4 - La redención de Oswald Cobblepot

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Edward se sentaba delante de la luz de la pantalla de su ordenador, la única fuente de iluminación de su oscura habitación, mientras su mente daba vueltas y repasaba con sumo detalle las palabras que Oswald le dijo en su último encuentro, acentuándolas con rabia.

No estaba acostumbrado a que las cosas salieran así, pues estaba totalmente convencido de que El Pingüino deseaba deshacerse de Falcone. Pero lo que le había decepcionado de verdad fue que no aceptara colaborar con él. Le había subestimado, como siempre lo habían hecho con él, y ahora todo iba cuesta abajo mientras decidía algún tipo de contraataque, porque claramente no podía dejar que aquello se quedara de esa manera.

Deseaba hacerle ver a Oswald para lo que valía y que él había desprestigiado, pero para ello no tendría que hacerlo a modo de venganza. No deseaba una enemistad con él, pues no podría despreciar la utilidad de una alianza con El Pingüino. Debía de actuar inteligentemente para conseguir aquello que quería alcanzar, y en el mismo momento que asimiló aquello, una idea empezó a formarse en su calculadora mente; definitivamente debía de hacerle una visita sorpresa a Oswald Cobblepot después de trazar de manera premeditada un buen plan.

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—¿Dónde está mi café? —le preguntó Oswald a Selina, con un leve toque de desprecio. No solía tratarla así, pero últimamente se encontraba algo distraído, lo cuál le enfadaba al mismo tiempo.

—No me has pedido ningún café —le respondió Selina, en un tono neutral y calmado, en contraste con la actitud del pingüino.

—¿Ah, no? —reiteró, confuso. Selina le respondió negativamente con la cabeza.

—Falcone quiere verte, por cierto.

"Ninguna novedad por el ambiente", pensó Oswald.

Sin siquiera mediar palabra, empezó a dirigirse hacia el lugar en el que Selina le había dicho que Falcone le estaría esperando. Resultaba extraño, pues, por alguna razón después de tantos años, había decidido cambiar de cafetería habitual.

Todo esto realmente no ayudaba mucho a su mal humor, aunque sin duda, peor le sentaba no tener una idea exacta de por qué estaba de tan malos humos últimamente, y de por qué irritarle con las cosas mínimas resultaba más fácil de lo habitual. O quizá es que no quería ver que todo esto era por el sitio que ocupaba en sus pensamientos aquél desquiciado con el que se había visto ayer.

Había sido un encuentro de lo más extraño para Cobblepot. Aquél riddler se trataba de un tipo de persona totalmente nueva para él, sobre todo dentro del mundo de la política y de todo lo que había detrás, que por sí solo era totalmente alocado, y aún más le había sorprendido el hecho de que tuviera la audacia de pedirle una alianza personal. A él, el pingüino.

Y es que además, Riddler no había estado tan equivocado en sus conjeturas; nada le gustaría más a Oswald que deshacerse del Romano y ocupar su puesto, como si no llevara prácticamente todos los años bajo su yugo velando por eso mismo (aún si Carmine siempre había dicho que él era un asociado suyo, pero no era más que otro truco del Romano). Edward, en cierto sentido, le había ofrecido esa oportunidad, pero todo el tono con el que evocaba sus intenciones le había puesto de los nervios a Oswald. Y un niñato como él no podía meterse tan a la ligera en un asunto totalmente ajeno de lo que resultaba el ambiente de Cobblepot, y es que él sabía que, si por algún casual, accedía a colaborar con él, estaría metiéndole en un asunto demasiado complicado para alguien de su estatus y edad. No es que quisiera sonar preocupado por él, pero mirándolo desde la situación de riddler, su actitud le había parecido una estupidez. No parecía más que un entusiasta jugando en una casa de muñecas.

Aunque, por otro lado, tampoco estaba seguro de si no quería volver a verlo. De todas formas, eran todas esas cuestiones sumamente confusas e inesperadas las que le estaban poniendo de muy mal humor últimamente.
Y ahora además debía verse con Falcone, aunque se imaginaba con qué motivo.

Al llegar a la cafetería, se metió dentro y visualizó a un hombre con su rostro cubierto por un papel de periódico. Obviamente, se trataba de Falcone.

—Falcone —le dijo mientras se sentaba delante suya, con Carmine apartando el periódico de delante de su cara.

—Oswald.

—¿A qué viene el cambio de lugar?

—Está claro que el anterior había dejado de ser seguro —contestó. Había algo en el tono de Falcone que hacía a Cobblepot presentir que esta no sería unas de sus tantas conversaciones tranquilas y serenas—. Dime, ¿Cómo fue tu conversación con nuestro pequeño paparazzi, ha entendido que debe mantenerse alejado de nosotros?

—Claro que lo ha entendido —mintió. Oswald sabía que había pretendido conseguir justamente aquello, pero no pareciera que el streamer tuviera la más mínima intención de parar con sus planes.

—¿Y eso es todo?

Falcone sonaba un tanto escéptico.

—¿Qué más quieres que diga? Le expliqué las cosas, le amenacé. No tuvo que ser en ese orden, pero captó el mensaje.

—No me gusta ese chico. Quizá deberíamos de haber recurrido a métodos más violentos, ¿No crees?

Oswald dudó ante aquello.

—No te creas. No sabe lo que está haciendo ni dónde se mete. Probablemente lo mejor sea dejarlo a su aire, es inofensivo —mintió, por segunda vez.

De forma inesperada, Falcone empezó a reírse por lo bajo. Cobblepot le contempló, perplejo.

—¿Qué ocurre?

Cuando el Romano se comportaba de una manera extraña contigo, sabías que había algo turbulento entre aquello, y de lo que debías sospechar al instante. A Oswald no le gustaba nada hacia donde estaba dirigiéndose esta conversación.

—Ver para creer. ¿Tú, el pingüino, abocando por la no-violencia? Está claro que, si no te conociera a ti y a tu lealtad, serías demasiado sospechoso ahora mismo, aunque ya lo eres un poquito.

Ahora era Cobblepot el que entonó una carcajada, pero de manera un poco más nerviosa.

—¿Qué insinúas?

—Insinúo que me estás mintiendo.

—¿Por qué haría yo eso?

De repente, Carmine se levantó. Suavizando su actitud y enrollando el rollo de periódico, no le dirigió la mirada a Oswald ni un momento. Cobblepot, en cierto modo, había empezado a experimentar algún tipo de terror, uno que hacía demasiado tiempo que no experimentaba con el Romano, desde los primeros años que empezó a trabajar para él.

—Sabes, Oswald. No voy a negar que tuviste maña con el chico, y que tu actitud fue la más adecuada. Pero ha ocurrido lo que me temía; que no me cuentes sobre cómo alguien planea alzarse contra mí. Eres de mis compañeros más leales y conoces lo mucho que llevo luchando por mi carrera política, así que espero que esta conducta no vuelva a repetirse. Y recuerda, Cobblepot, que desde el caso de Maroni tengo ojos en todas partes.

Sin decir nada más, el Romano simplemente se fue, dejando a Oswald con las palabras en la boca, y sintiendo una rabia incluso mayor que la que había estado experimentando toda la mañana.

Por supuesto, Falcone siempre acababa siendo el que salía victorioso de todo.

————

Oswald, con ganas de que fuera ya de noche para dormir y no pensar en nada más, se encontraba dirigiéndose hacia la comodidad de su club nocturno. Sí, era consciente de que se trataba de un lugar a veces infestado de actividades que no eran de las más legales y quién sabe qué más cosas que la policía que iba allí ignoraba completamente, pero por otro lado era un lugar en el que se sentía bien, incluso cómodo. Era ese pequeño espacio en el que había conseguido encajar de alguna manera, y eso le hacía sentir bien.

Aunque cuando llegó, le llamó la atención que el segurata que vigilaba la puerta trasera no estaba presente, y dicha puerta se encontraba levemente abierta, y bueno,nada de eso podía ser una buena señal.
O quizá sí.

De todas formas, el misterio desapareció tan rápido como visualizó a Riddler apoyándose con total comodidad y tranquilidad en el salón al que la entrada daba. Cuando visualizó al pingüino, masculló una amplia sonrisa falsa.

—Si te dijera la cantidad de dinero exacta que ha hecho falta para sobornar a tu guardia, estoy seguro de que lo despedirías.

En un principio, Oswald iba a encontrarse alterado, pero antes de aquello controló sus impulsos y miró con frialdad al castaño.

—¿A qué has venido aquí?

—Sentía que todavía teníamos muchas cosas de las que hablar.

—¿Tú crees? —preguntó Cobblepot con ironía y arqueando una ceja.

—He pensado que, si no quieres una alianza con Falcone, me las tendré que apañar a mi manera —las palabras de Edward empezaron a adquirir un tono ciertamente oscuro—. El problema es que, no es que seas tú una pieza importante, pero sí que lo es aquello que tú tienes.

—Entonces, técnicamente eso significa que yo soy una parte importante de tu plan.

Edward ignoró aquello, y al contrario prosiguió con su charla.

—Verás, Cobblepot, lo he pensado mucho, y si no piensas unirte a mí, no tendré más opción que convertirte en mi enemigo. Déjame explicarte la de cosas que esto acarreará, pues para empezar, deberías de saber que tengo una legión de fans en Twich que estará dispuesta a-

—Corta con esto —le interrumpió, después de dar una vuelta con sus ojos hacia arriba, ya un poco cansado—. No comprendo qué es Twitch ni por qué es tan importante, pero no me importa. Me aliaré contigo para destruir al Romano.

—Y si no trabajamos juntos, entonces —siguió diciendo Riddler, tardando en procesar lo que el pingüino acababa de decirle— ¿Cómo?

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