Capítulo 31 ✔
Dejo que Ela me maquille un poco y me arregle mi rebelde mata de pelo castaño. A ella le gusta arreglarse mucho más que a mí, por lo tanto lo hace mejor que yo.
Decir que no estoy nerviosa por la cena con los padres de Lysander sería mentir. La señora Ambrose la tiene agarrada conmigo y su único propósito parece ser molestarme.
Y tú tampoco haces mucho por defenderte.
—¡Laura, deja tus manos quietas!
—¡No puedo, Ela! Ya sabes que hago eso cuando estoy nerviosa.
—No debes de estarlo, Lysander te ama y lo que diga la arpía de su madre te tiene que dar igual.
Tomo una bocanada de aire y lo suelto poco a poco. Ese es un ejercicio de relajación que me enseñó mi psicólogo cuando pasé por mi época mala.
—Muy bien, eso es —me anima la pelirroja—. ¡Respira antes de que mates a los demás de un ataque de nerviosismo!
Golpeo su hombro y voy al espejo para mirarme. Ela me ha prestado un vestido suyo porque los míos no son demasiado elegantes ni especiales para la ocasión. El vestido es corto, rojo y se ciñe a mi cuerpo a la perfección. Mi cabello está recogido en un moño simple.
—¡Me has dejado como nueva! —sonrío en señal de agradecimiento.
—Yo no he hecho casi nada, tú eres increíble.
—Ooh, Ela. —me derrito mientras la abrazo.
—¡Vamos, venga! —me da una palmadita en el trasero y la miro raro—Tu príncipe resfriado te estará esperando en su palacio.
Y eso es cierto, mi príncipe rubio estúpido ha insistido mil veces en para a recogerme pero él está muy acatarrado y no quiero que salga de su casa sólo para recogerme cuando yo puedo caminar solita.
Camino por las aceras de Shorelines con una sonrisa. Aunque yo lo negase, siempre he querido que Lysander me prestara atención y ahora que lo hace, el resto de cosas se quedan en segundo plano.
Me siento como en una nube, no me preocupo por nada. Seguramente, Collin ya se ha olvidado de mí, Ángel vendrá a visitarnos muy pronto y voy a ver a mamá todos los lunes y miércoles por la tarde. Las clases ya han empezado y me estoy poniendo las pilas totalmente, este año voy a mejorar la nota aunque ya sea buena.
Tatareo una canción mientras sigo caminando. Ya sólo me quedan dos calles. Contengo un gritillo de emoción, ¡ya estoy echando de menos a Lysander a pesar de haber hablado con él por teléfono hace nada de tiempo!
A una calle de distancia, ya puedo ver la imponente casa Ambrose justo frente a mi casita. Llamo al timbre dos veces y espero con paciencia. Mientras, me arreglo un poco el pelo con la mano.
Es Landon quien me abre la puerta.
—¡Vecina favorita! —me abraza y se hace a un lado para que pase.
—¡Vecino favorito! —sonrío— ¿Dónde está mi novio bello?
—Está en su habitación, ahogándose con sus propios mocos. —hace una mueca de asco.
Ruedo los ojos sin borrar mi sonrisa y corro hasta las escaleras para buscarlo cuando una voz me interrumpe.
—¿A dónde te crees que vas? —la señora Ambrose está parada en medio del salón mirándome como si quisiera golpearme— Yo llamaré a mi hijo.
Frunzo el ceño cuando resalta la palabra mi y me paro junto a Landon viendo como ella desaparece.
—No le hagas caso, ella siempre es así. —resopla.
—Ya... —trato de cambiar de tema, ella no me va a arruinar la cena— ¿Dónde está Liam?
—No ha podido venir, tiene muchos exámenes.
—Oh, bueno. ¿Y tu padre?
—Está cocinando, es una de las cosas que mejor hace, pero mi madre nunca le deja.
Abro la boca con sorpresa. No sabía que el señor Ambrose supiera cocinar, supongo que será un secreto de familia.
Sonrío al instante en que Lysander baja de su habitación, voy hasta él y me doy un beso corto. Su aspecto es realmente malo, tiene la nariz roja, muchas ojeras y los labios cortados.
—¡Estúpido, tienes mal aspecto! Espero que estés tomando medicina.
—Claro que lo hago, Cereza —sonríe y yo me derrito—. Ahora vamos a cenar. Oh, y no me des besos, podría contagiarte el resfriado.
Hago un puchero y le doy el beso igualmente. ¡Es un resfriado, no el coronavirus, por Dios!
—Siempre tan cabezona...
—Ya lo sabes.
La cocina está totalmente lista para cenar cuando llegamos. Olisqueo el intenso aroma a comida y me contengo de aplaudir de emoción, realmente muero de hambre.
Nos sentamos en la mesa listos para comer el rico pollo con ensalada.
—Y bueno, Laura —la madre de Lysander llama mi atención—, ¿sabes ya qué vas a estudiar?
Esto es una pregunta trampa, yo lo sé. Pero me da igual, respondo con sinceridad de igual manera:
—Sí, voy a ser editora.
Ella tuerce los labios y me mira un poco despectivamente.
—Eso no tiene mucha salida.
—Va a ser la mejor editora del mundo. —la corta Lysander. Le dedico una enorme sonrisa que me hace parecer la cursi enamorada que soy. Pfff, soy un cliché andante.
Lo eres.
—Te podrás leer los libros gratis. —aporta el señor Ambrose.
—Pues mi Lysander va a ser abogado como su padre. —la frase deja un tenso silencio, pero la señora Ambrose pone una falsa sonrisa inocente.
Landon está ahogándose con un trozo de pollo, su padre le da una palmada en la espalda que hace que se le pase.
—¿Estás bien? —le pregunto al ver su cara roja.
—Sí, perfecto.
A mi lado, Lysander tiene los hombros tensos. Pongo mi mano sobre su rodilla y al instante se relaja un poco.
—Está muy buena la comida, señor Ambrose. —trato de romper la tensión como sea. Él me sonríe y cuando va a responder, su mujer lo interrumpe.
—La cocina no es para los hombres, yo lo hubiera hecho mejor.
—¿Disculpa? La cocina es para quien le guste, no tiene género. —aprieto la mandíbula con rabia. Ella me mira con despecho.
—No te he pedido opinión a ti, muerta de hambre.
Lysander golpea la mesa con tanta fuerza que mi copa se cae manchando el mantel de vino.
—¿Quieres callarte ya? —le grita a su madre— ¡No permito que te metas con mi padre ni con mi novia! Te estás cargando esta familia tú solita. ¿O por qué te crees que papá siempre está fuera? ¡¡Porque nadie te soporta!! Ya fue suficiente con que llamaras nenaza y maricón a Liam sólo por no gustarle las chicas. ¡Me largo de aquí! Laura, nos vamos.
La señora Ambrose se ha quedado pálida, esto no se le esperaba. La cara de mi novio está roja de furia, la vena de su cuello totalmente hinchada.
—No os podéis ir, no...
Nadie le hace caso.
Lysander abre la puerta con brusquedad y sale. Yo cojo mi chaqueta y me apresuro a seguirlo cuando veo que un coche sube a la acera y lo arrolla. Eso no ha sido sin querer.
Todo pasa a cámara lenta, como si fuese capaz de revertirlo, pero a la vez no.
Salgo de aquella casa mientras grito. Me acerco corriendo hasta mi novio que está en el suelo, pero alguien me coge por la espalda. Otro alarido de desesperación sale de mi garganta.
—Ya eres mía, Laurita.
Pateo y forcejeo pero el sujeto es demasiado fuerte. Sólo una persona me llama Laurita, es Collin.
—¡No! Por favor... —suplico, atemorizada.
Derrepente, como si Collin perdiera su fuerza, me suelta. Por unos segundos, me creo que ha escuchado mi súplica y por eso me ha liberado.
Muy inocente todavía, Laura.
Me doy la vuelta, extrañada, y veo a Nick. Lo ha golpeado con un bate de béisbol y lo ha dejado inconsciente. Llamo rápido a la ambulancia cuando veo que Landon no consigue despertar a su hermano.
El corazón me golpetea con fuerza mientras el teléfono timbra sin respuesta. Mientras aguardo con poca paciencia, observo a Lysander, todavía postrado en el suelo.
El hueso de su brazo está en mala posición y sin duda, la osteoporosis no lo va a beneficiar.
—Emergencias, ¿dígame?
El aire vuelve a mis pulmones por muy poco tiempo. Le describo la situación a la señora al teléfono con brevedad y ella manda a la ambulancia para acá.
Me agacho en el suelo para tomar la mano de Lysander, entre lágrimas que empañan mi vista.
Así es como me doy cuenta de que la felicidad hay que aprovecharla porque puede acabar en un parpadeo. Mi corazón duele ante el mero pensamiento de perderlo. No, eso no pasará, yo no lo permitiré. Y sé que por ratos que sean los señores Ambrose, pagarán lo que sea por evitar la muerte de su hijo.
Esperemos que realmente así sea.
La ambulancia no tarda en llevarse a Lysander. Yo apenas soy consciente de lo que pasa, casi no puedo concentrarme. Mi traicionera mente se va a los momentos en los que creí que era mejor pelear con él que confesarle mis verdaderos sentimientos. Como me gustaría haber aprovechado esos momentos.
Cuando decíamos «¡Qué empiece la guerra!» en lugar de un «te quiero».
✔✔✔
Ay, ay, ay. Me voy corriendo antes de que alguien me golpee. Este es el capítulo final, esperad al epílogo.
Hasta prontooo.
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