La peor tarde en el pueblo

Chris se levantó temprano como de costumbre a la mañana siguente, vio el muro de almohadas a su lado y suspiró. Al parecer Greace no se había sentido cómoda como para quitarlo, antes de salir le dejo una nota.

Hola, espero que hayas dormido bien, hoy vamos a salir al pueblo, te espero para desayunar juntos, besos

CHRIS.

Ella despertó poco tiempo después de que él se marchase y leyó aquel pedacito de papel.–Besos, Chris –repitió Greace en voz baja.

Las cosas no serían las misma, se gustaban, querían intentarlo, pero tanto el carácter de él como el de ella eran muy explosivos, y les costaba entenderse. A Chris le faltaba empatía y sensibilidad. Greace carecía de paciencia, su relación en pocas semanas había sufrido muchos cambios. Y ella estaba perdiendo las esperanzas de que funcionara.

La reina se dirigió hasta el comedor donde estaban todos esperando por ella. Saludó a los niños con un beso en la mejilla y después al primo Adam con una reverencia. A su esposo le brillaron los ojos al verla, la verdad es que estaba despampanante. Vestía un vestido azul cielo que resalta su escote y por todas partes contenía adornos de encaje que lo hacían aún más elegante, su cabello suelto caía sobre su espalda con pequeñas ondas en sus puntas y dos guantes de lana protegían sus manos.

–Hoy el pueblo estará más que feliz de verte –insinuó Chris sin quitarle ojo de encima. La observaba desayunar con delicadeza y no se había dado cuenta de que no era el único impactado por la belleza de su esposa. Su primo no dejaba de mirarla, al igual que todos los guardias que allí se encontraban. Estaba molesto de que todos la mirasen, pero ella le había dejado muy claro que no era de su propiedad, por ahora lo único que realmente deseaba era que aceptara su corazón y haría cualquier cosa para empezar de nuevo.

–¿Nosotros también vamos al pueblo, papá? –preguntó Antione mientras comía su fruta.

–No pequeño, solo vamos Greace y yo –respondió Chris mirando a su hijo con cariño, la sorprendida ante la situación era la reina que no sabía que irían al pueblo solos los dos.

–¿No es una salida oficial? –preguntó con asombro.

Chris arqueó sus cejas ante la reacción de su esposa y le preocupó que no quisiera acompañarlo.

–No, pero sino quieres ir no salimos –le sugirió, pero lo cierto era que se moría de ganas de ir con ella al pueblo.

–Sí quiero ir, no veía la hora de salir del palacio y conocer mejor el pueblo y a su gente –contestó Greace sin mirar a su esposo en ningún momento.

–Te va a encantar, Austroa es un pueblo hermoso y las personas son muy amables – admitió Adam desde una esquina de la mesa.

–Bueno, es hora de irnos –Chris se levantó de su asiento y se acercó a su esposa, le ofreció su mano caballeroso y se despidieron del palacio.

En el carruaje, Greace se sentía ansiosa, no podía creer que por fin caminaría por las calles de su nuevo pueblo. Podía hacer alguna amiga, ya que en el palacio las sirvientas no son muy confiables para su gusto. Ella imaginaba un montón de cosas que podían hacer, ir al mercado, a la panadería, ver a la modista y quizá mandar a hacer algunos vestidos más de su estilo, porque los que tiene en su vestidor son demasiado llamativos. Sus pensamientos son interrumpidos por el contacto de la mano de Chris que en ese momento agarraba la suya. Greace lo miró desconcertada y él preguntó.

–¿A dónde quieres ir primero? Hoy todos estamos a sus órdenes alteza –con tono coqueto y divertido miró a Greace a los ojos.

–Estaba pensando en ir a conocer a la modista, quiero comprar algunos vestidos nuevos –comentó tranquila.

–¿Qué pasa con los que te regalé, no te gustan? –preguntó él con un poco más de confianza.

–No, son demasiado voluminosos y llamativos para mí –afirmó con timidez al confesarle su desagrado hacia los vestidos.

–¿Por qué no lo dijiste antes? los hubiéramos devuelto todos y comprado nuevos – Hizo una pausa, la observó y se dio cuenta que no llevaba ninguna joya, solo un collar muy fino con un pequeño adorno en forma de flor que ahora que lo pensaba, siempre lo llevaba puesto.

–¿Las joyas tampoco son de tu agrado?

–No, lo siento, es que nunca me han gustado ese tipo de cosas, solo las utilizo en ocasiones especiales –confesó justificando la falta de interés hacia las joyas. Ella tenía todas las que necesita y sin pensar rozó con los dedos el collar en su cuello.

–Entonces esas también las devolvemos ¿el collar que llevas significa algo en especial? –preguntó Chris buscando sus ojos.

Ella asintió y contestó.–Me lo regaló mi madre cuando cumplí los 16 años, solo existen tres iguales en todo el mundo y todos pertenecen a mi familia, es una manera de mantenernos unidas a pesar de la distancia –Greace sintió nostalgia al pensar en su madre y en su hermana y volvió a tocar el collar con delicadeza.

–Ya llegamos –anunció Chris, pero antes de salir se giró para decirle a su esposa – Espero que sea un día inolvidable y que te diviertas a mi lado.

Llevaban ya varias horas recorriendo el pueblo, Greace se sentía sumamente feliz. Chris no le soltó la mano en todo el trayecto y le enseñó cada detalle de los lugares que habían visitado. Ella vio una florería a lo lejos y se apresuró a entrar, olía a jazmín. El lugar era muy agradable, una pequeña anciana se acercó a ellos y preguntó con amabilidad.

–¿En que puedo servirle sus altezas? –terminó la última frase con una reverencia. Greace estaba entusiasmada y sin dejar de mirar a su alrededor se dirigió a la anciana.

–¿Podría decirme cuantos tipos de flores tiene?

–Cincuenta tipos de flores mi reina.

Chris al ver la cara de alegría de su esposa, supuso de que ella no tenía ni idea de cuales se quería llevar a casa, así que pidió.

–Prepárelas todas, nos las llevamos –ofreciéndole una bolsa llena de monedas de oro a la anciana que no podía estar más feliz con la decisión de su rey.
–Espero que esto sea suficiente –dijo refiriéndose a la bolsa.

–Es mucho, mucho más de lo que cuesta majestad, gracias ¡larga vida al rey! –gritó la anciana seguida de los guardias que acompañan a la pareja real.

–Gracias, son las flores más bonitas que he visto nunca –le agradeció Greace y su corazón dio un vuelco al encontrarse con el azul de los ojos de Chris, estaba tan guapo, hacía días que no lo veía como el hombre que hacía que su corazón quisiera volar sobre su pecho. Después de sus peleas estos últimos días, había empezado ha verlo como un bárbaro, terco y un grosero que trataba de humillarla constantemente, pero hoy, volvía a ser su perdición.

Salieron de la florería y sintieron un revuelo enloquecedor, las personas corrían a su alrededor como auténticos dementes. Los guardias hicieron un círculo a su alrededor para protegerlos, y un hombre encapuchado apareció saltando por los tejados con un arco y flechas. El bandido apuntaba hacia Greace que a pesar de estar rodeada de guardias, desde arriba tenía el ángulo perfecto para clavar una flecha en su corazón.

Chris miró para todos lados, solo necesitaban llegar al carruaje de manera segura, pero con las personas corriendo hacia todos lados se hacía muy difícil. Miró arriba y vio al hombre enmascarado que estaba apuntando a Greace. El bandido disparó y Chris se puso frente a ella agarrando su cara, después de sentir la flecha atravesando su piel, le susurró al oído.

–Avisa a los guardias que llamen a un médico –Chris se pasó su mano por la espalda y sacó la flecha con fuerza, la sangre comenzó a salir con rapidez, pero él agarró a Greace por la cintura y la protegió con su cuerpo por si el bandido decidía atacar otra vez.

Greace no sabía lo que estaba pasando. Chris estaba herido, sus ojos se llenaron de lágrimas y sacó la fuerza de donde no la tenía para pedir a los guardias que buscasen un médico urgente. Siguieron caminando, necesitaban llegar al palacio lo más rápido posible y allí el doctor podría verlo con tranquilidad.

Al llegar al carruaje Greace se percató de que Chris estaba perdiendo mucha sangre. Trató de recordar lo que un doctor siempre decía en estos casos; no podía quedarse dormido y debía presionar la herida con algo para detener el sangrado.

Greace rasgó un trozo de su vestido y presionó con fuerza la herida mientras le hablaba.

–Chris, Chris, escúchame no puedes quedarte dormido vale, necesito que te mantengas despierto –le pidió llorando y él hizo una mueca de dolor al sentir que apretaba un pedazo de su vestido contra su herida.

–Ewr, Greace, no dejes que los niños me vean así –murmuró Chris tan bajito que ella casi no lo pudo escuchar.

–Sí, no te preocupes, pero por favor mantente conmigo. No te mueras, vale –Chris hizo otra mueca, pero esta vez sonrió.

–Voy hacer todo lo posible, no te prometo nada –respondió casi dormido.

Greace se desesperó y pidió al cochero ir más rápido, comenzó a llorar aún más cuando vio que Chris volvía a cerrar los ojos y le suplicó.

–Chris, por favor no te mueras. Te prometo que no seré tan cabezota, voy a hacer lo que tu quieras, te lo prometo, pero no te mueras. No sé que voy hacer sin ti, si me dejas ...

Chris abrió los ojos, se retorció de dolor y levantó una de sus manos para acariciarle la mejilla a Greace.

–Te quiero...–le susurró justo en el momento en que se detiene el carruaje y dos guardias abrieron la puerta, lo sacaron para llevárselo a la cama acompañados del doctor que estaba justo detrás de ellos y Greace se quedó pensando en las palabras de su esposo.

–¿Qué ha pasado? –preguntó Adam nervioso mientras corría por los pasillos.

Ella respondió nerviosa –Un hombre nos atacó, la flecha iba para mí, pero Chris se interpuso y ahora está... –no pudo terminar la frase y Adam corrió para abrazarla, la acercó a su pecho y trató de consolarla pasando su mano por su cabello. Después de sentirse más tranquila, ella le pidió que buscara a los niños y que se encargara de que fueran a dormir.

Greace esperaba fuera de la habitación a la que habían llevado a su esposo . No estaba sola, habían por lo menos diez guardias a su alrededor y dos sirvientas que le habían traído agua caliente al doctor hacía ya unos minutos. Una de ellas se le acercó y le preguntó si necesita algo o si deseaba algo de comer. Greace negó con la cabeza y se sentó en el suelo en un rincón del pasillo, siguió llorando hasta que el médico salió de la habitación y anunció.

–Alteza, su majestad quiere verla –A Greace se le oprimió el corazón, y sin darse cuenta ya estaba corriendo hacia su esposo.

Chris estaba vendado por la parte superior de la espalda, por suerte la flecha no había perforado ningún órgano, había perdido mucha sangre por lo que estaba muy pálido, pero él era un hombre fuerte y lo podría superar seguro.

Greace agarró su mano y lo miró a la cara.

–Hola, me asustaste mucho allá fuera.

Él buscó su rostro, le brillaron los ojos solo de verla y preguntó.

–¿Has estado llorando todo este tiempo? –trató de levantar su mano, pero le dolió demasiado, así que ella misma se secó sus lágrimas mientras él la interrogó.

–¿Cuantas veces te he hecho llorar desde que nos casamos? Soy un esposo de mierda – terminó con humor y una sonrisa salió de sus labios.

–Las suficientes creo yo.

–Hoy estabas preciosa con ese vestido y lo arruiné –confesó aún juguetón.

–En serio ¿te preocupa el vestido? No te entiendo –apuntó Greace finalizando con una carcajada. –Gracias por salvarme la vida, si te lo puedo compensar con algo, dímelo – pidió sin dejar de mirarlo a los ojos, oh esos ojos azules que tanto le quitan el aliento y hacían que su corazón palpitara más deprisa.

–Que me ames ...solo quiero eso –Chris intentó levantar el brazo y esta vez lo consiguió, posó su mano cuidadosamente sobre su mejilla, ella se acerca más a él con delicadeza y lo besó. Lo besó como aquel día en la playa que ya parecía tan lejano... sus labios se necesitaban, era un beso dulce, pero con derroche de pasión...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top