Capítulo 4


Tamara sale de uno de los probadores de una tienda de ropa, portando un vestido que no alcanza a cubrir sus rodillas, de un tono rosado, con un lazo negro en la cintura a modo de adorno. Posa de forma atractiva ante mí, en un intento de obtener una opinión por mi parte.

—¿Qué tal me queda este?

—Genial. Si quieres ir a una boda.

—Vale, otro vestido más descartado. Ya van cuatro.

Vuelve a introducirse en el interior del probador y cierra las cortinas azules, impidiéndome ver más allá de ellas.

— Aún no me has dicho cómo has conseguido que Jaden acceda a dejarnos ir a la fiesta.

La verdad es que ni siquiera he conseguido su aprobación. Lo único que he hecho es ganar una negativa por su parte, así que en estos precisos momentos estoy comiéndome la cabeza con respecto a nuestra entrada en la fiesta. Sé que a Jaden no le va a gustar nada que me presente allí, pero aun así pienso hacerlo, se ponga como se ponga. En cierto modo, me gusta llevarle la contraria, podría, incluso, dedicarme a ello toda una vida.

—Bueno, técnicamente no nos ha dado vía libre—comienzo a decir con cierto miedo a la reacción de Tamara, quien guarda silencio—. Así que me temo que vamos a tener que hacernos un hueco en la fiesta. Ya sabes, encajar.

Tamara descorre las cortinas y sale portando un pantalón y una chaqueta con hombreras dorada, con una camiseta blanca de tirantes en la parte superior. En su cabello pelirrojo descansan unas gafas doradas, con los cristales oscurecidos, que hacen juego con los zapatos de tacón negro que lleva puestos. Observo detenidamente su aspecto, boquiabierta.

—Así que el plan es fastidiar a Jaden—acierta a decir, llevándose un brazo a la cintura y colocando una de sus manos en el marco de la entrada al probador—. ¡Me apunto!

Hago un gesto triunfal con el brazo.

—¿Qué te parece este modelo?

—Nena, creo que has acertado de lleno.

—¡Sí! ¡Ouh yeah! —exclama emocionada, contoneando su cintura con una palpable alegría—. Es tu turno.

Dejo atrás el banco en el que estaba sentada con anterioridad y camino bufando en dirección a uno de los probadores, portando entre mis manos varias perchas con diversos modelos. Una vez me hallo en el interior del pequeño cuartito, corro las cortinas azules y procedo a desnudarme ante un espejo de pie. Me quito la camiseta por encima de la cabeza y la dejo en un perchero, luego me deshago de los pantalones.

Le dedico una mirada a un vestido vaquero de mangas cortas, adornado con un cinturón marrón en la cintura y procedo a probármelo.

—¿Cómo estoy? —pregunto, efectuando un giro e intentando adoptar una pose sexy. Tamara me observa de pies a cabeza con el ceño fruncido—. Eso es un rotundo no, ¿verdad?

Asiente.

—Ese vestido es horrible.

—Tu sinceridad llega a doler—bromeo con una sonrisa.

Tamara finge ofenderse y me lanza una prenda con el fin de hacerme volver al probador, y surte efecto, porque me encuentro retrocediendo hasta desembocar en el pequeño cuartito.

—¿Crees que Dave irá a la fiesta?

—Acabo de preguntárselo y me ha respondido que no. Dice que pasa de ir a una fiesta que tenga por anfitrión a Jaden.

—Le entiendo—confieso, poniéndome un vestido floral de todas tonalidades, junto con un pañuelo en la cabeza del mismo estilo. Abandono el probador y me enfrento a Tamara—. ¿Y bien?

—¿Estás de coña? Quítate eso ahora mismo antes de que alguien decida enviarte al planeta vecino.

—Sí... es demasiado primaveral—coincido, mirando mi aspecto con cierto desagrado. Le doy la espalda a la pelirroja y vuelvo a encerrarme en el probador—. Dave no puede enterarse de nada de esto, Tamara. Es nuestra misión secreta, por así decirlo. Ya sabes que él no estaría conforme con nuestra participación en una fiesta en la que no somos bienvenidas.

—Dave no va a poder evitar que vayamos a esa fiesta. Además, él ha querido abandonar la búsqueda. No puede pedirnos que nosotras hagamos lo mismo. A estas alturas, la curiosidad nos puede. Además, ya sabes el dicho: la curiosidad mató al gato.

Sonrío ante su comentario y procedo a volver a salir del probador, esta vez llevando puesto un vestido púrpura de tirantes, con un frunce en el área de la cintura. Me expongo ante la chica esbozando la mejor de mis sonrisas y ella se pone en pie, boquiabierta, observándome detenidamente de pies a cabeza.

—¿Qué tal este?

—Ese es tu vestido. Te viene como anillo al dedo.

—¿De verdad? —pregunto con ojos iluminados. Tamara asiente un par de veces—. ¡Menos mal! ¡Estaba por envolverme en una cortina!

Salvo la distancia que me separa de la pelirroja y le abrazo con toda la alegría del mundo, hasta el punto de dificultar la respiración de Tamara, quien hace ademán de poner distancia entre nosotras para poder tomar una gran bocanada de aire. Se lleva una mano al pecho y se limita a esbozar una sonrisa. Yo, en cambio, aplaudo emocionada y doy saltitos de alegría.

—Ahora Solo nos queda una cosa, la más importante de todas, quizás—anuncia Tamara, captando toda mi atención—. ¡Divertirse!

Caminamos con dificultad sobre la tierra húmeda del suelo, intentando evitar a toda costa que nuestros tacones queden encajados en ellas, o peor aún, que faciliten nuestra caída.

¿Os lo imagináis? Tendríamos un gran problema si llegáramos a la fiesta hechas un cristo, con tierra hasta en los ojos. Me imagino a todo el mundo riéndose y apodándonos algo así como «las nuevas Peppa pig». No cabe la menor duda de que sería todo un desastre si sucediera.

—Un momento—dice Tamara, acabando con el silencio que se apoderaba del ambiente—. El primer paso para salir del anonimato es demostrarle al mundo que somos unas tías guais, divertidas y ¿qué mejor forma de hacerlo que subiendo unas fotos al blog?

—Has dado en el clavo. Vamos a hacernos una foto y a colgarla en internet.

Tamara coloca su móvil a unos centímetros de nosotras con la esperanza de hacer un selfi. Envuelvo con mi brazo su hombro y deposito un beso en su mejilla. Tamara esboza una amplia sonrisa y hace la fotografía en el instante. Luego se va a galería y busca la instantánea con el fin de mostrármela. Observo a las dos chicas con una aparente felicidad.

—Voy a poner de pie de foto algo así como «fiesta en el bosque». —La pelirroja teclea varias veces en el móvil y luego pulsa la opción de publicar—. Listo. Ya está subida.

Continuamos caminando hacia el frente, valiéndonos de la ayuda de la otra para llegar hasta nuestro destino sin sufrir ningún tipo de percance. Y gracias a Dios, lo conseguimos. Madre mía, estamos ante un auténtico milagro, de esos que rara vez suceden y se presentan una vez en la vida. Vale. Puede que suene un poco exagerado pero lo cierto es que la suerte no suele estar de nuestro lado. No. Ni aun llevando encima un trébol de cuatro hojas ni la poción Félix Felicis.

—¿Estás viendo lo mismo que yo? —inquiere saber Tamara.

Bajo de la nube de mis pensamientos y pestañeo un par de veces antes de contemplar la escena que se presenta ante mí.

En el frente se alza una gran multitud formada por las personas más populares del instituto, quienes van vestidos de forma sencilla, con chaquetas vaqueras, camisetas de tirantes, e incluso deportes, en definitiva, de forma cómoda. Las masas de estudiantes se giran en torno a nosotras y nos observa con desconcierto, algunos riéndose de nuestros aspectos.

—Hey, chicas, ¿os habéis perdido? —bromea Michael, un chico de piel morena, provocando que sus colegas estallen en risa.

—En realidad hemos venido a la fiesta—se defiende Tamara, esbozando una sonrisa nerviosa, dándome un codazo con el fin de invitarme a ayudarle a salir de ese apuro—. Esta ropa nos sobra luego.

Miro a la pelirroja contrariada y ella me devuelve la mirada.

—Qué calor hace, ¿no? —La chica se acerca a un chico que le ofrece un vaso y se lo bebe de un solo sorbo, inclinando hacia atrás la cabeza—. Tenía mucha sed.

—Tamara—susurro en un intento de llamar su atención. Al no ser escuchada por ella, decido encaminarme hacia su posición, cogerla del antebrazo y llevarla a un lugar más apartado—. ¿Cómo vamos a encajar aquí? Acabamos de hacer el ridículo. Hemos entrado por la puerta grande, vamos. De esto no vamos a poder reponernos.

—Oye, no todo está perdido todavía. Tenemos que mostrarnos amigables, divertidas y así conseguiremos encajar.

—¿Te refiere a beber?

—Sí—dice entusiasmada.

—Es la primera vez que vamos a asistir a una fiesta en la que el alcohol rula como si fuera un maldito balón de rugby. ¿Estás segura de que vamos a hacer buenas migas con el alcohol?

—Por intentarlo que no quede—contesta, encogiéndose de hombros.

A unos metros de nuestra posición se encuentran Jazmine, Li y Stacey, vestidas de forma sencilla, quienes beben de unos vasos de plástico rojos animadamente, observando a los chicos que van de un lado a otro, exhibiendo sus tonificados brazos bajo la tela de sus camisetas. Tiro de Tamara en dirección a las animadoras con el fin de integrarnos.

—¡Hola! —saluda alegremente Tamara.

—Hola—contesta Jazmine con la voz apagada, mirando en otra dirección—. ¿Creéis que vendrá a saludarnos?

—¿Quién? —inquiero saber.

—¿Cómo que quién? —interviene Stacey, mirándome como si hubiera acabado de cometer un crimen—. Jaden O'Neill, el anfitrión de la fiesta.

—Bueno, digamos que puedo ayudaros con eso—añado sin saber muy bien qué estoy diciendo—. Yo misma puedo encargarme de decirle que venga a saludaros.

—¿Harías eso por nosotras? —comenta Li, boquiabierta—. ¿Sin recibir nada a cambio?

—Me basto con un par de copas de alcohol—continúo, encogiéndome de hombros, y cambiando el rumbo de mi mirada hacia el chico que está enrollándose con una joven en una esquina—. Será una tarea sencilla.

Jazmine se apresura a hacerme entrega de un par de vasos con un contenido que desconozco. Le dedico una sonrisa a cambio y procedo a beberme de un solo trago la bebida. No logro detectar qué me he bebido, debido a mi inexperiencia con el alcohol, pero apuesto a que debe ser algo bastante fuerte, ya que no tarda en subirme a la cabeza.

—Me encanta tu camisa—confiesa Tamara mirando la prenda superior rosada de Stacey—. Te favorece mucho. Estoy segura de que Jaden no va a poder quitarte el ojo de encima en toda la noche.

—¿De verdad lo crees?

Tamara asiente, ganándose a cambio un cubata.

Camino con mi vaso hacia una mesa, acojo una botella de cristal de ginebra que hay sobre la superficie y vierto más de la mitad en el interior del vaso, para posteriormente echar un poco de coca cola. A continuación, me bebo el contenido de sopetón y procedo a cargarme nuevamente el vaso, ya que para hablar con Jaden necesito tener el valor necesario y sé que no voy a poder hacerlo si no tengo ese puntillo que te da el alcohol.

Finalmente opto por hacerme directamente con la botella y beber a palo seco.

La cabeza comienza a darme vueltas y mi equilibrio comienza a peligrar. Una sensación de felicidad se apodera de mi ser, embriagándome por completo, animándome a cometer la mayor locura, a romper las reglas, a aprovechar cada segundo de la noche como si fuera la última de mi existencia. A olvidarme de mantener la compostura y hacer lo que me nazca.

Sin ningún pudor camino hacia Jaden, el quarterback que parece haber encontrado a su caramelito de esta noche, tambaleándome durante el trayecto, valiéndome de la ayuda de los troncos de los árboles para avanzar sin sufrir ningún tipo de percance. Una vez me hallo a un par de pasos por detrás de él decido cesar mi carrera y observar cómo se besuquea con esa chica tan atractiva.

Aclaro mi garganta en voz alta con el fin de captar su atención, pero no lo consigo, así que opto por repetir la misma acción un par de veces más, aumentando la intensidad. Finalmente, el chico se percata de mi presencia, deja de besar a la chica y se gira para pedirle una explicación.

—Tu amigo se ha rajado en el último momento—informa.

Vuelve a hacer ademán de besar a la chica cuando decido aclarar nuevamente mi garganta.

—Estoy ocupado, ¿qué quieres?

—Quiero que saludes a esas chicas. —Señalo al trío de animadoras con mi dedo pulgar—. O te aseguro que vendrán a sacarle los ojos a esa chica.

—Los ojos voy a sacártelos a ti como no dejes de incordiar—protesta el ligue de Jaden, sacándome de quicio—. Pírate, friki.

Sin pensármelo dos veces me voy hacia ella y le doy un fuerte tirón de pelo. La chica se queja del dolor que siente y luego procede a darse media vuelta y a darme una bofetada. Abro la boca ante el golpe que he recibido por su parte y procedo a devolvérselo.

—Serás zorra—balbuceo.

Me lanzo sobre ella, dejándola caer al suelo y comienzo a golpearle con las manos, recibiendo por su parte varios arañazos repartidos por los brazos y la cara. Un chico hace uso de presencia e intenta tranquilizar al nuevo juguete de Jaden, mientras que este se dispone a rodear mi cintura con sus manos y a alejarme de la chica. Pataleo con todas mis fuerzas y golpeo las manos del quarterback con el fin de liberarme de su agarre.

—¡Suéltame!

—No creo que sea buena idea.

—¡Qué te den Jaden! ¡Bájame ahora mismo!

—No lo haré hasta que me prometas que vas a mantenerte alejada de esa chica.

—¡Ja! —exclamo riendo sin ganas—. ¡Te sugiero que esperes sentado porque va a ser larga la espera! ¡Por no decir eterna! ¡Déjame ir a patalearle el trasero a esa zorra!

Jaden me suelta junto al tronco de un árbol y coloca ambos brazos a cada lado de este, con el fin de evitar que salga corriendo en dirección a la chica. Hago ademán de liberarme dándole golpes en el abdomen y gritándole groserías.

—¿Has tenido suficiente ya?

—¡Agh! —Le doy un empujón y me libero de él—. ¡No me trates como a una niña porque no lo soy! ¡Así que te sugiero que vuelvas a besuquearte con esa tía!

—Joder, Mack—dice, abreviando por primera vez mi nombre y le da un puñetazo al árbol—. Te dije que no vinieras a la fiesta.

—Por suerte, tú no eres mi madre, así que no tienes ninguna influencia sobre mí.

Le doy la espalda y echo a caminar en dirección a una mesa sobre la que hay esparcidos diversos cuencos con comida. Subo al mueble con torpeza, haciéndome con una botella de ginebra y comienzo a beber de ella directamente, al mismo tiempo que bailo de forma seductora. Todos los chicos se giran para mirarme y vitorearme, animándome a seguir.

Para fastidiar a Jaden opto por quitarme la chaqueta que llevo puesta y agitarla con sutileza por encima de mi cabeza para terminar por lanzarla. Luego le doy otro sorbo a la botella, provocando que parte del contenido se derrame por mis comisuras y vaya a parar a mi vestido a través de mi cuello.

Jaden me observa de la distancia con los ojos entrecerrados y la mandíbula apretada, completamente en desacuerdo con mi comportamiento. Se cruza de brazos y procede a darse media vuelta.

Bailo alocadamente sobre la mesa, movimiento la cabeza de forma seductora, contoneando las caderas y derramando alcohol sobre mi vestido. Los chicos hacen ademán de intentar tener algo conmigo, pero yo les rechazo a todos y cada uno de ellos, y continúo bailando como si se me fuera la vida en ello.

Ante la mesa aparece Jaden, quien se aferra a mi antebrazo y me baja de la mesa. Me conduce hacia una zona más apartada con el fin de alejarme de las miradas de los babosos y me parece racional su comportamiento, pero por alguna razón no logro verlo de ese modo. Siento que está quitándome la libertad en vez de ofrecerme su ayuda y no puedo evitar ponerme de muy mala leche. Me libero de su agarre con un brusco movimiento y le fulmino con la mirada.

—Vete a casa.

—¡No! ¡No eres nadie para decirme qué debo hacer! ¡Quiero quedarme! ¿Me oyes?

—No ha sido buena idea venir a la fiesta. No estás preparada para esto, niña.

—¡¿Quieres dejar de decirme de una maldita vez niña?!—grito a plena voz, llamando la atención de todos los presentes—. ¿Te crees mucho mayor que yo? ¿Crees que eres más maduro por haberte enrollado con casi todo el instituto y por organizar fiestas? Porque a mí lo único que me pareces es una persona detestable. Lamentable.

Jaden mira en otra dirección, aun apretando la mandíbula.

—¿Quieres que hablemos de madurez? Bueno, déjame decirte que has venido a una fiesta vestida como una muñeca, te has emborrachado y te has subido a una mesa a bailar delante de decenas de tíos salidos.

—¡Eres un idiota, Jaden! ¿Quieres saber por qué he venido realmente?

—Estaría bien para comenzar.

—He venido porque quería demostrarte que ya no soy la niña que conociste y para plantarte cara por primera vez, sin tener miedo, sin importarme siquiera.

—No es necesario que me hagas saber que ya no eres una niña. Me has dejado muy claro esta mañana que tienes tetas.

—¿Y por qué continúas molestándome?

Jaden me escruta con los ojos cargados de inocencia y entreabre los labios, dudando entre si decir o no lo que está pasando por su cabeza en estos precisos momentos.

—Si te molesto será por algo, Mackenzie.

En ese instante aparece Dave, quien le da un empujón a Jaden, creyendo que él ha sido quien me ha golpeado en la cara. Ambos comienzan a forcejear en el suelo, golpeándose el uno al otro, causándose hematomas y heridas sanguinolentas. Al presenciar dicha escena decido acercarme con el fin de impedir que continúen dándose una buena ración de hostias.

—¡Dave, para! —grito a plena voz. Aunque no es suficiente para que deje de golpear a Jaden—. ¡Para!¡Por favor!

Al volver a ser ignorada decido darme media vuelta e irme corriendo del bosque, dejando atrás la escena de la que acabo de ser partícipe, olvidándome por completo del paradero de mi mejor amiga. Avanzo corriendo por la tierra, ocasionando que el tacón se quede enterrado en el fango en alguna que otra ocasión, posibilitando una futura caída. Finalmente me deshago de los zapatos y continúo corriendo, manchándome la parte inferior de las medias, hasta dar con una carretera solitaria y en penumbra, por cuyo arcén camino sin rumbo fijo.

Las lágrimas se deslizan por mis mejillas, enturbiando mis ojos y tornándolos de un tono rojo y los recuerdos recientes se presentan en mi cabeza, ocasionándome un nudo en el estómago difícil de hacer desaparecer. A pesar de las adversidades sigo avanzando, sin importar el peligro que pueda estar corriendo, dejándome llevar únicamente por la decepción que me invade en este momento.

«Si te molesto será por algo, Mackenzie», esa frase se presenta una y otra vez en mi cabeza a modo de flases, desconcertándome por completo, haciendo explotar mi cabeza. Originando una nebulosa de inseguridad, interrogantes, difíciles y casi imposibles de resolver. No sé por qué Jaden lleva tantos años haciéndome la vida imposible con sus burlas. Aunque supongo que tampoco me importa.

Continúo caminando por cerca de quince minutos, absorta en mis pensamientos, ahogándome en mis propios sentimientos, hasta que percibo el rugir de un motor que cada vez se encuentra más próximo a mí. Aun así, no le doy importancia y continúo avanzando hacia el frente. Escasos segundos me separan de ser consciente de la presencia de una moto a mi vera, siendo conducida por Jaden O'Neill.

—Mackenzie, sube a la moto. Te llevaré a casa.

—No necesito tu ayuda, Jaden. Es más, no la quiero.

—Deja de comportarte como una cabezota por primera vez en tu vida y sube a la moto.

Niego con la cabeza.

—Creo que has dejado a tu ligue en la fiesta y a mi amigo con la cara hecha un poema.

—Oye, Mack, lo siento ¿vale?

—No me pidas perdón a mí, pídeselo a ellos.

Jaden se baja de la moto al ser consciente de cómo me tambaleo de un lado a otro y me llevo la mano a la cabeza en un intento de frenar la sensación de vértigo que se apodera de mí. Se acerca a mí y se aferra a mis antebrazos, sujetándome.

—No deberías haber bebido tanto.

En ese instante me llevo una mano a la boca, y al ser incapaz de contener las náuseas, le vomito el contenido de mi estómago a Jaden, a quien le mancho parte de la camiseta y los zapatos. Alzo una mano y me la llevo a la boca, avergonzada.

—¡Madre mía! —exclamo hecha un manojo de nervios—. Lo siento. Yo no quería vomitarte encima.

—Es una buena forma de demostrar que lo tengo crudo si quiero conseguir tu perdón.

Por primera vez hago amago de una sonrisa.

—Te llevaré a casa.

—No—le contradigo, negando con la cabeza—. Mi padre me echará de casa si me ve llegar en este estado.

—Ya pensaremos en algo por el camino. De momento, sube a la moto.

Jaden me guía hacia su moto de color negra, se ubica delante, mientras que yo lo hago justo detrás. Rodeo con mis brazos su torso y deposito la cabeza en su espalda, cerrando los ojos en un intento de hacer desaparecer la sensación de vértigo que me acompaña a cada paso que doy. El quarterback le da vida al motor y se incorpora a la carretera a una velocidad moderada.

La brisa fresca azota mi rostro y juega con mi cabello, alborotándolo. Del mismo modo que se encarga de transmitirme una sensación gélida difícil de hacer desaparecer, la cual logra calar mis huesos, secar mis labios, palidecer mi piel y teñir mis uñas de un tono purpúreo. Hecho que me lleva a aferrarme con mayor intensidad al cuerpo de Jaden con tal de entrar en calor.

Jaden detiene la moto junto a una casa de aspecto moderno y se baja de ella con agilidad. Luego me ayuda a apearme de la moto, gesto que le agradezco enormemente, aunque no se lo diga. Se deshace de la chaqueta que lleva puesta y me la echa por los hombros, ayudándome a entrar en calor. Le miro sorprendida y él no puede evitar encogerse de hombros y sonreír.

—¿Dónde estamos?

—En mi casa—contesta sin ningún pudor—. He pensado que podrías quedarte a dormir en una de las habitaciones.

—¿A cuántas chicas has traído a tu casa?

—¿Puedo librarme de responder a esa pregunta?

Enarco una ceja a modo de respuesta y él comprende mi postura.

—A varias.

—¿Varias? —Vuelvo a cuestionar—. Creo que voy a vomitar.

—Han sido varias las chicas que han pasado por mi casa. Pero ¿quieres saber algo? Ninguna de ellas ha sido importante para mí.

—¿Pretendes hacerme un recorrido turístico por tu picadero?

Jaden ríe con ganas y me guía hacia la entrada a su casa.

—Oye, ¿estás seguro de que tus padres van a aceptar que duerma en su casa?

—Mis padres no están. Vuelven mañana de un viaje.

Suspiro, aliviada.

—Acabas de quitarme un peso de encima.

El chico se adentra en la casa y me guía por un pasillo que se encuentra en penumbra, desembocando en una escalera que conduce hacia la segunda planta de la casa. Subo los peldaños con cuidado de no armar mucho alboroto y sigo al quarterback hasta la que deduzco que será su habitación, ya que tienes las paredes cubiertas con pósteres relacionados con el fútbol americano, una estantería con trofeos y camisetas de rugby sobre el respaldo de una silla.

—Vaya.

—¿Te impresiona lo que ves?

—Lo que me impresiona es que esté todo tan desordenado.

Jaden se muerde el labio inferior, divertido.

Tomo asiento en el borde de la cama y contemplo cada detalle de la estancia en la que me hallo. Jaden me deja a solas en la habitación por un máximo de cinco minutos, tras los que vuelve con un botiquín entre sus manos, el cual deposita cuidadosamente sobre la cama. Se arrodilla ante mí, se hace con un algodón y vierte varias gotas de agua oxigenada sobre él, para posteriormente acercarlo con precaución a mi mejilla.

—Creía que lo tuyo era ser quarterback.

—¿Quién te ha dicho que los quarterbacks no nos curemos las heridas?

Suelto un quejido cuando Jaden desinfecta la herida de mi mejilla y no puedo evitar alzar una de mis manos y palpar sus dedos.

—Lo siento—me apresuro a decir, sonrojada.

Jaden sonríe y continúa curándome la herida, mientras yo decido escrutarle detenidamente, percatándome de que es bastante atractivo e incluso podría decirse que mono. Y eso sin hablar de sus tonificados músculos, capaces de dejar sin aliento. Caray. Es como si se hubiera metido dos grandes esferas metálicas en sus bíceps. Está cañón.

—Estás cañón—digo en voz alta. Mierda. Creía que estaba pensándolo—. Eso no debería haber salido de mi boca. Olvídalo, ¿vale? Haz como si no hubiera sucedido.

—Creo que lo añadiré como dato interesante en el anuario.

—Ni se te ocurra.

Jaden se pone en pie y deja el botiquín sobre una peinadora.

—Puedes dormir aquí.

—¿Aquí? ¿En tu picadero?

—No te preocupes, las sábanas las he cambiado.

—Oh, me dejas mucho más tranquila—ironizo, echándome hacia atrás.

—Duerme, te vendrá bien.

—En realidad, dormir ralentiza la eliminación del alcohol—argumento, acariciando mi nuca—. Lo sabrías si hubieras asistido a clases.

—Consumir grandes cantidades de alcohol puede ser perjudicial. Lo sabrías si te hubieras juntado con malas influencias.

Le miro desconcertada.

—¿Estás queriéndome decir que eres una mala influencia?

—Puede.

—Oh. Entonces debería alejarme de ti.

—Probablemente.

Intercambiamos una mirada de complicidad seguida de un amago de sonrisa.

—Buenas noches, niña.

—¿Cuántas veces te tengo que decir que no me llames niña?

Jaden sale corriendo de la habitación, evitando que el cojín que acabo de lanzar impacte contra su cuerpo, dejándome a solas en la habitación. Me acomodo nuevamente en el colchón, cierro los ojos y me dejo llevar por la inesperada amabilidad del quarterback.

Algo está cambiando, no sé exactamente qué, pero estoy segura de que va a traer un sin fin de nuevas posibilidades a mi vida.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top