5
El desafío había terminado, y el equipo magenta, contra todo pronóstico, se alzó con la victoria. Habían ganado la inmunidad y, con ella, un pequeño respiro en medio de la competencia. El equipo cian, se salvó por poco, mientras que el equipo amarillo, que no había podido mantener el ritmo, estaba destinado a enfrentar la temida eliminación de esa noche.
Las antorchas iluminaban el campamento en un resplandor tenue, y aunque la tensión de la competencia seguía en el aire, Kristal les había informado que no habría más retos por el resto del día. Los participantes aprovecharon el tiempo para descansar, planear sus estrategias o simplemente disfrutar de un breve momento de paz.
Jake, sin embargo, no encontraba tranquilidad. A pesar de la victoria de su equipo, la presión seguía aplastándolo. Estaba sentado en silencio cerca del fuego, observando cómo las llamas danzaban y crepitaban, pero su mente estaba muy lejos de allí.
Hunter se acercó a él, manteniendo una distancia respetuosa antes de hablar.
— Oye, Jake. ¿Cómo te sientes? – preguntó con suavidad, aunque ya conocía la respuesta.
Jake levantó la vista, y en sus ojos se reflejaba el fuego, pero también una sombra de confusión y agotamiento.
— No lo sé, Hunter. Ni siquiera sé qué sentir ahora. Ganamos el día de hoy, pero... ¿Mañana que? – respondió en un susurro, tratando de darle sentido a las emociones que lo abrumaban.
Hunter se sentó junto a él, dejando que el silencio se asentara entre ellos por un momento antes de hablar de nuevo.
— Es normal sentirte así, Jake. Todos estamos bajo mucha presión. Pero no tienes que cargarlo todo tú solo, ¿sabes? Estoy aquí contigo, para lo que necesites.
Jake asintió débilmente, pero sus pensamientos seguían dispersos. Sabía que Hunter intentaba ayudarlo, pero la batalla dentro de él parecía no tener fin. Antes de que la conversación pudiera profundizarse, la voz de Kristal resonó en el campamento, llamando la atención de todos, especificamente del equipo amarillo.
— Es momento de la eliminación – anunció, su tono solemne. Todos el team amarillo se levanto de sus lugares y se dirigieron al lugar donde la ceremonia tendría auge.
Los rostros estaban tensos mientras los participantes del equipo amarillo se alineaban, esperando el veredicto. Kristal, como siempre, mantenía su expresión imperturbable, pero la atmósfera era pesada, y cada segundo parecía alargarse eternamente.
Finalmente, después de una pausa cargada de tensión, Kristal anunció el nombre del eliminado.
— Por tres votos, Miriam, has sido eliminada.
Un suspiro colectivo recorrió el campamento mientras los demás intercambiaban miradas de alivio o simpatía. Miriam, la anciana que siempre había sido una presencia ruda, pero también amable, se adelantó con dignidad. Se despidió de su equipo y luego se dirigió hacia Jake.
Sin previo aviso, Miriam lo abrazó. Fue un abrazo breve, pero cargado de emoción. Cuando se separó, le susurró algo al oído que hizo que Jake se quedara helado.
— Nunca confíes en nadie, cariño – le dijo, su voz suave pero llena de gravedad.
Jake la miró sorprendido, pero antes de que pudiera responder, Miriam ya se había dado la vuelta, alejándose hacia el borde del campamento, donde sería escoltada fuera del juego. Las palabras de Miriam resonaron en la mente de Jake, añadiendo una nueva capa de incertidumbre a sus pensamientos ya caóticos.
Cuando todo terminó, los participantes comenzaron a dispersarse, algunos volviendo a sus tiendas, otros quedándose cerca del fuego para hablar en voz baja. Hunter notó que Jake estaba visiblemente afectado por la despedida de Miriam y decidió que lo mejor sería alejarlo del bullicio del campamento.
— Jake, ¿quieres dar un paseo? – sugirió Hunter, colocando una mano en el hombro de su amigo.
Jake asintió sin decir una palabra, agradecido por la oportunidad de alejarse de las miradas curiosas y los susurros. Hunter lo guió hacia el bosque, donde las sombras de los árboles les ofrecían un respiro de la tensión del campamento.
Caminaban en silencio, el crujido de las hojas bajo sus pies siendo el único sonido que rompía la calma de la noche. Hunter miraba a Jake de reojo, preocupado por el evidente malestar de su amigo. Finalmente, decidió que tenía que hacer algo más para ayudarlo.
Se detuvieron en un claro del bosque, donde la luz de la luna bañaba el suelo con un suave resplandor plateado. Hunter se volvió hacia Jake, enfrentándolo directamente.
— Jake, sé que estás pasando por mucho ahora mismo, pero quiero que sepas que no tienes que enfrentarlo solo – dijo Hunter, su voz cargada de sinceridad –. Yo... siempre estaré para ti, pase lo que pase.
Jake lo miró, y sus ojos mostraron algo más que agotamiento en lo que llevaba de la noche. Había un destello de gratitud, de alivio, aunque todavía estaba mezclado con la confusión.
— Gracias, Hunter – susurró, su voz apenas audible –. No sé qué haría sin ti.
Hunter dio un paso hacia adelante y, sin pensarlo dos veces, lo abrazó. Fue un abrazo cálido, reconfortante, y Jake, después de un momento de duda, se permitió relajarse en los brazos de Hunter. El mundo exterior, con todas sus presiones y amenazas, pareció desvanecerse por un instante.
— No tienes que agradecerme – murmuró, sintiendo cómo Jake se apoyaba más en él –. Esto es lo que hacen los amigos... o lo que debería hacer, al menos, no se ni que digo.
El tiempo pareció detenerse en ese claro del bosque, donde solo estaban ellos dos, separados de todo lo demás. Hunter deseaba que ese momento pudiera durar para siempre, que de alguna manera pudiera proteger a Jake de todo el dolor que lo rodeaba. Pero sabía que eventualmente tendrían que regresar al campamento nuevamente, enfrentarse a la realidad.
Sin embargo, antes de hacerlo, Hunter tuvo una idea.
— Jake, ¿qué te parece si nos quedamos en la cueva esta noche? – sugirió con una sonrisa –. Después de todo, ganamos esos sacos para dormir, ¿no?
Jake levantó la vista, y por un momento, Hunter vio una chispa de vida en sus ojos. Asintió lentamente, sintiéndose un poco más animado por la idea.
— Sí... eso suena bien – respondió Jake.
Con un plan en mente, ambos se dirigieron de vuelta al campamento para recoger sus sacos de dormir. Mientras caminaban hacia la cueva, la conversación era mínima, pero el silencio entre ellos era cómodo, cargado de una comprensión mutua que no necesitaba palabras.
Al llegar a la cueva, el familiar refugio de piedra los recibió con su frescura y tranquilidad. Hunter extendió su saco en el suelo, asegurándose de que Jake estuviera cómodo antes de hacer lo mismo con el suyo. La sensación de estar en un lugar apartado del campamento, lejos de las tensiones del día, era un alivio para ambos.
Jake se acomodó en su saco, pero aún parecía inquieto, su mente atrapada en un torbellino de pensamientos. Hunter, notando esto, se acercó un poco más y le habló en voz baja.
— Jake, si necesitas hablar de algo... estoy aquí, de verdad.
Jake lo miró por un momento, luego negó con la cabeza.
— Solo... solo necesito descansar – respondió, aunque Hunter podía ver que había mucho más en su mente.
Sin dudarlo, Hunter se deslizó un poco más cerca de Jake, y con un gesto suave, lo invitó a recostarse sobre su pecho. Jake dudó por un instante, pero al final, cedió, dejándose llevar por la calidez y la seguridad que Hunter le ofrecía.
— Gracias... – murmuró Jake, sintiendo cómo el cansancio finalmente comenzaba a arrastrarlo al sueño.
Hunter sonrió, aunque sabía que Jake no lo vería. Lo que importaba era que, al menos por esta noche, Jake no estaría solo en su batalla interna.
— Duerme bien, Jake. Aquí estaré – susurró Hunter, manteniéndolo cerca mientras la oscuridad de la cueva los envolvía a ambos.
Y así, en la seguridad de la cueva, con el sonido del viento susurrando afuera, Jake finalmente encontró un poco de paz, acurrucado contra el pecho de Hunter, quien velaba por él mientras se desvanecía en el sueño.
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