Lo bueno de que esta semana no haya programa es que no tengo que preocuparme por ir a Barcelona de nuevo. Solo tengo que esperar a que pase la YoutubeCome y todo irá como la seda. Y si además no me cruzo a Rebeca, todo irá aún mejor. O eso espero.

Pero claro, no estoy destinado a que nada me salga bien. Salgo a la calle y lo primero que veo es su pelo. Como lo tiene de un rubio casi platino, es fácil de distinguir. Con la gracia de un gigante campesino, envuelve su perrito caliente en kétchup. Abre la boca, como si estuviera en su casa, y le da un mordisco que se lleva la mitad. Me hace reír, no ha cambiado en nada de eso. Todo esto me hace recordar a cómo era todo antes de que pasara lo que pasara...

—¿Confías en mí? —murmuré en su oreja.

—Bastante poco, en realidad.

Hice una mueca graciosa aunque sabía que ella no la vería. Besé su nariz, haciendo que su frente se arrugara. La conduje en silencio, tratando de no hacer nada que delatara el lugar en el que nos encontrábamos.

—Ahora puedes abrir los ojos —dije, retirándole la venda.

Abrió los ojos como platos y se mordió el labio. No todos los días se sube a lo alto de un acantilado y se prepara una cena para dos. Tan peligroso como emocionante.

—Blas, esto es...

—¿Romántico?

—Iba a decir increíble, pero lo tuyo también —dijo sin apartar la mirada del paisaje...

Suspiro volviendo a la realidad. No he visto cuando se ha ido. Mejor, porque entonces seguro que ella me hubiera visto y no quiero pelear. No después de lo mal que estaba ayer, llorando por ¿su amigo? Seguro que se gustaban. Y algo que él ha hecho la ha hecho llorar. Nadie se la merece más que yo.

Sacudo la cabeza, tratando de deshacerme de mis pensamientos. Por más que me duela haberla perdido, ella ya no es mi problema. Rompí con ella hace años, no tengo por qué preocuparme. No quiero, ni debo enamorarme de nuevo de ella. Por culpa de Dani la perdí, pero no quiero que ella pierda a alguien por mí. No ahora.