Me cae mal.
—¡Sí, joder!— grita el chico bajando de su coche y cerrando la fuerza violentamente. Yo le observo desde aún dentro, viendo como un cúmulo de gente se acerca a él y le dan la enhorabuena por haber ganado la carrera.
Suspiro y trago saliva; superado, estoy viva a mi primera carrera ilegal, y espero que la última. Las piernas me tiemblan, y tengo miedo a salir y caerme, por eso decido relajarme y desechar la adrenalina de la última vuelta al vernos ganadores antes de salir. Aunque la mayoría del recorrido me lo he pasado asustada, no puedo negar que me haya gustado, porque me he sentido libre.
—Os presento a mi amuleto— dice el chico abriendo mi puerta y tendiéndome la mano para que salga. Yo la tomo y así lo hago, con los ojos bien abiertos atenta a todas las miradas que están clavadas en mí— Gracias por haberte subido— dice en un tono más íntimo para nosotros.
—No es nada— contesto aun con el corazón acelerado— Yo no he hecho nada.
—Has hecho mucho— responde acariciando mi mentón— ¿Vienes a celebrarlo?
—Oh, yo... tengo que esperar a alguien— digo y él finge una cara de dolor divertida.
—Otra vez será, Periapt. Espero que no sea la última vez que nos veamos— saca un rotulador de su bolsillo y lo abre, agarrando mi mano y apuntando un número en ella, provocándome un cosquilleo agradable— Espero saber pronto de ti.
Yo asiento con la cabeza con una tenue sonrisa que él me devuelve, para después guiñarme un ojo y disponerse a juntarse con el grupo de gente que hay apenas unos pasos de mí.
—¿Cómo te llamas?— pregunto a sus espaldas.
—Llámame Ill— contesta y vuelve a girar sobre sus talones, para reunirse con el grupo de gente que vuelve a recibirlo con júbilo y abrazos.
Vaya, parece que en este sitio todos tienen un apodo, y no demasiado románticos, y algo me lleva a pensar que este tal Ill ya me ha hecho merecedora de uno; Periapt. Suspiro y giro mi vista hacia uno de mis costados, Viviane no debe de tardar en llegar con el coche de Rotten, ocupando la última posición como bien antes Ill me hizo saber.
—¿Tú acaso eres gilipollas?— vocifera una voz masculina a la vez que me agarra del brazo y me obliga a girarme— ¿Quieres matarte, eh? ¡Parece que es lo que buscas!
—¿A qué te refieres?— pregunto con los ojos ampliamente abiertos, sorprendiéndome al ver quién es el dueño de ese escándalo; es el chico que ha luchado por el primer puesto en la carrera. Sus pupilas están dilatadas y una de sus venas está tan hinchada que por un momento parece que está a punto de explotar y salpicarme en la cara.
—¿Quién te ha mandado a subirte a ese puto coche?— brama apretando los dientes con fuerza, encarándose peligrosamente cerca de mí.
—¿Qué ocurre?— pregunta a una distancia prudencial al que identifico como Rotten, que corre hacia nosotros de la mano de Viviane.
—¿Estás bien?— pregunta Viviane colocándose en medio de nosotros y acariciando mi pelo para cerciorarse de que lo estoy— Oh, no debí dejarte sola...
—Claro, claro que lo estoy— respondo con la voz temblorosa ante este cúmulo de sentimientos que mi cuerpo no sabe digerir bien.
—No tienes que pagar con la chica que hayas perdido la carrera— oigo decir a Rotten agarrando tenuemente el cuello del chico.
—No es por eso, ¡joder!— contesta zafándose de su agarre y fulminándome con la mirada— ¡Esta inconsciente se ha subido al coche de Ill!— grita retomando el enfado anterior.
—Sí, ¿y qué?— exclamo adelantándome unos pasos para enfrentarme esta vez yo a él— Chico, si te jode perder haber apretado más— digo con cierto recochineo que provoca que éste ruede los ojos.
—Debemos de relajarnos, venga— interfiere Rotten con cierta calma— Marchémonos de aquí, ¿venís a mi casa, chicas? — pregunta acariciando los hombros desnudos de Viviane. Yo niego con la cabeza, un sí de Viviane provocaría que me quedara más cerca de ese paranoico del cual hasta desconozco su nombre.
—Claro.— responde Viviane y mis ilusiones se rompen.
—Iremos a guardar nuestros coches, nos vemos en mi casa, ¿vale? Ya sabes la dirección— dice Rotten y ella asiente, para después plasmar un casto besos en sus labios y marcharse junto al otro.
—¿Quién es Ill?— pregunta Viviane mientras comenzamos a andar para volver a su coche.
—El que ha ganado la carrera— respondo acomodando mi pelo y mirando hacia al suelo.
—¿Ganaste la carrera?— grita parándose en seco y agarrándome para verme a la cara— ¡Oh, Kelly! Te admiro. Rotten y yo quedamos los últimos, y lo peor, parece que no le importa.
—Habrá tenido un mal día— contesto sabiendo realmente la verdad, pero no quiero ser yo quien quite la ilusión de tener un novio ganador de Viviane.
Subimos al coche y Viviane arranca. El silencio ahora predomina, tanto en nosotras como en el lugar, se nota que todos se han marchado del sitio y que deben de ser las tantas de la madrugada. Por un momento agradezco quedarme a dormir en casa de Viviane y que Megan, su madre, no se preocupe especialmente por saber a la hora que llegamos, justamente lo contrario a mi padre y en menor medida, a mi madre.
—¿Quién es él?— pregunto, rompiendo el silencio mientras miro por la ventana las calles de Dallas, de las cuales comienza a emerger ruido debido a que estamos cruzando por el centro.
—¿Quién, Stab?— pregunta sin apartar la vista del frente. Yo alzo los hombros— Es el mejor amigo de Rotten.
—Me cae mal, ¿sabes? No sé porque me ha hablado así.
—Es buen chico, apenas he hablado con él pero Rotten habla verdaderas maravillas sobre él, solo que quizá hoy la tomó contigo, ya sabes, estos chicos se toman muy en serio esto de las carreras, y hoy se jugaban poder salir los primeros en la carrera más importante. Al saber que tú eras la acompañante del ganador... quizá solo fue eso.
—De todas formas, no es de mi agrado— refuto formando un estúpido puchero y Viviane ríe.
—Ya hemos llegado— dice al aparcar el coche. Miro a través de la ventana y me sorprendo al ver en qué tipo de calle está la casa de Rotten; me esperaba una casa humilde, pero no en un barrio marginal.
—Creo que deberíamos marcharnos, ¿de verdad te gusta tanto?— pregunto frunciendo el ceño con cierta incomodidad al estar en este clase de sitio.
—Vamos, Kelly Vay, no es para tanto. Y sí, Rotten es... me gusta mucho— contesta aleteando sus pestañas al decir lo último.
—En ese entonces...— concluyo dispuesta a abrir la puerta y salir.
Viviane llama a la puerta y por un momento mis piernas me piden que salga corriendo de allí antes de que sea tarde. Pienso en mi padre y en la que me caería si me viera en este momento en la calle, y peor aún, en esta precisa calle. Solo me queda rezar que él no haya llamado a Megan y si así lo ha hecho, que ella haya inventado alguna buena excusa para hacerle creer que estamos en la casa y no puedo hablar con él. Esta va a ser la última vez que me la juegue tanto por Viviane, solo saco problemas y más problemas, aunque quizá compensa un poco verla con la sonrisa bobalicona que se le queda cada vez que ve a Rotten... como ahora mismo.
—Hola— saluda y nos invita a pasar a su casa. Es más o menos espaciosa, al entrar te topas con un masculino salón de paredes blancas y sofás verdes rodeando una mesa que no puedo distinguir si es cristal o madera debido a la mierda que tiene encima.
Hay una puerta al frente, de la cual sale el tal Stab y se queda apoyado sobre el marco de la puerta. ¿Conoce el término discreción? Porque ni si quiera se preocupa en disimular el no verme tan mal sin que yo me dé cuenta.
—Voy a enseñarle a esta preciosidad mi cuarto, ¿os importa?— dice Rotten abrazando por la cintura a Viviane. Yo alzo los hombros, no me resulta tentador quedarme aquí abajo con una persona que no soporto y que no me soporta, pero espero que no tarden en ver la habitación.
Ambos suben por las escaleras riendo y haciéndose cosquillas, y yo me permito mirar directamente a Stab, que sigue con la misma posición.
—Voy a comer algo, ¿quieres?— pregunta poniéndose recto y dejando un espacio en la puerta de lo que supongo es la cocina para que yo entre.
Así hago, y al cruzar por su lado, escucho cómo inhala profundamente cuando mi cabello roza sin querer su rostro. Me coloco frente a él una vez dentro de la cocina y él hace lo propio.
—¿Vives aquí?— pregunto mientras tomo asiento en una de las sillas que rodean la mesa de comedor que está justamente en el centro de la cocina.
—Sí— responde cogiendo una caja de galletas. Se sienta justamente frente de mí y la abre— ¿Quieres?
—No— contesto mientras le miro con detenimiento. Es la primera vez que me consiento examinarlo, y aunque sabía de antes la profundidad de sus ojos verdes, nunca me imaginé que de cerca fueran tan sorprendentes— Podríais limpiar un poco la mierda— continúo mirando la pila de platos que afloran del fregadero.
—Eres tan agradable— dice con cierto tono irónico mientras mastica una de las galletas que acaba de meterse a la boca.
—En algo nos parecemos— gruño rodando los ojos.
—Bueno, mira... me gustaría disculparme. He sido demasiado maleducado— dice y yo le miro a los ojos. Al menos se ha molestado en disculparse.
—¿Te disculpas por llamarme gilipollas, inconsciente o agradable?— digo esto último con cierto retintín.
—Supongo que por todo. No me hagas arrepentirme— contesta con un tono más relajado, apoyando su cabeza en su mano descansada en la mesa y mirándome de una forma tan extraña que me hace sentir levemente incómoda. Más incómoda de lo que ya me siento.
—Acepto tus disculpas— digo con una media sonrisa mientras miro los anillos de madera de la mesa del comedor. En ese momento unos leves golpes en la pared de la parte de arriba me llevan a desconectar del momento y a centrar todos mis sentidos en eso. Stab suelta una carcajada y hace una mueca, y al oír los gemidos que acompañan los golpes sé lo que está sucediendo ahí arriba.
—Vaya forma de enseñarle su habitación— mascullo haciendo un mohín.
—Parece que le gusta, ¿no?— dice con cierto tono jocoso mientras se levanta y coloca el paquete de galletas sobre la encimera.
—Parece, ¿tan bonita es?— bromeo y él suelta una carcajada.
—Mi habitación también es muy bonita— responde y la sonrisa que se había dibujado en mi rostro desaparece al escucharle. Me remuevo en mi asiento y miro rápidamente a mi alrededor; hora de irme.
—Debería irme— murmuro levantándome de la silla dispuesta a salir de la cocina.
—Oh, por dios, es broma— contesta agarrándome de la muñeca sutilmente— ¿Qué es esto?— pregunta ladeando mi muñeca para que la palma de mi mano quede descubierta, viendo el número de teléfono que anteriormente Ill había apuntado.
—El número de Ill— mascullo seria mientras me zafo de su agarre— Ahora, en serio, debo irme.
—No— zanja frío y vuelve a agarrarme del brazo— Bórrate ahora mismo ese número.
—¿Por qué debería?— pregunto fulminándole con la mirada. Con seguridad, este chico no me caerá bien nunca.
—Porque lo digo yo— cesa con voz ruda y lame uno de sus dedos de la mano que tiene libre para después restregarlo sobre mi palma y comenzar a emborronar el número.
—Eso es asqueroso.— gruño liberando mi mano y mirando la mancha en la que se ha convertido el número de Ill. Stab me mira con unos ojos penetrantes y veo frente de mí el cuarto de baño, por lo que decido entrar y lavarme ahí las manos.
—No quiero volver a verte subida en el coche de ese gilipollas.— dice mientras lavo mis manos y veo su reflejo en el espejo.
—¿Pero....?
—Hora de irnos, mi papá nos reclama— me interrumpe Viviane de la mano de Rotten muy despeinada.
—Al fin— respondo secando mis manos rápidamente con la toalla que hay junto al lavabo. Salgo del pequeño baño y Viviane besa los labios de Rotten, para después darme la mano y disponernos a marcharnos de esa casa que no quiero pisar nunca más.
***
—Mierda, mierda, y cien mil veces mierda— gruño buscando por todos lados mi bolso en la habitación de Viviane— ¿Dónde cojones está?
—¿Qué ocurre?— pregunta con voz ronca Viviane desperezándose e incorporándose en la cama.
—Mi bolso, no lo encuentro— contesto mirando debajo de la cama pero no hay ni rastro de él.
—Joder, Kelly, debe de estar por ahí, haz memoria— se levanta a tientas de la cama y comienza a buscar por lo alto— A mí no me suena que dejaras ningún bolso por aquí...
Intento relajarme y hago caso a las palabras de Viviane. Suspiro profundamente y pienso en lo que hicimos ayer; primero esa maldita carrera ilegal, recuerdo perfectamente haber estado agarrada a mi bolso durante el trayecto y también recuerdo las ganas que me dieron de golpear a Stab con él cuando me habló tan mal. Y también recuerdo... oh, mierda. En la cocina, mi bolso debe estar en la cocina de Rotten y de Stab. Mierda, mierda, y otras cien mil veces mierdas más.
—Deja de buscar, anda— bufo y Viviane rueda los ojos— Lo olvidé en casa de Rotten, tantas ganas que tenía de marcharme... ¡oh dios! Me robarán, seguro que me robarán. No volverás a verlo en tu vida.— digo rápidamente moviéndome por la habitación. No me asusta el hecho de que me hayan podido robar, sino el cómo voy a explicarles a mis padres qué hacía en ese sitio para olvidarlo.
—¡Tranquila!— exclama Viviane cogiéndome por los hombros— Voy a llamar a Rotten, seguro que lo devolverá, confío en que no sea ningún ladrón.— añade y coge su teléfono para hablar con él.
—Quizá él no, pero su amigo... quizá su amigo sí.— gruño recogiendo mi ropa que está sobre un sillón de su habitación.
—¿Si? Mi amor, claro, soy yo— comienza a hablar con una voz tan ñoña que si hubiera heredado yo la diabetes y no Eileen de mi padre ya estaría en el hospital— Exacto, llamo para eso... Kelly es así, es muy olvidadiza— ríe coquetamente escuchando lo que Rotten le responde y yo ruedo los ojos mientras me quito el pijama y me pongo mi ropa— Oh, ¿en serio? No sé... de todos modos se lo haré saber. De verdad que son muy malos, ¿eh?— dice riéndose y yo intento apegar mi oreja a su teléfono pero ella huye— De acuerdo, claro, te quiero.
—¿Qué dijo?— pregunto con un mohín ya vestida.
—Tu bolso, al igual que todo lo que contiene, está a salvo— dice con un tono divertido y yo suspiro de alivio— Pero lo tiene Stab.— dice rápidamente dirigiéndose al armario.
—¿Qué? ¿Y...? O sea, ¿qué me quieres decir con eso? Maldito ladrón.— gruño gesticulando con mis brazos mientras la persigo por toda la habitación.
—No pasa nada, solo que él quiere devolvértelo.— dice mientras saca algo de ropa de su armario.
—Está bien, vayamos a su casa.— digo decidida mientras la empujo hacia el baño para que se cambie.
—Oh, no, eso es mucha gente. Habéis quedado en la cafetería de Luby's a las una y media, ahí te lo dará— dice rápidamente mientras cierra la puerta del baño en mis narices.
¿Qué cojones...?
Miro por la ventanilla y siento los nervios que recorren mi cuerpo porque voy a tener que volver a ver a ese descarado. No soy tan confiada como Viviane, me asusta quedarme sola en un sitio con alguien que ni conozco y lo único que sé de él es su amplio vocabulario para insultarme. Odio además tener que mentir a mi padre, y encima involucrar a Carter para que me lleve a la cafetería diciéndole que con quien me he citado es con Elisse porque me olvidé el bolso en su casa.
—¿Te quedarás a comer o te espero?— pregunta mientras mantiene su vista al frente.
Me costó la vida conseguir que Carter me tuteara, soy la única con la que mantiene ese tipo de confianza junto a mi madre, con Aria... ¿con Aria acaso ha hablado alguna vez? Y lo que es con Eileen, ellos no se pueden ni ver, y no entiendo por qué. Carter para mí es como una especie de abuelo, veo una tontería que tenga que hablarme de usted cuando me triplica la edad y en condiciones normales sería yo quien tendría que hablarle con ese respeto, soy una persona normal, con los pies en la tierra, soy Kelly Vay y no me rijo por las normas de conducta de la hija de Alexander Black, aunque sé que a mi padre eso le gusta, aunque a veces le resulte desquiciante. Incluso aún estoy convenciéndole para estudiar en una universidad pública.
—Puedes marcharte, iremos a su casa después.— mentira parcialmente, porque realmente cogeré mi bolso e iré a la casa de Elisse.
Llegamos a la cafetería con algo de retraso porque antes de dejarme aquí hemos tenido que llevar a mi padre a Black Enterprise, él se había empeñado en acompañarme al médico cuando simplemente tengo anemia. Me han enviado unas pastillas y una alimentación variada y fuerte y nada más.
—Pásatelo bien, Kelly Vay— dice y yo sonrío para después bajar del coche y postrarme ante Luby's, viendo como el coche arranca y se aleja, dejándome sola a merced de la voluntad de un chico que probablemente haya robado dinero de mi cartera.
Suspiro profundamente y abro la puerta para entrar a la cafetería. Miro a mis costados rápidamente y al no reconocer a nadie, decido salir y comenzar a pensar en alguna tienda para comprarme un bolso nuevo.
—¡Eh!— escucho al final de la cafetería y veo cómo Stab agita una de sus manos para llamar mi atención. Abro los ojos ampliamente y asiento mientras no puedo desviar mi mirada de la gran sonrisa que ha formado Stab en sus labios.
Ando decidida hasta la mesa en la que él está sentado y me siento frente a él. Tiene buen gusto, había hablado oír de esta cafetería pero nunca había venido. Huele delicioso y el sitio es bastante pulcro a pesar del sitio en el que se encuentra.
—Mi bolso.— pido haciendo una indeseada mueca alargando mi mano sobre la mesa. Él sonríe y tuerce su gesto.
—Vaya que tienes prisa.— dice con la permanente sonrisa y coge el bolso que estaba a su lado en el asiento para colocarlo sobre la mesa.
—Gracias.— digo agarrando el bolso dispuesta a levantarme y a marcharme, pero él sigue teniéndolo agarrado y me impide la huida.
—Vamos a comer, no me conformo con unas simples gracias— dice y yo me quedo estática con la boca entreabierta. El ríe más— No voy a hacerte nada, Kelly Vay.
—Kelly— gruño soltando el bolso y acomodándome en el asiento.
—Me gusta más Kelly Vay.
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