Capítulo 37


—Oficialmente quedan cien metros para llegar y no ha sucedido ningún otro incidente— anuncio con el pecho lleno de orgullo.

—Yo no cantaría victoria tan pronto.

Estoy a punto de sugerirle a Serena que se meta su opinión por donde le quepa cuando un enorme abejorro entra por la ventana y comienzo a pulular de un lado a otro. La modelo comienza a gritar y a removerse nerviosa, protegiéndose la cabeza con sus brazos. Jaden, un poco más atrás, intenta darle caza al insecto con sus manos mientras Arthur se apura a bajar la ventanilla. Ahora mismo el coche parece un jodido gallinero, todo el mundo grita y arma jaleo.

—¡No os alarméis! — exclamo, agachándome para evitar encontrarme con el abejorro—. Vale. ¿Alguien tiene un francotirador?

—Si nos quedamos quietos y le abrimos la ventanilla, se irá.

—¡Claro que no! — Arthur me mira desconcertado ante mi negativa—. Ahí fuera hace un frío del carajo y lo que quiere es estar aquí dentro con el calorcito.

—Puedo hacer que suba la temperatura. Ese es mi fuerte.

Dejo de mirar a la carretera y giro la cabeza para perderme en los ojos del quarterback, sorprendida por su propuesta de tipo sexual. Esos segundos son necesarios para que la trayectoria del vehículo se desvíe hacia un lado de la vía. Por suerte, Arthur reacciona a tiempo y coge el volante, devolviendo al auto a un lugar seguro.

—Ya lo tengo— informo con una sonrisa—. Enseñar la lengua y mordéosla. Dicen que eso funciona para alejarlas.

—¡No pienso enseñarle la lengua a ese bicharraco! — se queja Serena, quien se abanica con una hoja de papel doblada por la mitad.

—¿Qué es ese sonido?

—Serán tus hormonas revolucionadas, Jaden. Todos sabemos que estás más caliente que el sol. No hace falta que lo repitas cada cinco segundos.

—Son las tuyas las que hablan por ti ahora.

Mis mejillas se sonrojan a la velocidad de la luz al oírle decir eso. ¿Está insinuando que me he puesto a mil ante su confesión de su punto fuerte?

—¿Estás insinuando que quiero tener sexo contigo? ¿qué te pasa? Tú a mí no me pones nada. Bueno sí, me pones de los nervios.

—¿Ni un poquito?

—Ni un poco.

—Entonces puedo estar tranquilo de que no te colarás en mi cama por la noche— susurra cerca de mi oído con una voz tremendamente irresistible—. Quizás yo sí me cuele en la tuya porque me apetezca sentirte cerca, dormir contigo.

El coche comienza a quejarse y a hacer un ruido muy extraño, como si estuviera estropeándose, dando fuertes tirones hasta detenerse completamente en seco, provocando que el abejorro impacte contra el cristal central antes de decidirse a abandonar el vehículo por la ventanilla. Un espeso humo negro escapa del capó y nos priva de las vistas de nuestro alrededor.

—¿Qué pasa ahora? — replica Serena.

—Nada importante. Solo que el coche nos ha dejado tirados en medio de la carretera— bajo de mi asiento de un salto y salgo. Arthur me acompaña hacia la parte delantera para examinar el motor en cuestión—. Están saliendo demasiadas cosas mal en un día. Esto es una clara señal de que tenemos que dar media vuelta ahora.

—El motor está averiado.

—Menudo día de mierda— admito y en ese preciso instante, una bandada de aves pasa volando por encima de nuestras cabezas a varios metros de distancia y una de ellas suelta sus deposiciones en mi hombro—. Agh, que asco.

Arthur se acerca a mí y besa mi frente con ternura.

—Aun estando hecha un desastre eres preciosa.

—Eres un amor— le lanzo un beso con la mano y él simula cogerlo y llevárselo al lugar donde descansa su corazón puro e indomable— pero lo mejor será que no te acerques a mí demasiado. Huelo un poco a mierda.

—Pues a mí me parece que hueles al amor de mi vida.

—Tranquila, Serena, respira hondo. Solo es un pequeño contratiempo— se persuade a sí misma la chica rubia con tal de evitar sufrir un ataque de ansiedad—. No todo puede salir perfecto. Y es aceptable— su tobillo se dobla al pisar una piedra en el asfalto y el tacón se desprende del zapato, comprometiendo su estabilidad. Coge el zapato y lo lanza a una señal de tráfico—. ¡Maldita sea! ¿Es que no puede salir nada bien en este viaje?

Intento con todas mis fuerzas que mi expresión facial no denote miedo e incredulidad hacia la demente que está lanzando el zapato a diestro y siniestro. Van a llover zapatos, todos lo sabemos. Serena vuelve a lanzar su caro calzado, esta vez hacia el coche, dándole con fuerza en el techo que revota y va a parar a mi cabeza.

—Se acabó. Voy a mandar el zapato a tomar por culo— con aire de suficiente lo arrojo al vacío para darle una patada con mi pie, enviándolo lejos, aunque mi objetivo se vea truncado por un pequeño y al mismo tiempo gran incidente. El zapato golpea los encantos de Jaden con tanta fuerza que le hace caerse al suelo de rodillas—. Mierda. Iba a ser un lanzamiento perfecto.

—¿Encima tengo la culpa?

—Estabas en el medio.

—Ya, como el miércoles.

Voy hacia el quarterback y me arrodillo a su lado sin saber muy bien cómo ayudarle. Tiene gotas de sudor bañando su frente. Aunque sea un cerdo, tiene su encanto. Pero también tiene un olor a muerto encima que echa para atrás. Joder, qué asco. Esto no se arregla ni con una ducha. Tendremos que rociarnos con desinfectante.

—¿Te duele?

—¿Sabes? Tienes una forma muy rara de demostrar cariño. He llegado a pensar que todos estos pequeños desastres surgen a raíz de tu deseo imparable de acercarte a mí.

—Cállate. ¿Por qué no te callas?

—Cállame— mis mejillas se encienden como un árbol de navidad y una sonrisa asoma en mis ojos, esperando a que mi corazón se decida a dar el paso—. Bésame o abrázame tan fuerte como puedas para que me falte el aliento. Todas juegan a mi favor.

Río con ganas y ejerzo presión sobre su mano ubicada en su parte indefensa. Jaden se queja en voz baja y me mira con los ojos entrecerrados.

—¿Te vale así? ¿o prefieres más fuerte?

—Tengo tu mano en mi cuerpo. Podría considerarlo un logro, un acercamiento entre los dos, o una clara incitación a besarte hasta desgastar los labios.

—Ya puedes ir quitándote esa idea de la cabeza si no quieres comerte el zapato.

—Aparta— se abre paso entre nosotros la chica rubia que ayuda a su novio a ponerse en pie y tomar asiento en la parte trasera del coche—. ¿Estás bien, cielito?

Voy hacia el maletero y busco algo de hielo para el chico accidentado mientras Arthur baraja las posibilidades con las que contamos para llegar a nuestro destino. Serena está echada sobre el asiento, abanicándose con su propia mano, con unas gafas de sol en el puente de su nariz.

—Lo mejor es que empujemos el coche hasta llegar al lugar de alojamiento y de ahí dar con la forma de solucionar el problema.

—Eso supone hacer ejercicio, ¿verdad?

—Y sudar la gota gorda.

—Todo sea por quitarme este pestazo de encima— encuentro algo de hielo en una nevera y decido reunirme con el quarterback para hacerle entrega de él cuando le encuentro dándose un beso con la modelo que poco después le confiesa lo mucho que le quiere. Decido aclararme la garganta antes de articular palabra—. Tendremos que empujar el coche. Cuantas más manos ayuden, mejor.

Serena muestra su inconformidad con su cara, pero aun así decide torcer su brazo. Desea tanto como yo llegar al destino fijado para poder contar con más espacio físico entre ambas. Baja del coche agitando su cabello dorado y va hacia la parte trasera del vehículo.

—He traído algo de hielo— envuelvo una unidad en un pañuelo y se lo tiendo, ofreciéndole llevar a cabo la aplicación por sí mismo. Jaden esboza una media sonrisa y me mira directamente a los ojos, intentando descifrar cómo me siento—. A propósito, siento mucho haberte dado en tu cosita. Pensé que nunca diría algo así.

—Fue un buen lanzamiento. Diste en el blanco.

—¿Eso quiere decir que debería plantearme eso de practicar algún deporte?

—Oh, Dios, no. Estás completamente loca.

Rompo a reír a carcajadas y él se une a mí. En ese momento mi corazón está contento, da los saltos de alegría que Jaden no podría dar ahora mismo por su pequeño problemilla testicular. Es bonito que alguien te saque una sonrisa y ponga a tu corazón a latir como un condenado. Aun sabiendo que no está bien que tenga estas emociones, no puedo evitarlo, es demasiado tarde. Me he enamorado.

—Eres idiota.

—Lo sé. Y tú preciosa cuando sonríes.

Nuestras miradas se enlazan y por un momento siento que nuestras caras se van acercando un poco más y nuestros labios se preparan para acariciarse mutuamente cuando un brusco tirón que da el motor del coche provoca que me tambalee y caiga sobre las piernas de Jaden, a escasos centímetros del pañuelo que se deposita sobre sus partes.

—Llámame loco, pero creo que vas demasiado rápido. Ni siquiera hemos tenido una cita antes ni tomado un café, niña.

—Al cuerno, Jaden.

—Pero no te enfades...

—Gilipollas. Es que es gilipollas— bajo del coche de un salto y voy a la parte de atrás para ayudar a empujar el vehículo. Y, claro, con tanto esfuerzo pues sucedió lo más aterrador que puede pasar. Sí, mi muelle se aflojó y el resultado fue un estruendoso pedo que, por suerte, pasó un poco desapercibido por el sonido de los neumáticos o eso es lo que creía.

—¿Qué sido eso? — pregunta Arthur.

Siento como el calor acude a mí de forma drástica.

—Han sido los neumáticos.

—Me ha sonado más a pedorreta...

—Bueno sí, me he tirado un pedo. Con tanto esfuerzo no he podido retenerlo. Es algo normal. Todos los mortales nos peemos y no pasa absolutamente nada. Es solo un pedo.

—¿Tienes problemas intestinales? — interviene Serena con las mejillas sonrosadas—. Aero red puede venirte bien.

—Solo ha sido un pedo. Ni tengo que tomar Aero red ni apretarme el muelle. Los pedos pueden tener muchas ventajas, ¿sabéis? Te libera por dentro, aporta metano y une más aún a las personas— meneo la cabeza y suelto un suspiro—. ¿Por qué estamos hablando de pedos? ¿sabéis qué? Mejor lo dejamos porque voy a morirme de la vergüenza y me estoy quedando sin argumento para defender el peerse.

Detenemos el auto junto a un sendero de tierra que conduce hacia las orillas de un río donde se encuentra una casa bastante grande y de aspecto moderno. Un muelle se adentra en las aguas frías y mantiene amarradas unas barcas a cada lado. Todo cuanto nos rodea es naturaleza pura e inmensa que nos regala el color con el que el ser humano se familiarizó desde el comienzo, el verde. Color de la vida y la esperanza.

—Será mejor que nos preparemos— anuncia Williams con un brazo en su cintura—. Almorzaremos e iremos a hacer un tour por el jardín japonés antes de hacer piragüismo en el río.

—¿Piragüismo? — repito con pavor.

Jaden se echa a reír al escuchar mi comentario.

—Será divertido.

—Has dado clases de piragüismo, ¿no? — me presiona la chica rubia con una sonrisa burlona asomando en sus labios. No quiero darle el gusto de reírse de mí. Bastante tengo con tener que soportarla todo el viaje como para también convertirme en su objeto de entretenimiento. Mentiré. Sí. Es justo lo que haré y nadie tiene porqué saberlo si parezco convincente.

—¿Quién no ha dado clases de piragüismo? — vacilo sin tener ni idea de en qué berenjenal me estoy metiendo. Es demasiado tarde. Ya está hecho. Ahora solo queda enfrentar las consecuencias—. Mis monitores solían decir que era la reina de ese deporte.

—Ah, ¿sí?

—Tal vez debería hacernos una demostración o darnos unas clases prácticas— insinúa Jaden. Me conoce demasiado bien, sabe que estoy mintiendo para salir del paso.

—No es problema para mí.

Arthur viene hacia mí y deposita un beso en mi mejilla. Coloco mis manos sobre las suyas, ubicadas en mi cintura, y le regalo una de mis mejores sonrisas.

—Tengo a la mejor chica del mundo a mi lado. Soy tan afortunado de tenerla en mi vida— Jaden aprieta la mandíbula y me mira de soslayo.

—Hacéis una pareja tan bonita— confiesa la modelo, apoyando una de sus manos en el hombro del quarterback para luego depositar sobre ella su barbilla. Jaden no puede esconder el amargo sentimiento que ha nacido en él al escuchar esas palabras—. ¿No crees lo mismo, amor?

—Sí. Son la pareja perfecta.

Jaden va hacia el interior de la casa con tal de darse una ducha y cambiarse de ropa. Yo, en cambio, opto por ir a la orilla del río y observar la luz amarilla del sol hacer brillar el agua. Quisiera poder dejar mi mente en blanco por al menos cinco minutos, pero incluso unos minutos son imposibles de obtener. Pensar constantemente en Jaden, tener que verle a menudo, no me está ayudando en la misión olvido. Cuando está de ser olvidado por mi corazón vuelve y rompe todos mis esquemas, lo descoloca todo y me hace fantasear con la idea de que aún quede algo de aquel nosotros. No sé si debería romper todos mis lazos con el pasado o salvarlos y construir mi futuro. Jaden está en el ayer y no quiero que desaparezca, quiero que también esté en mi presente.

—¿Has cambiado de idea?

—¿Sobre qué?

—Venir aquí. Sé lo duro de que debe ser para ti compartir tiempo y espacio con alguien a quien solías mirar como si fuera el amor de tu vida.

—Es complicado. Él y yo nunca podremos llegar a ser amigos. Tuvimos una historia, los recuerdos aún están latentes y duelen. Pero no puedo dejar de hacer cosas por el hecho de que una etapa de mi pasado llegó a su fin.

Coge una piedrecita y la lanza estratégicamente al río. Unos círculos se forman alrededor del lugar exacto en el que se hunde la piedra poco después que se expanden siguiendo el curso del agua. No hace falta que lo revele para saber que está preocupado. Algo le reconcome por dentro, algo que desconozco, pero deseo descubrir.

—¿Qué pasa? Pareces preocupado.

—Tengo la sensación de que mi hermano sigue enamorado de ti. Creo que nunca ha dejado de quererte y que el tiempo no ha podido hacer que te olvide.

Mentiría si dijera que mi corazón no se ha acelerado ante esa posibilidad, ante la idea de que él aún siga queriéndome como el primer día.

—Arthur, mírame— acojo su cara entre mis manos y me enfrento a su mirada apagada y brillante—. Eso no importa. Estoy contigo ahora.

—Pero nunca llegarás a quererme como le quieres a él.

—Te quiero con todo mi corazón, Arthur, y siento que no seas capaz de creerme. Tienes que entender que a él voy a quererle siempre. Tenemos una historia, él fue mi primer amor y siempre le querré. Pero con quien quiero estar es contigo.

—Te creo. Pero querer con toda tu alma a alguien no es sinónimo de amar con el corazón. Una sobrevive en el tiempo y se desvive por ese amor. Solo quiero que me quieras como si tuviéramos toda una eternidad. Solo si te lo pide a gritos cada parte de tu ser.

Uno mis labios con los suyos bajo la cálida y fulminante luz solar con la esperanza de despejar todas sus dudas acerca de mi amor hacia él. Arthur hace amago de una sonrisa y por primera vez en unos eternos minutos me sonríe con los ojos. Me eleva en el aire y gira conmigo en brazos un par de veces antes de volverme a dejar en tierra firme. Sujeta mi mentón con sus manos y besa mis labios como si fuera la primera vez que lo hace. Por unos tentadores segundos estoy dispuesta a dejarme vencer por la gravedad porque siento que es ahora mismo el amor de Arthur el que me sostiene.

Al finalizar el beso miro en dirección a la casa y encuentro a Jaden en el sendero, conmovido y roto por la escena que acaba de presenciar. Deseo ir hacia él y acogerle entre mis brazos por siempre, pero en vez de eso permanezco inmóvil, mirándole desde la distancia, intentando comprender sus sentimientos y disculparme por lo que acaba de presenciar. Estoy entre dos de las personas más importantes de mi vida, justo en el centro, en el comienzo, y he de elegir al lado de quien quiero construir mi futuro. Siento que la razón me dice que vaya por un camino y mi corazón por otro.

Inconscientemente doy un paso hacia el camino que me lleva hacia Jaden y, antes de que pueda continuar, él da media vuelta y se marcha. Bajo la mirada e intento esconder que su indiferencia no me ha dolido. Arthur viene hacia mí, deposita un beso en mi frente y decide acompañarme hacia el interior de la casa.

Voy a darme una ducha y a sustituir mi ropa sucia por otra limpia mientras Arthur ayuda a Serena a preparar algunos aperitivos para comer, evitando iniciar un tema de conversación por miedo a verse en el compromiso de revelar qué acaba de ocurrir. Maniobro con el grifo hasta dar con la temperatura adecuada y me posiciono bajo el caudal de agua. Le permito a esta llevarse mis miedos y dudas por el desagüe antes de que me ahoguen.

Vuelvo a la sala de estar de aspecto acogedor donde hay una mesa de madera blanca junto a una chimenea donde baila una llama. Jaden está sentado en uno de los asientos con una pajita de color roja entre sus labios, dándole un sorbo a su coca cola. Decido ubicarme frente a él con la esperanza de poder hablar a solas antes de que lleguen los demás.

—Siento lo que viste antes.

—¿Por qué? Eres feliz y no tienes porqué oculto. Aunque no lo creas, me alegro mucho de que lo seas. No tienes que disculparte por serlo.

—Sé que te he hecho daño.

—No importa lo que yo sienta.

—Para mí sí que importa y mucho.

Intercambiamos una profunda mirada que me transporta a aquellos recuerdos en los que podía ver sus bonitos ojos a una escasa distancia y perderme en ellos por un tiempo indeterminado. No sé si es por su forma de mirarme o si son sus ojos, pero no quiero que nunca deje de mirarme así, con esa magia indescriptible.

—¿Por qué te fuiste?

—Porque me pueden las ganas de estar contigo, Mack, y no puedo.

—¡Aquí está la comida! — anuncia Serena, acabando con la íntima conversación que estaba manteniendo con Jaden O'Neill. Deposita un cuenco con ensalada en el centro de la mesa junto a una bandeja con diversos tipos de frutas tropicales—. Es una casa muy bonita y acogedora, ¿no creéis? Tiene un toque especial.

Asiento y me llevo el tenedor a la boca tras servirme un poco de ensalada en el plato. Jaden vuelve se ace con una manzana y le da un mordisco que me deja encandilada. Una vez vi en televisión que para conocer la forma de besar que tiene un chico solo tienes que verle morder una manzana. Sería una estrategia interesante para probar si no fuera porque me sé sus besos de memoria.

—He pensado que podríamos probar a dormir fuera de casa— sugiere Arthur, aferrándose a una de mis manos, emocionado—. Podríamos aprovechar la escasez de contaminación lumínica para contemplar las estrellas.

—¿Fuera de casa? ¿qué hay de los mosquitos? — añade Serena con cierta desaprobación, echando por tierra la idea de Arthur—. Pueden vernos y, quien sabe, quizás hacernos fotos mientras dormimos. No sé vosotros, pero yo tengo una reputación que mantener.

—Solo sería una noche y dormiríamos en tiendas de campaña. Sería una experiencia inolvidable. Piénsalo, ver las estrellas junto a la persona que más quieres. Un momento digno de archivar y recordar más adelante con una sonrisa.

—¿Por qué no? — espeta Jaden con la manzana prácticamente devorada en una de sus manos—. Será una noche inolvidable.

Me mira tras decir eso y la sangre se aglomera en mis mejillas. ¿Qué ha querido decir exactamente con eso? ¿por qué será una noche inolvidable? ¿tiene algo en mente que le gustaría hacer? ¿ese algo me incluye directamente a mí? No puedo pensar con claridad cuando sus ojos están pendientes de todas mis facciones. No puedo darle razones para creer que estoy pensando en el en este instante.

—Hagámoslo. Será divertido— decido ponerme en pie una vez acabo mi plato de ensalada y miro a mis compañeros de viaje de uno en uno, deteniéndome en algunos rostros más que en otros—. Me muero de ganas de hacer senderismo. ¿Alguien más como yo?

—Por primera vez estamos de acuerdo en algo. Será mejor que nos pongamos en marcha si no queremos que nos coja la noche.

—Espero ansioso las clases de piragüismo— parece que Jaden está divirtiéndose con la situación. Ya veremos quién cae primero—. Tenemos a una experta con nosotros, nada puede salir mal. Estaremos a salvo con ella.

—Sé me da bien el piragüismo, no el socorrismo— mascullo entre dientes, forzando una sonrisa a modo de indirecta hacia el quarterback para que se calle de una vez por todas antes de que deje al descubierto mi mentira.

Muerde su labio inferior para reprimir una sonrisa y se pone en pie meneando la cabeza. Va hacia la cocina en compañía de su hermano para recoger los platos y tanto Serena como yo aprovechamos para coger unas mochilas y meter en ellas todo lo necesario para una jornada de senderismo. Esperamos a los chicos en la entrada a la casa.

—Antes vi unas indicaciones que llevan al jardín japonés. Deberíamos seguirlas como si de un juego se tratase, como piratas buscando un tesoro.

—Esperemos que no nos atraquen, mi capitán— le guiño un ojo a mi chico y él sonríe ampliamente. Serena se engancha del brazo de su pareja y comienza a hacerle mimitos empalagosos con tal de atraer su atención—. Todo va viento en popa.

—Contigo nada puede ir mal. Tengo a la mejor compañera de viaje.

Entrelazo mi mano con la suya y comienzo a correr de un lado a otro emocionada como una niña pequeña al jugar a buscar piezas para resolver un puzle. Doy gritos de alegría cada vez que damos con una indicación que nos acerca un poco más a nuestro próximo destino. No sé cuánto durará este viaje, pero pienso disfrutar de él a cada segundo.

Una combinación asombrosa de tonalidades diversas nos da una cálida bienvenida acompañada de una brisa suave y con aroma a naturaleza. El verde y el violeta predominan sobre el paisaje, aunque pequeñas escalas de tonos anaranjados logran ser apreciadas en las copas de algunos árboles con motivo del cambio de estación. Allá adonde mire hay un sin fin de maleza que se une con el cielo a la altura del horizonte. En el jardín hay repartidos puentes de madera que transportan de un extremo a otro y que, algunos de ellos, finalizan en una casita apoyada en cuatro pilares.

Camino sobre las tablas apreciando el crujir del material bajo las suelas de mis zapatos. Aferro mis manos a las asas de la mochila y continúo avanzando con paso firme, disfrutando de las agradables vistas, del piar y batir de alas de las aves que surcan el cielo azul y el inconfundible aroma a naturaleza que hace nacer en mí una emoción de gratitud infinita. Todos continúan su camino mientras yo me detengo para apreciar la vivacidad de una rosa.

—Ojalá este viaje no acabe nunca.

Vuelvo a reunirme con el grupo que espera junto a un riachuelo sobre el que hay predispuestas diversas rocas planas y en forma ovalada que permiten el paso al otro lado. Serena va en cabeza y salva cada una de ellas con una agilidad sorprende, como si hubiera nacido para ello. Arthur va detrás de ella y, aunque no tiene esa habilidad de la líder, logra atravesar al otro lado con algún que otro resbalón. Es el turno de Jaden. Antes de hacer lo propio se gira y me mira con el ceño fruncido.

—Procura no hacerte daño, ¿vale?

—Parece bastante fácil. Está todo controlado. Tengo unos reflejos de águila.

—De águila, ¿eh? Mira, si necesitas ayuda, dilo e iré a por ti.

Jaden comienza a saltar de roca en roca seguido de cerca por mí. Estamos llegando a la mitad del camino cuando el nivel del riachuelo aumenta un poco más, haciendo que las piedras se humedezcan más de lo debido y sean adornadas con restos de musgo que surcan las aguas. Piso justo donde está la verdina y mi equilibrio se ve comprometido hasta el punto de inclinarme ligeramente hacia adelante y aferrarme a la mochila de Jaden, arrastrándole conmigo al abismo. Caemos al riachuelo y nos empapamos con la escasa agua que circula por él, además de llevarnos un buen golpe en el pompis.

—Lo siento. He resbalado.

—Sabía que lo harías y solo esperaba que arrastraras contigo— acaricia mi mejilla con una de sus manos y observa mis ojos maravillado—. Mack...

—¿Sí?

Si me dice que me quiere va a darme un patatús aquí mismo. Espero que la emoción no me lleve a convertirme en una pedorreta andante.

—Tienes un bicho en el pelo.

—¡¿Qué?! ¡quítamelo! Por favor, quítamelo que me dan mucho miedo— Jaden se echa a reír ante mi llamada de auxilio promovida por la histeria—. No te rías y ayúdame. ¡Jaden! Agh, te ahogaría aquí mismo si no fuera porque te necesito.

—Ven aquí. Quédate quieta, niña. No va a pasarte nada— enreda sus dedos en mi pelo y empieza a acariciar mi cuero cabelludo con sus yemas, dejándome alucinada. Localiza el pequeño bicho y lo retira con cuidado, liberándolo más tarde. Tengo tanto miedo de tener más que estoy abrazada a él como si fuese mi peluche favorito, encontrando calma a mis miedos en su persona—. Estás a salvo.

—¿De verdad?

—Pero puedes seguir abrazándome, si quieres.

—¿Creéis que podréis salir solos del riachuelo? — inquiere nuestra líder, rompiendo la magia del momento, celosa de estar compartiendo más de lo debido con su actual pareja.

Ambos nos ponemos en pie, ayudándonos mutuamente, y nos reunimos con el resto en la otra orilla. Arthur se apresura a acercarse a mí para saber cómo me encuentro tras la caída. Teme que pueda haberme hecho daño al caer. Ni aun habiéndome enfrentada a una caída bastante peligrosa por la presencia de las rocas ni a un insecto ha hecho que me consuma el miedo. Tener a Jaden a mi lado en todo momento ha sido mi mayor suerte.

—¿Estás herida?

—Estoy bien. Tengo tanta suerte que ni yo me lo creo. Eso sí, me duele el pompis de la caída. Será un milagro que no se me quede el trasero plano como esa roca.

—Me encanta que estés de buen humor aún después de una caída. Es una de las razones por las que eres tan especial.

—Y a mí me encantas tal y como eres.

—Esta noche tenemos una cita con la luna y las estrellas, señorita.

—Estaré a tu lado esta noche.

Arthur envuelve mi cintura con una de sus manos y deposita un beso en mi sien con ternura. Continuamos descubriendo y perdiéndonos en las maravillosas vistas del jardín japonés. Por más que miramos las flores no nos cansamos de verlas ni de percibir su dulce aroma apoderándose del aire. Este lugar entraña magia en su interior. Todo parece posible en él, todo parece anunciar que las cosas saldrán bien después de todo.

Volvemos al río localizado junto a la casa donde nos alejamos, en cuyo muelle yacen dos piraguas puestas a punto para ser utilizadas en cualquier momento. Vamos poniéndonos los chalecos salvavidas y ajustándolos a nuestros cuerpos para asegurar nuestra flotabilidad en caso de incidente. Una vez termino mi cometido decido subir a una de las embarcaciones. Jaden se apresura a compartir piragua conmigo antes de que los demás puedan decidir.

—Ella es mi salvavidas— asegura con voz ronca y me mira divertido—. No permitiría que me sucediera nada malo.

—Yo no estaría tan segura.

—Estaremos cerca por si necesitáis ayuda— Arthur viene hacia mí y acaricia mi mejilla antes de despedirse de mí—. ¿Cuidarás de ella?

—No tienes que pedirlo, sabes que la pondría a salvo. Siempre será ella antes de mí.

—Deberías preocuparte más por tu supervivencia, Jaden— le empujo para que se ubique de una vez por todas en la piragua y despido a mi chico con una de mis mejores sonrisas. Serena intenta no perder los nervios ante la situación. Está haciendo un gran esfuerzo por contenerse. Jaden se sienta justo detrás de mí y empieza a remar—. Ya puedes ir borrando esa sonrisita, O'Neill. Solo será un paseo en piragua.

—Contigo siempre es impredecible.

Pongo los ojos en blanco y remo con brusquedad hacia atrás, levantando una gran cantidad de agua que va a parar a la camiseta del chico de mis espaldas que se queda a cuadros. Se inclina ligeramente hacia adelante para enseñarme cómo mover los brazos cuando me sobresalto ante su contacto.

—¿Qué estás haciendo? ¿intentabas meterme mano?

—Intento evitar que inundes la piragua.

—Habló el experto en piragüismo.

—¿Por qué no admites que nunca has montado en una?

Vuelvo a levantar una oleada de agua que va a parar a su cara.

—¿Qué decías?

—Eres muy graciosa, ¿no?

—Al contrario que tú. Eres un aguafiestas y un caras largas.

—Podemos divertirnos juntos— susurra cerca de mi cuello. Vuelvo a mover el remo y esta vez le doy un golpe en el pecho sin querer que le lleva a echarse ligeramente hacia atrás—. Si tan aguafiestas te parezco, ¿por qué razón te vuelvo loca?

—¡Estás mal de la cabeza!

—No pienso rendirme hasta que admitas que te gusto.

—Ya verás qué pronto te rindes cuando te dé con el remo en la cabeza. Vas a caer inconsciente al agua y no pienso ser yo quien te saque de ahí.

Jaden se quita la camiseta que lleva puesta y la deja en la piragua. Su torso musculado y bañado es sudor es colonizado por la luz del sol que hace centellear las gotas de su piel. Al verle semidesnudo justo detrás de mí siento que empiezo a hiperventilar y que todo a mi alrededor deja de tener importancia. En mi cabeza solo está su viva imagen. Joder, está tan bueno. Es un bomboncito. Y lo peor es que al estar al sol, corre el riesgo de derretirse.

—¿Era necesario exhibir tu cuerpo?

—Quiero poner a prueba tu aguante.

—Deja de hacer el idiota.

—No hasta que admitas que te gusto.

—No pienso decir eso.

Se pone en pie en la embarcación con cierta dificultad y comienza a desprender a la piragua de los remos, arrojándolos a las profundidades del río en el que navegamos. Y para rematar la locura que acaba de hacer, decide ponerse a caminar de un lado a otro y dar pequeños saltitos, comprometiendo la estabilidad de la barca que se mece de derecha a izquierda.

—¿Has perdido completamente la cabeza? — digo a plena voz, volviéndome hacia él y fulminándole con la mirada. ¿Seguro que está bien? ¿le habrá dado un siroco raro? —. ¿Se puede saber qué haces? Acabas de tirar los remos al río.

—Maldita sea. ¿Cómo no voy a perder la cabeza si se trata de ti? Y sí, soy un idiota y puede que un capullo también, pero te quiero como nunca he querido a nadie.

—No me digas que me quieres.

—¿Por qué? ¿A qué le tienes tanto miedo?

—Porque tengo miedo de sentir lo mismo. Y lo único que me aleja de ti es la mentira. Así que no me hagas decirte que te quiero porque sé que una lo diga en voz alta sabré que nunca he dejado de hacerlo y no habrá vuelta atrás.

—¿Me quieres?

Voy hacia él y comienzo a golpearla reiteradas veces en el torso, pretendiendo desatar mi impotencia ante la situación que acaba de generarse.

—Te odio y ahora mismo solo puedo pensar en acabar contigo con mis propias manos. Eres el mayor idiota que he conocido, Jaden O'Neill.

—Y tú eres la cosa más fea que he visto nunca.

—No deberías haber dicho eso.

Salto sobre él e intento luchar contra sus manos traviesas. Intento asestarle alguna que otra colleja, pero él conoce todas mis tácticas y sabe cómo escapar sin un rasguño. Nuestros movimientos provocan que la barca se incline de un lado hacia otro peligrosamente. Tengo mis dedos rodeando sus muñecas y él se deja sujetar.

—¡Quieres dejar de moverte!

—Si eres tú la que no deja de moverse.

—Agh. ¿Es que siempre tienes contestaciones para todo? ¿no puedes, simplemente, mantener esa boquita cerrada por un rato? Eres como un jodido loro.

—Y tú como un oso cuando te enfadas.

Resbalo y caigo sobre Jaden que a su vez pierde el equilibrio y se abalanza al vacío conmigo entre sus brazos, sin miedo a darse un chapuzón en mi compañía. Nuestros cuerpos se zambullen en las profundidades del río de aguas frías y verdosas por unos interminables segundos en los que tanto él como yo luchamos por salir a la superficie.

Despejo mi cara y lanzo golpes al agua una y otra vez, maldiciendo el momento en el que me enzarcé con Jaden en una batalla que nos llevaría a perder a ambos. Él sonríe ampliamente y pierde sus ojos en mi camiseta que, al estar húmeda, se adhiere a mi piel con facilidad, revelando el color de mi sujetador y mi abdomen.

—¿Te parece gracioso? ¿qué te hace tanta gracia?

—Te ves increíble ahora mismo.

—¡Serás cerdo!¡aparta tus ojos de mí! — le salpico con agua e intento sumergir mi cuerpo en el río hasta cubrir mi cuello para evitar sus furtivas miradas.

—Te sé de memoria, Mack.

Nado hasta él y coloco mis manos en sus hombros para hundirle, pero por más que lo intento todo intento es fallido, no consigo meterle la cabeza bajo el agua. Jaden termina rodeando mi cintura con sus manos y haciéndome girar a su alrededor en un par de ocasiones, aun sabiendo que me está sacando de quicio. Jugamos como dos críos en el agua, absortos a todo cuanto nos rodea, inmersos en nuestro propio mundo donde únicamente existimos él y yo. Había echado tanto de menos pasar tiempo con él.

—Eres un caso perdido, Jaden.

—Y tú eres mi mayor perdición, niña.

—Ve buscándote otro culito al que mimar porque el mío está totalmente prohibido. Está tan lejos de tu alcance como tú y yo lo estamos de llegar a congeniar.

—Hemos congeniado antes y se nos ha dado muy bien.

—Lo siento, pero no me van los chicos engreídos y con dos pelotas de tenis por testículos.

—Eso ya lo veremos. Seguiré aquí por si cambias de opinión.

Me guiña un ojo antes de verme marchar tras hacerle un merecido corte de manga. Camino de espaldas a él con paso decidido, poniendo distancia entre ambos, sintiendo como el césped juega con la planta y dedos de mis pies. Me aseguro de estar lo suficientemente fuera de su alcance antes de sonreír como una condenada al recordar nuestro encuentro. No cabe la menor duda de que tenemos una relación de amor- odio que al mismo tiempo nos acerque y aleja. Solo sabemos hacer una cosa realmente bien y es ocasionar un bello desastre.

Nuevamente vuelvo a darme una ducha. Sí, al final voy a acabar limpia como una patena. El agua va a terminar desgastándome la piel o peor aún, arrancándomela a tiras. Es un alivio que estén todos los gastos del viaje pagados porque no sé cómo haría frente a las facturas del agua. Imagino que, en caso de verme en ese supuesto, vendería un riñón.

Elijo, a modo de pijama, un pantalón gris con la cinturilla en azul y con el logo de la universidad en un lateral de la prenda junto con una camiseta de mangas cortas y blanca y azul con el diseño de una llama en el centro. Salgo con la esperanza de encontrar a mis acompañantes, a quienes localizo terminando de montar las tiendas de campaña en el jardín. Serena está en el muelle, envuelta con una manta morada, sosteniendo una taza de café entre sus manos, cerca de sus labios. Tanto Jaden como Arthur al verme alzan sus manos y me saludan animadamente.

El teléfono ubicado en el bolsillo de mis pantalones comienza a sonar como un poseso. Doy un respingo al caer en la cuenta de que está sonando y lo paso de una mano a otra antes de mirar la pantalla y aceptar a la persona que contacta conmigo.

—¿Ya me echas de menos?

—¡Tu hermano lleva dos horas metido en el baño! ¿tú ves eso normal? Creo que deberías hablar con él. Esto es un vicio ya, eh.

—Agh.

—Sí. Agh. Me da hasta asco entrar a ducharme. Yo aprecio a tu hermano, pero esto no puede seguir así. O se controla o tendré que contactar con una asociación anónima de adictos al sexo para que le ayuden. O, mejor dicho, pajilleros anónimos.

—Al menos, él puede menear su cosita.

—¿Intentas decirme que tu padre tiene eso muerto?

—¿Qué? ¡no! Bueno, no lo sé. No le he preguntado y no pienso hacerlo. Lo que intento decir es que Jaden ha salido mal parado. Le he dado un buen castañazo ahí con un zapato.

—Tú sí que sabes enviar indirectas. Es una forma muy original de poner a alguien a mil, de calentar braguetas, ya me entiendes. ¿Cómo están yendo las cosas por allí? ¿ha habido algún desmadre?

Miro al quarterback que sostiene un tornillo entre sus dientes a la par que sujeta la cima de la tienda de campaña a una altura adecuada para que Arthur pueda finalizar el trabajo. Será mejor que me aleje un poco de ellos si no quiero que estén al tanto de la conversación.

—Estoy hecha un maldito caos.

—Llamando al doctor del amor. Hay una chica que padece de corazón. Dime, ¿ha cambiado algo entre Jaden y tú desde que pasáis más tiempo juntos?

—No ha cambiado nada.

—¿Cómo que no ha cambiado nada? ¿esa qué clase de respuesta es? Hasta Walter ha cambiado. Ha pasado de ser un cara culo a un tío atractivo.

—Cuando estoy con él es como si nada hubiera cambiado entre nosotros, como si todo siguiera exactamente igual que en el pasado, y eso me asusta.

—¿Crees que sigues enamorada de él? ¡oh, madre mía! ¡esto es mejor que una telenovela! Vas a necesitar ayuda de una experta. Mi momento ha llegado.

—Deja de burlarte de mí. Bastante tengo con lo que se me viene encima. Siento que mi corazón es una maldita máquina con todas las corrientes eléctricas mal direccionadas.

—Guau, qué profundo. Espera un momento. ¡Luke, o sales ahora del baño o pienso tirar la puerta abajo y créeme que no te interesa que te vea. ¡Te lo estaré recordando por siempre! Bien. Ya he vuelto. ¿Por dónde íbamos?

—Esta noche vamos a hacer acampada. ¿Crees que debería hablar con él? No sé ni qué se supone que debería decirle, pero creo que ambos tenemos muchas cosas que decir y sería un buen momento.

—Intenta hablar con él y descubrir qué te pasa. ¿Tú qué crees que ocurre?

Jaden sonríe alegremente desde la lejanía a la par que escucha música de la radio ubicada en el interior de la tienda de campaña, mientras juega con a humedecer sus pies en la orilla del río. Verle ser feliz pone a dar saltitos a mi corazón. Siempre, siempre, su felicidad será motivo de la mía. Me gusta tanto verle disfrutar de los pequeños detalles. Es como un niño curioso que descubre el mundo por primera vez.

—Creo que todavía le quiero.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top