Capítulo 40-Álvaro

Tres meses después...

Ten novia para que te deje dormido el primer día de grabación. Aplausos para mí, por favor... Y para ella por ser tan buena persona.

Entro al estudio y lo primero que veo es a Dani y a Anabel enrollándose en un sofá. ¿En serio?

—¿No podéis iros a un hotel o algo así?

Dani me saca la lengua, pero al menos me aseguro que no he llegado tan tarde como esperaba. Si él no está cantando, significa que aún queda para que me toque cantar mi parte.

—¿Y Rebeca?

Dani vuelve a separarse de su novia con bastante mala leche, pero me da igual. Necesito encontrar a la mía.

—Está dentro, con Carlos.

—¿Empezaba él? —Arrugo la frente.

Niega con pesadumbre.

—Acababa él. Llegas tarde, tío.

Mierda. Entro dentro del estudio de grabación sin hacer ruido. Veo a Carlos cantar, aunque no lo puedo escuchar sin los auriculares. Me apoyo en sus hombros y pega un respingo.

—¿Por qué no me has despertado? —susurro en su oído.

Se quita los cascos y me sonríe.

—Estabas muy mono con la boca entreabierta. —Consigue que me ponga rojo—. No quería interrumpir eso.

Me agacho para quedar a su altura y la beso. Me siento tan bien estando con ella que no creo que haya nada que lo pueda superar. Ni siquiera la posibilidad de grabar este disco después de descubrir que tengo buena voz.

El beso se va intensificando, así que nos levantamos. Coloca sus piernas alrededor de mi cintura, y yo la apoyo en la pared, sin dejar de besarla. La quiero.

Unos toqueteos en el cristal nos despiertan. Carlos nos mira con horror. Lo vemos abandonar la pecera y, unos segundos después, aparece aquí.

—¿Creéis que no puedo veros? ¡Casi me traumais! —chilla, lo cual nos provoca risa.

—Hola, chicos... —Blas y David entran y nos encuentran riéndonos como locos—. ¿Qué ha pasado aquí?

Carlos nos mira, aún rojo.

—Simplemente tienen suerte de que Alba no esté hoy aquí.

Ellos dos siguen sin entender nada. Rebeca me guiña un ojo y me sonríe.

—Han pasado los años, jovencita... Y, aunque el grupo ya no esté junto, todos seguimos llevándonos igual de bien.

—Pero, abuelo... Nunca nos has contado por qué en aquella fiesta no os visteis ninguno.

Acaricio el pelo de mi nieta favorita y mi mirada va hacia Rebeca. Me guiña el ojo, igual que el día que Auryn oficialmente existió. Carlos mueve las cejas alternativamente, el muy capullo aún no ha cambiado.

—A lo mejor no estábamos destinados —suspira David, tosiendo después.

—Quizás ese no era el momento para encontrarnos y crear una historia juntos —le sonríe Dani con ternura.

—Va, tío, no seas tan pasteloso. —Blas le tira un cojín, a lo que Andrea se ríe.

—¿Y qué opinas tú, tío Blas?

Pone una mueca, pero no duda en contestar.

—Creo que éramos demasiado jóvenes por aquel entonces. No teníamos la cabeza en nuestro sitio, y nuestro subconsciente actuó por nosotros al no ver al resto.

—Pero no funcionó del todo, porque yo te vi a ti —apunta Dani.

—Ya, pero nos odiábamos. Creo que el momento en el que de verdad nos vimos era perfecto, pues éramos maduros y capaces de controlar la fama.

A Andrea se le abre la boca. Miro mi SmartWatch. Son más de las doce.

—¿Tú no deberías estar en la cama ya? —pregunta Rebeca por mí.

—Mis papás no están aquí. Además, quiero otra historia. —Salta sobre mis piernas.

—A ver, ¿qué más quieres? —Se ríe Carlos, pero yo lo fulmino con la mirada. Que no le dé ideas.

—Mmm... ¿Qué habría pasado si os hubierais conocido en la fiesta?

Los cinco compartimos una mirada. A pesar de los años, seguimos tan unidos. ¿Qué habría pasado si nos hubiéramos conocido en 2009?

—Supongo que nunca lo sabremos.

FIN

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