El Rey Adam De Logvine
Quince días pasaron desde que Greace y Chris se habían unido en matrimonio, y su relación no había mejorado en lo más mínimo. Él cada vez se comportaba más frío con ella, e incluso había días en los que ni siquiera se hablaban. Greace se sentía sola, extrañaba su casa, sus libros, a sus padres, la mejor parte del día era cuando jugaba con los niños, ellos eran lo mejor de su matrimonio porque la hacían olvidar un poco como se sentía.
Chris no quería estar cerca de ella, ni mirarla siquiera. Ella provocaba en él una sensación conocida y a toda costa quería impedir que ese sentimiento cobrara vida. Aunque en algunos momentos le resultaba difícil contenerse, de vez en cuando se asomaba en la ventana de su despacho para observarla jugar con los pequeños a lo lejos. Perdía la noción del tiempo dibujando su rostro en su mente y recordando el sonido de su voz. Pero le sucedía lo mismo con Erika, aún quería recuperarla y tan fiel le había sido, que en muchos momentos creyó estarla traicionando por pensar de esa manera en su actual esposa.
Greace estaba en el jardín con los niños cuando un hombre se le acercó y la saludó.
–Hola Greace, soy Adam rey de Lognive. Nos vimos en tu boda, pero seguro no me recuerdas, soy primo de Christopher. –Ella se sorprendió al ver lo guapo que era Adam, tenía el cabello oscuro y los ojos verdes, su piel era bastante pálida, pero hermosa. Aparentaba tener la misma edad que su marido y al parecer el mismo efecto en las mujeres.
–Hola, perdona por no recordarte es que ese día no estaba muy atenta a lo que estaba pasando ¿viniste a visitar a tu primo? –preguntó en tono amable.
–Sí, tenemos algunos asuntos que tratar, me quedaré por unos días –Greace le sorprendió que su marido ni siquiera le informara de la visita, teniendo en cuenta que tendrían que fingir ser una pareja feliz delante de Adam.
Los niños volvieron en busca de Greace y al ver a su primo se abalanzaron sobre él para darle la bienvenida.
–¿Qué tal si entramos? Debes estar cansado por el viaje –sugirió ella.
Volvieron al palacio por la puerta principal y notaron de que Chris los estaba esperando. Rápidamente se acercó a su primo y lo recibió con un fuerte abrazo, y con gesto elegante los escoltó hasta el comedor para cenar.
Durante la velada, los primos contaron a los niños historias de su infancia y todos rieron con sus travesuras de pequeños, hasta que el invitado cambió la conversación y se dirigió al rey de Austroa.
–Chris, has tenido mucha suerte, te has casado con la mujer más bella que he visto en mi vida –dijo mirando todo el tiempo a Greace y viendo como esta se sonrojaba ante su comentario.
–Sí, también lo creo –afirmó Chris en tono frío, de manera cortante y sin mirar ni un solo momento a su esposa.
–Ojalá hubiera estado en esa reunión en Anderras, sería uno de sus pretendientes y estuviéramos peleándonos por ella en estos momentos. –comentó Adam sin quitarle los ojos de encima a la reina que esta vez solo agachó la cabeza. Los pensamientos comenzaron a cobrar vida en su cabeza y uno en especial se hizo notar, y era el de que el rey de Logvine estaba más interesado en ella que su propio esposo.
Ante semejantes palabras Chris inclinó la cabeza para ver a su primo frente a frente, una mirada amenazante cruzó la mesa del comedor y una rabia desconocida le recorrió por dentro, solo de pensar que Adam veía a Greace de esa manera. Imaginarse luchar por ella para que fuera suya era demasiada insolencia de su parte.
–Pero no asististe, ella es mía y así será para siempre –Chris se asombró por sus últimas palabras ¿por qué se estaba contradiciendo a si mismo? aún tenía intensiones de recuperar a Erika y él no podía tener un para siempre con Greace.
La reina sintió un fuerte pellizco en su corazón ante las palabras de su esposo, pero eliminó inmediatamente el pensamiento de que él pudiera tener sentimientos hacia ella. El para siempre significaba fingir toda su vida, mentirse a si misma y una infelicidad absoluta. Chris era muy apuesto, y ella había sentido una especie de admiración por él en ciertos momentos; le gustaba la manera en la que llevaba las cosas en el palacio y lo complacido que tenía a su pueblo, adoraba verlo entretenerse con los niños y había momentos en los que no se sentía tan mal estar a su lado. Pero no soportaría vivir así para siempre, no sabía que podía pasar en el futuro, pero de veras esperaba que su vida cambiara y en lo más profundo de su corazón lo que en realidad deseaba era volver a casa.
–Hombre faltaría más, bellezas como la de ella no se ven todos los días, serías tonto si no la valoraras –comentó su primo aún sin dejar de mirar a Greace, y esta observaba a Chris por lo que había confesado minutos antes.
Chris buscó sus ojos, y ella le sostuvo la mirada esperando que dijera algo más para llegar a entender sus últimas palabras.
–Vamos, que ya casi es hora de descansar, yo mismo te voy a enseñar tu habitación – volvió la vista a su primo y Adam se levantó de la mesa despidiéndose de los niños y de Greace, de esta última con un beso en la mano y se giró para seguir a Chris en busca de su habitación.
Chris conocía a su primo, sabía que era un pica flor, pero eso no justificaba todo lo que había insinuado durante la cena, que mirara a Greace y que la envolviera de elogios le molestaba, no porque no fueran ciertos, sino porque tenía miedo de que causaran algo en Greace, algo que él aún no había llegado a lograr en ella. Le daban ganas de darle un puñetazo a su primo, pero no quería hablar más del tema. Le enseñó su habitación y se despidió de él con frialdad.
Caminó hasta su recámara cansado, listo para dormir, y entró con la esperanza de encontrarse con ella, pero no estaba. Supuso que tomaba un baño y esperó un rato frente a la puerta, pero no había señales de que estuviera dentro, entonces decidió tocar y nadie contestó. Abrió el cerrojo con cuidado de no tener un incidente como en el barco, pero estaba vacío... Salió de la habitación en su búsqueda, lo primero que pasó por su cabeza era que estaba con Adam, y la rabia ya comenzaba a cegarlo, pero oyó su voz al pasar cerca de la habitación de los niños. La puerta estaba semiabierta, pero podía ver perfectamente lo que ocurría en su interior. Allí estaba ella, contándole una historia a los pequeños y ellos la escuchaban atentamente. Se veía perfecta y le pareció gracioso la manera en la que imitaba las voces de los personajes, los chicos no paraban de reír.
Permaneció fuera hasta que Greace se despidió de los niños. Ella se sorprendió al verlo en el pasillo y Chris le preguntó en tono frío como de costumbre.
–¿Por qué no estás en la habitación? te estuve esperando allí por un largo rato.
–Los niños querían que le contara una historia y se me pasó el tiempo –respondió ella asombrada por el tono controlador que acabada de utilizar, tomó una pequeña pausa y soltó imitándolo. –¿Para qué me esperabas, si tu ni siquiera me hablas?
Él la miró fijamente y le gustó ver que sacaba su carácter a relucir, tardó un momento en responder y suavizando sus palabras contestó.
–Yo si te hablo.
–No, no lo haces, ni siquiera me preguntas que tal mi día o como estoy –masculló molesta sin darse cuenta que había alzado la voz.
–Si quieres discutir podemos ir a la habitación, ahí puedes gritar todo lo que quieras –la conversación ya estaba tomando un giro que ninguno de los dos deseaba, pero era el momento de hablar y poner las cartas sobre la mesa, por lo que ambos caminaron en busca de su recamara. Chris cerró la puerta después de dejarla pasar y preguntó molesto.
–¿Qué tal tu día?
Ella frunció el ceño y le respondió de inmediato, por segundos creyó que para él era esto una broma.
–Ahora que importa, cuando debías hacerlo no lo hiciste.
–Pero no te entiendo ¿quieres o no, que hablemos?–replicó volviendo a levantar la voz.
–Si pudieras hablar en tono normal, los niños y todo el palacio te lo agradecerán –hizo una pausa –Yo solo quiero que nos comuniquemos, no sé cómo quieres que tengamos una convivencia en paz si tú ni siquiera me consideras persona –su tono era de regaño.
–¿Cómo no te voy a considerar persona? tú eres mi esposa –otra vez gritó.
–Sé que no querías casarte, sé que para ti soy un estorbo, que molesto más de lo que tu paciencia puede aguantar, pero merezco respeto y no fui educada para ser un mueble más del palacio. Yo también estoy presa aquí, yo soy la que está lejos de su familia y soy la que tiene la presión de salvar a su pueblo. No sé si te has dado cuenta, pero lo que yo siento también importa, Chris. –Greace se mantuvo firme, habló en tono calmado y lo miró a los ojos.
Chris se tensó por completo, era cierto que pensaba más en sus sentimientos hacia ella que en lo que en realidad ella sentía. Sabía que no era feliz y que él no había hecho nada por cambiarlo, trató de remediar su error diciendo.
–No me molestas Greace, y no eres un estorbo. Siento que mi comportamiento te haya hecho pensar eso.– se acercó poco a poco y tomó sus manos para depositar un cálido beso en ellas. –¿Qué puedo hacer para que no te sientas tan infeliz a mi lado? –sus palabras provocaron en Greace cierto nerviosismo, a tal grado de que llegó a sonrojase, no esperaba de él una reacción así.
–Hablemos, dime si tuviste un mal día o si ocurrió algo interesante. Pregúntame mi opinión y déjame tomar alguna decisión por mi cuenta. Solo eso, vivir como amigos o compañeros, pero no como extraños.
Chris la observó aún acurrucando sus manos, la palabra amigos hacía eco en su mente. La veía como algo más que una amiga, pero eso ella no lo sabía y se culpó a si mismo por nunca dárselo a entender.
–Haré todo lo que me pidas –Siguió mirándola con detenimiento y se perdió en su belleza, limpia, sencilla y real. Se inclinó buscando sus labios y sintió como se le enterraba una estaca en el pecho cuando Greace se soltó de su agarre y se apartó a un lado. –Lo siento– susurró mientras ella lo miraba desconcertada, y tratando de ignorar el momento incómodo se escabulló en el vestidor con la justificación de que buscaría sus camisones.
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