VI: ¡¿Qué, no soy buen hijo?!
—Osvaldo, ¿me pasas la salsa? —pide Felipe mientras cenamos, lo hago sin pensar y ni siquiera soy consciente de que mi padre ha parado de comer hasta que deja caer los cubiertos sobre su plato, Feli y yo lo observamos, confundidos, porque luce molesto.
—¿Qué es eso de Osvaldo? —inquiere papá y otra vez quiero putear a Felipe— Su nombre es Florisvaldo, igual que mi padre y su abuelo antes que él...
—Don Jacinto, lo siento, es solo de cariño, no se altere —le interrumpe Felipe, sonriente, buscando contener el descargo inminente, pero es tarde, papá, no se callará por largo rato.
—Una tradición familiar, transmitida de abuelo a nieto; ningún Osvaldo, ¿eso qué significa? ¡Nada!
Es que sí, mi fantástico nombre se remonta a unas cuantas generaciones atrás. Aquel Florisvaldo fue el primer florista de la familia, fundador de la florería y así comenzó todo esto de la tradición, los nombres de flores y encargarse del negocio que quizás entonces generaba ingresos suficientes, pero ahora, no es más que una carga. A pesar de que mi padre se niega a ver esa realidad. Suspiro con pesar antes de responder.
—Sí, papá, lo sé; ya, comamos tranquilos.
—Estas generaciones y su Internet ya no respetan ni siquiera las tradiciones familiares. Primero: me sales con eso de que te gustan "también" los hombres, como si no supiera lo que eso significa...
—¿Qué, papá? ¿Qué significa, según tú?
—¡Tú sabes bien! Así que ni hablemos de las esperanzas de conocer un nieto tuyo porque, con suerte, ¡se reducen a la mitad! Pero claro, ahora es la moda, todos con todos...
—Papá, ya. No tiene que ver con modas, para —suplico con los ojos cerrados mientras me aprieto el puente de la nariz, pero de nada sirve, no hay quien lo detenga. Mi corazón se acelera, estoy a nada de hiperventilar. La mano de Felipe se posa en mi espalda, como un intento por calmarme y ese simple gesto consigue sofocar un poco la tensión dentro de mí. De soslayo, leo en sus labios un "lo siento".
—Don Jacinto, lamento haberlo alterado... —Es Feli quien enfrenta a mi padre. Le pido a Dios, al cielo y todos los santos que no diga algo que termine de sepultarme—. Pero de verdad, mi bro no está faltando a las tradiciones familiares porque yo le llame del modo que lo hice, de hecho, siempre me regaña por decirle así, ya que se siente orgulloso del nombre heredado de su abuelo.
Siento deseos de reír luego de escuchar la convicción con que Felipe le habla a mi padre, pero si lo hago, todo se irá al retrete. Durante un rato, papá no dice nada, con discreción lo observo y noto que mantiene la vista fija en mi amigo. Trago saliva, creo que no se comió ese cuento.
—¿Eso te ha dicho? —le responde mi padre y Felipe asiente con seguridad— Pues aquí siempre ha dejado claro su aversión.
—Don Jacinto, es que usted no lo comprende, él solo quiere encajar y toda la vida le ha tocado cargar con burlas debido a su nombre poco común, eso lo ha llevado a profesarle odio; pero le digo, a mí, siempre me ha dicho que debo llamarle Florisvaldo.
Papá no dice nada, niega con la cabeza mientras ve a Felipe y luego agarra sus cubiertos, de nuevo. Después de pasar un bocado, me señala con el cuchillo.
—¿Eso es así? ¿Se han burlado de ti por el nombre de tu abuelo? —pregunta, confundido, niego con la cabeza y sonrío para tratar de restar importancia.
—Sí, pa, pero ya no importa, comamos.
La cena continúa en medio de pláticas banales o anécdotas de Feli y sus viajes de trabajo que se ganan toda la atención de mis padres, de hecho, lo observan con gran admiración.
—Felipe, tu madre debe sentirse muy orgullosa por todo lo que has logrado —dice mamá, sonriente y él le devuelve el gesto.
—Estoy de acuerdo —añade papá—. Tú sí sabes el valor de un negocio porque has luchado por él con uñas y dientes, igual que lo hizo el tatarabuelo Florisvaldo cuando fundó "Las Flores de Jacinto".
Felipe sonríe y toma un poco de vino. Sin embargo, la tranquila cena adquiere un tinte medio oscuro cuando papá comienza a quejarse por perder un contrato para un evento grande, ya que necesitaba más manos en la florería y claro, es mi culpa por no saber juntar flores. Porque a la oveja negra le vale muy poco el negocio familiar. Bajo la cabeza y mantengo la vista en mi plato.
—¿No ha pensado en contratar personal? —le dice Feli a mi padre, aunque sigo con mirada gacha, puedo notar la sonrisa en su voz— Hay empresas encargadas de gestionar recursos humanos temporales, podría serle de gran apoyo para estos casos.
—Felipe, gracias por la sugerencia, pero este es un negocio familiar; ¿cómo seguiría siendo así con un montón de extraños rondando por allí, haciendo lo que todos mis hijos deberían? Si toda la familia colaborase, la florería no estaría quedando al borde del olvido.
—Comprendo su punto, pero los tiempos cambian, créame, esto sería beneficioso para usted y su negocio.
—Si tu amiguito "Osvaldo"... —Mi padre se expresa con tono burlesco y fijo los ojos en él—. No pasará el día, perdiendo el tiempo con esa Internet, todo sería distinto.
Siento la ansiedad crecer como una presión o vacío en el pecho y una aceleración en mis latidos. En cambio, Felipe ríe por lo bajo y no se amilana al responder.
—Don Jacinto, no quiero sonar burlón, grosero o siquiera darle la contra, pero usted lo ha dicho, era un evento grande. Ni aunque Flo fuese un as en floristería habrían logrado cumplir la demanda.
—Tú no conociste la buena época de este negocio, Felipe. De niños, Narciso, Petunia y yo trabajábamos junto a papá y el abuelo Jacinto en cada proyecto... —Mi padre suspira, resignado—. Nunca nos faltó nada y los clientes nos recomendaban, satisfechos.
Felipe sonríe ante la historia de mi padre, pero solo guarda silencio mientras consume un poco de vino, una vez pasado el trago le responde.
—Debió ser una bonita experiencia familiar —le dice con amabilidad, mi papá sonríe y afirma en silencio—. Sin embargo, don Jacinto, antes no existía la oferta, accesibilidad, ni mucho menos, los mismos recursos con los cuales contamos hoy en día.
Mi padre se cruza de brazos y observa a Feli con atención, algo receloso, pero él saca su celular, luego de teclear un momento continúa.
—Quien contrataba algún servicio se atenía a las esperas respectivas, pues la oferta no era tanta, así que recurría a los empresarios locales. En estos tiempos, todo mundo está acelerado y conseguir lo que desean en el tiempo y costo justo está al alcance de un tap.
Felipe gira su celular para mostrarle a mi padre todo un listado de floristas, florerías y decoradores en línea; papá no se ve muy contento. Si ya, de por sí, odia la Internet y todo lo que se vincule a esta, no quiero ni imaginarme luego del discurso de mi amigo.
—Sé lo que le digo porque compartimos el mismo ámbito, de cierta forma.
Observo a Felipe mientras habla, la manera en que refuta cada argumento de mi padre con base en la realidad hasta conseguir callar al viejo y dejarlo rascándose el mentón, pensativo. En ese momento, mi amigo y yo compartimos una veloz mirada, me devuelve un fugaz guiño. En serio, a veces quisiera ser más como él.
—Hagamos algo, le daré el contacto de una empresa que me apoyó en un par de proyectos que realicé aquí en el pueblo, podría serle de utilidad.
Felipe se levanta para entregarle una tarjeta a papá y posteriormente excusarse un instante con la intención de ir al baño. La tranquila cena retorna, lo que resulta estupendo, puedo respirar en paz. Reímos y hablamos largo rato.
Me llama la atención que papá contempla e inspecciona esa tarjeta con curiosidad antes de guardarla en el bolsillo de su camisa. Parece interesado en la propuesta de mi amigo, supongo que eso es bueno.
Sin embargo, siento escalofríos en la nuca y mi corazón late más rápido al escuchar a mamá comentar acerca de los preparativos para la boda de Hortensia porque sigo sin pareja. Entonces, una notificación suena en mi celular, aunque me hace saltar por lo repentino, sonrío, pues corresponde a la app. Me apresuro a revisar.
DeshojoLaMargarita: Hola, galán, espero no importunar. 😬
FuckTheFlowers: Eso nunca, tus mensajes siempre son bienvenidos.😊 ¿Todo bien?
DeshojoLaMargarita: La verdad, no sé, galán...😔 En realidad, pasé un mal rato y ni siquiera sé por qué decidí escribirte.
Siento una presión en el pecho ante sus palabras.
FuckTheFlowers: No te disculpes, cuéntame, ¿qué ocurre? 😕
DeshojoLaMargarita: yo ni siquiera sé, quiero decir, me enerva la hipocresía de la gente, cómo son capaces de actuar para convencerte de su gran apoyo, pero luego hacer comentarios despectivos acerca de quién eres o cargarte con mierda y... 😮💨
DeshojoLaMargarita: ¿Sabes qué? Olvida lo que dije, lamento molestarte. 👋
FuckTheFlowers: Espera, no me molestas..
—Diablos, maldición —murmuro por inercia en cuanto se desconecta.
—¿Ahora también maldices en la mesa? —Las palabras y el tono enojado de papá captan mi atención, mis latidos vuelven a acelerarse— Andas de enamorado con ese Internet, en lugar de buscarte una novia real. ¿Qué llevarás a la boda de tu hermana? ¿La computadora?
—Papá, las cosas no son así.
—Claro. ¡Nada bueno sale de ese Internet! —Mi padre habla exaltado y vuelve a tirar sus cubiertos sobre el plato, el impacto del metal contra la porcelana me molesta en los oídos y siento mi respiración acelerarse.
—Cálmense —pide mi madre con voz dulce—. Jacinto, Floris, no hay por qué pelear.
—¡Mamá, yo no estoy peleando! —Levanto la voz, aunque me falla el aliento—. ¡Contesté un mensaje!
—Ya, cariño, tranquilízate. Guarda ese celular, estamos compartiendo en familia.
—¡Déjalo! Que siga con su Internet, se case con el celular y que encargue a los nietos por paquetería. Total, ya rarito nos salió.
—Contigo... no, contigo no se puede razonar. —Me levanto de la mesa sin importar los llamados de mamá, pese a tener la respiración entrecortada.
Camino hacia mi habitación, apoyado en la pared porque ¡Dios!, siento que me falta el oxígeno y podría caerme. Por fortuna, me encuentro con Felipe que viene de regreso; al ver mi estado y ojos temblorosos, me sostiene y decide jalarme para ir fuera de casa por un poco de aire. Noto que arruga el rostro en cuanto pasamos a un lado del salón comedor y escucha las palabras de papá, sigue sin calmarse, aún realiza comentarios acerca de mí, aunque mamá trata de tranquilizarlo; así que, termina de llevarme al exterior.
—Osvaldo, mírame, concéntrate en mí —me dice Felipe con calma, está parado en frente, sosteniéndome los hombros—. Cuenta hasta diez y respira conmigo, vamos...
Afirmo con la cabeza o eso creo porque me siento muy nervioso. Aunque me duele el pecho e incluso quiero gritar, decido seguir a Felipe: contamos juntos y replico su respiración.
Poco a poco la calma comienza a retornar, el dolor en mi pecho también merma paulatinamente.
—¿Te sientes mejor, Osvaldo? —pregunta en tono bajo y preocupado— ¿Quieres que te busque una pastilla?
Niego en silencio, concentrado en la respiración hasta conseguir serenarme.
—¿Qué ocurrió, Flo? Todo estaba bien cuando me fui.
Me suelto de Feli y camino por el patio, él viene tras de mí. Observo la entrada de la florería, me fijo en el maldito cartel superior donde se lee «Las flores de Jacinto», siento ira.
—¡Aaaaah! —grito enojado ante la atenta mirada de Felipe— ¡¿Qué hice, eh?! ¡¿Qué, no soy buen hijo?!, el único con una profesión de verdad, incluso me gradué con honores en la universidad, tengo un maldito trabajo estable, apoyo en los gastos y con todo en la casa, ¡sostengo esta estúpida florería! —Pateo la compuerta metálica del negocio familiar, varias veces hasta provocarle una abolladura—. Cierto, soy un desastre para conseguir pareja, tampoco sé armar un maldito arreglo floral como el buen Nardo... —Vuelvo a patear la compuerta—. ¡Ah, sí! Soy bi, vivo en la misma alcoba que he tenido desde la infancia y me cuesta socializar, ¿pero eso automáticamente me hace patético? ¡Ni me respondas!
Felipe no dice una sola palabra, me abraza fuerte en un intento por tranquilizarme, de nuevo. Por largo rato no reacciono, cuesta comprender su gesto; pero cuando lo hago, acabo por llorar sobre su hombro como la propia nenita, ¿por qué tengo que ser así?
—No eres patético —dice en tono bajo y me aferro más a él al llorar—. Eres un tipo espectacular, te lo juro, pero es necesario que tú lo creas también.
—Eres el primero que suele burlarse.
—¡Soy tu mejor amigo! Es mi deber —replica burlón y una risita nerviosa se me escapa—. Mi propuesta sigue en pie, Osvaldo. ¡Vente conmigo, lo necesitas!
Mi risa nerviosa no se detiene, pero admito que en este instante, su propuesta suena tentadora.
—¿A dónde iríamos, eh?
—¿Eso importa? —contesta sonriente.
—No soy como tú...
—Claro que no, tú eres genial. —Me aprieta más fuerte y yo a él—. A ver, mañana saldríamos a una reunión aquí cerca, en San Sebastián...
—¿San Sebastián? ¿A eso le llamas cerca? ¡Es otro jodido estado! —le digo, nervioso, escucho a Feli reír— Cerca queda el Starbucks, idiota.
—Bueno, pero hablamos de viajes, tonto, ¿comparte frontera con San Antonio o no? —Sus palabras me hacen reír—. Será bueno alejarte un rato de todo esto.
Felipe palmea varias veces mi espalda y es allí que rompemos el abrazo, me devuelve una sonrisa en cuanto nuestros ojos se encuentran.
—Gracias por estar aquí, Feli.
—No tienes por qué agradecer, recuerda que me quedé por mi linda Rafita; pero ya que estoy, pos te apoyo. —bromea al hablar y lo empujo—. Vamos a empacar, tonto.
Felipe me jala y corremos de regreso al interior, creo que está más emocionado que yo. Al pasar por el salón, descubrimos que mis padres ya se han ido a su habitación y agradezco al cielo por eso, lo último que deseo es otro enfrentamiento.
No tengo idea de cuánto tiempo dure el viaje, aunque Feli me reafirma en todo momento que siempre puedo regresar a casa cuando sienta que ha sido demasiado nomadismo para mí, lo cual me hace reír.
—Lleva ropa como para una semana, entre formal y casual, abrigos también —me dice mientras observo, extrañado, cómo guarda las cosas de Rafa en un bolso—. ¿Qué? ¿Piensas que nos iremos sin ella?
—Feli, pero fuiste tú quien dijo...
—Lo sé, tendrá que acostumbrarse a viajar —responde entre risas, mientras levanta a Rafa de su torre—. ¿Verdad que sí, hermosa? Te vas de viaje con tus papis.
—¡Qué no soy su padre, idiota!
—Bueno, tu malvado niñero irá con nosotros, princesa.
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La alarma se encendió a las seis de la mañana, pero peor que cualquier tono resultaron los maullidos incesantes de Rafa, quien subió a la cama con un desespero, el cual solo podría comparar al de un niño ansioso por salir a sus vacaciones soñadas. Me giro en la cama con toda la intención de agarrar a la gata y echarla al suelo, es allí que veo el gesto apacible de un Feli dormido que me transmite un montón de paz con solo observarlo. A pesar del fastidio por el escándalo de su adorada princesa y ese ridículo gorro que, él, suele usar para no estropearse el cabello al dormir, sonrío mientras me pregunto cómo puede seguir así de tranquilo.
—Osvaldo, no seas mirón —balbucea medio dormido y resulta inevitable reír.
—Oye, son casi las siete, bello durmiente.
Le toma algunos segundos procesar mis palabras, pero al hacerlo, abre los ojos como poseído y se levanta de un salto, exaltado.
—¡¿Cómo que casi las siete?! ¡Osvaldo, hay que correr!
Dicho y hecho, parece una bala. Vuela por toda la recámara, da saltos de aquí para allá mientras busca su toalla y cosas de aseo, hasta encerrarse en el baño para alistarse. No puedo parar de reír desde la cama, pero mi risa burlona muere en cuanto Rafa sube sobre mí y me muerde la nariz.
—¡Aaaaay!, gata desgraciada, ¡te mataré!
—¡Lo mereces por burlón y flojo! —vocifera Feli desde el baño— ¡Apresúrate, tonto, debemos tomar un avión!
En cuanto nos alistamos, Feli llama a un taxi y luego se encarga de meter a Rafa en su bolsa transportadora para el viaje. Una vez salimos de la alcoba, nos dirigimos hacia la salida; entonces, encuentro a papá en el salón, levanta la vista por encima del diario que lee para contemplarme, extrañado. Mamá traía una bandeja con café desde la cocina, pero esta acaba en el suelo ante la impresión de verme alistado y con equipaje en mano, a punto de partir. Sus ojos ambarinos tiemblan.
—Doña Ámbar... —Se apresura Felipe a hablar e incluso toma la mano de mi madre, ella lo observa un poco confundida antes de volver a fijar su nerviosa vista en mí—. Muchas gracias por su atención y amabilidad durante estos días.
—Sí, Felipe, eres bienvenido cuando gustes —le responde mamá, pero su tono suena algo roto, está a punto de llorar—. Floris, ¿qué es esto? ¿Acaso te vas de casa? —me dice, temblando.
—Mamá...
—¡Déjalo qué se vaya, mujer! A ver si así se olvida de esa Internet.
—¡Jacinto! —le reprocha mi mamá y las lágrimas contenidas brotan libres— Mi Floris, no tienes que irte; hijito, esta es tu casa, las cosas se salieron de control anoche, pero nadie te está echando.
Me apresuro a abrazarla y besar su frente.
—Tranquila, mamá, solo viajaré un tiempo con Felipe.
—Pero te llevas hasta a Rafita...
—Lo siento, doña Ámbar, eso es mi culpa —interviene Felipe, sonriente—. Yo decidí llevarla con nosotros para compartir más con ella y tampoco dejarles a ustedes esa carga.
—Entonces, no te vas de casa, ¿verdad, Floris? —indaga mi mamá con la mirada esperanzada y niego en silencio— Hijito, ¡qué susto!
—Mamá, ¿quién te entiende? Siempre dices que debo salir, buscarme una novia o volver con Corde y llenarte de nietos, pero mírate.
—Lo sé, hijito, pero pensé que estabas enojado.
Vuelvo a abrazarla fuerte hasta escuchar al frente la bocina del taxi, Felipe se despide de mis padres, incluso va con papá para darle un apretón y recordarle que contacte a esa empresa de la cual le habló. La sonrisa de mi padre se ve genuina y hasta refleja el gran orgullo que siente por mi amigo, creo que jamás me ha mirado de esa manera. Cómo sea, en cuanto libero a mi madre, voy con él, pero apenas y me expresa un "buen viaje" antes de alejarse en su silla de ruedas, decepcionado.
Suspiro con pesar y después de plantar un último beso a la frente de mamá, salgo de casa. Siento el corazón a todo dar al encontrarme en el exterior, peor aún cuando la puerta se cierra tras de mí. A pesar de que Felipe sonríe desde el vehículo y sus ojos parecen decirme: "estoy aquí para ti, no temas", me asusta. Camino hasta el taxi a paso veloz y le doy una última mirada a esa casa que ha sido mi hogar y refugio.
Noto la figura de mi madre parada en la ventana, luce llorosa, pero le digo al taxista que avance antes de que me arrepienta.
Así, mi refugio va quedando atrás, siento hiperventilar. Por fortuna, no estoy solo y volteo el rostro hacia Feli en cuanto me aprieta un hombro como un intento de transmitirme fuerza.
—¿Listo para una nueva aventura, Osvaldo?
Pese a sentirme intranquilo, replico su sonrisa y afirmo con la cabeza en silencio. Acabo de dar el primer paso de bebé fuera de casa con destino a donde mi mejor amigo me lleve, espero aguantar su ritmo y no acabar arrepentido por esto.
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Hola, mis dulces corazones multicolor, 💛 💚 💙 💜 💖 un placer volver a leernos, espero hayan disfrutado del capítulo y de ser así, díganlo con confianza.
¿Qué creen que pase en ese viaje? 😅 🙈
Nos leemos lueguito, mis corazones. 💕
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