VII: ¡Qué no seas un pendejo!

—Osvaldo, tendrás un ataque de pánico si no te calmas —me dice Feli con una sonrisa amable, pero solo puedo balbucear un: "ese no es mi nombre" y contemplarlo nervioso.

Quizás tenga razón; no por eso resulta sencillo lograrlo. Hace alrededor de diez o quince minutos culminamos todo el protocolo en el aeropuerto y desde entonces, permanecemos a la espera del llamado para abordar nuestro vuelo. Con cada segundo que pasa, siento estar a punto de hiperventilar.

No temo en sí a volar, aunque ahora que lo pienso «¿qué tal si perdemos los motores, el piloto consigue planear hasta aterrizar en alguna recóndita isla desconocida y nunca más puedo volver a casa? Sin Internet, ni radio o algún medio de comunicación con el mundo exterior».

—Flo, respira.

La voz calmada de Feli me regresa a la realidad y esa tétrica fantasía se desvanece, reemplazada por el rostro apacible de mi mejor amigo. Me aprieta un hombro e intenta hacerme emular su respiración. Asiento en silencio y decido seguirle durante un rato.

Creo que el problema está más ligado a la sensación de alejarme de terreno conocido, sin tener claro qué esperar. Mi cabeza no ayuda y esta decisión empieza a parecerme absurda. «No pienses en nada, solo respira, Florisvaldo», me repito como un mantra, con la vista fija en Felipe hasta alcanzar la suficiente calma como para responderle.

—Feli, no te enojes, pero ¿y si mejor doy media vuelta? —replico en un murmullo.

El amable gesto de Felipe se torna un poco fastidiado o eso me parece. Suspira antes de abrir la boca para hablarme.

—Osvaldo, esto no es un secuestro, eres un adulto libre de hacer lo que se te antoje. Si deseas volver, no voy a oponerme, tal vez no estás listo, pero yo tengo que partir hoy.

Agacho la mirada tras escucharlo y afirmo en silencio. «Creo que será mejor regresar a casa», pienso. Sin embargo, siento un doloroso latido ante esa opción. Imagino el nuevo reproche en la mirada de papá y cierro los ojos con fuerza. «¿Por qué debo ser tan cobarde?».

—Solo una cosa debes tener clara: es tu decisión hacerlo conmigo o no.

—Fe-Feli, yo-yo qui-quiero, pe-pero me-me asus, asusta.

—Bro, sé cómo te sientes —dice en un tono bastante acelerado, pero dudo de sus palabras, es que, él es un tipo osado, no como yo—. Escucha, tenía dieciocho cuando me salí de casa y renté mi primera habitación en un barrio terrible de Santa Mónica...

Levanto la cabeza para observarlo con atención porque eso resulta sorpresivo. Él sonríe un poco nostálgico al asentir. Lo conozco desde hace años, pero es la primera vez que le escucho contarme esto.

—Lo sé, me conociste de veintidós, cuando inicié en la universidad, pero fue un largo trayecto llegar allí. El asunto es, ¿crees que no tuve miedo al salir del lugar en que crecí?

Ladeo un poco la cabeza porque supongo que sí, después de todo, apenas dejaba la adolescencia atrás cuando decidió hacer eso, pero...

—¿Por qué? —creí preguntar para mí mismo, sin embargo, la expresión de su rostro me hace ver que no fue así y claramente me escuchó—. Lo siento, Feli, no quise ser entrometido.

—¿Entrometido? Tonto, te estoy contando algo, es normal que preguntes, de eso se trata tener una conversación —replica con obviedad, en medio de risas y asiento, un poco avergonzado—. A ver, dos razones: La primera, líos con mi padrastro; me harté de su actitud hacía mí. Le agradezco un chingo por enseñarme su oficio de jardinero, eso puedes jurarlo, pero ¿cómo decirlo? Trabajando juntos o más bien, a su sombra, nunca iba crecer y esa es la segunda razón: él solía ignorar cualquiera de mis propuestas, decía que él era el jefe, el que sabía y mi trabajo era seguir sus órdenes, además, un diagrama de diseño era un trozo de mierda; lo mismo opinaba de la universidad, solía decir: "¿para qué perder tiempo en eso, si el tiempo es plata y la vida requiere plata?".

—¡Qué ignorante! —Se me escapa en tono bajo y Felipe ríe a carcajadas.

—Así es y me siente por mi hermanastro, Alonso, le inculcó esa mentalidad, ni siquiera acabó el colegio y hoy en día trabaja como jardinero ocasional en alguna casa, junto con él.

—Feli, tú te saliste de la universidad.

—¡Eso lo sé, no hace falta que lo menciones!

Golpea con fuerza mi brazo y mientras me quejo en bajo, continúa con voz risueña:

—No digo que sea un mal oficio, de hecho, gracias a eso soy lo que soy y tengo lo que tengo, pero siempre aspiré a más y crecer; aun hoy sigo estudiando y aprendiendo, Flo. Lamentablemente, ellos no, se conforman con partirse el lomo para sobrevivir y aunque saben que los aceptaría con brazos abiertos en mi equipo, a pesar de todo... —añade con algo de melancolía, sin mirarme y durante un segundo guarda silencio. Después de un suspiro pesaroso es que decide volver a observarme—. Por orgullo, se niegan a trabajar conmigo.

—¡Vaya! No tenía idea de esto, no sueles hablar de tu familia, salvo por tu mamá en alguna rara ocasión.

—Lo sé, creo que prefiero centrarme en otros aspectos más positivos de mi vida. —Se encoge de hombros y sonríe—. El asunto es, sé que temes estar lejos de casa y que una voz no para de susurrarte el terrible error que has cometido; créeme, lo sé, yo también la escuché muchas veces, no tienes idea de cuántas; pero por más que cueste, debes tratar de hacer oídos sordos y aferrarte a la idea de que vas a estar bien.

—Feli...

—Escucha, tú tienes más a tu favor más de lo que yo tuve en aquel entonces. Para empezar, eres un adulto y cuentas con un trabajo estable que al mismo tiempo es genial porque te permite realizarlo desde cualquier parte del mundo, así que, de hambre no morirás.

Su comentario me provoca una fuerte carcajada y lo veo sonreír complacido por mi reacción.

—Además, no estarás solo, sino conmigo y tampoco te dejaré morir de esa manera.

Reímos juntos. En realidad, sus palabras han conseguido tranquilizarme bastante y él frota mi brazo izquierdo con vehemencia por un rato. Sin embargo, en cuanto escuchamos el llamado para el vuelo, a través de los parlantes, se levanta y una vez más la taquicardia me invade, permanezco anclado al asiento, incapaz de seguirlo.

—Atrévete conmigo, bro —me dice con una amable sonrisa mientras tiende su mano en frente de mí. Dudo por un momento.

A través de los parlantes, volvemos a escuchar un segundo llamado para abordar, pero sigo como roca, con la vista fija en el brilloso café de su mirada que parece suplicarme en silencio seguirlo. Respiro. Después de un largo suspiro, me atrevo a tomar su mano y él contesta con un fuerte apretón antes de jalarme el brazo, sonriente, para hacernos correr hasta la puerta de abordaje.

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El vuelo a San Sebastián transcurrió sin contratiempos, aunque mi mente, en su infinito deseo de joderme, no paró de mostrarme los peores escenarios, mismos a los cuales Feli respondió risueño.

—Osvaldo, solo es un vuelo de cuarenta y cinco minutos, creo que más demorarías en el baño, tranquilo —me dijo entre risas.

Procedió a convidarme uno de sus audífonos mientras recostaba mi cabeza en su hombro para ver juntos una tonta comedia en su pantalla. Así pasamos el vuelo, con la ansiedad latente dentro de mí, aunque debo admitir que ese aroma a día lluvioso que suele brotar de él, también ayudó a serenarme bastante.

En cuanto aterrizamos en San Sebastián, me saqué una chaqueta ya que el clima aquí es considerablemente más cálido, a diferencia de mi natal San Antonio y es obvio, estamos más cerca de la costa que de las montañas. Nos recibió el asistente de Feli, un lindo y delgado chico moreno quien por un instante pareció desplazarse en cámara lenta. Tuve que sacudir la cabeza para regresar a la realidad. Sus facciones son delicadas, tendrá unos veintitantos años; aunque viste ropa formal, lleva abierta la chaqueta del terno gris, lo que le aporta un estilo más casual.

—Te doy la bienvenida, Fel, espero que hayas disfrutado el vuelo y tu semana de vacaciones —le dijo sonriente a mi amigo antes de dirigirse a mí con la misma cortesía—. Un placer conocerte, al fin, Florencio; suele hablarme mucho de ti, soy Iván.

—Ese no-no es mi no-nombre. —Me costaba hablarle y ni siquiera entendí el motivo, él sonrió al disculparse por el error—. Además, el pla-placer es mío y ta-tampoco tenía idea de eso.

Observé a Felipe, extrañado por las palabras del chico, me pareció raro ese comentario. Él se encogió de hombros y curvó los labios en una sonrisa para restar importancia.

—Eres mi mejor amigo y compartimos custodia. Apropósito de eso, toma —le dijo a su asistente mientras le entregaba el transportador de Rafa.

En cuanto abandonamos el aeropuerto, los escucho hablar acerca del proyecto que llevan a cabo en dicha localidad y solo puedo pasar la vista de uno al otro desde el asiento trasero del auto conducido por Iván, en ese intercambio de palabras que mantienen. Durante algunos momentos, el chico se dirige a mí mientras Feli atiende llamadas. Me gusta platicar con él, su sonrisa es cálida y me aporta seguridad, como si lo conociera desde hace mucho.

El trayecto resulta toda una locura, pero sin duda, ver a mi amigo en su papel de jefe es motivo de orgullo y a la vez algo de envidia, pues quisiera tener esa elocuencia, firmeza y carisma que demuestra al expresarse.

—Florisvaldo, ¿lo dije bien? —pregunta Iván y sonrío al afirmar en silencio— ¡Maravilloso! Seré tu guía turístico mientras Fel se encarga de asuntos de trabajo, espero no incomodarte.

Iván me contempla desde el retrovisor al hablar y aunque ha sido amable, siento que mi corazón se acelera; así que, volteo el rostro hacia Feli, quien atiende una llamada. Parezco un chiquillo que busca aprobación, creo que solo me siento algo cohibido por la personalidad del joven.

—¿O prefieres ir a ver el avance del proyecto conmigo? —dice Feli al girarse hacia mí con el teléfono aún pegado a la oreja, luego de silenciar la llamada— Solo pensé que quisieras pasar un rato a descansar en el hotel.

—Oh, no-no, cre-creo que estaré, estaré bien —respondo nervioso. ¿Por qué tengo que ser tan inseguro?

Felipe sonríe y luego de indicarme que intentará desocuparse temprano para comer juntos, retoma su llamada. Acaricio a Rafa en cuanto levanta la cabecita de mi regazo para mirarme con esos enormes y penetrantes ojos amarillos que parecen estudiarme. Temo una de sus mordidas a traición.

Sin embargo, vuelve a acomodarse y siento su cuerpo vibrar, sé que ronronea complacida, aunque no logre escucharla debido a la plática de mi amigo y su asistente. Sonrío sin apartar la mirada de ella porque me hace bien tocar su suave y frondoso pelaje, de algún modo me hace sentir más sereno, «desearía que mantuvieses esta docilidad a diario y no solo en presencia de tu padre», pienso mientras continúo pasando mi mano sobre su lomo.

Tras un trayecto repleto de enormes edificaciones, casinos, tiendas, marquesinas, luces y color, incluso a pleno día; llegamos al hotel, un lugar elegante, aunque sin rayar en lo opulento, con una fachada de estilo contemporáneo dominada por cristales tipo espejos, un vistoso jardín frontal con laguna artificial y amplios espacios luminosos al interior. «¡Es hermoso!», pienso, pasando la vista de un lado a otro sin lograr concentrarme en un sitio fijo. Al mismo tiempo, me cohíbe la cantidad de personas alrededor, no esperé encontrar tantas.

Un suspiro de pesar se me escapa, pero resulta suficiente para captar la atención de Iván, quien por un instante se detiene en frente de mí y busca mis ojos con los suyos.

—¿Todo bien? —pregunta en tono bajo y afirmo en silencio, algo nervioso.

—Respira, bro —susurra Feli a mi lado antes de retomar la marcha.

Desde el mostrador de roca blanca pulida, un par de sujetos saludan a Felipe con cortesía, también a Iván, una vez se ha girado y continúa su camino, sin soltar mi brazo para hacerme andar. Es él quien se encarga de presentarme y de inmediato, los anfitriones se ponen a mi disposición. El chico me obsequia un guiño y una pequeña sonrisa conforme nos dirigimos a las habitaciones.

Felipe palmea mi espalda antes de meterse a su alcoba en compañía de Rafa, no sin antes recalcarme que comeremos juntos. Iván va conmigo hasta mi recámara mientras me cuenta que él vive cerca, así que podremos salir por allí y conocer. Casi no puedo decir ni una palabra porque habla mucho y en segundos, eso me causa gracia.

—Bueno, galán, espero que estés cómodo y disfrutes tu estancia.

No sé por qué, pero siento una cálida sensación en la cara con solo contemplar la atenta mirada de Iván. Sus ojos parecen de un caramelo tostado y brillante, muy dulces.

—Gracias, Iván.

—Última oportunidad, galán, ¿te quedas a descansar o prefieres que te lleve a pasear, luego de dejar a Fel en la obra?

—De nuevo, gra-gracias, pero por ahora cre-creo que paso.

—Está bien, almorzamos después, guapo.

Me guiña un ojo como despedida, lo que incrementa el calor en mi rostro. Veo a Iván girarse e ir hacia la habitación de Felipe. Siento deseos de darme una cachetada mental tras el gesto de asombro que me devuelve al descubrir la dirección de mi mirada, pero juro que no soy un depravado, solo resultó inevitable observar por un instante su abultado trasero mientras se alejaba. De nuevo me arde la cara.

—Lo siento —me disculpo en bajo, pero él solo ríe con fuerza mientras golpea la puerta de mi amigo como el propio desquiciado.

Su actitud es divertida. Es muy vivaz, quizás por eso se lleva tan bien con Felipe. Cierro la puerta, sonriente, y me dejo caer sobre la mullida cama para descansar un rato.

—Uuuuf, cuánta suavidad y comodidad.

Toda la habitación es confortable y esa combinación de colores blanco, arena y amarillo oro le aporta una calidez excepcional. Sin duda, es relajante. Un bostezo se me escapa.

Decido escribirle a Deshojo y contarle sobre mi improvisado viaje, cuesta no sonreír en este momento, a pesar del miedo con el cual inicié el día. Quizás se deba a haber conocido a Iván o que al fin tengo un rato para intentar chatear a solas, aunque ni siquiera está en línea; me hace feliz contarle porque sé que va a emocionarse.

Un nuevo bostezo se me escapa tras escribirle y cierro los ojos, ni siquiera sé cuánto tiempo ha transcurrido, pero la voz más meliflua que alguna vez he escuchado me saca de la ensoñación.

—Disfruta el viaje, galán —dice con algo de coquetería y de inmediato me siento en el borde de la cama.

—¿Deshojo?

Su delgada figura está de pie frente a mí, siento el calor de sus manos sobre los hombros. Contemplo, extasiado, su abdomen y ese hermoso tatuaje florar que bordea su ombligo.

Intento levantar la cabeza para ver su rostro, pero es imposible, sus manos lo impiden, me obligan a mantener la vista en su vientre plano.

—Deshojo —murmuro como una súplica, pero de nada sirve, la presión permanece—. Oye, libérame, solo quiero verte...

Su voz se extingue y únicamente permanece esa presión a mi cabeza que se intensifica cada vez más, hasta que un fuerte sonido me hace reaccionar. Me siento de golpe, con la respiración acelerada, una notificación tras otra resuena en el celular. Reviso el aparato y todavía temblando, descubro que se trata de WhatsApp, para ser exactos, son mensajes insinuantes y por último, un meme de Homero Simpson que Felipe me envió donde se lee: "con resultados sexuales", lo que me arranca una risa nerviosa, pero boba porque hace referencia a Iván.

Florisvaldo: ¿qué dices? Recién lo conozco.

Felipe: pues le causaste una muy buena primera impresión. 😏

Florisvaldo: tonto 🙄

Hablar con él me provoca gracia y el susto producido por ese sueño empieza a aminorar. Aunque Feli me fastidia, no puedo negarlo, también me llama la atención Iván.

Florisvaldo: ¿Te dijo algo de mí o qué?🤔

Felipe se desconecta, probablemente recibió una llamada; así que, decido hacer el teléfono a un lado y sacar la laptop para trabajar un rato en esa aplicación de gestión escolar que he tenido pendiente, necesito ocuparme y dejar de pensar en ese raro sueño, más aún porque tengo la loca idea de que en medio del forcejeo vi la cara de Iván. Sacudo la cabeza.

Sin duda, estoy hecho un lío. Me pierdo en el código largo rato y únicamente despego la mirada de la pantalla, tras escuchar una serie de notificaciones en el celular que me apresuro a revisar, pues se trata de la app, lo que se traduce en una posible respuesta de Deshojo.

DeshojoLaMargarita: 👏👏👏👏👏 ¡Amoooo! Qué noticia maravillosa, galán.

DeshojoLaMargarita: Te dije que avances a pasitos de bebé, pero me dejas en shock, guapo.

FuckTheFlowers: ¡yo estoy en shock!😱 Aunque a ratos deseo volver.

DeshojoLaMargarita: tú tranqui, galán, y solo disfruta. 😊💖

No puedo dejar de sonreír.

FuckTheFlowers: Aunque fue una decisión de último minuto y desee regresar cada dos por tres, te prometo hacerlo, disfrutaré e intentaré relajarme.

DeshojoLaMargarita: ¡eso, galán! 💪💪💪 Así se habla.

FuckTheFlowers: sería aun más genial poder verte y compartir contigo este viaje. 🙊

No tengo idea de dónde salió eso, pero siento un increíble ardor en el rostro. Deshojo no dice otra cosa, a pesar de permanecer en línea y me golpeo la frente con el celular ante mi tontería.

FuckTheFlowers: lo siento, me sobrepasé. 🙈

DeshojoLaMargarita: No te disculpes. Me tomaste por sorpresa.

DeshojoLaMargarita: Me gusta platicar contigo, pero no creo poder lidiar aún con un encuentro. Solo espero que lo entiendas.

FuckTheFlowers: por supuesto que sí y tampoco pienso presionarte, creo que me envalentoné.

DeshojoLaMargarita: Tranquilo, galán. Todo a su tiempo. 😊Iré a almorzar, te veré cuando te vea. 😉

Y dicho eso se desconecta. Un suspiro se me escapa, fijo la mirada en el techo por largo rato. Vuelvo a revisar mi celular para stalkear sus últimas fotografías, sonrío. Es la primera vez que veo una imagen de su mirada, un close UP de sus ojos cafés brillantes como caramelo tostado al fuego, cálidos y a la vez resultan muy familiares, como si los conociera de otra vida. Una leyenda acompaña la toma: «hoy me gusta lo que veo».

—Y a mí —susurro tras un suspiro.

El WhatsApp capta mi atención y vuelvo a sentir que la cara me arde gracias a las insinuaciones de Felipe, aunque al mismo tiempo, los nervios carcomen todo dentro de mí porque dice que almorzará con el cliente e Iván viene en camino a buscarme.

Felipe: Disfruta tu comida 😏

Florisvaldo: Deja de ser un pendejo.

Felipe: 😏😏😈

Decido apelar a la lástima para hacerlo sentir mal y que así deje de molestarme.

Florisvaldo: prometiste acompañarme en este viaje, pero recién llegamos y ya me abandonas. 😔

Florisvaldo: debería volver a casa. 😮‍💨

Felipe: pido perdón 🙏 juro que solo será esta vez. 😭

No puedo evitar reír.

Felipe: sé que te sientes traicionado y en serio, lo siento. 😔

Felipe: a cambio, te dejo en muy buenas manos 😏😏😏

—Pedazo de idiota —murmuró, sonriente.

Florisvaldo: ¡Qué no seas un pendejo! 😠

Felipe: solo digo lo obvio 😏🍆 💦

Florisvaldo: ¡jódete!

Hago el teléfono a un lado. Decido levantarme de la cama para asearme y esperar a Iván. Aunque recién lo conozco, me agrada, pero siento muchos nervios y algo de ansiedad a la vez. Sin embargo, tampoco tengo chance para calmarme un poco, ya que escucho golpes en la puerta, seguidos por la voz del chico y no me queda de otra más que salir a su encuentro.

Su rostro se ilumina con una radiante sonrisa, ni qué decir del brillo en sus ojos. Ahora trae los botones superiores de la camisa sueltos y sus perfectos rizos negros que antes ataba en una coleta, caen alrededor de su rostro. Sin duda, luce más increíble.

—Espero no te moleste que sea solo yo, guapo. Fel accedió a salir con su cliente...

—Ni-ni modo, lo-lo sé —le interrumpo sonriente.

Iván jala mi brazo para arrastrarme hasta el ascensor, pero primero hacemos una escala en la habitación de Feli y así buscar a Rafita quien nos acompañará a un restaurante especial Pet friandly. Mientras él llama a la gata para meterla al transportador, camino alrededor de la recámara y capta mi atención algo rosado en el guardarropa de Feli. Me acerco para agarrarlo porque parece como unas mallas deportivas; sin embargo, el chico se encarga de cerrar la compuerta, una vez tiene a Rafa consigo, y vuelve a jalarme del brazo hacia el corredor.

—Tú no viste nada, galán —dice sonriente.

—¿De verdad? —respondo irónico— ¿Por qué Feli tendría...?

—Guapo, no es raro que Fel traiga chicas.

Ladeo la cabeza, confundido, porque recién llegamos y solo pasó a cambiarse. ¿En qué momento metió una chica aquí?

—Fel, prácticamente renta esta habitación, le he dicho que bien podría tener un departamento aquí en la ciudad...

—Pero teme echar raíces... —Completo su argumento y él afirma con una sonrisa mientras retomamos rumbo hacia el ascensor—. Típico. Le gustó mi pueblo, lo dijo; sin embargo, se puso nervioso con la sola idea.

—Me sorprende que Fel haya soportado una semana de vacaciones allá —réplica entre risitas que yo secundo—, es alguien que necesita estar en acción todo el tiempo, tú eres el único motivo por el cual sería capaz de bajar revoluciones. Y no le culpo.

Sus palabras y forma de mirarme provocan una nerviosa sonrisa. Por algún motivo pienso en los mensajes con Felipe y siento las mejillas calentarse. Contemplo a Iván y él también a mí en silencio, largo rato. «Hoy me gusta lo que veo», las palabras de Deshojo hacen eco en mi cabeza ante el tono caramelizado de esos ojos que solo se apartan de mí en cuanto la campanilla del elevador suena, anunciando que hemos llegado a nuestro destino.

—Vamos.

Iván me jala el brazo para guiarme hasta el auto y aunque siento nervios, empiezo a creer que la pasaremos bien, juntos.



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Hola, mis dulces corazones multicolor, 💛 💚 💙 💜 💖 ¿cómo les va? **aparece épicamente tras más de un mes de desaparición** espero hayan disfrutado el capítulo y bueno, les esté gustando la historia hasta este punto, si es así comenten con confianza y si no, pos ajá, nadie les obliga a quedarse 🔪 🔪🔪😂

Los loviu so mucho y pos, nos leemos lueguito. 😊💖

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