Luz de Luna [Haikucoln] {WattLouders}

Su respiración era serena y silenciosa. El suelo estaba frío como de costumbre. Su mirada se concentraba en la oscuridad de la habitación, perdida entre toda esa negrura. La única luz que había era la que se filtraba atreves de la puerta. Era tenue y no iluminaba casi nada.

El ambiente era lúgubre y solitario. Le pequeña niña de seis años que abrazaba sus piernas era la única persona en ese lugar.

Ella era muy peculiar. Con un cabello tan negro como la brea, que de estar bien cuidado sería uno suave y liso. Piel pálida y muy fina, tanto que a simple vista se vería como una muñeca de porcelana hecha con el mayor de los cuidados. Su cara estaba un tanto sucia y sin ninguna clase de expresión. Sus preciosos y raros ojos violetas carecían del brillo de la vida. Su vestido grisáceo y viejo era la prenda que llevaba puesta. De no ser por su respiración junto a los leves movimientos de sus pies, podría pasar como un cadáver sin problemas.

La niña solamente se mantenía quieta en la esquina de la habitación. No pensaba en nada, solo se mantenía en silencio. Dejando que el tiempo pase. No tenía nada que hacer pues las únicas cosas que tenía en esa habitación eran una manta con la que abrigarse del frío, una almohada con la que dormir y un balde donde hacía de sus necesidades.

Eso era todo.

No tenía nada más. Así había sido toda su vida desde que tenía memoria. Sola en esa fría habitación con la oscuridad como su única compañera.

Cada cierto tiempo venía un hombre que le traía comida y agua para que no muriera de hambre o sed. Se llevaba el balde y lo limpiaba. Lo dejaba una vez más en su lugar y se llevaba la comida y el agua, aun sí la niña no hubiera terminado de alimentarse e hidratarse.

El estómago de la niña dio un diminuto gruñido indicado el hambre de la pequeña. Sin embargo, la expresión de la niña se mantuvo, impasible. Sin afectarle la falta de la necesidad básica de un ser vivo como lo es alimentarse.

Pero la niña pesé a su corta edad. Entendía que no podía hacer nada para calmar su hambre, ella siempre a estado en ese lugar sin el poder de hacer algo para remediar esa situación, siempre había tenido que esperar a que alguien viniera para traerle la comida y el agua.

Solo podía esperar. Y eso hizo. La niña espero tranquilamente a que llegara un hombre o una mujer que trajera consigo la comida y el agua. Estaban tardando más de lo usual, pero continúo esperando.

Espero y espero hasta que la puerta fue abierta. El hombre que entro a la habitación dando una leve mirada a la niña. Creyendo que estaba muerta el hombre se acercó, pero se detuvo cuando los ojos de la niña lo miraron directamente. Eso lo detuvo. – Estas viva, eh. Que bueno, no quiero tener problemas con el jefe – El hombre hablo. La niña solo lo miro sin decir o cambiar su expresión.

-Ugh para que me molesto de hablarte sí ya conozco que no sabes hablar, dudo que me entiendas mocosa. En fin, ya no estarás sola, de ahora en adelante tendrás a un compañero – El hombre no estaba equivocado. La niña no entendió ni una sola palabra que salió de su boca. Jamás le habían enseñado a hablar, mucho menos a escribir. Solo la habían mantenido ahí encerrada. La pequeña solo esperaba que le dieran su comida y se llevaran el balde.

-¡Ya tráiganlo! – El hombre grito. De inmediato dos hombres arrastraron a un niño. Esto llamo la atención de la chica. Eso sin duda era algo nuevo. El pequeño niño de cabellos blancos que aparentaba tener la misma edad que ella, el chico forcejeo inútilmente contra los dos hombres que lo sostenían de las manos y lo levantaban para que no tocara el suelo.

Estos al entrar lo arrojaron dentro. El golpe sonó, así como el quejido de dolor del niño. El primer hombre que entro también dejo otro balde lleno de agua y tomo el balde de los desechos. Luego de eso, los tres salieron y cerraron la puerta.

Todo eso fue muy nuevo para la niña, aun con lo sucedido se levantó y fue hacía el balde de agua. Tomo un chorro entre sus manos y se lo bebió. Al estar satisfecha regreso a su esquina. Solo que su atención fue dirigida al otro niño.

Este seguía tirado en el suelo adolorido por haber sido arrojado de esa forma. Ella se abstuvo de acercarse. Solo mirándolo atentamente viendo las características tan peculiares del niño.

Este era de su misma estatura. Lo más resaltante a simple vista era su cabello tan blanco como la nieve. Una piel pálida, aunque no tanto como la de la pelinegra. Pecas en su rostro, dos dientes frontales con gran similitud a los de un conejo. Ojos verdes esmeraldas. Vestido con una playera y short gris.

El niño se levantó con mucha dificultad pues ese golpe en verdad le había dolido. Se miro los raspones de sus codos, luego miro todo el lugar. Solo encontró una habitación tan vacía como la que había tenido antes de ser arrastrado a esta.

Le pelinegra miraba al niño sin pestañear. El albino al percatarse de la presencia de la otra niña se sobresaltó. Se miraron fijamente a los ojos. Ambos encontraron distintas cosas en los ojos del otro.

Ella encontró temor y él encontró curiosidad.

El que termino ese choque de miradas fue el albino quien inspecciono lo poco de la habitación, se dio una vuelta tocando las paredes de concreto hasta llegar al balde de agua donde bebió y se mojó las manos para sobarse los raspones. La pelinegra lo miro en todo ese pequeño recorrido. Viendo que no había absolutamente nada que ver o hacer el niño se fue a la otra esquina y se sentó, aún ante la atenta mirada de la muchacha.

Hubo un largo e incómodo silencio que ninguno de los dos podía romper. Era simplemente eso. Ninguno de los dos había sido instruido para comunicarse. Solo para permanecer ahí.

Al poco tiempo llego de nuevo el primer hombre, dejando el balde de los desechos y tirándole a ambos niños dos panes respectivamente para después marcharse sin llevarse el balde de agua como la niña se había acostumbrado.

El tiempo trascurrió con normalidad para ambos niños. Ninguno se acerco al otro, mantuvieron sus distancias el uno del otro. Pese a que sentían cierta curiosidad el uno del otro, no había ni una sola gota de confianza suficiente como para animarse a acercarse al otro.

Días pasaron y la rutina no había cambiado, más allá del nuevo compañero que se le había impuesto a la niña, en cuanto al resto, todo era lo mismo.

Hasta que un día dos mujeres entraron a la habitación. Ninguna tenía buenas intenciones, su visita fue una sorpresa para ambos niños que rápidamente se convirtió en horror cuando las dos mujeres se acercaron respectivamente a cada niño con un cinturón en mano cada una.

Como era de esperarse, las mujeres apalearon a los niños, sin inmutarse por sus gritos de dolor ante los golpes. El cuero golpeando a la carne anudado a los gritos adoloridos de los niños fue lo segundo que más resonó en ese lugar ya que lo primero fueron los gritos iracundos de las dos mujeres. Ellas gritaban cosas que los niños no podían entender. Incluso una de ellas comenzó a estrangular al albino. Estuvieron de esa manera como cinco minutos hasta que llego un hombre con un arma apuntándole a las intrusas.

Estas se vieron forzadas a detenerse. El hombre les grito y las obligo a salir. Ellas obedecieron a regañadientes. El hombre solo les dio una mirada rápida a los niños que se retorcían del dolor en sus esquinas.

Con una mirada seria, cerró la puerta dejando a los dos niños en su dolor.

La pelinegra era la única que se abstenía a soltar el sollozo que se aprisionaba en su garganta. Ella tenía mucho miedo con que el hombre o las mujeres volvieran a seguir lastimándola. Era algo a lo que todavía no se acostumbraba, ya que cada cierto tiempo irregular venía alguien a lastimarla.

La niña solo temblaba con su hermosa piel de porcelana, roja por todos los golpes que había recibido. Sus brazos eran los más afectados, su rostro también había recibido unos pocos cinturonazos por lo que su cara le ardía mucho, su piel tan sensible le pagaba factura. Ella solo derramaba amargas lágrimas de miedo y dolor, mucho dolor...

Esa era toda su vida. Bajo esa fachada de niña sin emoción se ocultaba una muy temerosa niña que no entendía porque su vida era de esa manera. Que no podía hacer nada para remediarlo. Su vida era solo sufrimiento.

El albino tampoco estaba muy diferente a ella, la diferencia entre ambos era que él no se contenía en su llanto amargo. Dejando que sus lágrimas bajaran libremente acompañadas por su llanto lleno de dolor.

El daño contra el muchacho fue mayor al de la niña, pues la mujer que lo ataco le había golpeado directamente en el ojo. El pobre muchacho no podía abrirlo y cada que se tocaba le ardía mucho más. 

https://youtu.be/kwpc2NfhrK4

Era una ambiente sumamente desalentador y desalmado. Luego de un rato el chico pudo parar su llanto por lo que con las fuerzas que aún tenía fue hacía el balde de agua donde procedió a meter las manos.

Sin embargo, un débil sollozo llamo su atención. La niña ya no aguanto más y dejo que su llanto se intensificara. El albino solo miro el daño que había recibido. Su piel estaba roja, incluso con leves rastros de sangre. Pero fue la expresión de la niña lo que llamó la atención del peliblanco.

Quizás era porque en esos momentos la niña que antes lucía más como un muerto que como una persona viva mostraba que sus verdaderas emociones. Quizás fue por lo bello e hipnotizante de su rostro y ojos tan peculiares retorciéndose en tristeza y dolor. O quizás simplemente sintió mucha lastima, pero en ese momento viendo a la niña el niño sintió un sentimiento emerger desde lo más profundo de su interior.

Compasión.

Eso fue lo que lo ánimo a dar el paso que ninguno había hecho hasta el momento desde que se habían vuelto compañeros de celdas.

Él se acercó a ella...

La de los ojos violetas se percató de ello y trato de retroceder aterrada del joven. Ella lo miro aterrorizada, pensando que él también quería dañarla por lo que se encogió y tembló del miedo.

El chico se detuvo en seco, no queriendo asustarla más, la miro directamente a los ojos. En esos preciosos ojos solo encontró miedo. Retrocedió unos pasos hasta volver a estar a la par del balde con agua se quedó mirando a la niña.

Sintió como su pecho parecía oprimirse en una amarga sensación e incluso el niño sintió sus ojos volver a humedecerse. El niño no sabía cómo acercarse, no sabía qué hacer.

Volvió a mirar al balde, aun en la oscuridad de la habitación, alcanzo a ver su difuminado y borroso reflejo a través del agua. Volvió a meter sus manos en el agua luego de mantenerse un rato mirando fijamente al agua.

La pelinegra aun lo miraba alerta y atemorizada. Miro como es que el chico mantenía sus manos en el agua para luego sacar sus manos mojadas. Él se posiciono para que ella mirara bien lo que hacía. Este paso sus manos mojadas por todo su brazo, más concretamente en sus recientes heridas. Pese al ardor él lo aguanto viendo que la chica le prestaba atención a sus acciones.

Recorrió suavemente sus brazos, sus pies, su rostro, su ojo dañado. Todo lugar en donde recibió un golpe fue humedecido por el agua para calmar un poco el dolor. Esto fue algo que el niño había aprendido por su cuenta, en su anterior celda donde también sufrió un atentado.

Esto logro calmar un poco el dolor. Solo un poco, pero lo suficiente.

La niña miro desconcertada y aún alerta de todo lo que hizo el niño. Ella recordó cuando lo trajeron, en aquella ocasión se raspo los codos y había hecho lo mismo aquella vez.

Se volvieron a mirar a los ojos. El verde esmeralda se encontró con el violeta. Hubo silencio, pero la niña seguía desconfiada. Él chico se mantuvo ahí esperando pacientemente. Esta vez fue la chica quien aparto la mirada sin saber que hacer.

Tenía miedo de salir más lastimada y no sabía que hacer. Volvió a mirar a los preciosos ojos esmeralda del albino y en ellos no encontró malas intenciones. Solo encontró compasión.

Era muy raro.

A ella jamás la habían mirado de esa manera. La habían mirado con seriedad, indiferencia, desprecio e incluso miradas con intenciones aún más perversas. Sin embargo, jamás había visto a alguien que la mirara de esa manera.

Ese niño de cabellos blancos que tenía un notable golpe en su ojo derecho un tanto hinchado. Hizo una extraña mueca con su boca. Ella jamás había visto algo así. Él tampoco se percató de ello, fue totalmente inconsciente esa mueca.

Sin saberlo, el albino le había regalado algo a la niña que nunca había recibido...

Una sonrisa.

Una sincera y tierna sonrisa. Fue gracias a esa acción que la niña dejo de temblar, dejo de mirarlo con miedo y desconfianza a mirarlo con fascinación.

Viendo que la niña ya no lo miraba asustada se acercó a pequeños pasos. La niña no hizo ningún movimiento pues aún seguía anonadada. Pero cuando salió de ese trance, se encogió un poco más. Seguía con sus sentidos alertas ante cualquier hostilidad.

El se detuvo abruptamente, nervioso. Él de corazón solo quería ayudarla. Finalmente, luego de unos segundos pensado la niña extendió temblorosa uno de sus brazos. Eso fue un indicativo para que el albino se acercara lo suficiente a ella.

Él tomo su mano lentamente. Él sintió las manos heladas de la pelinegra mientras que ella sintió las manos tibias del peliblanco. Con mucho nerviosismo. El albino recorrió muy suavemente todos los moretones de la chica. Ella seguía temblando y dando pequeños espasmos de dolor cuando su piel sensible fue mojada.

El albino termino y lentamente tomo el otro brazo de la chica y repitió el proceso con los mismos resultados. El albino sintió que sus manos se habían secado un poco por lo que regreso rápido al balde y volvió a mojar sus manos.

Regresando hasta estar frente a la niña quien lo miraba. El albino miro la bella cara de la pelinegra. Observo la notable herida que recorría su mejilla derecha. Por lo que extendió su mano a su rostro. Ante eso la niña por instinto se hizo para atrás lo que detuvo al albino quien la miro y ella le regreso la mirada. Fueron segundos que parecieron horas de solo mirarse, solo para que al final inclinara su cabeza acercándola a las manos del peliblanco. Quien la toco suavemente. Ella cerro los ojos ante el ardor, pero dejo que el albino acariciara su mejilla. A los pocos segundos aparto sus manos y ella volvió a abrir los ojos.

Se miraron mutuamente y el volvió a hacer esa sonreírle por instinto. Ella solo lo miro mientras él retrocedía y regresaba su esquina donde se sentó y ahí se mantuvo.

Así se mantuvieron el resto del día hasta la hora de dormir. Ella normalmente se acostaría mirando hacía la pared para poder dormir, pero esta vez vio al albino que normalmente hacía lo mismo que ella.

Lo miraba temblar de frío pues su manta se le había sido destrozada por la mujer que lo ataco a él hace unas horas. Se abrazaba a sí mismo para mantener su calor corporal.

La oji-violeta lo miro atentamente. Luego miro su brazo, ya no le ardía tanto como antes, lo mismo sucedía con su rostro y el resto de lugares donde ese niño había tratado. Tras unos minutos de meditarlo, la niña se levantó con su almohada y manta en sus brazos y se acercó silenciosamente al niño.

Este estaba demasiado concentrado en mantener su calor y tratar de conciliar el sueño que no se dio cuenta de que la pelinegra se encontraba atrás de él. Ella coloco su almohada a su lado y se acostó cubriendo ambos cuerpos con la manta que era lo suficientemente grande para los dos niños de seis años.

El albino se sobresaltó y miro hacia atrás donde se encontró con su compañera de celda dándole la espalda. Sintiendo calor regresar a su cuerpo también le dio la espalda a la niña sintiéndose desconcertado.

Ambos permanecieron en silencio mirando a las paredes. Aun sin poder conciliar de todo el sueño. Solo sintieron la espalda del otro y el calor del otro. Sin saber ambos que hacer, solo cerraron los ojos entregándose a los brazos de Morfeo.

Ese fue el momento donde un vínculo nació entre ambos niños. Un vínculo que con el pasar del tiempo no haría más que fortalecerse.

~0~0~0~

Raul Duglas era el hombre a cargo de este lugar de trata de personas. Era un hombre de mediana estatura cerca de sus cincuenta años y un tanto obeso. Sin embargo, Raul no se encontraba feliz. En lo absoluto.

Había pasado un año desde que había puesto a sus "mercancías" más valiosas en una misma celda. El niño albino y la niña muñeca. Raul era un hombre que desde hace muchos años se dedicaba a la trata de personas en todo el país.

Llevaba el suficiente tiempo como para haber ganado una relativa fama en el mercado negro. Y tenía el suficiente dinero como para jubilarse y vivir tranquilamente una vida tranquila, pero no lo hacía, él era un hombre muy avaricioso y lleno de codicia. Justamente por eso es que había llegado tan lejos en el bajo mundo.

Justo ahora se encontraba en lo que sería su "establecimiento" principal para su trabajo. A dos horas de la ciudad, en un camino secreto muy vigilado para evitar intrusos no deseados. Este lugar que antes había sido una fábrica de armas en la segunda guerra mundial, paso a convertirse y remodelarse en un lugar para almacenar niños de diferentes entinas, aspectos o sexos de todo el país.

Aquí estos pasarían encerrados hasta que alguien decidiera comprarlos, ya sea estando completos o por "separado". Era un negocio que para el horror de la mayoría de personas era muy frecuentado y muy bien pagado. Por lo que todos los trabajadores del lugar podían recibir una muy buena paga.

Sin embargo, esto último estaba por verse. Pues el problema con sus empleados era que la gran mayoría tenía serios problemas mentales, una inestabilidad tanto psicológica como sentimentalmente. Venían de familias disfuncionales, rotas e inestables. Con problemas económicos e intrafamiliares.

Gente que debería estar encerrada con una camisa de fuerza y siendo tratada en un hospital psiquiátrico, pero que, sin embargo, trabajan en un lugar de explotación y abuso infantil. Siendo ellos los que tendían a agredir, violar o incluso asesinar a los niños.

A Raul realmente no le importaba eso, pues mientras estuvieran haciendo un buen trabajo, podían hacer lo que quisieran con los desdichados mocosos. Eran remplazables después de todo.

Pero lo que el hombre no toleraba era que dañaran sus más valiosas e irremplazables. Raul llevaba tanto tiempo en este negocio del bajo mundo y había desarrollado un ojo crítico muy marcado para con sus mercancías. Sabía distinguir el diamante del cobre. Y esos dos niños sin duda era un par de diamantes.

Las facciones y características de ambos eran tan inusuales no solo en el país sino en todo el mundo. No todos los días te encontrabas a unos niños así.

Esa niña que lucía más una muñeca o un cadáver fue la primera que obtuvo. Todo gracias a su madre la cual había trabajado para el por bastantes años. Un día que se presentó en su oficina anunciando su retiro, así como su embarazo. Ella era una mujer fría y distante con los demás, no socializaba con nadie, pero hacía muy bien su trabajo. Así que no tuvo problema en aceptar su renuncia, pero lo que sí no espero fue que también decidiera venderle a su futuro bebe.

Tampoco tuvo problema con ello, era más dinero en sus bolsillos después de todo. Una vez pasaron los nueve meses ella regreso con la niña en brazos y se la entrego. Él le dio su paga y nunca más volvió a saber de ella.

En el momento en que la vio supo que ella era muy diferente al resto de niños. Esas facciones tan marcadas y delicadas eran increíbles. Esos ojos eran realmente hipnotizantes y ese cabello era uno destacable.

Fue por eso que decidió tenerla en una habitación encerrada para ocultarla a la clientela normal. Pues en el momento en que la vio, lo único que pudo ver fue el dinero que le llovería si esperaba paciente a un cliente con mucho dinero y muy dispuesto a pagar cifras exorbitantes.

Con el albino era otra historia. Pues uno de sus hombres lo encontró en la puerta de un orfanato. Él lo recogió antes de que llegara una monja a llevárselo. Y él le agradecía por eso. Ya que él era lo más exótico que podrías encontrar y lo más valioso. Por lo que hizo lo mismo que con su compañera, lo encerró en otra celda y lo oculto a la clientela ordinaria. Al menos, hasta que el año pasado decidió ponerlos en la misma celda para ahorrar más espacio.

Raul veía en ellos muchísimo dinero, solo era cuestión de esperar al cliente indicado. No le interesaba quien fuera, un político, un millonario, un extranjero, un famoso. Solo esperaba que fueran a dar mucho dinero por cada uno, pues planeaba venderlos por separado ya que era lo más preferible para el cliente.

Ellos a diferencia del resto de la "mercancía" tenían un trato más decente [Y por decente se refería a menos doloroso]. Sin embargo, el problema venía cuando los estúpidos locos que trabajan para él. Decidían que tenían derecho de hacer su santa voluntad con ellos.

Ya desde hace años algunos valientes y estúpidos decidieron descargar sus frustraciones con sus "diamantes en bruto". Cosa que no podía permitir bajo ningún juicio pues esos mocosos valían más estando vivos que estando muertos.

Para variar. Los que habían atentado en contra de los mocosos fueron severamente castigados. Ahí el error fue de él por no ordenar su ejecución inmediatamente, ya que los que terminaron siendo castigados les guardaron un increíble rencor a los niños y extendieron un rumor estúpido de que esos niños iban a ser sus sucesores y ellos iban a remplazarlos una vez subieran al poder.

La gente cuerda y con el más mínimo indicio de inteligencia sabría de inmediato lo estúpido e ilógico de ese rumor. Pero el problema de trabajar con gente loca era lo fácil que se creían las cosas. Un buen porcentaje, realmente se creyó esa tontería por lo que hubo más atentados en contra de los niños a lo largo del año.

Pero el más reciente fue la gota que derramo el vaso. Cuando uno sus empleados logro escabullirse hasta la celda de los niños y los lastimo de forma severa con una navaja.

Pues a la niña le dio un corte que termino por herir de forma permanente el ojo izquierdo casi al punto de tener que amputárselo, así como otros diversos cortes mientras que al niño termino desangrándose cuando el hombre le corto muy cerca de la yugular.

Afortunadamente sus hombres de mayor confianza habían logrado llegar a tiempo para detener al imbécil y llevar a tratar a los mocosos.

Sus mejores médicos trataron sus heridas y lograron salvar la vida del albino. Pero lo que no salvaron fue el precioso ojo de la niña.

Eso fue lo que puso tan furioso a Raul. Pues sus productos más valiosos habían sufrido daños severos y entre más daños, menos sería la paga. Y el perder dinero por cosas estúpidas era la cosa que Raul más odiaba en toda su vida.

Ya había pasado tres semanas desde ese incidente. En donde no tuvo misericordia contra el hijo de perra que le hizo perder más dinero del que debía de ganar. Hizo que sus hombres lo torturaran toda la noche hasta el día siguiente donde enfrente de todos sus empleados lo ejecuto personalmente. Dejando muy en claro que de ahora en adelante cualquiera que osara dañar a sus "diamantes" sería ejecutado sin importar nada.

Eso fue suficiente como para que los más estúpidos no intentaran nada en contra de los niños mientras se mantenían bajo la observación de sus médicos. Aun si estos tenían dificultades lidiando con ellos pues al parecer ambos se habían encariñado demasiado el uno con el otro como para no querer separarse del otro en ningún momento, sin importarles que puedan llegar a dañarse mucho más.

Ya estaban estables por lo que los mando de regreso a su celda. Lo que lo llevaba a su más reciente decisión. Y era que los niños debían ser cuidados veinticuatro horas por un guardia. El problema era que sus hombres de mayor confianza tenían responsabilidades administrando todo el lugar o alguna otra tarea en la que realmente fuesen buenos, por lo que para solucionar el problema decidió encargarle esta tarea tan importante al novato más reciente.

Era una decisión un tanto apresurada sin duda, pero era la mejor solución, pues en el poco tiempo que lleva aquí demostró ser efectivo, algo lento, pero efectivo a fin y al cabo.

Alguien toco la puerta de su oficina. Debía de ser el novato. – Pase – Dio permiso para entrar y de inmediato entro un joven de veinticuatro años. Castaño, tez bronceada y un poco más alto que él.

-¿Me llamo señor? – El tono de joven era un tanto nervioso. Se notaba que no estaba preparado para que él de entre todas las personas trabajando ahí fuera llamado por el hombre a cargo de todo el lugar.

-Así es, siéntate muchacho – Ordeno Raul mirando seriamente al joven.

Este entro, cerro la puerta detrás de él y se sentó en la silla frente al escritorio del hombre. – Seguro te preguntas el porque te llame a ti aquí, ¿no es así? – El hombre asintió. – Es sencillo err... ¿Cuál era tú nombre? – Pregunto mirando indiferente al castaño.

-Soy James, señor – Respondió de inmediato. Incomodo por la mirada que le estaban dando.

-¿James qué?

-¡James Phoenix, Señor!

-Bien, Joven Phoenix. Seré directo pues mi tiempo es oro. Harás un turno de veinticuatro horas cuidando a mis diamantes entre semana – Todos los que trabajan en el lugar sabían a quienes se refería cuando decía "diamantes". Pero James no se le cruzo por la mente eso por lo que se sobresaltó.

-¡¿Qué?! – El joven adulto en verdad que no espero esa orden.

-Sí, bueno seré claro. Como fuiste testigo del incidente de hace semanas no termino con muy buenos resultados como pudiste comprobar – De solo recordar a su jefe disparándole a su ahora difunto colega le hizo sentir un escalofrío, pues esa fue la primera vez en la que James había visto a alguien morir. – Y de ahora en adelante seré mucho más estricto que nunca para con ellos. No puedo dejar que mis mercancías más preciadas sigan siendo dañadas por idiotas. Así que, estarás siendo su guardia de seguridad personal. Serás libre los fines de semana, pero durante el inicio de semana hasta el fin de esta estarás aquí las veinticuatro horas. ¿Entendido?

-Yo... esto... - Realmente había dejado sin palabras al hombre.

-¿Entendido... señor Phoenix? – El tono de Raul se volvió uno mucho más profundo. Eso logro intimidar al castaño.

-¡S-Sí Señor!

-Bien, no te preocupes, si haces bien tú trabajo serás muy bien recompensado, pero sí algo le sucede a uno de esos niños, ten por seguro que lo que le hice al anterior imbécil será nada comparado a lo que te haré a ti. Con eso dicho, puedes retirarte, ve con la señorita Natalia. Ella te dará muchos más detalles – Con eso dicho comenzó a revisar unos documentos que tenía en su escritorio.

No queriendo problemas James se retiró lo más pronto posible. 

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James Phoenix no era el mejor ejemplo de alguien que toma buenas decisiones. En realidad, su vida era un desastre desde hacía unos años. Con una severa adicción por el cigarrillo y el licor lo que lo llevaron a pelearse con su familia hasta el punto en el que ninguno de sus familiares quería volver a saber nada de él. Su novia le había puesto los cuernos con uno de sus antiguos profesores de la universidad.

Eso y más problemas que le ocurrieron en su vida provocaron que terminara reprobando el semestre, justo en su último año de carrera. Para terminar de rematarlo, lo habían despedido de varios empleos por lo que ya no tenía para seguir pagando su propia colegiatura.

Su vida no era fácil. Y termino inmiscuido en este lugar gracias al amigo, del primo de uno de sus "amigos" que le dijo que sabía como conseguir un muy buen dinero y vaya que tenía razón.

El castaño solo tenía un mes trabajando, llego justo en el momento indicado, pues gracias a dos semanas posteriores de trabajo le permitieron ser recompensado con el dinero suficiente como para mantenerse un tiempo. Eso era bastante teniendo en cuenta que debía tres meses de renta para su departamento.

Sin embargo, una parte de sí, realmente no le gustaba nada este lugar. Por más bien que pagasen, realmente se sentía más escoria que nunca. Antes había pensado en el suicidio para remediar su situación, pero jamás tuvo el valor suficiente como para intentarlo. Aún si su vida era una mierda sin valor, él tenía miedo de perderla. Cosa natural en cualquier ser vivo.

Este lugar realmente era un lugar lleno de escorias de todos los lugares del país. Y, sin embargo, se veía en la desesperación de trabajar hasta conseguir otro empleo con el cual mantenerse.

Ese antes había sido su plan, pero este debía de ser pospuesto pues el horario de trabajo en este lugar era muy largo pudiendo durar entre ocho a doce horas de trabajo, sin contar que algunos días debías de tomar un turno nocturno. Ahora con su nueva tarea exclusiva de él las cosas se habían vuelto mucho más cansadas.

Un turno de veinticuatro horas era excesivo, pero no podía negarse. No quería terminar como al bastardo que ejecutaron hace semanas, el solo recordar ver a ese tipo lleno de golpes y moretones aun sangrantes y sin los dos ojos era suficiente como para convencerlo de aceptar.

No todo era tan malo para él por supuesto. El jefe podía ser un hijo de puta, pero no era un loco. Él conocía perfectamente que permanecer veinticuatro horas vigilando era agotadoras a más no poder. El conocer su nuevo horario de trabajo y sus beneficios era un tanto gratificante.

Ya que debía de permanecer siempre al costado de la entrada a la celda. Los beneficios eran los siguientes; Podía traer cualquier dispositivo electrónico para entretenerse, aunque en general podía traer casi cualquier cosa, así como alimentos hechos/comprados para el resto del día [Aunque iba a terminar de alimentarlo los cocineros de este lugar], el baño le quedaba cerca de él, pero debía de informar siempre antes de ir, el pasillo estaba desierto por lo que tendría cierta privacidad.

Iba a tener un arma proporcionada por el lugar para protegerse y proteger a los niños. De hecho, le habían dado la autorización de dispararle a quien el considerase una amenaza para los niños [Salvo obviamente personal de mayor rango que él, autorizado por el jefe]. Eso lo ponía nervioso, sabía usar un arma, pero jamás había matado a alguien. Otra cosa era que él no sería el único guardia en realidad. Era el guardia principal, más no él único, ya que habría más vigilando siempre los pasillos. Uno de ellos vendría cada cuatro horas para confirmar la seguridad de los niños. Ellos serían los encargados de avisarle absolutamente todo, desde la comida de los niños, su propia comida, así como para dar permiso de pasar a quien quisiera ir en ese pasillo.

Él también debía de avisarles de todos, desde el comportamiento/salud de los niños, hasta cualquier malestar físico ya sea de él o de ellos, avisar que iba a tomar una siesta para recobrar energía, así como el pedir permiso para ir al baño. Era más o menos como en la primaria, cuando debías de pedir permiso para ir al baño.

Hoy por fin comenzaba su primer día en esto. Eran las seis en punto de la mañana y ya había preparado todo lo que iba a llevar, venía bastante bien abrigado en esta fría mañana de otoño con una sudadera gruesa, dos camisetas por debajo, un pantalón de mezclilla y sus botas preferidas. Incluso había empacado una manta por sí hacía mucho más frío del esperado.

Se encontraba nervioso de como sería, nunca antes había trabajado por tanto tiempo, lo máximo que había hecho eran doce horas. Solo esperaba acostumbrarse lo más rápido posible, pues la señorita Natalia le había mencionado que este trabajo podía durar hasta por más de un año. Eso en verdad era mucho tiempo.

Con un suspiro el joven castaño camino entre los cerrados y llenos de instrumentaría de todo tiempo pasillos que daban a donde iba a ser su zona de trabajo.

Una cosa que le aliviaba era ya no tener que ver durante un tiempo [Según esperaba] a tanto maltrato infantil. Pues las cosas que le hacían a algunos niños eran realmente abominables. Aunque jamás había visto a estos niños "especiales", solo había escuchado cosas de ellos, ya fuese de los supersticiosos compañeros o de los cuerdos.

No sentía realmente el impulso de querer conocerlos. Solo esperaba poder que no resultaran problemáticos, según le habían contado era tranquilos.

Continúo caminando hasta que se encontró con la señorita Natalia que al parecer ya lo estaba esperando. – Llegas tarde – El joven no quería imaginar cual era la hora adecuada para llegar temprano.

-Al menos ya estoy aquí – Respondió un tanto sin ganas. La pelirroja miro al chico entrecerrando su mirada.

-No importa. Solo estoy aquí para darte unas cosas y para decirte algo más – La mujer le entrego otra mochila. – Esto de aquí contiene el walkie-tokie donde te reportaras con el resto de guardias. Tiene más municiones para tú arma que encontraras cuando llegues a la celda. También tiene las llaves de la celda. Con ellas ten especial cuidado que no querremos que los mocosos intenten escaparse o algo por el estilo. Ah, otra cosa nueva y reciente es que instalamos una cámara de seguridad dentro de la celda para vigilar a los niños sin tener que estar abriendo la puerta a cada rato por lo que dentro encontraras una Tablet exclusiva para esa cámara. Eso sería todo, yo tengo otras cosas que hacer – Con eso explicado la mujer se retiró.

Dando un suspiro. Continúo caminando, saludo brevemente a los otros guardias que ya estaban posicionados un poco más adelante en el camino y siguió caminando, doblo en una esquina y vio la susodicha celda al final del pasillo.

Realmente solo era una gran puerta blindada. A su lado encontró un sofá de esos largos. Eso lo sorprendió, no esperaba algo así, pero lo agradecía ya que no quería imaginar el dolor de trasero que tendría de solo estar sentado. Recargada en ese sofá se encontraba una AK-47.

Camino, dejo sus cosas, verifico el arma viendo que se encontraba cargada. Tomo el walkie-tokie y lo encendió. – Ya estoy en posición. Cambio – Aviso.

-Entendido. Cambio – Respondieron del otro lado.

Esto iba a ser un muy largo día. 

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Habían transcurrido unas cinco horas desde que comenzó su jornada y no había hecho gran cosa, más allá de tomar un desayuno ligero compuesto de galletas y leche. Había ido al baño unas dos veces y se había puesto escuchar música en su celular. No había traído la gran cosa para entretenerse más que su celular y una pelota de goma que le gustaba mucho jugar a rebotarla en las paredes.

Pudo haberse traído libros, ya que James era un gran lector. No por nada estudiaba pedagogía y para eso se necesitaba un gran conocimiento de distintas áreas. La literatura una de las principales.

Pero ya desde hacía meses que James no quería abrir un libro. Ya no sentía la misma emoción y pasión por ello, en realidad ya no era él mismo desde hacía un largo tiempo.

Ahora que lo pensaba, era jodidamente irónico que habiendo cursado la carrera de pedagogía terminara trabajando en un lugar de trata de personas. Se reiría de no ser porque su humor no era tan negro como para hacerlo.

Siguió escuchando la melodiosa y desgarradora voz de Chester Bennington sonar en su reproductor de música. Todavía no daba el medio día. Pero se vio sorprendido cuando lo llamaron por el walkie-tokie. – La comida de los niños va en camino, así como su balde de desechos. Cambio – James no se había puesto a pensar, de hecho, estaba tan metido en sus propios pensamientos y en su propio aburrimiento que no acordó que los niños todavía no habían comido nada. De hecho, ni siquiera había revisado con la cámara el cómo se encontraban.

Eso lo puso nervioso, pero contesto. – De acuerdo, aquí los espero. Cambio – Corto comunicación. No paso mucho tiempo antes de que uno de sus compañeros se acercara con un balde en una mano y dos panes en su otra mano.

James se acercó a él. - ¿Eso es todo? – James realmente se sorprendió. Nada más eran dos miseros panes y nada más, pero comparado al resto de niños, al menos era algo.

-Sí, siempre han comido eso. Como sea, ten – Con eso dicho le dio las cosas y se retiró.

James miro las cosas que se le habían dado. Debía de entrar y darle de comer a los niños. Con un suspiro regreso a su lugar, puso el balde en el piso y saco las llaves.

Abrió la puerta, mirando lo oscura que era la habitación. No tardó mucho en encontrar a los niños y francamente cuando los miro, realmente se sintió incómodo.

Ambos estaban llenos de vendas. La niña era tal cual como le habían descrito, era una muñeca más que otra cosa, salvo que estaba llena de vendas, la más resaltante fue el parche en su ojo izquierdo. El albino era el que verdaderamente lucía como una momia por todas las vendas que tenían.

Una cosa era oírlo de otra persona y otra muy diferente era comprobarlo con tus propios ojos. Francamente nunca se imaginó que las heridas que recibieran fueran tan graves. Por alguna razón en su mente no espero verlos en esa gravedad.

Los dos peculiares niños se encontraban recargados en la pared. Pegados, el uno con el otro. La niña tomaba de la mano al albino y él recargaba su cabeza contra el hombro de la pelinegra. El niño estaba dormido. Mientras que la niña se mantenía despierta y en el momento en el que James entro, lo miro fija y cautelosamente.

Esa mirada tan fría que le dio, realmente le dio un escalofrío a James. Ese único ojo tan bello que lo miraba con frío y profundo desprecio, que proviniera de una niña de casi siete años era algo que perturbaba de sobremanera al joven adulto.

James no se movió en lo absoluto, la mirada de la niña realmente lo había paralizado. La niña tampoco se movió u aparto la mirada. Estuvieron así durante más tiempo del que James hubiera querido estar en ese lugar. Hasta que la niña desvió su mirada a lo que traía consigo.

Ante eso, la niña se separó muy suavemente del albino. Lo acomodo para que estuviera cómodo y para no despertarlo. Ella se levantó y camino rápidamente hacía James que no se movió. La niña le arrebato los panes y regreso a su lugar, sin apartar la mirada de él en ningún momento.

Esa acción logro que James por fin reaccionara. Él aún mantuvo su mirada en los niños, la pelinegra no había apartado su mirada. Pero el supo lo que ella quería. La niña silenciosamente le gritaba que se largara. Dejo balde dentro fue cerrando la puerta. La oji-violeta no quito su mirada de él en ningún momento.

Cuando cerró la puerta y volvió a ponerle seguro dio un largo suspiro. - ¿Qué mierda fue eso? – En serio se había sentido intimidado por una niña. Era loco eso y hasta patético. Pero su mirada llevaba tanto odio consigo que realmente lo dejo paralizado. Nunca nadie lo había mirado con tanto odio, y eso que había gente que realmente lo odiaba. Sin embargo, era la primera vez que veía a esos niños y ya con solo entrar en su rango de visión lo miraban con tal intensidad que era tan efectivo como veneno de serpiente.

Trago saliva. Todavía se sentía muy alterado por lo ocurrido, pero también sintió mucha curiosidad e intriga. No sabía exactamente de qué sentía curiosidad, pero fue enorme. Así que se sentó de nueva cuenta en el sofá y por primera vez tomo la Tablet que le habían dado. La encendió y lo que sucedía dentro de la habitación.

Miro por las cámaras como es que la niña despertaba muy suave y cariñosamente al albino que lentamente fue abriendo los ojos. Al abrir los ojos, James pudo ver la gran fatiga que el niño cargaba consigo, incluso a través de las cámaras era notable.

Ninguno se dijo nada, solo se miraron. La niña tomo uno de los panes y los fue separando por pedacitos. El chico no se movió y solo miro. La niña acerco uno de los pedazos de pan y los llevo hacía la boca del albino. Este solo abrió la boca y mastico suave y pausadamente.

James se fijó en todas las vendas que envolvían su cuello. Recordó que él había sido operado los por médicos del lugar gracias al corte en su cuello. Así que era de esperarse que no pudiera comer como antes y que debía de ser más cuidadoso para ello.

La pelinegra espero paciente a que terminara y tragara, para así darle otra vez el siguiente pedazo de pan. El proceso se repitió hasta que se terminó el primer pan. Luego de eso la niña partió más pedazos del segundo pan, tomo uno de ellos y lo dirigió a la boca del albino, pero este se negó a abrir la boca.

Ella lo miro suplicante, pero el pese a su estado la miro durante unos breves momentos. Él tomo uno de los pedazos de pan con las pocas fuerzas que tenía y se la ofreció a ella. La niña quiso rechazarlo, pero el albino insistió hasta que ella cedió. Mientras comía lentamente su comida ella agacho la mirada, pero el albino la hizo mirarlo y al hacerlo, él le regalo una sonrisa. Ella también sonrió un poco y siguió comiendo a su lado.

Al ver cómo es que los niños que jamás habían sido educados, que no sabían hablar y tampoco entendían las palabras se comunicaban con sus miradas, ellos no necesitaban palabras para saber lo que el otro quería.

A la oji-violeta no le importaba quedarse sin comer, siempre y cuando su compañero estuviera mejor. Y el de ojos verdes se preocupaba igual por ella, pues la razón por la que es había salido con más heridas fue porque trato de defender a la pelinegra contra su agresor, cosa que le paso factura, pero que no parecía afectarle como para seguir preocupándose de ella más que de él mismo.

Esas acciones realmente conmovieron a James. Ver esa unión tan fuerte entre los dos, ver ese afecto, cariño y preocupación que sentían el uno por el otro. Ver como esa niña que antes lo miraba con absoluto despreció había pasado a una miraba de calidez y cariño por el albino.

Eso había tocado su corazón...

Inclusive sintió sus ojos un tanto llorosos, pero se forzó a sí mismo a no llorar. James desde chico había sido una persona muy emocional, y justamente al no saber como controlar sus emociones termino perdiendo el amor y cariño de muchas personas. Incluso ahora que estaba en un horrible negocio de trata de personas, que en el poco tiempo que llevaba trabajando aquí había visto cosas desalmadas y dolorosas. Había visto el sufrimiento de todos los que estaban aquí a los ojos.

Casi todos los niños que se encontraban aquí, habían sido secuestrados ya siendo un tanto mayorcitos, ellos habían conocido y experimentando el cariño de una familia, conocían el sabor de un desayuno hecho con cariño, que conocían como es que lucía y se sentía el sol en su piel. La brisa del viento golpeando su rostro, que habían tenido realmente una buena vida y por mala jugada del destino habían terminado siendo prisioneros de este lugar.

Pero estos dos niños que jamás habían salido al exterior, que nunca habían conocido a sus padres, que lo único que habían degustado en toda su vida era pan y agua. Esos niños que desde que tenían memoria solo sufrían, ahora mismo todo lo que habían vivido no parecía afectarles, no mientras estuvieran juntos.

Era realmente desgarrador ver eso.

-Mierda... esto va a ser más difícil de lo que creí

Habiendo pasado ya unas dos horas desde que lo acontecido en el desayuno de los niños James se sentía decaído. Ver esa muestra de afecto tan pura y sincera realmente había calado hondo en él. Pues lo había puesto a reflexionar, no solo de esos dos niños, sino también sobre su propia vida. La relación que tenía con su familia, los pocos amigos que le quedaban, incluso su antigua relación amorosa con su ex.

El castaño miraba cada cierto tiempo la cámara de seguridad. Eso se había vuelto su entretenimiento. Había pasado de hacer cualquier otra actividad para despejar su mente.

Los niños seguían juntos, poco luego de que desayunaron, el albino había vuelto a caer dormido, al poco tiempo, la niña lo había acompañado. Ahora ambos dormían plácidamente. Descansando su cabeza en el cuerpo del otro.

James ya no podía sacarse esa imagen de su cabeza. Tal vez era porque no era como los fríos bastardos de ese lugar y aún podía compadecerse de unos niños desdichados. Ya no solo de esos dos, sino también del resto.

El Phoenix se había puesto a pensar ya no solo en esos dos a los que tenía la obligación de proteger y resguardar, sino también del resto de niños en lugar.

Era realmente triste ver y recordar eso. Y una rabia llego a inundar su cuerpo cuando recordó como es que todos eran aquí. Recordó a su jefe, ese bastardo hijo de perra llamaba a todos estos pobres niños como "mercancías", como si fueran un simple objeto, como si sus vidas no significaran algo más allá de en sus bolsillos.

Apretó los puños con fuerza. Sí antes le incomodaba el como se expresaba, ahora realmente tenía unas increíbles ganas de golpearlo. Pero más grandes eran sus ganas de golpearse a sí mismo.

¿Qué derecho tenía él para enfadarse sí a sabiendas de cómo era el empleo decidió aceptar de todas maneras?

Eran tan basura como el resto de sus compañeros...

Seguía pasando el tiempo, ya estaba por anochecer. Y era hora de darles de cenar, francamente estaba nervioso. Muy nervioso. Había visto en las cámaras de seguridad que ahora la que se encontraba dormida era la pelinegra.

En serio debía de tener el sueño profundo como para estar durmiendo gran parte del día. El que se encontraba despierto era el albino que, para comodidad tanto de él como de su compañera, la había acostado como era debido, hasta la había arropado para que se mantuviera caliente.

El chico abrazaba sus rodillas jugando con un pequeño pedazo de tela que había arrancado de su ropa. Ese parecía ser su mayor entretenimiento pues estaba muy enfocado en esa bolita de tela pasaba entre sus dedos.

Dando un respiro hondo se preparó para entrar. Tomo las llaves y le quito el seguro a la puerta para posteriormente abrirla suavemente no queriendo perturbar el sueño de la niña.

Inmediatamente el albino dejo lo que estaba haciendo para mirarlo. A diferencia de su compañera, la mirada del chico no era fría, sino más bien vacía. Se notaba ese rencor carcomiéndole en su interior. Sus bellos ojos esmeralda estuvieron a la par con el único ojo violeta que le quedaba a la pelinegra.

-¡Ho-Hola! Es hora de cenar amiguito – James sintió una gran necesidad de golpearse en la cara por la tontería que acababa de cometer. No tenía caso hablarle si él no entendía nada.

La mirada del albino no se inmuto en lo absoluto. Permaneció impasible. – (Mal comienzo) – Pensó el Phoenix. – Solo... vengo a dejarles su cena – Dio solo dos pasos y la mirada del albino se volvió una de alerta. James lo vio apretar sus puños y tensar su mandíbula. Eso no era bueno teniendo en cuenta todas sus heridas.

-(No debo de acercarme más. Solo deja los panes y vete lentamente, James) – Lentamente dejo los panes en el suelo y se alejó lentamente. El albino no se calmó en lo absoluto. Seguía tan alerta como en el momento en el que se acercó. Así que James no le quedo de otra más que cerrar la puerta dejándolos solos.

-Bien... ya quedo claro que no di buena pinta jejeje – Una parte de sí, realmente quería llorar mientras que la otra parte reía para no llorar.

Se sentó nuevamente en el sofá y miro las cámaras de seguridad. Él niño se había calmado, se quedo mirando el pan que le había dejado y con dificultad se levanto y lo tomo.

Con ambos panes en manos. Se sentó cruzado de piernas al costado de la pelinegra. La sacudió con suavidad, ella lentamente abrió su ojo. Y puso una sonrisa cuando lo primero que miro fue al albino con los panes en mano.

Él dio su parte. Ella lo siguió mirando, estuvieron así durante un momento hasta que el albino suspiro y comenzó a partir su pan en pedazos. Al ver que su compañero comía, la de ojo violeta también comió.

James soltó un suspiro. Sentía cierta envidia de ellos. Ver la unión que ambos tenían era increíble y le hacía sentir un poco de celos no tener una cercanía con alguien más.

Casi todos los "amigos" que le quedan eran unos bastardos, había perdido la amistad y el respeto de sus mejores amigas. Literalmente, se encontraba solo.

Pronto esos sentimientos lo abandonaron dejando que la tristeza lo consumiera. El joven adulto se sentía vacío, recordaba muchas cosas de las que se arrepentía y ahora se habían vuelto irreparables. Era sorprendente que con solo cuestión de horas esos niños lo hayan hecho reflexionar sobre toda su vida. Lo mejor era que no habían hecho realmente nada intencional para eso.

Recordó lo tensos que estaban en las dos veces que entro para darles de comer. Aunque no les hubiera hecho absolutamente nada...

En ese instante lo comprendió y se sintió como un verdadero idiota al no darse cuenta. Ellos llevaban toda su vida viviendo aquí, solo se tenían el uno al otro mientras que el resto de personas eran iguales a sus ojos. Ya habían atentado contra sus vidas y esas heridas eran prueba de ello. Ellos no podían confiar en aquello que solo les hacía daño. Sin importar que no supieran como comunicarse con los adultos.

Los adultos para ellos solo significaban dolor. Significaba peligro. Tantos atentados en contra de ellos les había hecho tener una imagen igual ante cada guardia o persona que venía a su celda. Para ellos todos los adultos eran igual de malos...

Esa revelación le trajo la sensación más amarga que había sentido en su vida. Sin embargo, y para su pésame, era una realidad que ya había comprobado con creces.

Decidió tomar una siesta para descansar. Aviso al resto de guardias y se acostó en el sofá. Coloco su alarma para asegurarse que despertar el tiempo suficiente.

Con esos preparativos cerro los ojos y dejo caerse en las manos de Morfeo. 

~0~0~0~

La semana paso mucho más rápido de lo que James esperaba. La sintió volar prácticamente. Ya era fin de semana, por lo que podía descansar bien en estos dos días.

Solo que James no se sentía con ánimos de eso, toda esta semana, pese a lo rápido que paso le habían hecho reflexionar muchas cosas. Era noche y había decidido no cenar nada, pues no sentía nada de hambre. Acostado en su cama y con la ventana a su costado, abierta dejando que el aire fresco entrara en esta noche calmada.

El Phoenix no pensaba en nada, solo se quedaba mirando el techo de su cuarto. Pasaron cinco minutos hasta que una luz ilumino su rostro. Curioso miro a la ventana y vio que hoy había luna llena.

Ese bello astro que por milenios había fascinado al ser humano, se encontraba en todo su esplendor en el firmamento. Regalándole a la tierra su bella y brillante luz.

Era realmente hermosa y se quedó mirándola con fascinación. James nunca antes se había fijado, pero hasta el momento no se había dado cuenta de lo bella que en realidad era la luna.

Esa luz, acompañado de la suave ventisca del viento en otoño, más el sonido de los vehículos circulando a estas horas de la noche le dieron mucha calma para aclarar sus pensamientos de una vez por todas.

Ver la luna también le hizo recordar esos niños. Y se preguntó: "¿Ellos alguna vez habían visto la luna?"

La respuesta fue muy obvia. – Por supuesto que no – Murmuro sintiéndose melancólico.

-Esos niños ni siquiera saben cómo es el cielo, los árboles, el mundo exterior, desconocen absolutamente todo. Gracias a estar encerrados en ese sitió tan horrible – De pronto una repentina sensación de determinación inundo al hombre.

-Ellos... nunca han comido cosas más deliciosas y nutritivas más allá del pan y el agua. Ellos no tienen idea de nada, ni siquiera saben hablar para comunicarse. Lo único que saben es que se tienen el uno al otro... se aman... y solo les importa el bienestar del otro – Apretó la sabana con fuerza.

-Nadie se merece eso... nadie se merece pasar por lo que ellos. Ellos se merecen estar con una familia que los aprecie, que los cuide, que les de todo el amor y calidez de una familia. Ellos merecen crecer, tener amigos, enamorarse, estudiar lo que más les guste y terminar siendo adultos responsables y bondadosos con el prójimo. Ellos merecen saber y conocer el mundo. Entonces... ¿Por qué ellos que lo merecen no lo tienen y en cambio idiotas como yo solo desperdiciamos nuestras vidas y hacemos cosas terribles? – Un escalofrió bajo por su espalda. Sintiendo la fuerte y fría ventisca que lo había golpeado.

Ignoro el frío y miro directamente a la luna, la cual lo bañaba con su preciosa luz.

-Ojalá... pudiera ayudarles... - Se sintió sumamente impotente. James sabía que no tenía ni los recursos ni las agallas suficientes como para tratar de sacarlos de ese lugar. Era imposible. Ellos tampoco iban a dejarse ayudar de alguien a quien no tenían ni un ápice de confianza.

Volvió a sentir sus ojos húmedos. Se sentó en el borde de su cama tratando de calmarse, se recargo en sus rodillas y con una de sus manos se limpio las traicioneras lagrimas que se habían escapado de sus ojos.

Vio como una de sus lagrimas caía en un libro que tenía en el suelo. Por las lagrimas fue que no alcanzo a distinguir cuál de todos sus libros era. No fue hasta que se limpió vio los ojos y observo como es que toda la luz lunar caía iluminando el libro.

"Pedagogía infantil"

Era el título de aquel libro. Una gran nostalgia lo invadió. Antes de cometer las estupideces que lo llevaron a este punto de su vida. Recordó como era antes y sus sueños.

James desde pequeño había querido ser maestro, con los años esa decisión se mantuvo firme. Había deseado ser maestro de primaria pues le gustaba trabajar con niños. La dura y cruel ironía lo hizo derramar más lágrimas.

Tomo el libro en sus manos y lo miro entre pequeños sollozos. Recordó a su hermano menor en esos instantes, Samuel Phoenix. Recordó que había sido por su culpa que su deseo de ser maestro nació.

Rememoro como es que el Samuel de siete años le había pedido que le ayudara con su tarea. Fue muy sencillo para él explicarle mejor el problema y el niño termino mucho más rápido su tarea.

Recordó las dulces, inocentes y agradecidas palabras. - ¡Eres un asombroso maestro, hermano! – Esas palabras tan sinceras lo llenaron de orgullo en esos momentos. Lo suficiente como para decidir su profesión.

Con una sonrisa abrió el libro ojeándolo. – Tal vez... si pueda ayudarlos en algo – No podía darles libertad, de momento, pero podía darles conocimiento.

Esa noche y la siguiente James se puso a releer todos los libros sobre pedagogía infantil que tenían a su disposición. 

~0~0~0~

Desde ese día James se había autoimpuesto como objetivo, el enseñarles a los niños todo lo que podía enseñarles. Iba a ser difícil y muy probablemente el destino iba a conspirar en su contra para que fallara miserablemente, sin embargo, James se sentía en la obligación de hacerlo.

Aún sin importarle lo cruel que realmente era eso ya conociendo el trágico destino que esos niños iba a afrontar un día. Ese pensamiento pese a que quería ignorarlo para poder hacer las cosas bien, seguía carcomiéndole la consciencia.

Puede que estuviera cometiendo un error, pero James era un terco, si comenzaba a hacer algo iba a terminarlo. Aun estuviese equivocado...

Y así lo hizo...

Lo primero que el hombre hizo fue ganarse su confianza. No fue sencillo, no lo fue para nada. Tardo un mes enteró y lo que consiguió no fue su confianza, no toda, obviamente. Logro eso gracias a que primero debía demostrarle que no era como el resto y lo hizo a partir de sus estómagos.

Desde que comenzó con su autoimpuesta tarea, comenzó trayéndoles comidas distintas a los dos miseros panes que siempre les daban. Empezó por frutas. Fue hasta divertido verlos tratando de comerse un mango. Claro que trataba de ser siempre amigable con ellos, aun no le entendieran. Debía respetar su "límite" con el que podía acercárseles.

Fue de paso a paso con ellos. Inclusivo tuvo la suficiente atención como para mostrarles [Obviamente respetando su límite de cercanía] como pelar un plátano o un mango.

Les trajo comida con el cual no solo pudiera de hacerlos pasar tanta hambre sino también para mejorar su salud, ya que esos niños realmente necesitaban mucha vitamina. Fue complicado sin dudarlo, pero al menos logro que ya no lo miraran con desprecio, sino más bien con cautela.

Luego les trajo verduras, el enemigo número uno para los niños, pero que para estos dos fue un gran placer, no rechistaban o sentían disgusto por el sabor de las verduras que les traía. Era de esperarse cuando toda sus vidas habían comido solo un mugre pan. Ellos disfrutaron bastante de comer verduras.

Y como sucedió con las frutas de poco a poco fue ganando su confianza. Inclusive un día les trajo jugo de naranja que terminaron tirando. Suponía que habían confundido el jugo con orina o algo así.

De poco a poco comenzó a traer mucha comida para ellos, los panes que sus compañeros le entregaban se los comía él o los guardaba para luego tirararlos. También dejo de seguir el horario de dos comidas al día y lo convirtió en tres comidas al día.

Los niños sospecharon mucho, pero terminaron adaptándose bastante rápido a esos cambios. Ese fue el paso uno.

El paso dos fue un tanto más complicado, ya que no únicamente traía consigo comida, sino también unos pocos juguetes tales como su propia pelota. Fue complicado que enseñarles que esos juguetes no eran para comer sino para entretenerse, de hecho, ellos lo terminaron por deducir solos. Se entretuvieron mucho, inclusive jugaron entre ellos, no como lo harían niños normales por supuesto, pero entretenimiento era entretenimiento por más simple o complicado que fuera.

El paso dos fue extenso, más de lo que había calculado. Tomo casi cuatro meses, pero ahora podía acercarse mucho más. Inclusive, lo habían dejado de mirar con precaución a verlo con curiosidad.

Pues siempre traía consigo algo nuevo que mostrarles. Poco a poco fue ganándose su apreció o al menos su respeto. O eso quería creer.

Tuvo que cuidar que sus compañeros no se enterasen de absolutamente nada de lo que se encontraba haciendo. Siempre debía de tener mucho cuidado cada que alguien quería verlo a él o a los niños, como fue el caso de su jefe que vino algunas veces a mirar su labor.

Pareció estar satisfecho con ello, y el joven Phoenix tenía que admitir estaba teniendo mucha, pero mucha suerte. No únicamente de no ser descubierto, sino que también mucha suerte para que su jefe decidiera cambiarlo o inclusive encontrar al cliente indicado que le ofrezca la suma de dinero que su avariciosa alma estuviera de satisfecha.

Era un alivio toda esta suerte que hacía muchos años no tenía. La fortuna siguió sonriéndole durante más tiempo, pues logro pasar a la fase tres...

La cual era enseñanza directa con los niños. Fue tortuoso, agotador y frustrante algunas veces, pero lo consiguió...

Consiguió que confiaran en él. No lo abrazaban, no le mostraban afecto, ni siquiera le permitían tocarlos, pero ahora ya no lo miraba con desprecio, cautela o miedo. Lo miraban hasta con mucha curiosidad, cada cosa que traía era de toda la atención de los niños.

Estaban interesados en cada cosa. Por fin iban a aprendiendo cosas del mundo exterior. A su manera, claro. Cada día que pasaba era más y más notable esa curiosidad por las cosas. Se podía ver muy claro el deseo de ambos niños por querer saber más.

Habiendo pasado casi siete meses logro hacerlos cambiar de parecer sobre él. Desde que había decidido enseñarles como era el mundo, y desde que él mismo había cambiado.

No tenían muy claro el que, pues nunca fue de la clase de personas que se conocían al 100%, por lo que no identifico esos cambios, pero los podía sentir en su consciencia.

No le dio mucha importancia, pues decidió enfocarse por completo a los niños.

Una vez, teniendo la suficiente confianza de ambos, empezó a enseñarles las cosas más básicas.

Y también les dio un nombre a cada uno pues quería que lo primero que se aprendieran fueran los nombres que jamás le habían dado.

Fue complicado darles un buen nombre a ambos, pues no tenía mucha imaginación en ese aspecto, pero en verdad quería darles un gran nombre a cada uno.

A la niña la llamo Haiku. Eso debido a que un día cuando decidió traerles libros/cuentos para niños, trajo por error un libro de Haikus que tenía en su departamento. Lo dejo de lado esa vez, pues no tenía caso mostrar ese libro, ya que era demasiado complicado para los niños. Sin embargo, ese fue el libro que más le llamo la atención a la pequeña que lo tomo sin que se diera cuenta y lo examino por su propia cuenta.

Tuvo que esperar a que se durmieran para poder recuperar el libro sin llegar a invadir su privacidad y no queriendo incomodarlos. La niña lo había mantenido consigo todo ese tiempo bastante interesada, aun sin tener la más mínima idea de lo que trataba. De ese suceso fue que decidió llamarla así.

Para con el albino la historia fue parecida, sino que igual, solo que en aquella ocasión no se fijo en un libro, sino más bien en una moda que traía consigo esa vez que se le había caído. En esa moneda estaba tallada el rostro de Abraham Lincoln. El chico se quedo con la moneda todo el día, incluso casi le dio el infarto cuando se metió a la boca la moneda y casi se la traga. Menos mal que no lo hizo. Su nombre evidentemente no iba a ser "centavo" o "moneda". A parte que el difunto presidente de los Estados unidos fue un gran hombre, así que decidió solo ponerle el segundo nombre de aquel gran gobernante. Lincoln.

Entendieron muy pronto lo que "nombre" significaba. Pero lo hizo llorar cuando la primera palabra que habían dicho fue el nombre del otro.

Ese día sintió verdaderamente que estaba haciendo algo bien en su patética vida. Cuando lograron aprender eso, fue empezando a enseñarles otras cosas.

Había un estudio científico que determinaba que los niños de entre cinco a siete años aprendían de una manera exorbitante. Muy parecido a las esponjas que absorben agua, sucedió lo mismo solo que con conocimiento. Trataba de algo relacionado con la masa de su cerebro o algo así, no leyó demasiado, pero pudo comprobarlo de primera mano.

Para empezar, habían aprendido muchas palabras e iban acostumbrándose a hablar. Ya podían entenderlo, claro que debía de hablar lento para que entendieran claramente. Pero el progreso que seguían haciendo lo dejaba anonadado.

Pues inclusive comenzaban a desarrollar otras habilidades, cada uno por su propia cuenta. Como por ejemplo Haiku había logrado a aprender a leer, por supuesto que no cosas complejas y detalladas, pero la niña realmente había ganado un gran interés por los libros.

Si bien Lincoln también había aprendido eso, no al nivel que Haiku lo hacía. A la niña solo le quedaba extender mucho más su vocabulario para poder leer cosas más avanzadas. Aunque el habla no fuera su fuerte, ya que a diferencia de ella quien había aprendido a grandes pasos a hablar fue Lincoln. Que lo hacía mucho más frecuente y por lo tanto estaba un tanto más avanzado que Haiku, pero todavía le dificultaba leer.

Por supuesto que todos estos resultados en el tiempo en que llevaba enseñándoles fueron sorprendentemente buenos. Claro que cada día que pasaba iban aprendiendo más y más. No solo se limitaba a solo enseñarles palabras o a leerlas, también les enseñaba sus significados.

Les mostro desde animales hasta paisajes. Sintió que era muy cruel [Para sí mismo] enseñarles sobre las familias humanas, así que evito esos temas. Inclusive comenzó a contarles cuentos e historias para que fueran adaptándose a entender a las personas. Eso sí, la escritura todavía estaba lejos de ser aprendida, pero iban por muy buen rumbo.

Se sentía realmente orgulloso por todo el progreso que ambos niños estaban teniendo. Verlos aprender y que estén dispuestos a aprender más cosas lo llenaba de una felicidad que no había tenido en años.

Ya había pasado más de un año desde que había empezado con esto. Y Seguía teniendo suerte, mucha suerte. Esperaba que por favor se mantuviera.

Lo que nos llevaba a la lección del día de hoy.

James se encontraba enfrente de ambos niños. Lincoln y Haiku tenían un notable cambió que hacía un año. Ambos habían crecido bastante bien, seguían teniendo las mismas ropas que aun les sigan quedando.

Haiku si bien estaba tan pálida como siempre, su cara cada vez más tomaba un porte fino y marcado, sin duda era una niña muy linda, pese a su inexpresividad que no había cambiado demasiado con el pasar del tiempo. La herida en su ojo había sanado, sin embargo, por "sanar" se quería decir cicatrizar. La pelinegra había perdido la capacidad de ver con el ojo izquierdo permanentemente. Cuando por fin le quitaron ese parche la niña se asusto mucho por eso y fue gracias a Lincoln que logro calmarse, el mismo Lincoln había resuelto la incomodidad de la niña por su ojo perdido con una solución bastante simple, pero efectiva. Esa fue que su largo y liso cabello le cubriera esa parte del ojo. Haiku acepto gustosa ese cambió. Su único ojo funcional, pareció agarrar más brillo y ya no era tan vació como antes. Su cuerpo seguía creciendo y se notaba que toda la comida que le trajo le favoreció por su buen crecimiento, así como su salud y su piel seguía siendo sensible, lamentablemente para su bella piel viviría toda su vida con las cicatrices provocadas ese día.

Lo mismo aplicaba por Lincoln. Claro que el albino había cambiado pues a diferencia de su compañera, su piel había tomado más color gracias a la buena alimentación que llevaba. Su cabello blanco había crecido mucho más y el niño había tomado la costumbre de peinarlo para que le molestara para ver. Sin embargo, no les molestaba que Haiku jugara con su cabello hasta parecía gustarle. Sus preciosos ojos esmeralda también eran deslumbrantes, pero como todas las cosas buenas estaba siempre el lado negativo pues tendría que vivir con la horrible cicatriz en su cuello el resto de su vida. Esta le recorría desde el inició de la garganta hasta la barbilla. Sin contar, las otras cicatrices por todo su cuerpo.

Sin importar eso, los niños realmente lucían felices. Podían llegarle a sonreír [Más Lincoln que Haiku], pero inclusive había ganado sus tiernas sonrisas. Eso llenaba a su alma de euforia.

Ahora mismo, se estaba preparando para contarles una historia. – ¿Están listos, Lincoln, Haiku? – Les pregunto a ambos que se encontraban sentados frente a él.

-Si – Fue la respuesta de ambos. - ¿Sobre... qué... es...? – Para su sorpresa fue Haiku la que le pregunto eso. Era raro, normalmente era Lincoln quien siempre hacía esa pregunta, pero no importaba, igual la respondería gustoso.

-Es un cuento sobre la luna – Le respondió. Al mencionar la luna fue que ambos le prestaron el doble de atención. Desde que les había contado y enseñado acerca de la luna, siempre sintieron mucha curiosidad por saber más del astro vecino de la tierra. Eso sin duda fue lo que más llamaba su atención.

-Bien... Erase una vez un conejo blanco que le encantaba mirar a la luna. Él sentía que la luna lo llamaba, que iluminaba su vida lo hizo sentiruna inmensa paz. Se había enamorado de la luna. Su más grande sueño era llegar hasta ahí – Al mencionar la palabra conejo, ambos reconocieron al peludo animal. Era el animal favorito de ambos por motivos curiosos. A Lincoln le gustaba no solo por como se veía sino también por que también tenía cabello blanco. Con Haiku era su preferido nada más por el hecho de que los conejos le recordaban a Lincoln. – El conejo estaba muy triste, ya que saltaba y saltaba, pero no lograba llegar hasta la luna. Él continúo intentando una y otra vez, cada día saltando más alto que antes. Pero nunca pudo saltar hasta la luna, ella quedaba muy lejos de él. Un día se hizo amigo de una grulla. El conejo le contó acerca de su más grande deseo. La grulla acepta ayudar a su amigo, por lo que se subió al conejo en su espalda y se estiro para llegar a la luna, se estiro tanto que sus patas se alargaron de gran manera. La grulla logro el acercarse mucho a la luna y el conejito, sabiendo que estaba cerca, saltó con todas sus fuerzas y por fin consiguió llegar hasta la luna. Desde entonces, siempre ayuda a los que lo necesitan haciendo que la luna brille tan fuerte que ilumine sus caminos. El resto de conejos del lugar desde entonces saltan lo más que pueden para poder acercase a su héroe en la luna – Termino de contar su historia, les enseño a ambos niños los dibujos de todo el cuento. El como el conejo trataba de llegar hasta la luna, el se hizo amigo de la grulla, el como esta se estiro lo suficiente para que su amigo pudiera saltar. Finalizando con los conejos saltando mientras la luna brillaba en una peculiar forma de conejo.

Los dos niños se maravillaron con la historia. Sus ojitos estaban iluminados por conocer esa fantástica historia. Principalmente Haiku quien se imagino totalmente a Lincoln en el papel del conejo y a ella con el papel de la grulla. Lincoln por su parte se sentía encantado con todo. Esa historia había pasado a ser su favorita de inmediato.

James se sintió muy satisfecho cuando miro los rostros asombrados de los niños, pero antes de hacer cualquier cosa. Su celular comenzó a vibrar. Era la alarma que había puesto veinte minutos antes de que vinieran sus compañeros para el chequeo, así que miro a los niños quienes ya sabían que cada que sonaba eso, James se iba un rato. Tomo sus cosas y miro a los niños. – En un rato regreso, no hagan ruido – Con eso dicho el hombre cerro la puerta dejándolos solos.

El albino miro a la pelinegra con una sonrisa acción que le regreso de inmediato la niña. No se dijeron nada, si embargo, Lincoln saco un cuento que había escondido de James bajo su manta y se lo dio a Haiku. Esta lo agarro mirándolo de reojo. Ella también saco una hoja de papel, así como unas crayolas al albino quien la tomo.

Haiku se recargo en la esquina de la habitación, justamente debajo de la cámara de seguridad. Uso sus piernas como soporte y comenzó a leer. El libro era sobre poemas, pese a que la niña no podía entenderlos del todo, había tomado un gusto por ellos. A la niña realmente le parecían hermosos. Aún sin entenderlos todos, a Haiku le fascinaban e incluso le hacían pensar en poder hacer los suyos.

En cambió Lincoln, había tomado el habito de dibujar cada que les contaban una historia. El albino quería recrear esa historia con sus propias manos, así como dejar volar su imaginación en ello. Y con la historia de hoy le dio una idea de que dibujar hoy.

Estuvieron en silencio, concentrados en sus propias cosas durante diez minutos. Pero algo perturbo la lectura de Haiku y no fue obra más que del mismo Lincoln quien la miraba fijamente y luego a su dibujo. Repitió esa acción más veces despertando la curiosidad de la oji-violeta que se acercó y pregunto. - ¿Qué... haces...? – La niña se acerco para ver más de cerca el dibujo del albino. Este solo se rio por lo bajo.

-Yo... dibujo la... historia... con... nosotros – A Haiku se le vino a la mente el como ella había imaginado la historia. Con Lincoln como el conejo y ella como la grulla. Pero lo que vio la hizo sorprenderse y darse cuenta de lo equivocada que estaba.

El dibujo solo acertaba con que Lincoln era el conejo, pues era precisamente el niño se había dibujado a sí mismo, pero con orejas de conejo. Sin embargo, lo que sorprendió a Haiku era que ella no era la grulla, sino que era otra persona. - ¿Quién... es...? – Pregunto señalando a la grulla.

-Es... Jam... - "Jam" era como le decían a James. Él no tuvo problema con que lo llamaran de esa forma, si con eso ellos estaban cómodos.

Al conocer eso, Haiku se sintió desconcertada. – ¿Yo... era... la... grulla? – Eso sonó más como una afirmación que como una pregunta, pero Lincoln capto a lo que se refería y negó con la cabeza.

-Tú eres la... luna – Dijo mostrándole el dibujo. En donde él se encontraba parado en los hombros de James trataba de alcanzar la luna que resulto ser una Haiku brillante y sonriente.

Al ver ese dibujo Haiku sintió una sensación cálida recorrer todo su cuerpo y arremolinarse en su pecho. Su cara pálida se torno en un lindo color carmesí y regreso a su lugar evitando la mirada con Lincoln, pero con una muy feliz sonrisa en su rostro. El joven se sintió desconcertado por eso y preocupado así que se acerco hasta estar al lado de Haiku quien de la vergüenza puso su libro entre las caras de ambos.

-Haiku... - Lincoln tomo las manos de Haiku y bajo el libro. La niña aun no tenía el valor para verlo y su rostro se volvió más rojo.

Lincoln pensó que era algo malo, así que preocupado tomo suavemente del rostro a la niña y la hizo mirarlo, no costo mucho, pues Haiku se derritió ante ese contacto y se miraron a los ojos.

El violeta se encontró con el verde. Hubo silencio. Las palabras no eran necesarias, no cuando se trataba del otro.

Fue como si se hablara únicamente con las miradas. Se decía que los ojos eran las ventanas al alma y justo ahora ambos veían claramente lo que el otro sentía. Lincoln veía como Haiku estaba feliz, realmente feliz, eso lo alivió tanto que dio un suspiro. Conmovida por su preocupación, Haiku acerco sus rostros hasta unir sus frentes. La niña había aprendido eso de un dibujo en un cuento donde un conejo y una gata unían sus frentes. Esa acción sorprendió a Lincoln, pero lo hizo sentir la misma sensación cálida que Haiku había sentido.

Se miraron más cerca que nunca y ahí ambos comprendieron una cosa y se rieron por lo bajo sin soltar sus manos, cerraron los ojos disfrutando ese momento íntimo. Sintiendo el calor del otro, así como su amor y cariño. Ninguno quería que este momento acabase. Querían que durara para siempre.

Por una vez en sus vidas las cosas iban bien para los dos enamorados...    

~0~0~0~

Camila Galván era una horrible persona. Desde sus catorce años la habían diagnosticado con psicopatía, pero jamás le había preocupado en lo más mínimo. En realidad, ella lo disfrutaba bastante. Desde niña siempre le había gustado torturar pequeños animales, gozaba de oírlos chillar de dolor, verlos huir inútilmente de ella. Ese gusto por hacer sufrir a los demás, también paso a los seres humanos. En su escuela fue tachada de chica problemática, ya que acoso y lastimo tanto física como verbalmente a muchos de sus compañeros.

Era una psicópata sin razón, pues sus padres eran personas de bien. Sin embargo, eso jamás se aplico a su hija que solo consiguió que la expulsaran de cinco escuelas diferentes. Su conducta fue tal que tuvieron que meterla en un internado, decisión que no le agrado para nada a la niña por lo que huyo de casa.

Desde entonces había pasado de ciudad en ciudad, robando o estando temporalmente con una banda de maleantes. Los años fueron pasando y Camila encontró lo que para ella era el trabajo de sus sueños.

El trafico de personas. Más concretamente de niños, esos eran los que más disfrutaba hacer sufrir. Respetaba mucho a Raul por haber creado este lugar y llegado hasta donde estaba actualmente. Este era el empleo perfecto para ella, pues su falta de empatía la había hecho trabajar quince años en este lugar. Pero ahora mismo ella no estaba contenta. Ni un poco.

Había sido una de las personas que Raul había puesto de guardia provisional para sus "diamantes". Camila no era estúpida, podía ser una perra hija de puta, pero no era estúpida. Ella sabía y reconocía que esos niños tenían un valor económico increíble, ella al igual que su jefe era una persona avariciosa y egoísta, así como muy rencorosa.

Era por eso que odiaba mucho a su jefe, por haberla puesto en esta tarea. Ella quería estar en su rutina ordinaria de secuestrar, maltratar e incluso abusar de los niños. Fue el respeto que tenía su jefe lo que hizo que se quejara en primera instancia, pues entendía su preocupación, pero lo que sí no acepto fue que esto durara tanto tiempo.

Llevaba haciendo esta porquería de trabajo durante más de un año y ya se encontraba harta de ello. Por más turnos que la hicieran tomar, ella estaba aburrida, molesta e irritada. Más aun con el guardia "personal" de esos mocosos.

James Phoenix. Ella odiaba a James con toda su alma, odiaba verlo siempre tan animado, cada día, cada hora, cada minuto, cada maldito segundo que lo veía realmente lo odiaba y deseaba estrangularlo. Ella no sabía si disfrutaba estar ahí ya fuese por la privacidad o si incluso le gustaba abusar de esos mocosos o algo por el estilo, pero ella lo odiaba. Era irracional, sin duda, pero así era ella.

Eso iba a acabar. Todo esto iba a acabar. Tanto esta estúpida guardia como la felicidad de James.

Había convencido a sus compañeros que también se encontraban hartos de esta tarea como ella. Los convenció de jugarle una inofensiva "broma" a James. Camila era una persona sumamente sádica y maliciosa, le gustaba planear cada acto con cautela o con la intención de causar más daño y eso iba a hacer.

Esta iba a ser su venganza, no únicamente contra de James sino también en contra de Raul. Pues ella tenía un macabro plan.

Un plan que disfrutaría como no se podrían imaginar.

De lo primero que se iba a encargar era de James. Ella lo había estado siguiendo el anterior fin de semana, por lo que sabía los recientes problemas que el joven estaba sufriendo. Pues había sufrido una demanda de supuesto acoso de su exnovia que amenazaba con quitarle todo, no únicamente eso, ya que también se entero que su hermano menor falleció en un accidente automovilístico. Esos eventos se vieron reflejados en el humor y el aspecto de James esta mañana que llego hecho un desastre absoluto. Camila disfruto verlo miserable, pero esos eventos fueron muy buenos y para su conveniencia.

Ya eran las diez de la noche. Y sabía que James se encontraba despierto todavía, pues no había avisado que iba a dormir un rato. Gabriel y Oliver, sus compañeros habían traído lo necesario y lo que les había pedido para esto. Un six-pack de cervezas, heroína y un afrodisiaco sería los encargados de desencadenar todo.

Habían destapado dos cervezas las cual sirvieron en un gran vaso, al cual le echaron una cantidad moderada de heroína para que no muriera o terminase en coma. También vertieron el afrodisíaco y lo mezclaron todo. Ellos también destaparon cada uno, una respectiva cerveza y se sirvieron en vasos similares al de James para disimular.

Ahora solo les quedaba llamarlo. – Oye James, necesitamos que vengas un momento. Cambio – Hablo Camila a través del walkie-tokie. Espero durante un minuto entero hasta que James por fin le respondió.

-Está bien, voy enseguida. Cambio – Sonrió cínicamente. Y le hizo una señal a sus compañeros que se rieron por lo bajo. Al cabo de un rato por fin llego James y no se le veía realmente feliz.

-¿Qué quieren? – Pregunto de manera seca, el castaño no quería hablar con nadie y esto era un gran fastidio para él.

-Pues... - Agito su vaso lleno de cerveza con una falsa sonrisa amable. – Pensamos que también querrías una. Tú sabes. Este trabajo es un gran fastidio – James se mantuvo en silencio.

El joven Phoenix ya había tenido muchos problemas con el alcohol, y había luchado como nunca el fin de semana pasado para alivianar un poco el dolor de la perdida de su hermano. Pero se sentía cansado, muy cansado. Así que termino cediendo. – ¿Por qué no?, una cerveza no me matara – Ante su respuesta positiva los tres sonrieron complacidos. James se sentó junto a ellos y Camila le paso su vaso lleno de cerveza.

Al dar el y tragar el primer sorbo noto lo diferente que sabía la cerveza. – Wow esto esta dulce – Se sorprendió ante el sabor y miro a sus compañeros.

-Es mi mezcla especial de familia – Oliver le guiño el ojo con una sonrisa amigable. James lo miro y luego miro su vaso. Se encogió de hombros. Le había gustado el sabor de esa cerveza.

Empezó a beber más y de pronto se sintió mareado. Se sentía... divertido. Se rio como un estúpido mirando su reflejo en la cerveza. Era raro. Era como estar dando vueltas hasta el punto de caerte, pero a la vez eras consciente de todo, incluso podía sentir más el aire del lugar y no se le dificultaba moverse.

-Esta mierda es jodidamente buena – Balbuceo dando otro sorbo para diversión del resto que sonrieron maliciosos. No dijeron nada solamente miraron como es que James seguía bebiendo más de su bebida.

El Phoenix balbuceaba cosas incoherentes que ni el mismo entendía. Había caído en la trampa de los monstruos. Camila se acercó suavemente a James acariciando sus manos. – Se siente bien, ¿no? – Le hablo suavemente en un tono de voz cariñoso. Ese tono lo había practicado durante años para momentos similares a este. En respuesta James asintió y se rio. – Me alegro mucho que te guste, no te preocupes que Oliver y Gabriel traerán más – Miro a los susodichos dándoles una señal. Estos se levantaron muy sonrientes y Camila les lanzo las llaves que le había quitado a James sin que se diera cuenta.

Estos avanzaron, no sin antes tomar dos fierros consigo, solo que no se dirigieron a la cafetería, sino que fueron directamente a la celda de Lincoln y Haiku.

Camila se quedo con James. Se quedo "hablando" con él. Le decía cosas dulces, cosas que lo hacían reír. Phoenix solo reía y balbuceaba cosas. De pronto su pene comenzó a darle comezón, así que sin importarle si Camila estuviera presente comenzó a rascarse.

-¿Se siente bien, James? Yo veo que sí se siente muy bien – Camila se rio juguetona mirando como la cara del hombre estaba un tanto roja y desorientada. James no respondió, la comezón en su pene le molestaba más y más. Todo su cuerpo estaba ardiendo. – Debe de sentirse muy bien. Yo sé que estos días han sido una mierda para ti y quiero ayudarte James. Te traje algo que te ayudara a desestresarte – Las palabras de Camila solo provocaron que el calor dentro de James se intensificara. Tanto que ya no le importo y se desabrocho el pantalón sacando su pene erecto y comenzó a masturbarse.

Camila puso una mano en el miembro de James que se estremeció ante el tacto de las manos frías de Camila. Un escalofrío bajo por toda su espina dorsal.

Su cabeza daba demasiadas vueltas y no razonaba, lo único que sabía era que se sentía muy bien, por lo que soltó un leve gemido. Esa acción no paso desapercibida por Camila que continúo acariciando el miembro de James.

Estuvieron así de esa manera durante dos minutos. Cuando Camila veía que James se estremecía, paraba unos segundos antes de seguir. Ella solo estaba esperando el aviso de sus compañeros.

-¡Hey Camila! Ya está todo listo – La voz de Gabriel sonó por el walkie-tokie.

-(Bien) – Pensó Camila complacida de que todo estuviera saliendo como lo había planeado. Quito su mano del pene de James, cosa que hizo que soltara un gruñido molesto. Sin embargo, ella tomo su mano y lo levantó. – Ya es hora de tu sorpresa, James – Le hablo con un tono de voz muy dulce. Era como una sirena que con su bello cantó hacía que los marineros se ahogaran.

James no dijo nada, pero el estar parado hizo que su cerebro diera vueltas y de no ser por Camila habría caído al suelo. Ella lo guío tomando su mano de regreso a la celda de los niños.

En estos momentos para James el gran y largo pasillo que veía todos los días para cuidar a sus niños jamás había estado tan frío. El hombre estaba seguro que podía ver su respiración con cada paso que daba.

Finalmente, llegaron a la abierta celda. Donde se encontraron con una imagen de horror. Por un lado, estaba Oliver que se encontraba pisando la cabeza de una moribunda Haiku. La pobre niña que miraba hacía la pared había sido golpeada reiteradas veces en las costillas. Llegando a escucharse un "crack" entre sus gritos de dolor. Solo podía abrazarse a sí misma tratando de soportar el dolor lo más que podía, pero era muy difícil.

Gabriel por otro lado se encontraba pisando la cabeza de Lincoln contra el suelo. El albino trataba de arrastrarse para llegar a Haiku, pero el hombre no se lo permitía y le dio un golpe en su costado que lo dejo temblando y retorciéndose. El pobre albino había sido golpeado tanto que tres de sus dientes se encontraban regados por el suelo.

James no reacciono, todo era demasiado confuso. No estaba en sí mismo, solo sentía el frío golpear su pene que aún se mantenía duro.

Camila se sentía fascinada, esa visión de las cosas la hizo mojarse. Estaba maravillada con ese escenario que iba a mejorar tarde o temprano. – Ves James... puedes usar a la niñita cuanto quieras, nosotros guardaremos el secreto – Camila le hablo suavemente al oído. James no reacciono, seguía con su mirada perdida.

Los dos niños aún seguían conscientes, por lo que cuando escucharon a esa mujer mencionar a James sintieron un profundo escalofrío. Una sensación fría recorriendo sus cuerpos y que se concentro en su corazón.

James no dijo nada, todo era demasiado confuso, no recordaba donde estaba, no recordaba quien era la que le hablaba. Camila se dio cuenta de ello, y sonrió maquiavélicamente. Sacando una peluca rubia y riza. – Trajimos a la perra de Wendy, James... - Al mencionar ese nombre algo hizo click en James.

Reconoció el nombre de su exnovia. A la que había amado mucho, la que le había partido el corazón de la peor manera. La que ahora quería quitarle lo poco que tenía. Esa zorra...

Una sensación de rabia se apodero de James que dio el primer paso. Y busco con su visión difuminada a Wendy. Quería hacerla pagar, quería lastimarla, quería hacerle lo mismo que le hizo.

Dando un paso tambaleante ante la mirada atenta de sus compañeros. Gabriel estuvo más pendiente de James que de Lincoln, por lo que termino por aflojar su pie que inmovilizaba al albino. Lincoln se dio cuenta y en un ataque frenético logro escapar y arrastrarse hasta llegar a Haiku y apartar el pie de Oliver de la cabeza de la pelinegra.

Eso sorprendió a todos. No vieron venir esa acción del mocoso que abrazaba a Haiku entre lágrimas, sintiendo que aun respiraba, pero se encontraba muy herida. Haiku lo sintió, no podía verlo, quería voltearse, pero no podía, su cuerpo no le hacía caso.

Lincoln miro lentamente a James. El albino se encontraba llorando desconsoladamente, su rostro lleno de golpes, miraba al hombre al que había puesto su confianza los había traicionado. Entre amargas lagrimas de dolor y traición. Un punzante y doloroso sensación se intensifico en su pecho, aun así. Hablo entre cortadamente. – No... la... lastimen... - Suplico. Él ya no quería que Haiku sufriera, odiaba verla sufrir, odiaba verla herida. Haiku lo era todo para él y no quería que sufriera más.

Él lo recibiría todo por ella...

-Yo... en... su... lugar... - Los dos hombres se quedaron sin palabras, no únicamente porque Lincoln había hablado sino también porque no esperaban ese acto tan desesperado con tal de evitar que le ocurriera algo a su compañera.

Camila por otro lado, se sentía extasiada, ver el rostro miserable y sangrante del niño la hizo sentir una gran dicha. Esas acciones realmente la habían encendido. Ya no mostraba esa tonta fachada de suavidad, se revelaba su verdadero rostro. El rostro de un monstruo.

James por su parte se sintió más confundido. Él había oído esa voz antes, no recordaba donde, pero no era la de Wendy. Cada vez se sentía más confundido.

Camila ya no le intereso seguir guiando a James, ella quería también formar parte de esto. - ¡Como gustes mocoso! – Con eso fue rápidamente hasta Lincoln dándole una poderosa patada que lo aparto de Haiku.

Haiku escucho todo atentamente, ella estaba desesperada, quería darse la vuelta, quería ayudar a Lincoln, quería ayudarlo con todas sus fuerzas. Quería salvarlo, no quería que nada malo le pasara, él no lo merecía. El sentimiento que ambos compartían, así como el mismo pensamiento el uno por el otro. Pero La oji-violeta no podía moverse, su mente gritaba que se moviera, pero su cuerpo no reaccionaba, le dolía todo. Le dolía absolutamente todo. Con ese perseverante dolor solo suplicaba en su mente que se moviera, oír los golpes y los gritos de Lincoln la hicieron sentir tan desesperada al tal grado que su labio sangro de lo fuerte que se estaba mordiendo.

¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete! ¡Muévete!

¡¡¡MUÉVETE!!!

Por más que suplicaba, su cuerpo no reaccionaba. No podía hacer nada. Su frustración e impotencia fue tanta soltó amargas lagrimas por el único ojo que le funcionaba. Ni siquiera podía mirar lo que ocurría, y una parte de sí misma no quería hacerlo. Con solo escucharlo la hacía sentir tan desesperada, tan dolida, tan triste, tan furiosa, tan llena de odio que temblaba sin control.

Por su parte, Camila había comenzado a patear salvajemente al muchacho. La cruel mujer se estaba divirtiendo como no la había hecho en años. Oír los alaridos de dolor del mocoso eran música para sus oídos.

En ese instante James dio otro paso. Y Camila recordó su plan, con una sonrisa macabra puso pie en la nuca de Lincoln quien a duras penas seguía consciente. Miro a James, él aun mantenía su erección, pero continuaba desorientado.

Ella sabía lo que debía de hacer. Miro a Gabriel que solo se mantenía mirando todo en silencio, pasmado. - ¡Dame ese maldito fierro! – Lo grito a su compañero quien temeroso se lo dio sin chistar. Camila se rio. Todo esto la estaba divirtiendo mucho.

Se agacho poniendo su rodilla contra la espalda del niño quien apenas podía moverse. Le bajo el Short dejando expuesto su trasero. Lamiendo dos de sus dedos. Abrió sus nalgas dejando ver su ano.

Primero introdujo dos de sus dedos en él. Lincoln sintió su mano helada invadir su interior. Mantuvo el quejido de dolor atrapado en su garganta, apretando sus dientes con fuerza. Ella los introdujo lo más que pudo y trato de expandir el orificio del niño.

No fue suficiente, obviamente, era un niño de siete años después de todo. Y eso Camila lo sabía, pero no por eso iba a detenerse en lo que estaba a punto de hacer.

Tomo el fierro con una mano mientras que con la otra abría lo más que podía el ano del niño. Ella no fue suave, he introdujo con gran fuerza el fierro dentro de Lincoln.

-¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH!!! – El alarido de dolor que soltó Lincoln estremeció a todos. Fue tan fuerte que el niño se había dañado las cuerdas vocales. Solo tembló sintiendo el frío acero dentro de sus entrañas.

Camila se sintió genial, así que movió de un lado al otro el fierro. Lincoln solo soltó ahogados gritos de dolor. Sintiendo el sabor del sobre en su boca, aun horripilante sensación de asco lo inundo. Por lo que vomito. El vomito se mezclo con la sangre y la visión del niño cada vez era más y más borrosa.

-¡Vamos niño, todavía no hora de dormirse, que aún falta lo mejor! – Camila tomo de los cabellos a Lincoln y estampo su rostro contra su vomito sangriento. La malvada mujer finalmente saco el fierro del interior de Lincoln. Este se encontraba lleno de sangre y mierda.

El niño solo temblaba. Camila miro los cabellos del niño y los acaricio suavemente. Luego tomo la peluca rubia y se la coloco al niño. - ¡¿Qué dices, Wendy?! ¡¿Qué quieres ser castigada?! ¡Te lo mereces por puta zorra! ¡Vamos James aquí esta Wendy! – Camila grito casi riéndose a carcajadas. Todo esto le excitaba de sobremanera. Y estaba cerca de llegar al orgasmo.

Lo único que sabía James era que tenía frío. Mucho frío en su pene. Eso no le gustaba. Todo le seguía dando vueltas, todo seguía siendo tan confuso, pero al escuchar el nombre de Wendy lo hizo mirar en la dirección de Camila.

Lo único que pudo ver con claridad fue su cabello rubio, su pequeño y apetecible trasero. Podía sentir el calor acumulándose ahí. Apretó los dientes y camino tambaleante.

Lo que James vio, fue cuando su novia le había engañado con su profesor. Esa vez los encontró en el acto, en la puta aula de clases de la universidad cuando ya todos se habían ido y él buscaba a su novia. Lo que encontró fue a la zorra dándole el culo a su profesor que la penetraba salvajemente hasta correrse dentro de ella en su escritorio. Cuando el hombre se aparto fue que miro el ano de su novia chorreando semen.

Pare él esto fue lo mismo, todo era tan borroso que no alcanzo a distinguir la sangre, para James, fue volver en el tiempo a ese momento. Se acerco más hasta estar enfrente del trasero del albino. Lo tomo con fuerza y lo acercó a él. Camila se aparto para no estorbar y solo miro emocionada. James sintió el calor desprender del ano de Lincoln. Él necesitaba ese calor. Así que sin miramientos metió de una su palpitante miembro dentro del niño. Lincoln ya no podía gritar o emitir un sonido.

El albino se ahogaba en su propio vomito. Solo sintió como es que algo caliente entraba dentro de él. James soltó un suspiro al sentir el calor en su miembro. Se mantuvo así durante un minuto, solo disfrutando como es que el ano de Lincoln le apretaba cada vez más el pene.

Era tan estrecho y húmedo que no quería moverse solo quería mantenerse ahí. Sin embargo, recordar al maldito viejo de mierda que se acostó con la zorra de su exnovia le hizo hervir la sangre, lo que ocasionó que su juicio se nublara aún más de lo que ya estaba.

Así que comenzó a mover sus caderas. Fue lento primero, tratando de acostumbrarse a lo más que podía a lo apretado que era Lincoln, más pronto de lo que esperaba subió el ritmo de su cadera. Su pelvis chocando contra el trasero del niño. Olvido absolutamente todo. Solo se concentro en lo bien que se sentía esto. Solo sintió placer. Todo el resto del mundo se había difuminado, solo estaban él y Wendy.

Solo ellos dos...

Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Su pene se hincho más. Estaba muy cerca...

Con un último estoque, su cuerpo se estremeció y su pene eyaculo dentro de Lincoln. Quien no había dicho nada, no había emitido ni un sonido. Solo se mantenía callado.

Una vez eyaculo sintió que la cabeza ya no le daba tantas vueltas. El mundo fue poco a poco volviendo a ser el mismo. Un agudo dolor de cabeza lo azoto. Por lo que retrocedió hasta caer sentado.

Solo pudo escuchar voces borrosas y lejanas, solo podía sentir un terrible zumbido en toda su cabeza. En cualquier momento esperaba que su cerebro reventara por lo intenso que fue el zumbido. Se sintió terrible, sentía un vacío en su estómago.

-Hemos terminado aquí chicos – Camila aviso a sus compañeros limpiando la baba que se le escapo tras mirar a James violar al mocoso.

Los otros dos también se habían quedado extrañamente satisfechos y la erección que se apreciaba en sus pantalones era prueba de ello. Se le quedaron mirando al bien trabajado cuerpo de Camila quien lo noto y se relamió los labios. – Adelante chicos, estoy de muy buen humor, así que dejaré que me la metan con todo y bolas – Ella recorrió con su mano derecha su cadera hasta su trasero y se dio una nalgada. Cosa que encendió aún más a Gabriel y a Oliver.

Camino moviendo sus caderas seductoramente, pero cuando paso al lado de James quien por fin parecía haber tomado consciencia. Sus ojos estaban abiertos tanto que parecían querer salirse de sus cuencas. Su boca temblaba junto a todo su cuerpo. Lagrimas formándose en sus ojos. Él la miro brevemente y ella le regalo la sonrisa más cínica, cruel y malvada que podía hacer.

James solo vio a un horripilante monstruo sonreírle hasta irse luego otros dos monstruos pasaron a su lado. Sintió más frío que nunca.

Era como estar desnudo y en medio de una tormenta de nieve. James sentía como el helado viento golpeaba su cuerpo haciéndolo temblar incontrolablemente. Una horrible sensación de asco y horror puro lo inundo, vio como es que Lincoln se encontraba en el suelo, sus ojos vacíos y que miraban a la nada. Su ano chorreando una asquerosa mezcla de sangre, semen y mierda.

Vio a Haiku que le daba la espalda. La niña temblaba. Temblaba de odio. Vio como es que la niña había enterrado sus uñas en la carne de su brazo hasta hacerlo sangrar.

Se levanto horrorizado y asqueado. La bilis en su garganta era una amenaza inminente, así que salió corriendo hasta el baño, donde apenas entro vomito todo lo que había comido en el día, quizás en la semana. Sus lagrimas caían con su vomito. Cuando termino de sacar la bilis de su interior se arrodillo, sin importarle absolutamente nada. Solo un pensamiento recorrió su cabeza.

¿Qué mierda había hecho...?

El silencio de ultratumba solo era evitado por los alaridos de placer de Camila.

Mientras los dos niños se mantenían donde estaban. Haiku solo sintió sus ojos hinchados de todas las lagrimas que había desprendido de odio a todos y de impotencia de sí misma.

-Hai...ku... – Escuchar esa voz tan rasposa y dañada fue que sintió su corazón detenerse. Por fin, luego de que esos monstruos se habían marchado fue que pudo moverse. No le importo el agudo dolor en sus costillas, solo miro horrorizada a Lincoln.

-Lin...coln...

Este a duras penas continuaba arrastrándose. Estiro su brazo para alcanzarla. Ella hizo lo mismo, no le importo lo mucho que le dolía sus costillas o toda la sangre que estaba acumulando en su boca solo quería tocar a Lincoln.

Los ojos de ambos se miraron con intensidad y justo cuando estaban a escasos centímetros de tocarse. Lincoln cayo inconsciente presa del dolor y el cansancio.

Haiku sintió algo romperse en su interior y pronto también cayo inconsciente. 

~0~0~0~

Camila se encontraba feliz. Muy feliz. La primera parte de su plan había sido completada con éxito, ahora solo quedaba la segunda parte.

Habían pasado tres días desde que se divirtió con James y los niños. Y las cosas habían estado muy entretenidas, al menos para ella.

La mujer no se arrepentía en lo absoluto de lo que hizo. Sabía muy bien lo que hacía cuando lo llevo a cabo y, aun así, lo disfruto. Lo gozo todo.

Ese día había sido el mejor en mucho tiempo y las cosas iban a mejorar. Obviamente, ninguno dijo nada de lo que paso, ni ella, ni sus compañeros, ni James. No era estúpida, sabía perfectamente que si se llegaba a enterar el jefe los fusilaría a todos aún hubiera ocultado toda evidencia de su participación. Los fusilaría por hipotético caso de que no hicieron nada.

En cuanto a James, él no era el mismo, se notaba claramente de eso. Su mirada, su aspecto, su aura, todo en él se encontraba apagado. Era como ver un muerto viviente. Ni siquiera los miraba, solo pasaba de ellos. Y ella gozaba de verlo en ese estado. Desde que lo vio por primera vez lo había odiado. Era irracional su odio, por supuesto. Pero toda su vida había sido así, antes siempre había alguien que solo por el simple hecho de chocar con ella en la calle terminaba muerto o en el mejor de los casos en el hospital. Era una chica mala, realmente mala. Eso le encantaba.

Pero su narcisismo y su ego no venían al caso con su otro plan. Ahora era la venganza directa en contra de Raul. Ella lo haría pagar por mantenerla más de un año cuidando a unos mocosos.

Y si plan era fácil. Iba a llevarse a uno de los niños. Camila conocía perfectamente que esos mocosos valían mucho dinero, y por eso mismo se había puesto en contacto con varios posibles compradores y uno de ellos le había ofrecido la humilde cantidad de un millón de dólares por el que más exótico.

El albino.

Con quitarle a su mercancía más cara iba a ser una dulce venganza que ella iba a gozar. Con el dinero que tendría sería suficiente como para empezar su propio negocio de trata de personas, donde ella sería la líder... no... la emperatriz.

La sola idea dibujaba una enorme sonrisa en su rostro. Pues ella de entre todas las personas en este lugar, era la que mayor posibilidad tenía de conseguir salir de aquí con el mocoso. No por nada estuvo trabajando en este lugar durante quince años, lo conocía mucho mejor de lo que el mismo Raul lo hacía. Este lugar era enorme, era muy sencillo perderse si no lo conocías al 100%, ella conocía las rutas más rápidas hacía una salida de emergencia que casi nadie usaba.

Tenía el plan totalmente pensado para eso. Lo único que necesitaba era una pequeña distracción. Fue por eso que decidió esperar a que le llegara los materiales necesarios. Mientras esperaba fue que también ideo el plan de venganza contra James.

Finalmente, llego lo que tanto ansiaba que le llegase. Mucho C4. Camila quería largarse de este lugar no únicamente dejándole un golpe económico a Raul, sino también uno personal y material.

Sería increíble, sería el mejor dedo de en medio de la puta humanidad.

En cuanto le llego el C4 fue cuidadosa. Camila sabía que cualquier movimiento en falso sería su fin, pero una de las cosas que había aprendido con el paso de los años, era que debía de ser paciente y esperar justo en el momento indicado.

Y así lo hizo, se tomo su tiempo para colocar las bombas en lugares clave de la fábrica, justo donde se podría hacer la mayor cantidad de daño posible. Donde el fuego podría extenderse más, teniendo que recurrir a casi todo el personal para controlarlo sí querían evitar que la policía o algún transeúnte descubriera el lugar.

Ya todo estaba en su lugar. Había colocado todo el C4 que poseía en la zona este de la fábrica. Tenía una camioneta esperando a cinco kilómetros de distancia donde se escaparía con el mocoso. Solo tenía que matar a sus colegas guardias. No sería gran problema, todos estarían más concentrados en la explosión como para notar tres irrelevantes cadáveres.

Ya estaba todas las piezas estaban en su lugar, ya era la hora. Miro a Oliver y a Gabriel, ambos estaban ocupados jugando cartas por lo que ni notaron cuando abrió su mochila y metió su mano agarrando el detonador de las bombas, dentro también había una pistola cargada con silenciador. La tomo con su otra mano.

-(3... 2... 1... ¡Ahora!) – Presiono el botón del detonador y momentos después se escucho una enorme explosión. El humo no tardo en hacerse presente, así como los gritos de los niños y los adultos.

-¡¿Qué mierda paso?! – Oliver grito solo para que después una bala atravesara su cráneo. Antes de que Gabriel reaccionara ya tenía un agujero en su cabeza.

Camila sonrió satisfecha con el asesinato a sangre fría que acababa de cometer. Tomo su mochila y se guardo dos cuchillos, tomo con fuerza el mango del arma. – Solo queda James – Canturreo y se fue en camino.

James por su parte había escuchado la explosión, pero poco o nada le importo. Ya nada le importaba, había terminado de hacer otra estupidez. Había perdido absolutamente todo. Ahora en verdad ya no tenía nada. Había arruinado las cosas una vez más.

Lincoln y Haiku lo odiaba. No los culpaba en lo más mínimo. Él era el que más odio se guardaba, toda su vida no hizo más que arruinar las cosas y ahora que por fin pensó que hacía algo bien en su vida, termino por arruinarlo.

No importaba si hubiera sido la culpa de esos bastardos, él debió ser más fuerte, no debió aceptar su petición. Debió haberse mantenido firme con su decisión. Eso era lo que su difunto hermano y toda su familia hubieran deseado.

Debió ser fuerte...

Pero era débil, muy débil.

Ya no importaba. Ya no le importaba nada.

Miro al frente solo para encontrarse con Camila apuntándole con un arma y una sonrisa. - ¡Sorpresa! – Tras decir eso, disparo. Solo que Camila deseaba hacerlo sufrir mucho más, así que le disparo en su estómago.

James cayo al suelo sintiendo como todas sus fuerzas lo habían abandonado de golpe. Se agarro con fuerza la parte donde habían disparado tratando de detener la sangre.

Camila no se limitó a dispararle una vez. Sino que también le disparo a sus piernas lo que lo hizo caer al suelo. Un charco de sangre fue formándose debajo de él. Camila se acercó dando pequeños brinquitos. – Gracias por cuidar a los niños, cariño. De ahora en adelante me encargo yo – Le arrebato las llaves a James que trataba de mantener la consciencia.

Camila guardo su arma y preparo un pañuelo lleno de cloroformo para dormir al niño. Con eso listo, tomo las llaves y abrió la puerta. Lo primero que vio fue a Haiku acariciando el cabello de un Lincoln que descansaba en su regazo. Ambos niños estaban envueltos en vendas, en especial Lincoln. Camila solo esperaba que no le restasen su paga sí el niño salió más dañado de lo que su cliente deseaba.

El albino despertó de golpe al oír la puerta abrirse y la pelinegra miro sorprendida, pero pronto esa sorpresa paso a convertirse en odio. Odio puro. Lincoln se levanto con dificultad. Ambos miraban cautelosos a Camila que los miraba con una sonrisa, más en especifico al albino. – Vente mi niño – Con un paso firme y decidido se acerco con dirección fija al albino. Sin embargo, en un ataque de ira, Haiku se le abalanzo encima. La niña le mordió su pierna por lo que molesta la golpeo con el mango de su arma. Lincoln no se quedo atrás y también se le abalanzo y lograron tumbar a la mujer.

Sin embargo, las heridas de ambos les cobraban factura. Todavía estaban lastimados de lo que ocurrió hace tres días. No únicamente eso, sino también que su oponente era mucho más fuerte que ambos. Por lo que dándole a cada uno un golpe en sus costillas logro quitárselos de encima. - ¡Malditos mocosos de mierda! – Pateo a Haiku y tomo de la rompa a Lincoln levantándole el suelo. Le hizo una llave y le coloco el pañuelo con cloroformo. El niño siguió tratando de luchar, pero era inútil. Haiku trato de levantarse, pero sus heridas le impidieron hacerlo con rapidez.

Camila tampoco quería perder más tiempo por lo que cargo al niño que aun trataba de resistirse inútilmente. Salió de la celda y cerro la puerta ante el grito desesperado de Haiku.

Lincoln comenzaba a perder más y más fuerzas. Camila sonrió ante eso, tanto por la debilidad del albino, como los gritos desesperados de la niña.

-¡¡LINCOLN!!

*¡BANG!*

Inesperadamente, le había disparado en su pierna. Perdió todo el equilibrio y grito de dolor.

*¡BANG!*

Pronto otro disparo se hizo presente en la otra pierna de la mujer que callo al suelo liberando a Lincoln que empezó a toser y a respirar todo el aíre que podía. - ¡JAMES! – Camila grito al hombre que le apuntaba en el suelo con su arma en manos. Su mirada llena de determinación de James choco contra la mirada llena de odio de Camila.

-Vete a la mierda...

La mujer trato de tomar su arma para matar a James, pero no pudo hacerlo cuando un disparo le dio de lleno en su garganta. La mujer rápidamente comenzó a ahogarse en su propia sangre. - ¡AAAGHHHH! – Pronto la mujer dejo de retorcerse para siempre.

Lincoln aún tosía, sacudió su cabeza tratando de saber lo que sucedía. Volteó su cabeza y miro el cuerpo inerte de Camila.

-¡¡¡LINCOLN!!! – Haiku en todo ese momento no había parado de golpear la puerta llamando al albino. La niña se sentía aterrada, desesperada. La única razón por la que seguía viva era gracias a Lincoln, pare ella, Lincoln significaba todo y que se lo llevaran de su lado era la peor tortura de todas.

-¡¡HAIKU!! – Lincoln al darse cuenta que la pelinegra se encontraba encerrada, corrió [Con una notable cogida] hacía la puerta que también golpeo y trato de abrirla inútilmente.

James aún con sus heridas consiguió recargarse en el sofá. Trataba con todas sus fuerzas de no perder el conocimiento. Miro al albino. Miro al niño que había tratado de ayudar durante más de un año. Desesperado por volver con su amada. Era evidente que esos niños estaban enamorados el uno del otro.

Un sentimiento de tristeza inundo su corazón. Las lagrimas caían llenas de arrepentimiento. – Lincoln... - Lo llamo, pero el niño lo ignoro.

Recordó cada momento que paso con ellos. Recordó cada fruta que les había dado. Recordó cada juguete que les había dado.

-Lincoln... - Volvió a llamarlo, pero el joven estaba envuelto en desesperación como para escucharlo.

Recordó la primera vez que escucho sus voces. Recordó la primera palabra que habían dicho. Recordó cada sonrisa, cada momento feliz, cada momento divertido. Recordó absolutamente todo y cada uno de los momentos que paso con ellos.

-¡Lincoln! – Grito su nombre lo que pareció funcionar pues el niño lo miro aterrado. Esa mirada le rompió el corazón a James. Aun así, lo merecía... pero Lincoln y Haiku se merecían una vida mejor. Señalo moribundo las llaves que yacían al costado del cuerpo de Camila.

Lincoln vio a donde estaba señalando. Y vio las llaves, no lo entendió al principio, pero luego recordó que eso era lo que los adultos usaban para abrir la puerta. Se apresuro a tomarlas y estuvo como cinco minutos tratando de abrir la puerta, pero lo consiguió.

Apenas la puerta se abrió, Haiku abrazo a Lincoln con todas sus fuerzas. Cosa que lastimo al albino y la niña se percato y bajo la fuerza. – Lo... siento... - Se disculpo por lastimarlo entre lágrimas. Lincoln tampoco se resistió y la abrazo, moderando su fuerza para no lastimarla, por supuesto.

James sonrió ante esa imagen. Aún en sus últimos momentos de vida, se seguía conmoviendo ante el amor tan puro y sincero de esos dos.

Pensó una ruta donde ambos niños pudieran escapar. En ese instante se le vino a la cabeza el recuerdo de sus primeros días trabajando en este lugar. Aquella ocasión se terminó perdiendo de lo grande que era el lugar y por accidente encontró una salida del lugar. Se perdió tantas veces aquella vez en donde siempre regresaba al mismo sitió una y otra vez. Fue tanta la repetición que ya conocía el cómo llegar, incluso el camino que se debía de tomar desde aquí. Ya sabía lo que debía de hacer.

-Lincoln... Haiku... - Los llamo. De inmediato ambos se pusieron alertas. Haiku lo miro lleno de odio mientras que Lincoln lo miraba temeroso. – Yo... lo siento... lo siento por todo – Les dio una sonrisa llena de lágrimas.

Los niños no cambiaron sus expresiones. Cosa que James ya anticipaba miro seriamente a ambos niños. – Escuchen con atención... para escapar necesitan ir adelante, izquierda, adelante, derecha, adelante, derecha e izquierda ahí encontraran una puerta similar a esta. Esa es la salida – Los niños lo miraron fijamente sin decir nada. Él tosió sangre. Su visión cada vez era más borrosa, pero debía de repetírselos. – Para... - Pensó en las palabras correctas con las que pudieran entender a lo que se refería. – Ir con la luna... necesitan andar... adelante, izquierda, adelante, derecha, adelante, derecha e izquierda solo así verán la luna – Los dos niños se miraron. Como si estuvieran discutiendo en silenció.

Tras unos segundos que a James se le hicieron eternos. Los vio asentir. La mirada de Haiku seguía llena de odio, pero la de Lincoln lucía más indecisa. Los miro a los ojos a ambos. Miro sus bellos ojos, esos ojos verde esmeralda y violeta brillante respectivamente.

No sabía que era exactamente que es lo que ellos habían visto en sus ojos, pero sus expresiones se suavizaron un poco. En especial, la de Lincoln que miro a Haiku. Luego regreso la mirada a James. – Gracias – Fue lo único que menciono y ambos salieron corriendo de ahí.

Esa palabra hizo que el corazón de James diera un brinco lleno de alegría.

– (Después de todo si hice algo bien...) – Ese fue el último pensamiento de James Phoenix que observaba a los dos niños irse de ahí.

Finalmente, dio su último respiro.

~0~0~0~

Corrían todo lo más rápido que podían, lo que sus cuerpos magullados y heridos les permitían. 


Corrían y corrían siguiendo las instrucciones que James les dejo. Tuvieron que detenerse en ocasiones y ocultarse por los adultos que pasaban alterados por el incendio que se había formado al otro lado de la fábrica.


Todo les parecía nuevo. Todo era extraño. Todo daba miedo. Pero mientras estuvieran juntos iban a afrontarlo. Debían de hacerlo. Finalmente, lograron encontrar la salida de la que James hablaba. La empujaron y apenas se abrió con un sonido chirriante, al momento, una ventisca fría los golpeo.


El frío los hizo estremecerse, pero ambos se tomaron de las manos y corrieron hacía el bosque dejando atrás el infierno que toda su vida habían vivido.

https://youtu.be/7yaWcRmjlcw

Siguieron corriendo sin mirar atrás. No interesaba nada, solo corrían con todas sus fuerzas, aún sí se lastimaban, la adrenalina en sus cuerpos los hacía resistir un poco más de tiempo. La necesidad de huir de ese infierno para que la persona más importante en sus vidas no volviera a sufrir.

No sabían cuanto habían corrido, parecieron horas, aún si solo hayan sido minutos. Pero ni la oscuridad de la noche los hacía desistir, aún no pudieran ver nada ellos solo corrían.

Finalmente, sus cuerpos no pudieron más y pararon. Respiraron pesadamente tratando de el aliento cosa que se les dificultaba por sus heridas. En especial a Haiku. Cuando por fin pudieron retomar el aliento, no pudieron ver nada. Todo estaba muy oscuro.

Hasta que las nubes se movieron y la luna llena hizo acto de presencia. Su brilla ilumino todo permitiéndole a los niños ver que estaban rodeados de árboles. Sin embargo, lo que verdaderamente llamo su atención y su aliento fue ver a la luna.

Observaron el astro espacial que brilla resplandeciente en el horizonte acompañado de bellas estrellas. – Es hermoso – Dijo Haiku. Toda expectativa que tuvo con la luna había sido brutalmente arrasada. Era muchísimo mejor de lo que había imaginado.

-Sí, lo es – Lincoln fortaleció el agarre con la mano de Haiku mirando anonadado y maravillado al cielo estrellado. ¿Esto era ser libre? ¿Esto era lo que James quería mostrarles?

Fueron los fugaces pensamientos que tuvieron. Tras estar casi diez minutos mirando al cielo. El estomago de ambos gruño. Los dos se miraron y se rieron.

Debían moverse miraron alrededor solo había árboles y más árboles. Pero notaron como es que la luz de la luna se filtraba a través de las hojas de los árboles formando una especie de camino.

Al ver eso volvieron a mirar a la luna. – Gracias, conejo – Lincoln le agradeció con una sonrisa al supuesto conejo en la luna.

Con ese agradecimiento hecho comenzaron a caminar siguiendo la luz de la luna. Haiku recordó el dibujo que Lincoln había hecho y una duda lo invadió.

-¿Lincoln? – El albino la miro. - ¿Por qué... soy... la... luna? – En un principio no entendió la pregunta, pero luego lo comprendió, le sonrió y la miro a su ojo.

-Porque eres mi luz – Esa respuesta intensifico aquel sentimiento cálido en el pecho de Haiku. La niña lo miro llena de felicidad. Ambos acercaron sus rostros y unieron sus frentes. Cerrando los ojos disfrutando este momento de pura felicidad.

Luego de unos momentos rompieron el contacto de frentes, aún manteniendo sus manos unidas y se rieron como dos niños.

Caminando a donde el conejo en la luna quería llevarlos. Y ese lugar, no era nada más que un pueblito cercano llamado Royal Woods.     

~0~

Uff papá... ya me acabe mi cuarta botella de clorox y sigo aquí... me alegra haber terminado esto a tiempo, porque francamente me ha encantado como quedo esto :'3

Para los que no lo saben, este Shot será con el cual estaré participando en el torneo de Watt_Louders y voy con todo en este Shot, ¡voy directamente por la victoria! (Realmente con pasar de ronda me siento satisfecho)

Y vengo con las prisas por pendejo y huevon, ya que esto debí de haberlo comenzado hace un chingo de tiempo y lo comencé a hacer estos días. Me siento como cuando el profesor revisa tarea y tú en esos momentos te pones a hacerla XD

Solo puedo decir que realmente creo que esta es mi mejor obra de momento (¡Y habría sido mucho mejor de no ser por las prisas! :'T). No sé si ustedes están de acuerdo o no, pero para mi me siento realmente satisfecho y orgulloso de mi trabajo :')

Y les aseguro que van a volver a ver a una continuación (Hasta más Shots de ellos incluso) de este Shot. Ya que quiero hacerle el final feliz que se merecen estos dos con una Sonnet y Lilith para el final (A parte que lo que más me ha encantado fue escribir los momentos de estos dos) y sí me pase de verga con Lincoln U,,w,,U

En fin, ya por fin puedo respirar tranquilo y solo me queda esperar el veredicto de los jueces.

Eso sí, perrísimo timeing que me marque sin querer pues en el momento en el que publico esto va a haber luna llena (¡Ella me dio el poder!) XD 

De momento ya he hecho suficiente drama y horror aquí, así que es momento de volver al humor antes de que me den ganas de seguir tomando clorox.

Ahora sí volvió la votación para el siguiente Shot y déjenme decirles que ABSOLUTAMENTE TODOS son humor, por lo que van a pasar un buen rato y no esperen cosas realmente serias ;D

Las opciones son:

*La preocupación del Señor Chang [Continuación de mi Shot Sydcoln]

*Bro momento [Bobbycoln]

*El cosplay de papá [Sin kids]

No se olviden de votar por cual les llame más la atención. Les prometo que se van a reír y van a pasar un buen rato con todas las opciones.

En fin, se despide Dark-Mask-Uzumaki

Bye~

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