La miro fijamente, en busca de una opinión de mujer. Sin embargo, su cara está seria.

—Ro, di algo... —insisto. Necesito respuestas.

—¿Sigues enamorado de ella? —Su voz suena entrecortada.

Suspiro y respondo, tratando de ser sincero.

—No lo sé. La había olvidado, de verdad que sí, pero la vi en el Hormiguero hace unos días y todo vuelve a estar confuso. Parece como si no hubiera cambiado nada.

—¿Por qué no hablas con ella?

—Me odia —cuando paro, me hace una seña para que continúe— y cada vez que me ve, huye en dirección contraria.

—A mí me parece bastante normal, teniendo en cuenta lo que hiciste.

Asiento. Sé que tiene razón. Pero necesitaba oírselo decir a ella.

—Quiero disculparme bien, pero me da miedo hablar con ella desde el corazón.

Se acomoda su pelo castaño y suspira. Un día de estos la mato de un disgusto. Tarda demasiado en darme uno de sus preciados consejos.

—Pues búscala y dile todo lo que sientes a los ojos, Blas. Que está muy bien sofocarte conmigo, pero eso no va a arreglar nada entre vosotros.

—¿Pero cómo lo hago?

Se para un segundo para pensar y acaba suspirando. Es la reina de los suspiros, de eso no hay duda.

—Pídele ayuda a Dani. Estoy segura de que él también necesita disculparse con ella.

~~

Salgo de casa de Rocío bastante convencido. Sé todo lo que he hecho mal y si lo reconozco ante Rebeca, quizás me sienta en paz. O quizás descubra que sigo sintiendo cosas por ella.

—Rebeca Torras.

Último año de instituto. Me giré para buscar a la chica de la que no sabía el nombre. Había llegado nueva, eso estaba seguro.

Tenía el pelo un poco por encima del hombro y parecía muy concentrada en su libreta. Me sorprendió su tono de pelo, muy rubio para ser natural.

Entonces, ella levantó la mirada y me sonrió, un poco sonrojada. Ahí me enamoré.