eso es justo lo que el enemigo quiere. Y en este momento, les ofrezco la oportunidad de demostrar que son mucho más de lo que ellos creen que son.

-¿Quién es el enemigo? -Preguntó el nitwit.

-Y si no somos lo que ellos creen... ¿Qué somos? -Preguntó uno de los herreros de armaduras.

-El enemigo... Los enemigos son otras personas, los que los subestiman. Ustedes son seres vivos, con consciencia y el poder de volverse lo que quieran. Que sus trabajos no limiten sus capacidades. ¡Pueden aprender más aún! ¡Y yo puedo enseñarles lo que sé para convertirlos en mejores aldeanos!

Todos me miraban sorprendidos y siguieron los murmullos entre los aldeanos pero el herrero con parche se me acercó y enfrente de todos me gritó que si yo era lo que ellos creían que era, o si era un simple ladrón que les estaba viendo la cara de estúpidos. Sip, se dio cuenta que tomé las cosas de la herrería. Me quedé sin saber que decir, y por como me veían todos ya había perdido el efecto esperanzador de antes. Me bajé de la fuente y lo encaré.

-Mira, perdón por tomar tus cosas. Debo haberlas mezclado con las mías cuando cambié las cosas de un cofre a otro. Tenía el inventario lleno y necesitaba el espacio. Pero creo que podías reclamármelo después porque ahora trato de motivarlos y evitar que sean asesinados o esclavizados. A pesar de que ni los conozco. -Le dije, excusándome.

-Seguro, que conveniente... -Contestó con una ceja levantada.

Ahora todos me veían con duda y con desconfianza. Del enojo que tenía me quité el casco y se lo entregué bruscamente.

-Piensa lo que quieras, entiendo que te molesta que te robé. Pero gracias al casco que agarré fue que me animé a luchar por tu aldea anoche, cosa que tú no haces pese a que tienes el poder de crear armas para ti y tus compañeros.

Sin decir nada más me retiré del centro de la aldea, dejando a todos discutiendo de qué hacer o qué creer.

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