Hay muchas maneras de mirar a una persona, pero ya os advierto: no es una buena idea pensar en una persona según la manera en la que la conociste. Al menos, si el encuentro es algo para olvidar. Pero no puedo evitarlo. Cada vez que miro su cara de reojo mientras caminamos fuera del edificio, no puedo parar de pensar en aquella chica de dieciocho años sentada en la acera, llorando a lágrima viva.

Aún recuerdo que yo salía de la fiesta, muy tranquilo. Me lo había pasado muy bien, pero tenía que volver a Madrid. Entonces la vi. Era rubia, de un tono platino, pero no dejaba ver nada más, puesto que tenía la cabeza enterrada entre sus piernas.

Me acerqué y le pregunté si estaba bien. Me abrazó, sin siquiera conocerme. ¿Quién habría pensado en aquel entonces que se convertiría en la persona más importante de mi vida?

—¿Vas a dejar de mirarme con pena?

Pestañeo y vuelvo a la realidad. Su mirada parece enfadada, así que trato de sonreír. Demasiado forzado para mi gusto. No funcionará con ella.

—Solo quería que habláramos... —susurro.

—Tú me has sacado de aquí. —Me interrumpe—. Habla y deja de dar vueltas. —Se cruza de brazos. Sigue molesta.

—Solo quería que supieras que no estaba pensando cuando te dije lo que te dije. Fue una estupidez. No fue culpa tuya, lo siento.

—Tú siempre lo piensas todo antes de decirlo. ¿Qué te pasa últimamente?

—Será... que estos últimos días me están trastocando un poco. Entre Dani, Blas, la YoutubeCome... Todo está muy desastroso.

O simplemente no tengo las narices para decirte que me muero por besarte y que estoy muerto de miedo por si volvieras a enamorarte de Blas. Pero claro, eso no se lo voy a decir. Mejor me quedo callado y dejo que me abrace y que todo vuelva a ser como antes de esa discusión estúpida, que empezó ella.

Ojalá esta maldita semana acabe de una vez. He dicho la verdad en algo: entre todo lo que está pasando, me van a volver loco