¿Tan mal es lo que estoy haciendo? Al final, deseché la idea de enrollarme con la organizadora de la YoutubeCome, Rebeca, ya que podía traerme muchos problemas si se enteraba de lo que yo pretendía.

Por suerte, al ser famoso, no me resulta difícil conquistar a alguna chica en la discoteca. Lo malo: no puedo llevarlas a casa y tengo que liarme con ella en el baño de la propia discoteca. Una cosa buena por otra mala...

¿De verdad está tan mal? Solo quiero que Eli empiece a verme como a algo más que su cliente desastroso. Ella es increíble y yo... no mucho. Su pelo castaño, sus ojazos oscuros... Gimo sin darme cuenta, haciendo reír a la pelirroja que tengo encima. Me da pena, se cree que es por ella.

—¡David!

Genial, empieza la función. Me separo de la chica y la miro. Lleva su pelo recogido en un moño y su ceño fruncido. Como todos los días de su vida. Eso me hace sonreír.

Con una mirada fulminante, me hace levantarme y vamos juntos hacia su coche, en silencio. Una vez en él, estalla.

—¿Te has vuelto loco? Si la prensa te ve así...

—¿Qué? ¿Cuál es el problema? Soy un chico de veintiocho años, tengo derechos.

—Y también obligaciones. Si querías libertad, no haberte vuelto famoso.

—Deberías relajarte y no tener siempre esa cara de amargada con todo. La vida es más que trabajar.

—David —suspira, masajeándose la frente. Está enfadada—. Me pagan para que cuide de ti y para que te busque entrevistas y te ayude en promoción. A esto me dedico.

—¿De verdad estás tan ciega que no ves que he montado todo esto para que te fijes en mí?

Para el coche y me mira, desafiante.

—¿De verdad estás tan ciego que no te das cuenta que me llevas gustando desde que nos conocemos?

Balbuceo algo que ni yo entiendo. Al final, logro decir algo:

—¿Y por qué no lo intentamos?

—Esto no funciona así. Te crees que es tan fácil como ponerme celosa, pero no. Vas a tener que hacer mucho más para que acepte salir contigo. Créeme.