Capítulo 12 ✔
Maratón 1/2
—¿Dónde habré puesto las llaves? —pregunta mi madre. Se va ya a trabajar y va a llegar tarde.
Dejo de acariciar a Miau Sin Sentido, me levanto del sofá y las busco con ella.
—Mamá...
—Laura, vamos ayúdame que llego tarde.
—Las llevas en la mano. —la miro con cara rara. Ella suspira y se golpea la frente.
—Oh, vaya.
—¿Estás bien?
—Sólo llevo mucho estrés acumulado, será por eso... —se despide de mí con un beso y se va.
Me giro para ir al sofá cuando me encuentro con Lysander sentando en él y con mi gato sobre él. Traidor.
—¿Qué haces aquí? —pregunto con el corazón acelerado— Creía que eras un ladrón. Casi te golpeo con un cojín.
—Te dejaste la ventana abierta y entré por las escaleras, Cereza irresponsable.
—Se llama ventilar la habitación, quizás te suena de algo. Oye, aún no es la hora de tutoría, faltan varias...
—Dos horas, ya lo sé —me mira con cansancio—. No vengo por las tutorías.
Me siento a su lado dejando un poco de espacio entre nosotros y lo miro interrogante para que continúe. Ahora la intriga me está matando.
—Hoy tengo práctica de fútbol, es un partido importante contra un pueblo de cerca.
—Oh, está bien. No te preocupes, hoy no damos tutoría si no puedes.
Ahora que lo pienso, Ángel también me mencionó algo de ese partido anoche. Estaba bastante emocionado.
—He pensado que... —lo miro— podrías venir a verme. Si puedes, claro.
Lo miro, emocionada, aclaro mi garganta y trato de ponerme un poco más sería. Eso es, Laura, hazte la dura.
—Claro, es decir, estoy libre.
—Bien, pues —se levanta y deja un casto beso en mi frente—, nos vemos allí, Cereza.
Esta vez, se va por la puerta y no por la ventana. Genial, está aprendiendo a comportarse como un ser humano decente.
Suelto un grito de emoción cuando ya no me ve, pero paro porque mi gato me está mirando raro. Maulla y se esconde en la cocina. Creo que piensa que no soy normal. Eso o va a robar algo de comida de la basura.
Marco el número de Ela para contárselo todo y ella me cuenta que está interesada en un chico.
—¿Es Finn?
—¿Finn Stacy? Por favor, Laura, se come los mocos.
Hago una mueca de disgusto.
—¿Taylor? ¿Chris? —ella niega con la cabeza— ¡Ah, ya sé, es Karl!
—Negativo.
Suspiro con frustración. Esto va a ser muy complicado si ella no me echa una mano.
—¡Ya, dímelo!
—Ahora mismo no, pero te lo diré. Yo también voy a ir al partido.
La miro confusa, que yo sepa ella nunca ha ido a ningún partido porque dice que es aburrido ver a veintidós tíos dándole patadas a un balón. Cabe aclarar que yo no concuerdo con ella.
Y menos si Lysander es ese tío que da las patadas al balón.
—A Mark le apetece que vaya así que iré. —se explica pero suena a excusa. A Mark le da igual si Ela va o no, la pelirroja se trama algo, yo lo sé. La conozco demasiado.
Charlamos un rato más sobre temas triviales y nos arreglamos juntas en la videollamada. Ella se pone un poco de colorete mientras yo me decido entre dos camisetas.
Cualquier otro día, nada de esto hubiera pasado. Ela es bastante segura de sí misma y yo, normalmente, me pongo lo primero que pillo aunque trato de que los colores combinen, pero hoy es un día especial. Después del partido, nos iremos de fiesta seguro, independientemente del marcador. Nos vamos a emborrachar, ganemos o perdamos.
Si ganamos para celebrarlo y si perdemos para consolarnos.
Termino la videollamada y salgo de mi casa para ir al campo de fútbol. Sólo tenemos uno en este pueblo y queda bastante cerca de mi casa así que voy a pie sin problema.
Cuando llego, las gradas ya están llenas y rugen para que salgan los jugadores.
El partido está a punto de empezar, bajo al estadio porque sé que Ela ya está aquí y tiene un sitio reservado para mí, me acerco a los jugadores y busco a mi hermano.
Lo único que quería era desearle suerte, pero freno en seco cuando noto que está peleando con el entrenador. Sé que debería irme y fingir que no ha pasado nada, sin embargo, no puedo evitar quedarme un rato a escuchar.
—¿Cómo quieres que te saque si te has saltado la mitad de los entrenamientos? ¡No tienes excusa!
—¡Estoy preparado! —trata de controlar la rabia— Sabes que necesitaba ese trabajo, traté de que no coincidieran los horarios, ¡pero es mañana y tarde!
Para un momento, ¿trabajo? ¿Desde cuándo Ángel trabaja?
—¡Ya sé que necesitas ese trabajo para el tratamiento, pero...! —el entrenador se corta cuando me ve.
Ángel se da la vuelta extrañado y me ve también, abre mucho los ojos para luego tratar de acercarse a mí, pero me aparto rápidamente. No puedo creer que me haya ocultado información tan importante.
—¿Qué está hablando, Ángel? ¿Qué trabajo, qué tratamiento? —la cabeza me da mil vueltas buscando la posible solución, sin embargo, no sé me ocurre nada, ¿qué me están ocultando?
—Laura, no...
El inoportuno árbitro lo interrumpe diciendo que el juego va a empezar. Me obligan a sentarme en las gradas para mi completa frustración. Ah, pero esto no quedará así.
—¿Laura, cómo es que has tardado tanto? —me dice Ela cuando llego— ¿Qué ha pasado? Tienes mala cara.
—Luego hablamos. —trato de sonreírle en un intento de no asustarla ni preocuparla y mirar el partido, pero mi mente está en otro lado.
—He invitado a Marie, me dio su número de teléfono, pero no ha venido.
—Sí ha venido. —la señalo disimuladamente porque es de mala educación. Ela y yo le hacemos señas para que nos vea.
—¡Bajad las manos, idiotas! —nos grita alguien desde la parte de atrás.
Gruño frustrada por la mala sombra de esa persona y me contego de gritarle cuatro cosas obscenas. Ya he tenido suficientes problemas hoy.
Por suerte, Marie ya nos ha visto y viene hacia nosotras. Se disculpa por llegar tarde y nos quedamos en silencio por si alguien más se enfada.
Pasan los minutos y el marcador sigue 0-0. La primera parte está a punto de terminar, el entrenador saca a mi hermano y pocos minutos más tarde...
—¡GOOOL! —gritamos las tres a la vez.
El equipo entero lo celebra y derrepente Ángel nos señala, ¿a quién le dedica el gol? ¿A mí? Eso no lo ha hecho nunca.
Miro a mi mejor amiga, sus mejillas están sonrojadas cuando el enorme foco que cuelga del techo la alumbra.
—Vaya, parece que Torres le acaba de dedicar el gol a una chica, ¡y no es a su hermana ! —dice el comentarista por el micrófono.
Ela enrojece tres tonos más y sonríe. Lanza besos a Ángel y el partido continúa con normalidad, pero yo no voy a dejar esto pasar ni en broma. Me debe una explicación o dos.
—¿Qué narices acaba de ocurrir, Ela? Creo que tienes algo que contar.
Ella se encoge de hombros y esquiva mi mirada. Por lo visto, hoy es el día de no saber nada y de no contarme nada. Gracias, amigos y familia.
No puedo evitar seguir a Lysander con la mirada. Él corre como una bala por el campo, defendiendo y cubriendo todos los huecos.
El partido termina con el marcador a 1-0. Los jugadores de nuestro equipo celebran la victoria y los otros se van de nuevo a su pueblo, pero más decaídos.
En mi familia, a todos nos gusta el fútbol, de hecho, mi madre jugaba cuando era joven. Yo ni lo intento porque parece que tengo dos pies izquierdos. A veces, mi hermano y mi madre juegan juntos en la terraza y yo los miro, jugando a ser comentarista.
Me pongo de pie, dispuesta a ir a la fiesta sin esperar al resto de jugadores. No quiero ver a Ángel en estos momentos y me enfadan los secretos de Ela.
Hoy todos están rarísimos.
✔✔✔
Hasta aquí llega el capítulo. Espero que os haya gustadooo. 💙 Seguid leyendo, hoy toca maratón.
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