XXII: ¡Qué no me detenga el miedo!

—¡¿Qué está haciendo?! —grito, nerviosa, yapago la tableta.

Estoy temblando. «Ahora soy yo quien tedice: atrévete conmigo». Las palabras de Flo se repiten, incesantes.

—¿Qué harás, niña? —indaga Iván con unasonrisa desafiante, noto en sus ojos orgullo.

Me abrazo a mí misma mientras camino por larecámara que compartimos en el hotel de Santa Mónica. Llego al balconcillo ycontemplo el océano. Estoy impresionada por cada decisión que Flo ha tomado,pero atreverse a abandonar el disfraz durante esa transmisión en vivo... Sigo enshock.

Me siento diminuta ante su valentía. ¿Seráque alguna vez podré hacer lo que él? Dejar atrás el disfraz y ser yo misma.Suspiro. Siempre he sabido que Flo es genial.

—Fel...

—Tú-tú di-dijiste que él era un cobarde yque lo mejor era se-seguir...

—Fel, dije lo que tú querías oír —Ivánhabla en tono condescendiente, apretándome los hombros—. Niña, yo me molestécon él por irse como lo hizo, pero luego supe que fue justo lo que tú pediste.

«Necesitas tiempo para procesar esto y yotambién», fueron mis palabras. Durante estos días no hice más que lacerarmeentre el presente por perderlo y el pasado que parece nunca dejarme, o regresacuando todo alrededor se hace pedazos para recordarme que estoy condenada avivir con esta maldición. No merezco ni siquiera algo tan simple como ser yomisma.

Tan cierto ahora como cuando tuve quevolver a casa sin nada más que la ropa que llevaba puesta y con la piel marcadapor golpes. Soportar las burlas de Alfredo en cuanto aparecí en la puerta,luego de dos años en Santa Mónica, fue la peor de las humillaciones... O esocreí.

—Fel, sé que tienes miedo de afrontar tussentimientos porque se trata de un hombre... —La voz de Iván me saca de mispensamientos. Sigo abrazada a mí misma con mayor fuerza y la vista fija en laoscuridad del oleaje que se estrella en la orilla—. Si Floris fuese mujer, apuestoa que ya estarías aceptando el reto.

—Cállate —respondo en voz baja, sin verlo,porque probablemente es verdad.

—Fel, no todos los hombres son un asco, linda.Si lo sigues pensando, tendré que declararme un elote.

Su tonta broma me provoca una risita.

—Linda, ¿hace cuántos años conoces aFloris? Muchos, ¿verdad? ¿Crees que has estado a salvo solo por lucir como unchico junto a él?

Quizás tenga razón y no todos los hombresson iguales. Florisvaldo es dulce y amable; incluso con su lunática ex ha sidoun caballero, jamás se comportaría como Alonso. Sin embargo, vuelve a míaquella noche de borrachera y me siento cohibida, de nuevo.

—Él me besó a la fuerza —declaro confirmeza e Iván se ríe.

—No fue lo que me contaste y cito: "¡Besé aFlo, me quiero morir!", dijiste alteradísima y me culpaste de todo porabandonarlo en el club... —giro para intentar interrumpirlo, pero él realiza ungesto con su mano y continúa—: calla boca, prosigo: "Me forzó a besarlo, pero deestúpida correspondí. Solo espero que no lo recuerde". Fin de la cita.

—¡Cállate los ojos! —le digo, molesta, peroIván no deja de reír— A veces te odio.

—Mientes, me adoras y sabes que tengo razón.Del mismo modo que reconoces la cagada que cometiste al ocultar que tú erasDeshojo.

Suspiro con pesar, ni siquiera he podidodarle la cara por eso. Me pregunto si he estado juzgando a todos los hombrespor los errores de Alonso. ¿Es eso justo? No. Flo se ha ganado mi confianzadesde la primera vez que nos cruzamos en la universidad, quizás debería darle oportunidada esto que siento.

No obstante, vuelvo a pensar en Alonso y Alfredo...Esos casi dos años que pasé en casa, tras mi regreso, en los cuales trabajéarduamente. Muchos de los clientes que un día contrataron a Alfredo, se fueronconmigo, porque, yo les ofrecía algo mejor. Él hervía de ira porque yo ganabamás dinero, y con un solo proyecto.

—No es mi culpa que tú solo quierasdedicarte a podar el césped y carecer de aspiraciones —le contesté durante unade nuestras discusiones.

Quiso intimidarme, sin mucho éxito; pero parasorpresa mía, Alonso intervino.

—¡Basta, pa! —le dijo—. Mañana iré contigoa apoyarte y le daremos una lección a la niñita.

Hasta allí llegó mi emoción. Creí tener unaoportunidad de recuperar a mi hermano, pero solo quería añadir más leña alfuego. Les di la espalda y me fui a mi habitación.

Desde que volví a casa, decidí restarlespoder sobre mí y eso incluía no mendigarle amor o respeto a ninguno de los dos.Sabía que mamá se sentía mal por nuestras discusiones constantes, pero no lesdaría gusto de callarme como si tuviesen razón.

Sí, de la puerta para afuera era Felipe, eljardinero paisajista que pronto se iría a la universidad, estaba seguro de eso;pero dentro era Felicia, la hija rebelde de Lupe o el hijastro maricón deAlfredo. En verdad, no podía importarme menos la opinión de ellos. De cualquiermodo, llevaba con orgullo el título de oveja negra de la familia.

—Oh, the Girls Just wanna has fun!

Cantaba a todo pulmón en mi cuarto,bailando mientras organizaba mis cosas; de hecho, creí haber asegurado lapuerta. Me sorprendí al estrellarme con Alonso, luego de algunos giros y pasosprohibidos. Él evitó que terminara en el suelo, muerto de risa.

Le llevaba cinco años a mi hermanastro,pero a sus dieciséis, era el más alto de la familia, superaba a Alfredo casipor media cabeza.

—Cuidado, nenita.

Me solté e incorporé enseguida.

—¿Qué se supone que haces en mi cuarto?

—Solo quería avisarte que tu música seescucha en marte, Felipa —dijo, sonriente.

—Gracias por informarme, Cristóbal Colón—respondí con la misma ironía de su tono—. Si eso era todo, sabes dónde está lasalida, ¡mira, es justo atrás de ti!

Alonso se giró para marcharse, pero no lohizo, volteó de nuevo a verme.

—¿Qué nos pasó, Felipa? —dijo de repente,con algo de melancolía en la voz. Lo observé, extrañada— Éramos unidos.

—Cierto, luego empezaste a llamarme Felipa,me dijiste que ya no existía para ti y me aplicaste la ley del hielo, así que...

Encogí los hombros, él rio con amargura.

—Lo siento. Tienes razón —añadió conpesar—. ¿Qué dices si echamos una partida?

—No puedo, estoy ocupada haciendo cosas deputos.

—¡Ay, ya, Feli! —Sonó hastiado, aunque concierta súplica en su tono, después me tendió su mano—. Ándale, juega conmigo,Felicia.

Alonso sonrió, y yo sentí una calidezenorme en el pecho porque comenzaba a recuperarlo. Fuimos a su recámara y encendióla consola.

—Dime, Feli, ¿en qué deseas que te patee eltrasero?

—¿Tú a mí? Vamos con el MK.

—¡Uuuuuy! Te lo voy a partir durísimo.

Reímos demasiado, como hacía mucho que no.Él ganó algunas peleas e hizo danza de la victoria. Con ese gesto recordé alpequeño Alí y me tocó contenerme para no llorar. Sin embargo, Alonso se diocuenta y tomó asiento a mi lado.

—¿Qué pasa, hermanita?

—Nada, Al, solo me recordaste a alguien quequise mucho.

Alonso sonrió con complicidad.

—Ahora quiero chisme, cuenta, ¿hablas de ungalán?

Lo observé, extrañada.

—¿Qué? ¡Noooo! —respondí entre risas—.¿Cómo crees?

—¡Por favor, Feli! Lo admito, estás linda,además viviste sola dos años, ¿me dirás que no tuviste a nadie calentándote ellecho?

La voz de Alonso estaba cargada depicardía; encima, batió las cejas y me provocó una fuerte carcajada.

—¡No, Alonso!

—Sí, claro...

—Neta, tonto —repliqué entre risas. Él noparó de remedarme—. Además, prefiero a las morras.

Alonso me contempló como si me hubiesecrecido una segunda cabeza.

—No te creo...

—Es tu problema.

—Eso es que no has probado un hombre deverdad —dijo con un tono más grave de lo habitual. Fue inevitable reír.

—¡Me hiciste pensar en un niño! Fue miayudante en jardinería, lo quise como a un hermano menor. —Me encogí de hombrosy luego añadí con una sonrisa nostálgica—: Supongo que te extrañé.

Alonso replicó mi gesto, pero no indagó másacerca de Alí. Agradecí por eso en silencio porque no deseaba pensar en cómoacabó nuestra relación. Él retornó a su asiento, tomó el mando del videojuego ydijo que estaba listo para darme la revancha, si yo quería. Así que volvimos ajugar. Esa noche, las cosas comenzaron a cambiar entre nosotros y me encantó.Estaba feliz por recuperar a mi hermano.

Dejó de llamarme Felipa o burlarse de mí ycomenzó a enfrentarse a Alfredo para defenderme. El último año que pasé encasa, lo creí el mejor de todos solo por volver a conectar con él.

Casi me sentí culpable cuando conseguíingresar a la universidad de San Antonio, bajo una beca especial para jóvenesemprendedores; no podía con la emoción. Sin embargo, en el momento que recibíla noticia solo pensé en el pequeño Alí. Mi sueño empezaba a materializarse,esperaba que el suyo también. Lo único que me quedó fue su imagen en mimemoria, una pulsera que tejió para mí y su nombre tatuado en mi piel parajamás olvidarlo.

—¡Vaya! No puedo creer que mañana te vas—dijo Alonso la última noche que pasé en casa mientras terminaba de empacar.

—Ni yo, todavía me parece un sueño—respondí sonriente. Apretaba las cosas dentro de mi maleta para cerrarla.Alonso se acercó a ayudarme.

—Te veo feliz y orgullosa... creo que debíseguir estudiando.

—No es tarde, Al, tienes diecisiete, aúneres muy joven.

Compartimos una sonrisa. Luego tomó mi manopara pedirme una última partida. Por supuesto que se la concedí y me guio a sualcoba.

—Entonces, ¿no te gustan los vatos? —dijode repente luego de algunas peleas.

—No lo sé, creo que aún no me decido, perosiento más afinidad con las morras.

—Pero se supone que eres una morra.

—¿Y eso qué? —Reí. Sin mirarlo podíaimaginar su gesto confuso, le apliqué un supercombo, aprovechando su descuido.

—¡Oye!

—¿Qué? ¿Se te olvidó la pelea?

«FINISHING!», anunció el narrador y luegode una combinación de movimientos, Subzero le arrancó la espina congelada aScorpion. «FATALITY!».

—¡Nooooo! —se quejó Alonso y lanzó elcontrol a un lado mientras yo reía a carcajadas, o le ofrecía una reverenciaburlona— Ya, payasa. ¿Quieres tomar algo?

—Sí, tráeme jugo, por fa.

Alonso me guiñó como respuesta y salió a lacocina mientras yo configuraba la siguiente partida. Un momento después, retiréla atención de la pantalla hacia la puerta y lo encontré contemplándome atento,con una lata de cerveza en los labios.

—Al, no me gusta que tomes licor, eres unchiquillo —rio burlón y lo miré con mala cara—. Sabes que no hablamos deestatura.

—He bebido con papá desde los trece, no tesulfures.

—¡Genial! Hazlo con Alfredo, a mí no megusta, por favor.

Blanqueó los ojos y después se giró,resignado. Lo escuché llamarme mandona y aguafiestas mientras volvía a lacocina. Cuando regresó, trajo consigo dos vasos de jugo.

—¿Te parece mejor así, mamá?

—Excelente, hijo, ahora prepárate para otrapaliza —respondí antes de tomar mi jugo de naranja.

—Veremos.

La voz grave del narrador anunciaba elnuevo enfrentamiento; sin embargo, comencé a sentirme extraña, como mareada ysomnolienta. Mis manos dejaron de responderme y el mando del juego se meresbaló.

—¿Qué pasa? —Me sentí confundida.

Todo se movía alrededor, parecía surreal.Intenté levantarme para salir a mi cuarto, pero no pude dar ni un paso.

—Quieta, hermanita linda, yo me encargo...

—A-Alonso, ¿qué-qué hici...?

Imágenes vagas recuerdo de lo que siguióhasta perder la consciencia por completo. Desperté durante la mañana en sucama, sola, a medio vestir, confundida... con la terrible sensación de que mehizo algo horrible. Mi madre ya se encontraba en la cocina con los preparativospara el desayuno... Me tocó tragarme un grito de frustración y culpa por haberconfiado en él.

Ese día partí a la universidad, llena demiedo e incertidumbre, deseando nunca regresar, con un asco y terror renovadohacia los hombres. Alonso jamás afirmó ni negó nada hasta cerca de un mesatrás, cuando fui a visitar a mamá. Él apareció ebrio, aunque ya no vive en eselugar, se metió al baño e intentó violarme otra vez.

Intento frenar la marea de recuerdos, centrándomeen cada uno de los buenos momentos que he compartido con Flo. Sin embargo, esdemasiado difícil. Las lágrimas ganan. Iván me abraza enseguida.

—Perdón, no quise hacerte llorar, niña.

—Alfredo es un asco, Alonso resultó peorpor su culp...

—No, linda, ya basta de excusar al agresor —meinterrumpe con firmeza, pero en un tono amable—. Además, ¿qué no fue Alfredoquien te lo quitó de encima la última vez?

—Pero, Iván...

—Linda, él ya no es el niño con quiencreciste, Fel, sino un hombre que escogió ser abusivo. Si a ti te hizo esosiendo tan joven, ¿quién dice que no ha hecho cosas peores estos años?

Tiemblo al recordar nuestra infancia y cómoaquel niño se transformó en un monstruo.

—Pero aunque él sea así, no significa quetodos los hombres lo sean —añade Iván y cierro los ojos.

Sé que cada una de sus palabras suenalógica, pero es algo que no puedo evitar. Soy consciente de que Flo es bueno; aunasí...

—Alonso me hizo creer que no era malo, quepodía confiar en él —murmuro contra su pecho.

—Entonces, lo dicho, oficialmente soy unelote. —Vuelvo a reír, Iván besa mi cabeza—. ¿Hace cuánto tiempo que Floris seoculta detrás de DarkSoul?

Me separo de Iván para observarlo, tiene ungesto condescendiente en el rostro. Luego toma mi mano para jalarme al interiorde la habitación.

—¡Está helando afuera, niña! —Nos sentamosen su cama y recuesta mi cabeza contra su hombro—. ¿Crees que él se habríaexpuesto de esa manera con la única intención de lastimarte?

Un silencio largo y pesado aparece.

—No —apenas balbuceo.

—Pediste tiempo para que ambos asimilaranla situación, ya el plazo venció, linda. Él hizo su jugada maestra, es turno deque realices la tuya.

♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡

No me sentía tan nerviosa desde hacedemasiado tiempo. Sin embargo, creo que esta sensación de hoy día supera cualquiera.Camino, intranquila, de un lado a otro en el aeropuerto a la espera de mi vueloa San Antonio. Me siento sobre estimulada, incluso logro escuchar las pisadasde cada pasajero alrededor. Las voces en los parlantes que anuncian las llegadaso retrasos aceleran mis latidos. Las luces me parecen más estridentes que decostumbre y el blanco impoluto de este sitio multiplica la sensación dedemencia.

—Creo que no es buena idea, Iván —le digode repente y él me devuelve una mirada de fastidio—. Quiero decir, tengo cosasque hacer aquí, reuniones por atender...

—Calla boca. Sabes que soy perfectamentecapaz de hacerme cargo, incluso querías mandarme solo, dado tu odio a Santa Mónica.Niña, tú abordarás ese avión, buscarás a ese hombre y esta vez, lo besarás... No,te lo vas a comer, ¡lo vas a devorar!

Me cuesta no reír.

—¿Dónde quedó aquello de "hombre no esgente", eh? —replico con altanería y él se suelta a reír.

—Ya te dije que hay excepciones. —Iván tomami mano para jalarme y me envuelve en un fuerte abrazo—. Todo estará bien, linda.

—Pero... ¿y si no es así? ¿Y si...?

—¿Y si qué? —me interrumpe suavemente—. ¿Ysi aceptas de una vez lo que sientes? ¿Y si te das cuenta de que puedes superartus miedos?

Bajo la mirada, tratando de hallar unaexcusa más, aunque sé que nada funcionará.

—Iván, no quiero dejarte solo con todo eltrabajo.

Él sonríe y niega con la cabeza.

—Hermosa, búscate otra —responde, risueño—.Tú tienes que hacer esto.

Sé que Flo es un buen hombre. Me lo hademostrado una y otra vez, aun así, tengo miedo. Intento no pensarlo, pero Alonsoregresa a mi cabeza. Ese maldito recuerdo me impide confiar plenamente. Ivánlimpia una lagrima escurridiza con su pulgar y besa mi frente. Habla en susurrosque buscan mi calma. De repente, escucho el anuncio por los altavoces:

—Atención, pasajeros del vuelo 476 condestino a San Antonio, por favor, diríjanse a la puerta de embarque doce.

Mi corazón se acelera y siento que elpánico me invade.

—Iván, no puedo. No puedo hacerlo.

Él me toma de los hombros y me mira a losojos.

—Nena, tú puedes. Yo sé que sí. Vamos, te llevohasta la puerta.

Iván aprieta mis hombros desde la espalda yme guía hacia la puerta de embarque. Cada paso que doy siento que mis piernaspesan más, pero su presencia aporta un poco de la fuerza que necesito.Finalmente, llegamos y el agente de la aerolínea sonríe.

—Te auguro un excelente viaje, Fel —diceIván, dándome un último abrazo—. Todo va a estar bien.

Respiro hondo y, con el corazón latiendo amil por hora, entrego mi tarjeta de embarque. Solo espero que no me detenga elmiedo.






♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡

Hola, mis dulces corazones multicolor 💛 💚 💙 💜 💖 un placer volver a saludarlos, pos ya tamos en la recta final, parece mentira. 😭💖 Espero de corazón que hayan disfrutado del viaje hasta aquí. 

Nos leemos lueguito, los loviu so mucho. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top