—Anda, muévete.

Abro un ojo, me desperezo y dirijo mi cabeza hacia mi móvil. Según ese reloj, son las siete de la mañana. Si no fuera porque ahora es mi novia, la mandaba a la mierda.

—¿Qué te he hecho yo? —Gimo cerrando los ojos y tratando de fundirme con el colchón. Soy un romántico, qué se le va a hacer.

—Es el día. —Me quita el edredón, congelándome. Ya está: moriré de hipotermia como Jack lo hizo en Titanic.

—Eres maligna. Ni que empezara ya.

—Hay que prepararse. Venga, date una ducha. Yo sacaré lo que te vas a poner.

—¿Vas a venir? —Apoyo la cabeza en la puerta.

—De momento sigo siendo tu mánager, así que sí. Ahora deja de ser tan vago y haz lo que te digo.

—Sí, mi sargento. —Me hago el militar, pero por la mirada que me echa, no le hace demasiada gracia.

Me retardo en la ducha; quiero oler bien, estar completamente limpio y, lo más importante, quedarme en el agua caliente todo el día.

Cuando salgo, Eli se ha cambiado. Lleva un vestido negro ajustado y unos tacones de aguja. Se va a matar, ya lo veréis.

—¿Tan pronto hay que arreglarse?

—Tenemos que estar allí desde las nueve. La YoutubeCome comienza oficialmente a las diez de la mañana. Es ahí cuando será la conferencia inaugural y tu amiga Rebeca es la presentadora...

—¿Celosa?

—Ni un poco. —Niega agitando la cabeza—. Ahora deja de dar vueltas como un perro antes de dormir y vistete.

Ya es definitivo. Es como vivir con una versión joven de mi madre.