XXIII: ¡Qué estoy colgando en tus manos!

Han pasado tres días desde esa transmisióny sigo sin noticias de Feli. Quizás ignoró mi correo. Ya no sé qué más hacer.La peor parte es que mi cara, ahora, inunda la red.

—Esto es terrible —murmuro con la vista enla pantalla, pasando video, tras video, tras video... Cada uno muestra reaccionesa mi última transmisión—. ¿Qué hice?

Hago el teléfono hacia un lado y contemploel blanco impoluto del techo, bordeado por las cintas leds que no he deseadoencender ni una vez desde que las instalé. El mundo perdió su color.

Medito un rato en qué pasará, ahora quetodos saben quién soy, pero no tengo respuesta para eso. Suspiro. Me ovillo enla cama, perdido en aquellos recuerdos que en algún momento quise borrar, peroahora son una pizca de esperanza a la cual necesito aferrarme. Entonces, miprimo toca a la puerta y le concedo el ingreso.

—Floris, oye, ¿este eres tú?

Martín voltea su celular para mostrarme otrafastuosa reacción, me oculto bajo la almohada. Él se sienta en mi silla gamer ainsistir.

—Flo, ¿eres influencer? —indaga lleno decuriosidad.

—No —respondo sin asomarme.

—Floris, no me jodas, este eres tú.

—Ya, Martín, sí, soy yo.

Libero un grito de frustración que elcolchón atrapa. Mi primo no para de reír.

—Por eso te la pasas encerrado con tucomputadora.

Me asomo desde debajo de la almohada y loveo concentrado en su celular. Quiero morir, ahora. ¡Revisa mi canal!

—¡Esto es increíble! Tienes millones deseguidores, eres famoso, primo.

—Lo sééé —respondo hastiado, sabía a qué meestaba exponiendo, lo peor es que empiezo a creer que no sirvió de nada.

—¿Cómo lograste mantener el secreto tantotiempo?

Suspiro. Me siento en el borde del colchón,cabizbajo. Le cuento cómo surgió esto, durante mi época universitaria. En aquelentonces, quería participar en los concursos de videojuegos, pero sentía muchomiedo de estar rodeado de tantas personas.

Corría el tercer año cuando Marlon abandonóel departamento que compartíamos, debido a mi torpeza, luego conocí a Feli quecursaba el primero de arquitectura. Aunque me sacaba de quicio con su fulanoentrenamiento de gaydar, rápidamente nos hicimos amigos y decidió ocupar ellugar dejado por mi excompañero de piso.

—Sugirió el disfraz de ninja, basado en lostrajes de Sub-zero y Scorpion de Mortal Kombat, su juego favorito —le digo aMartín, risueño, aunque nostálgico, recordando aquel día de compras raras.

—Conque Feli —replica mi primo y sonrío.

—Sí, de hecho, también inventó el seudónimoy, ya que nada se me ocurría, lo utilicé.

Resulta inevitable reír al recordar eltorneo. Aunque yo era un completo desconocido, Feli hasta se armó una porrapara alentarme, tenía pompones también, y ya que iba arrasando en cada partida,muchas personas se sumaron a su locura. No gané ese año, pero sí al siguiente.Todos preguntaban si tenía un canal de juegos o algo y así nació toda estalocura. Jamás imaginé que llegaría tan lejos, ni mucho menos que me atrevería amostrar el rostro en vivo.

—Oye, ¿y ahora? ¿Qué pasará con tu vidaprivada? —indaga, confundido.

—No lo sé... —Suspiro—. Ni siquiera pensé eneso y ahora tengo miedo y migraña, pero ya se me ocurrirá algo. Espero.

Martín sonríe y guarda su celular. Juntosabandonamos mi recámara y nos dirigimos a la cocina, ya que necesito un poco deagua para tragarme tanta maldita vergüenza. Él me cuenta que saldrá de viajeeste fin de semana con Ed, así que no estará presente para el momento en quemis fans aparezcan y armen un campamento en el jardín.

—Pendejo —le digo, muerto de risa. Aunquesí, siento el vello de la nuca erizarse con esa posibilidad.

—Bueno, Dark Soul, te veo después —sedespide, yo me oculto detrás de mi vaso de agua, apenado.

Lo veo caminar hacia la salida. Abre lapuerta y sufre un sobresalto que se gana mi atención. No es común que, estemastodonte que tengo por primo, se asuste. Tal vez fue sorprendido por alguienmás porque también me pareció escuchar un chillido. Intento darle alcance aMartín e indagar, cuando él se gira, sonriente.

—Primo tienes visita —dice risueño.

Frunzo el ceño y me asomo junto a él. Unasensación de vértigo se aloja en la boca de mi estómago, pero también otra dealivio se apodera de mí. No puedo dejar de mirarle, Feli hace lo mismo conmigodesde el exterior.

—Bueno, ahora sí, me retiro —expresa miprimo, rompiendo el largo silencio.

Ya que sigo como estatua, él, se encarga dejalar a Feli por un brazo hacia adentro hasta casi estrellarle de frenteconmigo y cierra la puerta tras de sí.

—Fe-Feli estás a-aquí...

Una sonrisa nerviosa es su respuesta.

—¿Có-cómo supiste dó-dónde bu-buscarme?

Feli sigue en silencio, sus ojos no seapartan de los míos, creo que ni siquiera le he visto pestañear. Luce como elchico lindo que solía venir a verme para sumar objetos a nuestra colección, consu cabello oscuro, medio largo y desparramado y la sudadera enorme que ahora sébien lo que esconde.

—Vi-vi tu tra-transmisión y pe-pensé eneste lugar...

Su voz suena suave y melodiosa, con esetinte grave y único, capaz de captar la atención de cualquiera. Sin duda, estees su tono natural, distinto al que siempre empleó como Felipe. Una pequeñasonrisa nerviosa aparece en su rostro, luego de un profundo suspiro continúa:

—Te-te co-conozco, entrarías en pánico pormudarte solo.

Se me escapa una risita. Feli se lleva unamano a ese escurridizo mechón de cabello, símbolo de su nerviosismo, y duranteun rato no hacemos más que mirarnos en silencio.

Inhalo una profunda bocanada de aire comoun intento por calmarme. Tras reunir algo de coraje, me atrevo a llevar mi manosobre la suya y juntos tiramos de ese mechón hasta que la peluca oscura cede. Elmanto de cabello azulado cae más allá de sus hombros. Feli tiembla. No dudo alenvolverle en un fuerte abrazo que inunda mi cuerpo con calidez y alivio.

—Ta-también te conozco —susurro a su oído—,sa-sabía que no me dejarías colgado.

Feli ríe bajo contra mi pecho, pero tampocodeja de temblar. Aprieto más fuerte su cuerpo.

—Lo siento, perdón por no saber reaccionar.Perdón por irme, también por demorar tanto en hacer al...

Feli se separa de mí y niega con la cabezaen silencio.

—No hiciste nada, yo te pedí marcharte yluego te evadí por miedo. Yo-yo te de-debo una enorme disculpa a ti. —Toma airey luego lo deja salir con bastante fuerza, incluso cierra los ojos—. Meequivoqué al mentirte acerca de Deshojo, mucho más por meter a Iván en esto...

—Olvida todo eso, me siento aliviado portenerte aquí.

—Flo, no hay duda, eres un santo...

—No digas mamadas, Feli. —Vuelvo aabrazarle fuerte durante un rato hasta que decide separarse.

—Fuiste muy valiente y yo... yo-yo hoy so-soyun li-libro abierto para ti...

—Feli...

—Pregunta lo que quieras... —dice en voz bajay suspira.

Permanecemos en silencio, con la

mirada puesta en los ojos ajenos y nuestrasmanos enlazadas fuertemente. En este momento no se me ocurre ninguna pregunta, estoyen paz con su sola presencia. Comprendo a la perfección su miedo a mostrarse.

—Feli... —Niego en silencio—. No, Felicia, porquees el nombre que prefieres y es quien eres en realidad...

Ella sonríe, aunque sus manos tiemblanentre las mías.

—No me debes ninguna explicación; de hecho,ni a mí o a alguien más. Es tu decisión cuándo, cómo, de qué manera y si es quedeseas contarle a cualquiera.

—Flo...

—Felicia, escúchame bien, lo único queimporta es que tú te sientas cómoda, tranquila y en paz en tu propia piel.

La mirada de Felicia no deja de trepidar,los destellos caramelizados en sus ojos brillan como finas joyas.

—La única pregunta que tengo para ti es,¿qué sientes por mí?

—Flo, yo-yo...

—Lo que te dije en el chat sigue vigente, metienes colgando en tus manos.

Mi corazón golpea demasiado fuerte en esteinstante, por eso, llevo sus manos hasta mi pecho para que sienta el revoltijoque ha provocado. Una sonrisa nerviosa es su respuesta.

—Siempre te admiré. Muchas veces quise sertú, sin saber que, en esencia, ambos compartimos el miedo a mostrarnos.—Suspiro—. Me inspiraste como Deshojo y tenías razón, nunca mentiste en tuperfil, fui yo quien no notó las señales, esas similitudes...

—Flo, basta —suplica. Una lágrima consiguedeslizarse por su mejilla—. ¡Te mentí desde que supe que eras tú! Yo, deverdad, lo siento; ni siquiera merezco tu perdón.

—Ya te dije que entiendo por qué lo hicistey eso no me importa, ahora. Lo único que quiero es tu respuesta.

—Flo... ¿Cómo logras dejarme sin habla, eh?—añade en voz baja con un tono tembloroso porque está a nada del llanto.

—No lo sé, pero dije que, cuando aparecieras,iba a asegurarme de hacerte sentir como la persona más especial y créeme que loeres... —Suelto una de mis manos para limpiarle el rostro, una diminuta sonrisase asoma—. Solo alguien increíble es capaz de inspirar, proteger, levantar elánimo y cuidar de otros, aunque por dentro se caiga a pedazos; y tú, has hechotodo eso y mucho más por mí, en medio de tu propio infierno.

—¿Me-me de-dejarás responderte o no?

Su nervioso tartamudeo me provoca una risatonta. Le susurro una disculpa.

—Flo, tomó tiempo averiguarlo, pero muchomás aceptarlo.

El silencio retorna, sé que le estácostando expresarse, por eso no digo nada.

—Iván ha tratado de hacerme entrar en razóndesde hace mucho, pero me negaba a admitirlo, por miedo. —Un largo suspiro dejalibre y cierra los ojos—. Galán, he pasado por muchas cosas dolorosas con lascuales no deseo empañar este momento, pero tampoco puedo dejar de pensar enellas constantemente. El asunto es que, al ver tu transmisión... presenciar cómote quitabas la máscara... ¡Dios, Flo!

Sus ojos se llenan de lágrimas que limpioenseguida, me gusta esa sonrisa nerviosa, también el gesto de alivio en sumirada.

—Me di cuenta de que estabas dispuesto aarriesgarlo todo, incluso tu anonimato, siendo tan tímido como eres. —Suspira—.Aunque el miedo me paralizaba, supe que no podía seguir huyendo de ti, ni deesto que siento.

Sonrío, ella también. Recuerdo el pánicoque experimenté al sacarme la máscara, ese desesperado intento por encontrarla.Saber que funcionó y ahora la tengo aquí, tan cerca...

—Eres especial, Felicia, siempre lo hassido, mereces muchísimo más.

Me atrevo a ubicar las manos en su cinturay atraerla. Su cercanía, el calor que emana de su cuerpo, aunado a ese aroma abrisa y lluvia que brota de su piel, me dota de una tremenda paz. Sentir eltamborileo nervioso de sus dedos sobre mi pecho acelera mis latidos.

—Tú también, Flo, creo que incluso más...

—¿Qué pasará ahora? —susurro y ella niegaen silencio con una sonrisa nerviosa.

—No lo sé, galán... —responde en el mismotono y suspira. Su mirada tiembla de nuevo—. Flo, jamás seré una chica real,quiero que lo enti...

—¿Según quién? —la interrumpo y acaricio sumejilla— Ya lo eres.

Su boca tiembla, sus ojos también, aunqueuna pizca de alivio parece asomarse en ellos.

—Jamás he estado en una relación con unhombre...

—Creo que buscas excusas —murmurosonriente, ella me devuelve el gesto.

—Una cosa es segura: mi corazón cuelga entus manos, Flo... —Su voz no deja de trepidar—. Por favor, no lo dejes caer.

Me inclino hacia ella, mis latidos sedescontrolan con anticipación. Nuestros ojos se encuentran, y siento unaconexión profunda, capaz de trascender cualquier obstáculo. Mis manos seaferran con mayor fuerza a su cintura e intento juntarla mucho más conmigo. Nose resiste. Siento su aroma a brisa y lluvia, intensificarse, envolviéndome enuna sensación de calma y deseo.

Nuestros labios se encuentran en unacaricia delicada, aunque los suyos no dejan de trepidar, nerviosos... el tiempose detiene. No hay sonido, no existe nada ni nadie en el mundo, solo nosotros.El beso es suave, tentativo, pero lleno de emoción y anhelo. Sentir su alientocálido en mi piel, me acelera el corazón.

Entonces, un recuerdo difuso se formadentro de mí ante la sensación familiar. «No es la primera vez», es el velozpensamiento que cruza.

La suavidad de sus labios, el tacto de sulengua... Lo he sentido antes. Mi cabeza viaja en el tiempo hasta esa noche enque...

La oscuridad, la borrachera, los nervios, elforcejeo, pero sobre todo, esa conexión que compartieron nuestras miradas, apesar de mi estado. Mi yo ebrio siempre supo la verdad. Lo había olvidado, peroahora recuerdo con claridad. He probado antes la suavidad de sus labios, habíasentido en mi cuerpo su embriagante calor. Felicia se aferra a mi cuello y yo laaprieto más, llenándome con ese perfume del campo.

El beso se intensifica y profundiza. Elrecuerdo se vuelve más claro y siento una oleada de emoción. Me pierdo en suslabios, en su dulce sabor, su calor, en las memorias, en la emoción.

—Pateaste mi entrepierna —susurro en cuantonos separamos por algo de aire, Felicia ladea la cabeza, confundida—. Aquellanoche en mi alcoba, pero ¡tú me besaste!

Una penosa risita se le escapa.

—¡Híjole, qué momento eliges para pensar eneso!

Reímos juntos y de nuevo, apuesto por suslabios. Quiero embriagarme una vez más con su sabor y suavidad. La elevo sobremis caderas, sin despegar nuestras bocas. Siento su corazón errático golpearcontra mi pecho, mientras nos dirijo hacia la alcoba. Enciendo los ledscoloridos del techo, apenas entramos. Ahora que la tengo conmigo, siento que elmundo ha recuperado su color y brillo.

Felicia sonríe al ver el efecto provocadopor los colores tenues de las luces que cambian lentamente. Yo lo hago por elsimple hecho de estar juntos, disfrutando del calor de su cuerpo junto al mío.Ya no hay duda, ella es mi presente, también mi futuro.

Nos dejo caer sobre mi cama revuelta, ellareposa nerviosa bajo mi cuerpo, conforme deslizo el cierre de su suéter. Mislatidos se desbocan ante la expectación. Suspiro al ver su delgada figura, besosu vientre plano, decorado con ese hermoso tatuaje.

El cuerpo de Felicia es una obra de arte yse retuerce del placer. Marco un camino de besos y lamidas, rumbo hacia arriba,hasta el pequeño top que cubre sus pechos.

—Eres preciosa, Felicia —susurro entrebesos.

—Flo... —suplica— por favor, detente.—Levanta mi cabeza con sus manos. Aunque respira de forma errática, deseosa, nome permite seguir—. Tengo miedo —murmura con la mirada desviada, luce muynerviosa y vulnerable, así que beso su frente y paso mi mano por su cabelloque, entre mis dedos, es como seda. Siento deseos de perderme en su tacto.

—Tranquila, no hay prisas, tampoco voy apresionarte —susurro.

Ella busca mis ojos, los suyos estáncargados de inquietud. Acaricio su mejilla con ternura, en un intento porcalmarla.

—Flo, eres dulce —dice, nerviosa—, peronunca he estado en esta posición... —guarda silencio un instante y un leve gestode desagrado aparece en su rostro—. Al menos, no por voluntad propia. —Suspiracon pesar y aunque no me atrevo a preguntar, siento un fuerte golpe dentro demí ante el posible significado de esas palabras—. Me asusta.

Busco sus labios de nuevo. Con suavidad ydelicadeza, ella se aferra a mis mejillas. Yo envuelvo su cintura entre misbrazos y nos hago rodar sobre la cama hasta hacerla quedar encima de mí. Micorazón late a un ritmo errático, sus ojos se abren en demasía, reflejando cadacolor que adquiere la alcoba.

—Flo... —murmura muy cerca de mi boca.

—Tú tienes el control, Felicia.

—¿E-estás se-seguro de e-esto? —balbucea,nerviosa y vuelvo a besarla antes de asentir en silencio.

—No es como si fuese la primera vez —ledigo con calma, buscando restar importancia, ella sonríe. Adoro ese gesto.

Felicia permanece a horcajadas sobre mí,mientras termina de quitarse el suéter. Las luces se tornan rojas, dándole unaapariencia sexi y algo salvaje... Es demasiado hermosa. Su mirada no deja la mía,los destellos en sus ojos parecen toda clase de joyas multicolores. Una pequeñasonrisa surca su rostro antes de ponerse de pie para quitarse el jean ancho quetrae. Yo también desato mi pantalón deportivo y ella suspira.

—Eres guapo, Flo —dice, tras quitarme lasudadera y quedar en igual condición, apenas cubiertos por nuestra ropainterior—. Creo que nadie imaginaría lo que oculta tu outfit de nerd.

—¿En serio hablaremos de lo que hay abajode nuestras ropas? —le digo con ironía y ella ríe por lo bajo, cubriéndose laboca con una mano.

Jalo su otra mano para regresarla a lacama, conmigo; así abandona la risita y retornan los nervios mientras le quitoel top, despacio. Mi corazón se acelera mucho más al ver su cuerpo casidesnudo, aunque ella desvía la mirada, apenada.

—Eres perfecta, Felicia —le digo,asegurándome de sostener su mentón para verla a los ojos, un suspiro nerviosose le escapa—. La chica más hermosa del mundo y te tengo solo para mí, ¡québendición!

Busca mis labios con premura y anhelo,puedo sentir el ardiente deseo en la manera que se abre espacio en mi boca osus dedos me acarician la piel con suavidad, dejando una estela de calor yternura que me eriza.

Ese olor a campo bañado por la brisa brotafuerte de su piel y me inunda, acabo perdido entre cada sensación producida porsus labios y lengua sobre mi pecho, vientre... sigue bajando despacio.

Por un instante, le cuesta seguir, encuanto llega a la entrepierna, y sus manos tiemblan, aferradas a la pretina delbóxer. Me incorporo un poco sobre mis codos para hablarle con calma.

—Felicia, no hay prisas...

—Lo-lo sé-sé... —Suspira y muerde su labioinferior antes de seguir—: pero quiero estar contigo, Flo.

Termino de sentarme para buscar su boca, merecibe con hambre. Sus labios sobre los míos son suaves como una pluma, peroemiten un fuego abrasador, capaz de consumirme por dentro.

—Yo también te deseo. —Otro beso y asíseguimos.

Abandono sus labios para trazar un caminode besos hacia abajo, con escala en el cuello, clavícula. Una sinfonía degemidos brota de ella al alcanzar sus lindos y pequeños pechos. El calor de supiel bajo mis dedos es como un abrazo, un refugio cálido. Me arrodillo frente aella e intenta detenerme en un susurro cuando trato de remover esa últimaprenda íntima.

—No temas, Fel —le digo en tono bajo sinapartar mis ojos de los suyos que brillan por la excitación, pero tiemblan antelos nervios.

Ella guarda silencio y suspira. Cierra losojos antes de asentir con la cabeza. Deslizo la prenda con cuidado, liberándolade la presión, y su gemido se convierte en un canto de pasión que me hacevibrar por dentro. Mi corazón se salta un latido al verla así, completamentedesnuda, hermosa, sensual y sin duda, perfecta.

—Eres preciosa, Felicia, y sé que lo hedicho varias veces ya, pero lo eres.

Mi lengua degusta el sabor de sus musloshasta alcanzarle la ingle y sin más, la llevo entre mis labios. La habitaciónse inunda con sus gemidos y jadeos, una melodía que me invita a seguir. Sientoun calor sofocante, ni siquiera parece que estemos a días de empezar elinvierno.

Sus dedos se clavan entre mis cabellosconforme acelero el movimiento, su respiración entrecortada suena musical a misoídos...

—¡Ay, Flo, ah! —No deja de jadear y me tocaaferrarme a la firmeza de sus glúteos cuando siento que le tiemblan laspiernas—. ¡Órale, Flo, para!

Su súplica entrecortada me causa gracia yopto por liberarla antes de tomar asiento en el borde del colchón y atraerlaconmigo, beso su vientre cálido. Ella busca mi boca y una vez más inicia elrecorrido de besos y lamidas por mi torso hasta alcanzar la pretina de mibóxer. Sus manos lucen firmes ahora, me gusta que la sensación devulnerabilidad haya sido reemplazada por confianza.

Elevo un poco mis caderas para ayudarle adeshacerse de la prenda. Una vez en igual condiciones y tras hacerla girar unpar de veces con su índice, lanza mi ropa interior hacia algún lugar de lahabitación, como una señal de victoria. Resulta inevitable reír hasta verlaagacharse entre mis piernas y comenzar a morder mis muslos.

Sus dientes pellizcan mi piel condelicadeza, siento electricidad recorrerme y un intenso cosquilleo en mivientre conforme se acerca a mi pene. Sin embargo, se detiene para observarmecon un poco de duda en su mirada.

—Ya te dije que sin presiones, Fel—susurro.

No obstante, su respuesta es una lamida alglande y lo que empieza como una delicada y tímida felación, rápidamente setorna salvaje. Me dejo caer sobre el colchón, aprieto las sábanas y me pierdoen cada exquisita sensación hasta que decide detener el trabajo de su boca,pero no el de su mano. Me siento en otra dimensión, incluso cuesta responderlecuando pregunta por preservativos y lubricante, apenas señalo con un temblorosodedo hacia la mesita auxiliar.

—¿Estás se-seguro, Flo? —pregunta dudosa yasiento con la cabeza en medio de gemidos provocados por las cariciaspropinadas a mi miembro. Ella suspira— Bien, entonces, relájate.

—Créeme que lo estoy... —Jadeo.

Por un segundo, deja de estimular mi penepara acomodarse un preservativo, luego, la veo aplicarse una capa de lubricanteen sus manos, tal imagen me roba un suspiro ante la expectativa. Felicia vuelvea agacharse y engulle mi miembro con mayor pericia, al mismo tiempo que uno desus dedos se abre espacio dentro de mí con suaves movimientos. A este se sumaotro más.

La doble estimulación me vuelve loco,termino perdido en un mar de sensaciones durante largo rato. Entonces, susdedos abandonan mi hendidura y lentamente, ella comienza a abrirse espaciodentro de mí, sin dejar de masturbarme. Los destellos caramelizados en sumirada asemejan flamas, ese mismo fuego se expande por todo mi cuerpo, conformeacelera el ritmo de sus caderas.

El golpe seco producido por nuestroscuerpos, aunado a sus gemidos y los míos, inundan la recámara que ha adquiridoun tono púrpura. Me abro mucho más para recibir sus potentes embestidas en elpunto más profundo de mí, ese que me roba el aliento y convierte en adicto delplacer.

Felicia busca mi boca con desespero y yo meaferro a ella fuerte, deseando fundirme con el calor de su piel y empaparme delsudor perfumado que exhala su cuerpo.

—Ni en mis sueños más locos imaginé estemomento, Flo —susurra contra mis labios y sonrío antes de besarla de nuevo.

—Ni yo, pero tampoco me quejo.

Una risita baja me devuelve y acelera lasembestidas. Mis ojos se blanquean por cuenta propia, llevados por esa poderosasensación que está a punto de hacerme volar la cabeza. Sin embargo, tras unpotente movimiento, Felicia gime muy fuerte a mi oído y siento cómo su cuerpose tensa durante un rato hasta liberarse en el orgasmo.

—Fel... —Me quejo en bajo y escucho surisita—. ¡Qué mala eres! No me avisaste.

Una risa juguetona es su respuesta, luegose acerca a mi oído.

—No lo hice adrede, galán —susurra—. Aveces pasa, lo siento...

Su cálido aliento me eriza la piel, creoque mi sistema está sobre estimulado porque basta algo tan simple como eso paraestremecerme y provocar un brinco en mi zona baja. Felicia abandona mi cuerpodespacio, dejándome una sensación de vacío y frío. La veo llevarse un nuevopreservativo a la boca para abrirlo. Aunque tal imagen, a la luz cálida de larecámara, dispara mi excitación, también me sumerge en desconcierto, pues susiguiente movimiento consiste en colocármelo.

—Fel-Felicia... ¿Qué-qué haces?

—Creo que puedo compensarte —susurra a mioído.

Sonríe de una forma demasiado provocativamientras sube a horcajadas sobre mi vientre. Compartimos un beso profundo.

—Contigo, sí, quiero probar...

Un lánguido suspiro brota desde lo másprofundo de mí al verla aplicar lubricante y luego comenzar a acomodarse,despacio. Un movimiento suave y casi agónico, pero no menos excitante, resultacomenzar a adentrarme en su ser.

Su respiración entrecortada es musical, unritmo que me acelera el corazón y obliga aferrarme fuerte a sus caderas. Cierrolos ojos hasta encontrarnos completamente fundidos.

—¡Dios, Fel! ¿Estás bien? —murmuro, ellaasiente en silencio, su boca permanece entreabierta para ayudarse a respirar.

Felicia no dice una sola palabra, permaneceestática sobre mi cuerpo. El tono dorado que ha adquirido la habitación iluminasu rostro, resaltando la curva de sus mejillas y el brillo de sus ojos. Desdemi posición, ella luce como toda una obra maestra, una oda a la sensualidad.Tras un suspiro se atreve a moverse.

El vaivén de su cuerpo descontrola esasensación de electricidad que emerge desde mi vientre. Primero va despacio porlargo rato, supongo que intenta adaptarse a esa nueva sensación dentro de sí.Sin embargo, abro los ojos, impresionado, cuando el batir de su pelvis escala yse descontrola. Soy incapaz de emitir cualquier sonido distinto a gemidos, almenos, ella alterna con jadeos.

Pese a la fuerza con que su pelvis se mecesobre mí, consigo sentarme, aferrado a sus caderas, sintiendo que el clímax seaproxima. Subo una mano a sus pechos, nuestras bocas se encuentran y lasincronía de nuestros cuerpos logra enviarnos juntos en un viaje más allá delfirmamento.  




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Hola, mis dulces corazones multicolor, 💛 💚 💙 💜 💖 espero que hayan disfrutado la actualización. ¿Qué les ha parecido el reencuentro?

Nos leemos lueguito y solo restan 4 capítulos. 😭💖 Los loviu so mucho. 

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