Capítulo 2 Un sentimiento empieza a brotar

~Un sentimiento empieza a brotar~

Cuando un nuevo día había comenzado, los padres de Moomin ya hacían en la sala de estar mamá Moomin platicando con su amado esposo mientras este apartaba su vista del periódico. Ya eran casi las 8am cuando se dieron cuenta de que su hijo aún no salía de su habitación.

– Ahora vuelvo querida, voy a ver si nuestro hijo salió de la casa temprano o si solo está dormido aún.

– Está bien cielo.— Dijo Mamá Moomin quien estaba muy decidida a salir a regar las plantas de su jardín.

Papá Moomin subió con mucho cuidado las escaleras que lo llevaban al piso de arriba de su hogar. Camino por el pasillo pasando enfrente de su estudio, el closet de las escobas y el cuarto de baño; cuando llegó a la recámara de su hijo se dispuso a tocar la puerta con delicadeza algo que no era muy común de su parte. Espero fuera por algunos minutos esperando alguna respuesta pero no fue el caso, giro la perilla que estaba agarrando con su mano derecha y empujó la puerta entrando con cuidado percatándose que en el suelo ya hacían unos cuantos mechones de pelo blanco por un momento había pensado en la posibilidad de que Pequeñita le había gastado alguna travesura a su hijo.

Se dio cuenta que había un bulto entre las frazadas, supuso qué tal vez el más joven de su familia había pasado frío la noche anterior. A pasos silenciosos se acercó a la ventana a recorrer las cortinas que la cubrían para poder dejar entrar la luz. Carraspeó su garganta y habló.

– Hijo ya es hora de levantarse.— Escuchó un quejido por parte del menor quién aún no se descubría de aquel ovillo de frazadas.

Soltó un suspiro su papá, era la primera vez que Moomin no acataba una orden. Camino en dirección de la cama percatándose de un extraño olor el cual no le pertenecía a su hijo sino de un Mumrik.

Cuando tuvo el valor suficiente de apartar esas frazadas de su hijo, se había quedado en shock; su hocico estaba completamente abierto. ¿Dónde estaba su hijo? ¿Qué hace allí ese joven de cabello blanco?

Tomo al joven del brazo con brusquedad, haciendo que el menor de ahora cabello largo hasta la espalda se quejara sin comprender lo que estaba sucediendo. Tenía frío el aire helado que entraba por la ventana rosaba su blanca piel.

Miro con atención sus manos eran diferentes a lo que recordaba, el pánico se apoderó de él, se sentía diferente su pelaje había desaparecido casi por completo en su cuerpo con lo único con lo que seguía cubriéndose era con la sábana de su cama y de un momento a otro la voz de su padre lo sacó de sus pensamientos.

– ¿Dónde está Moomin?— Preguntó aquel troll escandinavo con sombrero de copa.

– ¿Eh?, ¿De qué hablas papá?— Pregunto apartándose de su padre que aún no le soltaba del brazo. Noto como los dedos de su padre se habían quedado marcados en un tono casi rojizo.

– Yo soy Moomin, tú hijo.— En su rostro se podía notar la molestia y tal vez un poco de pánico por la repentina reacción de su progenitor.

– ¡No...! No puedes ser mi hijo.— Trato de mantener la calma el adulto.

Tras el repentino grito del Señor Moomin, su esposa ya hacía entrando por la puerta percatándose de la apariencia de su hijo. Permaneció tranquila ante la situación acercándose al joven tomándolo de las manos.

– Cariño, ¿Estás bien?— Le limpió con delicadeza las lágrimas que comenzaban ha asomarse por aquellos ojos azules ligeramente hinchado.— Estás muy frío, ven te pondré algo de ropa y te daré una taza de chocolate caliente.

Mientras colocaba la sábana que tenía su hijo de tal forma que le cubriera más su cuerpo.

Su esposo estaba dispuesto a protestar y quejarse de aquel joven a lo que su esposa se hizo una ligera seña de que se callará.

– Ven Moomin, vamos antes de que te dé un resfriado.— Se puso aún lado de él colocando una de sus manos sobre el hombro ajeno y cerró la puerta tras ellos dejando a papá Moomin dentro.

Caminaron en dirección al cuarto de ambos padres en silencio. Era cierto que debían hablar pero Moomin no sabía porque repentinamente había cambiado de la noche a la mañana.

Al entrar a la habitación, su madre se dirigió a un ropero en el que guardaban camisones que les mandaba la tía Jane. Su madre agarró un camisón de su esposo de color celeste claro, era la primera vez que mamá se pondría a hacer algún tipo de ropa para su hijo.

Cuando su mamá le entregó la ropa para que se vistiera ella salió de la habitación en dirección de la cocina para hacer el chocolate caliente que le había dicho antes. Moomin apenas se vistió con torpeza, los botones estaban desalinéanos y la camisa a medio fajar.

Cerró sus ojos tratando de recordar a la gente del valle el como tenían abotonadas sus camisas. Vagamente recordó el como Too-Ticky llevaba puesto su suéter pero no le servía mucho de ayuda.

Estaba por salir de habitación de sus padres cuando escucho un ruido proveniente de su recámara. Si fuera por él no hubiera salido a ver qué sucedía; no después de ver la reacción de su padre.

Camino a pasos "sigilosos" puesto que al estar descalzo sus pisadas no podían ser silenciosas, llegó a la puerta que daba a su cuarto está estaba cerrada. La abrió ingresando con prisa pues en la parte baja de la casa podía escuchar como además de sus padres hablaba más gente.

Entro a prisa a la habitación, recargó su cuerpo sobre la puerta. Mantuvo sus ojos cerrados tratando de calmarse, soltó un suspiro. De repente escucho un sonido sordo se hacía presente en su alcoba, abrió sus ojos y los colocó en dirección de la ventana; allí estaba al pie de la ventana Snufkin. Moomin no quería ser visto por nadie de sus amigos, no de esa forma. Dejo resbalar su cuerpo a través de la puerta sentándose en el acto con sus dos rodillas en cuclillas cubriendo su rostro. Solo esperaba que en cualquier momento Snufkin comenzara a decirle algo como su padre.

Pero no fue así. Aquel joven camino hasta él, se agachó a su altura y lo había abrazado sin más. Parecía de cierta forma saber el como se sentía el albino.

– ¿Estás bien?— Pregunto aún sin apartarse del abrazo.

– Eso quiero pensar.— Soltó Moomin.

– Tranquilo, yo te apoyo. Tal vez y mañana estés mejor.— Se separó un poco el castaño notando un ligero sonrojo de Moomin.— La señora Moomin me dijo lo qué pasó, espero que no te moleste que haya entrado así a tú cuarto.

Moomin negó.

– No me molesta, es solo que no entiendo ¿Por qué me veo así?; es algo nuevo para mí.

– Lo entiendo.— Tomo con delicadeza la mano ajena entrelazando sus dedos en el acto parecía que sus manos ahora encajaban perfectamente la una con la otra.— Salgamos de aquí cuando te sientas listo ¿de acuerdo?

A lo que el joven de ojos azules asintió.

– Por cierto te he traído algo supuse que con todo lo que pasó aún no haz almorzado.— Saco de uno de sus bolsillos una manzana.— No es mucho pero al menos puede calmarte un poco el hambre.

No sabían cuánto tiempo había transcurrido, entre charlas pasó rápido el tiempo para ambos hasta el punto de haberse quedado dormidos juntos recargando sus espaldas sobre la puerta. Aún con sus manos entrelazadas y Moomin recargando su cabeza sobre el hombro del castaño y este mismo recargando su mejilla sobre la cabeza de su amigo.

Snufkin había sido el primero en despertar en el transcurso de la madrugada era la primera vez que se quedaba a dormir en la casa Moomin. Podía escuchar los ronquidos del Señor Moomin, su vista vago por cada rincón de la habitación mirando con detalle cada cosa que lo adornaba desde los libros que alguna vez leyó Moomin para él, hasta las cosas que alguna vez guardo de sus aventuras.

De un momento a otro miro como aún sus manos estaban entrelazadas, sintió su corazón latir a prisa. Sus ojos miraron a detalle el cabello largo y blanco de Moomin al igual que sus pestañas, su piel lechosa, sus ahora pecas que adornaban su rostro y sus labios de un ligero tono rosado.

Se sentía entumido de estar en la misma posición y no se imaginaba él como estaría Moomin. Busco de alguna forma levantarse sin despertar a su amigo consiguiéndolo con éxito. Cargo al estilo princesa a Moomin dándose cuenta de que era más ligero de lo que recordaba, lo colocó sobre la cama mientras le acomodaba de mejor forma la camisa y lo cubría con los edredones. No quería soltar la mano de aquel joven y sin más no pudo evitar acercar la mano ajena sobre sus labios para dejar un pequeño beso sobre estos.

Snufkin solo se limitó a analizar lo que acababa de hacer, no era algo malo pero también no lo sentía algo normal entre amigos. Se apartó recargándose en donde antes estaban solo para cumplir con lo que le prometió que saldrían de allí hasta que el joven de apariencia Mumrik se sintiera más seguro.

A la mañana siguiente, Snufkin estaba levantándose y dándose cuenta que aún Moomin estaba descansando. Tal vez aún no era hora de que despertara.

Escucho a sus padres bajar las escaleras y después miro como Moomin bostezaba al mismo tiempo que se estiraba.

– Buenos días Moomin.— Le sonrío al joven.

– Buenos días Snufkin.— Devolvió el gesto.— Creí que ya no estarías en la mañana.

De un salto salió de la cama, se dio cuenta de como tenía sincronizados los botones de la camisa. Su vista fue hasta el Mumrik de cabello castaño.

– Por nada.— Llevo sus manos tras su nuca.— Te dije ayer que saldría de aquí hasta que te sintieras listo.

El albino no pudo evitar mirar con ternura a su amigo, se acercó a él poniéndose de puntillas y dejó un pequeño beso sobre la mejilla ajena.

Al darse cuenta de lo que acababa de hacer se cubrió su boca con ambos manos.

– Perdón no se porque lo e hecho.

Snufkin llevo su mano sobre la mejilla besada tratando mantenerse calmado.

– Está bien, no me molesta mientras lo hagas tú...— Lo último trato de decirlo en un susurro mientras trataba de ocultar con su sombrero su rostro enrojecido.

Moomin había escuchado lo último pero no iba a molestar a Snufkin.

– Te dejaré besar mis mejillas todas las veces que quieras siempre y cuando me dejes estar cerca de ti.— De un momento a otro el castaño se había agachado un poco a la altura del otro joven; puesto que era un poco bajo solo por unos 5cm. Se agachó y le había besado cerca de las comisuras de los labios, después agarro la mano del albino y beso el dorso de esta percatándose de la mirada crédula del dueño de los ojos azules había soltado un suspiro.

Moomin sintió su corazón agitarse por un momento. ¿Desde cuándo Snufkin se comportaba así?; no sabía de esa faceta de Snufkin y no le molestaba en absoluto simplemente solo hacía sentir su corazón más cálido, más agitado.

– S-será mejor que salgamos sino mi madre se preocupará.

– De acuerdo.— Sonrió.

Saliendo de la habitación el primero en bajar a la sala fue Moomin seguido de Snufkin. Sintieron las miradas de los dueños de aquella casa junto con las miradas atónitas de sus otros amigos incluyendo la mirada de Snorkmaiden; quien no se veía para nada contenta.

~Continuará ~

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