Decepción
Chris se apartó de Erika de inmediato y ambos miraron a Greace alarmados.
Erika le regaló una sonrisa irónica mientras se alejaba lentamente de su ex-marido. Greace salió del despacho con tranquilidad, con la intención de volver a la habitación para ver a los gemelos, pero Chris la agarró del brazo para obligarla a mirarlo.
–No es... – Greace lo interrumpió mientras se apartaba de él con brusquedad. –No se te ocurra decir que no es lo que pienso porque está bastante claro.
–Greace... no era mi intención lastimarte.– Chris se acercó más a ella, pero la voz de Erika tras de él lo tensó.
–Querida, hay cosas que son inevitables.– un sentimiento desconocido para Greace se apoderó de su cuerpo al oír sus palabras y no pudo contenerse a decir.
– Tan inevitables como que sigo siendo la reina de Austroa y aún puedo mandar a que te corten la cabeza. –Sus palabras salieron como cuchillos y provocaron que tanto Chris como Erika las tomasen en serio, eso había sido una amenaza. Greace se giró para seguir su camino seguido de Chris que era el único que se atrevió a continuar.
–Lo siento. –lo escuchó decir antes de entrar a su habitación y encontrarse con los gemelos.
–Prefiero que en los días que me quedan aquí no hablemos. –Greace le contestó con voz seca y carente de sentimientos.
Los gemelos corrieron a los brazos de su padre y le pidieron que se quedara a dormir con ellos.
–Chicos, no cabemos todos aquí. – respondió Chris arropando a los niños.
Greace sin decir una palabra, caminó por la habitación, agarró unas cuantas sábanas del armario y salió sin despedirse de ninguno de los presentes.
Los niños estaban confundidos, llegaron a pensar de que habían hecho algo malo y más de una vez le preguntaron a su padre por su madrastra. Este evitó hablar del tema y no pudo dejar de pensar en lo mal que había hecho las cosas. Nunca tuvo la intención de besar a Erika, pero ella apareció y comenzaron a recordar los buenos tiempos vividos, su vida juntos, lo feliz que habían sido y antes de que se diera cuanta ya se estaban besando.
Nunca le había sido infiel a nadie y de todas las personas en el mundo, Greace no se merecía que él hiciera eso con ella.
La biblioteca era un lugar perfecto para los amantes de los libros y sería un sueño dormir en aquella del palacio, pero Greace estaba tan perdida en sus pensamientos que no pudo pegar ojo en toda la noche. Odiaba a Erika y más de una vez dijo en voz alta que odiaba a su esposo. Se entretuvo recorriendo con sus dedos los estantes de sus libros, aquellos que Chris se había tomado la molestia de traer desde Wajayland y que ella se llevaría dentro de pocos días. Se alarmó cuando escuchó ruidos en el pasillo y se atrevió a acercarse a la puerta para ver que pasaba. Reconoció la voz de Erika al instante, pero no escuchó otra voz que no fuera la de ella.
–Suéltame, suéltame ¿Crees que puedes alejarme de Chris? –La curiosidad la invadió al instante, pero no pudo abrir la puerta porque no estaba segura de que estuviera sola.
–¡Déjame en paz! ¿Todo esto lo haces porque nos viste besándonos? –Greace no lograba entender nada –¿Esta chica está loca? ¿Cómo es que creía que hablaba con ella si ni siquiera estaban frente a frente?– Se asustó cuando sintió cristales romperse. Abrió la puerta de golpe para encontrarse a Erika estampando su cara contra uno de los espejos del pasillo.
–¿Qué haces, estás loca? No hagas eso. –Gritó Greace alarmada y le aterrorizó ver la cara ensangrentada de Erika.
–¡Suéltame, Greace! ¡Yo no me acercaré más a Chris, pero suéltame! –gritó histérica la mujer y Greace se acercó para evitar que se siguiera lastimando a si misma.
Las lágrimas cayeron de los ojos de Erika y Greace la agarró por los hombros y la zarandeó para que entrara en razón y se diera cuenta de la locura que estaba haciendo.
–Greace... –la voz de Chris resonó por todo el lugar y la mirada de decepción que le ofreció a su esposa provocó terror en ella.
Por su cabeza pasaban miles de incógnitas, pero la que más le preocupaba era si él de verdad creía que ella había hecho eso.
Los guardias del palacio la apartaron de Erika con brusquedad.
La mujer ensangrentada corrió para esconderse en los brazos de Chris que no había dejado de mirar a Greace ni en un solo momento.
–¡Yo no he hecho nada, soltadme! –Con la voz segura se dirigió a los guardias, pero estos no siguieron sus órdenes. –¿Cómo se atreven a ignorar a vuestra reina? ¡Soltadme de una vez, si no queréis que los mande a todos a la horca!
Uno de los guardias se dirigió al Rey con voz gruesa.
– Su majestad, ¿dónde quiere que encerremos a la reina?
–¡Esto es el colmo! Ni se te ocurra encerrarme. –Greace le dedicó una mirada asesina al Rey y por un momento creyó que no se atrevería, pero se desplomó en el suelo cuando él pidió que la encerraran en el calabazo.
–Soy inocente, no he hecho nada. –las lágrimas comenzaron a caer por sus ojos, pero su esposo no parecía escuchar. La imagen que había visto valía más que mil palabras. Para todos estaba más que claro que la reina Greace de Austroa había agredido a Erika. Arrastrándola por los pasillos lograron llevarla hasta el pequeño calabazo bajo el palacio, donde solo mantenían a los criminales por unos días antes de llevarlos a la gran cárcel del pueblo.
Sola, con el corazón hecho pedazos y atrapada en aquel lugar, Greace se lamentó más de una vez el haberse casado con aquel hombre ¿Cómo fue que llegó a amarlo? Ya ni siquiera lo recordaba, se había entregado a él en cuerpo y alma, y había salido más que lastimada.
Dos guardias custodiaban la puerta y en repetidas ocasiones les rogaba que la escucharan, que le creyeran, que ella era inocente y que todo había sido un mal entendido.
Pensó en su familia ¿Qué estaría haciendo su madre en aquel momento? y ¿Qué diría su padre si viera lo que han hecho con ella? Chris había sido la mayor decepción de su vida y esa noche había perdido más que su libertad, se juró a ella misma odiarlo para siempre. Se suponía que todos podían dudar de ella, pero él no.
Chris la conocía y sabía que ella no es capaz de eso, pero la vio y por mucho que tratara de olvidar aquella escena, ella seguía en su cabeza.
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