Capítulo 30
¿Puede una noche ser capaz de cambiarlo todo para siempre? Aún no sé si es posible, estoy a poco de descubrir la respuesta. Tengo miedo, es un hecho. Todos le tememos a aquellos que desconocemos, yo no voy a ser la excepción a la regla. Tan solo me distancia de la verdad una distancia meramente escasa, un recorrido efímero cuando hay nervios y miedos implicados. Una noche cargada de emociones fuertes que podrían hacer temblar mis cimientos, cambiar mi percepción de ver el mundo.
Intento recoger algunos mechones que acarician mi rostro con unas pinzas hacia atrás delante de un espejo en el que admiro mi aspecto detenidamente. El vestido de color morado corto que llevo puesto hace juego con el tono pálido de mi piel y con mi cabello castaño. A mis espaldas está Arthur, esforzándose en hacerse un nudo en la corbata.
—Nunca se me han dado bien hacer nudos— confiesa, esbozando una amplia sonrisa. Le devuelvo el gesto y me acerco a él para hacerle la corbata. Arthur me mira encandilado—. Estás increíble. La luna y las estrellas te envidiarán esta noche. Solo tendrán ojos para ti.
—¿Tú también los tendrás para mí?
—Sabes que siempre te han pertenecido.
—Esta noche es luna llena— anuncio, terminando de hacerle el nudo—. Dicen que las personas se vuelven lunáticas cuando aparece, que todo puede cambiar en un instante.
—Técnicamente ya estoy loco por ti. Quizás me convierta en un lunático y decida decirte que estoy convencido de que eres la mujer de mi vida.
Alzo la vista y le miro sonrojada.
—Eso son palabras mayores— bromeo.
—Encajan con los sentimientos que tengo hacia ti.
—¿De verdad querrías pasar el resto de tu vida conmigo?
—Hasta el último— sentencia, alzando una de sus manos para acariciar mi mejilla. Coloco mi mano sobre la suya y le miro a los ojos para descubrir si dice la verdad—. Sé que eres la indicada y por eso quiero hacerte una proposición. Quiero que conozcas a mi familia.
—¿A tu familia? ¿qué pensarán cuando me conozcan? Creerán que tengo algún tipo de hiperactividad o algo por el estilo.
Ríe con ganas.
—Verán lo que yo veo, a una chica increíble.
—¿Y si no es así? ¿y si piensan que estoy loca de remate?
—Te diré un secreto. Yo también lo estoy. Ambos estamos pirados y somos capaces de entendernos. No conozco cuerdos felices, así que pienso disfrutar de esta locura a tu lado.
—Siempre consigues sacarme una sonrisa, no sé cómo lo haces.
—No hay mejor regalo que hacer reír a alguien a quien quieres. Yo deseo verte feliz, Mack, siempre, de cualquier forma— rodeo su cuello con mis brazos y uno mi frente a la suya. Intercambiamos una mirada cómplice cargada de sentimientos—. Te quiero.
Meneo la cabeza y muerdo mi labio inferior.
—Cállate y bésame.
Funde sus labios con mis míos, besando mi sonrisa, embriagándome con el dulce sabor de la felicidad que hace aparecer un cosquilleo en mi estómago y pone a latir a mil a mi corazón. Sus caricias y besos me transportan a un mundo enteramente nuestro, donde siento que puedo ser feliz para siempre. Saber que el dolor no podrá alcanzarme mientras esté con él me da calma y, sobre todo, confianza.
—¿Estás preparada?
Inspiro una bocanada de aire y asiento una sola vez.
—Lo estoy.
—Vamos allá.
Unimos nuestras manos y abandonamos la habitación de Arthur a buen ritmo. Al salir al pasillo nos encontramos con Jasmine, quien lleva un vestido rojo con un lazo en la cintura que finaliza en su espalda. Tiene el cabello ondulado cayendo sobre sus hombros de forma elegante y una amplia sonrisa asomando en sus labios.
—Volvemos al instituto.
—Un viaje al pasado— añado con una media sonrisa—. Tendrás que odiarme de nuevo.
—No. Esta vez no.
Le doy un abrazo a Jasmine sin saber muy bien cómo va a recibirlo. Para mi sorpresa, me corresponde de buena gana. Hace bastante que no recibía una muestra de afecto como tal y la necesitaba. Ojalá supiera que no está sola en esto, que puede contar conmigo a pesar de todo cuanto ha ocurrido entre nosotras. Estoy dispuesta a tenderle mi mano para salvarla del abismo.
—La luna nos vuelve más susceptibles— se excusa para intentar enmascarar las lágrimas que se han acumulado en sus ojos.
—Va a ser una noche inolvidable.
—Las risas no van a faltar, de eso no hay duda.
—Vayamos a esa fiesta de reencuentro y si las cosas se ponen feas, salgamos pitando de allí. Bueno, pitando no sé, porque con los tacones que llevo puedo romperme la crisma.
Jasmine sonríe y se une a nuestra marcha. Abandonamos la residencia y subimos al coche de Arthur que está como nuevo, los daños ocasionados por mi parte han sido reparados. Menudo alivio. Aún tengo pesadillas con la elevada cantidad de dinero que debía desembolsarle. La chica morena se ubica en los asientos traseros y se entretiene pintándose los labios.
—¿Crees que seguirán todos igual?
—Han pasado tan solo unos meses. Si a pubertad no ha hecho ya el milagro, créeme, no va a hacerlo por mucho tiempo que pase.
—Existen las cirugías estéticas— contradice Jasmine, encogiéndose de hombros—. Seguramente todos sigan igual de demacrados.
—A veces eres realmente perra.
La chica esboza una sonrisa pícara y niega con el dedo índice.
—Perra no, perrísima.
—Oye, he oído que esta noche hay una fiesta en la residencia— informa Arthur, girando hacia la derecha para adentrarse en una calle iluminada por farolas—. Es en la piscina. No sé a quién se le ha ocurrido la idea. Con el frío que empieza a hacer, van a acabar todos con hipotermia.
—El alcohol les hará entrar en calor— espeta Jasmine—. Además, con el pedo que van a llevar encima, ¿de verdad crees que van a ser conscientes del frío que hace? Con la borrachera olvidarán incluso nadar.
—Una copa de alcohol me tomaría yo ahora para estar al pie de cañón— manifiesto, ganándome las risas de mis compañeros de viaje—. Con la fiesta de reencuentro ya estoy servida. Tendría que estar mellada emocionalmente para necesitar desesperadamente un buen chute de alcohol y diversión.
—Tras el reencuentro vamos a querer atracar una licorería— contradice la chica—. Dios dame paciencia para soportar a mis antiguos compañeros, porque como me des fuerza, me los cargo.
Arthur detiene el coche junto al que fue mi instituto, ese centro que tantas emociones me regaló, tanto positivas como negativas, ese que me dio valiosas lecciones de vida y me enseñó a aprender de mis errores. Aún después de tanto tiempo soy capaz de rememorar recuerdos que formaron parte de cada rincón, puedo percibir las risas, las lágrimas, las proclamaciones de amor.
Abandono el vehículo y camino hacia la entrada acompañada por Arthur y Jasmine. El primero de ellos mira fascinado las instalaciones, admirando hasta el último detalle, mientras la segunda y yo nos tomamos la libertad de recorrer los pasillos con firmeza, mirando de un lado a otro, reviviendo momentos que tuvieron lugar en ellos. Puedo ver los fantasmas de los estudiantes de aquel pasado llenando los corredores con canicas, serpentina, papel higiénico, entre otras cosas. Puedo verme a mí misma entrando en el pequeño cuartillo ante la rutinaria vigilancia de un guardia, cubierta de pintura, coincidiendo con el quarterback.
—Hay tantos recuerdos...— mascullo, pestañeando un par de veces para hacer desaparecer a esos fantasmas del pasado que se pasean por los corredores, trayéndome recuerdos. Nunca entenderé como recordar tiempos felices puede ponerme triste—. Hemos vivido muchas cosas entre estas cuatro paredes.
—Recuerdos que no se olvidan.
Intercambio una mirada con Jasmine y asiento.
—Creíamos que el instituto era algo cruel y que vendrían tiempos mejores, y ahora, sin embargo, estamos deseando volver a él.
—No sé si querría volver a él— concluyo.
Avanzo hasta alcanzar el salón de actos, donde está teniendo lugar la celebración. A lo lejos, el escenario con telón azul y luces amarillas me da la bienvenida. Una combinación de bombillas forma estructuras que originan una sola palabra; karaoke. Rápidamente rememoro todos aquellos momentos que pasé junto a Jaden, pasando desde el castiga, la elaboración del escenario donde venció la guerra de pintura, y la canción que cantamos a dúo ante todo el instituto.
—¿Estás bien? — pregunta Arthur.
—Es solo que los recuerdos duelen demasiado.
—Si quieres, ponemos volver, aún estamos a tiempo.
—Tengo que hacer esto, debo reconciliarme con mi pasado de una vez por todas o siempre tendré cadenas.
Asiente un par de veces.
—Voy a ir a por unas bebidas. ¿Quieres que te traiga algo?
—Un Bloody Mary estará bien.
—Vuelvo en un momentito.
Arthur se marcha abriéndose paso entre la multitud, dejándome en compañía de Jasmine que mira en todas direcciones, reparando en cada alumno que formó parte del centro. Recorro la estancia rápidamente, buscando alguna cara conocida. Desde la distancia soy capaz de localizar a Walter que, para mi sorpresa, está totalmente cambiado. Le han quitado los Brackets, ya no tiene acné juvenil, está fuerte y tiene un aspecto envidiable.
—Joder.
—¿Ese es Walter? — pregunta Jasmine, incrédula—. ¿Quién iba a decirlo? Parece sacado de una revista de modelos.
—Acabamos de aprender una gran lección.
—¿Qué lección?
—Nunca rechaces al feo de la clase— bromeo, dándole un leve codazo—. Aun así, sigo teniendo la visión de sus mocos y su trasero muy presente en mi mente.
Walter se percata de nuestra presencia y viene hacia nosotras.
—¿Qué tal estáis? ¿cuánto hace que no nos vemos?
—No el suficiente— dice Jasmine por lo bajo.
—Bien. Todo nos va bastante bien— no ha sonado muy convincente. Mierda—. Hacemos lo que podemos. La universidad es una mierda muy gorda.
—La universidad es un asco— coincide Walter. Se pasa la mano por su cabello sedoso y esbozo una amplia sonrisa que deja al descubierto sus dientes inmaculados y alineados—. Seguís exactamente igual a como os recordaba.
—La torpeza no desaparece de la noche a la mañana.
Río ante mi propio comentario y al ver que nadie lo hace, dejo de hacerlo.
—Tú estás tan cambiado. Guau, me ha costado reconocerte.
—He estado yendo al gym y llevando una alimentación más saludable. Llegué a la conclusión de que necesitaba un cambio, convertirme en la persona que siempre he querido ser. Y aquí estoy, siendo yo.
—Me alegro mucho por ti, Walter— confieso, dándole una palmadita en el hombro—. ¿Has continuado manteniendo el contacto con los compañeros de clase?
—Sigo quedando con Billy, Finn y Félix.
—Yo he perdido el contacto con casi todo el mundo. Supongo que nuestro entorno social va cambiando a medida que maduramos...
Jasmine se va a tomar algo de beber cuando Stacey y Li se le acercan para intentar mantener nuevamente el contacto, aunque ella chica morena decide darles la espalda, negándole su compañía en las buenas cuando ellas no estuvieron ahí en las malas. Acorde con su forma de ser, le lanza el contenido de la copa a ambas chicas en sus vestidos y se va con la cabeza bien alta, dispuesta a disfrutar de la noche.
—¿Has visto a Tamara? Hace bastante que no la veo y me gustaría ir a saludarla. O tal vez a seducirla con mis encantos de galán.
—Perdimos el contacto.
—Creía que seguíais siendo amigas.
Niego con la cabeza.
—Aunque no me extraña. Con lo que se está diciendo últimamente de ella...
—¿Qué se está diciendo exactamente?
Alguien me da un fuerte golpe en la espinilla. Doy un gritito y doy pequeños saltitos, masajeándome la zona con ayuda de mis manos para aliviar el dolor que siento. Cuando quiero darme cuenta, Walter ha desaparecido de mi campo de visión y justo detrás de mí se encuentra Billy, analizando el terreno por el que camina con el bastón.
—Perdona. No te he visto— frunce el ceño y se queda pensativo unos segundos— aunque tampoco te puedo ver mucho que digamos.
—No te preocupes.
—¿Mackenzie Evans? ¡qué de tiempo! — se acerca a mí y me pisa un pie sin querer. Me muerdo la lengua con fuerza con tal de no quejarme en su presencia y suelto un suspiro—. ¿Cómo te va todo? ¿Has conseguido sembrar el caos en la uni?
—He arrasado con la universidad. Es un alivio que no tenga que hacer deporte. Creo que es una de las cosas que no echo de menos del instituto.
—A mí tampoco se me daba muy bien educación física. No veía ni tres en un burro, ¿lo pillas? — suelto una risita y él se une a mí—. A mí me va bastante bien. He conseguido sacar la nota más alta de la clase. En realidad, tiene gracia. Me metí en una carrera y recuerdo que una vez fui al aula equivocada. Terminó llamándome más la atención ese temario que el que estaba dando. Así que me cambié de carrera— busco con la mirada a alguna cara familiar o, mejor dicho, a Dave o Tamara—. Si la vida de da limones, has una limonada, y si te da vodka, monta una fiesta.
La multitud se dispersa a la altura de la barra, donde localizo a Dave, tomándose una copa, charlando animadamente con algunos miembros del equipo de fútbol. En cuanto su mirada se tropieza con la mía, ambos nos quedamos en silencio, estáticos, contemplándonos como si hiciese una eternidad que no nos vemos y, supongo, que en cierto modo es así. No sé cómo han quedado las cosas entre nosotros, ni sé si tendrán arreglo en un futuro, así que la única forma que encuentro para descubrir por dónde van los tiros es dedicarle una media sonrisa. Dave me la devuelve y se queda unos segundos de más mirándome.
—¿Vas a sacarme a bailar? — inquiere Tessa, depositando un beso en la mejilla de Billy—. Hey, Mack, ¿qué tal va todo?
—Todo lo bien que puede ir. ¿Estáis saliendo?
—Nos enamoramos en el instituto y hace unos meses que estamos juntos. Nos compenetramos muy bien, aprendemos mucho el uno del otro. El instituto me hizo un gran regalo— le dedico una sonrisa—. Me alegro de volver a verte, Mack.
—Yo también, Tessa.
—Y ahora, tú y yo vamos a bailar una lenta.
—Me reclaman en la pista. Espero volver a verte, Mackenzie— Billy va a la pista junto a Tessa y se pone a bailar con ella mientras su perro guía aúlla al sol de la música.
Cambio el rumbo de mi mirar hacia la puerta que acaba de abrirse, encontrándome con una chica pelirroja que lleva un vestido color salmón y el pelo recogido hacia un lado con un tocado. Se abre paso entre la multitud con cierta inseguridad, cabizbaja, sin rastro de esa luz que la caracterizaba. Tamara no ha sido la única que ha cambiado después de todo. Camina hasta alcanzar el centro de la estancia y, entonces, recorre con la mirada el salón hasta reparar en mí. Ambas nos tomamos la libertad de admirarnos detenidamente, intercambiando miradas que dicen más que cientos de palabras.
Mi corazón se acelera al volver a ver a la chica que fue mi mejor amiga, alguien de mi familia. No hay palabras para describir cómo de feliz y al mismo tiempo de decepcionada me siento por saber que todo cuanto nos unía ha desaparecido. Desearía poder recuperar la amistad, decirle que le he echado de menos, que nada es lo mismo sin ella, pero sé que nada que diga o haga podrá cambiar el pasado. Tamara entreabre los labios cubiertos por una capa anaranjada y sin saber muy bien porqué, camina hacia mí.
Mis piernas han comenzado am moverse sin mi consentimiento, salvando la distancia que me separa de la pelirroja a buen ritmo. Ambas estamos igual de expectantes, es como si nuestros sentimientos fuesen los que hiciesen posible el próximo acercamiento. La distancia poco a poco va menguando hasta que quedamos enfrentadas la una a la otra, mirándonos como quien ve el mundo por primera vez, sin saber qué decir a continuación.
—Hola.
—Hola— dice emocionada.
Y sin más nos fundimos en un abrazo cálido y ansiado que nos devuelve la esperanza y las ganas de luchar por aquella amistad que nos unió desde que éramos dos crías. Sentir a la pelirroja entre mis brazos me lo da absolutamente todo. Su cabello le propicia sendas caricias a mi mejilla y me regala la dulce fragancia que desprende. Tamara me acerca a su torso con fuerza, abrazándome con ímpetu, dispuesta a no soltarme nunca más.
—Te he echado de menos, pelirroja.
—Yo también te he echado de menos— cierra los ojos momentáneamente y luego se separa, dejando a la vista las lágrimas que surcan sus mejillas sonrosadas—. Eres mi mejor amiga, siempre lo has sido. Una huella así no se borra por mucho tiempo que transcurra.
—¿Estás bien?
—Lo estoy ahora que estás aquí.
—Siento mucho que hayamos perdido el contacto. Nunca más volveré a alejarme. Esta vez, si te quedas, voy a cuidarte.
Tamara esboza una media sonrisa.
—Quédate, Mack. Te necesito más que nunca.
—¿Hay algo que deba saber?
—Absolutamente nada. Estoy mejor que nunca. Viviendo el ahora con gran intensidad. Pienso comerme el mundo esta noche. ¡La vida es una fiesta, así que súbele el volumen! — la pelirroja se palpa la aletilla derecha de la nariz con su dedo índice y luego va hacia la pista de baile y se pone a bailar de forma descontrolada, como si no hubiera un mañana, alejando a todos de la pista, quedándose sola, moviéndose como si estuviese ida.
No me hace falta ninguna explicación para hacerme una ligera idea de lo que está pasando. Ojalá me equivoque y no sea cierto lo que estoy pensando porque de serlo, mi mundo se caería en pedazos. Ella no puede ser una víctima más de los estupefacientes. Sin embargo, su descontrol y su excesiva adrenalina anuncian que mis peores temores son ciertos.
Dave baja la mirada desde la distancia e intenta ir a ofrecerle su ayuda a la pelirroja, pero ella responde mal ante el toque de atención, de forma que enfurece y le hace saber que quiere que la deje en paz de una vez por todas, reprimenda acompañada de un empujón que deja a Dave abatido por dentro. Tamara se va directa al servicio, ignorando a la multitud, quizás a meterse mierda en el cuerpo.
Cambio el rumbo de mi mirar hacia la izquierda, intentando no quebrarme en plena celebración, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no caer en el profundo pozo que desea abrazarme. En mi nuevo campo de visión aparece Jaden acompañado de una chica de cabello rubio con flequillo y ojos verdes, vestida con un pantalón de licra negro y una blusa burdeos. En cuanto su mirada coincide con la mía, sus ojos se iluminan y sus labios entreabren. Intento huir, no tengo ganas de enfrentarme a esto ahora, pero es demasiado tarde, viene hacia mí.
—Has venido.
—Aquí estoy...— continúo, sin saber muy bien qué decir. Desvío mi atención hacia la chica tan atractiva que se halla a la izquierda del quarterback, entrelazando su brazo con el de Jaden. Él se percata de mi detenida observación y decide hacer las presentaciones—. Tú debes de ser su chica.
—Es Serena Williams— dice Jaden, ganándose una sonrisa por parte de ella.
—Encantada de conocerte— se acerca y me planta dos besos. Muestra una de sus mejores sonrisas y se esfuerza por ¿celarme? No sé, el caso es que está haciéndole constantes carantoñas a Jaden.
—Serena, ella es mi...
Jaden titubea acerca de qué decir a continuación. Ante la duda, su pareja decide adelantarse y romper con ese momento tan incómodo.
—Eres Mackenzie, ¿no? Su exnovia. La chica que le rompió el corazón.
—Eso no era necesario, Serena.
—No pasa nada— hago un gesto con la mano para restarle importancia—. A fin de cuentas, no está diciendo nada que no sea verdad.
—La parte buena es que ambos habéis conseguido volver a ser felices— confiesa la chica. Cada palabra que sale de su boca me da un motivo más por el que odiarle—. Creía que ibas a venir con tu chico, ¿se ha echado para atrás en el último momento?
Fuerzo una sonrisa.
—Está pidiendo unas bebidas, pero está al caer.
—Siento haber tardado tanto, había bastante cola.
Deposita un beso en mi mejilla que me saca una amplia sonrisa.
—Lo importante es que estás aquí— Arthur me estrecha entre sus brazos bajo la intimidante mirada de Jaden que parece estar alucinando con el panorama—. Él es Arthur, el chico del que te hablé.
—Ya sé quién es.
—¿Jaden? — añade mi chico con voz seca.
—El mundo es un maldito pañuelo. ¿Puedes venir un momento, Mack?
Sigo a Jaden a regañadientes hasta una zona del salón de actos oculta tras un telón azul. El chico se pasa la mano por el cabello, despeinándoselo y luego me mira contrariado, como si no supiera qué decir. Se acerca peligrosamente a mí, obligándome a retroceder unos pasos.
—¿Se puede saber qué te pasa?
—¿Quieres saber que me pasa?
—Estaría bien para variar. No creo que comportarte como un crío al que se le ha negado un caramelo sea la mejor opción.
—¿De todos los chicos que hay en el mundo has tenido que enamorarte de mi hermano?
—No sabía que era tu hermano.
Jaden suelta un suspiro y camina de un lado a otro.
—Yo no puedo hacer esto. Llevo años sin hablarme con él. Arthur siempre ha sido mi sombra. Él siempre lo hacía todo mejor que yo. Todo lo que yo hacía, él ya lo había hecho. Por eso dejé de hablar con él. Quería perseguir nuevas metas, conseguir estar orgulloso de mí mismo, escapar de su sombra— Jaden se acerca a la pared y coloca sus brazos sobre ella, flexionados, y une su cabeza con la superficie, recorriendo el suelo con su mirada. Salvo la distancia que nos separa hasta quedar a su lado—. Lo único bueno que había en mi vida eras tú y te perdí. Él vuelve a ganar una vez más.
—Yo no soy ningún trofeo.
—No creo que lo seas— sus ojos vuelven a pertenecerme y, esta vez, en ellos ya no hay asombro ni duda sino un profundo dolor. Me estremezco al verle totalmente derrumbado ante mí—. Mentiría si dijera que no va a dolerme verte con él.
Agacho la cabeza, cohibida. Jaden se acerca a mí y con ayuda de su mano levanta mi mentón con tal de mirarme directamente a los ojos. Intento no darle mucha importancia al roce de su piel con mi piel, a la infinidad de sensaciones que nacen en mi interior.
—Necesito saberlo. ¿Te respeta? ¿te trata como te mereces? Por favor, dímelo, necesito saber que estarás bien a su lado.
—Arthur me cuida y quiere bien. ¿Qué más puede pedir?
Mi respuesta parece sentarle como una patada en el estómago.
—¿Puedes hacer algo por mí, niña? — no me esperaba una proposición por su parte. Ni siquiera esperaba que ocurriera nada de lo que está sucediendo esta noche. Nada está bien—. Cuídate. Sé feliz.
—Jaden...
—¿Lo harás por mí? — hace una pausa. Su pecho sube y baja a causa de su respiración, el aire entra y sale de su cuerpo lentamente, recorriendo la distancia que le separa de mí. Su aliento mentolado y cálido acaricia mis labios—. Dime que lo harás o me volveré loco.
—No. Hazlo tú por mí.
Aferra ambas manos a mi rostro, une su frente con la mía y mantiene sus labios a escasos centímetros de mis labios, sopesando la distancia tan corta y a la vez tan grande que nos separa. Arropo sus manos con las mías y entreabro los labios para articular palabra.
—¿Amigos?
Bajo sus manos y él retrocede un paso. Medita mi propuesta, titubeando acerca de si es posible mantener una amistad con alguien que fue su todo en el pasado, una persona por la que podrían continuar existiendo sentimientos incompatibles con una amistad. Su duda llega a ponerme de los nervios y a plantearme si realmente es lo que quiero.
—Amigos— concluye.
Esboza una media sonrisa.
Para cuando volvemos a la sala contigua todas las luces están enfocándonos y la multitud está exaltada, vociferando una y otra vez la palabra karaoke. No sé qué me he perdido, pero espero averiguarlo pronto. Walter está en el escenario con el micrófono anunciando que en todo reencuentro deben revivirse los mejores momentos del instituto y uno de ellos, sin duda, fue la feria solidaria, donde el karaoke fue el puesto ganador por excelencia.
—Invito a subir al escenario a Jaden O'Neill y Mackenzie Evans. En el pasado nos deleitaron con una canción que forma parte de nosotros y esta noche, la magia del ayer va a volver a cada uno de los presentes. Démosle un fuerte aplauso.
Mierda. No. No. Estoy no puede estar pasándome. ¿Por qué? ¿por qué? No puedo hacerlo. Si subo a ese escenario con Jaden sé que estaré perdida.
—Vamos, Mack, no te vamos a comer— bromea Walter. El chico hace ademán de bajarse del escenario para ayudarme a acceder a él cuando me apresuro a ir hacia las escaleras. Lo que me faltaba, que Walter me coja en brazos y se me vea la ropa interior—. Enamorarnos una vez más con vuestra canción.
Una vez llego a la cima del escenario, camino hacia el centro bajo la intimidante mirada de la multitud, y me acerco tímidamente el micrófono, sin saber muy bien por dónde comenzar. La melodía comienza a sonar de fondo y las luces se vuelven un poco las tenues. Olvido la letra de la canción por los nervios y la emoción del momento. Permanezco estática, en blanco, paralizada por el miedo escénico. Jaden aparece a mis espaldas y me salva del aprieto al cantar la letra.
Ladeo mi cuerpo en su dirección y, al verle, siento como poco a poco voy ganando confianza en mí misma, como los recuerdos de aquel día vuelven a mí. Camino hacia él hasta enfrentar mi micrófono al suyo y continúo cantando la letra de la canción sin dejar de mirarle, como si pretendiera dedicársela. Jaden canta palpándose el pecho izquierdo mientras mantiene una sonrisa de oreja a oreja, parece estar disfrutando del momento como no hacía mucho tiempo.
Alza una de sus manos y aparta el micrófono que sostengo, de forma que ambos tenemos que conformarnos con usar el mismo. La multitud canta y baila al son de la música, de la misma forma que hay quienes hacen halagos acerca de la gran pareja que hacemos. La canción llega a su fin y ambos nos quedamos enfrentados, quietos, sosteniéndonos la mirada. Los estudiantes estallan en aplausos y vítores que nos animan a fundirnos en un cálido y ansiado abrazo.
Jaden deposita un beso sobre mi cabeza y luego hace ademán de hacer una reverencia al público para darle las gracias por su participación y escucha cuando retrocedo un par de pasos, meneando la cabeza, intentando alejar de mí todos los recuerdos que vienen a mi mente. Tengo la sensación de que el aire no entra en mis pulmones, como si una presión me comprimiese el pecho hasta asfixiarme.
—No puedo hacer esto.
Bajo del escenario corriendo bajo la expectación del público y echo a correr hacia la salida del gimnasio, dejando en el escenario al quarterback roto por mi huida y mis compañeros contrariados por mi comportamiento. Como puedo me abro paso entre los estudiantes, ignorando las llamadas de atención por parte de Jasmine y Arthur que, intentan en vano, averiguar qué ha ocurrido. No me detengo por nada ni por nadie, simplemente corro y corro, pretendiendo huir del pasado, hasta llegar a sentir la necesidad de desaparecer por completo.
Me encierro en el cuartillo sumida en la penumbra y camino de un lado a otro, con las lágrimas rodando por mis mejillas, llevándome las manos a la cabeza, intentando dar con la forma de sacar de Jaden de mis pensamientos cuando la puerta vuelve a abrirse poco después, dejando al descubierto al quarterback que, sin dudarlo, acude en mi búsqueda.
—Sé dónde encontrarte.
—¿Qué quieres de mí, Jaden? — digo sin rodeos, dándole un pequeño empujón—. ¿Qué es lo que quieres? Dímelo.
—No lo entenderías.
—Pues explícamelo— le imploro, elevando el tono de voz, caminando hasta quedar enfrentada a él con los brazos en jarra. Jaden me mira directamente a los ojos, intentando comprenderme, y eso me hace sentir como un bicho raro—. ¿Qué quieres?
Jaden se lleva las manos a la cabeza y va de un lado a otro mientras yo le miro esperando una respuesta por su parte, al borde del ataque de ansiedad. Seco las lágrimas que recorren mis mejillas y ahogo un sollozo mientras intento mantener la calma. Se detiene a unos pasos de mí y se entretiene recorriendo el suelo sombrío mientras muerde su labio inferior.
—Qué más da lo que quiera. No puedo tenerlo.
—Yo necesito saberlo— inspiro una bocanada de aire y la retengo en mis pulmones. Exhalo poco después pausadamente, esforzándome porque hasta el último ápice de dolor salga con mi espiración—. Dime qué quieres.
—Te quiero a ti, maldita sea.
Se acerca a mí tan rápido que no soy capaz de reaccionar. Cuando quiero darme cuenta sus labios están fundiéndose con los míos en un cálido y húmedo beso que me trae diversas emociones. Hacía mucho tiempo que no me sentía así de completa. Él tiene las piezas que le faltan a mi rompecabezas, es capaz de mover mi mundo y romper mis esquemas. Jaden puede construir y destruir en tan solo un instante.
Pongo fin a nuestro beso, separándome de él por unos pasos, asegurándome de que no va a volver a repetirse, y le fulmino con la mirada, pretendiendo hacerle saber que estoy molesta por su gesto cuando en realidad en mi interior no hay ni una pizca de rabia, al contrario, una inexplicable e inmensa felicidad se apodera de cada rincón de mi ser. Yo no quería esto, no lo quiero.
—No puedo hacer esto— mascullo, evitando mirarle a los ojos. Jaden está abatido por lo que acabo de decirle, lo sé, puedo verlo en su mirada—. Ahora estoy con Arthur.
Salgo de la casetilla seguida por el chico que aún no es capaz de concebir la idea de perderle para siempre, de tener que tragarse sus sentimientos hacia mí y conformarse con ser un amigo. Arthur hace uso de presencia al final del corredor acompañado por Serena y Jasmine. La primera de ellas está que echa chispas al vernos salir del mismo sitio juntos. Jasmine, en cambio, parece estar dudando entre si preguntarme cómo ha ido todo o no.
—Mackenzie, ¿estás bien?
—Quiero irme a casa.
Arthur asiente una sola vez y me pasa el brazo por encima de los hombros. Le dedica una mirada a su hermano menor en la que le reprocha haber vuelto a abrir heridas del pasado que creía cicatrizadas. Camino hacia el frente sin mirar atrás, sin titubear un segundo acerca de si estoy tomando la decisión correcta, abandonando a su suerte a Jaden que, descompuesto, me mira desde la lejanía, acompañado por Serena que se traga su rabia y orgullo y hace por ayudar a reponerse al quarterback.
Una sola noche puede cambiar una vida para siempre. La mía ha comenzado a cambiar desde hace relativamente poco y, por extraño que parezca, tengo la sensación de que no será el único cambio. Tal vez sea cierto que la luna llena, cuando reina, nos eclipsa con su luz, rindiéndonos a sus encantos. Todos perdemos un poco la cabeza con la llegada de la luna llena. Pero esta noche, no Solo he perdido la cabeza sino también algo más poderoso y arriesgado. He perdido el corazón.
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